lunedì 7 marzo 2016

SOLO GESU'!

Solo Gesù toglie i peccati del mondo...

Noi preghiamo così:

Gloria a Dio nell'alto dei cieli. 
E pace in terra agli uomini di buona volontà. 
Noi Ti lodiamo. Ti benediciamo. 
Ti adoriamo. Ti glorifichiamo. 
Ti rendiamo grazie per la tua gloria immensa. 
Signore Iddio, Re del cielo, Dio Padre onnipotente. 
Signore, Figlio unigenito, Gesù Cristo. 
Signore Iddio, Agnello di Dio, Figlio del Padre. 
Tu che togli i peccati del mondo, abbi pietà di noi. 
Tu che togli i peccati del mondo, accogli la nostra supplica. 
Tu che siedi alla destra del Padre, abbi pietà di noi. 
Poiché Tu solo il Santo. 
Tu solo il Signore. 
Tu solo l'Altissimo, Gesù Cristo. 
Con lo Spirito Santo  nella gloria di Dio Padre. Amen.


*****
SCONVOLGENTE!

http://www.conchiglia.us/XVA3MDC/VATICANO/15.313_PAPA_Em_BENEDETTO_XVI__14a_Parte_La_medaglia_blasfema_e_la_preghiera_non_cattolica_di_Bergoglio_11.06.15.pdf


Pecados opuestos a la fe: infidelidad, herejía, apostasía y blasfemia (infieles-impíos-herejes-apóstatas)


CATECISMO DE LA SUMA TEOLOGICA

Sección Segunda (II – II, q. I – CLXXXIX) Estudio concreto de los medios que debe emplear el hombre para volver a Dios


De los actos buenos y malos en particular. Virtudes teologales

— ¿Cuáles son las más notables entre las virtudes y aquellas cuyos actos tienen mayor trascendencia? 
— Las teologales. 

— ¿Por qué? 
— Porque mediante ellas se encamina el hombre al fin sobrenatural en la medida que puede y debe pro-curárselo en este mundo. 

— Luego sin las virtudes teologales, ¿no puede el hombre ejecutar actos meritorios de premio sobrenatural? — No señor. 

— ¿Cuántas y cuáles son? 
— Tres: Fe, Esperanza y Caridad.


II

 De la naturaleza de la fe. Fórmula y cualidades de su acto. El Credo. Pecados opuestos a la fe: infidelidad, herejía, apostasía y blasfemia.


— ¿Qué cosa es fe
— Una virtud sobrenatural por cuyo influjo el entendimiento adhiere inquebrantablemente y sin temor de errar a Dios corno fin y objeto de la eterna bienaventuranza, y a las verdades por El reveladas, aunque no las comprenda (I, II, IV). 

— ¿Cómo puede el entendimiento admitir de modo tan absoluto verdades que no entiende? 
— Basándose en la autoridad de Dios que ni puede engañarse ni engañarnos (I, 1). 

— ¿Por qué Dios no puede engañarse ni engañarnos? 
— Porque es la verdad por esencia (I, 1; IV, 8). 

— ¿Cómo podemos cerciorarnos de cuáles sean las verdades reveladas por Dios? 
— Mediante el testimonio de aquellos a quienes se las reveló, o confió el depósito de la revelación (I, 6-10). 

— ¿A quiénes las reveló? 
— Primeramente, a Adán en el Paraíso; más tarde, a los Profetas del Antiguo Testamento; por último, a los Apóstoles en tiempo de Jesucristo (I, 7). 

— ¿Cómo lo sabemos? 
— Por las aseveraciones bien comprobadas de la historia que refiere el hecho de la revelación sobrenatural, y los milagros realizados por Dios en testimonio de su autenticidad. 

— ¿Es el milagro prueba concluyente de la intervención sobrenatural divina? 
— Sí señor; puesto que es acto propio de Dios y ninguna criatura puede realizarlo con sus propios medios. 

— ¿En dónde se halla escrita la historia de la revelación y de otros hechos sobrenaturales de Dios? 
— En la Sagrada Escritura, llamada también la Biblia. 

— ¿Qué entendéis por Sagrada Escritura? 
— Una colección de libros divididos en dos grupos, llamados Antiguo y Nuevo Testamento. 

— ¿Son acaso estos libros resumen y compendio de todo lo que se ha escrito? 
— No señor; porque los demás libros fueron escritos por los hombres, y éstos por el mismo Dios. 

