sabato 13 luglio 2013

Parabola del buon Samaritano: San Luca 10, 25-37 // Domenica XV Tempo Ordinario Anno C - 14 luglio 2013.


Gesù tace e, come volesse troncare ogni discussione, si volge verso la cinta del Tempio. Ma un dottore della  (vedi n. 281)
Legge, che si era seduto in serio ascolto sotto il porticato, si alza e gli si para davanti chiedendogli: 
«Maestro, che debbo fare per ottenere la Vita eterna? Hai risposto ad altri, rispondi a me pure». 
«Perché mi vuoi tentare? Perché vuoi mentire? Speri che Io dica cosa disforme alla Legge perché aggiungo 
concetti più luminosi e perfetti ad essa? Cosa c'è scritto nella Legge? Rispondi! Quale è il comandamento 
principale di essa?». 
«"Amerai il Signore Iddio tuo con tutto il tuo cuore, con tutta la tua anima, con tutte le tue forze, con tutta la 
tua intelligenza. Amerai il tuo prossimo come te stesso"». 
«Ecco. Bene hai risposto. Fa' questo e avrai la Vita eterna». 
«E chi è il mio prossimo? Il mondo è pieno di gente buona e malvagia, nota e ignota, amica e nemica di 
Israele. Quale è il mio prossimo?». 
«Un uomo, scendendo da Gerusalemme a Gerico per le gole delle montagne, incappò nei ladroni, i quali, 
dopo averlo ferito crudelmente, lo spogliarono di ogni suo avere e fin delle vesti, lasciandolo più morto che 
vivo sul bordo della strada. Per la stessa via passò un sacerdote che aveva cessato il suo turno al Tempio. Oh! 
era ancor profumato degli incensi del Santo! E avrebbe dovuto avere l'anima profumata di bontà 
soprannaturale e di amore, essendo stato nella Casa di Dio, quasi a contatto coll'Altissimo. Il sacerdote aveva 
fretta di tornare alla sua casa. Guardò dunque il ferito ma non si arrestò. Passò oltre sollecito, lasciando il 
disgraziato sulla proda. Passò un levita. Contaminarsi lui che deve servire nel Tempio? Ohibò! Raccolse la 
veste perché non si sporcasse di sangue, gettò uno sguardo sfuggente su colui che gemeva nel suo sangue e 
affrettò il passo verso Gerusalemme, verso il Tempio. Terzo, venendo dalla Samaria, diretto al guado, venne 
un samaritano. Vide il sangue, si fermò, scoperse il ferito nel crespuscolo che si infittiva, scese dal giumento, 
si accostò al ferito, lo ristorò con un sorso di vino gagliardo, strappò il suo mantello per farne fasce e, lavate 
e unte le ferite prima con aceto e poi con olio, gliele fasciò con amore, e caricato il ferito sul suo giumento 
guidò con accortezza la bestia, sorreggendo nel contempo il ferito, confortandolo con buone parole, non 
preoccupandosi della fatica né sdegnandosi per essere questo ferito di nazionalità giudea. 
Giunto in città, lo condusse all'albergo, lo vegliò per tutta la notte e all'alba, vedendolo migliorato, lo affidò 
all'oste, pagandolo in anticipo con dei denari e dicendo: "Abbine cura come fossi io stesso. Al mio ritorno, 
quanto avrai speso in più io te lo renderò e con buona misura, se bene avrai fatto". E se ne andò. 
Dottore della Legge, rispondimi. Quale di questi tre fu "prossimo" per colui che incappò nei ladroni? Forse il 
sacerdote? Forse il levita? O non piuttosto il samaritano che non si chiese chi era il ferito, perché era ferito, 
se faceva male a soccorrerlo perdendo tempo, denaro e risicando di essere accusato d'essere il feritore?». 
Il dottore della Legge risponde: «Fu "prossimo" costui, perché ebbe misericordia». 
«Fa' tu pure il simigliante e amerai il prossimo e Dio nel prossimo, meritando vita eterna». 


PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO. Domingo XV - C - San Lucas 10, 25-37 // 14.7.2013


"MAESTRO ¿QUÉ DEBO HACER PARA OBTENER LA VIDA 
ETERNA? RESPONDISTE A LOS OTROS, RESPÓNDEME A MÍ 
TAMBIÉN."

