sabato 20 luglio 2013

Domingo XVI Tiempo Ordinario. - C - San Lucas 10, 38-42. // 21 de Julio 2013 //



"MARTA, MARTA, TE PREOCUPAS 
POR MUCHAS COSAS"






Al punto comprendo que se trata de Magdalena porque como primera cosa, veo que trae un vestido rosa-lila, color de malva. Nada de adornos preciosos. Su cabellera se la ha amarrado tras de la nuca. Parece más joven de cuando llevaba mundanal vida. No tiene esa mirada desvergonzada de "pecadora", ni siquiera la abatida de cuando escuchaba la parábola de la oveja, ni la avergonzada y llorosa de cuando estuvo en la sala del fariseo... Su mirada ahora es tranquila, limpia como la de un niño, su sonrisa serena.

MAGDALENA LANZA UN GRITO DE ALEGRÍA.
"¡YA VINO, MARTA!
 NOS DIJERON LA VERDAD. 
EL RABÍ ESTÁ AQUÍ" 

Está apoyada a un árbol que hay en los límites de la propiedad de Betania y mira hacia el camino. Está aguardando a alguien. Luego lanza un grito de alegría. Se vuelve a la casa y lanza otro, para que la oigan, y luego con su hermosa e inconfundible voz: "¡Ya vino, Marta! Nos dijeron la verdad. El Rabí está aquí" y corre a abrirle el pesado cancel que rechina. No da tiempo de que lo hagan los siervos. Sale al camino con los brazos extendidos, como hace un niño cuando corre al encuentro de su madre: "¡Oh, Raboni!"  y se arrodilla a los pies de Jesús, besándoselos entre el polvo del camino.
"La paz sea contigo. Vengo a descansar bajo tu techo."

EL MAESTRO Y LOS DISCÍPULOS SON RECIBIDOS 
CON MUCHO CARIÑO 
EN LA CASA DE LÁZARO EN BETANIA

"¡Oh, Maestro mío!" repite levantando su cara con una expresión de reverencia, de amor, de alegría, de júbilo.
Jesús le ha puesto la mano sobre la cabeza y parece como de nuevo la absolviera.
Se levanta y al lado de Jesús entra. Los criados y Marta han acudido. Los criados con jarras y vasos, Marta, sólo con su amor.
Los apóstoles, encalorizados, beben de las bebidas preparadas. Quieren ofrecerle a Jesús primero, pero Marta se les adelanta. Toma una taza llena de leche y se la da. Ha de saber que le gusta mucho.

"ID A AVISAR A LOS QUE CREEN, 
QUE ESTA TARDE LES HABLARÉ."

Después que los discípulos han bebido, les dice: "Id a avisar a los que creen, que esta tarde les hablaré."
Los apóstoles se desparraman en diversas direcciones.
Jesús entra en medio de las dos hermanas.
"Ven, Maestro" dice Marta. "Mientras llega Lázaro descansa, y toma algo."

MAGDALENA LAVA Y BESA LOS PIES DE JESÚS  

Entran en una habitación fresca que da al portal sombreado. Regresa Magdalena que había ido a traer una jarra de agua, y a quien sigue un criado con una palangana. Quiere lavarle personalmente los pies. Desata las sandalias polvorientas, se las da al criado para que las limpie junto con el manto. Luego mete los pies en el agua ligeramente teñida de color rosa, los seca y los besa. Luego cambia el agua, y le ofrece otra limpia a Jesús para las manos. Mientras espera al criado con las sandalias, acaricia los pies de Jesús. Antes de ponérselas, los besa, diciendo: "Santos pies que caminasteis tanto por buscarme."
Marta, bastante práctica, pregunta: "Maestro, ¿fuera de tus discípulos vendrá alguien más?"
"No sé exactamente. Pero puedes preparar para otros cinco."
Marta se va.

MAGDALENA SALE JUNTO CON JESÚS. 
CAMINAN POR SENDEROS EN MEDIO DE JARDINES,
HASTA LA FUENTE DONDE HAY PECES.

Jesús sale al jardín sombreado. Trae sólo su vestidura azul oscura. El manto, que cuidadosamente ha doblado Magdalena, se queda sobre un banco de la habitación. Magdalena sale junto con Jesús. Caminan por senderos en medio de jardines, hasta la fuente donde hay peces.
Apenas una que otra salida de los peces, o el chorrito delgadísimo y alto se eleva del grifo, turba el agua tranquilísima. Hay asientos cerca de la amplia piscina de donde salen algunos pequeños caños para irrigación, y creo que uno de ellos sea el que alimente la fuente de los peces, y los demás vayan a regar plantas o flores.
Jesús se sienta teniendo el borde de la piscina enfrente. Magdalena a sus pies, sobre la verde hierba. Al principio ninguno de los dos habla. Se ve que Jesús goza del silencio y del lugar fresco. Magdalena se siente dichosa de contemplarlo.
Jesús juega con el agua. Mete sus dedos, la peina, luego mete toda la mano. "¡Qué bella es esta agua pura!"
Magdalena: "¿Te gusta mucho, Maestro?"
"Sí, porque está muy limpia. Mira, no tiene trazas de fango. El agua está tan pura que parece no haya nada. Podemos leer las palabras que se dicen los pececillos..."
"Como se lee en el fondo de las almas puras. ¿No es así, Maestro?" y da un suspiro.

"¿DÓNDE ESTÁN LAS ALMAS PURAS, MAGDALENA? 
ES MÁS FÁCIL QUE UN MONTE CAMINE 
QUE NO UN HOMBRE SEPA MANTENERSE PURO
 CON LAS TRES CLASES DE PUREZA.

"¿Dónde están las almas puras, Magdalena? Es más fácil que un monte camine que no un hombre sepa mantenerse puro con las tres clases de pureza. Muchas cosas rodean al adulto, fermentan a su alrededor, y no siempre puede impedirse que le penetren. No tenemos más que a los niños que tienen un alma angelical, una alma que ignora lo que puede convertirse en fango. Por esto los amo mucho. Veo en ellos un reflejo de la Pureza infinita. Son los únicos que traen consigo un recuerdo de los cielos.

MI MADRE 
ES LA MUJER DE ALMA DE NIÑO. 

MUCHO MÁS. 
ES LA MUJER CON ALMA ANGELICAL, 
COMO LO FUE EVA 
CUANDO SALIÓ DE LAS MANOS DEL PADRE


MI MADRE
 ES MÁS PURA QUE EL PRIMER LIRIO
 QUE PERFUMÓ LOS VIENTOS. 

SU PERFUME DE VIRGEN INVIOLADA 
LLENA CIELOS Y TIERRA, 

Y AL PERCIBIRLO EN POS DE ÉL 
IRÁN LOS BUENOS
 EN EL CORRER DE LOS SIGLOS.



Mi Madre es la Mujer de alma de niño. Mucho más. Es la Mujer con alma angelical, como lo fue Eva cuando salió de las manos del Padre. ¿Puedes imaginar como habrá sido el primer lirio que floreció en el jardín terrenal? Son tan bellos, como estos que besa el agua. ¡Pero el primero que salió de las manos del Creador! ¿Era flor? ¿Era diamante? ¿Eran pétalos u hojas de plata finísima? Y sin embargo mi Madre es más pura que el primer lirio que perfumó los vientos. Su perfume de Virgen inviolada llena cielos y tierra, y al percibirlo en pos de él irán los buenos en el correr de los siglos.

EL PARAÍSO ES 
LUZ, PERFUME, ARMONÍA. 

PERO SI EN ÉL
 EL PADRE
 NO GOZASE AL CONTEMPLAR A LA TODA HERMOSA 
QUE HACE DE LA TIERRA UN PARAÍSO, 
SI ESTE TUVIERA ALGÚN QUE CARECER DEL LIRIO VIVO 
EN CUYO SENO ESTÁN 
LOS TRES PISTILOS DE FUEGO DE LA DIVINA TRINIDAD, 
SU LUZ, SU PERFUME, SU ARMONÍA, 
SU ALEGRÍA PADECERÍAN MENGUA. 