— ¿Qué significa que fueron escritos por el mismo Dios?
— Que Dios es su Autor principal, y para escribirlos utilizó, a manera de instrumentos, a algunos hombres por El elegidos.

— Luego, ¿es divino el contenido de los Libros Santos? 
— Atendiendo al primer original autógrafo de los escritores sagrados, Sí señor; las copias lo son en la medida en que se conformen con el original.

 — Luego la lectura de estos libros, ¿equivale a escuchar la palabra divina? 
— Sí señor. 

— ¿Podemos equivocar y torcer el sentido de la divina palabra? 
— Sí señor; porque si bien en la Sagrada Escritura hay pasajes clarísimos, también abundan los difíciles y oscuros. 

— ¿De dónde proviene la dificultad de entender la palabra divina? 
— En primer lugar, de los misterios que encierra, puesto que en ocasiones enuncia verdades superiores al alcance de las inteligencias creadas, y que solamente Dios puede comprenderlo; proviene además de lo difícil que se hace interpretar libros antiquísimos, escritos primeramente para pueblos que tenían idioma y costumbres muy diferentes de los nuestros; finalmente, de las equivocaciones que hayan podido deslizarse, bien en las copias de los originales, bien en las traducciones sobre ellas calcadas, y en sus copias. 

— ¿Hay alguien que esté seguro de no equivocarse al interpretar el sentido de la palabra de Dios consignada en la Santa Biblia? 
— Sí señor; el Romano Pontífice, y con él la Iglesia Católica en el magisterio universal (I, 10). 

— ¿Por qué? 
— Porque Dios ha querido que fuesen infalibles. 

— ¿Y por qué lo quiso? 
— Porque, si no lo fuesen, carecerían los hombres de medios seguros para alcanzar el fin sobrenatural a que están llamados (Ibíd.). 

— Por consiguiente, ¿qué entendemos al decir que el Papa y la Iglesia son infalibles en materia de fe y costumbres? 
— Que cuando enuncian e interpretan la palabra divina, ni pueden engañarse ni engañarnos en lo referente a lo que estamos obligados a creer y practicar para conseguir la bienaventuranza eterna. 

— ¿Existe algún compendio de las verdades esenciales de fe? 
— Sí señor; el Credo, o Símbolo de los Apóstoles (I, 6). Helo aquí conforme lo reza diariamente la Iglesia: 


"Creo en Dios Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra; y en Jesucristo su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido del Espíritu Santo; nació de la Virgen María; padeció debajo del poder de Poncio Pilatos, fue crucificado, muerto y sepultado; descendió a los infiernos; al tercer día resucitó de entre los muertos;
subió a los cielos y está sentado a la diestra de Dios Padre Todopoderoso;
desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne, la vida eterna. Amén"

— ¿Es la recitación del Credo o Símbolo de los Apóstoles el acto de fe por excelencia? 
— Sí señor; y nunca debemos cesar de recomendar a los fieles su práctica diaria. 

— ¿Podréis indicarme alguna otra fórmula breve, exacta y suficiente para practicar la virtud de la fe sobrenatural? 
— Sí señor; he aquí una en forma de plegaria: "Dios y Señor mío; fiado en vuestra divina palabra, creo todo lo que habéis revelado para que los hombres, conociéndoos, os glorifiquen en la tierra y gocen algún día de vuestra presencia en el cielo". 

¿Quiénes pueden hacer actos de fe? 
Solamente los que poseen la correspondiente virtud sobrenatural (IV, V). 

— Luego, ¿no pueden hacerlos los infieles
— No señor; porque no creen en la Revelación, bien sea porque, ignorándola, no se entregan confiados en las manos de Dios ni se someten a lo que de ellos exige, o porque, habiéndola conocido, rehusaron prestarle asentimiento (X). 

— ¿Pueden hacerlos los impíos
— Tampoco, porque si bien tienen por ciertas las verdades reveladas fundados en la absoluta veracidad divina, su fe no es efecto de acatamiento y sumisión a Dios, a quien detestan, aunque a pesar suyo se vean obligados a confesarlo (V, 2, ad 2). 

— ¿Es posible que haya hombres sin fe sobrenatural que crean en esta forma? 
— Sí señor; y en ello imitan la fe de los demonios (V, 2). 

— ¿Pueden creer los herejes con fe sobrenatural? 
— No señor; porque, aunque admiten algunas verdades reveladas, no fundan el asentimiento en la autoridad divina, sino en el propio juicio (V, 3). 

