giovedì 19 maggio 2016

Vida de San Celestino V, Papa

SAN PEDRO CELESTINO V, PAPA 

SAN PEDRO CELESTINO V, PAPA - Vidas de los Santos de A. Butler
c. 1215) - No existe figura más patética en la historia de los Papas que la de Pedro di Morone, el anciano ermitaño que, a los cinco meses de pontificado, abdicó voluntariamente y murió cuando era prisionero de su sucesor. Los historiadores han juzgado de diversas maneras su abdicación. Unos alaban la humildad de Celestino V, en tanto que otros le acusan de cobardía. Dante, por ejemplo, le colocó en la antesala del infierno, por haber cometido "la gran cobardía".* La Iglesia ha sido más misericordiosa: Celestino V fue canonizado en 1313 y su fiesta se celebra en todo el occidente.
Pedro era el undécimo de los doce hijos de una pareja de campesinos. Nació hacia el año de 1210 en Isernia, en los Abrazos. Como diese muestras de excepcional inteligencia, su madre, que había quedado viuda, hizo el sacrificio de enviarle a la escuela, a pesar de la oposición de sus parientes. Pedro fue, desde niño, "diferente" a sus compañeros. A los veinte años, abandonó el mundo y se retiró a la soledad de la montaña, donde se construyó una celda tan estrecha, que apenas cabía en ella de pie o acostado. 
A pesar de su deseo de vivir ignorado, recibía, de cuando en cuando, la visita de algunos amigos, quienes acabaron por persuadirle a que recibiese las sagradas órdenes. Pedro se trasladó entonces a Roma, donde fue ordenado sacerdote, pero, en 1246, retornó a los Abruzos. En el camino de vuelta tomó el hábito benedictino, de manos del abad de Faizola, quien le permitió continuar su vida de anacoreta. El santo pasó cinco años en Monte Morone, cerca de Sulmona; pero, en 1251, los vecinos empezaron a talar los bosques de los alrededores y Pedro se refugió con dos compañeros en la soledad de Monte Majella. 
Pronto fueron a reunírsele otros discípulos. Al ver que le era imposible vivir en completa soledad, se resignó a lo inevitable y volvió a Monte Morone, a fin de presidir una comunidad de ermitaños que vivieron, al principio, en celdas separadas y construyeron, más tarde, un monasterio. Pedro redactó para su comunidad una regla muy severa, basada en la de San Benito y, en 1274, obtuvo del Papa Gregorio X la aprobación de su orden, cuyos miembros se llamaron, después, "Celestinos".**
A la muerte de Nicolás IV, la cátedra de San Pedro estuvo vacante durante dos años, pues ninguno de los dos partidos rivales quería ceder. Según se cuenta, el ermitaño de Monte Morone envió a los cardenales, que se hallaban reunidos en Perugia, un mensaje en que les amenazaba con la cólera de Dios si seguían demorando la elección. Para escapar de aquel callejón sin salida, el cónclave eligió Papa a Pedro. 
Los cinco mensajeros que fueron a Morone a comunicarle oficialmente la noticia, encontraron al anciano (Pedro tenía ya ochenta y cuatro años) bañado en lágrimas, pues ya le había llegado la noticia de su elección. El pueblo se regocijó de tener un Papa tan santo y despegado del mundo; muchos veían en su pontificado el principio de la nueva era que había predicho Joaquín de Fiore, en la que reinaría el Espíritu Santo y las órdenes religiosas gobernarían al mundo en la paz y el amor. 
Se dice que doscientas mil personas se reunieron en Aquila para aclamar al nuevo Papa, quien llegó a las puertas de la catedral montado en un borrico, cuyas bridas llevaban el rey de Hungría y el rey de Ñapóles, Carlos de Anjou.
Pero, una vez pasadas la consagración y la coronación, se vio claro que Celestino V no estaba preparado para el oficio pontifical. Su ingenuidad le convirtió en instrumento del rey Carlos, quien, naturalmente, le utilizó en su favor y aun le convenció de que trasladase su residencia a Ñapóles. El Papa ofendió profundamente a los cardenales italianos al negarse a volver a Roma y al crear trece nuevos cardenales, casi todos favorables a los intereses franconapolitanos. 
Por otra parte, Celestino V sabía muy poco latín y apenas conocía el derecho canónico, lo cual le llevó a cometer muchos errores [?]. El movimiento rigorista de los "Spirituali" le consideraba como un enviado del cielo, lo mismo que los cazadores de puestos honoríficos, pues el buen Papa daba [ ? ] a todos cuanto le pedían y llegó incluso a otorgar el mismo beneficio a varios individuos. La confusión que todo esto creó fue inaudita.
Desasosegado y perdido en su propio palacio, Celestino V mandó que le construyesen una celda en el interior de él. Al acercarse el adviento, propuso retirarse definitivamente a dicha celda y dejar que tres cardenales se encargasen del gobierno; pero sus consejeros le hicieron ver que eso equivalía, prácticamente, a crear tres Papas rivales. Consciente de su fracaso, desalentado y abrumado por el cansancio [?], Celestino empezó a cavilar sobre la manera de renunciar a aquella carga insoportable. Aunque la abdicación no tenía precedentes en la historia, el cardenal Gaetani y otros sabios a quienes consultó, le dijeron que era lícita y aun aconsejable, en ciertas circunstancias. 
El rey de Nápoles y algunos otros elementos se opusieron tenazmente; a pesar de ello, el 13 de diciembre de 1294, en un consistorio que tuvo lugar en Nápoles, San Celestino [obligado con fuerza] leyó una solemne declaración de abdicación, en la que alegaba su edad, su ignorancia, su incapacidad y sus maneras y lenguaje de hombre inculto. Inmediatamente después, se quitó las vestiduras pontificias y volvió a revestir el hábito. En seguida, postrándose ante la asamblea, pidió perdón por sus errores y exhortó a los cardenales a repararlos lo mejor posible, mediante la elección de un digno sucesor de San Pedro. La asamblea, muy conmovida, aceptó su renuncia y el santo anciano se retiró gozoso a su convento de Sulmona.
Pero la paz no iba a durar mucho. El cardenal Gaetani, que había sido elegido para sucederle con el nombre de Bonifacio VIII, tuvo que hacer frente a la oposición de un fuerte partido y pidió al rey de Nápoles que enviase a Roma a su predecesor, cuya popularidad podía ayudarle a vencer la oposición. Celestino, al saber la noticia, trató de escapar cruzando el Adriático; pero fue hecho prisionero al cabo de algunos meses de andar errabundo por los bosques. Bonifacio le encerró en una reducida habitación del castillo de Fumone, en las cercanías de Anagni. Ahí murió Celestino V diez meses más tarde, el 19 de mayo de 1296. Se cuenta que acostumbraba decir: "Lo único que yo he deseado en este mundo es una celda y eso es lo que me han dado".
El cuerpo de San Celestino descansa en la iglesia de Santa María del Colle, en Aquila, en los Abrazos, donde había sido consagrado obispo y Papa.
El artículo de Mons. Mann sobre San Celestino en el vol.XVII de Lives of the Popes in the Middle Ages, pp. 247-341, vale por muchos libros. Mons. Mann hace notar que las fuentes más importantes sobre San Celestino son una breve colección de documentos pontificios (el "Registrum" oficial se ha perdido [!!!]), el Opus Metricum, del cardenal Jacobo Gaetani de Stofaneschi, y los materiales biográficos publicados por los bolandistas modernos, en Analecta Bollandiana, vols. IX, X, XVI y XVIII. Véase también F. X. Seppelt, Monumento Celestiniana (1921); B. Cantera, S. Pier Celestino (1892); G. Celidonio, Vita di S. Pietro del Morrone (1896); y J. Hollnister, Die Autobiographie Celestins V, en Rómische Quartalschrijt, vol. XXXI (1923), pp. 29-40. La novela de John Ayscough (Mons. Bickerstaffe-Drew), San Celestino, es un estudio muy sutil del infortunado Papa.
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* L'Inferno, III, 58-61. Pero no es muy seguro que esos versos se refieran a San Celestino.
** No hay que confundirles con los franciscanos "Celestinos". La orden de San Celestino ae extendió por toda Europa. En Francia sobrevivió hasta la Revolución.
+Christus vincit
+Christus regnat
+Christus imperat