LA PUREZA DE MI MADRE 
SERÁ LA PIEDRA PRECIOSA DEL PARAÍSO.

El paraíso es luz, perfume, armonía. Pero si en él el Padre no gozase al contemplar a la Toda Hermosa que hace de la tierra un paraíso, si este tuviera algún que carecer del Lirio vivo en cuyo seno estás los tres pistilos de fuego de la Divina Trinidad, su luz, su perfume, su armonía, su alegría padecerían mengua. La pureza de mi Madre será la piedra preciosa del Paraíso. ¡Y qué inmenso es! ¿Qué dirías de un rey que tuviese una sola piedra preciosa en su tesoro? ¿Aunque fuese la joya por excelencia?.

DESPUÉS QUE LA DOCTRINA VERDADERA Y SANTA 
LA CONOZCAN LOS HOMBRES, 

DESPUÉS QUE MI MUERTE 
HAYA DEVUELTO LA GRACIA A LOS HOMBRES, 

PODRÁN LOS ADULTOS CONQUISTAR LOS CIELOS, 
QUE DE OTRO MODO NO,...

¿SERÁ EL PARAÍSO SÓLO DE LOS PEQUEÑUELOS? 
¡OH, NO! 

CONVIENE SER COMO ELLOS, 
PERO TAMBIÉN PARA LOS ADULTOS 
ESTÁ ABIERTO EL REINO.

Cuando habré abierto las puerta del reino de los cielos... -no suspires, para esto he venido- muchas almas de justos y de niños entrarán, sombra de candor, detrás de la púrpura del Redentor. Pero serán pocospara poblar de joyas los cielos y convertirse en ciudadanos de la eterna Jerusalén. Y luego... después que la doctrina verdadera y santa la conozcan los hombres, después que mi muerte haya devuelto la gracia a los hombres, podrán los adultos conquistar los cielos, que de otro modo noporque la pobre vida humana es un fango que mancha. ¿Será el paraíso sólo de los pequeñuelos? ¡Oh, no! Conviene ser como ellos, pero también para los adultos está abierto el reino.

¿VES ESTA AGUA? 
PARECE LÍMPIDA. 

PERO OBSERVA: 
BASTA CON QUE CON UNA CAÑA 
LA REMUEVA EN EL FONDO QUE SE ENTURBIA 

PERO SI SACO LA CAÑA, 
TORNA EL AGUA A SER PURA, A SER LÍMPIDA Y BELLA.

EL JUNCO: EL PECADO. 

LO MISMO SUCEDE CON LAS ALMAS, 
EL ARREPENTIMIENTO ES LO QUE LAS LIMPIA, 
CRÉEME..."

Como pequeñuelos... ¡He aquí la pureza! ¿Ves esta agua? Parece límpida. Pero observa: basta con que con una caña la remueva en el fondo que se enturbia. Se ve el fango, el lodo. La clara agua, se pone amarilla, nadie bebería de ella. Pero si saco la caña, torna el agua a ser pura, a ser límpida y bella. El junco: el pecado. Lo mismo sucede con las almas, el arrepentimiento es lo que las limpia, créeme..."

LLEGA MARTA ANSIOSA: 
"¿TODAVÍA ESTÁS AQUÍ,  MARÍA? 
¡Y YO TAN AFANADA!...

Llega Marta ansiosa: "¿Todavía estás aquí,  María? ¡Y yo tan afanada!... Pasa el tiempo. Pronto vendrán los convidados y hay mucho quehacer. Las criadas están haciendo el pan, los siervos despellejando y cociendo la carne. Yo estoy preparando las mesas, las bebidas. Todavía falta la fruta. Hay que preparar el agua de menta y de miel..."
Magdalena escucha sí y no las quejas de su hermana. Con una sonrisa de felicidad sigue mirando a Jesús, sin moverse de su lugar.
Marta acude a Jesús: "¡Maestro, mira cómo estoy de acalorada! ¿Te parece justo que sea la única en quebrarme los huesos? Dile que me ayude." Marta está turbada.
Jesús la mira con una sonrisa mitad dulce, mitad un poco irónica, mejor dicho, un poco burlona.
Marta repite: "Lo digo en serio, Maestro. Mira ¡qué vida tan descansada y ociosa tiene, mientras yo me muero de fatiga! ¡Y aquí!..."

DEJA QUE SE ASEGURE. 
CON ESTA COSA "NUEVA" DEBE OLVIDAR EL PASADO 
Y CONQUISTARSE LO ETERNO... 
QUE NO SE CONSIGUE SÓLO CON EL TRABAJO, 
SINO TAMBIÉN CON LA ADORACIÓN. 

QUIEN HAYA DADO UN PAN AL APÓSTOL 
Y AL PROFETA TENDRÁ RECOMPENSA, 

PERO 
DOBLE TENDRÁ 
QUIEN SE OLVIDE DE COMER POR AMAR, 
PORQUE MÁS QUE EL CUERPO VALE EL ESPÍRITU, 
PORQUE SUS VOCES SON MÁS PODEROSAS 
QUE LAS DEL OTRO. 

TE AFANAS POR MUCHAS COSAS, MARTA. 
ESTA POR UNA SOLA. 
LA QUE BASTA A SU CORAZÓN Y SOBRE TODO A SU SEÑOR 
Y A TU SEÑOR. 

IMITA A TU HERMANA. 

ELLA HA ESCOGIDO LA MEJOR PARTE, 
QUE JAMÁS SE LE QUITARÁ. 

CUANDO LOS CIUDADANOS DEL REINO 
NO TENDRÁN NECESIDAD DE VIRTUDES, 
LA ÚNICA QUE RESTARÁ SERÁ 

LA CARIDAD, 

Y PARA SIEMPRE. 

LA ÚNICA, CUAL SOBERANA.

Jesús se pone serio y le responde: "No está de ociosa, Marta. Muestra su amor. Antes sí que era una ociosa. Y tú lloraste tanto por esa ociosidad indigna. Tus lágrimas me impulsaron a que cuanto antes la salvara y la entregara a tu casto amor. ¿Quieres que no ame a su Salvador? ¿Quisieras verla lejos de aquí para que no te viera trabajar, lejos también de Mí? ¿Tendré que decir que esta (y le pone una mano sobre la cabeza) que vino de lejos, te ha sobrepujado en el amor? ¿Tengo que decir que esta que no conocía ni una palabra de bien, es ahora una maestra en la ciencia del amor? ¡Déjala en su tranquilidad! ¡Estuvo muy enferma! Ahora está convaleciendo al beber lo que le da fuerzas. Se vio tan atormentada... ahora, despertada de su pesadilla, miraa su alrededor, se mira a sí misma y ve que es nueva, y un mundo nuevo. Deja que se asegure. Con esta cosa"nueva" debe olvidar el pasado y conquistarse lo eterno... que no se consigue sólo con el trabajo, sino también con la adoración. Quien haya dado un pan al apóstol y al profeta tendrá recompensa, pero doble tendrá quien se olvide de comer por amar, porque más que el cuerpo vale el espíritu, porque sus voces son más poderosas que las del otro. Te afanas por muchas cosas, Marta. Esta por una sola. La que basta a su corazón y sobre todo a su Señor y a tu Señor.  Despreocúpate de las cosas inútiles. Imita a tu hermana. Ella ha escogido la mejor parte, que jamás se le quitará. Cuando los ciudadanos del reino no tendrán necesidad de virtudes, la única que restará será la caridad, y para siempre. La única, cual soberana. Magdalena ha escogido esta y esta será su escudo y su bordón. Con esta, como sobre alas de algún ángel, llegará a mi cielo."

Marta baja la cabeza mortificada y se va.

"Mi hermana te ama mucho y se muere por honrarte..." dice por excusarla.

MARTA SE PONDRÁ MÁS LIMPIA 
CON LAS PALABRAS QUE LE HE DICHO... 

