HAY UN INFIERNO: ÉSTA ES LACREENCIA DE TODOS LOS PUEBLOS, EN TODOS LOS TIEMPOS
Extracto del libro "El Infierno"
Por Monseñor De Ségur
CLICK AQUÍ PARA: CARTA DE UN ALMA CONDENADA (Testimonio de un alma condenada acerca de lo que la llevó al infierno) DISPONIBLE TAMBIÉN EN AUDIO AL FINAL DE LA PÁGINA.
En todos los tiempos, desde el principio del mundo hasta nuestros días, todos los pueblos han creído en un infierno. HAY UN INFIERNO: EL INFIERNO NO HA SIDO INVENTADO, NI PUDO SERLO. Todos los pueblos en todos los tiempos han creído en el infierno; lo cual por si solo prueba ya que no es invención humana.
Bajo uno u otro nombre, bajo formas más o menos alteradas, han recibido, conservado y proclamado la creencia en terribles castigos, en castigos sin fin, en que aparece
siempre el fuego para castigo de los malos después de la muerte.
Es éste un hecho cierto, y ha sido tan claramente
demostrado por nuestros grandes filósofos cristianos, que sería ocioso, por decirlo así, tomarse el trabajo de probarlo.
Desde un principio se encuentra consignada claramente la existencia de un infierno eterno de fuego en los más antiguos libros conocidos, los de Moises. En ellos se encuentra el nombre mismo del infierno con todas sus letras.
Supongamos por un instante que el mundo vive tranquilo, en medio de los placeres y abandonado sin temor a todas las pasiones. Un día viene un filosofo y les dice, hay un infierno, un lugar de tormentos donde van los que no quieren cambiar y siguen obrando mal, un infierno de fuego en donde arderéis perpetuamente, si no cambias de vida.
Desde luego nadie le hubiera creído, que venís a predicarnos, le hubieren dicho a ese inventor del infierno, de donde habéis sabido esto que pruebas nos das, no sois más que un profeta
de desgracias.
de desgracias.
Lo repito, no se le hubiera dado crédito alguno. No se le hubiera creído por que en el hombre corrompido, todo se revela instintivamente contra la idea del infierno. Del mismo modo como todo criminal rechaza tanto como puede, la idea de un castigo como también el hombre culpable rechaza la perspectiva, de aquel fuego vengador, eterno, que ha de castigar tan inexorablemente todas sus faltas. Sobre todo en una sociedad en que nadie nunca ha escuchado hablar del infierno. No solo no se le hubiera dado crédito al burlado inventor, sino que hubiera sido víctima de la cólera. Si por un imposible se hubieran dado crédito, si por una imposibilidad más evidente todos los pueblos hubiesen creído por la sola palabra del filósofo, se hubiera consignado en la historia, el siglo, el país donde él ha nacido.
Luego el infierno no ha sido inventado. No lo ha sido, porque no ha podido serlo. La eternidad de las penas del infierno es un dogma que la razón no puede comprender; puede comprender el hombre, .como queréis está por encima de la razón; y lo que no puede comprender el hombre, .como queréis que haya podido ser inventado? Precisamente porque el infierno, el infierno eterno, no puede ser comprendido por la razón, esta se rebela contra él, mientras no esté ilustrada y realzada por las luces sobrenaturales de la fe.
El dogma del infierno es lo que se llama “una verdad innata", es decir, una de aquellas luces de origen divino que brilla en nosotros a pesar nuestro, que está en el fondo de nuestra conciencia, incrustada en las profundidades de nuestra alma, como un diamante negro que brilla con sombrío esplendor. Nadie puede arrancárnosla, porque nos ha sido clavada allí por el mismo Dios. Pueden cubrirse el diamante y sus siniestros reflejos; puede dejar de mirarse, puedese olvidarlo por algún tiempo; se puede negarlo con palabras; pero creemos en el a pesar nuestro, y la conciencia no cesa de proclamarlo.