Sintesi storica di San Pietro Celestino V, Papa

SAN CELESTINO V


Pietro Angeleri , in seguito chiamato fra' Pietro da Morrone , poi divenuto papa col nome di Celestino V e infine canonizzato comeSan Pietro Celestino , nacque ad Isernia nel 1215 da Angelo Angelerio e Maria Leone, contadini poveri, ma onesti e profondamente religiosi. Penultimo nato di 12 fratelli, dopo la morte prematura del padre Angelerio, si dedicò da ragazzo al lavoro dei campi. Pur non essendo nato a Sulmona, la sua storia si intrecciò fortemente con la nostra città.

Nel 1231 decise di vestire l'abito benedettino, ma insoddisfatto della vita spirituale dell'ordine, a vent'anni, si ritirò da eremita in una grotta nelle vicinanze del fiume Aventino nei pressi di Palena. Nel 1238 andò a Roma, dove fu ordinato sacerdote nel 1241 e celebrò la prima messa nella chiesa di San Pietro in Montorio , tornò in Abruzzo, stabilendosi alle falde del monte Morrone e prendendo come modello di vita S. Giovanni Battista: non beveva vino, non mangiava carne e praticava quattro quaresime l'anno.
Nel 1259 fra' Pietro da Morrone ottene i finanziamenti per costruire l'Abbazia morronese che sorse attorno all'antica chiesetta di S. Maria del Morrone , poi detta di Santo Spirito. Poi verso il 1265 fra' Pietro fece costruire l' Eremo di Sant'Onofrio 

L'eremo dal basso


(patrono degli eremiti), dove si ritirò in preghiera ed eremitaggio solitario. Qui nel luglio del 1294 fu informato dell'avvenuta elezione a Pontefice. La decisione venne presa nel Conclave di Perugia il 5 luglio del 1294 . La cerimonia di inconorazione avvenne il 29 agosto nella basilica di S. Maria di Collemaggio a L'Aquila, sede ancora oggi della "Perdonanza Celestiniana" , e che egli stesso aveva fatto costruire qualche anno prima.

Il fatto rimasto alla storia non è però solo la sua elezione quanto la sua rinuncia al papato dopo soli cinque mesi, esattamente il 13 dicembre 1294 [differenze nella vicenda di Papa Benedetto XVI]. Sull'elezione e sui retroscena della vicenda, che è il cuore della vicenda religiosa e umana di fra' Pietro, ho scritto una pagina a parte che comprende anche il dibattito sul famoso personaggio dantesco "che fece per viltà il gran rifiuto" .
Il suo successore, Bonifacio VIII , protagonista di numerose e poco nobili vicende, arrivò ad imprigionarlo nella rocca di Fumone (Frosinone) dove morì solo e dimenticato il 19 maggio del 1296 .
La fama di Celestino, tuttavia, non morì e nel maggio del 1313 , fra' Pietro venne elevato agli onori degli altari col nome di San Pietro del Morrone , con solenne cerimonia nella cattedrale di Avignone e alla presenza di Clemente V. Il festeggiamento avviene il 12 giugno , ma i pellegrini si recano negli eremi della regione anche il 19 maggio , giorno della sua morte. L'ordine dei Celestini fu istituito nel 1274 da Gregorio X (prima quindi della sua elezione) e arrivò a in 96 monasteri italiani e 21 francesi. L'ordine scomparve in Francia nel 1789 e in Italia nel 1807.
Esistono in Abruzzo altre testimonianze della presenza di Celestino: la chiesetta della Croce in località Cerreto, il monastero di Santo Spirito a Maiella (Roccamorice - PE), che fece ricostruire dopo un lungo periodo di abbandono, San Giovanni dell'Orfento , in cui visse per nove anni dal 1284 al 1293, S. Croce al Morrone (Sulmona), secondo romitorio fatto costruire dopo quello di S. Maria Morronese e infine sempre nella stessa zona S. Maria de Criptis (delle grotte), nominata anche in un documento del '500 e vicina alla grotta abitata da Celestino.