TÚ... 

POR LA SINCERIDAD DE TU ARREPENTIMIENTO.

"Lo sé y recibirá su recompensa, pero hay que pulirle, como se va limpiando esta agua, su mentalidad humana. ¡Mira cómo se ha ido limpiando mientras hablábamos! Marta se pondrá más limpia con las palabras que le he dicho... Tú... por la sinceridad de tu arrepentimiento.

"NO, 
PORQUE ME HAS PERDONADO, MAESTRO. 

MI ARREPENTIMIENTO NO HUBIERA SIDO SUFICIENTE 
PARA LAVAR MI GRAN PECADO..."

"No, porque me has perdonado, Maestro. Mi arrepentimiento no hubiera sido suficiente para lavar mi gran pecado..."

"BASTABA 
Y BASTARÁ A TUS HERMANAS QUE TE IMITARÁN. 

A TODOS LOS POBRES ENFERMOS DEL ESPÍRITU.

 EL ARREPENTIMIENTO SINCERO 
ES UN FILTRO QUE DEPURA; 

EL AMOR 
ES LA SUSTANCIA QUE PRESERVA 
DE TODA CONTAMINACIÓN. 

ESTA ES LA RAZÓN 
POR LA QUE LOS ADULTOS PECADORES 
PODRÁN VOLVER A SER INOCENTES COMO NIÑOS 
Y ENTRAR TAMBIÉN EN MI REINO.

"Bastaba y bastará a tus hermanas que te imitarán. A todos los pobres enfermos del espíritu. El arrepentimiento sincero es un filtro que depura; el amor es la sustancia que preserva de toda contaminación.Esta es la razón por la que los adultos pecadores podrán volver a ser inocentes como niños y entrar también en mi reino. Vamos ahora adentro, para que Marta no sufra mucho. Llevémosle la sonrisa de un Amigo y de una hermana."
VII.  447-451

COR MARIAE IMMACULATUM
INTERCEDE PRO NOBIS!
A. M. D. G. et B.V.M.

Domenica 21 Luglio 2013, XVI Domenica Tempo Ordinario - Anno C



"Prendete, prendete quest’opera e ‘non sigillatela’, ma leggetela e fatela leggere"
Gesù (cap 652, volume 10), a proposito del
"Evangelo come mi è stato rivelato"
di Maria Valtorta



Domenica 21 Luglio 2013, XVI Domenica  del Tempo Ordinario - Anno C

Dal Vangelo di Gesù Cristo secondo Luca 10,38-42.
Mentre erano in cammino, entrò in un villaggio e una donna, di nome Marta, lo accolse nella sua casa.
Essa aveva una sorella, di nome Maria, la quale, sedutasi ai piedi di Gesù, ascoltava la sua parola;
Marta invece era tutta presa dai molti servizi. Pertanto, fattasi avanti, disse: «Signore, non ti curi che mia sorella mi ha lasciata sola a servire? Dille dunque che mi aiuti».
Ma Gesù le rispose: «Marta, Marta, tu ti preoccupi e ti agiti per molte cose,
ma una sola è la cosa di cui c'è bisogno. Maria si è scelta la parte migliore, che non le sarà tolta».
Traduzione liturgica della Bibbia


Corrispondenza nel "Evangelo come mi è stato rivelato" di Maria Valtorta : Volume 6 Capitolo 377 pagina 127.

1Comprendo subito che si è ancora intorno alla figura della Maddalena, perché la vedo per prima cosa in una semplice veste di un rosa lilla come è il fiore della malva. Nessun ornamento prezioso, i capelli sono semplicemente raccolti in trecce sulla nuca. Sembra più giovane di quando era tutta un capolavoro di toletta. Non ha più l’occhio sfrontato di quando era la «peccatrice», e neppure lo sguardo avvilito di quando ascoltava la parabola della pecorella, e quello vergognoso e lucido di pianto di quando era nella sala del Fariseo... Ora ha un occhio quieto, tornato limpido come quello di un bambino, e un riso pacato vi risplende.

Ella è appoggiata ad un albero presso il confine della proprietà di Betania e guarda verso la via. Attende. Poi ha un grido di gioia. Si volge verso la casa e grida forte per essere udita, grida con la sua splendida voce vellutata e passionale, in- confondibile: «Giunge!... Marta, ci hanno detto giusto. Il Rabbi è qui!», e corre ad aprire il pesante cancello che stride. Non dà tempo ai servi di farlo e esce sulla via a braccia tese, come fa un bambino verso la mamma, e con un grido di gioia amorosa: «O Rabboni** mio!» (io scrivo “Rabboni” perché vedo che il Vangelo porta cosi. Ma tutte le volte che ho sentito la Maddalena chiamarlo, mi è parso dicesse “Rabbomi”, con l’emme e non l’enne), e si prostra ai piedi di Gesù, baciandoglieli fra la polvere della via.
«Pace a te, Maria. Vengo a riposare sotto il tuo tetto».
«O Maestro mio!» ripete Maria levando il volto con una espressione di riverenza e d’amore che dice tanto... È ringraziamento, è benedizione, è gioia, è invito ad entrare, è giubilo perché Egli entra...
Gesù le ha messo la mano sul capo e pare l’assolva ancora.

2Maria si alza e, a fianco di Gesù, rientra nel recinto della proprietà. Sono corsi intanto servi e Marta. I servi con anfore e coppe. Marta col suo solo amore. Ma è tanto.
Gli apostoli, accaldati, bevono le fresche bevande che i servi mescono. Vorrebbero darla a Gesù per il primo. Ma Marta li ha prevenuti. Ha preso una coppa piena di latte e l’ha offerta a Gesù. Deve sapere che gli piace molto.
Dopo che i discepoli si sono ristorati, Gesù dice loro: «Andate ad avvertire i fedeli. A sera parlerò loro».
Gli apostoli si sparpagliano in diverse direzioni non appena fuori dal giardino.
Gesù inoltra fra Marta e Maria.
«Vieni, Maestro» dice Marta. «Mentre giunge Lazzaro, riposa e prendi ristoro».
Mentre pongono piede in una fresca stanza che dà sul portico ombroso, ritorna Maria che si era allontanata a passo rapido. Torna con una brocca d’acqua, seguita da un servo che porta un bacile. Ma è Maria che vuole lavare i piedi di Gesù. Ne slaccia i sandali polverosi e li dà al servo, perché li riporti puliti insieme al mantello, pure dato perché fosse scosso dal polverume. Poi immerge i piedi nell’acqua, che qualche aroma fa lievemente rosea, li asciuga, li bacia. Poi cambia l’acqua e ne offre di monda a Gesù, per le mani. E mentre attende il servo coi sandali, accoccolata sul tappeto ai piedi di Gesù, glieli accarezza e, prima di mettergli i sandali, li bacia ancora dicendo: «Santi piedi che avete tanto camminato per cercarmi!».
Marta, più pratica nel suo amore, va all’utile umano e chiede: «Maestro, oltre i tuoi discepoli chi verrà?».
E Gesù: «Non so ancora di preciso. Ma puoi preparare per altri cinque oltre gli apostoli».
Marta se ne va.

