La Beata MARIA PIERINA de las Hijas de la Inmaculada Concepción
La Madre María Pierina, llamada por sus padres Josefina Francisca
María, nace en Milán el 11 de septiembre de 1890.
Con 23 años ingresa a la
Congregación de las Hijas de la Inmaculada Concepción de Buenos Aires, que era
una pequeña comunidad recientemente fundada por la Madre Eufrasia Iaconis. Desde
el día de su ingreso a la comunidad, guarda una amistad profunda y verdadero
sentimiento filial hacia la Madre Estanislada, que será su maestra, superiora y
siempre confidente.
Entre 1919 y 1921 la Madre Pierina visita Argentina, en un
breve paréntesis antes de asumir cargos de gran responsabilidad que afronta con
total dedicación a pesar de su precaria salud. Definitivamente en Italia, es
elegida Superiora de la Casa de Milán en 1928, Superiora de la Casa de Roma en
1939 y, diez años después, Superiora Regional.
En el desempeño de sus tareas demuestra que es una mujer sumamente
capaz, de una personalidad avasallante, con una actividad afiebrada, que sabe
conjugar siempre con una intensa vida interior. Finalmente, después de
innumerables fatigas nunca evitadas, llega el "no puedo más".
Cuando la Segunda
Guerra Mundial apenas había terminado y Roma estaba ocupada por las tropas de
los aliados, el 26 de julio de 1945 en Centonara D’Artó, a los 55 años,
bendiciendo a sus Hermanas y con los ojos fijos en el Divino Rostro, muere esta
Hija de la Inmaculada, que según tantos testimonios fue una persona serena,
dulce, afable, dueña de sí misma en todo su comportamiento, siempre sensible
para percibir los problemas ajenos, y también confiada para buscar su
solución.
La devoción al Divino Rostro de
Jesús
La Madre Pierina hizo cuanto hizo en su corta vida, aceptando el
dolor y el sufrimiento interiores en grado superlativo, sin dejar traslucir a
sus queridas hijitas y hermanas otra cosa que una sonrisa cordial o una ayuda
eficaz, todo... por Jesús. Una única preocupación como un fuego interior la
consumía: dar a Jesús, donar a Jesús, porque Jesús es todo.
Pero si éste es el compromiso que asume cualquier bautizado cuando
promete renunciar a Satanás, a sus pompas y a sus obras y entregarse a
Jesucristo por siempre jamás, si éste es el recto orden del amor que se deja
traslucir en la vida de aquél que cumple con los mandamientos de la ley de Dios,
¿por qué consideramos heroica la respuesta de la Madre Pierina?
En una extensa carta que la Madre Pierina escribió al Papa Pío XII
brota una piedad apasionada: Humildemente confieso que siento una gran devoción
por el Divino Rostro de Jesús, devoción que me parece que me la infundió el
mismo Jesús. Tenía doce anos cuando un viernes santo esperaba en mi Parroquia mi
turno para besar el crucifijo, cuando una voz clara me dijo: ¿Nadie me da un
beso de amor en el rostro para reparar el beso de Judas? En mi inocencia de
niña, creí que todos habían escuchado la voz, y sentía pena viendo que la gente
continuaba besando las llagas y ninguno pensaba besarlo en el Rostro. Te doy yo
Jesús el beso de amor, ten paciencia, y llegado el momento le estampé un fuerte
beso en la cara con el ardor de mi corazón. Era feliz pensando que Jesús, ya
contento, no tendría más pena. Desde aquel día el primer beso al crucifijo era a
Su Divino Rostro y muchas veces los labios rehusaban separarse porque me sentía
fuertemente retenida.
La experiencia se repite cuando tiene 25 años, pero con otros
prodigios: En la noche del jueves al viernes santo de 1915, mientras rezaba ante
el crucifijo en la Capilla de mi Noviciado, sentí que me decían: "bésame". Lo
hice y mis labios en vez de apoyarse sobre un rostro de yeso, sintieron el
contacto con Jesús. ¿Qué pasó? Me es imposible decirlo.
Cuando la Superiora me llamó era ya de mañana, sentía el corazón
lleno de las penas y deseos de Jesús; deseaba reparar las ofensas que recibió su
Santísimo Rostro en la pasión y las que recibe en el Santísimo Sacramento.