Los impíos que se burlan del infierno, le tienen en el fondo un terrible miedo. Miéntense a sí mismos, y mienten a los demás, aquellos que dicen estar convencidos de que no hay infierno. Es un deseo impío del corazón, más bien que una convicción racional del entendimiento.
No, el hombre no ha inventado el infierno: no lo ha inventado ni podido inventar.
El dogma del infierno eterno se remonta hasta el mismo Dios. Forma parte de la gran revelación primitiva, que es la base de la Religión y de la vida moral del género humano.
HAY UN INFIERNO: DIOS MISMO NOS HA REVELADO SU EXISTENCIA
Así en el capitulo decimosexto del libro de los Números, vemos a los tres levitas Core, Datan y Abiron que habian blasfemado de Dios y rebeladose contra Moises, "tragados vivos por el infierno”, repitiendo el texto:
"Y bajaron vivos al infierno
y el fuego, ignis, que hizo salir el Señor, devoro a otros doscientos cincuenta rebeldes.
Moisés escribía esto mas de mil seiscientos años antes del nacimiento de Nuestro Señor, es decir, hace cerca de tres mil quinientos años. En el D Deuteronomio dice el Señor por boca de Moisés: "Se ha encendido en mi cólera el fuego, y sus ardores penetraran hasta las profundidades del infierno,
1 Mum. 16,33 y 35. (N. del E.). ,¡ 2 Deut. 32,22. (Ñ, del E. ). Los pasajes del Antiguo Testamento, 3 Job, 2 1 ,1 3 -1 5 . (A', del E. * Job, 1 0 ,2 1 -2 2 . [N. del £ . ) . 5 S. 9 ,1 8 . (N. del £ . ) .6 S. 3 0 .1 8 . (N. del E.) .1 S. 17,6. (N. del £ . ) .8 Prov. 1 ,1 2 . ( N , del E. ) .9 Sab., 5 ,1 4 . {N. del £ . ) ., Demuestran ya que el dogma del infierno ha sido revelado por el mismo Dios a los Patriarcas, a los Profetas y al antiguo Israel.
En efecto, no son únicamente testimonios históricos, sino también y Sobre todo testimonios divinos, que obligan a la fe y se imponen a nuestra conciencia con la autoridad infalible de verdades reveladas.
Nuestro Señor Jesucristo ha confirmado solemnemente esta terrible revelación, y en El Evangelio nos habla c a t o r c e v e c e s del infierno.
Cuando el Hijo de Dios predice el juicio final, en el capitulo vigesimoquinto del Evangelio de San Mateo, nos manifiesta anticipadamente los términos mismos de la sentencia que pronunciara contra los réprobos: “Apartaos de Mi, malditos, id al fuego eterno Y añade:“Y estos iran al suplicio eterno. Recordaremos a San Pablo, quien predicando el juicio final a los cristianos de Tesalónica, les dice que el Hijo de Dios “tomara venganza en la llama del fuego,, de los que no han querido reconocer a Dios, y que no obedecen al Evangelio de Nuestro Senor Jesucristo; quienes tendrán que sufrir a su muerte penas eternas lejos de la presencia del Señor; Después de tan claras enseñanzas, .debemos maravillarnos de que la Iglesia nos presente la eternidad de las penas y del fuego del infierno como un dogma de fe propiamente dicho, de tal suerte que aquel que se atreviese a negarlo, o únicamente a dudar de el, seria hereje? Luego, la existencia del infierno es un articulo de fe catolica, del cual estamos tan ciertos como de la existencia de Dios.
En el seno del Cristianismo es superfluo decir que el dogma del infierno es enseñado como una de las verdades fundamentales que sirven de base a todo el edificio de la Religión.
Los mismos protestantes, que lo han destruido todo con su loca doctrina del ‘'libre examen”, no se han atrevido a negar el infierno.
! Cosa extraña e inexplicable! !En medio de tantas minas, Lutero, Calvino y demás han tenido que dejar en pie esta espantosa verdad, que sin embargo había de serles personalmente tan importuna!