3Gesù esce nel fresco giardino ombroso. Ha semplicemente la sua veste azzurro cupo. Il mantello, ripiegato con cura da Maria, resta su una cassapanca della stanza. Maria esce insieme a Gesù.
Vanno per vialetti ben curati, fra aiuole fiorite, sin verso la peschiera che pare uno specchio caduto fra il verde. L’acqua limpidissima è appena rotta, qua e là, dal guizzo argenteo di qualche pesce e dalla pioggiolina dello zampillo esilissimo, alto e centrale. Dei sedili sono presso l’ampia vasca che pare un laghetto e dalla quale partono piccoli canali di irrigazione. Credo anzi che uno sia quello che alimenta la peschiera e gli altri, più piccoli, quelli di scarico adibiti ad irrigare.
Gesù siede su un sedile messo proprio contro il margine della vasca. Maria gli si siede ai piedi, sull’erba verde e ben curata. In principio non parlano. Gesù gode visibilmente del silenzio e del riposo nel fresco del giardino. Maria si bea di guardarlo.
Gesù gioca con l’acqua limpida della vasca. Vi immerge le dita, la pettina separandola in tante piccole scie e poi lascia che tutta la mano sia immersa in quella pura freschezza. «Come è bella quest’acqua limpida!» dice.
E Maria: «Tanto ti piace, Maestro?».
«Sì, Maria. Perché è tanto limpida. Guarda. Non ha una traccia di fango. Vi è acqua, ma è tanto pura che pare non vi sia nulla, quasi non fosse elemento ma spirito. Possiamo leggere sul fondo le parole che si dicono i pesciolini...».
«Come si legge in fondo alle anime pure. Non è vero, Maestro?», e Maria sospira con un rimpianto segreto.

4Gesù sente il sospiro represso e legge il rimpianto velato da un sorriso, e medica subito la pena di Maria.
«Le anime pure dove le abbiamo, Maria? È più facile che un monte cammini che non una creatura sappia mantenersi pura delle tre purità. Troppe cose intorno ad un adulto si agitano e fermentano. E non sempre si può impedire che penetrino nell’interno. Non vi sono che i bambini che abbiano l’anima angelica, l’anima preservata, dalla loro innocenza, dalle cognizioni che possono mutarsi in fango. Per questo li amo tanto. Vedo in loro un riflesso della Purezza infinita. Sono gli unici che portino seco questo ricordo dei Cieli.
La Mamma mia è la Donna dall’anima di bambino. Più ancora. Ella è la Donna dall’anima di angelo. Quale era Eva uscita dalle mani del Padre. Lo pensi, Maria, cosa sarà stato il primo giglio fiorito nel terrestre giardino? Tanto belli anche questi che fanno guida a quest’acqua. Ma il primo, uscito dalle mani del Creatore! Era fiore o era diamante? Erano petali o fogli d’argento purissimo? Eppure mia Madre è più pura di questo primo giglio che ha profumato i venti. E il suo profumo di Vergine inviolata empie Cielo e Terra, e dietro ad esso andranno i buoni nei secoli dei secoli. Il Paradiso è luce*, profumo e armonia. Ma se in esso non si beasse il Padre nel contemplare la Tutta Bella che fa della Terra un paradiso, ma se il Paradiso dovesse in futuro non avere il Giglio vivo nel cui seno sono i tre pistilli di fuoco della divina Trinità, luce, profumo e armonia, letizia del Paradiso sarebbero menomati della metà. La purezza della Madre sarà la gemma del Paradiso.
Ma è sconfinato il Paradiso! Che diresti di un re che avesse una gemma sola nel suo tesoro? Anche fosse la Gemma per eccellenza? Quando Io avrò aperto le porte del Regno dei Cieli... - non sospirare, Maria, per questo Io son venuto - molte anime di giusti e di pargoli entreranno, scia di candore, dietro alla porpora del Redentore. Ma saranno ancora pochi per popolare di gemme i Cieli e formare i cittadini della Gerusalemme eterna. E dopo... dopo che la Dottrina di verità e santificazione sarà conosciuta dagli uomini, dopo che la mia Morte avrà ridato la Grazia agli uomini, come potrebbero gli adulti conquistare i Cieli, se la povera vita umana è continuo fango che rende impuri? Sarà dunque allora il mio Paradiso solo dei pargoli? Oh! no! Come pargoli occorre saper divenire. Ma anche agli adulti è aperto il Regno. Come pargoli... Ecco la purezza.
Vedi quest’acqua? Pare tanto limpida. Ma osserva: basta che Io con questo giunco ne smuova il fondale che ecco si intorbida. Detriti e fango affiorano. Il suo cristallo si fa giallognolo e nessuno ne beverebbe più. Ma se Io levo il giunco, la pace ritorna e l’acqua torna poco a poco limpida e bella. Il giunco: il peccato. Così delle anime. Il pentimento, credilo, è ciò che depura...».

5Sopraggiunge Marta affannata: «Ancora qui sei, Maria? Ed io che mi affanno tanto!... L’ora passa. I convitati presto verranno e vi è tanto da fare. Le serve sono al pane, i servi scuoiano e cuociono le carni. Io preparo stoviglie, mense e bevande. Ma ancora sono da cogliere le frutta e preparare l’acqua di menta e miele...».
Maria ascolta sì e no le lamentele della sorella. Con un sorriso beato continua a guardare Gesù, senza muoversi dalla sua posizione.
Marta invoca l’aiuto di Gesù: «Maestro, guarda come sono accaldata. Ti pare giusto che sia io sola a sfaccendare? Dille Tu che mi aiuti». Marta è veramente inquieta.
Gesù la guarda con un sorriso per metà dolce e per metà un poco ironico, meglio, scherzoso.
Marta ci si inquieta un poco: «Dico sul serio, Maestro. Guardala come ozia mentre io lavoro. Ed è qui che vede…».


Gesù si fa più serio: «Non è ozio, Marta. È amore. L’ozio era prima. E tu hai tanto pianto per quell’ozio indegno. Il tuo pianto ha messo ancor più ala al mio andare per salvarmela e rendertela al tuo onesto affetto. Vorresti tu contenderla di amare il suo Salvatore? La preferiresti allora lontana di qui per non vederti lavorare, ma lontana anche da Me? Marta, Marta! Devo dunque dire che costei (e Gesù le pone la mano sul capo), venuta da tanto lontano, ti ha sorpassata nell’amore? Devo dunque dire che costei, che non sapeva una parola di bene, è ora dotta nella scienza dell’amore? Lasciala alla sua pace! È stata tanto malata! Ora è una convalescente che guarisce bevendo le bevande che la fortificano. È stata tanto tormentata... Ora, uscita dall’incubo, guarda intorno a sé e in sé, e si scopre nuova e scopre un mondo nuovo. Lascia che se ne faccia sicura. Con questo suo “nuovo” deve dimenticare il passato e conquistarsi l’eterno… Non sarà conquistato questo unicamente col lavoro, ma anche con l’adorazione. Avrà ricompensa chi avrà dato un pane all’apostolo e al profeta. Ma doppia ne avrà chi avrà dimenticato anche di cibarsi per amarmi, perché più grande della carne avrà avuto lo spirito, il quale avrà avuto voci più forti di quelle degli anche leciti bisogni umani. Tu ti affanni di troppe cose, Marta. Costei di una sola. Ma è quella che basta al suo spirito e soprattutto al suo e tuo Signore. Lascia cadere le cose inutili. Imita tua sorella. Maria ha scelto la parte migliore. Quella che non le sarà mai più tolta. Quando tutte le virtù saranno superate, perché non più necessarie ai cittadini del Regno, unica resterà la carità. Essa resterà sempre. Unica. Sovrana. Ella, Maria, ha scelto questa, e questa si è presa per suo scudo e bordone. Con questa, come su ali d’angelo, verrà nel mio Cielo».

6Marta abbassa la testa mortificata e se ne va.
«Mia sorella ti ama molto e si cruccia per farti onore…» dice Maria per scusarla.
«Lo so, e ne sarà ricompensata. Ma ha bisogno di esser depurata, come si è depurata quest’acqua, del suo pensare umano. Guarda, mentre parlavamo, come è tornata limpida. Marta si depurerà per le parole che le ho detto. Tu… tu per la sincerità del tuo pentimento…».
«No, per il tuo perdono, Maestro. Non bastava il mio pentirmi a lavare il mio grande peccato...».
«Bastava e basterà alle tue sorelle che ti imiteranno. A tutti i poveri infermi dello spirito. Il pentimento sincero è filtro che depura; l’amore, poi, è sostanza che preserva da ogni nuova inquinazione. Ecco perciò che coloro che la vita fa adulti e peccatori potranno tornare innocenti come pargoli ed entrare come essi nel Regno mio. Andiamo ora alla casa. Che Marta non resti troppo nel suo dolore. Portiamole il nostro sorriso di Amico e di sorella».