Jesús calla, y como si quisiese evitar toda discusión se dirige en dirección del muro del Templo, pero un doctor de la ley que se había sentado a escucharlo seriamente bajo el pórtico, se levanta y parándose ante Él, le dice: "Maestro ¿qué debo hacer para obtener la vida eterna? Respondiste a los otros, respóndeme a mí también."
"¿Por qué me quieres probar? ¿Por qué quieres mentir? ¿Esperas que Yo digo una cosa contra la ley porque la agrego concepto luminosos y perfectos? ¿Qué está escrito en la ley? ¡Responde! ¿Cuál es el mandamiento principal de ella?"
" "Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu inteligencia. Amarás a tu prójimo como a ti mismo". "
"Bien respondiste. Haz así y tendrás la vida eterna."

"¿Y QUIÉN ES MI PRÓJIMO?

"¿Y quién es mi prójimo? El mundo está lleno de gente buena y mala, conocida y desconocida, amiga y enemiga de Israel. ¿Cuál es mi prójimo?"

PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO

"Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó por las quebradas de las montañas cayó en manos de ladrones, los cuales lo hirieron cruelmente, lo despojaron de todo lo que llevaba y hasta de los vestidos. Lo dejaron más muerto que vivo en el borde del camino.
Por este mismo lugar pasó un sacerdote que había terminado su turno en el Templo. ¡Oh! ¡Todavía llevaba los perfumes del incienso del Santo! Debería haber llevado el alma perfumada de bondad sobrenatural y de amor, pues que había estado en la casa de Dios, casi en contacto con el Altísimo. El sacerdote tenía prisa en regresar a su casa. Miró al herido, pero no se detuvo. Siguió adelante, y dejó al desgraciado en el borde.
Pasó un levita. ¿Contaminarse él que debía servir en el Templo? ¡Oh, no! Se recogió los vestidos para que no se fuese a ensuciar de sangre, echó una mirada fugitiva al que gemía bañado en su sangre y apresuró su paso hacia Jerusalén, hacia el Templo.
Venía de Samaría, en dirección al vado, un samaritano. Vi sangre, se detuvo, descubrió al herido en medio del crepúsculo que caía, bajó de su asno, se acercó al herido, le robusteció con un sorbo de buen vino, dividió su manto para hacer vendas, lavó y ungió las heridas, primero con vinagre y luego con aceite, las vendó amorosamente, puso al herido sobre su jumento, guió hábilmente a la bestia, al mismo tiempo que consolaba al herido con buenas palabras, no se preocupó ni de la fatiga, ni pensó en despreciar al herido porque era de nacionalidad judía. Llegado a la ciudad lo condijo a un albergue, lo cuidó toda la noche y al amanecer, al verlo mejorado, lo  confió al hospedero, le pagó de antemano con dos denarios y le dijo: "Ten cuidado de él como si fuese yo mismo. A mi  regreso te pagaré cuanto hubieses gastado de más, y con más, si lo hubieses hecho bien". Y se fue.
Doctor de la ley, respóndeme: ¿Cuál de estos tres fue "prójimo" para con el que cayó en manos de ladrones? ¿Acaso el sacerdote? ¿Acaso el levita? ¿O mejor el samaritano que no se preguntó quien fuese el herido, ni por qué estaba herido, ni si hacía mal en socorrerlo perdiendo tiempo, dinero o poniéndose en peligro de que lo acusasen de que él hubiera sido quien lo había herido?"
El doctor de la ley responde: "Fue "prójimo" este, porque tuvo misericordia."
"Haz también tú igual y amarás al prójimo y a Dios en el prójimo y de este modo merecerás la vida eterna."

Ninguno se atrevía a hablar más. Jesús se aprovecha de ello para reunirse con las mujeres que estaban a su espera cerca del muro e irse con ellas de nuevo a la ciudad. A los discípulos se han agregado dos personas: mejor dicho un sacerdote y un levita; este muy joven, aquel de aspecto patriarcal.

JESÚS ESTÁ AHORA HABLANDO CON SU MADRE Y 
TIENE EN MEDIO A MARZIAM.