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Altra fonte: https://it.wikipedia.org/wiki/Papa_Celestino_V

Per una biografia più estesa si può vedere  qui


LE MERAVIGLIE DI LOURDES


LOURDES: 

UNA SORPRESA


Vivaio di Vittorio Messori


...Quattordicesimo punto. 
Mettiamo per ultimo questo punto che non è però tra i minori ma è, anzi, tra quelli più significativi. Qui si tratta di luce e di tenebre. 

Copiamo quanto dice Malou nei suoi consigli: << Bisogna che la luce avvolga Maria come una aureola. La luce, perché simbolo della purezza, dell’innocenza, della santità conviene perfettamente al soggetto >>  
Ma, si chiede il nostro autore, <<bisogna anche rappresentare le tenebre? >>. 

Ecco la risposta: <<Se il pittore può tratteggiare, nel suo quadro, il contrasto tra la luce che circonda la Vergine e le tenebre che coprono la terra, ebbene quel pittore aggiungerà alla immagine dell’Immacolata un elemento molto significativo>>. 

Continua Malou: <<Nel linguaggio ordinario ecclesiale si dice che le terre non cristiane sono ancora “avvolte nelle tenebre“. Dunque , tra le beatissima Maria, preservata dal peccato, e gli altri esseri, tutti infettati sin dall’origine, c’è una diversità che l’artista può indicare con il contrasto tra luce e tenebre>> 

Impressionante, davvero, confrontare queste espressioni con quanto avverrà nel 1858. La grotta di Massabielle è rivolta in pieno nord, in essa dunque non penetra mai il sole e i suoi anfratti sono bui, soprattutto nelle giornate invernali di cielo coperto. 
Su questo scenario oscuro, ecco il contrasto. Bernadette ha testimoniato che, prima che la Vergine apparisse, una luce << dolce e forte come quella del sole ma non abbagliante >> illuminava la nicchia. 

L’Apparsa appariva circondata dal chiarore 
<< come da un’aureola >>, giusto come consigliava mons. Malou. Il contrasto tra l’ogiva luminosa dell’apparizione e il buio della grotta era tale che, parole di Bernadette  << quando l’apparizione finisce, la Signorina si allontana, la luce piano piano si spegne e io devo sfregarmi gli occhi per vedere di nuovo bene, come uno che in una bella giornata soleggiata entra in una camera buia >>. 
Nota, qui, René Laurentin, il grande lourdologue, come chiamano in Francia gli studiosi degli eventi del 1858 : <<Senza, ovviamente, saperlo, Bernadette sembra echeggiare la visione dell’Apocalisse: “Apparve poi un segno grandioso: una donna vestita di sole“ ( 12,1 ).
Non resta che concludere con la constatazione di Pierre Corbin, lo studioso di iconografia e di simbologia che più volte citammo: << E’ un fatto oggettivo: una delle prove più forti che la Santissima Vergine Immacolata è davvero apparsa a Bernadette sta nella descrizione che ella ce ne ha dato. Dove sbagliarono grandi teologi, grandi artisti, grandi esperti non ha sbagliato un’analfabeta di 14 anni, semplicemente raccontandoci ciò che ha visto sotto quella Grotta >>.
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VI PREGO: per approfondire l'argomento e conoscere i punti precedenti  veda:
http://www.vittoriomessori.it/blog/2015/04/15/vivaio-marzo-2015/

http://www.vittoriomessori.it/blog/2015/04/15/vivaio-aprile-2015/
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AVE MARIA!

mercoledì 18 maggio 2016

I NOVISSIMI: MORTE GIUDIZIO INFERNO PARADISO

Oggi alla domanda "Che cosa sono i novissimi?" rivolta a bruciapelo a grandi e meno grandi è difficile avere la risposta giusta. 


