giovedì 22 novembre 2012

Infantería española. EL MILAGRO DE EMPEL.


Texto original de: Andrés Mas Chao y Jose Mª Sánchez de Toca.  z de Toca. 

La devoción mariana de la Infantería española, circunstancial a la nación española y tradicional en sus ejércitos, se concretó en este periodo en las advocaciones del Rosario y la Purísima Concepción. 

La Infantería embarcada en Lepanto había combatido con el rosario al cuello; el Sumo Pontífice había instituido la fiesta de Nuestra Señora del Rosario para conmemorar la victoria y los tercios se habían acogido a su patronazgo. Andando el tiempo, las Reales
Ordenanzas de Carlos III harían de precepto el rezo del rosario por compañías.
En Flandes, quince años después de Lepanto, tres tercios viejos de infantería española, aislados y
cercados por la flota rebelde en el dique de Empel  frente a la isla de Bomel, escaparon a la destrucción de un modo que los católicos no vacilaron en calificar de Milagro, y los historiadores protestantes de "desafortunada concurrencia de circunstancias insólitas. 

El llamado "Milagro de Empel" propagó en la Infantería española la devoción a la Purísima que tres siglos después
tomaría rango oficial al declararla Patrona del Arma una Real Orden Circular de la Reina
Regente doña Maria Cristina de Habsburgo.

El escenario.  

Hay que recordar que los Países Bajos ocupan las tierras bajas e inundables de las
desembocaduras de los grandes nos Escalda, Mosa, Rhin y Ems, entre el Paso de Calais y las islas
de Frisia, donde a lo largo de la Edad Media se habían formado en torno a prósperas ciudades
mercantiles una veintena de pequeños estados. Carlos V, que había heredado una docena de ellos
(el llamado "Círculo Borgoñón") adquirió otros seis más por diversos medios para englobar en una
sola entidad política la región más próspera de Europa. A Carlos, nacido y criado en Flandes y
Brabante, le gustaba retornar a la que consideraba, y sin duda era, su patria y clave de su
múltiple corona. El día de su abdicación, precisamente en Bruselas, Carlos dejó los Países Bajos a
su primogénito Felipe; y la situación política de los Países Bajos, nunca exenta de sobresaltos (en
1488 la ciudad de Brujas había hecho prisionero al Emperador Maximiliano; y en 1540, el propio
Carlos había tenido que reprimir severamente la rebelión de su ciudad natal) empeoró bajo Felipe II.
A diferencia de su padre, Felipe había nacido y se había criado en España, su lengua materna era
portuguesa, y desde 1559 hasta su muerte no pisó los Países Bajos. En una amarga expiación
histórica, los flamencos se vieron gobernados por extranjeros como lo habían estado por flamencos
los castellanos de las Comunidades. El descontento  alentado por los enemigos de Felipe estaba
encabezado por una nobleza que se sentía relegada desde la muerte del Emperador y de la que el Rey desconfiaba.
Pero la causa fundamental que enfrentó al Rey con parte de sus súbditos fue la escisión religiosa que dividió Europa en bandos irreconciliables. Felipe prefería perder todo antes que gobernar
sobre herejes, y se sentía obligado a defender las vidas y conciencias de sus súbditos católicos. Con
parecida determinación, los rebeldes se oponían al establecimiento de la Inquisición y al gobierno
por extranjeros. El choque de estas dos tenaces voluntades produjo la larga y sangrienta guerra conocida fuera de
España como "Guerra de los ochenta años", y en España como "Guerras de Flandes".
Felipe había dejado en Bruselas de Gobernadora a su hermana Margarita, Duquesa de Parma,
hija natural del Emperador. En agosto de 1566, Margarita afrontó una rebelión y rogó a su
hermano que viniera personalmente pero que no trajera más españoles. Obligado por las
circunstancias, Felipe hizo justamente lo contrario y envió 10.000 hombres al mando del Duque
de Alba", con instrucciones secretas que le daban atribuciones superiores a las de la propia
Gobernadora. Margarita, que había logrado apaciguar la rebelión antes de la llegada del Duque,
renunció. Alba hizo ejecutar a 400 rebeldes, y en los siete años siguientes, con fuerzas siempre
crecientes pero siempre en inferioridad de medios,  no sólo no extinguió la rebelión sino que
consolidó la voluntad de resistencia.
Felipe destituyó al Duque y lo sustituyó en 1573 por su amigo personal Luis de Requesens, a cuya
muerte, cuatro años más tarde, el Rey nombró a su hermano Don Juan de Austria. Cuando al
cabo de un año Alejandro Farnesio, sobrino del rey, llegó a Bruselas, la situación era insostenible.
El ejército multinacional del Rey con casi ochenta mil veteranos no parecía tener posibilidades de
victoria frente a los rebeldes; la rebelión se extendía a las provincias católicas y los Países Bajos
estaban esquilmados por diez crueles años de guerra.

Los actores.  