Jesús está ahora hablando con su Madre y tiene en medio a Marziam. Le pregunta: "¿Me escuchaste, Madre?"
"Si, Hijo mío, y a la tristeza de María Cleofás se ha añadido la mía. Ella estuvo llorando poco antes de entrar en el Templo..."
"Lo sé, Madre, y sé el motivo, pero no debe llorar, tan sólo orar."
"¡Oh, ella ruega mucho! En estas tardes, bajo su choza, entre sus hijos que duermen, ora y llora. La vi llorar a través de las paredes sutiles de las ramas vecinas. ¡Ver a pocos pasos a José y a Simón tan cerca y tan divididos así!... No es la única que llora. Conmigo lloró también Juana que te parece muy serena..."
"¿Por qué, Mamá?"
"Por Cusa... Se está portando... de una manera inexplicable. A veces la ayuda en todo, otras la rechaza completamente. Si están solos donde nadie los ve, es el marido ejemplar de siempre, pero si hay personas y que sean de la corte, entonces se hace autoritario y desprecia a su buena esposa. Ella no entiende el por qué..."
"Te lo diré. Cusa es siervo de Herodes. Compréndeme, Mamá  "Siervo". No se lo digo a Juana para no afligirla, pero así son las cosas. Cuando no tiene miedo de reproche o de burla del soberano, es el buen Cusa, Cuando los teme, no lo es ya."
"Es que Herodes está muy enojado por causa de Mannaén y ..."
"Es porque Herodes lo está por el remordimiento tardío de haber cedido al deseo de Herodíades. Pero Juana tiene ya muchas cosas buenas en la vida. Debe, bajo la diadema, llevar su cilicio."
"También Analía llora..."
"¿Por qué?"
"Porque su prometido se separa de Ti."
"Que no llore. Díselo. Es una resolución. Una bondad de Dios. Su sacrificio llevará nuevamente a Samuel al bien. Por ahora esto la dejará libre de presiones para el matrimonio. Le prometí llevármela conmigo. Me precederá en la muerte..."

ME PRECEDERÁ EN LA MUERTE...

"¡HIJO!..." MARÍA ESTRECHA LA MANO DE JESÚS

"¡QUERIDA MAMÁ! ES POR LOS HOMBRES. LO SABES. ES POR 
AMOR A LOS HOMBRES. BEBAMOS NUESTRO CÁLIZ CON 
BUENA VOLUNTAD. ¿NO ES VERDAD?"


"¡Hijo!..." María estrecha la mano de Jesús, con un rostro que palidece.
"¡Querida Mamá! Es por los hombres. Lo sabes. Es por amor a los hombres. Bebamos nuestro cáliz con buena voluntad. ¿No es verdad?"
María se bebe las lágrimas. Responde. "Sí" Un "sí" desgarrador.
Marziam levanta su carita y pregunta a Jesús: "¿Por qué dices estas cosas desagradables que afligen a Mamá? Yo no te dejaré morir. Como defendía a los corderos así te defenderé."
Jesús lo acaricia y para suavizar lo que ha dicho, pregunta al niño: "¿Qué estarán haciendo ahora tus ovejitas? ¿No las extrañas?"

¿SABES, MAESTRO? YO ENTIENDO LO QUE SIGNIFICA SER 
SACERDOTE EN TU NOMBRE. LO ENTIENDO MEJOR QUE LOS 
DEMÁS. ELLOS (Y SEÑALA CON LA MANO A LOS APÓSTOLES 
QUE VIENEN DETRÁS) DICEN TANTAS PALABRAS 
CAMPANUDAS, HACEN TANTOS PLANES... PERO DESPUÉS. YO 
ME DIGO: "LA HARÉ DE PASTOR COMO ME COMPORTO CON 
LAS OVEJAS ASÍ CON LOS HOMBRES. Y SERÁ SUFICIENTE".

"Por ahora soy un corderito, pero después seré pastor. Y al contrario, Jesús por ahora es Pastor y luego también Cordero. Pero tú siempre eres la Corderita sólo nuestra Corderita blanca, hermosa, querida, que da palabras más dulces que la leche. Jesús es así Cordero porque nació de ti, Corderita del Señor". "