— Luego los herejes, ¿están más alejados de la verdadera fe que los impíos, y que los mismos demonios? 
— Sí señor; porque no se apoyan en la autoridad de Dios. 

— ¿Pueden creer con fe sobrenatural los apóstatas
— No señor; porque rechazan lo que habían creído bajo la palabra divina (XII). 

— ¿Pueden creer los pecadores con fe sobrenatural? 
— Pueden, con tal que conserven la fe como virtud sobrenatural; y pueden tenerla, si bien en estado imperfecto, aun cuando, por efecto del pecado mortal, estén privados de la caridad (IV, 1-4).

— ¿Luego no todos los pecados mortales destruyen la fe? 
— No señor (X, 1, 4). 

— ¿En qué consiste el pecado contra la fe llamado infidelidad? 
— En rehusar someter el entendimiento, por respeto y amor de Dios, a las virtudes sobrenaturales reveladas (X, 1-3). 

— Y siempre que esto sucede, ¿es por culpa del hombre? 
— Sí señor; porque resiste a la gracia actual con que Dios le invita e impulsa a someterse (VI, 1, 2). 

— ¿Concede Dios esta gracia actual a todos los hombres? 
— Con mayor o menor intensidad, y en la medida prefijada en los decretos de su providencia, sí señor. 

— ¿Es grande y muy estimable la merced que Dios nos hace al infundirnos la virtud de la fe? 
— Es en cierto modo la mayor de todas. 

— ¿Por qué? 
— Porque sin fe sobrenatural nada podemos intentar en orden a nuestra salvación, y estamos perpetua-mente excluidos de la gloria, si Dios no se digna concedérnosla antes de la muerte (II, 5-8, IV, 7). 

— Luego cuando tenemos la dicha de poseerla, ¿qué pecado será frecuentar compañías, mantener conversaciones o dedicarse a lecturas capaces de hacerla perder?
 — Pecado gravísimo haciéndolo espontánea y conscientemente, y de cualquier modo acto reprobable, puesto que siempre lo es exponerse a semejante peligro. 

— Luego, ¿nos importa sobremanera elegir con acierto nuestras amistades y lecturas para encontrar en ellas, no rémoras, sino estímulos para arraigar la fe? 
— Sí señor; y especialmente en esta época en que el desenfreno, llamado libertad de imprenta, ofrece tantas ocasiones y medios de perderla. 

— ¿Existe algún otro pecado contra la fe? 
— Sí señor; el pecado de blasfemia (XIII). 

— ¿Por qué la blasfemia es pecado contra la fe? 
— Por ser directamente opuesto al acto exterior de fe, que consiste en confesarla de palabra, y la blasfemia consiste en proferir palabras injuriosas contra Dios y sus santos (XIII, 1). 

— ¿Es siempre pecado grave la blasfemia? 
— Sí señor (XIII, 2-3). 

— La costumbre de proferirlas, ¿excusa o atenúa su gravedad? 
— En vez de atenuarla la agrava, pues la costumbre demuestra que se dejó arraigar el mal en lugar de ponerle remedio (XIII, 2, ad 3).

http://www.statveritas.com.ar/Doctrina/Doctrina-INDICE.htm


LAUDETUR   JESUS  CHRISTUS!
LAUDETUR  CUM  MARIA!
SEMPER  LAUDENTUR!


ESERCITIAMOCI. Militia est vita hominis super terram - “La vida del hombre sobre la tierra es lucha”. (Giobbe 7,1)


Disposizioni abituali dell'anima che vuole  unirsi a Dio 

Nostro contegno riguardo a Dio

Riguardo al Signore devi esercitarti in sette disposizioni principali:

Un amore ardentissimo;
Un timore sommo;
Il rispetto di sua Maestà;
Uno zelo perseverante;
Il ringraziamento e la lode;
Un'ubbidienza pronta e universale;
Un gusto vivo, per quanto è possibile, delle soavità divine.