Aunque suelen denominarse " españoles " a los ejércitos del Rey en los Países Bajos, y " holandeses
" a sus adversarios, tales denominaciones, ciertamente explicables, no se ajustan rigurosamente a
los hechos. El Rey era "medio flamenco" (lo mismo que tres de sus cinco Gobernadores hasta ese
momento), y los españoles sólo constituían del 7 al 16 por 100 de los efectivos de su ejército. Por
otra parte, sus adversarios (“los Estados" o "los rebeldes" en la terminología de la época) eran
asimismo multinacionales en mandos y tropa. No había frontera fija y prácticamente cada uno
de los estados y ciudades tenía dividida su población por el enfrentamiento religioso de una guerra
a la vez religiosa, civil y europea.
En 1579 los siete estados del norte (Güeldres, Holanda, Zelanda, Utrecht, Frisia, Overijssel y
Groninga) firmaron la Unión de Utrecht, y dos años después levantaron Acta de Abjuración de su
juramento de fidelidad a Felipe II.
Con ello los contendientes quedaron mejor definidos pero la adhesión de las poblaciones continuó
fluctuando en la terrible alternativa entre la opresión religiosa y la brutalidad y exacciones de los
ejércitos.
Farnesio, que tenía tanta habilidad política como militar, y que gozaba de la confianza ilimitada
de sus hombres, enderezó progresivamente la situación y supo separar de los rebeldes a las
provincias mayoritariamente católicas.
Cuando recuperó Amberes en el verano de 1585, se sintió en condiciones de acudir a las " islas de
Gelanda y Holanda " cuyas poblaciones católicas oprimidas por los rebeldes protestantes le pedían
auxilio. Farnesio licenció buena parte de su ejército y envió el resto al norte, al mando del Conde de Mansfelt.
Entretanto llegó un tercio de españoles en respuesta a la petición de refuerzos hecha por Farnesio
durante el sitio; se trataba de un tercio formado cinco años antes para las jornadas de Portugal y las Terceras al mando del Maestre de Campo Don Francisco de Arias Bobadilla, ilustre soldado
con más de veinte años de servicio.
El Tercio de Bobadilla se incorporó al ejército de Mansfelt que se dirigía al límite de la zona
controlada por los rebeldes, al norte de Brabante y Güeldres. Mansfelt llegó a la orilla meridional
del Mosa, donde hizo acuartelar el grueso, y mandó a Bobadilla que ocupara la isla de Bommel.
Esta isla " el Bommelwaard " tiene unos 25 kilómetros de este a oeste, 9 de anchura máxima de
norte a sur, y está formada por los ríos Mosa y Vaal, que se aproximan mucho al Este de la isla,
y están comunicados por brazos de unión en ambos extremos de la isla. La comarca es baja, fértil
y bien trabajada, y en ella existían tres plazas fuertes en poder de los rebeldes.
Bobadilla pasó el Mosa, que no es excesivamente ancho en esta parte, con su propio Tercio además
de los Tercios de Mondragón e Iñiguez, una compañía de arcabuceros españoles a caballo y seis
piezas de artillería. Eran en total 61 banderas (Compañías) con más de cuatro mil españoles, "
combatientes expertos, flor del ejército español ", la mayor parte de la Infantería española de Mansfelt, y la única por tanto que tenia Farnesio. 