En este mismo Colegio de Argentina sucede otra aparición cinco
anos después: En 1920, el 12 de abril me encontraba en Buenos Aires en la Casa
Madre. Tenía una gran amargura en el corazón. Fui a la Iglesia y prorrumpí en
llanto lamentándome con Jesús. Se me presentó con el Rostro ensangrentado y con
una expresión de dolor tal que conmovería a cualquiera. Con una ternura que
jamás olvidaré me dijo: "Y Yo, ¿qué he hecho?"
Comprendí… y a partir de ese día el Divino Rostro se convirtió en
mi libro de meditación, la puerta de entrada a Su Corazón... De tanto en tanto,
en los años siguientes –continúa la carta- se me aparecía ya triste, ya
ensangrentado, comunicándome Sus penas y pidiéndome reparación y sufrimientos,
llamándome a inmolarme ocultamente por la salvación de las almas.
Jesús habla a
Pierina
Entre 1920 y 1940, fecha en que data esta carta, el pedido de
Nuestro Señor se sucede en reiteradas apariciones: "Quiero que Mi Rostro, que
refleja las penas más íntimas, el dolor y el amor de Mi Corazón, sea más
honrado. Quien me contempla, me consuela" La Madre Pierina, que es siempre la
fiel confidente, se hace portavoz de este ruego y, poco a poco, la devoción al
Divino Rostro se va consolidando de un modo concreto gracias a la intervención
milagrosa de la Santísima Virgen, que ordena y dispone: un escapulario, una
medalla, los medios para costearla, y una fiesta después del martes de
quincuagésima para honrar la Santa Faz.
Mientras tanto continúa la entrega o la inmolación oculta de la
Madre Pierina.
Como lo describe en su diario el día 5 de septiembre de 1942:
Anoche en la Capilla le dije a Jesús: Jesús quiero ser tu gloria y tu alegría. Y
Jesús me respondió. "Ven. Te necesito. Hoy he buscado el gozo en tantos
corazones y me fue negado". Dime Jesús: ¿Qué debo hacer para suplir los rechazos
que tuviste? Jesús, envuelto en ternura, me respondió. "¿Quieres gozar las
dulzuras de la unión conmigo o sentir la pena de mi corazón por los pecados de
los hombres? Lo que Tú quieras, Jesús. Y mi alma instantáneamente participó del
dolor de Su corazón, dolor imposible de traducir en palabras. Jamás, como en ese
instante, comprendí qué cosa era el pecado... Oh, Jesús! Que no te ofenda yo
jamás... repara por mí, por los otros, como quieras... Tómamelo todo!
Cuando volví en mí, se había cumplido el tiempo y me dispuse a
retirarme. Entonces Jesús me dijo: "¡Quédate un poco más conmigo! ¡Ya me dejas
solo…!" Al responderle yo que había pasado el tiempo que me indicara mi director
espiritual, Su Rostro se iluminó. "He aquí mi gloria! –me dijo- ¡La
obediencia!
Reflexiones sobre la vida de
Pierina
<<En fin, está a la vista de Uds., el ciento por uno que redituó el
corazón de esta hermana humilde, callada, obediente, pobre, siempre bien
dispuesta y entrega«a los demás, que sólo tuvo una pasión para revivir en carne
propia, la de Jesús, es decir, sufrir con Él la abyección del mal cometido por
los hombres -como en la noche del Huerto-, aceptar siempre la Voluntad de Dios
-como acto de obediencia reparadora-, desterrar la más leve sombra de pecado,
aunque fuese venial - como la Virgen Inmaculada, Su Madre Celeste-, y contemplar
cuál es la anchura, la profundidad y la longura del más grande misterio de amor
manifestado en el Divino Rostro de Cristo Jesús.
Su virtud: el recto orden del amor. Ese hoy nos toca imitar, si
queremos que un día el Señor nos muestre Su Rostro, el del Corazón que tanto amó
a los hombres. Pero la historia de una pasión es siempre, a la vez, una lección
que debemos aprender los que no somos ni fríos ni calientes, los que también
como ella podemos decir: "Compruebo día a día que soy una nada, más que una
nada, una miseria" (Diario, noviembre de 1938).
Quiera Dios que, con su ejemplo, continuemos descubriendo que esta
nada y esta miseria, en las manos de María, y con María perdida en el Corazón de
Jesús, puede aspirar a una gran santidad, para llegar a la misma convicción de
que si un alma santa da mayor gloria a Dios que un millón de almas comunes, yo
tengo la obligación de hacerme santa, no por mí, sino por la mayor gloria de
Dios. Ella, con su resolución, trazó esta vida ejemplar que hemos celebrado,
porque sólo ella se animó a elegir: Sí, Padre, lo quiero, a cualquier costo,
quiero ser la Santa de la Gloria de Dios, en la humildad, en la ocultación, en
la sostenida e incondicional adhesión al Querer Divino, en el confiado abandono
en Dios y en la Obediencia. El Getsemaní y el Tubernáculo serán mi residencia.