Así, pues, en todos los pueblos y en todos los tiempos fue conocida y reconocida la existencia del infierno. Luego este terrible dogma forma parte del tesoro de las grandes verdades
universales que constituyen la luz de la humanidad. Luego no es posible que un hombre sensato la ponga en duda, diciendo en la locura de una orgullosa ignorancia:
!No hay infierno!
Luego hay un infierno.
En primer lugar, el infierno es para castigar a los réprobos, y no para dejarles volver al mundo. Los que allá van, allá quedan.
Decís que de allá no vuelven? Esto es verdad en el orden habitual de la Providencia; pero .es cierto que no haya vuelto nadie del infierno? .Estáis seguro de que Dios por un acto de misericordia y de justicia no haya permitido a un condenado aparecer en el mundo? En la Sagrada Escritura y en la historia se lee la prueba de lo contrario; y por supersticiosa que sea la creencia casi general en lo que se llama los aparecidos, seria inexplicable si no arrancase de un fondo de verdad.
Permitid que os refiera algunos hechos, cuya autenticidad parece evidente, y que prueban la existencia del infierno por el intachable testimonio de los mismos que están en aquel lugar:
El Doctor Raymond Diocrés
En la vicia de San Brüno, fundador de los Cartujos, se encuentra un hecho estudiado muy a fondo por los doctísimos Bolandistas, y que presenta a la critica más formal todos los caracteres históricos de la autenticidad; un hecho acaecido en Paris en pleno día, en presencia de muchos millares de testigos, cuyos detalles han sido recogidos por sus contemporáneos, y que ha dado origen a una gran Orden religiosa.
Acababa de fallecer un célebre doctor de la Universidad de Paris llamado Raymond Diocrés,, dejando universal admiración entre todos sus alumnos.
Era el año1082. Y Uno de los más sabios doctores de aquel tiempo, conocido en toda Europa por su ciencia, su talento y sus virtudes, llamado Bruno, hallábase entonces en Paris con cuatro compañeros, y se hizo un deber asistir a las exequias del ilustre difunto (Raymond Diocrés) .
Se había depositado el cuerpo en la gran sala de la Cancillería, cerca de la Iglesia de Nuestra Señora, y una inmensa multitud rodeaba respetuosamente la cama, en la que, según costumbre de aquella época, estaba expuesto el difunto cubierto con un simple velo.
En el momento en que se leía una de las lecciones del Oficio de difuntos, que empieza así: "Respóndeme. !Cuan grandes y numerosas son tus iniquidades!" sale de debajo del fúnebre velo una voz sepulcral, y todos los concurrentes oyen estas palabras: "Por justo juicio de Dios he sido a c u s a d o ” . Acuden precipitadamente, levantan el paño mortuorio: el pobre difunto estaba allí inmóvil, helado, completamente muerto.
Continuose luego la ceremonia por un momento interrumpida, hallándose aterrorizados y llenos de temor todos los concurrentes. Se vuelve a empezar el Oficio, se llega a la referida lección: "Respóndeme”, y esta vez a vista de todo el mundo levantase el muerto, y con robusta y acentuada voz dice: “Por justo juicio de Dios he sido j u z g a d o ” . Y vuelve a caer. El terror del auditorio llega a su colmo: dos médicos justifican de nuevo la muerte; el cadáver estaba frio, rígido; no se tuvo valor para continuar, y se aplazo el Oficio para el día siguiente. 1 Cuarta lectura de Maitines del Oficio de difuntos: Job, 13,22-28. (N. del E.). Las autoridades eclesiásticas no sabían que resolver. Unos decían: "Es un condenado; es indigno de las oraciones de la Iglesia”. Decían otros: "No, todo esto es sin duda espantoso; pero al fin, .no seremos todos acusados primero y después juzgados por justo juicio de Dios?” El Obispo fue de este parecer, y al siguiente día, a la misma hora, volvió a empezar la fúnebre ceremonia, hallándose presentes, como en la víspera, Bruno y sus compañeros.