Las primeras decisiones 

La decisión de ocupar la isla de Bommel era discutible y desde luego fue  ridiculizada por el enemigo, que vio una
excelente oportunidad de desquite, ya que la isla está totalmente protegida por diques y es
fácilmente inundable. A Felipe, Conde de Holac, General de las tropas de los Estados en Holanda,
Zelanda y Bommel, le " pareció buena esta ocasión para vengarse con una memorable derrota de
la mejor parte del ejército católico ", y a los rebeldes " les creció un ánimo extraordinario de
anegarlos y deshacerlos y quitar de aquella vez el yugo español que tenían sobre sus hombros”.
Holac armó " con muy buena infantería cien naves, de quillas chatas las más ", y arrimándose a
los diques de la isla los cortó en diversos lugares. La previsora vigilancia de Bobadilla impidió que
cortaran los situados directamente frente al empuje de la corriente, en cuyo caso la inundación
hubiera barrido la isla. Los españoles, que estaban alojados en la zona de los pueblos de Dril,
Rosan, Herwaardefl y Hurwenen en la parte oriental de la isla apenas tuvieron tiempo de subir a
refugiarse en los diques. La situación era insostenible y Bobadilla dio la orden de retirada.
"La inundación echó el río sobre casi toda la isla con tanta presteza que apenas tuvo tiempo Bobadilta para llevar tras el Mosa al lugar de Empel y a otros de la vecindad las tropas, artillería
y vituallas. Pero ni aquí les dejó Libres la corriente del río, porque si bien los españoles habían
tomado los puntos más altos,... el campo desde la isla Bomel a Boldu que era algo más bajo (y)
fácilmente llamó a sí las aguas... y menos unos altos a (los) que habían subido los soldados, el otro
campo del río parecía un mar hinchado”.
Por la tarde la flota rebelde descargó el fuego de su artillería, arcabuces y mosquetes sobre los
españoles que se apiñaban en el dique del Mosa y sólo al anochecer temprano, dada la estación y
la latitud, pero con creciente de luna logró alejarlos Bobadilla con el fuego de sus piezas.
Al día siguiente, Martes 3 de diciembre, antes de amanecer Bobadilla terminó de pasar el Mosa
con su retaguardia. Cuando se hizo de día ante su vista sólo se extendían aguas en los siete
kilómetros entre el dique y Bolduque. Los campos estaban anegados a excepción de algunas isletas
que se habían formado en los lugares más altos. Los contradiques que corrían desde el dique de la
orilla hasta el interior presentaban múltiples cortaduras, y una flota enemiga de cien barcos
impedía proseguir la navegación hasta Bolduque a través de los campos anegados. La vanguardia
de Bobadilla, que al mando del capitán Antonio de Pazos se había adelantado hacia Unguen, cerca de Bolduque, donde los tercios habían dejado sus bagajes, tuvo que retroceder perseguida por
cuatro galeotas, y acogerse a un castillejo situado en una isleta junto a la iglesia de Empel, que
estaba guarnecido por una escuadra de italianos.
Bobadilla se dispuso a fortificarse. Mandó hacer un fuerte alrededor de la iglesia de Empel, lo
guarneció con dos capitanes y doscientos soldados para asegurar el paso del Mosa, y distribuyó los
tercios en torno con orden de atrincherarse para ponerse a cubierto. Al llegar la noche mandó al
Capitán Bartolomé Torralva, acompañado de un soldado flamenco " fiel, muy católico y amigo de
españoles " que fuera en una barquilla con un mensaje para las autoridades de Bolduque, con
ruego de que sacaran la artillería de la ciudad hasta el borde de lo anegado a fin de desalojar de
allí a la flota rebelde.
En 1571, el obispo había acudido a Bruselas para tratar de librar a la ciudad de la guarnición
española, que sólo fue sustituida por otra alemana tras la Pacificación de Gante de 1576. Sin
embargo, este mismo año de 1585, sus habitantes habían arrojado por las murallas a los hombres
de Holac que en audaz golpe de mano habían conseguido sorprender la guardia de las puertas e
internarse en la ciudad.
Esta era la ciudad a la que acudía a pedir ayuda el capitán Torralva, quien no sólo llevaba
mensajes para Bolduque, sino que también era podador de pliegos para Mansfelt, que estaba en
Harpen, a seis leguas de allí. Bobadilla le informaba de su situación, le pedía pronto socorro; y
adjuntaba asimismo un pliego para Farnesio en Bruselas. En vísperas del acontecimiento El miércoles 4 de diciembre, los españoles ocuparon dos isletas cercanas a la parte del dique que
ocupaba el tercio de Iñiguez, que Bobadilla guarneció y puso al mando de sendos capitanes: en
una de ellas asentó una pieza que contribuyó eficazmente a mantener a distancia la flota.
Mansfelt, que había recibido el aviso de Bobadilla, se trasladó a Bolduque y desde allí envió al
alférez Francisco de Zambrana, natural de Linares, con el mensaje de que en un par de días
tendría embarcaciones para atacar a los rebeldes; que Bobadilla " procurase entretenerse lo mejor
que pudiese" a lo que éste replicó, a través de Zambrana, que aunque estaba escaso de bastimentos
y municiones ( ya que los sitiados tenían todavía carne de vacas y caballos, pero carecían de pan
y leña que escaseaba en el dique ); Mansfelt no debería apresurarse hasta estar seguro del éxito.
Cuando aparecieran las embarcaciones de Mansfelt, Bobadilla estaría preparado para cooperar al
ataque con nueve " pleytas " (barcazas), con infantería embarcada para cerrar con ellas
simultáneamente contra los buques rebeldes.
