¡EL INFIERNO EXISTE Y PODRÍAMOS IR AHÍ!
Padre Marcel Nault (1927-1997)
*El 30 de marzo de 1997, domingo de Pascua, a las 12:00 del mediodía, el Padre Marcel Nault fue llamado de esta vida terrenal a la presencia de Dios a quien él amó y sirvió con profunda devoción. Nació el 3 de marzo de 1927 en Montreal, Québec, Canadá y su vocación fue relativamente tardía. Se ordenó como sacerdote diocesano el 4 de
marzo de 1962, un día después de su cumpleaños 35.
El siguiente es un discurso pronunciado por el Padre
Marcel Nault en la Conferencia Mundial de Paz de
Fátima de Obispos Católicos, en Fátima, Portugal en el
año 1992. Este discurso causó tal impacto que después de
la conferencia, algunos Obispos pidieron al Padre Nault
que escuchara sus confesiones.
Nuestro Señor Jesucristo
vino a la tierra por un motivo,
para salvar a las almas
del Infierno.
Enseñar la realidad del Infierno es la tarea más
importante e ineludible de la Santa Iglesia Católica. Uno
de los grandes Padres de la Iglesia, San Juan Crisóstomo,
continuamente enseñaba que Nuestro Señor Jesucristo
predicaba con más frecuencia sobre el Infierno que sobre
el Cielo. Algunos piensan que es mejor predicar sobre el
Cielo. No estoy en acuerdo. Predicar sobre el Infierno
produce muchas más y mejores conversiones que las
obtenidas con la mera predicación sobre el Cielo. San
Benito, el fundador de los Benedictinos, al estar viviendo
en Roma el Espíritu Santo le dijo: “Tú vas a perder tu
alma en Roma e irás al Infierno.” Él dejó Roma y se retiró
a vivir en el silencio y la solicitud fuera de Roma para
meditar sobre la vida de Jesús y el Santo Evangelio. San
Benito huyó de todas esas ocasiones de pecado de la
Roma pagana. Él oró, se sacrificó por sí mismo y por los
pecadores. El Espíritu Santo difundió la noticia de su
santidad. Como resultado, la gente lo visitaba para ver,
escuchar y seguir su ejemplo y consejo. San Benito se
apartó por sí mismo de toda ocasión de pecado y alcanzó
la santidad.
La Santidad atrae a las almas. ¿Por qué
piensan que San Agustín cambió su vida? ¡Por temor al
Infierno! Yo predico con frecuencia sobre la trágica
realidad del Infierno. Es un dogma católico que
sacerdotes y obispos ya no predican más. El Papa Beato
Pío IX, que pronunció los dogmas de la Infalibilidad del
Papa y el de la Inmaculada Concepción de María, y que
también emitió su famoso Sílabo condenatorio contra los
errores y herejías del mundo moderno, solía pedir a los
predicadores que enseñaran a los fieles con mayor
frecuencia sobre las Cuatro Postrimerías, en especial
sobre el Infierno, así como él mismo daba el ejemplo
predicando. El Papa pidió esto porque la meditación
sobre el Infierno genera santos.
Los Santos Temen al Infierno.
Aquí nos encontramos con algo curioso, los santos
temen ir al Infierno pero los pecadores no sienten tal
temor. San Francisco de Sales, San Alfonso María Ligorio,
el Santo Cura de Ars, Santa Teresa de Ávila, Santa
Teresita del Niño Jesús, tuvieron miedo de ir al Infierno.
San Simón Stock, el Superior General del Carmelo, sabía
que sus monjes tenían miedo de ir al Infierno. Sus monjes
ayunaban y hacían oración. Vivían recluidos, separados
del peligroso mundo dominado por Satanás. Aún así
tenían miedo de ir al Infierno. En 1251, Nuestra Señora
del Monte Carmelo se apareció en Aylesford, Inglaterra,
a san Simón Stock. Ella le dijo: “No teman más, te
entrego una vestidura especial; todo el que muera
llevando esta vestidura no irá el Infierno.” Yo llevo puesto
mi Escapulario Café bajo mis vestiduras y llevo otro en mi
bolsillo porque nunca sé cuándo la gente me pedirá que
les hable sobre el Infierno o el Escapulario Café. María
dijo al sacerdote dominico, el beato Alán de la Roche,
“Yo vendré y salvaré al mundo a través de Mi Rosario y
Mi Escapulario.” Uno no puede especializarse en todo y
enseñar sobre todo; uno debe elegir. Yo creo que ésta es
la voluntad de Dios: que yo predique sobre el Infierno. Un
Moseñor, mi superior hace tiempo, me dijo en una
ocasión: “Predicas con demasiada frecuencia sobre el
Infierno y eso asusta a la gente.” Él agregó: “Marcel, yo
nunca he predicado sobre el Infierno, porque a la gente
no le gusta. Tú los asustas.” En un tono muy amistoso,
Monseñor me dijo en su oficina: “Marcel, yo nunca he
predicado sobre el Infierno y nunca lo haré, y mira qué
agradable y prestigiada posición he alcanzado.” Yo
guardé un largo silencio, luego lo mire a los ojos.