Toda la Universidad, todo Paris había acudido a la iglesia de Nuestra Señora. Vuelve, pues, a empezarse el Oficio. !A. la misma lección: "Respóndeme”, el cuerpo del doctor Raymond se levanta de su asiento, y con un acento indescriptible que hiela de espanto a todos los concurrentes, exclama: "Por justo juicio de Dios he sido c o n d e n a d o ” y volvió a caer inmóvil. Esta vez no quedaba duda alguna: el terrible prodigio, justificado hasta la evidencia, no admitía replica. Por orden del Obispo y del Capítulo, previa sesión, se despojo al cadáver de las insignias de sus dignidades, y fue llevado al *muladar de Montfaucon.
Al salir de la gran sala de la Cancillería, B r u n o , que contaría entonces cerca de cuarenta y cinco anos de edad, se decidió irrevocablemente a dejar el mundo, y se fue con sus compañeros a buscar en las soledades de la Gran Cartuja, cerca de Grenoble, un retiro donde pudiese asegurar su salvación, y prepararse así despacio para los justos juicios de Dios.
Verdaderamente, he aquí un condenado que “volvía del infierno" no para salir de el, sino para dar de el irrecusable testimonio.
* Muladar: sitio donde se vacía el estiércol o basura.
Catalina
También cuenta la historia que San Francisco de Girolamo, célebre misionero de la compañía de Jesús, a principios del siglo XVIII, había estado a cargo de dirigir las misiones en el reino de Nápoles. Un día en el que predicaba en la plaza de dicha ciudad, algunas mujeres de mala vida que había reunido una de ellas llamada Catalina, se esforzaba por interrumpir el sermón de San Francisco de Girolamo, con sus cantos y sus ruidosas exclamaciones para obligar al cura a retirarse.
Pero este continúo su discurso sin dar a conocer que advirtiese sus insolencias, algún tiempo después volvió a predicar en la misma plaza, viendo cerrada la puerta de la habitación de Catalina y un profundo silencio, toda la casa, casa de mala vida, que ordinariamente estaba muy alborotada. El santo dijo, “¿Qué le ha sucedido a esa mujer?”.
“No lo sabe usted, la desdichada murió ayer, sin poder pronunciar palabra”. “¿Cómo?” replica el santo.
“Catalina ha muerto, a fallecido repentinamente, entremos y veamos”.
Abrece la puerta sube la escalera, seguido por una multitud, en la sala que estaba tendido en tierra, el cadáver encima de un paño con cuatro cirios según la costumbre del pueblo Napolitano.
Mírale un tiempo con espanto y después le dice con voz solemne. “Catalina donde estas ahora” El cadáver permanecía mudo.
Entonces el santo repitió. “Catalina donde estas ahora, te mando me digas donde estas” Entonces con gran pasmo de todo el mundo, abrieronse los ojos del cadáver, sus labios se agitaron convulsivamente, y con voz cavernosa y profunda responde. “En el infierno, estoy en el infierno”.
A estas palabras los asistentes huyen aterrorizados, y baja con ellos el santo repitiendo.
“En el infierno, ¡oh Dios! En el infierno lo habéis oído, en el infierno”
La impresión de este prodigio fue tan viva, que un buen número de los que la presenciaron, no se atrevieron haber vuelto a sus casas sin haberse confesado antes.
El amigo del conde Orloff
Tres hechos del mismo género, más auténticos los unos que los otros, y ocurridos en este siglo, han llegado a mi conocimiento. El primero ha pasado casi en mi familia (MONSEÑOR DE SÉGUR) . Era en Rusia, en Moscú, poco tiempo antes de la horrorosa campana de 1812. Mi abuelo materno, el conde de Rostopchine , gobernador militar de Moscú, estaba íntimamente relacionado con el general conde Orloff, célebre por su bravura, pero tan impío como valiente.
Un día, después de una buena cena, rociada con copiosos brindis, el conde Orloff, y uno de sus amigos, el general V . .., volteriano como el, empezaron a burlarse horriblemente de la Religión, y sobre todo del infierno. —Y .si por acaso —dice Orloff— , si por acaso hubiese realmente algo detrás de la cortina?. . — !Y bien!— replica el general V . . . , aquel de nosotros que se irá primero, volverá a advertir al otro. .Esta convenido? —!Excelente idea! —responde el conde Orloff, y ambos, bien que medio achispados, dieron formal palabra de honor de no faltar a lo prometido.