Esa noche, que hay que suponer clara pues se acercaba el plenilunio, cuando volvió Zambrana
con la respuesta de Mansfelt, la flota rebelde ocupaba todo el horizonte entre Bolduque y Empel; a
Zambrana le había costado encontrar marineros que quisieran llevarle. Bobadilla resolvió la
dificultad con diez escudos para cada marinero y la promesa de otros tantos a cada viaje. Como
apostilla Alonso Vázquez, que fue testigo presencial.
"no hay remedio más eficaz que el dinero, pues sin él no hay que esperar buenos sucesos en tas
pretensiones, particularmente en las de guerra.
"La mañana del jueves 5 de diciembre, Bobadilla ordenó a los Sargentos Mayores de los tercios
que aprestaran las " pleytas " que habían de cooperar al ataque de Mansfelt. En cada una irían
dos capitanes, diez piqueros, diez mosqueteros y diez arcabuceros. Esta composición reflejaba la de
los tercios, y permitía contar con fuego de gran alcance (mosquetes), fuego próximo (arcabuceros), y picas para el combate inmediato. Como preparación espiritual, los designados " confesaron y
comulgaron como siempre que han de pelear lo acostumbra la nación española ", y quedaron
alertados a la espera del ataque de Mansfelt.
Ese mismo día, Bobadilla, acompañado de los capitanes más antiguos y expertos, pasó al castillejo
de los italianos para estudiar la posibilidad de vadear lo anegado, que le pareció factible, tal como
se le habla informado. Además, la inmovilidad de las naves holandesas hacia suponer que temían
dar fondo y que estaban situadas sobre algún canal oculto por la inundación. El Capitán Melchor
Martínez se ofreció voluntario para informar a Mansfelt de éste y otros extremos, y partió del
castillejo en una barquilla con tres soldados españoles costeando la orilla meridional del dique por
los campos anegados, presumiblemente en dirección este-oeste. Tres buques ligeros rebeldes salieron
en su persecución, y aunque Melchor llegó al dique  de enfrente antes que ellos no se atrevió a
saltar a tierra (por no saber si era tierra del rey o de los rebeldes), y continuó aguas arriba del
Mosa perseguido de cerca. Finalmente les dieron alcance y hubieron de desembarcar; los soldados
que lo acompañaban lograron llegar hasta Mansfelt,  pero el capitán resultó herido y fue
capturado. Trasladado a un buque rebelde, fue bien atendido hasta que murió. Este fue el único
enlace que supieron los rebeldes; los demás pasaron inadvertidos.
La captura de Melchor alentó la seguridad de los rebeldes en el éxito, y demostró a Bobadilla que
no había posibilidad de vadeo ya que la flota rebelde se movía con libertad por los campos
anegados. Las esperanzas de romper el cerco se reducían por tanto a que el doble ataque dispuesto
por Mansfelt tuviera éxito, o a la conquista sucesiva de uno de los rosarios de isletas que unían
Empel con Bolduque.
Prudentemente, Bobadilla no dejó de impulsar continuamente esta segunda posibilidad; hizo
ocupar otra isleta frontera al castillejo y la guarneció con infantería al mando de dos capitanes,
amén de dos piezas que alejarían los fuegos de la flota rebelde sobre los rasos del dique.
En la otra orilla mientras tanto, Juan del Águila había conseguido llevar con sus hombres, ya que
carecía de caballos, tres piezas de Bolduque al lugar de Horte, a medio camino entre Empel y
Bolduque, y con ellas hacía nutrido fuego con la triple finalidad de castigar a la flota rebelde,
alejarla de la isleta recién ocupada y tratar de evitar que los rebeldes ocupasen alguna de las
isletas e impidieran así la salida de los cercados en saltos sucesivos. Al fuego de las piezas de Horte
se sumaba el de la isleta recién ocupada.
Un mensaje de Mansfelt que había traído Zambrana alentó la esperanza de los cercados: el Conde
comunicaba que ya tenía cincuenta barcas dos leguas aguas arriba del Mosa, y que antes de
rayar el alba embarcaría el tercio de Juan del Águila para atacar a la flota rebelde. En ese
momento y tal como se había planeado, Bobadilla debería atacarla también con sus medios. Las
señales para comenzar el ataque serian disparos de  dos piezas de artillería y grandes fuegos y
humos en la iglesia de Horte. En consecuencia, Bobadilla tomó disposiciones para que las pleytas
estuvieran listas antes del amanecer, y sus dotaciones " con ánimo increíble " las señales esperadas
de comienzo del ataque.
Sin embargo, los rebeldes, a pesar del fuego español, habían logrado ocupar las dos isletas más
próximas a las de los sitiados, y trabajando febrilmente durante toda la noche tenían
prácticamente terminado un fuerte. Para mayor seguridad habían apostado sus barcos enfrente,
y su nave capitana estaba atravesada en la cortadura decisiva. Cuando Mansfelt vio los fuertes al amanecer del viernes 6 de diciembre hizo que los batieran
furiosamente durante dos horas desde el dique de Grave que estaba frente a ellos las piezas que los
hombres de Juan del Águila habían llevado trabajosamente allí: pero ni su fuego, ni el de las
restantes piezas españolas evitó que los terminaran. Desde la otra orilla, los sitiados, que en vez de
las señales de ataque vieron las isletas ocupadas y los fuertes enemigos recién construidos, "
comenzaron a afligirse”. No era para menos: Estaban apiñados en islotes casi insuficientes para
albergarlos, " veíanse en muy gran turbación y trabajo, y el menor que pasaban era el frío,