SU CERTE “COSE ULTIME“

Il novembre, mese dei morti, è passato da tempo: ma ogni momento è buono per riflettere  su quelle “cose ultime“ che, in realtà, dovrebbero essere al centro della nostra    meditazione, giorno dopo giorno, e non soltanto in certe date. Troppo spesso non è così, oggi, anche tra i credenti. Dunque, parliamone qui, almeno un poco.
Ovviamente, nessun luogo è propizio come un ospedale, per queste salutari riflessioni sulla vita e, soprattutto, sulla morte. Devo dire che, quanto a questo, non ho mancato di portarmi avanti, visto che – come secondo libro – sentii il bisogno di confrontarmi, e non fu facile, con quell’usanza di andarsene alla quale tutti, prima o poi, dobbiamo  adeguarci. Come ha detto qualcuno, è disperante che quando sembra arrivato il tempo di vivere davvero  -raggiunta una certa età, una posizione sociale, messo da parte    un po’ di denaro, un po’ di saggezza nata dall’esperienza– quando si è pronti a vivere, dunque,  ecco che è  il momento di morire. Per questo sorpresi e magari  delusi tanti lettori che, dopo il mio primo saggetto, si aspettavano qualcosa, come dire?, di più gradevole. Anche l’editore sperava di meglio, rispetto al brutale titolo che gli proponevo:Scommessa sulla morte. Ma tant’è: leggere o pubblicare un libro non è, grazie a Dio, un obbligo per alcuno: dunque, prendere o lasciare…. Per chi vuole, ci sono infinite altre possibilità. Quelle che Pascal chiamava, con triste ironia, divertissements: che non sono i nostri “ divertimenti “ bensì  le  deviazioni,  i sotterfugi per rimuovere il pensiero del destino che attende implacabile  tutti noi  che, non a caso, siamo  detti “mortali“.
Venendo ai fatti miei: per certi problemi ortopedici e reumatici  mi è stato prescritto di recente, tra le altre terapie, un ciclo di farmaci somministrati per  fleboclisi . Dunque,  al mattino presto, ecco l’assegnazione di un letto in una stanza con quattro letti,  ecco il rito del pigiama e delle pantofole, l’infilarsi sotto il  lenzuolo, il tendere un braccio  all’infermiere che ti infila un ago nella vena. Ago che un tubicino collega a un flacone posto in alto, sull’apposito trabiccolo accanto al letto. Una pratica, tutti lo sanno,  di assoluta routine in ogni ospedale. Ma il paziente (nome significativo..), il paziente – io, in quel caso-  ignora che il contenuto di quel flacone gli sarà somministrato non solo goccia a goccia ma con estrema lentezza. Soltanto dopo l’introduzione dell’ago, infatti,  mi si comunica che dovrò stare lì, supino, con il braccio teso,  per un minimo di sette ore. Magari, ancor meglio, pure otto: il farmaco che mi si inietta, mi dicono , è assai  “tosto“,  con possibili effetti collaterali anche gravi, dunque va assunto con prudenza, piano piano. Leggere giornali e libri, nel frattempo ? Meglio di no, ti viene detto con aria severa, bisogna stare ben fermi per evitare che l’ago fuoriesca e per non intralciare la discesa dell’enigmatico cocktail  chimico che riempie  il flacone. Meglio anche non mangiare le cose del  vassoio ospedaliero che sarà portato a mezzogiorno: un po’ di digiuno evita i movimenti pericolosi e in ogni caso fa sempre bene.
Così, per tutte quelle ore eccomi (per quella prima volta e per altre che sono seguite) eccomi dunque ad avere come sola occupazione l’attendere  – con lentezza esasperante, soprattutto per il mio temperamento impaziente, com’è d’obbligo per i nati sotto il segno dell’ariete- l’attendere, dunque, che  una goccia si stacchi  dal contenitore e scenda piano piano per il tubicino trasparente per finire il viaggio nella vena. Come colonna sonora, il lamento continuo nel letto accanto di un anziano terribilmente sofferente per una brutta caduta. Lamento che, ad ogni minimo movimento del  poveruomo si trasforma in un urlo straziante che ti risveglia di botto se per caso ti appisoli un momento.
Fissando il flacone mi è riemersa dalla memoria una lettura remota, fatta nei primissimi tempi della mia scoperta di un vangelo che rifiutavo senza conoscerlo, come oggi avviene a tanti, forse alla maggioranza. La lettura, cioè, di quello che fu per almeno due secoli uno straordinario best e long seller religioso, tradotto in tutte le lingue:  l’Apparecchio alla morte di Sant’Alfonso Maria de’Liguori. Colui, cioè, che ci ha liberati dai rigori del giansenismo, tenendo al contempo a bada i cedimenti del lassismo: un grande maestro della via mediana, un santo a me particolarmente caro in quanto conferma autorevole del doveroso et-et cattolico .
Di quel libro insieme terribile e consolante ricordavo soprattutto due cose. La prima, l’ammonimento a non accumulare tesori  di cui nulla potremo portare con noi e che   dovremo lasciare a parenti spesso avidi e litigiosi. Di recente, fp ha ricordato un detto piemontese che sentiva nella sua famiglia piemontese  e che non sarebbe dispiaciuto al santo napoletano: << Il sudario dei morti non ha le tasche >>. L’ammonimento di Alfonso ai benestanti era anche  perché, tra tanti poveri che morivano di fame, non si cibassero di cose in gran quantità e di ricercata qualità. Il cadavere di chi è  grasso – e, per un uomo del Settecento solo i danarosi  lo erano – sarà ancora più ripugnante. Perche, dice senza eufemismi né complimenti il nostro Napoletano, a causa di tutta quella carne accumulata nei banchetti e nei mille cedimenti alla gola, gravius foetent divitum corpora, i corpi dei ricchi puzzano di più. Un’espressione, come si vede,  brutale, in ogni caso  politicamente scorrettissima,  in quanto rifiuta ogni eufemismo e dice (cosa che troppo spesso neanche i cattolici sanno più fare) le cose come stanno davvero. E senza seguire le ipocrisie della nostra cultura che ha colpito di interdetto – si vedano i necrologi sui giornali – il semplice << è morto >> , e si nasconde dietro gli <<non è più tra noi>>, << è mancato >>, << è scomparso >>,  << ci ha lasciati >>, <<vive ancora>> e così via coi patetici esorcismi che portano persino i medici a censurarsi. Nel loro linguaggio, infatti, la morte  non ha il suo nome   da tutti e subito compreso, e a tutti sgradito, ma quello da specialisti che capiscono il latino: exitus. Comunque anche per la sua crudezza, quella di sant’Alfonso è un’espressione estremamente efficace: non a caso,  dopo averla letta una prima volta  sono passati i decenni ma  non l’ho più dimenticata. Se ne prendessero esempio tante omelie soporifere, piene di impotenti buonismi e di innocui appelli a dialoghi e accoglienze o anche – per i preti,  ultimi orfani degli anni Settanta, col suo marxismo   ridotto ad archeologia industriale – o anche  di  esortazioni  all’impegno sociale e alle “lotte”, naturalmente sempre e solo “per gli ultimi“ ! 
E qui , un inciso mi viene spontaneo, non posso non ricordare il cardinal  Giacomo Biffi , allora  arcivescovo di Bologna, che sentii sbuffare, con la consueta ironia, in un incontro che avemmo: <<Ma non c’è più nessuno, nella Chiesa, che , senza essere emarginato, possa preoccuparsi anche dei penultimi ? Peggio ancora: per i terzultimi – pare che essi pure abbiamo un’anima – chi avrà mai il coraggio di darsi da fare?…>>
Quando capiranno, tanti  nostri pastori, come capirono i loro confratelli  per secoli e secoli, che la vera  provocazione, il vero scandalo, in senso evangelico, non è l’indugiare in analisi moralistiche di fatti  di cronaca, magari politica, ma ricordare innanzitutto una realtà terribile o meravigliosa, a seconda della coscienza di chi ascolta? 
Questo tempo  breve che ci è dato, cioè, questi anni che fuggono  sempre più velocemente man mano che l’età avanza, ci sono stato dati solo preparazione all’eternità . Il Codice di diritto canonico ricorda, al termine delle sue articolate e complesse norme per regolare la Chiesa come istituzione, che la struttura è sì necessaria, per  logica stessa dell’Incarnazione, ma non è che  un mezzo per raggiungere lo scopo supremo. Salus animarum suprema lex Ecclesiae esto, ammoniscono i giuristi di quel Codex alla fine del loro lavoro. Tutto l’apparato mondano, tutta la  struttura ecclesiale con il papato, le diocesi, le parrocchie e i rispettivi apparati non ha che un fine ultramondano: adoperarsi per la salvezza del maggior numero possibile di uomini e di donne nell’Aldilà.
