mercoledì 2 ottobre 2019

Se proponía - teniendo a Cristo de guía - realizar cosas grandes



El tránsito de san Francisco de Asìs el 3.10.1226 

7.1 Clavado ya a la cruz, juntamente con Cristo, tanto en su carne como en su espíritu, el varón de Dios
no sólo se elevaba a Dios por el incendio del amor seráfico, sino que, atravesado su corazón por un
ferviente celo de las almas, a una con el Señor crucificado anhelaba la salvación de todos los que han de
salvarse. Y, no pudiendo caminar a causa de los clavos que sobresalían en la planta de sus pies, se hacía
llevar su cuerpo medio muerto a través de las ciudades y aldeas para que - como aquel otro ángel que
subía del oriente - encendiera en la llama del fuego divino los corazones de los siervos de Dios, para
dirigir sus pasos por el camino de la paz y marcar sus frentes con el sello de Dios vivo. Se abrasaba
también en el ardiente deseo de volver a la humildad de los primeros tiempos, dispuesto a servir - como al
principio - a los leprosos y a someter a la servidumbre de antes su cuerpo, desgastado ya por el trabajo y
sufrimiento.




7.2 Se proponía - teniendo a Cristo de guía - realizar cosas grandes, y, aunque sumamente débil en su
cuerpo, pero vigoroso y férvido en e1 espíritu, soñaba con nuevas batallas y nuevos triunfos sobre el
enemigo. Y, en verdad, para que en el pequeñuelo de Cristo se acrecentase el cúmulo de méritos que
tienen su real consumación en la perfecta paciencia, comenzó a sufrir tantos y tan graves enfermedades,
que se extendieron las dolorosas molestias a cada uno de los miembros de su cuerpo, y, consumidas ya
sus carnes, parecía como si solo le quedara la piel adherida los huesos.

7.2 Y, a pesar de verse atormentado con tan acerbos dolores, decía que aquellas sensibles angustias no
eran penas, sino hermanas suyas, y, sobrellevándolas alegremente, dirigía tan ardientes alabanzas y
acciones de gracias a Dios, que a los hermanos que le asistían les parecía ver a otro Pablo, en su gozoso y
humilde gloriarse ante 1a debilidad, o a un nuevo Job, en el imperturbable vigor de su ánimo.



7.3 El Santo tuvo, con mucha antelación, conocimiento de la hora de su muerte, y, estando cercano el día
de su tránsito, comunicó a sus hermanos que pronto iba a abandonar la tienda de su cuerpo, según se lo
había manifestado el mismo Cristo. Así, pues, dos años después de la impresión de las sagradas llagas, es
decir, al vigésimo año de su conversión, pidió ser trasladado a Santa María de la Porciúncula, para que
allí donde por mediación de la Virgen madre de Dios había concebido el espíritu de perfección y de
gracia, en el mismo lugar - rindiendo tributo a la muerte - llegase al premio de la eterna retribución.



7.3 Conducido, pues, a dicho lugar y para demostrar con un ejemplo de verdad que nada tenía él de
común con el mundo, en medio de aquella enfermedad tan grave que dio término a todas sus dolencias, se
postró totalmente desnudo sobre la desnuda tierra, dispuesto en este trance supremo - en que el enemigo
podía aún desfogar sus iras - a luchar desnudo con el desnudo. Tendido así en tierra y desnudado como
atleta en la arena, cubrió con la mano izquierda la herida del costado derecho para que no fuera vista,
elevó en la forma acostumbrada su sereno rostro al cielo y, fijando toda su atención en la gloria, comenzó
a bendecir al Altísimo, porque, desembarazado de todas las cosas, podía ya libremente sumergirse en El.



7.4 Acercándose ya, por fin, el momento de su tránsito, hizo llamar a su presencia a todos los hermanos
que estaban en el lugar y, tratando de suavizar con palabras de consuelo el dolor que sentían ante su
muerte, los exhortó con paterno afecto a amar a Dios. Además les dejó, como legado y herencia, la
posesión de la pobreza y de la paz, les recomendó encarecidamente que aspiraran a los bienes eternos
precaviéndose de los peligros de este mundo, y con toda la fuerza persuasiva de que fue capaz, los indujo
a seguir perfectamente las hullas de Jesús crucificado.

7.4 Sentados los hijos en torno al patriarca de los pobres, cuya vista se había ya debilitado no por la
vejez, sino por las lágrimas, el santo varón - medio ciego y próximo ya a la muerte - extendió las manos
sobre ellos, teniendo los brazos en forma de cruz por el amor que siempre había profesado a esta señal, y
bendijo, en virtud y en el nombre del crucificado, a todos los hermanos, tanto presentes como ausentes.



7.5 A continuación pidió que se le leyera el pasaje del evangelio según San Juan que comienza así: Antes
de la fiesta de pascua, para escuchar en esa palabra la voz de su amado que lo llamaba, de quien tan sólo
le separaba la débil pared de la carne. Por fin, cumplidos en él todos los misterios, orando y cantando
salmos, se durmió en el Señor este afortunado varón, y su alma santísima - liberada ya de las ataduras de
la carne - se sumergió en el abismo de la claridad eterna.