Algunas semanas después estalló una de aquellas grandes guerras que Napoleón tenía el don de suscitar entonces; el ejército ruso entro en campaña, y el general V. .. Recibió la orden de partir inmediatamente para tomar un mando importante.
Dos o tres semanas hacia que habia dejado Moscú, cuando una mañana muy temprano, estando mi abuelo arreglándose, se abre bruscamente la puerta de su cuarto. Era el conde Orloff, en traje de casa, con chinelas, erizados los cabellos, con hosca mirada, pálido como un muerto.
— !Ah! Orloff, .sois vos? .a esta hora y en semejante traje? .Que tenéis, pues? .Que ha sucedido?
—Querido mio— responde el conde Orloff— creo que me vuelvo loco; acabo de ver al general V...
—.Al general V. . . ? .Ha vuelto, pues?
— !Oh! no, —replica Orloff, echándose sobre un canapé y poniendo ambas manos en su cabeza—, no, no ha vuelto; y esto es lo que me atemoriza. Mi abuelo no comprendía nada y procuraba calmarlo. —Referidme, le dice, lo que os ha pasado y que quiere decir todo esto.
Entonces, esforzándose por dominar su emoción, el conde Orloff profirió lo siguiente: —Mí querido Rostopchine, algún tiempo atrás V... y yo nos juramos recíprocamente que el primero de los dos que muriese vendría a decir al otro si existe algo detrás de la cortina.
Esta mañana, hará apenas media hora, estaba tranquilamente en la cama, despierto hacía mucho tiempo, sin pensar ni por asomo en mi amigo, cuando de repente se abren bruscamente las cortinas de mi alcoba, y veo a dos pasos de mi al general V .. . , de pie, pálido, con la mano derecha sobre su pecho, diciéndome: “ ! Hay un infierno, y estoy en el!” y desapareció. En seguida he venido a encontraros.
!La cabeza se me va! !qué cosa tan extraña! !yo no sé qué pensar! Mi abuelo lo calmo como pudo, pero no era cosa fácil. Hablole de alucinaciones, de pesadillas, dijo le que quizás dormía; que hay cosas muy extraordinarias, inexplicables; y otras vaciedades de este género, que son el consuelo de los incrédulos. Después hizo enganchar sus caballos y llevar al conde Orloff a su habitacion.
Diez o doce días después de este extraño incidente, un correo del ejercito llevaba a mi abuelo, entre otras noticias, la de la muerte del general V. .. !En la mañana misma del día en que el conde Orloff lo había visto y oído, a la misma hora en que se le había aparecido en Moscú, el infortunado general, habiendo salido para reconocer la posición del enemigo, una bala atravesaba su pecho y caía yerto!. . .
“ ! Hay un infierno, y estoy en el!”
He aquí las palabras de uno que de él ha vuelto.
La Dama Del Brazalete De Oro
En 1859 refería yo el hecho anterior a un distinguido sacerdote, Superior de una importante Comunidad.
“Es espantoso —me decía—, pero no me sorprende extraordinariamente. Los hechos de esta clase son menos raros de lo que se piensa; solo que hay siempre más o menos interés en guardar los secretos, ya por el honor del “aparecido” ya por el de su familia. Por mi parte, ved lo que de origen seguro he sabido hace dos o tres años por un pariente muy cercano de la persona a quien acaeció. En este momento en que os hablo (Navidad de 1859), vive aun esa señora, que tiene poco más de cuarenta años de edad. “Hallábase en Londres en el invierno de 1847 a 1848. Era viuda, de casi veintinueve años de edad, mundana, rica y hermosa.
Entre los elegantes que frecuentaban sus salones, distinguiase un joven lord, cuyas galanterías la comprometían singularmente, y cuya conducta por otra parte no era edificante.