“Monseñor”, le dije, “temo que Vos estáis en la vía del
Infierno para toda la eternidad. Monseñor, Vos predicáis
para complacer al hombre, en lugar de predicar para
complacer a Cristo y salvar a las almas del Infierno.
Monseñor, es un pecado mortal de omisión el rehusarse a
enseñar el Dogma Católico sobre el Infierno.” Cuando
Dios envió Profetas en el Antiguo Testamento fue para
recordarle al hombre que regresara a la verdad, que
regresara a la santidad. Jesús vino, predicó y envió a sus
Apóstoles al mundo para predicar el Santo Evangelio. La
Serpiente vino y difundió su veneno a través de herejías,
pero Jesús envió a su Amadísima Madre, la Reina de los
Profetas: “Ve a la tierra y destruye las herejías.” Los
Padres de la Iglesia han escrito que la Madre de Dios es
el martillo de las herejías. Si se toman el tiempo de
estudiar con gran atención el mensaje de Nuestra Señora
de Fátima, notarán que es un mensaje de lo más trágico y
profundo, que refleja las enseñanzas del Santo Evangelio.
Las Lecciones dadas en Fátima
El resumen del Mensaje de Fátima es, que el Infierno
existe. Que el Infierno es eterno y que iremos ahí si
morimos en estado de pecado mortal. “¿De qué le sirve al
hombre ganar el mundo entero si pierde su alma?”
Nuestra Señora vino y nos dijo que podemos salvarnos a
través de sus dos divinos sacramentos de predestinación:
el Santo Rosario y el Escapulario Café. También
manifiesta un énfasis especial sobre la Devoción a su
Inmaculado Corazón y la Devoción de los Primeros Cinco
Sábados. En la primera aparición del Ángel de Portugal
en el Cabeco, en mayo de 1916, el Ángel vino a los tres
niños y les mostró cómo adorar a Dios con la oración:
“Dios mío, yo creo, adoro, espero y Te amo. Te pido
perdón por los que no creen, ni adoran, ni esperan y no
Te aman.” El Ángel oró esta oración mientras se postraba
con la frente en el suelo. El Ángel de Fátima les había
mostrado a los tres niños en el orden de las oraciones,
qué es lo primero. Primero, uno debe adorar a Dios y
después orar a los santos. Primero Dios, las criaturas
después. El Ángel de Fátima mostró al hombre que debe
adorar a Dios y orar ante Él de rodillas. Entre más conoce
el hombre a Dios, más se humilla ante Dios su Creador. El
gran Obispo francés Bossuet dijo: “El hombre en verdad
se engrandece cuando está de rodillas.” Sí, el hombre
realmente se engrandece cuando se arrodilla ante su
Creador y Redentor, Jesús, en el Santísimo Sacramento.
El Ángel de Fátima vino a enseñarles a los tres niños que
nuestro primer deber, de acuerdo con el Primer
Mandamiento, es adorar a Dios. En su tercera aparición
en el Cabeco, el Ángel de Portugal vino con un Cáliz en
su mano izquierda y una Hostia en la mano derecha. Los
niños se preguntaban qué estaba pasando. El Ángel
milagrosamente suspendió el Cáliz y la Hostia en el aire
y se postró en tierra y recitó una oración Trinitaria de
profunda adoración: “Santísima Trinidad, Padre, Hijo y
Espíritu Santo, Te adoro profundamente y Te ofrezco el
Preciosísimo Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad de
Jesucristo, presente en todos los Sagrarios del mundo, en
reparación de todas las ofensas, sacrilegios, abandonos
e indiferencias con que Él mismo es ofendido y por los
méritos infinitos de su Sacratísimo Corazón y del Inmaculado Corazón de María, Te pido la
conversión de los pobres pecadores.” Dios desea que Le
adoremos de rodillas. ¿Nos arrodillamos en adoración y
oración ante Jesús en el Santísimo Sacramento? Debemos
hacerlo. Cuando los tres Reyes Magos de Oriente fueron
a Belén y entraron en donde estaba el Niño Jesús, se
postraron frente a Él para adorarlo de rodillas. Tenemos
este ejemplo en las Escrituras y del Ángel de Fátima, que
Dios quiere que Le adoremos de rodillas.
