Assisi 31, X, 1965: Festa di Cristo Re: Ordinaz. Diaconale di pMMaria. Vescovo Ordinante: Servo di Dio Mons. Francesco Mazzieri |
Deo gratias et B.V.Mariae
Sperimentando la grazia del 47° dell'<INTROIBO AD ALTARE DEI>
LOS TRES PUNTOS MÁS IMPORTANTES DE MI VIDA DE JESUCRISTO
pero la Misa repite los tres puntos más importantes de mi vida de Jesucristo, Verbo de Dios encarnado.
Porque cuando en la Consagración las especies se convierten en Carne y Sangre, he aquí que Yo me encarno como en otro tiempo, no en el seno de la Virgen sino en las manos de un virgen. Por esto se requiere en mis sacerdotes virginidad angélica. ¡Ay de los profanadores que, con su cuerpo mancillado por unión carnal, tocan el Cuerpo de Dios! Porque si vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y por ello debe conservarse santo y casto, el cuerpo del sacerdote, a cuyo imperio Yo bajo de los Cielos para hacerme Carne y Sangre y, como en la cuna, me pongo en sus manos, debe ser más incontaminado que el lirio. Y, lo mismo que el cuerpo, la mente, el corazón y la lengua.
"Ave, verum corpus natum de Maria Virgine!".
Y al consumarse el Sacrificio con la consumación de las Especies, he aquí que Yo torno a mi Padre diciéndoos: "Yo os bendigo". Como en la mañana de la Ascensión, "Yo estoy con vosotros hasta el fin del mundo" (Mt 28, 16-20).
Por amor me encarno,
por amor me consumo
y por amor asciendo
Medita la Misa a través de estas luces que Yo enciendo en ti y piensa que no hay un solo instante del día en el que no sea consumada una Hostia por amor vuestro ni consagrada una Sangre con la que acrecer las piscinas celestes en las que se purifican los espíritus de los hombres, se curan las enfermedades, se riegan las arideces, se fecundan las esterilidades y se convierte a Dios cuanto era pertenencia del error.
Contempla mi Sangre que tras haber sido derramada entre atroces dolores, asciende al Padre gritando por vosotros: "Padre, en tus manos encomiendo estos espíritu míos. Padre, no los abandones, Yo, el Cordero eternamente inmolado, lo quiero por ellos".
Y repítete a ti misma para anular hasta el recuerdo de la duda pasada: "Y por esto se alegra mi corazón, mi lengua se llena de júbilo y hasta mi cuerpo reposa esperanzado porque Tú no has dejado a mi alma sumida en el infierno del dolor sino que, por el amor de tu Sangre, me has hecho conocer una vez más, no ha mucho, los caminos de la vida y me colmarás de gozo con tu presencia".
Son, poco más o menos, las palabras que pronunció Pedro después de Pentecostés (Hech 2, 25-28). Dilas con anticipación de algunos días. ¡Has bebido tanta hiel, pobre María...! consuela tu corazón con la miel de las palabras eternas.
Te bendigo como lo hice a los once antes de ascender".
Y yo también les ben+digo a todos de corazòn.
OSTENDE NOBIS,
DOMINE,
DOMINE,
MISERICORDIAM TUAM!
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