"Una tarde, o más bien una noche (pues era más de media noche), estaba nuestra viuda leyendo en su cama no se que novela, esperando el sueño. Suena la una en su reloj, y apaga su bujía. Iba a dormirse, cuando con gran asombro noto que una luz pálida, que parecía salir de la puerta del salón, se esparcía poco a poco por su aposento y aumentaba por instantes. Pasmada, abrió cuanto podía los ojos, ignorando lo que significaba aquello.
Empezaba a asustarse, cuando ve abrirse lentamente la puerta del salón y entrar en su cuarto el joven lord, cómplice de sus desordenes. Antes de que pudiera decirle una sola palabra, estaba ya cerca de ella, la tomaba del brazo izquierdo, y con ronca voz le decía en ingles: "Hay un infierno”. El dolor que sintió la señora en el brazo fue tan grande, que perdió el conocimiento.
"Cuando volvió en sí, media hora después, llamo a su camarera, la cual al entrar percibió un fuerte olor de cosa quemada, y acercándose a su señora, que apenas podía hablar, viole en la muñeca una quemadura tan profunda, que descubría el hueso y la carne casi consumida; quemadura que tenia de largo una mano de hombre: además advirtió que desde la puerta del salón hasta la cama, y de esta a la referida puerta, la alfombra tenia impresa las pisadas de un hombre que habían quemado la tela de parte a parte.
Por orden de la dama abrió la puerta del salón, y había también huellas en las alfombras.
"Al día siguiente la desgraciada señora supo horrorizada que aquella misma noche, hacia la una de la madrugada, el lord había sido encontrado embriagado en la mesa, que sus criados lo habían trasladado a su gabinete, y que había expirado en sus brazos.
“Ignoro, añadió el Superior, si esta terrible lección ha convertido de veras a la desgraciada; pero lo que sé es que vive todavía, y que para ocultar a las miradas la huella de su siniestra quemadura, lleva en el brazo izquierdo, a manera de brazalete, una larga cinta de oro, que no se quita de día ni de noche. “Repito que me suministro estos detalles un pariente cercano de ella, formal cristiano, a cuya palabra doy el más completo crédito". A pesar del velo con que se ha cubierto y ha debido cubrirse esta aparición, me parece imposible que se ponga en duda su indisputable autenticidad. Ciertamente no será la dama del brazalete quien necesite que se le pruebe que hay realmente un infierno.
A Continuación encontrarás el relato de la mística italiana que se llamaba María Valtorta, a quien nuestro señor Jesucristo le hablo del infierno.
María Valtorta nace en Caserta (Italia) el 14 de Marzo de 1897. Fue enfermera y tras sufrir la agresión de un manifestante quedó paralítica de cintura para abajo lo que le obligó a estar postrada durante los 27 últimos años de su vida. Tuvo revelaciones de Dios quien le contó toda su vida que ella consignó bajo el título de "El Evangelio como me ha sido revelado".
Muere en Viareggio, a los 64 años, el 12 de Octubre de 1961.
El Señor hablo a María Valtorta sobre el infierno el 15 de enero de 1944:
Dijo Jesús: "Una vez te hice ver el monstruo del abismo. Hoy te hablaré sobre su Reino... Recuerda que tienes la misión de llamar a todos a la verdad porque muchos la han olvidado.
Y este olvido que es en realidad desprecio por las verdades eternas, procura muchos males a los hombres .Los hombres de esta época ya no creen en la existencia del Infierno.
Se han fabricado un más allá a su gusto para hacerlo menos aterrador a sus conciencias merecedoras de muchos castigos.
Discípulos más o menos fieles del espíritu del mal saben que su conciencia no se atrevería a cometer ciertos delitos si realmente creyeran en el Infierno tal como la Fe enseña que es.
Saben que ante ciertos delitos cometidos, con el remordimiento encontrarían el arrepentimiento.
En el miedo encontrarían el arrepentimiento y con el arrepentimiento, el camino para volver a Mí.
Su malicia enseñada por Satanás, del cual son siervos y esclavos, secundada por su adhesión a los deseos y sugerencias del maligno, no quiere este retroceso ni este retorno.