7Dice Gesù:
«Il commento non occorre. La parabola dell’acqua è commento all’operazione del pentimento nei cuori.
Hai così il ciclo della Maddalena* completo. Dalla morte alla Vita. È !a più grande risorta del mio Vangelo. È risorta da sette morti. È rinata. L’hai vista, come pianta da fiore, alzare dal fango lo stelo del suo nuovo fiore sempre più in alto, e poi fiorire per Me, olezzare per Me, morire per Me. L’hai vista peccatrice, poi assetata che si accosta alla Fonte, poi pentita, poi perdonata, poi amante, poi pietosa sul Corpo ucciso del suo Signore, poi serva della Madre, che ama perché Madre mia; infine penitente sulle soglie del suo Paradiso.
Anime che temete, imparate a non temere di Me leggendo la vita di Maria di Magdala. Anime che amate, imparate da lei ad amare con serafico ardore. Anime che avete errato, imparate da lei la scienza che rende pronti al Cielo.
Vi benedico tutti per darvi aiuti a salire. Va’ in pace».

Estratto di "l'Evangelo come mi è stato rivelato" di Maria Valtorta ©Centro Editoriale Valtortiano http://www.mariavaltorta.com/

AVE MARIA!

Santa Brigida

SANTA BRIGIDA DI SVEZIA

BIOGRAFIA
Santa Brigida di Svezia (1302-1373)

Bella come le principesse delle saghe nordiche, questa bionda donna svedese fu una bambina felice, una ragazza brillante e una padrona di casa oculata. Crebbe otto figli, tra cui una femmina che fu canonizzata; fondò un ordine monastico oggi diffuso in tre continenti; viaggiò moltissimo e, in particolare, fu «il Portavoce, l'Araldo di Dio» in una Chiesa ferita, in un secolo tormentato come il nostro, quello della Guerra dei Cent'anni. Colei che venne chiamata «la mistica del Nord», oggi conosciuta soprattutto grazie alle Quindici orazioni di Nostro Signorefu celebre a suo tempo per le Rivelazioni celesti e per il ruolo di primo piano svolto presso papi e dirigenti politici svedesi ed europei in genere.

L'infanzia: 1302

Brigida nacque il 14 giugno 1302 nel Castello di Finsta, sulle sponde di un lago nella provincia di Uppland di cui il padre era siniscalco. Era la figlia maggiore nata dal secondo matrimonio fra Birger Persson, uno dei personaggi più importanti della Svezia, e Ingeborg Bengsdotter, imparentata con i re goti attraverso la famiglia regnante dei Folkung. Brigida crebbe in questo paese dove gli inverni sono lunghi, le primavere rapide e le notti estive miti, un paese molto poetico che risuona di leggende di foreste e laghi. Sebbene il nome Brigida significhi «altissima» in celtico e «brillante» in sassone, nei primi tre anni di vita la bambina non brillò affatto; era ritenuta muta, ma quando la lingua le si sciolse, la piccola parlò come un'adulta, segno di un carattere riflessivo e molto temprato. 

Leggere, scrivere, filare, ricamare, assistere alla messa mattutina nella cappella signorile, ascoltare i racconti della madre sui santi evangelizzatori della Svezia - in particolare Sant'Anskar di Piccardia -, correre nei boschi e sui prati, e raccogliersi fra le rocce di Finsta, nella «grotta della preghiera di Santa Brigida»: fu questa la vita della bambina fino alla morte della madre, avvenuta nel 1314.

Ma Brigida non aveva ancora compiuto dieci anni quando, una notte, la Vergine le apparve tenendo in mano una corona e le chiese: «La vuoi?» Poi giunse la promessa celeste. La mamma di Brigida, venuta a conoscenza della cosa, favorì la devozione della bambina lasciando che ascoltasse delle belle prediche. Una di queste diede alla piccola una tale idea delle sofferenze di Cristo, che una sera Brigida non riuscì a prendere sonno; all'improvviso, Brigida ebbe una visione così vivida della croce su cui Gesù sembrava essere stato inchiodato da poco, avvolta da un immensa luce, che la bambina gridò: «Signore, chi ti ha fatto questo?». La risposta divina fu: «Chi disprezza e dimentica il mio amore!». Da allora la Passione di Gesù alimentò in Brigida un amore così profondo, che ella non poteva ricordarsene senza piangere. Non a caso la Croce sarà l'elemento centrale di tutte le sue meditazioni, e il giorno in cui Brigida manifesterà la grande vocazione che c'è in lei, seguirà le tracce del suo Salvatore. 

Alla morte della madre, Brigida ha dodici anni e viene affidata alla zia Caterina, castellana d'Aspenas, la quale una notte trova la nipote inginocchiata ai piedi del letto. Disobbedienza? Capriccio? La verga sollevata per punire la giovane si spezza. Allora, la donna spaventata domanda: «Cosa fai lì?». Brigida risponde: «Ringraziavo colui che mi aiuta sempre». «Chi è?». «L'uomo che ho visto in croce». La zia resta perplessa. Poco tempo dopo, Brigida, intenta a ricamare un disegno difficile nel salone del castello, invoca addolorata l'aiuto della Vergine Maria. Allora donna Caterina vede, china sul lavoro, una giovane donna dalla bellezza straordinaria, che scompare lasciando meravigliosi fiori e frutti disegnati e adorni di colori. Domande e stupore! Brigida non ha visto nessuno, ma questa volta la zia custodisce la reliquia. Dei miracoli per questa bambina!... 

Sempre a quel tempo, una visione del diavolo, creatura informe con un numero infinito di piedi e di mani, terrorizza la bambina. Brigida cerca rifugio nella sua camera, ai piedi del crocifisso, ed è confortata dalla certezza che sotto la protezione della croce non avrà mai nulla da temere. Così giovane, ha già il riflesso dei grandi combattenti spirituali.


Moglie, madre e consigliera di Corte: 1316

Brigida è ormai un'adolescente: bellezza nordica, intelligente, straordinariamente istruita per l'epoca, vivace, intraprendente, gentile con tutti e molto generosa. Perfetta? No: orgogliosa, indipendente, amante di un'esistenza piena di lussi, difetti di una natura piena di energia e di vita che Brigida, cosciente, combatte soprattutto con l'obbedienza. 
Nel 1316, il padre la dà in moglie a Ulf Gudmarson d'Ulfasa che ha cinque anni più di lei ed è figlio di un lagman della Vatergotland. Brigida, che preferirebbe cento volte la morte ma non desidera neppure il convento, si piega alla decisione paterna. Il matrimonio sarà benedetto e i due coniugi avranno quattro figli e quattro figlie: Màrta, la maggiore, si sposerà giovane e avrà una vita mondana e orgogliosa che preoccuperà la madre; Karl, un ragazzo bravo ma leggèro; Birger, che morirà durante una Crociata; Gudmar e Bengt, morti in tenera età; Caterina, la gioia di Brigida, che diventerà santa; Ingeborg, entrata nell'ordine cistercense e scomparsa giovane; e, infine, la piccola Cecilia, la quinta su otto a raggiungere l'età adulta. 

Ulf insegna alla sua Brigida l'obbedienza verso il marito e il senso di responsabilità. È molto cristiano ed è stato cresciuto presso i cistercensi d'Alvastra; Brigida è ancora più ardente di lui ed è animata da una devozione contemplativa, è ancora più attenta a tutti i suoi doveri ufficiali. Insieme pregano tre volte al giorno, si confessano e fanno la comunione ogni settimana. Prima di ogni pasto, Brigida serve dodici poveri, lava loro i piedi il giovedì e dà prova di una splendida ospitalità, mai rifiutata a nessun viandante, ricco o povero. 