hambre y desnudez, que tanto les apretaba por estar al rigor del tiempo sin ningún reparo donde
poder cubrirse ni valer de noche y día, y sobre unos diques yermos y solos, donde iban perdiendo
ya las esperanzas de ser socorridos”.
Bobadilla envió a un alférez para que averiguara las causas de la suspensión del ataque, y por la
noche llegó Zambrana con la noticia de "que el enemigo habla incendiado las embarcaciones sin
dejar ni una. A partir de este momento, la única posibilidad de escape imaginable, aunque
descabellada, era ganar las cortaduras fortificadas por los rebeldes; es decir, atacar, desembarcar,
y asaltar una y otra vez bajo el fuego de la flota y los fuertes rebeldes. El hallazgo El sábado 7 de
diciembre, día denso de acontecimientos, la situación era desesperada para los sitiados: se habían
terminado los víveres, soplaba un viento frío muy intenso, y no tenían donde cobijarse, puesto que
no hallaban paja ni palos para construir abrigos ni leña para hacer fuego. Después de analizar
la situación, Bobadilla descartó la salida por la cortadura principal de levante, y envió un
capitán a decir a Mansfelt que atacara las dos cortaduras del dique de poniente que tenia más
próximas mientras los sitiados con sus pleytas tratarían de conquistar las otras dos que estaban
por su lado, " ya que no veía otro remedio, y aún éste incierto y casi imposible”.
Los habitantes católicos de Bolduque, que habían ayudado con sus embarcaciones y víveres a la
ocupación de Bommel, y que aportaron tropas y artillería en cuanto llegó la petición de
Bobadilla, asistían angustiados a la tragedia. Cuando supieron que los españoles se disponían a
atacar, hombres, mujeres y niños fueron a trabajar a lo anegado, en un inútil empeño de abrir
paso. De las iglesias y conventos salieron procesiones; las damas principales de la ciudad
exhortaban a la población a rogar por la salvación de los sitiados; ayunaban, se disciplinaban; y
sacaron en procesión el Santísimo Sacramento a la orilla con grandes luminarias para que
pudieran distinguirlo desde el dique, a fin de consolar con su visión a los sitiados e impetrar
ayuda del Cielo, único que podía salvarlos.
“Parece cosa extraordinaria, apunta Vázquez, que en tierra de tantos herejes y donde tan mal
quieren a los españoles hubiese flamencos tan piadosos que se azotasen por ellos y tan de veras
procurasen el remedio, los cuales no cesaban en sus plegarías y procesiones "En el dique, cuando
los soldados supieron el fracaso del esperado socorro de Mansfelt, se lamentaban de la ausencia de
Farnesio, en quien tenían puesta su confianza, y rogaban a Bobadilla le escribiera. Replicaba éste
que ya lo había hecho, y que el socorro sólo podía  venir de Dios. Los soldados, aunque
hambrientos y ateridos, decían que de haber estado Farnesio en Bolduque ya les habría liberado,
y eso que como dice Vázquez " era costumbre entre soldados viejos españoles usar de libertades y
hablar de sus Príncipes y Generales en tiempos de trabajos y necesidades”.
Vistas las circunstancias, Bobadilla llamó a capitanes y soldados y los exhortó " a rezar para que
Dios los librase del espantoso peligro en que estaban ", y que puesto que habían fracasado los
remedios que habían buscado diligentemente. "por último remedio volviesen todos sus corazones a Dios y le llamasen ... para que mirase con ojos de misericordia aquellas pobres al mas y banderas
católicas que habían peleado por defender su santa Iglesia romana ... y que desde luego quitasen
la mala costumbre que algunos tenían de jurar y que haciendo esto tenía por cierto que Dios los
socorrería, y encargó al padre Fray García de Santisteban que todos los soldados se confesasen y
comulgasen y les predicase con gran fervor lo mismo que él les había dicho... y en breve tiempo les
hizo a todos estar dispuestos al martirio ".
“En esto, estando un devoto soldado español haciendo un hoyo en el dique para guardarse debajo
de la tierra del mucho aire que hacía junto a su tienda y cerca de la iglesia de Empel, a las
primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la tierra saltó una imagen de la limpísima y
pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una tabla, tan vivos y limpios los colores y
matices como si se hubiera acabado de hacer. Como si hubiera descubierto un tesoro acuden de las
tiendas cercanas. Vuela allá el mismo Maestre de Campo Bobadilla ... Llévanla pues como en
procesión al templo entre las banderas la adoran pecho por tierra todos: y ruegan a la Madre de
los Ejércitos que pues es la que solo podía hacerlo, quiera librar a sus soldados de aquella
asechanzas de elementos y enemigos: que tenían por  prenda de su libertad cercana su imagen
entregada piadosamente cuando menos imaginaban y más necesidad tenían, que prosiguiese y
llevase a cabo su beneficio ".
"Pusieron la tabla en una pared de la iglesia, frontero de las banderas, y el Padre Fray García de
Santisteban hizo luego que todos los soldados le dijesen una salve, y lo continuaban muy de
ordinario. Este tesoro tan rico que descubrieron debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien,
que por intercesión de la Virgen Maria, esperaban en su bendito día".
Quedaron los sitiados muy consolados con el hallazgo, y Bobadilla consideró llegado el momento
de tomar una resolución. Convocó junta de capitanes en su cueva y expuso su parecer, que era
