CONSIDERACIÓN 23 (1)
Engaños que el enemigo sugiere al pecador
PUNTO 2
Dices que el Señor es Dios de misericordia. Aquí se
oculta el tercer engaño, comunísimo entre los pecadores,
y por el cual no pocos se condenan. Escribe un sabio
autor que más almas envía al infierno la misericordia
que la justicia de Dios, porque los pecadores, confiando
temerariamente en aquélla, no dejan de pecar, y se
pierden.
El Señor es Dios de misericordia, ¿quién lo niega? Y, sin
embargo, ¡ a cuántas almas manda Dios cada día a penas
eternas! Es, en verdad, misericordioso, pero también es
justo; y por ello se ve obligado a castigar a quien le
ofende. Usa de misericordia con los que le temen (Sal.,
102, 11-13).
Pero en los que le desprecian y abusan de la clemencia
divina para más ofenderle, tiene que responder sólo la
justicia de Dios. Y con grave motivo, porque el Señor perdona
el pecado, mas no puede perdonar la voluntad de
pecar.
El que peca—dice San Agustín—pensando en que se
arrepentirá después de haber pecado, no es penitente,
sino que hace burla y menosprecio de Dios. Además, el
Apóstol nos advierte (Ga., 6, 7) que de Dios nadie se
burla; ¿y qué irrisión mayor habría que ofenderle cómo y
cuándo quisiéramos, y luego aspirar a la gloria?
«Pero asi como Dios fué tan misericordioso conmigo en
mi vida pasada, espero que lo será también en lo venidero»
Este es el cuarto engaño. De modo que porque el
Señor se ha compadecido de ti hasta ahora, ¿habrá de
ser siempre clemente y no te castigará jamás?... Antes
bien, cuanto mayor haya sido su clemencia, tanto más debes
temer que no vuelva a perdonarte, y que te castigue
con rigor apenas le ofendas de nuevo. «No digáis—exclama
el Eclesiástico (5, 4)—he pecado, y no he recibido castigo,
porque el Altísimo, aunque es paciente, nos da lo
que merecemos.»
Cuando llega su misericordia al limite que para cada
pecador tiene determinado, entonces le castiga por
todas las culpas que el ingrato cometió. Y la pena será
tanto más dura cuanto más largo hubiere sido el tiempo
en que Dios esperó al culpado, dice San Gregorio.
Si vieras, pues, hermano mío, que, a pesar de tus frecuentes
ofensas a Dios, aún no has sido castigado, debes
decir: «Señor, grande es mi gratitud, porque me habéis
librado del infierno, que tantas veces merecí.» Considera
que muchos pecadores, por culpas harto menos graves
que las tuyas, se han condenado irremisiblemente, y trata
además de satisfacer por tus pecados con el ejercicio
de la paciencia y de otras buenas obras.
La benevolencia con que Dios te ha tratado debe animarte
no sólo a dejar de ofenderle, sino a servirle y amarle
siempre, ya que contigo mostró inmensa misericordia,
a otros muchos negada.
AFECTOS Y SÚPLICAS
Jesús mío crucificado, mi Redentor y mi Dios: a vuestras
plantas se postra este traidor infame, avergonzándose de
comparecer ante vuestra presencia. ¡Cuántas veces os
he menospreciado! ¡Cuántas veces prometí no ofenderos
más! Pero mis promesas fueron otras tantas traiciones,
pues no bien se me ofreció ocasión de pecar, olvídeme de
Vos y os abandoné nuevamente. Os doy mil gracias
porque me habéis librado del infierno y me permitís estar
a vuestros pies, e ilumináis mi alma y me atraéis a
vuestro amor.
¡Quiero amaros, Salvador mío, y no despreciaros más,
que bastante me habéis esperado! ¡ Infeliz de mí si, a
pesar de tantas gracias, volviese a ofenderos! Deseo,
Señor, mudar de vida y amaros tanto como os he
ofendido, y me llena de consuelo el considerar que sois
bondad infinita.
Duéleme de todo corazón de haberos despreciado, y os
ofrezco todo mi amor en lo sucesivo. Perdonadme por
los merecimientos de vuestra sagrada Pasión; olvidad los
pecados con que os injurié, y dadme fuerzas para seros
fiel siempre. Os amo, Sumo Bien mío; espero amaros
eternamente, y no quiero volver a abandonaros...
¡ Oh María, Madre de Dios, unidme a mi Señor Jesucristo,
y alcanzadme la gracia de que yo no me aparte jamás
de sus benditos pies!... En Vos confío.
AMDG et BVM
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