Venida del Espiritu Santo. Iglesia del Esp.Santo. - Araure, Baraure, Venezuela |
En recuerdo del primer Pentecostés del 15 de Mayo
en el Cenàculo de Jerusalém
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Artículo 8
CREO EN EL ESPÍRITU SANTO
112.—Como ya se dijo, el Verbo de Dios es el Hijo de Dios, así como el verbo del hombre es
una concepción de su inteligencia. Pero a
veces el hombre tiene un verbo muerto: así es cuando el hombre piensa lo
que debe hacer, pero no hay en él la voluntad de hacerlo; como cuando el hombre
cree y no obra, se dice que su fe está muerta, como en Santiago 2, 26.
Pero el Verbo de Dios
está vivo. Hebr 4, 12: "Ciertamente es viva la palabra de
Dios"; por
lo cual necesariamente Dios tiene en sí voluntad y amor. Por lo cual
dice San Agustín en el libro sobre la Trinidad:
"El Verbo del que tratamos de dar una ¡dea es un conocimiento con amor". Ahora bien, como el Verbo de
Dios es el Hijo de
Dios, así el amor de Dios es el Espíritu Santo. De aquí que el hombre posee al Espíritu Santo cuando ama e Dios. Dice el Apóstol en Rom 5, 5: "El
Amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que nos ha sido
dado".
113.—Pero hubo algunos que opinando erróneamente acerca del Espíritu Santo, dijeron que es una
crea-tura, que es
inferior al Padre y al Hijo y que era el esclavo y el servidor de Dios. Por lo cual,
para rechazar esos errores,
se agregaron cinco palabras en otro símbolo * sobre el Espíritu Santo.
114.—Primeramente, que aun cuando hay otros espíritus, los Angeles, que sí son servidores de Dios, según aquello del Apóstol (Hebr I, 14): "Todos
ellos son espíritus servidores"; en cambio, el Espíritu Santo es Señor. Juan 4, 24: "El Espíritu es Dios"; y el Apóstol, en II Cor 3, 17: "El
Señor es el Espíritu"; por lo cual donde esté el Espíritu del Señor, allí hay libertad, como se dice en II Cor 3. Y la razón de ello es que hace amar a Dios y quita el amor al mundo. Por lo cual se dice: Creo "En el Espíritu Santo, que es Señor".
(1 El símbolo de
Nicea-Constantinopla.)
115.—En segundo lugar, que la vida
del alma consiste
en unirse a Dios, porque Dios mismo es la vida del alma, así como el alma es la vida del
cuerpo. Pues bien, el Espíritu Santo une a Dios por amor, porque El mismo
es el amor de Dios, y por eso vivifica. Juan 6, 64: "El Espíritu es el que vivifica". Por lo cual se dice: "Y vivificante".
116.—En tercer lugar, que el Espíritu Santo es de la misma substancia con el Padre y
el Hijo; porque como el Hijo es el Verbo del Padre, así el Espíritu Santo es el amor del Padre
y del Hijo, y por lo mismo procede del uno y del otro; y así como el Verbo de Dios es de una misma sustancia con el
Padre, así también el Amor con el Padre y con el Hijo. Por lo cual se
dice: "Que procede del Padre y del Hijo". Luego también por esto consta que no es una criatura.
117.—En cuarto lugar, que es igual al
Padre y al Hijo en cuanto al
culto. Juan 4, 23: "Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad". Mt 28, 19:
"Enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y
del Hijo y del Espíritu Santo". Por lo cual se dice:
"Que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración".
118.—En quinto lugar, lo que prueba
que el Espíritu Santo es igual a Dios
es que los Santos Profetas hablaron por
Dios. En efecto, es claro que si el Espíritu no fuese Dios, no se diría que los Profetas hablaran por Dios. Pero San Pedro dice
(Epist. II, cap. I, 21) que "santos hombres de Dios han hablado
inspirados por el Espíritu Santo". Isaías 48, 16: "Me envió el Señor Dios y su Espíritu". Por lo cual aquí se dice: "Que habló por los Profetas".