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Ma, tornando al mio ospedale: nelle ore che scorrevano lente in quel  letto, non era per le  parole “scorrette “ – secondo l’ipocrisia del mondo-  sui ricchi e la loro  fine  che mi veniva in mente il celeberrimo, un tempo, Apparecchio alla morte.  Guardando il flacone di farmaco che sembrava non svuotarsi mai,  pensavo ad una altra  esortazione, quella centrale del libro di sant’Alfonso : la necessità, per tutti, di  meditare sull’eternità che sta nel futuro comune. Eternità di vita felice ,ma anche di possibile vita infelice, per usare un timido eufemismo. Diceva il  libro, lo ricordo bene (qui cito ad sensum, non riuscendo a ritrovare il testo nell’eccesso di volumi  della mia biblioteca), diceva, dunque, per  cercare di far capire la posta in gioco: << Immagina, lettore, di star fermo, in piedi, davanti a un blocco di durissimo granito alto più di cento piedi. E pensa a un goccia, una soltanto, che vi cade sopra ogni cent’anni. Ebbene, quando le gocce, millennio dopo millennio, avranno perforato tutta quell’alta roccia, sappi che l’eternità non sarà neppure cominciata>>. Immagine, anche questa, tanto cruda quanto efficace. Il gocciolio che mi sovrastava, in  quell’ospedale bresciano, sarebbe durato alcune ore ma sapevo che, comunque, avrebbe avuto  un termine a breve, ogni  stilla che cadeva mi avvicinava all’infermiere che mi avrebbe tolto il pungiglione dell’ago e tolto al contempo dall’immobilità: avevo, da uomo libero,  fatto colazione al mattino, avrei fatto cena, nuovamente libero, alla sera. Ma se non fosse finito mai, proprio mai? Se non ci fosse più stata la speranza  di un termine? Se davanti a me si ergesse  la roccia alta cento piedi, alla quale ne  sarebbero seguite altre, all’infinito?
ETERNITA'
Come càpita, credo, a chiunque , non riesco a meditare sul  concetto di “ eternità “ senza essere colto da una sorta di vertigine. Sant’Alfonso ci esorta a farlo per  sgomentarci, per  metterci in guardia dall’inferno eterno che minaccia i peccatori che si ostinano sino alla fine nei loro errori e che non confidano nell’aiuto di Dio , sempre possibile purché lo si chieda. Ma la stessa eternità la ritroveremo , ci assicura la fede, in paradiso . Dolore senza fine da una parte , gioia senza fine dall’altra . Qui pure   vengono, a pensarci dei  brividi: ma di quelli da augurare a noi e agli altri.  Mi viene in mente il frammento di un altro autore cristiano, morto pochi decenni dopo  del santo napoletano, mi viene in mente, cioè l’annotazione esultante del solito Pascal : << Eternamente felici in Cielo  per un poco di esercizio in Terra! >>. Eh, sì , vale  davvero la pena – per trovare sia salutare spavento che confortante attesa-  di riflettere almeno un poco su infinito ed eternità  .
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In ospedale càpita , ovviamente, di intravedere morti. Dico intravedere perché, appena spirati, un infermiere li copre subito  con un lenzuolo, in attesa che intervengano quelle che , con un termine barocco giunto sino a noi, chiamano “pompe funebri “. Non si capisce se quella frettolosa copertura del cadavere sia una reazione  di rispetto o di timore: la fretta affannosa di nascondere la morte, quel rimuoverla come se non esistesse che contrassegna la nostra cultura.
Ecco, mi viene da pensare davanti a ogni cadavere, ecco : ora costui “sa”. I morti, ed essi solo , sono i veri sapienti. Varcata la soglia dell’Aldilà, l’ignorante, l’analfabeta , l’anonimo ne sa all’istante infinite  volte di più del  grande, famoso filosofo o, in generale, pensoso ed ascoltato intellettuale. Costoro, su ciò che conta, sul mistero del vivere e del morire , possono  solo avanzare ipotesi, tanto più illusorie quanto più sofisticate. Il morto, invece, ogni morto, non ipotizza ma vede, constata . Appunto, “sa“. Comprende di colpo come stiano davvero le cose, in Terra come in Cielo. Dunque, quel vecchietto che ieri ho visto agonizzare, quell’omino che a medici e infermieri sapeva parlare solo in dialetto e probabilmente non sapeva che significasse pensare se non per affrontare  i semplici eventi della sua anonima vita quotidiana; dunque, ora lo intravedo morto e la fede mi assicura che adesso ne sa mille volte di più  non solo di me ma anche di un grande maestro di filosofia, di un premio Nobel, dell’autore di molti saggi riveriti, dall’aspetto profondo e in realtà ingannevoli .
Credo che anche ai  sapienti secondo il mondo la misericordia del Cristo aprirà le porte del paradiso,  ma solo dopo aver constatato e dunque riconosciuto, con umiltà,    che quella loro sapienza era troppo spesso quella di ciechi alla guida di  altri ciechi.
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Restando in tema , mi va ora di parlare un poco di sant’Andrea Avellino. Chi era costui ? Sospetto che anche molti cattolici, pur praticanti, ne conoscano soltanto  il nome : e magari neanche quello . Dunque, occorre  un piccolo promemoria. Vissuto nel Cinquecento, lucano  di Potenza,  avvocato in giovinezza,  si fece Teatino, sacerdote cioè  della famiglia religiosa appena fondata che ebbe un grande ruolo nella lotta contro l’eresia protestante e nella successiva  riforma cattolica. Una curiosità: l’ardita,  grande cupola (ora in restauro dopo l’incendio) della cappella che, a Torino, custodisce la Sindone e sovrasta la cattedrale della città,  fu costruita da padre Guarino Guarini , uno dei maestri del barocco, nonché  frate teatino. Nella giovane Congregazione, il già avvocato Avellino lavorò senza badare a fatiche e a rischi . Addirittura  fu vittima di due aggressioni che, nelle intenzioni, dovevano essere  mortali: lo si voleva uccidere per vendicarsi delle severe riforme che aveva imposto a monasteri, sia maschili che femminili, dove le regole erano assai rilassate. A tal punto era degradata la vita religiosa: si poteva giungere all’omicidio pur di non rinunciare agli agi e ai vizi dei conventi. Malgrado l’impegno febbrile arrivò ad età avanzata. Aveva già superato gli ottanta quando, celebrando all’alba la messa , ancora in forze e apparentemente in buona salute, fu fulminato da un infarto  e si accasciò sull’altare con nelle mani l’ostia appena consacrata .
Da questa morte (la più bella, in fondo, per un sacerdote come lui, innamorato della divina liturgia) nacque il culto: fu invocato come difensore dalle morti improvvise, fu pregato come intercessore perché la morte non ci colga impreparati, perché si abbiano il tempo e le forze per ricevere i tre sacramenti pegni di salvezza . La confessione, l’eucaristia , l’unzione degli infermi.
La mia famiglia non era religiosa ma, tra le poche tracce di devozione – o presunta tale – mi colpiva l’invocazione o, meglio l’interiezione , di alcune mie parenti alla notizia di qualche morte improvvisa. Sant’Andrea Avelein!, esclamavano storpiandone il nome, mentre io mi chiedevo chi fosse quel tale. Ebbi poi, ovviamente. l’occasione di conoscerlo e, così,  ormai da molto tempo, è tra i santi di cui ogni sera  chiedo l’intercessione . Ne faccio con reverenza il nome ovviamente  dopo quello , illustre tra tutti, di san Giuseppe “patrono  della buona morte“ : e non a caso, essendo spirato, secondo la Tradizione, nella sua casa di Nazaret , avendo al capezzale la Sposa Maria e il figlio Gesù. Quale assistenza più eccelsa ? 
Sant’Andrea è colui che intercede per la grazia che la maggioranza dei nostri contemporanei non solo non desidera ma rifiuta spaventata. Interrogando la gente , se si ha il coraggio (ne occorre, visto il divieto sociale anche solo di accennare a questo) il coraggio, dunque, di chiedere come vorrebbero  morire , la risposta della maggioranza è : nel sonno, di colpo, senza accorgermene. E’ proprio ciò che il cristiano  dovrebbe  chiedere al santo lucano di evitarci : gli si domanda di intercedere per permetterci di  “vivere la morte“ , preparandoci in modo adeguato, accompagnati dalla preghiera di chi ci vuol bene  e dai sacramenti della Chiesa. L’ossessione attuale del viaggio turistico porta tanti a perdere tempo e fatiche per la richiesta di passaporti, di visti , di vaccinazioni, di informazioni, di prenotazioni, magari di abiti adeguati al clima dell’esotico luogo dove si desidera andare. E proprio per il viaggio definitivo, quello senza ritorno,  quello che ci condurrà nella dimensione eterna , proprio per quello non solo non cerchiamo ma rifiutiamo la preparazione adeguata?
Vivaio- Gennaio 2015 Il Timone, di Vittorio Messori

