Palabras de Jesús
a Mons. Ottavio Michelini:
No temas, estoy Yo para
conducirte. Ve hacia adelante, no retrocedas y no te preocupes. Han rechazado mi
Evangelio, han distorsionado mi verdad, no han creído a las almas víctimas, a
las que he hablado. En sus palabras he puesto el sello de mi gracia; han
resistido a todo.
He dictado a María
Valtorta, alma víctima, una obra maravillosa. Yo soy el autor de esta
obra. Tú mismo te has dado cuenta de las rabiosas reacciones de Satanás.
Tú has comprobado la
resistencia que muchos sacerdotes oponen a esta obra que si fuera, no digo
leída, sino estudiada y meditada llevaría un bien grandísimo a muchas almas.
Ella es fuente de seria y sólida cultura.
Pero frente a esta
obra, a la que está reservado un gran éxito en la Iglesia renovada, se prefiere
la basura de tantas revistas y de libros de presuntuosos teólogos.
Te
bendigo como siempre. Ámame mucho.
22 de enero de 1976
(...)
Entre estos sacerdotes, está X. Me es querido por su deseo de perfección,
y también por su amor por aquella Obra maravillosa que el mundo ignora, que los
soberbios rechazan y que los humildes aman: el “Poema del Hombre-Dios” [=El Evangelio como me ha sido revelado].
Es obra querida por la
Sabiduría y Providencia divinas para los tiempos nuevos; es fuente de agua viva
y pura.
Soy Yo, la Palabra
viviente y eterna, que me he dado nuevamente en alimento a las almas que amo. Yo
soy Luz, y la luz no se confunde y mucho menos se funde con las tinieblas. Donde
Yo entro, las tinieblas se disuelven para dar lugar a la luz.
Donde no hay vida hay
muerte, y la muerte es podredumbre. Hay una podredumbre espiritual no menos
nauseabunda que la putrefacción orgánica de los cuerpos en descomposición. Yo,
verdad y vida, agua viva y luz del mundo, ¿cómo podría morar en almas
corrompidas por las concupiscencias de la carne y del espíritu?
También esto, hijo,
prueba que quien no ha sentido en el "Poema" el sabor de lo divino, el perfume
de lo sobrenatural, tiene el alma obstruida y oscurecida.
Hay obispos,
sacerdotes, religiosos y religiosas que una vez más todavía alegan esa
prudencia, para ellos causa de tantas imprudencias. Se refugian dentro, y no
saben que están dentro del fortín del demonio. La prudencia es virtud, y la
virtud no tiene náusea de lo Divino.
Hijo mío, ¡qué bajo
hemos llegado! Que sepa Don X.. que cada vez que ha releído el "Poema del
Hombre-Dios" me ha dado alegría por todos aquellos que me han negado esa
alegría.
DEO GRATIAS et B.V.MARIAE!
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