mercoledì 15 maggio 2013

El manto de María / El manto de las divinas virtudes



El manto de María 
–Si rezas por mis sacerdotes, hija mía querida, acude siempre a mi Madre Inmaculada. Ella es la Madre de las almas sacerdotales; Ella escuchará tus plegarias y protegerá del peligro a sus hijos predilectos. Ella es su Reina y los cubrirá con su manto y velará por ellos con amor maternal para que no se condenen. 

El manto de las divinas virtudes 
Jesús exhortó así a sus almas consagradas:

–Mis queridos sacerdotes, me regocijo cuando veo que responden a mi amor y perseveran a mi lado en las dificultades. Revístanse con el manto de mis virtudes para que el gran enemigo de sus almas no se les acerque con sus astutas mentiras.
–Revístanse con mi manto de humildad. Sean ustedes las mansas ovejas en medio de los lobos hambrientos. Mírenlos con comprensión y oren por ellos incansablemente. Extiendan su mano con amor al ambicioso y al altanero, no les nieguen el beneficio de orar juntos. Muéstrenles la luz para que abandonen el camino de la arrogancia. Vengan a Mí y beban de la fuente de mi humildad. Si hacen esto, bendeciré la vida de esos pecadores con el sacramento del arrepentimiento sincero y salvaré sus almas de otros peligros.
–Revístanse con el manto de la amabilidad para servir. Traigan a la senda de la humildad a aquellos hijos míos sacerdotes que ya sienten una falsa seguridad, como si estuvieran en la montaña de la victoria. Digan a mis orgullosos hijos: “Yo, Jesús, amo a los pequeños pero acepto también a los grandes. Los acepto y los abrazo si trabajan para salvar las almas, si frenan su orgullo y crecen en la humildad. Los convertiré en apóstoles a causa de su vida de oración y penitencia”.
–Revístanse con el manto esplendoroso de la santidad. Que este manto brille en aquellos que viven en el abandono, los que están en la oscuridad espiritual y me buscan con timidez. No los juzguen. Son víctimas de la negligencia. A causa de la negligencia se han vuelto esclavos de la carne y del pecado. Irradien la luz de la gracia en la vida de todas las almas sacerdotales, aisladas y abandonadas. Fíjense en sus heridas y encuentren su curación. ¡Deben hacer el bien cuando aún hay tiempo! ¡No olviden que “Cuando lo hicieron con alguno de esos más pequeños, que son mis hermanos, lo hicieron Conmigo”! (Mt 25, 40).
– ¡Mis queridos hijos sacerdotes, hagan que su vida diaria irradie gozo y felicidad! Vivan aquí en la tierra la felicidad de las almas en el cielo. Con esto el mundo quedará limpio y podrá recibir la gran gracia de la futura paz mundial. Esta gracia llegará a su tiempo; ¡estén listos y oren!

<<Cor Mariæ Immaculatum, intercede pro nobis>>

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