quemar las banderas y hundir la artillería para que no cayese en manos del enemigo. Al llegar la
noche atacarían con las pleytas a las principales naves rebeldes. A esto repusieron algunos
capitanes que era mejor acometerse unos a otros hasta morir todos para no dar ese triunfo al
enemigo, pero el Maestre de Campo no quiso oírlo y los exhortó de nuevo a elevar plegarias a
Dios.
En esto un tambor enemigo llamó a parlamentar y lo trajeron vendado a la cueva: Los rebeldes
intimaban a la rendición e informaban de la muerte del capitán Melchor. Bobadilla rechazó la
propuesta de rendición y despidió al tambor con recompensas para él y para quienes habían
cuidado al español. Los rebeldes estaban tan ciertos de la rendición de los españoles que Holac " se
preparó a trasladar sus futuros prisioneros de guerra " e hizo arreglos en Bommel y otras villas
para alojar tan crecido número de prisioneros. Con muy buen criterio, en ningún momento había
cedido a las provocaciones de los españoles que le desafiaban a que asaltara el dique.
Esa misma noche un mensaje de Mansfelt avisaba que al amanecer pondría cuatro piezas en el
dique de Rosman, " frontero a las isletas que estaban a la izquierda de la ocupada junto al
castillejo de los italianos ", a fin de alejar de allí la flota rebelde para que Bobadilla las ocupara.
Mansfelt comunicaba asimismo que no se podía vadear lo anegado ( cosa que ya sabía Bobadilla )
pero que había mandado romper el dique de Hasdem para desaguar los campos. Sin embargo,
esta nueva cortadura, hecha sin cesar de combatir, no sólo no daba salida a las aguas, sino que
las había hecho subir dos codos ( un metro ), hasta tal punto que enrasaban con la parte más alta de las isletas ocupadas por los españoles. Como observa cortésmente Vázquez, el Conde Carlos de
Mansfelt no era un jefe afortunado.
Desde que los vecinos de Bolduque habían sacado el  Santísimo en la primera procesión de la
mañana del sábado, el tiempo había cambiado. La temperatura había bajado bruscamente,
soplaba " viento del nordeste y empezó a helar, algo que no había pasado en mucho tiempo y
tampoco pasaría en los años siguientes ". Las aguas se helaban muy deprisa, algo que en la
comarca no ocurre normalmente hasta mediados de enero.
Al día siguiente, domingo 8 de diciembre de 1585, festividad de la Purísima Concepción, la
artillería de Mansfelt comenzó a batir a la flota enemiga desde poco antes de amanecer con las
piezas de Bolduque que los hombres de Juan del Águila, sin dormir ni descansar, habían llevado a
brazo con enorme esfuerzo, ya que no se trataba de piezas de campaña, relativamente ligeras, sino
de cañones de plaza de gran calibre y peso. Sus " muchas y apresuradas descargas " hacían tanto
daño a las naves rebeldes situadas junto a las isletas que se vieron obligadas a resguardarse tras
ellas.
Entretanto, " la hermandad de María Inmaculada de Bolduque hizo una procesión solemne para
suplicar ayuda de Dios para los católicos encerrados ", y los vecinos de Bolduque continuaban sus
rogativas y agasajaban a los españoles de Juan del Águila en muestra de buena voluntad. Cuanto
más prodigaban sus rezos más engrosaba el hielo, " pareciendo que llevaba helando más de veinte
días, y en algunos lugares, el hielo tomó el espesor de dos picas ". Algo en verdad extraordinario,
tanto si la expresión " dos picas " se refiere a la unidad de medida de ese nombre (2 x 3,26 m.),
como si Vázquez quiere indicar que el espesor equivalía a dos picas de piquero, una a
continuación de otra (2 x 5,15 m.).
Por su parte, Bobadilla, que había reconocido el mejor modo de llegar a las isletas y cuáles
convenía ocupar, ordenó en consecuencia al Sargento Mayor Cristóbal Lechuga que tuviera listos
doscientos hombres y tres piezas para embarcar en las pleytas a primera hora de la noche, en
previsión de que hubiera enemigo en las isletas. Las pleytas partieron en silencio , " aunque pocas
veces lo suele tener la nación española en facciones de noche " en la clara y gélida noche invernal.
Esa noche, bajo la luna, hizo " el frío más extraordinario que jamás se vio ".
Los españoles llevaban cubiertas las mechas de los  arcabuces, pero llegando a las isletas, a un
soldado español se le incendió en un descuido un frasco de pólvora, y al fragor de la detonación el
enemigo, que efectivamente ocupaba las isletas, corrió a refugiarse a los barcos, perseguido por los
españoles que desembarcaban.
" Los españoles sufrían muchísimo, pero también la  situación se hacía peligrosa para Holac.
Temía que sus barcos quedaran bloqueados por el hielo "y que los españoles, como efectivamente
tenían acordado, atacando sus barcos sobre el hielo los conquistaran o incendiasen. En
consecuencia dio orden de abandonar la comarca anegada entre Empel y Bolduque para salir a
las aguas libres del Mosa a través de la cortadura  principal del dique a levante. Bobadilla, al
darse cuenta de la retirada enemiga hizo ocupar las trincheras que había mandado hacer a lo
largo del dique y sometió al fuego de todas sus armas el larguísimo convoy naval que desfilaba
lentamente por la cortadura, necesariamente estrecha, y a lo largo del dique, Mosa abajo. Más
adelante se supo que en esta ocasión los rebeldes habían tenido trescientos muertos" Cuando los
rebeldes iban pasando con sus navíos por el río abajo les decían a los españoles en lengua castellana que no era posible sino que Dios fuera español pues había usado con ellos tan gran