"Oh, estoy contigo. Pero me pongo a pensar y me pregunto: "¿Las habrá llevado Porfiria a pastar? ¿y se habrá fijado porque Espuma no vaya al lago?" Espuma es muy listo, ¿sabes? Su madre lo llama, lo llama... ¡pero qué caso va a hacer! Hace lo que quiere. y Nieves tan glotona que como hasta enfermarse. ¿Sabes, Maestro?Yo entiendo lo que significa ser sacerdote en tu Nombre. Lo entiendo mejor que los demás. Ellos (y señala con la mano a los apóstoles que vienen detrás) dicen tantas palabras campanudas, hacen tantos planes... pero después. Yo me digo: "La haré de pastor como me comporto con las ovejas así con los hombres. Y será suficiente". La mamá mía y tuya me dijo ayer una cosa muy bonita de los profetas... y me dije: "Exactamente así es nuestro Jesús". Y en el corazón me dije: "Yo también así seré". Luego dije a nuestra Mamá: "Por ahora soy un corderito, pero después seré pastor. Y al contrario, Jesús por ahora es Pastor y luego también Cordero. Pero tú siempre eres la Corderita sólo nuestra Corderita blanca, hermosa, querida, que da palabras más dulces que la leche. Jesús es así Cordero porque nació de ti, Corderita del Señor". "
Jesús se inclina y le besa con gusto. Luego pregunta: "¿De veras quieres ser sacerdote?"
"¡Claro, Señor mío! Por esto trato de hacerme bueno y de saber muchas cosas. Siempre voy con Juan de Endor. Me trata siempre como hombre y muy bondadosamente. Quiero ser pastor de las ovejas extraviadas y no extraviadas; médico-pastor de las heridas y que se han quebrado algún hueso, como dice el Profeta. ¡Oh, qué hermosos!" y el niño da un brinco batiendo las manos.
"¿Qué tiene este curruca que está tan contento?" pregunta Pedro.
"Ve su camino con claridad, hasta el fin. Y consagro esta visión suya con mi "sí"."
Se detienen ante una alta casa que ni no me equivoco, está en dirección del barrio de Ofel, pero en la zona de los ricos.
"¿Nos detenemos aquí?"
"Esta es la casa que Lázaro me ofreció para el banquete de alegría. Aquí está ya María."
"¿Por qué, Señor?"
"Porque el Templo es más quisquilloso que una mujer en cinta. No quiero herirlo, y no por cobardía, mientras pueda."
"De nada te servirá. Maestro. Si yo fuese Tú, no sólo lo heriría, sino que lo echaría allá abajo del Moria, con todos los que están dentro."
"Eres un pecador, Simón. Es necesario orar por los propios semejantes, y no hay que matarlos."
"Soy pecador, pero Tú no... y deberías hacerlo."
"Habrá alguien que lo hará. Después que el pecado haya llegado a su colmo."
"¿Cuál?"
"Uno que llenará todo el Templo, desbordándose por Jerusalén. No puedes entender... Oh, Marta, ¡abre al Peregrino tu casa!"
Marta se hace reconocer y abre. Entran todos en un espacioso atrio que termina en un patio empedrado con cuatro árboles en cada ángulo. Hay una amplia sala sobre el terreno, y por sus ventanas abiertas se ve toda la ciudad con sus subidas y bajadas. Por esto puedo colegir que la casa se encuentra sobre las pendientes del sur, o sudorientales de la ciudad.

LLEGA MARÍA MAGDALENA QUE ESTABA OCUPADA EN LOS 
PREPARATIVOS Y SE POSTRA ANTE JESÚS. LLEGA LÁZARO CON 
UNA SONRISA DE DICHOSO, EN SU CARA DE ENFERMO.

La sala está dispuesta para muchos, muchos huéspedes. Mesas y mesas paralelas entre sí. Un centenar de personas pueden fácilmente acomodarse. Llega María Magdalena que estaba ocupada en los preparativos y se postra ante Jesús. Llega Lázaro con una sonrisa de dichoso, en su cara de enfermo. Entran poco a poco los huéspedes, algunos un poco cohibidos, otros con más garbo. La cortesía de las mujeres hace que todos se sientan a sus anchas.
El sacerdote Juan conduce ante Jesús a los dos que tomó del Templo. "Maestro, este es mi buen amigo Jonatás, y mi joven amigo Zacarías. Son verdaderos israelitas sin malicia y sin rencor."

ES HERMOSO QUE LA FE ANTIGUA EXTIENDA LA MANO AMIGA 
A LA NUEVA FE QUE NACE DEL MISMO TRONCO.

"La paz sea con vosotros. Estoy contento de que estéis conmigo. El rito debe de observarse aun en estas dulces costumbres. Es hermoso que la fe antigua extienda la mano amiga a la nueva fe que nace del mismo tronco. Sentaos a mi lado mientras llega la hora de la comida."
Habla el patriarcal Jonatás, mientras el joven levita mira aquí y allá curiosamente, con aire de admiración de sorpresa. Por mi parte me imagino que quiere pasar por despabilado, pero en realidad, es como un pez fuera del agua. Afortunadamente Esteban viene a su ayuda y le presenta, uno después del otro, a los apóstoles y discípulos principales.