El Reforzamiento de los Dogmas Católicos
Un año más tarde, el 13 de mayo de 1917, los niños
vieron a una jovencita aparecerse ante ellos. Era la
primera aparición de Nuestra Señora. Lucía le preguntó:
“¿De dónde vienes?” Ella le contestó: “Vengo del Cielo.”
El Dogma Católico de la existencia del Cielo. Los niños
preguntaron: “¿Iremos al Cielo?” Ella contestó: “Sí, irán
al Cielo.” Entonces preguntaron: “¿Nuestras dos
amiguitas están en el Cielo?” María les contestó: “Una de
ellas, sí”. Los niños preguntaron: “¿Dónde está la otra
chica? ¿Está en el Cielo?” María les contestó: “Ella está
en el Purgatorio y lo estará hasta el fin del mundo.” Esta
chica tenía unos 18 años de edad. Un segundo Dogma
Católico, el Purgatorio existe y prevalecerá hasta el fin
de este mundo. La Madre de Dios no puede mentir.
El
Ángel de Fátima enseñó a los tres niños cómo adorar a
Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo. Este es un
reforzamiento del Dogma de la Santísima Trinidad, el
mayor de todos, sin el cual la Cristiandad no podría
permanecer. Debemos adorar a las Tres personas de la
Santísima Trinidad.
Una Visión del Infierno
El viernes 13 de julio de 1917, Nuestra Señora se
apareció en Fátima y les habló a los tres pequeños
videntes. Nuestra Señora nunca sonrió. ¿Cómo podía
sonreír, si en ese día les iba a dar a los niños la visión del
Infierno? Ella dijo: “Oren, oren mucho porque muchas
almas se van al Infierno.” Nuestra señora extendió sus
manos y de repente los niños vieron un agujero en el
suelo. Ese agujero, decía Lucía, era como un mar de
fuego en el que se veían almas con forma humana,
hombres y mujeres, consumiéndose en el fuego, gritando
y llorando desconsoladamente. Lucía decía que los
demonios tenían un aspecto horrible como de animales
desconocidos. Los niños estaban tan horrorizados que
Lucía gritó. Ella estaba tan atemorizada que pensó que
moriría. María dijo a los niños: “Ustedes han visto el
Infierno a donde los pecadores van cuando no se
arrepienten.” Un Dogma Católico más, la existencia del
Infierno. El Infierno es eterno. Nuestra Señora dijo: “Cada
vez que recen el Rosario, digan después de cada década:
“Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del
fuego del Infierno, lleva al Cielo a todas las almas,
especialmente a las más necesitadas de Tu
misericordia.” María vino a Fátima como profeta del
Altísimo para salvar a las almas del Infierno. El patrono
de todos los pastores, San Juan María Vianney, solía
predicar que el mayor acto de caridad hacia el prójimo
era salvar su alma del Infierno. Y el segundo acto de
caridad es el aliviar y librar a las almas de los
sufrimientos del Purgatorio.
Un día en su pequeña iglesia
(donde hasta este día se conserva su cuerpo incorrupto),
un hombre poseído por el demonio se le acercó a San
Juan María Vianney y le dijo: “Te odio, te odio porque
arrebataste de mis manos a 85 mil almas.”