La giovane castellana è allegra e incantevole: il tempo trascorre fra la caccia e la pesca e fra i canti e i balli al suono del liuto la sera. Questa felicità dura due anni. Quando Ulf parte per la guerra, la devozione di Brigida ha libero corso: un duro pagliericcio, digiuni, penitenze, come ai tempi dell'infanzia, scandiscono le giornate, e tornano le estasi in una profonda unione con Dio. 

Al rientro di Ulf, la vita attiva e caritatevole riprende più vigorosa che mai: i coniugi vanno insieme a cavallo o in barca, si occupano del dissodamento delle foreste, dello sfruttamento minerario, della coltivazione delle terre. Strada facendo, rendono giustizia e fanno l'elemosina. Poiché il numero dei figli cresce, viene ricostruita la dimora di Ulfase. Brigida studia i piani e dirige i lavori: ama comandare. Il castello viene arredato riccamente e una sera, davanti al suo letto sontuoso, Brigida sente la frase: «Sulla croce, la mia testa non aveva dove riposare». Da allora, commossa, la donna dormirà per terra ogni volta che potrà. 

Divenuta terziaria francescana con il marito, impara, non senza difficoltà per una donna indipendente e audace come lei, il costo dell'obbedienza, sottomettendosi con umiltà alle istruzioni dei superiori. I due sposi amano Dio, lo servono, si amano l'un l'altra, fanno del bene. 

Ma Dio chiede di più ai suoi amici. Ulf è diventato siniscalco e principe di Nericie. Il re ha regalato loro il bel castello di Vadstena; qui Brigida avrà la visione dell'Ordine che dovrà fondare, trasformando il palazzo in un monastero, affinché, secondo le parole stesse di Cristo «questa casa, costruita con il sudore dei poveri e per l'orgoglio dei ricchi, divenga l'abitazione degli indigenti che si serviranno degli oggetti, dei frutti dell'abbondanza e dell'orgoglio, unicamente per ricondurre gioiosamente i ricchi all'umiltà»; proprio come accadrà all'orgogliosa Brigida che dovrà rinunciare a tutti i suoi impegni. 

Vanitosa e attaccata alla ricchezza, lascerà il castello e i suoi beni. Nel 1335, il giovane re Magnus, sposatosi di recente con Bianca di Namur, invita a corte la siniscalca di Nericie, affinché diventi la gran dama di Palazzo. Dopo aver sistemato i figli, Brigida parte per Stoccolma, dove l'attendono due giovani sovrani frivoli. Affascina e stupisce la giovane regina e si guadagna l'amore e il rispetto di quanti la circondano... ma non ne ascoltano i saggi consigli. Su richiesta di Magnus, Brigida dà al re delle regole precise per regnare bene. Ma è una fatica inutile: il sovrano si imbarca in una guerra ingiusta e disastrosa, che lo obbliga a imporre pesanti tasse ai sudditi. Brigida, stanca, chiede di potersi allontanare per qualche tempo dalla corte e nel 1341 si reca in pellegrinaggio a Compostela con Ulf. Durante il viaggio attraverso l'Europa, i due visitano tutti i luoghi santi del tempo: Colonia, Aquisgrana, Tarascona, Sainte-Beaume. A Marsiglia si imbarcano per le coste spagnole dove, con l'aiuto di un bastone da viandanti, giungono a piedi a Compostela. Al ritorno attraversano la Francia messa a ferro e fuoco dalla guerra. Ad Arras, Ulf, gravemente ammalato, guarisce grazie alle preghiere della moglie e dopo aver fatto il voto di entrare in un ordine religioso qualora riveda la sua terra. Egli trascorre gli ultimi tre anni di vita ad Alvastra, presso i monaci cistercensi, dove muore nel 1344 in odore di santità. È menzionato nel menologio di Citeaux del 12 febbraio.

Sposa di Cristo

Nel 1339, cinque anni prima della morte del marito, Brigida visita la tomba di San Botvid, uno degli evangelizzatori della Svezia, che le appare in visione e le dice: «Io ed altri santi abbiamo ottenuto da Dio la grazia che tu possa udire, vedere e conoscere le cose dello spirito, e lo Spirito di Dio avvamperà nella tua anima». Pare sia giunto il tempo della profezia. Dolente, dopo la morte di Ulf, ma decisamente distaccata (si era tolta l'anello ricevuto dal marito sul letto di morte perché la legava come «una catena» al mondo), Brigida distribuisce i suoi beni agli eredi e ai poveri, e si trasferisce ad Alvastra dove conduce una vita austera e semplicissima, in una piccola casa a nord della cinta del monastero. Qui il Signore inizia le sue conversazioni con Brigida che desidera avere tutta per sé; inizialmente si tratta di incontri di formazione, poi arrivano le rivelazioni, sempre più precise e profonde, sulla sua missione di profetessa e predicatrice: «Sei mia, e per questo farò di te ciò che voglio. Non amare niente nel modo in cui ami me». Il sottopriore Petrus Olavi, che dubita di queste visioni, riceve una severa ramanzina divina che lo lascia paralizzato fin quando non decide di seguire l'appello divino, che lo vuole segretario, confessore e amico della Santa. E lui che, quando non lo fa Brigida, redige le Rivelazioni celesti e le traduce in latino. La Vergine Maria conduce Brigida da suo Figlio perché egli la riempia di grazie. Una notte di Natale, la donna avverte una gioia sublime e intensa, ed ha un sussulto al cuore, strano e diverso dai normali battiti, come se in lei vivesse un bambino. Maria le rivela che è stato così l'arrivo del Figlio nel suo seno, e Gesù le confermerà che lo Spirito Santo abita nel suo cuore e lo anima. In quest'occasione, la Vergine le insegna che ci sono due modi per raggiungere il cuore di Dio - l'umiltà e la vera contrizione e la contemplazione delle sofferenze del Figlio -' e che questo non significa ripiegarsi su di sé, né comporta pietismo, bensì il superamento di se stessi all'ascolto di colui che le insegna: «Contempla la mia bellezza attraverso la bellezza degli elementi... Guardami. Sono il più bello sul Tabor, ma il più insultato sulla Croce, dove non avevo né forma né bellezza. Guardami e medita... Correggi i tuoi errori! Ascolta la voce con cui ti ho gridato 'Ho sete di te!'». Brigida trascorre questi anni fra Alvastra, la corte svedese e Vadstena, che poco a poco si trasforma in convento. La regola che vige a Vadstena, dettata da Cristo stesso, inizia così: «Voglio istituire quest'Ordine in onore di mia Madre...»; seguono trenta capitoli sui tre voti di povertà, castità, obbedienza, sui precetti e sulle regole, la cui originalità ricorda quella dell'Abbazia di Fontevreau: la badessa ha autorità sulle monache di clausura, sessanta al massimo, tredici sacerdoti, quattro diaconi (come gli evangelisti) e otto laici, che aiuteranno i preti nelle attività quotidiane. Questo numero corrisponde ai dodici apostoli e ai settantadue discepoli. Monaci e monache di clausura hanno un loro recinto su entrambi i lati della chiesa dove si raccolgono a pregare. I compiti dei monaci sono unicamente di carattere spirituale. La badessa presenta il monastero di cui è sovrana alla Vergine Maria, Regina degli apostoli e dei discepoli dopo l'Ascensione. Tuttavia la Regola deve essere approvata da Roma e nel corso di un viaggio a cavallo fra Alvastra e Vadnesta, Brigida avrà una lunga visione raccontata nel Libro delle domande(cinquantotto rivelazioni) che la spingerà a partire. In un primo tempo infatti la sua benefica influenza a corte si traduce in diverse iniziative politiche per la pace fra i re di Francia e d'Inghilterra, e l'arbitrato in questa vicenda di papa Clemente VI, che a quei tempi risiede ad Avignone; ma in seguito Brigida diventa oggetto di critiche e scherno ogni giorno più palesi; nel 1348, inoltre, il Papa annuncia un «giubileo» per il 1350, affinché la preghiera fermi la guerra e la peste che sconvolge l'Europa. Tutto, dunque, sembra spingere Brigida a compiere il pellegrinaggio, tanto più che ella ha messo ordine nelle proprie faccende e si rende conto, non senza dover lottare, che la preghiera è la migliore protezione che ella possa dare ai suoi. La confortano le parole di Cristo: «Poiché dimentichi tutto per cercarmi, grazie anche alla tua carità, avrò cura di te e dei tuoi figli». 