Devi dunque chiedere continuamente queste disposizioni dicendo:

 - << Buon Gesù, fate ch'io sia, fino nel più intimo del cuore e dell'anima, pervaso d'amore, di timor sommo, di rispetto e di zelo ardente per la gloria vostra, di modo che, geloso del vostro onore, io provi il più violento orrore contro tutti gli oltraggi che vi si fanno, principalmente, o mio Dio, contro quelli che sono stati compiuti in me, da me o per causa mia.
Fate inoltre ch'io vi riconosca e vi adori umilmente come mio Signore e mio Creatore, e che per i vostri benefizi io non cessi di rendervi fervide grazie.
Fate che sempre e in ogni Cosa io vi benedica, vi lodi e vi glorifichi nell'allegrezza e nel giubilo del Cuore; che, ubbidendovi in ogni cosa, io possa, nonostante la mia indegnità e la mia ingratitudine,
gustare eternamente le vostre ineffabili dolcezze cogli angeli e apostoli vostri.>>

Nostro contegno riguardo a noi stessi

Riguardo a te stesso, esercitati in sette altre disposizioni;
Confusione profonda riguardo ai tuoi vizi e ai tuoi difetti;
Dolore acutissimo e amarissimo che ti faccia piangere e deplorare i tuoi peccati, perché hanno offeso Dio e macchiato l'anima tua;
Umiliazione di te stesso con disprezzo: riguardati come un oggetto vile e corrotto e desidera d'esser disprezzato; 
Stretto rigore per macerare il tuo corpo; risoluzione di trattarlo come una sozzura di peccato, anzi come un luogo immondo, una sentina, un ammasso di corruzione;
Odio implacabile contro tutti i tuoi vizi e tutto ciò che t'induce al peccato;
Vigilanza energica sopra tutti i tuoi sensi, tutte le tue azioni e tutte le tue potenze che devi rigorosamente tener disposte al bene;
Discrezione perfetta, ossia moderazione: in tutte le cose osserva diligentemente la giusta misura tra il troppo e il troppo poco, l'esagerato e l'insufficiente, di modo che tu non faccia né più né meno di quello che bisogna.

Nostro contegno riguardo al prossimo

Riguardo al prossimo, esercitati in sette altre disposizioni:

Tenera compassione che ti faccia sentire i mali e gl'incomodi del prossimo come se fossero tuoi;
Dolce piacere del bene che loro avviene come se avvenisse a te stesso;
Paziente tolleranza e perdono dell'ingiurie, che riceverai con calma e perdonerai con tutto il tuo cuore;
Affabilità piena di benevolenza che ti renderà amabile verso tutti ne' tuoi atti e nelle tue parole;
Umile rispetto: preferirai gli altri a te stesso, li onorerai tutti e nel tuo Cuore ti sottometterai a loro come ai tuoi padroni;
Concordia perfetta; per quanto puoi e Dio te lo permette, sii del parere altrui, segui i loro desideri legittimi e considerati come una sola cosa con essi;
Dono della tua vita ad esempio di Gesù: come Lui sarai pronto a dare la salute per tuoi fratelli.
Avrai cura di pregare e di lavorare giorno e notte perché essi s'uniscano intimamente a Gesù e Gesù ad essi.

Tuttavia da questi ultimi consigli non concluderai che tu non debba evitare e fuggire con tutte le tue forze i vizi degli uomini. 
Anzi ogni volta che la compagnia dei cattivi e dei tiepidi può esser per te un pericolo e distoglierti dalla perfezione, devi fuggirli come si fuggono i serpenti e i mostri. 
Perché il carbone più ardente si spegne nell'acqua o si raffredda; invece il più freddo s'accende al contatto d'altri carboni ardenti. Ma se questo pericolo di corruzione non esiste, distogli semplicemente gli occhi dai difetti del prossimo, oppure, se non puoi non vederli, sopportali con compassione, come i tuoi.

Nostro contegno riguardo alle cose temporali

Per regolare la tua condotta riguardo alle cose dell'eternità e delle cose del tempo, procura d'acquistare verso queste ultime le quattro disposizioni seguenti:

Dipòrtati come un pellegrino e uno straniero: considera tutte queste cose esteriori ed estranee a tal segno che gli stessi tuoi abiti ti siano così indifferenti come se fossero nell'India;
Paventa l'abbondanza nella tua vita come un veleno e come un mare che t'inghiottisse;
All'opposto, ama di provare l'indigenza, d'esser nel bisogno: è la scala che fa salire alle eterne ricchezze del Paradiso;
Evita la compagnia, il commercio e il fasto dei ricchi e dei grandi, ma senza disprezzo, Ama solamente la compagnia dei poveri. Sia per te un piacere ricordarti di loro, vederli, conversar con loro.
Sono essi l'immagine di Cristo: con loro, come con dei re, vivi pieno di lieto rispetto e orgoglioso della loro compagnia. 

San Vincenzo Ferreri, cap.III, Tratt. vita spirit. 