Eminencias,
Excelencias, Sacerdotes, cuando seamos juzgados por
Jesús, Jesús nos hará una sola pregunta: “Yo te constituí
Sacerdote, Obispo, Cardenal, Papa, ¿cuántas almas
salvaste del Infierno? San Francisco de Sales, de acuerdo
con estadísticas, ha convertido, y probablemente
salvado, a más de 75 mil herejes. ¿Cuántas almas has
salvado tú? Cuando leemos a los Padres de la Iglesia, a
los Doctores de la Iglesia y a los santos, uno se estremece
ante una realidad: todos ellos enseñaron el Evangelio de
Jesús y sobre las Cuatro Postrimerías: Muerte, Juicio,
Infierno y Paraíso. Todos han predicado el Dogma
Católico del Infierno porque cuando meditamos en el
destino de los condenados, no deseamos ir al Infierno. No
es mi intención criticar a los Obispos, pero debo confesar
esta verdad. En mis 30 años de sacerdocio, es triste
reconocer que nunca he visto, ni escuchado, que un
Obispo, aún mi Obispo o cualquier otro Obispo, predique
el Dogma de la Iglesia Católica Romana sobre el Infierno.
Supongo que en sus países o en otros lugares sí lo hacen,
pero en Norteamérica no es predicado este Dogma de
Fe. Cierto día en una catedral le dije a un Obispo: “Su
Excelencia, usted realiza bellas meditaciones sobre el
Santo Rosario cada noche por la radio. Esto es hermoso.
Pero debo preguntarle, por qué no abrevia un poco su
meditación e inserta después de cada década del
Rosario la oración: “Oh Jesús mío, perdona nuestros
pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al Cielo a
todas las almas, especialmente a las más necesitadas de
Tu misericordia.” ¿Por qué se rehúsa decir esta pequeña
oración después de cada década, tal como lo pidió
Nuestra señora de Fátima el 13 de julio de 1917, después
de que les había mostrado el Infierno a los tres videntes?
El Obispo me dijo: “Mire, a la gente no le gusta que
prediquemos sobre el Infierno, la palabra Infierno les
asusta.” No estamos para predicar lo que complazca a
las multitudes sino para salvar sus almas del Infierno,
para evitar que vayan al Infierno eternamente. Es
probable que esta afirmación no sea aceptada por todos
los Obispos pero con frecuencia los oigo rezar el Rosario
omitiendo esta oración piadosa para salvar almas del
Infierno. Yo creo que esta pequeña oración de Nuestra
Señora de Fátima dada a los niños el 13 de julio de 1917,
es más poderosa y más placentera a Dios que cualquier
meditación por bella que sea aunque haya sido
expresada por un Obispo. Cada uno de nosotros hemos
recibido nuestra misión de Dios, y creo que Jesús y
Nuestra Señora desean que mi misión sea que yo
predique sobre el Infierno. Por esto es que predico sobre
el Infierno. Hay muchas revelaciones que podemos leer
en la biografía de las almas privilegiadas. Algunas almas
que están el Infierno han sido obligadas por Dios a
hablarnos para ayudarnos a crecer en nuestra fe.
Constituye un pecado mortal de omisión el rehusarse a
predicar el Dogma Católico sobre el Infierno. Tales almas
condenadas han dicho: “Podríamos soportar estar en el
Infierno por mil años. Podríamos soportar estar en el
Infierno un millón de años, si supiéramos que un día
dejaríamos el Infierno.” Amigos míos, debemos meditar,
no sólo en el fuego del Infierno, no sólo en la privación de
contemplación de Dios, sino que debemos también
meditar en la eternidad del Infierno. Meditar seriamente
frente al Sagrario sobre el Dogma Católico sobre el
Infierno.
Queridos Obispos, ustedes deben predicar por
completo el Evangelio de Jesús, incluyendo la trágica
realidad del Infierno eterno.
Concepto Herético de la Misericordia de Dios
Un sacerdote en una conferencia carismática dijo a
una multitud de unas 3 mil personas y unos 100
sacerdotes que: “Dios es amor, Dios es misericordia y
verán su infinita Misericordia en el fin del mundo, cuando
Jesús liberará a todas las almas del Infierno, aún a los
demonios.” Este sacerdote sigue predicando y su Obispo
no suspende sus facultades por enseñar tal herejía.