Così Brigida lascia la Svezia che non rivedrà più, e giunge a Roma nel 1349, nella speranza di incontrarvi il Papa. Ma l'aspetta una grande delusione: né Clemente VI né il successore Innocenzo VI risponderanno ai suoi pressanti appelli e moriranno ad Avignone. Nel 1350, la raggiunge a Roma la figlia Caterina. Brigida, che all'età di quarantasette anni si è messa a studiare il latino, in modo da farsi capire e soccorrere gli infelici, fonda un ricovero per i poveri cui si dedicherà assieme alla figlia, moltiplicando i miracoli con la carità. A quest'epoca, sotto la dettatura di un angelo, compone L'inno dell'angelo Sermo angelicus, per il futuro convento di Vadstena; si tratta di ventun Lettere, da leggere ogni giorno della settimana durante le messe mattutine, in onore della Vergine Maria. Quando Brigida non scrive le Lettere e le Rivelazioni, o non studia, visita con Caterina le catacombe e le chiese di Roma per pregare. Presso la chiesa di San Paolo fuori le mura va in estasi davanti a uno stupendo crocifisso, che si può ancora ammirare e venerare, e ha un dialogo appassionato, raccolto nelle quindici Orazioni della Passione, la cui devozione avrà grande diffusione. La sua sete di Dio la spinge negli altri santuari italiani e per due anni la Santa gira per la penisola, da Assisi a Napoli, passando per Montecassino. Vive con i poveri, pellegrina fra i pellegrini, senza disdegnare di fare la questua con loro. Di ritorno a Roma, dove l'ha preceduta la fama dei suoi scritti e dei suoi miracoli, Brigida si prodiga per la conversione dei principi con le sue lettere severe e le sue predizioni intimidatorie, che purtroppo si riveleranno fondate, e attende il ritorno del Papa a Roma, attesa che durerà diciotto anni. È solo nel 1367 infatti che si avvera la profezia, e Brigida vede entrare nella città eterna papa Urbano V, il quale, però, vi resta solo tre anni. Un decennio dopo, nel 1377, Santa Caterina da Siena riprenderà la lotta e riporterà definitivamente a Roma Gregorio XI successore di Urbano V. Tuttavia, prima di questo trionfo, Brigida, sull'orlo dello scoraggiamento e del dubbio, riceve dalla Vergine l'approvazione degli sforzi che sta compiendo: chi lavora all'evangelizzazione e alla conversione degli altri «anche se converte pochi o nessuno, riceverà una ricompensa pari alla conversione di tutti». 

La figlia Caterina, divenuta a sua volta vedova in seguito alla morte del giovane marito rimasto in Svezia, deve alla tenerezza e alla fermezza materna la forza di non cadere nella disperazione, e di continuare la sua opera. All'ombra di Brigida, cresce e matura in santità che, grazie all'umile abnegazione della ragazza e alla sua purezza, ne fanno una delle sante più affascinanti della Svezia. Nel 1370, la Regola del Santo Salvatore, assimilata a quella di Sant'Agostino, viene riconosciuta dalla Santa Sede, con l'esclusione però della presenza dei monaci nel monastero. Brigida è ormai settantenne. Spossata dai pellegrinaggi e dalle penitenze, continua a obbedire agli ordini di Cristo: «Preparati al viaggio in Palestina». Al momento di levare l'ancora a Ostia con tre dei suoi figli, Karl, Caterina e Birger, mormora: «Torneremo tutti tranne uno di voi che io amo moltissimo». In effetti, durante lo scalo a Napoli, la bella regina Giovanna si invaghisce di Karl, la cui moglie è rimasta in Svezia e, decisa a fare annullare il suo primo matrimonio, prepara nuove nozze. Brigida, straziata, prega e digiuna, come la Regina Bianca che dice a San Luigi: «Figlio mio, ti preferirei morto ai miei piedi piuttosto che vederti commettere anche un solo peccato mortale». Ed è quello che succede, poiché Karl si ammala gravemente e muore pentendosi dei propri peccati fra le braccia della madre e della sorella. Brigida riprende il mare e, dopo essersi fermata in Sicilia e a Cipro, dove compie molte opere di bene, sbarca in Terra Santa, non senza perdere l'imbarcazione con tutto il suo carico in prossimità delle coste palestinesi. «Rendo grazie a Dio», dice, «per essere giunta povera sulla terra dove il Salvatore ha vissuto in povertà». Percorrendo tutta la Terra Santa, ad ogni tappa Brigida riceve grazie straordinarie, e nelle sue visioni rivede tutta la vita della Vergine e del Salvatore. Il fedele Petrus ne annota i racconti in latino, portando avanti il Libro delle Rivelazioni. Un giorno Brigida, inginocchiata davanti alla tomba di Gesù, ha la rivelazione dell'ingresso in cielo di Karl. Una voce le dice: «Si chiamerà per tutta l'eternità figlio delle tue lacrime». Brigida riprende il mare in uno stato di grande debolezza e di malattia. Sbarca a Napoli, dove imperversa la peste, e qui viene supplicata affinché ponga fine all'epidemia. Così, dopo avere pregato, ella chiede nel nome del Signore che la gente faccia penitenza. 

La regina Giovanna, di cui ha toccato il cuore, non vuole più lasciarla partire, ma Brigida, sfinita, viene riportata a Roma, dove deperisce, soffrendo molto nell'anima e nel corpo. Ma, alla fine, viene a consolarla Cristo stesso, e i suoi ultimi giorni di vita si trasformano in un'estasi continua. Il 23 luglio del 1373, durante la messa mattutina celebrata nella camera di Brigida, quando il sacerdote solleva l'ostia per la consacrazione, Brigida si protende in avanti e dice: «Fra le tue mani, Signore, rimetto il mio spirito», e cade inerte. Tutta la città si reca a venerare il suo corpo rivestito con l'abito dei terziari francescani e in quell'occasione si compiono miracoli. Brigida venne inizialmente inumata nella basilica di San Lorenzo, poi Caterina la sposta a Vadstena, dove la madre aveva desiderato vivere e morire. Ovunque, lungo il viaggio di ritorno in Svezia, si moltiplicano i miracoli; sembra addirittura che una stella guidi gli svedesi attraverso gli scogli del Baltico, sparendo all'arrivo in patria. Brigida e Caterina tornano a casa dopo un assenza durata venticinque anni! Caterina è santa come la madre; come lei ha visioni e rivelazioni, ma, a differenza di Brigida, profetessa e portavoce di Dio, tace. È lei che realizza i progetti che il Signore ha sull'unico Ordine svédese esistente, e diventa badessa di Vadstena. Brigida viene canonizzata da Bonifacio IX nel 1391 e la veridicità delle sue rivelazioni viene riconosciuta dal Concilio di Costanza nel 1415. Nel 1482, anche Caterina assurge agli onori dell'altare. Brigida mette laboriosamente per iscritto ogni volontà divina. Ossessionata, al punto di provare dolore, dalla salvezza delle anime, rinnova gli appelli alla conversione; le sue rivelazioni più note raccontano le visioni avute sul Giudizio finale, sul purgatorio, sull'inferno e sulla Passione di Cristo. Attraverso la bocca dell'araldo divino, si intuisce l'insegnamento di Dio: fare uscire le anime dal loro torpore materialista; il purgatorio, l'inferno esistono, Brigida li ha visti, li ha descritti con particolari terrificanti. Questo salutare risveglio operato dal timore è destinato unicamente a spingere l'anima fra le braccia della Misericordia, inchiodate per lei sulla Croce. Per Brigida, la meditazione della Passione è la migliore scuola della santità, il libro più dotto del mondo, la consolazione di tutte le pene. Le anime sono attratte dalle parole di Cristo in croce: «Cos'è il pane che desidero, se non il perfezionamento delle anime e la contrizione del cuore, il sospiro del divino e l'umiltà che brucia d'amore?». Il messaggio di Brigida è contenuto in queste poche parole, che riassumono il desiderio accorato dell'Amore-Creatore per la sua creatura.
Brigitte Baudonnet

