Confidencias de Jesús a
un Sacerdote
Mons.
Ottavio Michelini
7 de Octubre de 1975
SATANAS, EL MALIGNO
Hijo mío, cuando Yo entro en un alma vibra la fe, arde el amor y la
esperanza es viva.
Pero cuando en un alma está adormecida la Vida divina, entonces hay
quien es corroído por la envidia, los celos y el odio y con malas artes busca y
encuentra el modo de arrojar agua sobre el fuego del amor.
Si el amor se puede comparar con un brasero ardiente, tú sabes el
efecto que produce el agua arrojada sobre él: apaga el fuego, atenúa el calor,
levanta una columna de denso vapor, y no deja más que carbones
negros.
Esto le sucede en el alma ardiente de amor cuando está bajo la acción
de Satanás, si no se sabe salvaguardar de la pérfida acción de él.
Del amor y del fuego que le arde en el corazón, del calor y de la luz
no queda ya nada. Una nube de humo envuelve al alma, carbones negros, porque
negra se ha vuelto el alma bajo la acción del pecado.
Hoy, hijo son pocas las almas que tienen conciencia de las peligrosas
astucias y artes del Maligno porque en él ya nadie cree y de él (excepción hecha
de pocos), nadie se preocupa de defenderse. Así el Maligno puede cosechar
numerosas víctimas incluso entre mis sacerdotes.
La ignorancia de quien no cree, las lagunas de la fe, la falta de
entrenamiento en la lucha, la inexperiencia y el abandono total de los medios de
defensa, señala a favor del enemigo numerosísimas victorias.
¡Pobres almas inexpertas y no solo de simples fieles sino también de
muchos ministros míos! Estos por el carácter impreso en sus almas, por la
potencia con la cual han sido dotados, por la autoridad que los reviste,
deberían conducir las tropas de militantes a espléndidas y fulgurantes victorias
contra Satanás y sus tenebrosas legiones diabólicas.
¿Qué hacer para defenderse?
Creer en la existencia del Enemigo. Si muchos militantes y con ellos
no pocos sacerdotes no creen en él no pueden combatirlo.
Conocer la potencia y la fuerza del Enemigo y conocer también la
propia fuerza y la propia potencia.
Conocer sus métodos de lucha, sus astucias sus seducciones. Al mismo
tiempo ser conscientes de los propios medios de lucha y querer
usarlos.
Es claro que si uno ignora la emboscada que el enemigo le ha tendido,
no puede guardarse de ella, no puede defenderse. Al contrario si uno tiene
conocimiento de ello, prudentemente toma sus precauciones y no solo se prepara a
la defensa, sino se predispone a atacar.
El más grande enemigo
Hoy, hijo, la casi totalidad de los cristianos ignora a su más grande
enemigo: Satanás y sus diabólicas legiones.
Ignoran al que quiere su ruina eterna: ignoran la inmensidad del mal
que Satanás les hace; en cuya comparación, las más grandes y graves desventuras
humanas son una nada.
Ignoran que se trata de la única cosa importante en la vida: la
salvación de la propia alma.
Ante a esta trágica situación está la indiferencia, a veces la
incredulidad de muchos sacerdotes míos. Está la inconsciencia de muchos otros
que no se cuidan de su principal deber que es el de instruir a los fieles, de
poner los al corriente del peligro de esta tremenda lucha que se combate desde
los albores de la humanidad.
No se preocupan de educar a los fieles en el uso eficaz de los
medios de defensa, numerosos y a disposición en Mi Iglesia. Tienen vergüenza
hasta de solo hablar de ello, temen ser considerados como retrógradas; como ves
se trata de verdadero y propio respeto humano.
Pero tú sabes, hijo mío, que si en el ejército un oficial deserta de
su puesto de responsabilidad es marcado con el título de traidor y la justicia
humana lo persigue.
¿Qué decir entonces de lo que está ocurriendo en Mi Iglesia?
¿No es quizá la más trágica y terrible traición tendida a las almas, el dejarlas
a expensas del Enemigo que quiere su perdición?