Testo della meditazione che il Santo Padre Benedetto XVI ha tenuto il 5.10.2009 al Sinodo


Il Papa: "Le cose più grandi della vita — Dio, amore, verità — sono gratuite. Dio si dà nel nostro cuore..."


Pubblichiamo di seguito il testo della meditazione che il Santo Padre Benedetto XVI ha tenuto questa mattina alle ore 9, nell’Aula del Sinodo, nel corso della prima Congregazione Generale della II Assemblea speciale per l’Africa del Sinodo dei Vescovi, dopo la lectio brevis dell’Ora Terza:

PAROLE DEL SANTO PADRE

Cari fratelli e sorelle,

abbiamo dato inizio ora al nostro incontro sinodale invocando lo Spirito Santo e sapendo bene che noi non possiamo in questo momento realizzare quanto c'è da fare per la Chiesa e per il mondo: solo nella forza dello Spirito Santo possiamo trovare quanto è retto e poi attuarlo. 
E tutti i giorni inizieremo il nostro lavoro invocando lo Spirito Santo con la preghiera dell'Ora Terza «Nunc sancte nobis Spiritus». 
Perciò vorrei adesso, insieme con voi, meditare un po' questo inno, che apre il lavoro di ogni giorno, sia adesso nel Sinodo, ma anche dopo nella vita nostra quotidiana.

«Nunc sancte nobis Spiritus». 
Noi preghiamo che la Pentecoste non sia solo un avvenimento del passato, il primo inizio della Chiesa, ma sia oggi, anzi adesso: «nunc sancte nobis Spiritus». Preghiamo che il Signore adesso realizzi l'effusione del suo Spirito e ricrei di nuovo la sua Chiesa e il mondo. Ci ricordiamo che gli apostoli dopo l'Ascensione non hanno iniziato — come forse sarebbe stato normale — a organizzare, a creare la Chiesa futura. Hanno aspettato l'azione di Dio, hanno aspettato lo Spirito Santo. 

