giovedì 1 marzo 2018

Génesis 1, 26 -

Lectura bíblica


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El verbo hebreo asah significa hacerformar.
«Dios hizo (asah) el firmamento, separando aguas de aguas…» (Gn 1, 7). Pero Dios obró (asah) el firmamento porque antes dijo: «Haya firmamento…» (Gn 1, 6). Dios crea y deja que lo creado tome su forma natural. Cuando ha alcanzado su perfección natural, entonces formahace algo en esa cosa ya creada.
«Dios hizo (asah) los dos grandes luminares…» (Gn 1, 16). Pero, antes dijo: «Haya en el firmamento de los cielos lumbreras para separar el día de la noche…» (Gn 1, 14). Dios hace el sol y la luna una vez que la materia creada para hacer las lumbreras ha alcanzado su perfección natural.
«Dios hizo (asah) las bestias de la tierra…» (Gn 1, 25). Pero, antes da una orden a lo creado: «Brote la tierra seres animados según su especie…» (Gn 1, 24). El mandato de la Palabra de Dios sobre lo creado se obra una vez la tierra posee la perfección natural requerida para formarlas bestias.
Pero, cuando Dios forma al hombre no da un mandato a lo creado, no espera que lo creado haya alcanzado una perfección natural, no dice: “Exista el hombre sobre la tierra”.
Sino que, inmediatamente, en lo creado, Dios forma al hombre.
Dios va a transformar lo creado:
«Con el resto se transforma (asah) un dios, un ídolo que adora…» (Is 44, 17). Con lo creado, inmediatamente, se transforma un hombre.
Va a producir de lo creado algo nuevo:
«… y por la gran cantidad de leche que producirán (asah) comerá mantequilla…» (Is 7, 22). De la leche se producese transforma (por un proceso) en mantequilla. Así, del polvo de la tierra Dios producirá el hombre. El polvo será, se convertirá, llegará a ser, producirá (por una acción especial de Dios) un hombre.
Dios es el Hacedor:
« ¿Se tendrá nadie por inocente ante su Hacedor (asah)? (Job 4, 17).
El que hace la paz:
«…a no ser que se pongan bajo mi protección y hagan (asah) la paz Conmigo, hagan (asah)Conmigo la paz» (Is 27, 5). El hombre no puede obrar nada si Dios no lo hace, si no lo declara primero, si no actúa primero.
«… ¿qué provecho ahí en eso para el hombre y quién sabe que es lo mejor para él en los días de la vida, de su vanidad, que se forman (asah) como sombra?» (Ecle 6, 12). Una vida sin Dios, sin que Dios actúe en ella, es una vida que produce, que se convierte, que transforma la existencia en una sombra.
Dios ha creado el Universo y ha tardado seis días. Una vez que ese Universo tiene todo lo necesario para la vida, entonces Dios hace un salto en el proceso de la Creación.
Dios no va a crear siguiendo los tiempos de formación de todo lo creado, sino que va a formar la cima de lo creado, lo que está por encima de todo lo creado.
El mundo vegetal, las especies animales pertenecen a lo creado, están dentro de ello. Por eso, Dios da un mandato a lo creado antes de formar algo. Eso nuevo que surge está relacionado con todo lo creado, tiene una dependencia con eso creado. Todo eso pertenece al mundo material, aunque algunos seres tengan un alma. Pero es un alma que viene de la materia, que es producida por ella y que, por lo tanto, muere con ella. Un alma material para un mundo material.
Dios va a crear al hombre. Y, por eso, dice: «hagamos». Produzcamos al hombre pero sin la dependencia a lo material. Transformemos el polvo de la tierra, que es algo material, para hacer, para producir una carne no material, gloriosa, espiritual, divina. Es un salto en la Creación. Ya no se va a crear algo material de la materia, sino algo espiritual de la materia. No hagamos lo glorioso dependiente de lo material. Hagamos una carne que pueda atravesar lo material, que esté por encima de la materia, a la cual pueda unirse un alma espiritual, no material.