milagro, y que nadie en el mundo sino él por su divina misericordia fuera bastante a librarles del
peligro y de sus manos " El desenlace El lunes 9 de diciembre, el grueso de la flota había
abandonado las inmediaciones del dique y los campos anegados, pero los rebeldes ocupaban
todavía sus fuertes de las isletas apoyados por seis navíos a sus inmediaciones. Bobadilla había
encargado al Sargento Mayor que desde dos horas antes de amanecer estuvieran preparadas dos
pleytas con capitanes y soldados escogidos en la zona del castillejo de los italianos, en espera de
que desde enfrente los españoles de Juan del Águila hicieran una salida con una galeota que
tenían y una pieza que Mansfelt había hecho montar en un tablado sobre dos barcazas. Una hora
después de amanecer todavía no habían salido los de Juan del Águila, y el capitán Juan de
Valencia se ofreció a conducir el ataque.
El hielo era grueso y sin fisuras y las pleytas avanzaban penosamente. Los capitanes de la
primera pleyta iba rompiendo el hielo por la proa con los remos, y los soldados pidieron regresar
considerando el riesgo y extrema dificultad del avance, a lo que Valencia respondió enérgicamente
que" lo que se les ordenó y a lo que habían salido era a ganar los fuertes, y que por ningún caso
podían dejar la empresa, aunque pereciesen todos en el camino. Valerosa respuesta y honrada
determinación, pues deben Los que se precian de obedientes capitanes observar las órdenes sin
mirar los inconvenientes, y rompiendo los que se ofrecen, aventurarse a cumplir lo que se les
encomienda por muy dificultoso que sea ".
Empezaba a deshelar y por las cortaduras adonde se dirigían comenzaban a entrar embarcaciones
rebeldes y barquillas con tropas para guarnecer los fuertes. Pero Bobadilla había dado orden de
allegar todas las demás pleytas, y los rebeldes, al verlas pasar entre las isletas, creyeron que los
sitiados tenían muchas más, y supusieron un ataque en fuerza, de modo que cuando la primera
pleytia llegó a tiro de mosquete del fuerte tuvieron por más acertado retirarse a sus barcos. Los
españoles ocuparon los fuertes sin combate, y con ello aseguraron su salida y la libertad," pues
aunque volviera a deshelar y a hacer mucha blandura y el armada rebelde retornara, aunque
fuera más poderosa, a ocupar los pasos y puestos que había tenido, no era bastante a defender la
salida a tierra firme a los tres tercios españoles que había sitiado ".
" Del otro lado rápidamente acudió en su ayuda Mansfelt con seis pontones, asistido por
Zambrana y Cavalla ".pues quería dar personalmente el parabién a Bobadilla. Con su galeota y
las pleytas recogió a los trescientos heridos y enfermos que Bobadilla había concentrado en el
castillejo, y aunque los hombres de Holac quisieron embestir contra ellas, no pudieron a causa del
fuego de las piezas de la iglesia de Horte y de una culebrina que había adelantado Mansfelt, así
como de los muchos y gruesos hielos que estorbaban la navegación.
Mientras tanto Bobadilla había convenido con su caballeroso adversario la restitución del cadáver
del capitán Melchor, al que mandó hacer solemne entierro. Tras ello, los sitiados rompieron el
hielo con vigas y remos para facilitar el pasaje a las pleytas y pontones que enviaban los vecinos
de Bolduque. " Mientras tanto se nubló y empezó a llover y a deshelar ". Bobadilla mandó que las
banderas embarcasen primero, y designó un capitán de cada tercio para custodiarlas, y estando
en ello llegó Mansfelt con" mucha cantidad de pan, que no poca necesidad tenían dél por haber
más de ocho días que no lo habían probado: y fue acompañando a las banderas hasta Bolduque ". Al concluir este primer pasaje, los marineros de las pleytas huyeron espantados de las
tribulaciones pasadas, lo que demoró el paso del resto hasta el día siguiente, martes, 10 de
diciembre de 1585 en que embarcaron todos, y el último, el Maestre de Campo. Farnesio, que tuvo
noticia de la liberación durante su marcha apresurada hacia Bolduque, escribió inmediatamente
una elogiosa carta a Bobadilla," que estimó esta carta como era de razón, no menos los capitanes
y soldados por las mercedes que hacía en ella: que  no poco alivio es para ellos en semejantes
acontecimientos razones y cartas regaladas de sus Generales y superiores, pues siempre mueven y
son agradecidas; y costando tan poco como un pliego de papel, las encarecen algunos de manera
que les parecen pierden el (sic) autoridad de Generales y de quien son si satisfacen a sus capitanes
con razones o papeles que a veces suelen hacer tanto efecto como las obras ".
" Los soldados de Bobadilla, ateridos y agotados, fueron acogidos y curados calurosamente por la
población de Bolduque, lo que no impidió que muchos murieran por las penalidades sufridas.
Otros perdieron pies y manos por congelación ".
La ciudad recibió más adelante el testimonio de agradecimiento de Farnesio, un cáliz de oro y
ochenta vacas para limosna de pobres, y el del propio Felipe II. Los acontecimientos de esta
angustiosa semana se divulgaron rápidamente.
Los católicos neerlandeses calificaron los sucesos de que habían dado lugar a la salvación de los
españoles del ejército del Rey como " Het Wonder van Empel ", " el milagro de Empel ".  
Texto original de: Andrés Mas Chao y Jose Mª Sánchez de Toca 