“Vayan al fuego eterno”, dijo Jesús. Fuego eterno, no
fuego temporal. Con mi limitada inteligencia humana me
atrevo a hacer una pequeña reflexión filosófica: “Dios es
amor. Dios es Nuestro Padre. ¿Cómo puede un padre, ¡por
amor de Dios!, tomar al pequeño Pedro y arrojarlo a un
horno ardiente? Es imposible. Es un insulto a Dios, que Es
amor.”¿Cuántas veces han escuchado esto? La verdad,
sin embargo, es que el Infierno existe. El Infierno es
eterno, y todos iremos al Infierno si morimos en estado de
pecado mortal. Yo puedo ir al Infierno. Ustedes pueden ir
al Infierno. Si algunos de nosotros morimos en pecado
mortal, estaremos en el Infierno por toda la eternidad,
ardiendo, llorando y gritando sin consuelo. No por un
millón de años, sino por billones y billones y billones de
años y más allá, por toda la eternidad. En nuestra vida
mortal, ¿quién no ha cometido un pecado mortal? Un solo
pecado mortal no confesado con arrepentimiento, antes
de morir, es suficiente para que Jesús nos arroje al
Infierno. Uno de los grandes Padres de la Iglesia, Patrón
de todos los predicadores católicos, San Juan Crisóstomo
dijo: “Pocos Obispos se salvan y muchos sacerdotes se
condenan.”
Cuando venía de Lisboa a Fátima por
autobús, tuve la ocasión de predicar a los laicos,
sacerdotes y obispos presentes en el autobús. Les
imploré: “Por favor, cuando lleguen a Fátima, por qué no
se animan a hacer una buena confesión general de vida.
Quizás hace diez años, quizás hace cincuenta, no han
tenido el valor de confesar ese pecado grave por
vergüenza. Por favor, hagan una confesión santa y
completa en Fátima antes de su regreso. Hay muchos
sacerdotes en Fátima que nunca más volverán a verles
hasta que lleguen al Cielo.” Yo predico a los Obispos
como lo hago con toda persona, porque los Obispos
también tienen un alma que salvar. Y si los Obispos son
realmente humildes aceptarán la verdad aún si proviene
de un simple y ordinario sacerdote. No nos vayamos de
Fátima sin hacer una Santa Confesión General.
Un Gran Acto de Caridad
Sus Excelencias, Jesús nos hizo sacerdotes. Jesús,
Nuestro Señor, nos escogió entre millones de hombres
para hacernos sacerdotes. Nos hicimos sacerdotes por un
motivo: para ofrecer el Santo Sacrificio de la Misa a Dios
Padre Todopoderoso, para rezar el Breviario cada día y
para predicar el Evangelio de Jesús para la salvar las
almas del Infierno. Nadie tiene la seguridad de ir al Cielo
a menos que haya recibido una revelación privada de
Dios como le ocurrió al Buen Ladrón en la cruz o a los tres
videntes de Fátima. ¿Por qué no abrazar los medios
seguros que el Cielo nos ha dado, el Santo Rosario (“la
devoción a Mi Rosario es un signo seguro de
predestinación”), el Escapulario Café y el maravilloso
Sacramento de la Confesión. Prediquen, mis queridos
Obispos, como los hacían los Padres de la Iglesia. La
tarea principal de un Obispo es predicar, no sólo
administrar una diócesis. La Iglesia necesita ver y
escuchar a los Obispos predicando como lo hacían los
Padres de la Iglesia. Si uno solo de ustedes, Obispos
presentes aquí en Fátima, regresara a su diócesis y en
ciertas ocasiones predicara sobre las Cuatro Postrimerías
junto con todo el mensaje de Fátima, qué gran acto de
caridad sería para todos sus amados fieles. Con la
asistencia del Espíritu Santo digan a sus fieles:
“Escuchen, mis hermanos en Cristo, yo soy su Obispo,
estoy aquí para salvar su alma del Infierno. Por favor
escuchen, acepten y mediten mi enseñanza en este día.
Ustedes también, mis amados sacerdotes de mi diócesis,
imiten a su Obispo, y prediquen sobre el Infierno con la
autoridad que Jesús les ha dado. Prediquen cuando
menos una vez al año un sermón completo sobre el
Infierno. ”Si hacen esto, estarían realizando el mayor
acto de caridad de su sacerdocio, de su episcopado.