ESTOY VIEJO... ABRIGABA ESPERANZAS DE VERTE ANTES DE 
MORIR, Y YEOVÉ ME ESCUCHÓ. ¡SEA ALABADO ÉL! HOY TE OÍ 
EN EL TEMPLO. SUPERAS A HILEL, EL VIEJO, EL SABIO.

El viejo sacerdote, alisándose la barba de nieve, dice: "Cuando Juan fue a verme a mí, su maestro, y a mostrarme su cuerpo curado, tuve deseos de conocerte. Pero, Maestro, yo casi nunca salgo de mi lugar. Estoy viejo... Abrigaba esperanzas de verte antes de morir, y Yeové me escuchó. ¡Sea alabado Él! Hoy te oí en el Templo. Superas a Hilel, el viejo, el sabio. Yo no quiero, más aun, no puedo dudar de que seas lo que mi corazón espera. Pero ¿sabes lo que significa haber bebido casi por ochenta años la fe de Israel, como ha venido transmitiéndose durante generaciones, fe de... una fabricación humana? Es nuestra sangre propia. ¡Y yo estoy tan viejo! Escucharte es como sentir el agua que brota de un fresco manantial. ¡Oh, sí! ¡Un agua pura! Pero yo... pero yo estoy lleno de agua sucia que viene de muy lejos... que se ha mezclado con tantas cosas.¿Qué haré para no estar lleno de esa agua y para que pueda gustarte a Ti?"
"Creer en Mí y amarme. El justo Jonatás no tiene necesidad de otra cosa."
"Pero pronto moriré. ¿Tendré tiempo para creer todo lo que dices? No lograré ni siquiera escuchar todas tus palabras ni conocerlas por la boca de otros. ¿Y entonces?"

"LAS APRENDERÁS EN EL CIELO. TAN SÓLO EL CONDENADO 
MUERE PARA LA SABIDURÍA. QUIEN MUERE EN GRACIA DE 
DIOS ALCANZA LA VERDAD Y VIVE EN LA SABIDURÍA. ¿QUÉ 
PIENSAS QUE YO SEA?"

"Las aprenderás en el cielo. Tan sólo el condenado muere para la sabiduría. Quien muere en gracia de Dios alcanza la verdad y vive en la sabiduría. ¿Qué piensas que Yo sea?"
"No puedes ser sino el Esperado que antecedió el hijo de mi amigo Zacarías. ¿Lo conociste?"
"Era mi pariente."
"Oh, ¿Entonces eres Tú pariente del Bautista?"
"Sí, sacerdote."
"Ya murió... y no puedo decir: "¡infeliz!" Porque murió fiel a la justicia, después de que llevó a cabo su misión y porque... ¡Oh tiempo crueles en los que vivimos! ¿No es mejor acaso regresar a Abraham?"
"Sí. Pero vendrán tiempos más crueles, sacerdote."
"¿Lo dices Tú? Roma ¿no es así?"... 
"No sólo Roma. El culpable Israel será la primera causa."
"Es verdad. Dios nos castiga. Lo merecemos. Pero también Roma. ¿Supiste de los galileos que fueron muertos por Pilatos mientras realizaban un sacrificio? La sangre de ellos se mezcló con la de la víctima. ¡Hasta cerca del altar! ¡Hasta cerca del altar!"
"Lo supe."
Todos los galileos se alborotan por esta ofensa. Gritan: "Es verdad que él era un falso Mesías, pero ¿por qué matar a sus secuaces después de que lo mataron? y ¿por qué en esa hora? ¿Eran acaso más pecadores?"

DIOS ESTÁ IRRITADO CONTRA SU PUEBLO. YO OS LO DIGO. NO 
HAY QUE CREER QUE LOS CASTIGADOS SEAN SIEMPRE LOS 
PEORES. QUE CADA UNO SE EXAMINE A SÍ MISMO, QUE SE 
JUZGUE Y QUE NO JUZGUE A LOS DEMÁS. 