Sor Pierina debe desaparecer para dejar en sí misma el lugar a su Jesús...que es
todo.>>
Delia Maria Albisu
Delia Maria Albisu
JESÚS habla a la Madre Maria
Pierina De Micheli
“Deseo que mi Rostro, el cual refleja la íntimas penas de mi alma,
el dolor y el amor de mi Corazón, sea más honrado. Quien me contempla me
consuela.”
(primer viernes de Cuaresma de 1936)
(primer viernes de Cuaresma de 1936)
A los 12 años, en la Iglesia Parroquial San Pedro in Sala, Milán,
un Viernes Santo, oyó una voz que le dijo: ¿Ninguno me da un beso de amor en el
rostro, para reparar el beso de Judas?
En su simplicidad de niña, creyó que todos habían oído esa voz y
experimentó gran pena al ver que continuaban besando las llagas y no el Rostro
de Jesús. Dentro de su corazón exclamó: Te doy yo el beso de amor. ¡Oh, Jesús,
ten paciencia! Y llegado su turno, le imprimió con todo el ardor de su corazón,
un beso en el Rostro.
Ya siendo novicia, durante la adoración nocturna, en la noche del
Jueves al Viernes Santo de 1915, mientras ora delante del crucifijo, oye que le
dice: Bésame. Sor María Pierina obedece, y sus labios, en lugar de posarse sobre
un rostro de yeso, sienten el contacto del verdadero Rostro de Jesús. Cuando la
Superiora la llama, ya es de día: tiene el corazón lleno de los padecimientos de
Jesús y siente el deseo de reparar los ultrajes que recibió en el Rostro y que
recibe cada día en el Sacramento del altar.
El Martes de Pasión de 1936, Jesús le vuelve a decir: Cada vez que
se contemple mi Rostro, derramaré mi amor en los corazones y por medio de mi
Divino Rostro, se obtendrá la salvación de tantas almas.
En 1937, mientras oraba y "después de haberme instruido en la
devoción de su Divino Rostro", le dijo: Podría ser que algunas almas teman que
la devoción a mi Divino Rostro, disminuya aquella de mi Corazón. Diles que al
contrario, será completada y aumentada. Contemplando mi Rostro las almas
participarán de mis penas y sentirán el deseo de amar y reparar. ¿No es ésta,
tal vez, la verdadera devoción a mi corazón?
Estas manifestaciones de parte de Jesús se hacían siempre más
insistentes.
En mayo de 1938, mientras reza, se presenta sobre la tarima del
altar, en un haz de luz, una bella Señora: tenía en sus manos un escapulario,
formado por dos franelas blancas unidas por un cordón. Una franela llevaba la
imagen del Divino Rostro de Jesús y escrito alrededor: Ilumina Domine Vultum
Tuum super nos (Ilumina, Señor, Tu rostro sobre nosotros); la otra, una Hostia
circundada por unos rayos y con la inscripción: Mane nobiscum Domine (Quédate
con nosotros Señor).
Lentamente se acerca y le dice:
Escucha bien y refiere al Padre Confesor. Este escapulario es un
arma de defensa, un escudo de fortaleza, una prueba de misericordia que Jesús
quiere dar al mundo en estos tiempos de sensualidad y de odio contra Dios y la
Iglesia. Los verdaderos apóstoles son pocos. Es necesario un remedio divino y
este remedio es el Divino Rostro de Jesús. Todos aquellos que lleven un
escapulario como éste y hagan, si es posible, una visita cada martes al Ssmo.
Sacramento, para reparar los ultrajes que recibió el Divino Rostro de Jesús
durante su Pasión y que recibe cada día en la Eucaristía, serán fortificados en
la fe, prontos a defenderla y a superar todas las dificultades internas y
externas. Además, tendrán una muerte serena bajo la mirada amable de mi Divino
Hijo.