Por eso anulan la Fe en eI infierno tal cual es, y se fabrican otro. Lo cual no es más que una tregua para tomar impulso a otras futuras equivocaciones.
He dicho Yo, Dios Uno y Trino, que quien va al Infierno permanecerá en él por toda la eternidad, porque de esa muerte no se surge a una nueva resurrección.
He dicho que aquel fuego es eterno y que ahí serán acogidos todos los operadores de escándalos y de iniquidad.
No crean que eso será sólo hasta el momento del fin del mundo, no, porque después de la tremenda revisión, más despiadada quedará aquella morada de llanto y tormento.
El Infierno es remordimiento, es cólera, es odio.
Odio hacia Satanás,
odio hacia los hombres,
odio hacia sí mismos.
Después de haber adorado en la vida a Satanás en vez de adorarme a Mí, ahora lo poseen y lo ven en su verdadero aspecto, ya no escondido bajo la maligna sonrisa de la carne, el reluciente brillo del oro, o el poderoso signo de la supremacía. Terminan allí por haber olvidado su dignidad de hijos de Dios.
Terminan ahí por haber adorado a los hombres, hasta convertirse por ellos en asesinos, en ladrones, en tramposos, en mercaderes de inmundicia. Ahora encuentran a su dueño... por el cual han matado, robado, estafado, vendido su honor y el honor de muchas infelices criaturas, débiles e indefensas, haciéndolas instrumentos de vicios que las bestias no conocen, de la lujuria, atributo del hombre envenenado por Satanás.
Están allí por haberse dado a todas las satisfacciones, despreciando las leyes de Dios y las leyes morales.
Todo el dolor de haber traicionado a Dios en el tiempo (cuando vivos) está frente al alma por toda la eternidad.
Todo el error de haber rechazado a Dios en el tiempo, está presente para su tormento por toda la eternidad.
Han querido el fuego de las pasiones. Ahora tienen el fuego ardiente de Dios de cuyo santo fuego se burlaron.
El fuego responde al fuego. ¡Oh! lo que es el Infierno, no lo podéis imaginar.
Tomad todo lo que constituye tormento para el hombre sobre la Tierra. Fuego, hielo, agua que ahoga, hambre, sueño, heridas, enfermedades, llagas, muerte; y si hacéis con ello una cantidad única multiplicándola millones de veces, no tendréis más que un fantasma de aquella tremenda verdad.
Al ardor insostenible se mezcla el hielo sideral.
Los condenados ardieron con todos los fuegos humanos, habiendo tenido únicamente hielo espiritual hacia el Señor su Dios.
El hielo los espera para congelarlos después que el fuego los haya [calentado] como peces puestos a asar.
Tormento sobre tormento es este pasar del fuego que derrite al hielo que congela.
¡Oh! no es una descripción metafórica porque Dios hace que las almas cargadas de culpa tenga sensibilidad igual a las de la carne, aún antes que se vuelvan a revestir de carne.
"Vosotros no sabéis, no creéis, pero en verdad os digo que os convendría más soportar todos los tormentos de mis mártires, antes que una hora de aquella tortura infernal. La oscuridad será el tercer tormento.
Oscuridad material y espiritual. La reverberación de los espíritus ardiendo ilumina sólo el nombre del pecado por el cual están confinados.
El horror de permanecer siempre en las tinieblas después de haber visto la luz del Paraíso y estar abrazado por las tiniebla, después de haber visto la luz de Dios.
Tener que debatirse en aquel horror tenebroso sin encontrar excusas en aquella promiscuidad de espíritus que se odian y se dañan recíprocamente. Se ha dicho que la muerte nutrirá a la muerte.
La desesperación es muerte y nutrirá a estos muertos por toda la eternidad.... Yo Dios... cuando descendí... tuve horror de aquel horror... y vosotros queréis ir a él. Meditad, oh hijos, estas palabras mías.
La vida sobre la Tierra no dura más que unos pocos días. La vida comienza cuando parece que acaba, y entonces ya no tiene fin.
Haced que para vosotros transcurra donde la Luz y la Gloria de Dios hacen bella la eternidad y no donde Satanás es el eterno verdugo”...
