sabato 6 settembre 2014

¿Qué mandáis hacer de mí?



¿Qué mandáis hacer de mí?

         El estribillo de una de las poesías de Santa Teresa que estábamos comentando dice así: “Que hoy os canta amor así. ¿Qué mandáis hacer de mí?”.  La santa nos dice que el amor “canta”. Cuando una persona ama está contenta y se le nota en todo su ser, especialmente en su mirada, pero también en su porte y en actos externos y sobre todo se le ve alegre. Y ya sabemos que la alegría se manifiesta en el canto. El amor canta. David cantaba salmos y tocaba el arpa. Muchos santos y santos han querido cantar loes al Señor, entre otros San Francisco que ha compuesto el hermoso Cántico del Hermano Sol y de la Hermana Luna. 

No siempre será necesario que cantemos cuando oremos, pero sí debe cantar el corazón de lo alegre que está de percibir el amor del Amado y querer corresponder a su amor. No ahoguemos el corazón, dejémoslo cantar, cuando él necesite desahogar sus sentimientos, a veces de alegría; a veces de congoja; a veces de plenitud. El salmista dice: “Mi corazón está preparado, mi corazón está preparado, Dios mío: voy a cantar, a tañer. ¡Gloria mía, despierta!¡Despertad arpa y cítara!¡Despertaré a la aurora!” (Sal 57, 8-9).

            Y ¿qué es lo que canta Santa Teresa? Ella canta: “¿Qué mandáis hacer de mí?”. ¿Qué es lo que quieres que haga, Señor? ¿Cómo puedo agradarte?¿Cuál es tu voluntad sobre mí? La oración busca y encuentra la voluntad del Señor sobre nosotros. En la oración el Señor va hablando al corazón, lo va preparando, lo va fortaleciendo para que el orante haga su voluntad y lo haga por amor y con amor. Y que además la pueda hacer con alegría, con paz, con decisión, con un corazón de enamorado. ¿Qué mandáis hacer de mí? ¡Qué bella oración ésta que sale del corazón como una saeta y se clava en el corazón de Dios! La oración prepara el alma para ajustarse al querer de Dios: “Si me amáis, cumpliréis mis mandamientos” (Jn 14, 15). El Señor nos irá revelando su voluntad  y su querer en la oración. Y su querer será para nosotros prenda segura de santificación personal (1 Tes 4, 3) y fruto apostólico. 

Nessun commento:

Posta un commento