venerdì 22 maggio 2015

LA CONFESION

XLI. Cómo se deduce de las palabras del Señor que la confesión debe hacerse a los Sacerdotes que son sucesores de los Apóstoles.


556. Habiendo, pues, el Señor dado a los Sacerdotes potestad de retener y de perdonar los pecados, es claro que fueron constituidos jueces en esta parte. Porque no siendo posible, como sabiamente advirtió el Santo Concilio de Trento, formar cabal juicio de una cosa, ni guardar el medio que pide la justicia en imponer las penas a las culpas, si no se ha conocido y averiguado enteramente la causa, sigúese que los penitentes deben manifestar distintamente todos sus pecados a los Sacerdotes 835 en la Confesión. 

Enseñarán, pues, los Pastores estas cosas que están decretadas por el Santo Concilio de Trento, y perpetuamente predicadas por la Iglesia Católica. 

Porque si leemos con atención a los Santos Padres, con mucha frecuencia veremos testimonios clarísimos con los que se confirma que este Sacramento fué instituido por Cristo Señor nuestro, y que hemos de tener como Evangélica la ley de la Confesión Sacramental, que ellos en griego llaman Eaomologesis y Exagoreusis. 
Y si deseamos también figuras en el antiguo Testamento, parece pertenecen a la Confesión de los pecados aquellos varios géneros de sacrificios 836 que se hacían por los Sacerdotes para limpiar pecados de diversas especies.

XLII. De los ritos propios de la confesión. 

557. Pero así como debe enseñarse a los fieles que la confesión fué instituida por Cristo Señor nuestro, así también conviene advertirles que se han añadido por autoridad de la Iglesia algunos ritos y ceremonias solemnes, que si bien no pertenecen a la esencia del Sacramento, con todo representan muy vivamente su dignidad, y preparan los corazones de los penitentes inflamados, ya en la piedad, para conseguir más fácilmente la gracia de Dios. 

Porque cuando confesamos los pecados arrodillados a los pies del Sacerdote, descubierta la cabeza, inclinado el rostro, las manos puestas y enderezadas al cielo y dando otros señales de humildad cristiana, aunque no sean necesarias para el Sacramento, por ellas se muestra claramente que debemos reconocer en el Sacramento virtud celestial, y que hemos de buscar e implorar con santa diligencia la misericordia divina.


XLIII Los que pecaron mortalmente están obligados a confesarse. 

558. Y ninguno piense que si bien la confesión fué instituida por Cristo, no lo fué de tal modo que obligase a usar de ella. Porque deben tener los fieles por muy cierto, que quien se halla reo de algún pecado mortal, si ha de volver a la vida de la gracia, ha de ser por medio del Sacramento de la Confesión. Claramente nos manifestó esta necesidad el Señor con la metáfora hermosísima, llamando llave del Cielo a la potestad de administrar este Sacramento. 
Porque así como ninguno puede entrar en una casa, si no le abre la puerta el que tiene la llave, así debemos entender que ninguno es admitido en el cielo, si no le abren la puerta los Sacerdotes, a cuya fidelidad encomendó el Señor las llaves.
Porque de otra manera parece que sería enteramente ocioso el uso de las llaves de la Iglesia, y aquel a quien fué dada la potestad de las llaves, en vano prohibiría a alguno la puerta del cielo, si se pudiera entrar por otra parte. 

Con grande claridad entendía esto San Agustín cuando dijo: ―Ninguno diga, para sí, yo a mis solas hago penitencia delante del Señor. Dios que me perdona, sabe lo que hago en el retiro de mi corazón. Luego sin causa se dijo: Cuanto desatareis sobre la tierra, será desatado en el Cielo. Luego en vano fueron dadas las llaves a la Iglesia‖. 

Lo mismo escribió San Ambrosio en el libro de Penitencia, refutando la herejía de los Novacianos, quienes afirmaban estar reservada a solo Dios la potestad de perdonar pecados, pues dice: ―¿Quién venera más a Dios, el que obedece a sus mandamientos o el que los resixte? Dios mandó obedecer a sus ministros, y obedeciéndoles, a solo Dios damos el honor”.

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