  La Inmaculada Concepción.  La Inmaculada Concepción. 

El patronazgo de la Purísima Concepción sobre el Arma de Infantería Española
tiene el siguiente origen en lo que se ha denominado como el " Milagro de
Empel". 
El 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de Campo Francisco de
Bobadilla combatía por España y la fe católica en Holanda. La isla de Bommel,
situada entre los ríos Mosa y Waal, era el reducto defendido por el Tercio
Viejo, bloqueado por completo por la escuadra del Almirante Holak. Cinco mil
hombres guarnecían la isla, " cinco mil españoles que eran a la vez cinco mil
infantes, y cinco mil caballos ligeros y cinco mil gastadores y cinco mil
diablos ", como dijera de ellos un almirante francés.
El bloqueo se estrecha cada día más; ya no quedan víveres, ni pertrechos de
guerra, ni ropas secas. Sólo frío y agua y barro y desesperanza. Alejandro
Farnesio, el gobernador de los Países Bajos, envía unos refuerzos que nunca
llegan. Los maestres Carlos Mansfeld y Juan del Águila tratan, en vano, de
socorrer a los sitiados; no hay esperanzas de auxilio.
El jefe enemigo propone entonces una rendición honrosa. La  respuesta de
Bobadilla es inmediata: " Los infantes españoles prefieren la muerte a la
deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de muertos ". Ante tal
respuesta, Holak recurre a un método infalible para acabar con la resistencia
española.
Como las aguas del Mosa discurrían por un canal más alto que el terreno
ocupado por los soldados, abre una enorme brecha en el dique y las aguas se
precipitan sobre el campamento del Tercio, que pronto se ve rodeado de ellas
por todas partes. No queda más tierra firme que el  montecillo (apenas
cincuenta metros) de Emplen, donde, abandonando impedimenta y pertrechos,
han de refugiarse los soldados, so pena de perecer ahogados.
En esta situación, un soldado del Tercio cavaba una trinchera " más para
tumba que para guarecerse ", cuando tropezó con un objeto de madera allí
enterrado. 
Era una tabla flamenca en la que estaba pintada, en vivos colores, la
Inmaculada Concepción. 
Comenzó el soldado a gritar y acudieron sus compañeros que, colocando el
cuadro sobre la bandera española, a modo de improvisado altar, cayeron todos
de rodillas entonando la Salve. El  , considerando el hecho
como señal cierta de la protección divina, arengó así  a sus soldados. " ¡
Soldados ! El hambre y el frío nos llevan a la derrota, pero la Virgen
Inmaculada viene a salvarnos. ¿Queréis que se quemen las banderas, que se
inutilice la artillería y que abordemos esta noche las galeras enemigas? " " ¡ Si
queremos ! ", fue la respuesta unánime de aquellos españoles. Un viento huracanado e intensamente frío se desató aquella tarde helando las
aguas del Mosa. Los españoles, marchando sobre el hielo en plena noche,
atacan por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer del día 8 de diciembre
y alcanzan una victoria tan completa que hace decir al almirante Holak: " Tal
parece que Dios es español al obrar, para mí, tan grande milagro ".
Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la Inmaculada Concepción es
proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia, la flor y nata del
ejército español.
Sin embargo, han de pasar muchos años antes de que este patronazgo se
consolide y tome carta de naturaleza oficial en el Ejército. 
Una nota:  , en la bula " Ineffabilis Deus " de 8 de diciembre de
1854, proclamaba como dogma de fe católica la Concepción Inmaculada de la
Virgen Santísima.
España luchó como nación en favor de este dogma. En 1670, un soldado de la
Infantería,  , escribía sobre este tema un auto
sacramental titulado " La hidalga del valle ". Los teólogos y el pueblo llano
siempre veneraron a María como la Inmaculada Concepción.
Cuarenta años después que se definiera el dogma de la Inmaculada
Concepción, el patronazgo a la Infantería se hace oficial.
El 12 de noviembre de 1894, siendo inspector de Infantería el general don
, se firma un memorable documento que dice así:
" Considerando conveniente para mantener vivo el sentimiento religioso y dependencias del Arma de Infantería y estrechar los vínculos morales que unen a sus individuos lo propuesto a este Ministerio por el Inspector General de la misma, en su comunicación de 27 de julio último, y teniendo en cuenta que ha sido aprobada la elección por el Provicariato militar castrense, la Reina Regente del reino, en nombre de su Augusto hijo el Rey (que Dios guarde), se ha servido declarar Patrona del Arma de Infantería a Nuestra Señora la Purísima Concepción, que ya lo fue del antiguo Colegio Militar y lo es de la actual Academia General y de gran número de Regimientos. 
Dios guarde a V.E. muchos años.
Firmado:  . Ministro de la Guerra ".

AMDG et BVM

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