lunedì 18 settembre 2017

IL SANTO CHE VOLAVA





Aveva dichiarato guerra 

alla carne e al mondo

18 septiembre


San José de Cupertino, Presbítero y Confesor de la Fe
«Armémonos, revistiendo por coraza la fe y la caridad, y por casco la esperanza de la salvación» (1 Tesalonicences 5, 8).
En Oximo del Piceno, san José de Cupertino, Sacerdote de la Orden de Menores Conventuales y Confesor, a quien el Papa Clemente XIII puso en el número de los Santos. n. 17 de junio de 1603 en Nardò (Le), Italia; † 18 de septiembre de 1663 en Ossimo (An), Italia.
Patrono de los pilotos; astronautas; tripulación aérea; estudiantes, en especial quienes tienen que rendir algún examen.
Temprano declaró San José la guerra a la carne y al mundo. Mucho antes de su entrada en religión, llevaba un tosco cilicio y maceraba su cuerpo con diversas austeridades. Admitido como doméstico entre los Conventuales, fue después, a causa de sus eminentes virtudes, recibido entre los religiosos de coro. Grande y especialisimo fue su amor a la Virgen Santisima de la Grotela. Ordenado sacerdote en 1628, se retiró a una incómoda celda, se despojó de todo lo que le había sido acordado por la regla y arrojándose al pie del crucifijo: Señor, exclamó, heme aquí despojado de todas las cosas creadas; sé tú mi único tesoro; considero todo otro bien como un peligro, como la pérdida de mi alma. Para recompensar su generosidad, el Señor lo favoreció con numerosos éxtasis, y le concedió el don de milagros y profecía. Murió el 18 de septiembre de 1663.
Oración: Oh Dios, que habéis querido que vuestro Unigénito Hijo, levantado de la tierra, atrajese todo hacia Él, haced, os lo suplicamos por los méritos del seráfico José, vuestro confesor, que elevados a su ejemplo por sobre todas las cosas terrenales, merezcamos llegar a ese mismo Jesucristo que vive y reina con Vos por los siglos de los siglos.
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En Calcis de Grecia, el triunfo de san Metodio, primeramente Obispo de Olimpo en Licia, y después de Tiro en Fenicia, muy esclarecido por su hermoso lenguaje y doctrina; el cual, según escribe san Jerónimo, al fin de la última persecución fue coronado del martirio.
En territorio de Viena, san Ferréolo, Mártir, que, gozando de la potestad de Tribuno, fue detenido por orden del impiísimo Presidente Crispín, y primero cruelmente azotado, luego, cargado de pesadas cadenas y encerrado en horrible calabozo; de donde, rotas milagrosamente las cadenas, y abiertas de par en par las puertas de la cárcel, al salir, fue de nuevo preso por los que le seguían, y cortada la cabeza, recibió la corona del martirio.
Igualmente las santas Mártires Sofía e Irene.
En Milán, san Eustorgio I, Obispo de la misma ciudad, célebre por testimonio de san Ambrosio.
En Cortina de Creta, san Eumenio, Obispo y Confesor.
Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.

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