<<SPIRITO SANTO, ISPIRAMI.
AMORE DI DIO, CONSUMAMI.
NEL VERO CAMMINO, CONDUCIMI.
MARIA MADRE MIA, GUARDAMI.
CON GESU’ BENEDICIMI.
DA OGNI MALE, DA OGNI ILLUSIONE,
DA OGNI PERICOLO, PRESERVAMI.>>

domenica 6 marzo 2016

SANTA CATERINA DA SIENA

DIFENDIAMO LA VERA CHIESA GUIDATI DA 
SANTA CATERINA DA SIENA




http://www.yeshua.ilbello.com/arc/s.caterina/SANTA%20CATERINA%20DA%20SIENA_%20Tomaselli.pdf

VIENI SIGNORE GESU' 
NOI TI ATTENDIAMO. AMEN.

CON SANT'ANTONIO LA IV DOMENICA DI QUARESIMA 2016 - 6 - marzo


DOMENICA IV DI QUARESIMA
Temi del sermone

– Vangelo della IV domenica di Quaresima: “Con cinque pani”.
– Anzitutto sermone per il predicatore: “Getta il tuo pane”.
– Sermone a riprovazione del peccato: “Giuda, per mezzo di un ragazzo di Adullam, mandò a Tamar un capretto”; i cinque pani, il loro significato.
– Sermone sui cinque cubiti dell’albero della mirra: “Con cinque pani”; i cinque fratelli di Giuda e il loro simbolismo.
– Sermone sulle quattro cose maledette e sui cinque convegni e il loro significato: “Per tre cose freme la terra”.

esordio - sermone per il predicatore

1. “Con cinque pani e due pesci il Signore saziò cinquemi­la uomini” (Gv 6,1-15).
Salomone così parla ai predicatori: “Getta il tuo pane sopra le acque che scorrono e dopo molto tempo lo ritroverai” (Eccle 11,1). Le acque che scorrono sono i popoli che corrono verso la morte. Perciò dice la donna di Tekoa: Tutti scorriamo via come l’acqua (cf. 2Re 14,14).
Dice Isaia: “Questo popolo ha rigettato le acque di Siloe, che scorrono silenziosamente, e ha preferito Rezin e il figlio di Romelia” Facee (Is 8,6). Siloe s’interpreta “inviato”. Quindi le acque di Siloe raffigurano la dottrina di Gesù Cristo, inviato dal Padre. Rigettano quest’acqua coloro che si perdono in desideri terreni e preferiscono Rezin, cioè lo spirito della superbia, e Facee, vale a dire l’impurità della lussuria, e perciò scorrono via come l’acqua nel profondo della geenna.
O predicatore, getta quindi il tuo pane, il pane della predicazione, sopra le acque che scorrono; quel pane di cui dice il vangelo: “Non di solo pane vive l’uomo” (Mt 4,4); e Isaia: “A lui”, al giusto, “è stato dato il pane” (Is 33,16); “e dopo molto tempo”, cioè nel giudizio finale, “lo ritroverai”, cioè ritroverai la ricompensa per quel pane.
Nel nome del Signore io getterò sopra le acque il pane, affidando alla vostra carità un breve sermone sui cinque pani e i due pesci.