Brigida temeva che le parole dei suoi libri, frutto di rivelazioni divine, fossero infirmate e calunniate dagli invidiosi e dai malvagi. Nostro Signore le disse: «Ho due braccia: con uno abbraccio il cielo e tutto quello che contiene; con l'altro la terra e il mare. Apro il primo ai miei eletti, onorandoli e consolandoli in terra e in cielo. Stendo l'altro sulle cattiverie umane, sopportandole con misericordia e ponendo loro un freno affinché non compiano tutto il male desiderato. Dunque non abbiate timore, tanto più che nessuno potrà infirmare le mie parole; esse, anzi, raggiungeranno luoghi e nazioni a me graditi. Ma sappiate che tali parole sono come l'olio, e per questo devono essere meditate, considerate e spiegate, ora dagli invidiosi, ora da chi le vuole conoscere, ora da chi desidera che si prodighino il mio onore e la mia pazienza». Libro VI. 100




Beato Josè Sanchez del Rio


Beato Josè Sanchez del Rio


Sahuayo, Messico, 28 marzo 1913 – 10 febbraio 1928
Il quattordicenne messicano José Sanchez Del Rio, visitando la tomba del beato martire Anacleto González Flores, chiese a Dio di poter morire in difesa della fede. Fu ucciso il 10 febbraio 1928, gridando: “Viva Cristo Re! Viva la Vergine di Guadalupe!”. Il martirio di questa vittima della persecuzione religiosa provocata dalla nuova costituzione messicana del 1917, fu riconosciuto il 22 giugno 2004 da Giovanni Paolo II ed è stato beatificato il 20 novembre 2005, sotto il pontificato di Benedetto XVI.
Il coraggio non è da tutti, ma chi non ce l’ha può anche chiederlo, come grazia particolare, a chi di coraggio ne ha avuto da vendere. Coraggioso, nonostante sia poco più che un bambino, José Luis Sanchez Del Rio lo è sempre stato, ma a 14 anni, visitando la tomba di Anacleto Gonzalez Flores, ucciso per la sua ferma professione di fede ed ora proclamato beato, gli chiede il suo stesso coraggio per testimoniare Gesù anche fino alla morte. 
L’occasione non gli manca di certo, perché quelli sono gli anni della “guerra cristera”, combattuta dai cattolici messicani come reazione alle leggi antireligiose instaurate dal governo che dapprima umiliano e poi perseguitano apertamente la Chiesa. Josè, nato il 28 marzo 1913, a poco più di dieci anni già svolge un apostolato spicciolo in mezzo ai suoi compagni, insegnando loro a pregare e accompagnandoli in chiesa per adorare l’Eucaristia. 
Allo scoppio della “guerra cristera” nel 1926 i suoi due fratelli maggiori si arruolano in quella sorta di esercito popolare che cerca di ridonare al Messico la sua libertà religiosa: lui no, perché con i suoi 13 anni è poco più di un bambino. Tanto fa e tanto dice, però, che l’anno dopo riesce a farsi arruolare come aiutante da campo e, poco dopo, come portabandiera e clarinettista del generale Luis Guizar Morfin. Proprio a quest’ultimo, nel corso della cruenta battaglia del 6 febbraio 1928 durante la quale il cavallo del graduato viene ucciso, il piccolo Josè cede la propria cavalcatura per consentirgli di mettersi in salvo, perché, dice, “la vostra vita è più utile della mia”. Non solo: con il suo fucile copre le spalle al generale fino a che gli restano colpi in canna. Scontato che, poco dopo, sul quel ragazzino, disarmato e appiedato, le truppe federali riescano facilmente a mettere le mani. Per colmo dello scherno lo rinchiudono nel battistero della sua chiesa, ormai ridotta a stalla ed a carcere dei “cristeros”. Dall’esterno lo sentono cantare e pregare ad alta voce, anche quando lo percuotono, lo seviziano e lo insultano. 

Non gli fanno alcun processo, perché sarebbe imbarazzante per i suoi carcerieri processare un ragazzo; tentano piuttosto di fargli rinnegare la fede promettendogli, oltre alla libertà, denaro a profusione, una brillante carriera militare, addirittura l’espatrio negli Stati Uniti: tutte offerte respinte con sdegno al grido di “Viva Cristo Re, viva la Madonna di Guadalupe”. 
cIl 10 febbraio, dopo che il piccolo Josè è riuscito a convincere i genitori a non pagare il riscatto chiesto loro dal governo e dopo essere riuscito a ricevere di nascosto la comunione come viatico dalle mani della zia Magdalena, i soldati sfogano su di lui tutta la loro ferocia, spellandogli lentamente le piante dei piedi, facendolo camminare sul sale e trascinandolo senza scarpe su una strada selciata fino al cimitero, mentre il piccolo Josè, spintonato come Gesù sulla strada del calvario e ormai ridotto ad una maschera di sangue, continua a gridare la sua fede. Giunti al cimitero vorrebbero ucciderlo a pugnalate per non far rumore, ma esasperato dalla sua continua invocazione a Cristo Re, il capo delle guardie lo finisce con un colpo di pistola. La memoria del “bambino cristiano” è rimasta inalterata in Messico in questi 80 anni e la Chiesa lo ha proclamato beato insieme ad altri 12 compagni di fede il 20 novembre 2005.
Fonte: Gianpiero Pettiti; santiebeati.it

José Luis Sanchez Del Rio nacque a Sahuayo, in Messico, il 28 marzo 1913 dai genitori Macario Sánchez e María del Río. Visitando la tomba del beato martire Anacleto González Flores, chiese a Dio di poter morire in difesa della fede. Appena quattordicenne, José fu assassinato il 10 febbraio 1928, durante la persecuzione religiosa messicana, in quanto appartenente ai “cristeros”, gli oppositori cattolici regime del presidente Plutarco Elías Calles.
Un anno prima il giovane si era unito alle forze “cristeras” del generale Prudencio Mendoza. Gli domandarono di rinnegare la sua fede in Cristo sotto la minaccia della pena di morte, ma José non accettò l’apostasia. Sua madre era straziata dalla pena e dall’angoscia, ma sosteneva suo figlio. Gli spellarono allora le piante dei piedi e l’obbligarono a camminare per il paese, sulla strada verso il cimitero. Il piccolo piangeva e gemeva di dolore, ma non cedeva. Di tanto in tanto si fermavano e gli dicevano: “Se gridi, ‘muoia Cristo Re’ ti salviamo la vita. Dì ‘muoia Cristo Re’ “. Ma lui rispondeva: “Viva Cristo Re”. Giunti al cimitero, prima di sparargli, gli chiesero un’ultima volta se voleva rinnegare la sua fede. Al suo ennesimo rifiuto, lo uccisero all’istante. Morì gridando, come molti altri martiri messicani: “Viva Cristo Re!”. Al tragico evento assistettero due bambini, rispettivamente di sette e nove anni, che in futuro avrebbero fondato delle congregazioni religiose. I resti mortali di José Sanchez Del Rio riposano ancora oggi nella chiesa del Sacro Cuore di Gesù nel suo paese natale, divenuta meta di pellegrinaggi.
Il martirio di questa giovane vittima della persecuzione religiosa innescata dalla costituzione messicana del 1917, fu riconosciuto il 22 giugno 2004 dal Beato Giovanni Paolo II. Si è così potuto procedere alla beatificazione il 20 novembre 2005, sotto il pontificato di Benedetto XVI, con una solenne cerimonia presieduta dal cardinale José Saraiva Martins, presso Guadalajara in Messico.

Fonte: 
Fabio Arduino; santiebeati.it