Mi Vicario en la tierra, Pablo VI, no hace mucho tiempo ha dicho que
en la Iglesia se están verificando hechos y acontecimientos que no se pueden
humanamente explicar, sino con la intervención del Demonio.
Hijo, te he hablado de sombras que apagan el esplendor de Mi Iglesia:
todo esto es más que una sombra.
Si hoy el Enemigo está
más arrogante que nunca y domina sobre las personas, sobre las familias, sobre
los pueblos, y sobre los gobiernos, en todas partes, ¡es natural! Tiene el
campo libre y casi sin oposición.
Cierto que para combatir a Satanás se necesita querer ser santos;
para vencerlo eficazmente se necesitan penitencias, mortificaciones,
oraciones. Pero ¿no es todo esto mi precepto para todos y en
particular para mis consagrados?
¿Porqué no se hacen los exorcismos privadamente? Para esto no se
necesitan particulares autorizaciones.
¡No, muchos sacerdotes míos no conocen su propia identidad! No saben
quiénes son, no saben con qué potencia tan formidable han sido dotados.
De esta ignorancia son culpables y responsables.
Son exactamente igual que los
oficiales de un ejército que desertan de sus puestos de responsabilidad,
haciéndose culpables del caos que de ahí se sigue.
Se necesita decirlo a los Sacerdotes
Qué motivo de rubor y de vergüenza el saber que buenos laicos,
dotados de exquisita sensibilidad de fe y de ardiente amor por las almas,
sobrepasan con mucho la indiferencia de muchos de mis ministros los cuales no
tienen tiempo para estas cosas.
No lo consideran importante; para otras cosas sí que encuentran el
tiempo.
No hay tiempo para defender la propia alma y las almas de
quienes un día deberán responder delante de Dios al que nada escapa,
delante de Dios que pedirá cuenta aún de una palabra ociosa. Serán esas mismas
almas traicionadas las que severamente acusarán por el bien no realizado, por
las derrotas que sufrieron, por el mal que realizaron debido a que, quien debía
guiarlas en el camino de la salvación las abandonó en manos del
enemigo.
Reafirmo con insistencia la activa presencia de los Demonios en la
Iglesia, en las comunidades religiosas, en los Conventos y en las rectorías, en
la sociedad, en los gobiernos y en los partidos, en los pueblos.
Donde hay modo de disminuir la fe, de perder una inocencia,
de cometer un delito, de perpetuar una injusticia, de predisponer a una disputa,
de crear divisiones, de suscitar violencias o guerras civiles y revoluciones,
Satanás está presente.
El frente de acción de Satanás y sus secuaces es tan amplio como
amplia es la tierra.
La resistencia que bien conducida podría ser eficacísima, es mínima y
totalmente desproporcionada en relación con las fuerzas del Enemigo.
No se impute a Dios
la responsabilidad de una situación verdaderamente trágica cuyos responsables
sois solamente vosotros.
Estas tremendas realidades envuelven a todos: el reino de las
Tinieblas oscurece hoy al Reino de la Luz
Salvar el alma
El reino de la mentira parece prevalecer sobre el reino de la verdad
y de la justicia; pero será ya por poco tiempo. Proveerá la divina Justicia a
limpiar a la tierra, a la humanidad contagiada e infestada por el
Maligno.
Se ocupará mi Madre Santísima en aplastar de nuevo la cabeza de
Satanás; pero no creáis que El con sus legiones, con los innumerables aliados
encontrados en el mundo, renuncie a su reino sin reacciones y
convulsiones tremendas.
Todo esto os lo digo
con el fin de que os convirtáis, os preparéis y consigáis predisponer vuestro
ánimo a la oración y a la penitencia.
Las cosas de la tierra pasan; no pasan mis Palabras. Una sola cosa es
importante: salvar el alma.
Te Bendigo hijo mío y contigo bendigo a las
personas por las que oras.
In manus tuas, Domina,
commendo spiritum meum:
totam vitam meam, et diem meum novissimum.