i cinque pani e i due pesci

2. “Con cinque pani e due pesci”, ecc. I cinque pani sono i cinque libri di Mosè, nei quali si trovano i cinque nutrimenti spirituali dell’anima. Il primo pane è la riprovazione del peccato nella contrizione; il secondo è la manifestazione del peccato nella confes­sione; il terzo è il disprezzo e l’umi­lia­zione di se stessi nella soddisfazione (penitenza); il quarto è lo zelo per le anime nella predicazione; il quinto è la dolcezza nella contemplazione della patria celeste.
Sul primo pane leggiamo nel primo libro di Mosè, la Genesi, che Giuda mandò un capretto a Tamar per mano di un giovanetto di Adullam (cf. Gn 38,20). Giuda s’inter­preta “colui che confessa”, e raffigura il penitente, che deve mandare un capretto, cioè la riprovazione del peccato, a Tamar, che s’interpreta “amara, trasformata e palma”. Questa è l’anima penitente, e nella triplice interpretazio­ne del nome è indicato il triplice stato dei penitenti: amara si riferisce allo stato degli incipienti, trasfor­mata a quello dei proficienti, e palma allo stato dei perfetti.
Adullamite s’interpreta “testimone con l’acqua”, e indica il pentimento delle lacrime, con le quali il penitente attesta di riprovare il peccato e di non volerlo più commettere per l’avvenire. E così da questa Tamar, come dice Matteo, Giuda potrà generare Fares e Zara (cf. Mt 1,3). Fares s’interpreta “divisione” e Zara “oriente”. Prima infatti il penitente deve staccarsi, dividersi dal peccato e quindi rivolgersi ad oriente, cioè alla luce delle opere buone. Dice il profeta: “Allontànati dal male”, ecco Fares; “e fa’ il bene”, ecco Zara (Sal 36,27).
Sul secondo pane troviamo nel secondo libro di Mosè, l’Esodo, che Mosè, “dopo aver colpito a morte l’egiziano, lo nascose sotto la sabbia” (Es 2,12). Mosè s’interpreta “acquatico” e raffigura il penitente, quasi dissolto nelle acque del pentimento. Egli deve colpire l’egiziano, cioè il peccato mortale, con la contrizione, e nasconderlo sotto la sabbia della confessione. Dice infatti Agostino: “Se tu discopri, Dio copre; ma se tu copri, Dio discopre”. Nasconde l’egiziano colui che svela il suo peccato; lo nasconde, intendo, a Dio e lo svela al sacerdote. Si dice nella Genesi che Rachele nascose gli idoli di Làbano (cf. Gn 31,34). Rachele s’interpreta “pecora”: questa è l’anima penitente che deve nascondere gli idoli di Làbano, cioè i peccati mortali [commessi per istigazione] del diavolo. “Beati coloro, i cui peccati sono stati coperti”, perdonati (Sal 31,1).
Sul terzo pane troviamo nel terzo libro di Mosè, il Levitico, che è comandato ai sacerdoti di gettare la vescichetta della gola [il gozzo] e le penne [degli uccelli sacrificati] nel luogo delle ceneri, al lato orientale (cf. Lv 1,16). Nella vescichetta della gola è indicato l’ardore e la sete dell’avarizia, di cui dice Giobbe: “S’infiammerà la sete contro di lui”, cioè contro l’avaro (Gb 18,9). Nelle penne è raffigurata la vacuità della superbia. “Le penne dello struzzo assomigliano alle penne della cicogna e dello sparviero” (Gb 39,13), cioè del­l’uo­mo contemplativo. Esse vengono gettate nel luogo delle ceneri quando con cuore pentito ripensiamo alla parola della prima maledizione: “Sei cenere e cenere ritornerai” (Gn 3,19). Il lato orientale è la vita eterna, dalla quale siamo decaduti per la colpa dei progenitori. Il penitente quindi si umilia nelle opere di penitenza e scaglia via da sé la vescichetta dell’avarizia e le penne della superbia quando richiama alla mente la sentenza della prima maledizione e piange ogni giorno per essere stato rigettato dallo sguardo degli occhi di Dio.
Sul quarto pane abbiamo nel quarto libro di Mosè, i Numeri, che Finees, afferrato un pugnale, colpì i due fornicatori nelle parti genitali (cf. Nm 25,7-8). Finees raffigura il predicatore che, afferrato il pugnale, cioè la parola della predicazione, deve trafiggere i fornicatori nelle parti genitali affinché, messa a nudo e quasi sbattuta ad essi in faccia la loro turpitudine, si vergognino della scelleratezza commessa. Dice il Signore per bocca del Profeta: “Svelerò sotto i tuoi occhi le tue vergogne” (Na 3,5). E Davide: “Riempi di vergogna la loro faccia” (Sal 82,17).
E infine sul quinto pane abbiamo il quinto libro di Mosè, il Deuteronomio, dove si dice che Mosè dalla pianura di Moab salì al monte Abarim, e lì morì alla presenza di Dio (cf. Dt 34,1.5). Mosè, cioè il penitente, dalla pianura di Moab, che s’interpreta “dal padre”, dalla condotta degli uomini carnali che hanno per padre il diavolo, deve salire sul monte Abarim, che s’interpreta “passaggio”, vale a dire la sublimità della contemplazione, “per passare da questo mondo al Padre” (Gv 13,1). Questi dunque sono i cinque pani dei quali si parla nel vangelo di oggi: “Con cinque pani e due pesci”, ecc.