Hanno compreso che la Chiesa non si può fare, che non è il prodotto della nostra organizzazione: la Chiesa deve nascere dallo Spirito Santo. Come il Signore stesso è stato concepito ed è nato dallo Spirito Santo, così anche la Chiesa deve essere sempre concepita e nascere dallo Spirito Santo. 

Solo con questo atto creativo di Dio noi possiamo entrare nell'attività di Dio, nell'azione divina e collaborare con Lui. In questo senso, anche tutto il nostro lavoro al Sinodo è un collaborare con lo Spirito Santo, con la forza di Dio che ci previene. E sempre dobbiamo di nuovo implorare il compiersi di questa iniziativa divina, nella quale noi possiamo poi essere collaboratori di Dio e contribuire a far sì che di nuovo nasca e cresca la sua Chiesa.

La seconda strofa di questo inno — «Os, lingua, mens, sensus, vigor, / Confessionem personent: / Flammescat igne caritas, / accendat ardor proximos» — è il cuore di questa preghiera. Imploriamo da Dio tre doni, i doni essenziali della Pentecoste, dello Spirito Santo: confessio, caritas, proximos. Confessio: c'è la lingua di fuoco che è "ragionevole", dona la parola giusta e fa pensare al superamento di Babilonia nella festa di Pentecoste. La confusione nata dall'egoismo e dalla superbia dell'uomo, il cui effetto è quello di non poter comprenderci più gli uni gli altri, va superata dalla forza dello Spirito, che unisce senza uniformare, che dà unità nella pluralità: ciascuno può capire l'altro, anche nelle diversità delle lingue. Confessio: la parola, la lingua di fuoco che il Signore ci dà, la parola comune nella quale siamo tutti uniti, la città di Dio, la santa Chiesa, nella quale è presente tutta la ricchezza delle diverse culture. Flammescat igne caritas. 

Questa confessione non è una teoria ma è vita, è amore. Il cuore della santa Chiesa è l’amore, Dio è amore e si comunica comunicandoci l'amore. E infine il prossimo. La Chiesa non è mai un gruppo chiuso in sé, che vive per sé come uno dei tanti gruppi che esistono nel mondo, ma si contraddistingue per l'universalità della carità, della responsabilità per il prossimo.

Consideriamo uno per uno questi tre doni. 
Confessio: nel linguaggio della Bibbia e della Chiesa antica questa parola ha due significati essenziali, che sembrano opposti ma che in effetti costituiscono un'unica realtà. Confessio innanzitutto è confessione dei peccati: riconoscere la nostra colpa e conoscere che davanti a Dio siamo insufficienti, siamo in colpa, non siamo nella retta relazione con Lui
Questo è il primo punto: conoscere se stessi nella luce di Dio. Solo in questa luce possiamo conoscere noi stessi, possiamo capire anche quanto c'è di male in noi e così vedere quanto deve essere rinnovato, trasformato. Solo nella luce di Dio ci conosciamo gli uni gli altri e vediamo realmente tutta la realtà.

Mi sembra che dobbiamo tener presente tutto questo nelle nostre analisi sulla riconciliazione, la giustizia, la pace. Sono importanti le analisi empiriche, è importante che si conosca esattamente la realtà di questo mondo. Tuttavia queste analisi orizzontali, fatte con tanta esattezza e competenza, sono insufficienti. Non indicano i veri problemi perché non li collocano alla luce di Dio. Se non vediamo che alla radice vi è il Mistero di Dio, le cose del mondo vanno male perché la relazione con Dio non è ordinata. E se la prima relazione, quella fondante, non è corretta, tutte le altre relazioni con quanto vi può essere di bene, fondamentalmente non funzionano. Perciò tutte le nostre analisi del mondo sono insufficienti se non andiamo fino a questo punto, se non consideriamo il mondo nella luce di Dio, se non scopriamo che alla radice delle ingiustizie, della corruzione, sta un cuore non retto, sta una chiusura verso Dio e, pertanto, una falsificazione della relazione essenziale che è il fondamento di tutte e altre.

Confessio: comprendere nella luce di Dio le realtà del mondo, il primato di Dio e infine tutto l'essere umano e le realtà umane, che tendono alla nostra relazione con Dio

E se questa non è corretta, non arriva al punto voluto da Dio, non entra nella sua verità, anche tutto il resto non è correggibile perché nascono di nuovo tutti i vizi che distruggono la rete sociale, la pace nel mondo.

Confessio: vedere la realtà nella luce di Dio, capire che in fondo le nostre realtà dipendono dalla nostra relazione col nostro Creatore e Redentore, e così andare alla verità, alla verità che salva. Sant'Agostino, riferendosi al capitolo 3° del Vangelo di san Giovanni, definisce l'atto della confessione cristiana con «fare la verità, andare alla luce». Solo vedendo nella luce di Dio le nostre colpe, l'insufficienza della nostra relazione con Lui, camminiamo alla luce della verità. E solo la verità salva. Operiamo finalmente nella verità: confessare realmente in questa profondità della luce di Dio è fare la verità.

Questo è il primo significato della parola confessio, confessione dei peccati, riconoscimento della colpevolezza che risulta dalla nostra mancata relazione con Dio. Ma un secondo significato di confessione è quello di ringraziare Dio, glorificare Dio, testimoniare Dio. Possiamo riconoscere la verità del nostro essere perché c'è la risposta divina. Dio non ci ha lasciati soli con i nostri peccati; anche quanto la nostra relazione con la Sua maestà è ostacolata, Egli non si ritira ma viene e ci prende per mano. Perciò confessio è testimonianza della bontà di Dio, è evangelizzazione. 

Potremmo dire che la seconda dimensione della parola confessio è identica all'evangelizzazione. Lo vediamo nel giorno di Pentecoste, quando san Pietro, nel suo discorso, da una parte accusa la colpa delle persone — avete ucciso il santo e il giusto —, ma, nello stesso momento, dice: questo Santo è risorto e vi ama, vi abbraccia, vi chiama a essere suoi nel pentimento e nel battesimo, come pure nella comunione del suo Corpo. Nella luce di Dio, confessare diventa necessariamente annunciare Dio, evangelizzare e così rinnovare il mondo.