Antes de la formación del hombre, nada de lo creado era espiritual, tenía una referencia a las cosas espirituales. Eran sólo para lo material, para una vida vegetal, sensible, material y, por lo tanto, caduca.
Dios, ahora, dice: «Hagamos al hombre (adam)». Hagamos lo eterno, lo inmortal, lo glorioso.
El hombre (adam) que Dios va a hacer es la humanidad, la naturaleza humana, el ser humano.
En este pasaje no se refiere a la persona humana en concreto, sino al ser humano. Es el hombre sin artículo, el primer ser humano.
«Cuando creó Dios al hombre (adam) lo hizo a imagen de Dios. Los hizo macho (zakar) y hembra (naqab), y los bendijo, y les dio (qara), al crearlos, el nombre de Adán (adam)» (Gn 5, 1).
El texto hebreo original dice: «y llamó a sus nombres hombre (adam)». Llamó al macho y a la hembra, que ha creado, naturaleza humana, ser humano (adam), con la misión de dar descendencia, de llamar a los hijos de Dios a la vida humana.
«Llamó a sus nombres» es dar la vocación divina a lo llamado.
«Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré Mi Iglesia» (Mt 16, 18): yo te doy el nombre de Roca con la misión de edificar Mi Iglesia.
Dios da a los gametos, que ha creado, la misión de engendrar la naturaleza humana.
Dios llama adam a lo que ha creado. A las dos cosas: a lo que es masculino y a lo que es femenino en la naturaleza humana. Al esperma y al óvulo.
Estas dos cosas son llamadas, son convocadas, son identificadas (qara) por Dios. Y las llama naturaleza humana. Dios crea la esencia de lo que es el hombre.
«No te dé pena por el niño y la esclava: haz lo que te dice Sara, que es por Isaac por quién será llamada (qara) tu descendencia» (Gn 21, 12). A través de Isaac será contada, será identificada, se pondrá nombre a los hijos de un hombre y de una mujer, a la descendencia.
A través del esperma y del óvulo, que Dios crea, será identificada la naturaleza humana (adam), los hijos de Adán y de la mujer. No se puede llamar hombre (adam) a quién no nazca de varón y hembra, de dos personas que no pertenezcan a la naturaleza humana.
El nombre de Adán (adam) significa la humanidad, el ser humano. Cuando Dios hace la naturaleza humana, la forma macho (zakar) y hembra (naqab), crea los dos gametos de la especie humana: el esperma y el óvulo. Bendice lo que crea: los une. Y esa unión entre los dos gametos es el nombre que Dios da: el ser humano.
La naturaleza humana, el ser humano, nace de la concepción del esperma en el óvulo. Ahí está la creación del hombre: en la unión de lo que es el macho (zakar) y lo que es la hembra (naqab).
Macho y hembra señala lo que hace posible la descendencia: el semen y el óvulo. Lo genital masculino y lo genital femenino. Lo específico de ambos. No el aparato genital del cuerpo. La masculinidad y la femineidad propia del ser humano en sus genes.
«…el rastro del hombre (zakar) en la doncella…» (Prov 30, 19). El rastro del semen en la mujer después del acto sexual. El esperma que se dirige hacia el óvulo de la mujer. El rastro de la masculinidad en sus genes.
«De todos los animales meterás en el arca hembras (naqab) para que vivan contigo» (Gn 6, 19). La hembra es la pareja del macho (zakar): meterás óvulos, lo genital femenino, para que se reproduzcan contigo. La femineidad en sus genes.
Dar el nombre a estas dos cosas significa poner una misión divina al hombre y a la mujer. Porque las va a hacer a su imagen (tselem) divina.
Dios hace al hombre, estas dos cosas, a imagen (tselem) suya, de tal manera que las dos cosas representen a Dios.
La imagen representa algo.
«…en estos días, nos habló por Su Hijo… y que, siendo… la imagen de su substancia… se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas…» (Hb 1, 3).