7.5 En aquel mismo momento, un hermano y discípulo suyo, varón insigne por su santidad, vio subir
derecha al cielo aquella dichosa alma bajo la forma de una estrella fulgentísima, transportada hacia arriba
por una blanca nubecilla sobre un mar de agua. Efectivamente, aquella alma - brillante por el candor de su
conciencia y la prerrogativa de sus virtudes - se remontaba a lo alto con tal empuje por la afluencia de gracias y de virtudes conformantes con Dios, que no se le podía retardar ni siquiera un momento la visión de la luz y de la gloria celestes.



7.6 Asimismo, el ministro a la sazón de los hermanos en la Tierra de Labor, de nombre Agustín, varón
amado de Dios, que se encontraba a las puertas de la muerte y que tiempo atrás había perdido el habla, de
pronto exclamó de forma que le oyeran que estaban presentes: Espérame, Padre que ya voy contigo. Al
preguntarle admirados los hermanos a quién hablaba así, aseguró que veía ir al cielo al bienaventurado
Francisco y nada más decir estas palabras, él mismo también descansó felizmente en paz.


7.6 En aquel mismo tiempo, el obispo de Asís había ido en peregrinación al santuario de San Miguel, sito
en el monte Gargano. Estando allí, se le apareció, lleno de júbilo, el bienaventurado Francisco a la hora
misma de su tránsito, y le dijo que dejaba, mundo y que se iba muy contento al cielo. Al levantarse a la
mañana siguiente, el obispo refirió a los compañeros la visión que había tenido, y, vuelto a Asís,
comprobó con toda certeza - tras una cuidadosa investigación - que a la misma hora en que se le presentó
dicha visión había emigrado de este mundo el bienaventurado Padre.

7.7 Cuán eximia fuera la santidad de este preclaro varón de Dios - en su inmensa bondad - se dignó darlo
a conocer mediante muchos y estupendos milagros realizados también después de su tránsito. En efecto, a
su invocación y por sus méritos la fuerza todopoderosa de Dios, otorgó vista a los ciegos, oído a los
sordos, la palabra a los mudos, el andar a los cojos, el sentido y movimiento a los paralíticos; restituyó
una completa salud a lo miembros áridos, contraídos y rotos, libertó a los encarcelados condujo a puerto
de salvación a los náufragos, facilitó el alumbramiento a las que peligraban en el momento del parto,
ahuyento los demonios de los cuerpos posesos; finalmente, concedió limpieza y sanidad a los que
padecían flujo de sangre y a los leprosos, hizo recobrar el perfecto estado de salud a los mortalmente
heridos y, lo que todavía es mucho más prodigioso que todo eso, devolvió la vida a muertos.

7.8 Innumerables son también los beneficios de Dios que por su intercesión no cesan de derramarse a
raudales en diversas partes del mundo; yo mismo, que he descrito todo lo anterior, lo he comprobado por
propia experiencia en mi persona. Pues, estando muy gravemente enfermo cuando aún era niño pequeño,
mi madre hizo una promesa en favor mío al bienaventurado padre Francisco, y me libré de las fauces de
la muerte, quedando completamente restablecido. Y, conservando un vivo recuerdo de ello, ahora lo
confieso sincera y abiertamente, no sea que, silenciando tamaño beneficio, se me tache de crimen de
ingratitud.

7.8 Recibe, pues, Padre bienaventurado - aunque pobres y por mucho inferiores a tus méritos y beneficios -, nuestras acciones de gracias, y, cuando acojas nuestros votos, excusa nuestras culpas y ruega para que tus fieles devotos se vean libres de los males presentes y lleguen a los bienes eternos.


7.9 Para concluir el tema con un epílogo que sea como una recapitulación de todo lo anteriormente
escrito: quienquiera haya leído estas reflexiones, considere finalmente que *la conversión del
bienaventurado Francisco, acaecida de modo maravilloso; *su eficacia en la predicación de la palabra
divina, *la prerrogativa de sus excelsas virtudes, *su espíritu de profecía, unido a la inteligencia de las
Escrituras; *la obediencia de las criaturas irracionales, *la impresión de las sagradas llagas y *su glorioso
tránsito de este mundo al cielo son como siete testimonios que muestran y confirman claramente ante el mundo entero que Francisco - como preclaro heraldo de Cristo, que lleva en sí mismo el sello de Dios vivo - es digno de veneración por su ministerio, auténtico en doctrina y admirable por su santidad.


7.9 Que le sigan, pues, seguros quienes salen de Egipto, porque, dividido el mar con el báculo de la cruz de Cristo, atravesarán el desierto, pasando el Jordán de la mortalidad, para entrar - gracias al prodigioso poder de la misma cruz - en la tierra prometida de los vivientes, donde se digne introducirnos, por los sufragios del bienaventurado Padre, el ínclito salvador y guía Jesús, a quien con el Padre y el Espíritu Santo en trinidad perfecta sea dada toda alabanza, honor y gloria por los siglos de los siglos Amén.
https://www.castillodelmonoosorio.com/salones/imagenes_salones/documentos/leyenda_menor.pdf



AMDG et DVM

Nessun commento:

Posta un commento