LA VISION DEL DEMONIO ES EL TERCER TORMENTO.
Revelado Por Nuestro Señor Jesucristo A:
Santa Catalina de Siena
Los tormentos de los condenados.
Jesús: “Lo mismo que hay tres pecados principales esto es, el amor propio de donde procede el segundo, que es la vanagloria, y de ésta el tercero, que es la soberbia con falsa injusticia, crueldad y otras maldades y pecados inmundos que le siguen.
Por eso te digo que en el infierno los condenados sufren cuatro tormentos principales, a los que siguen todos los demás.
El primero es verse privados de Mí, lo cual es tan doloroso que, si fuera posible, antes que estar libres de las penas y de no verme, elegirían el fuego y atroces tormentos con tal de verme.
Este dolor reaviva uno segundo, que es el dolor producido por el gusano de la conciencia, que constantemente roe, pues por su propia culpa se ven privados de Mí y del trato con los ángeles y se hicieron dignos del trato con los demonios y de su visión.
La visión del demonio, que es el tercer tormento, les redobla todos sus sufrimientos … viéndolos se conocen más a sí mismos, esto es, conocen que por culpa suya son dignos de ellos… ven su propia figura tan horrible, que no la puede imaginar corazón humano… El cuarto tormento es el fuego, que arde y nunca se acaba. … El alma… La quema y hace sufrir con penas grandísimas, de modos diversos según la diversidad de los pecados, a unos más y a otros menos en conformidad con la gravedad de la culpa. De estas cuatro clases de tormentos proceden los demás, como frío, calor, rechinar de dientes. Así reciben la muerte eterna, tan miserablemente…”
Septiembre 23/07 8:45 p.m. Revelaciones dadas a un alma a quien Jesús le llama Agustín del Divino Corazón.
Jesús dice: Escucha mi Voz que te habla al corazón.
No camines vacilante, tan sólo toma en tus manos el lapicero y el cuaderno que, por medio de tus manos, escribiré mensajes de Amor, para que sean leídos por hombres y mujeres de corazón humilde, porque los soberbios y doctos se han convertido en semidioses que creen poseer la sabiduría de todas las ciencias. Han olvidado que fui Yo, quien les di inteligencia y poder para dominar sobre las especies de la tierra.
Hombres necios que no pensáis en lo caduco de vuestras vidas, que planean según vuestros intereses sin tener en cuenta mi Divina Voluntad, porque a todos os creé para un fin determinado. ¿De qué manera os presentaréis el día que os llamé? Trabajad por vuestra salvación luchando contra vuestra naturaleza humana, tan inclinada para el mal, porque según el mérito de vuestras obras, recibiréis el premio o el castigo. El infierno existe y no en la tierra, como lo piensan algunos, allí el llanto y el crujir de dientes se vuelve insoportable para los condenados, lamentando incesantemente el no haber aprovechado las oportunidades que les di para salvarse. Porque os amo, os prevengo del horror del hades.
Estáis a tiempo para convertiros, del pecado a la Gracia, y ganaros el cielo como estado de delicias prometido, en recompensa a vuestro sacrificio.
(El condenado no se arrepiente ni puede arrepentirse, porque en la eternidad son imposibles los cambios sustanciales.
Nadie puede cambiar el último fin libremente elegido en este mundo.
La muerte nos dejará fosilizados en el bien o en el mal, según nos encuentre en el momento de producirse.
Si nos encuentra en gracia de Dios, la muerte nos fosilizará en el bien: ya no podremos pecar jamás, ya no podremos perder a Dios. Pero si la muerte nos sorprende en pecado mortal, quedaremos fosilizados en el mal, ya no podremos arrepentirnos jamás).
Entonces dirá también a los de su izquierda: ``Apartaos de mí, malditos, Id al fuego eterno que ha sido preparado para el diablo y sus ángeles.
Allí será el llanto y el crujir de dientes.
GUSANO QUE NO MUERE, Y FUEGO QUE NO SE APAGA
Mateo 25:41
Lucas 13:28
Marcos 9:48
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