3. I cinque pani sono anche i cinque cubiti [di altezza] dell’albero della mirra, del quale parla Solino: In Arabia c’è un albero, chiamato mirra, alto da terra cinque cubiti” (cf. Solino, Polyhistor, 46).
Arabia s’interpreta “sacra” e raffigura la santa chiesa, nella quale c’è la mirra della penitenza, che solleva l’uomo al di sopra delle cose terrene di cinque cubiti, raffigurati nei cinque pani evangelici. Essi sono anche i cinque fratelli di Giuda, dei quali Giacobbe dice nella Genesi: “Giuda, i tuoi fratelli ti loderanno” (Gn 49,8): essi sono Ruben, Simeone, Levi, Issacar e Zabulon. Ecco il significato dei loro nomi: Ruben, il vedente; Simeone, l’ascolto; Levi, l’aggiunto; Issacar, la ricompensa; Zabulon, l’abitazione della fortezza.
Quindi Giuda deve avere il fratello suo Ruben, per vede­re nella contrizione con i sette occhi, dei quali dice Zac­caria: “In una pietra” – cioè nel penitente che dev’essere pietra per la costanza e uno per l’unità della fede –, “c’erano sette occhi” (Zc 3,9). Col primo occhio deve vedere il suo passato per piangerlo; con il secondo il futuro per vigilare; col terzo la prosperità per non esaltarsi; col quarto le avversità per non deprimersi; col quinto le cose di lassù per sentirne il gusto; col sesto le cose di quaggiù per sentirne disgusto; col settimo le cose interiori per compiacersene nel Signore.
Giuda deve avere il secondo fratello Simeone, nella confessione, affinché il Signore ascolti la sua voce, come dice Mosè nel Deuteronomio: “Ascolta, Signore, la voce di Giuda” (Dt 33,7); di essa si dice nel Cantico dei Cantici: “La tua voce risuoni ai miei orecchi: dolce è la tua voce” (Ct 2,14).
A questi due fratelli, cioè alla contrizione e alla confessione dei peccati, si aggiunge il terzo, Levi, con la soddisfazione (penitenza o riparazione), affinché la misura della pena corrisponda a quella della colpa: “Fate frutti degni di penitenza” (Lc 3,8). Infatti nel Sinai, che s’interpreta “misura”, fu data la legge. La legge della grazia viene data a colui, la cui penitenza è proporzionata alla colpa.
Giuda abbia anche un quarto fratello, Issacar, per ricevere la ricompensa della beatitudine eterna con il suo fervente zelo per la salvezza delle anime. Invece l’albero che occupa inutilmente la terra, e lo stolto mondano che toglie spazio alla chiesa, non riceverà la ricompensa dell’eterna vita ma la condanna dell’eterna morte.
Ma vi scongiuro, Giuda abbia anche il quinto fratello, Zabulon, perché, dimorando nel luogo della contemplazione insieme con Giacobbe, uomo tranquillo (cf. Gn 25,27), sia fatto degno di provare il gusto della dolcezza celeste. Questi sono i cinque pani, dei quali parla il vangelo di oggi: “Con cinque pani e due pesci”, ecc.

4. I due pesci sono l’intelletto e la memoria, con i quali si devono rendere gustosi i cinque libri di Mosè, per comprendere ciò che leggi e per riporre nel tesoro della memoria ciò che hai compreso.
O anche, i due pesci che vengono estratti dalla profondità del mare per la mensa del re, raffigurano Mosè e Pietro: Mosè, così chiamato dall’acqua dalla quale è stato salvato (cf. Es 2,10), e Pietro il pescatore, innalzato all’apostolato. Al primo fu affidata la sinagoga, al secondo la chiesa. Esse sono raffigurate in Sara e Agar, delle quali si legge nell’epistola di oggi: “Abramo ebbe due figli, uno da Agar e uno da Sara” (Gal 4,22), ecc. La serva Agar, che s’inter­preta “solenne”, raffigura la sinagoga che si gloriava delle osservanze della Legge, come di grandi solennità. Sara, che s’interpreta “brace”, raffigura la santa chiesa, infiammata dal fuoco dello Spirito Santo nel giorno della Pentecoste. Il figlio di Agar, cioè il popolo dei giudei, combatte contro il figlio di Sara, cioè contro il popolo dei credenti.
In altro senso ancora: Sara, che s’interpreta “princi­pessa", è la parte superiore della ragione, che deve coman­dare come padrona alla serva, cioè alla sensualità, raffigurata in Agar, che s’interpreta anche “avvoltoio”. Infatti la sensualità, come l’avvoltoio, va in cerca dei cadaveri dei desideri carnali. Il figlio di Agar, cioè l’impulso carnale, perseguita il figlio di Sara, cioè il dettame della ragione – e questo è appunto ciò che dice l’apostolo: La carne ha desideri contrari allo spirito e lo spirito ha desideri contrari alla carne (cf. Gal 5,17) –, per scacciarla insieme col figlio. Infatti è detto: “Scaccia la serva e il suo figlio” (Gal 4,30).
La carne, ricolma di beni naturali e ricca di cose temporali, insorge contro la padrona, e così avviene ciò che dice Salomone: “Per tre cose freme la terra e neppure la quarta può sopportare: per uno schiavo che diventi re, per uno stolto quando è rimpinzato di cibo, per una donna odiosa che viene condotta in matri­monio, e per una serva che diventa erede della sua padrona” (Pro 30,21-23). Lo schiavo che regna è il corpo recalci­trante. Lo stolto rimpinzato di cibo è l’animo ubriaco di piaceri. La donna odiosa è l’attività peccaminosa, che viene come condotta in matrimonio quando il peccatore cade nelle catene delle cattive abitudini. E così la serva Agar, cioè la sensualità, diventa erede della sua padrona, cioè della ragione. Ma per far crollare questo funesto potere, “il Signore con cinque pani e due pesci saziò cinquemila uomini”.