Jesucristo, Hijo de Dios, es la imagen de la esencia divina, imagen de lo invisible, imagen que hace visible lo invisible de Dios, imagen que pone a la vista de todos lo que es Dios porque Él lo ha visto:
«… sólo el que viene de parte de Dios, ése es el que ha visto al Padre» (Jn 6, 46): Jesucristo ha visto lo invisible, ha conocido lo que no se puede ver con la inteligencia humana.
Ser imagen es representar lo que se ve, eso que los demás no pueden ver. Nadie puede conocer la Mente del Padre.
Jesús da a conocer lo que es el Padre, el Pensamiento del Padre:
«Quien me ha visto ha visto al Padre» (Jn 14, 9). Si el Padre permanece invisible para el hombre, Jesús lo da a conocer. Si el Pensamiento del Padre no lo puede alcanzar el hombre, porque está oculto al hombre por su pecado, Jesús lo descubre, le quita el velo, porque es imagen, representación del Pensamiento invisible del Padre.
Pero, Jesús es imagen del Padre sólo para los que no se pierden, éstos (los que se pierden) no pueden entender, aceptar Su Palabra, porque no son hijos de Dios:
«Si todavía nuestro Evangelio aparece cubierto con un velo, ello es para los que se pierden; para los incrédulos, en los cuales el dios de este siglo ha cegado los entendimientos a fin de que no resplandezca la luz del Evangelio de la gloria de Cristo, el cual es la imagen de Dios» (2 Cor 4, 4).
Jesús es el Verbo del Padre, la inteligencia del Padre: representa esa inteligencia divina. La da a conocer, la muestra sin velos, sin sombras, sin apariencias.
«Es el resplandor de la luz eterna, el espejo sin mancha del actuar de Dios, la imagen de su bondad» (Sab 7, 26).
«El Padre nos… trasladó al reino del Hijo de Su Amor…que es la imagen de Dios invisible….»(Col 1, 15).
Jesús, como varón, como perteneciente a la naturaleza humana, representa la inteligencia del Padre.
La Virgen María, como mujer, como perteneciente a la naturaleza humana, es la imagen de la vida divina, la que representa la plenitud de la vida de la gracia:
«Ave María, plena de gracia, el Señor es contigo» (Lc 1, 28).
Dios, cuando crea al hombre, lo hace a su imagen: crea un varón que es imagen de la inteligencia de Dios; y crea una mujer que es imagen de la vida de Dios.
En el hombre está la inteligencia, y en la mujer, la vida.
Pero, Dios crea estas dos imágenes a modo de semejanza (demuth) divina, que tienen el parecido de Dios.
«…cuando he aquí que uno que parecía (demuth) un hijo de hombre tocó mis labios…» (Dn 10, 6). El que tiene un parecido a la naturaleza humana es porque participa de ella.
«… y nos hizo merced de preciosas y ricas promesas para hacernos así participes de la divina naturaleza….» (2 Pe 1, 4).
La semejanza divina en el hombre es la participación de la naturaleza divina. Es el hombre elevado a la gracia santificante.
Dios crea los dos gametos en esa elevación de la gracia: ambos los crea participando de la vida de Dios en la gracia. Esos dos gametos son lo más parecido a Dios en la gracia. Es el adn puro de la naturaleza humana.
Por eso, la formación del hombre es totalmente diferente a la formación de las diversas especies animales y vegetales. Se forma al hombre para una vida divina en su naturaleza humana.
Se forma al hombre con dos naturalezas: una la propia del hombre: el ser humano, adam; otra la que eleva al hombre creado al orden divino, al orden sobrenatural.
En esta pasaje, se realizan las dos creaciones. Dios llama del polvo de la tierra la humanidad, invistiéndola de una misión divina. El ropaje de la gracia es el llamado del hombre para realizar una vocación divina.
Por eso, Adán es puesto en el Paraíso y se le da la misión de ser dueño de todo lo creado, de dominarlo todo, como imagen intelectual que es de Dios.

AMDG et DVM

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