119.—Con esto se destruyen dos
errores: el error de los Maniqueos, que dijeron que el Antiguo Testamento no es de Dios, lo cual es
falso, porque por los Profetas habló el Espíritu Santo. Y también el error de Priscila y de Montano, que dijeron que
los Profetas no hablaron por el Espíritu Santo, sino como dementes.
120.—Pues bien, del Espíritu Santo provienen para nosotros variados frutos.
En
primer lugar, nos purifica de los pecados. La razón es que a quien hace una cosa
le corresponde rehacerla.
Pues bien, el alma es creada por el Espíritu Santo, porque Dios hace todas las cosas por El.
En efecto, amando su propia bondad es como Dios produce todas las cosas. Sab II, 25: "Amas todo lo que existe, y nada de lo que hiciste
aborreces". Dice Dionisio
en el cap. 4 de Los Nombres divinos: "El amor de Dios no le permitió permanecer sin vástago". Es forzoso, pues, que el corazón del hombre destruido por el pecado sea rehecho por el Espíritu Santo. Salmo 103, 30: "Envía tu Espíritu y los seres serán creados, y renovarás la faz de la tierra". Ni es de admirar que el Espíritu purifique, porque todos los
pecados se perdonan
por el amor. Luc 7, 47: "Sus muchos pecados le son perdonados porque amó mucho". Prov 10, 12: "La caridad cubre todos los
delitos". Y también I Pedro 4, 8: "La caridad cubre la
multitud de los pecados".
121.—En segundo lugar, ilumina el entendimiento,
porque todo lo que
sabemos, lo hemos aprendido del Espíritu Santo. Juan 14, 26: "Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo, y os recordará todo lo que yo os he dicho". Y también I Jn 2, 27: "La Unción os enseñará
acerca de todas
las cosas".
122.—En tercer lugar, el Espíritu Santo nos ayuda y de cierta manera nos obliga a
guardar los mandamientos. En efecto, nadie puede guardar los mandamientos de Dios si no ama a Dios. Juan
14, 23: "Si alguno me ama guardará mi palabra". Pues bien, el Espíritu Santo nos hace amar a Dios, por lo cual nos ayuda. Ezeq
36, 26: "Os daré un corazón nuevo, y en medio de vosotros
pondré un espíritu nuevo; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra; y os daré un corazón de carne; y pondré mi espíritu en medio de vosotros; y haré que marchéis según mis preceptos, y observaréis mis leyes y las practicaréis".
123.—En cuarto lugar, confirma la esperanza de
la vida eterna, porque
El es como la prenda de su herencia. Dice el Apóstol en Efes I, 13-14: "Fuisteis
sellados con
el Espíritu Santo de la promesa, que
es prenda de nuestra herencia". El es, pues, como las arras de la vida eterna. Y la razón de ello es que la vida eterna
le es debida al hombre en
cuanto es hecho hijo de Dios, y viene a serlo haciéndose semejante a Cristo. Ahora
bien, se asemeja uno a Cristo por poseer
al Espíritu de Cristo,
que es el Espíritu Santo. Dice el Apóstol en Rom 8, 15-16: "No recibisteis un espíritu de esclavitud para recaer en
el temor, sino que recibisteis el Espíritu de hijos
adoptivos, que nos hace exclamar: Abba, Padre. El Espíritu mismo da testimonio a
nuestro espíritu de que
somos hijos de Dios". Y en Gal 4, 6: "Porque sois
hijos de Dios, Dios ha enviado a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, que clama: Abba,
Padre".
124.—En quinto lugar, nos
aconseja en nuestras dudas y nos enseña cuál sea la
voluntad de Dios. Apoc 2, 7: "El que tenga oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias". Isaías 50, 4: "Lo escucharé como a Maestro".
“Vieni,
Spirito Santo, vieni
per
mezzo della potente intercessione
del
Cuore Immacolato di Maria ,
tua
amatissima Sposa”
AVE MARIA!
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