La parola confessio però ci ricorda ancora un altro elemento. Nel capitolo 10° della Lettera ai Romani san Paolo interpreta la confessione del capitolo 30° del Deuteronomio. In quest’ultimo testo sembra che gli ebrei, entrando nella forma definitiva dell'alleanza, nella Terra Santa, abbiano paura e non possano realmente rispondere a Dio come dovrebbero. Il Signore dice loro: non abbiate paura, Dio non è lontano. Per arrivare a Dio non è necessario attraversare un oceano ignoto, non sono necessari viaggi spaziali nel cielo, cose complicate o impossibili. 

Dio non è lontano, non è dall'altra parte dell'oceano, in questi spazi immensi dell'universo. Dio è vicino. È nel tuo cuore e sulle tue labbra, con la parola della Torah, che entra nel tuo cuore e si annuncia nelle tue labbra. Dio è in te e con te, è vicino.

San Paolo sostituisce, nella sua interpretazione, la parola Torah con la parola confessione e fede. Dice: realmente Dio è vicino, non sono necessarie spedizioni complicate per arrivare a Lui, né avventure spirituali o materiali. 

Dio è vicino con la fede, è nel tuo cuore, e con la confessione è sulle tue labbra. È in te e con te. Realmente Gesù Cristo con la sua presenza ci dà la parola della vita. Così entra, nella fede, nel nostro cuore. Abita nel nostro cuore e nella confessione portiamo la realtà del Signore al mondo, a questo nostro tempo. 

Mi sembra questo un elemento molto importante: il Dio vicino. Le cose della scienza, della tecnica comportano grandi investimenti: le avventure spirituali e materiali sono costose e difficili. Ma Dio si dona gratuitamente. Le cose più grandi della vita — Dio, amore, verità — sono gratuite. Dio si dà nel nostro cuore. Direi che dovremmo spesso meditare questa gratuità di Dio: non c'è bisogno di grandi doni materiali o anche intellettuali per essere vicini a Dio. Dio si dona gratuitamente nel suo amore, è in me nel cuore e sulle labbra. 

Questo è il coraggio, la gioia della nostra vita. È anche il coraggio presente in questo Sinodo, perché Dio non è lontano: è con noi con la parola della fede. Penso che anche questa dualità sia importante: la parola nel cuore e sulle labbra. Questa profondità della fede personale, che realmente mi collega intimamente con Dio, deve poi essere confessata: fede e confessione, interiorità nella comunione con Dio e testimonianza della fede che si esprime sulle mie labbra e diventa così sensibile e presente nel mondo. Sono due cose importanti che vanno sempre insieme.

Poi l'inno del quale parliamo indica anche i luoghi in cui si trova la confessione: «oas, lingua, mens, sensus, vigor». Tutte le nostre capacità di pensare, parlare, sentire, agire, devono risuonare — il latino usa il verbo «personare» — la parola di Dio. Il nostro essere, in tutte le sue dimensioni, dovrebbe essere riempito da questa parola, che diventa così realmente sensibile nel mondo, che, tramite la nostra esistenza, risuona nel mondo: la parola dello Spirito Santo.

E poi brevemente altri due doni. 

La carità: è importante che il cristianesimo non sia una somma di idee, una filosofia, una teologia, ma un modo di vivere, il cristianesimo è carità, è amore. Solo così diventiamo cristiani: se la fede si trasforma in carità, se è carità. Possiamo dire che anche lógos e caritas vanno insieme. Il nostro Dio è, da un parte, lógos, ragione eterna. Ma questa ragione è anche amore, non è fredda matematica che costruisce l'universo, non è un demiurgo; questa ragione eterna è fuoco, è carità. In noi stessi dovrebbe realizzarsi questa unità di ragione e carità, di fede e carità. E così trasformati nella carità diventare, come dicono i Padri greci, divinizzati. Direi che nello sviluppo del mondo abbiamo questo percorso in salita, dalle prime realtà create fino alla creatura uomo. Ma questa scala non è ancora finita. L'uomo dovrebbe essere divinizzato e così realizzarsi. L'unità della creatura e del Creatore: questo è il vero sviluppo, arrivare con la grazia di Dio a questa apertura. La nostra essenza viene trasformata nella carità. Se parliamo di questo sviluppo pensiamo sempre anche a questa ultima meta, dove Dio vuole arrivare con noi.

Infine, il prossimo. La carità non è qualcosa di individuale, ma universale e concreta. Oggi nella Messa abbiamo proclamato la pagina evangelica del buon samaritano, in cui vediamo la duplice realtà della carità cristiana, che è universale e concreta. Questo samaritano incontra un ebreo, che quindi sta oltre i confini della sua tribù e della sua religione. Ma la carità è universale e perciò questo straniero in tutti i sensi è per lui prossimo. L'universalità apre i limiti che chiudono il mondo e creano le diversità e i conflitti. Nello stesso tempo, il fatto che si debba fare qualcosa per l'universalità non è filosofia ma azione concreta. Dobbiamo tendere a questa unificazione di universalità e concretezza, dobbiamo aprire realmente questi confini tra tribù, etnie, religioni all'universalità dell'amore di Dio. E questo non in teoria, ma nei nostri luoghi di vita, con tutta la concretezza necessaria. Preghiamo il Signore che ci doni tutto ciò, nella forza dello Spirito Santo. Alla fine l'inno è glorificazione del Dio trino ed unico e preghiera di conoscere e di credere. Così la fine ritorna all'inizio. Preghiamo affinché possiamo conoscere, conoscere diventi credere e credere diventi amare, azione. Preghiamo il Signore affinché ci doni lo Spirito Santo, susciti una nuova Pentecoste, ci aiuti a essere i suoi servitori in questa ora del mondo. Amen.

LUNEDÌ 5 OTTOBRE 2009

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