5. Tutto questo concorda con ciò che leggiamo nell’introi­to della messa: Rallègrati, Gerusalemme, e fate un’adunan­za voi tutti che l’amate (cf. Is 66,10-11). Osserva che, in relazione al numero di cinquemila uomini, anche le adunanze sono cinque: la prima fu celebrata in cielo, la seconda nel paradiso terrestre, la terza sul monte degli Ulivi, la quarta a Gerusalemme e la quinta a Corinto.
Nella prima adunanza nacque la discordia. Il primo angelo, dapprima bianco ma poi divenuto monaco nero, perché prima fu lucifero e poi tenebrifero, seminò la zizzania della discordia tra le schiere dei fratelli. Infatti nel coro della concordia incominciò a cantare l’antifona della superbia, non dal basso ma dall’alto: Salirò al cielo, fino all’al­tez­za del Padre, e sarò uguale all’Altissimo (cf. Is 14,13-14), cioè al Figlio. Ma mentre cantava così forte, le vene del cuore [le coronarie] gli si gonfiarono, e precipitò irreparabilmente perché il firmamento non fu in grado di sostenere la sua superbia.
Nella seconda adunanza del paradiso terrestre nacque la disobbedienza, a causa della quale i nostri progenitori furono sprofondati nella miseria di questo esilio.
Nella terza adunanza del monte degli Ulivi è nata la simonia, che consiste nel comprare o vendere le cose spiri­tuali o ciò che vi è annesso. Che cosa infatti è più spirituale, più santo di Cristo? E noi crediamo che Giuda, vendendo Cristo, sia incorso nel peccato di simonia e che perciò, impiccato al cappio, si sia squarciato il suo ventre (cf. At 1,18). Così ogni simoniaco, se non avrà restituito e non si sarà veramente pentito, impiccato al laccio dell’eterna dannazione, si squarcerà nel mezzo.
Nella quarta adunanza, a Gerusalemme, venne meno la povertà, quando Anania e Saffira, mentendo allo Spirito Santo, sottrassero per sé una parte del ricavato dalla vendita del campo, e così subirono immediatamente la sentenza di un pubblico castigo (cf. At 5,1-10). Allo stesso modo coloro che hanno rinunciato al proprio e che si sono segnati con il sigillo della santa povertà, se vorranno edificare di nuovo la Gerico distrutta, saranno colpiti dai fulmini dell’eterna maledi­zione.
Nella quinta adunanza, di Corinto, venne meno la casti­tà, come si legge nell’epi­stola ai Corinzi: Paolo non esitò a colpire con la sentenza di scomunica, per la rovina della sua carne, quel fornicatore che aveva preso con sé la moglie di suo padre (cf. 1Cor 5,1-5). Voi invece che siete membra della chiesa, cittadini della Gerusalemme celeste, fate le cinque adunanze distruggendo la zizzania della discordia, la frenesia della disobbedienza, la cupidigia della simonia, la lebbra dell’avarizia e l’immondezza della lussuria, per meri­tare anche voi di essere annoverati tra quei cinquemila che furono saziati con i cinque pani e i due pesci, in quanto giunti alla perfezione, indicata appunto nel numero mille. Ce lo conceda colui che è benedetto nei secoli dei secoli. Amen.

VIENI, SIGNORE GESU'