Como mencioné anteriormente, en mis treinta años de
sacerdocio, nunca he escuchado a un Obispo predicar
sobre el Infierno. Cuando deseo encontrar un sermón
sobre el Infierno, me veo obligado a leer a San Juan
Crisóstomo, a los Padres de la Iglesia, a los Doctores de
la Iglesia y a los santos predicadores. Queridos Obispos,
por favor, prediquen sobre el Infierno como lo hizo Jesús,
Nuestra Señora de Fátima, los Padres y los Doctores de la
Iglesia y salvarán a muchas almas. Quien salva a un
alma, salva a su propia alma. Predicar sobre el Infierno
es un gran acto de caridad porque quienes los escuchan
creerán por la autoridad que les confiere la Iglesia. Estas
personas rectificarán su modo de vivir y harán una santa
confesión de sus pecados.
El Vestido de Gracia
La gente con frecuencia me pregunta: “¿Por qué,
Padre, es que ya no se predica sobre el Escapulario
Café? En el pasado recibíamos el Escapulario en nuestra
Primera Comunión, pero ahora ya no hay más
bendiciones e imposiciones del Escapulario Café. ¿El
Escapulario café sigue siendo válido como en el pasado?”
Sí, el Escapulario Café es válido en estos tiempos
también, esta verdad no ha cambiado. El sábado 13 de
octubre de 1917, durante el Milagro del Sol en Fátima, la
Virgen María apareció ante los tres videntes sosteniendo
el Escapulario Café en una de sus manos. La hermana Sor
Lucía dijo: “El Rosario y el Escapulario Café son
inseparables.” ¿Por qué entonces los sacerdotes ya no
predican sobre el Escapulario Café? ¿Cómo podrían
hacerlo si deliberadamente rehúsan predicar sobre el
Infierno? Si nunca predican sobre el Infierno, la gente no
creerá en el Infierno y por tal motivo, ¿cuál sería el objeto
de recibir y llevar consigo el Escapulario Café? Jesús dijo:
“Si tienen fe, moverán montañas.” Si tienen fe,
convertirán las almas con la gracia de Dios. Si predican
sobre el Infierno con fe, la gente creerá en el Infierno.
San Pablo dijo a sus discípulos: “Prediquen con
convicción.” Solo pronunciar o leer una homilía en una
iglesia no es predicar. La predicación debe buscar mover
las voluntades; la predicación debe motivar a los
hombres a cambiar sus vidas para salvar sus almas del
Infierno.
La Deserción Sacerdotal
Hay cuatro razones principales por las que 75 mil
sacerdotes han abandonado el sacerdocio:
1) Porque se han negado a orar cada día.
2) Porque no evitaron las ocasiones de pecado y
olvidaron que la prudencia es la ciencia de los santos.
3) Porque no tuvieron la humildad y el valor para
hacer confesiones santas y completas. Jesús dijo: “Sin Mí,
nada pueden realizar.”
4) Porque vivían en pecado mortal y continuaban
celebrando.
Si un sacerdote está en estado de pecado
mortal y celebra la Santa Misa, es una Misa sacrílega
para él. Cuando recibe la Comunión en este estado,
realiza una Comunión sacrílega. Entonces, ¿cómo puede
un sacerdote en estado de pecado mortal predicar bajo
la inspiración y la fuerza del Espíritu Santo? ¿Cómo puede
predicar si está endemoniado? Sacerdotes, vayan y
hagan una santa confesión y se volverán en excelentes
predicadores. El Espíritu Santo les hablará a ustedes y
por medio de ustedes, y salvarán a miles de almas de ir
al Infierno.
Un día, el Santo Cura de Ars recibió la visita
de un joven sacerdote de una parroquia cercana. Este
sacerdote tenía gran interés de conocer personalmente
al Cura de Ars. Después del almuerzo, el Cura de Ars le
dijo: “¿Serías tan amable de escuchar mi confesión?” El
joven sacerdote por poco se cae de su silla ante la
súplica del Cura de Ars de escuchar la confesión de este
admirable sacerdote con fama de santidad. ¡Los Santos
se confiesan! Y los que se confiesan se vuelven Santos.
Finalmente, Nuestra Señora de Fátima dijo: “Oren,
oren muchos y hagan muchos sacrificios porque muchas
almas se van al Infierno porque no hay quien ore ni se
sacrifique por ellas.” Oremos continua y diariamente la
oración que Ella nos enseñó: “Oh Jesús mío, perdona
nuestros pecados, líbranos del fuego del Infierno, lleva al
Cielo a todas las almas, especialmente a las más
necesitadas de Tu misericordia”.
www.iteadjmj.com *Ver Documentos e Iglesia en Mexico
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