En el mismo año, Jesús vuelve a presentase todavía chorreando
sangre y con tristeza: ¿Ves cómo sufro? Y sin embargo, de poquísimos soy
comprendido. ¡Cuántas ingratitudes de parte de aquellos que dicen amarme! He
dado mi corazón como objeto sensibilísimo de mi gran amor por los hombres y doy
mi Rostro como objeto sensible de mi dolor por los pecados de los hombres:
quiero que sea honrado con una fiesta particular el martes de Quincuagésima,
fiesta precedida de una novena en que todos los fieles reparen conmigo,
uniéndose a la participación de mi dolor.
En 1939, Jesús de nuevo le dice: Quiero que mi Rostro sea honrado
de un modo particular el martes.
Maria Pierina logra hacer acuñar una medalla en lugar del
escapulario. El 7 de abril de 1943, La Virgen se le presenta y le dice: Hija
mía, tranquilízate porque el escapulario queda suplido por la medalla con las
mismas promesas y favores: falta solo difundirla más. AHORA ANHELO LA FIESTA DEL
SANTO ROSTRO DE MI DIVINO HIJO: DÍSELO AL PAPA PUES TANTO ME APREMIA. La bendijo
y se fue.
La medalla se difunde con entusiasmo. ¡Cuántas gracias se han
obtenido! Peligros evitados, curaciones, conversiones, liberación de condenas...
Invitamos a todos a llevar la medalla y rezar, diariamente, 5
Glorias al Santo Rostro de Nuestro Señor.
Novena al Santo Rostro de
Jesús
Mi alma tiene sed del Dios vivo ¿cuándo veré Su Rostro?
...Quisiera que mis hijas -y los devotos- se distinguieran en
ardor práctico, amoroso, generoso en honrar el SANTO ROSTRO de nuestro JESÚS,
dolorido por los pecados de los hombres... de todos... de los nuestros... pero
especialmente de aquellos que tendrían que ser sus imitadores... ¿Qué haremos?
Si miramos profundamente aquel divino Rostro, nos hablará al corazón, nos hará
partícipes de las amargas penas.., y nos dirá: consuélame al menos tú, que dices
que me amas, que eres toda mía...
- pausa -
...entremos con Jesús en el huerto de los olivos y contemplemos con amor y contrición los dolores de su Corazón, en Su Santo Rostro.
...unámonos a la divina Víctima, ofreciéndonos por todas las personas del mundo para ser con EL auténticas almas reparadoras, en unión con la Virgen Inmaculada, primera Reparadora.
- pausa -
...entremos con Jesús en el huerto de los olivos y contemplemos con amor y contrición los dolores de su Corazón, en Su Santo Rostro.
...unámonos a la divina Víctima, ofreciéndonos por todas las personas del mundo para ser con EL auténticas almas reparadoras, en unión con la Virgen Inmaculada, primera Reparadora.
Canto
Oh Santo Rostro ultrajado por nosotros,
no te acuerdes más de los fallos de la tierra,
no te acuerdes más,
de tu último grito un día en el Calvario
acuérdate, acuérdate Jesús,
acuérdate, acuérdate, oh Rostro de Jesús.
no te acuerdes más de los fallos de la tierra,
no te acuerdes más,
de tu último grito un día en el Calvario
acuérdate, acuérdate Jesús,
acuérdate, acuérdate, oh Rostro de Jesús.
Oración
¡Oh! amabilísimo Jesús, que quisiste sufrir tanto en Tu Santo Rostro, por nuestro amor, vuélvenos a mirar benignamente e imprime en nuestros corazones Tu divina semblanza, para que nuestra alegría sea sufrir por Ti.
Gloria al Padre...
¡Oh! dulcísimo Jesús, que en Tu Rostro divino has sido golpeado,
maltratado, humillado por nuestro amor, haz que el desprecio y la humillación sean nuestra porción predilecta.
Gloria al Padre...
¡Oh! manso Jesús, que en Tu Divino Rostro sudaste sangre por nuestro amor, concédenos la gracia de sufrir por tu amor y así volver a ser mirados por Ti.
Gloria al Padre...
¡Oh! Santo Rostro de Jesús, mientras esperamos el feliz día de
poderte contemplar en la gloria del Paraíso, queremos procurarte tanta gloria y
deleitar Tu mirada divina.
Tu mirada velada sea nuestro paraíso aquí en la tierra, las lágrimas que lo velan las recogeremos para salvar tantas almas e inflamar los corazones con Tu amor. Amén.
Tu mirada velada sea nuestro paraíso aquí en la tierra, las lágrimas que lo velan las recogeremos para salvar tantas almas e inflamar los corazones con Tu amor. Amén.
Santo Rostro de Jesús míranos con Tu Misericordia.
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