Jesús pone calma y dice: "Os preguntáis si eran más pecadores que otros tantos galileos y si esta es la razón por la que fueron muertos. No. Que no lo eran. En verdad os digo que ellos pagaron, y que otros pagarán si no os convertís al Señor. Si todos no hiciereis penitencia, pereceréis de igual modo todos en Galilea y en otras partes. Dios está irritado contra su pueblo. Yo os lo digo. No hay que creer que los castigados sean siempre los peores. Que cada uno se examine a sí mismo, que se juzgue y que no juzgue a los demás. Aquellos diez y ocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató no eran los más culpables en Jerusalén. Yo so digo.Haced, haced penitencia si no queréis ser desmenuzados como ellos, y también en el espíritu. Ven, sacerdote de Israel. La mesa está preparada. Toca a ti, porque el sacerdote es siempre aquel que se le honra por la idea que representa y recuerda, te toca a ti, patriarca entre nosotros que somos todos más jóvenes, ofrecer y bendecir."
"¡No, Maestro! No ¡No puedo hacerlo ante Ti! ¡Tú eres el Hijo de Dios!"
"Y sin embargo ofreces el incienso ante el altar ¿No crees que allí también esté Dios?"
"¡Sí que lo creo! ¡Con todas mis fuerzas!"

"¿ Y ENTONCES? SI NO TIEMBLAS DE OFRECER ANTE LA 
GLORIA SANTÍSIMA DEL ALTÍSIMO, ¿POR QUÉ VAS A TEMBLAR 
DE MIEDO ANTE LA MISERICORDIA QUE SE REVISTIÓ DE 
CARNE PARA TRAERTE TAMBIÉN A TI LA BENDICIÓN DE DIOS, 
ANTES DE QUE TE SOBREVENGA LA NOCHE?

"¿ Y entonces? Si no tiemblas de ofrecer ante la gloria santísima del Altísimo, ¿por qué vas a temblar de miedo ante la misericordia que se revistió de carne para traerte también a ti la bendición de Dios, antes de que te sobrevenga la noche? ¡Oh! no sabéis vosotros de Israel, que para que el hombre pudiese acercarse a Dios y no morir, puse sobre mi Divinidad el velo de la carne. Ven, cree y sé feliz. En ti venero a todos los sacerdotes santos desde Aarón hasta el último que con justicia lo sean en Israel; a ti, porque tal vez realmente la santidad sacerdotal languidece entre nosotros como planta sin sostén."
V. 918-934
A. M. D. G. et B.V.M.

+ MSM: Voi vi siete consacrati al Cuore Immacolato della vostra Mamma Celeste. Partecipate così al mio stesso disegno, che è quello di sconfiggere Satana, primo artefice del peccato e di tutto il male che si è diffuso nel mondo.

Roma, 13 luglio 1978. Anniversario terza apparizione a Fatima.
La vostra pubblica missione.

«Figli miei prediletti, siete qui con Me raccolti in un cenacolo di preghiera e di amore.
Vi ho chiamati da tante parti del mondo e voi siete venuti. Ora state facendo i vostri esercizi
spirituali, perché durante questi giorni Io vi possa formare e preparare a quanto vi attende.
Tutto quello che da tempo vi ho predetto ormai sta per avverarsi.

Per questo il disegno che Io ho su ciascuno di voi deve essere al più presto compiuto.
Voi vi siete consacrati al Cuore Immacolato della vostra Mamma Celeste. Partecipate così al
mio stesso disegno, che è quello di sconfiggere Satana, primo artefice del peccato e di tutto il
male che si è diffuso nel mondo.

Camminate con Me e allora voi stessi sarete nel mondo luce immacolata che vincerà la tenebra
del male e del peccato.
È per questo che vi ho chiamati tutti ad entrare nell'intimo del mio Cuore per operare in voi
questa vera trasformazione.
Siete anche qui nella città dove vive, soffre e sta immolandosi il Vicario di Gesù, il mio primo
figlio prediletto: il Papa. [il santo Padre Paolo VI]
Vi ho voluti accanto a Lui per aiutarlo ormai nell'ultimo e più doloroso tratto del suo cammino.
In voi e per mezzo di voi sono Io stessa presente sotto la croce su cui il Santo Padre sta
vivendo le ore della sua agonia.

È per questo che il Cuore Immacolato della vostra Mamma Celeste nel cenacolo vi ha sempre
orientati con la preghiera e con l'amore verso la sua candida persona.
Davanti a voi c'è sempre mio Figlio Gesù che vi guarda con particolare predilezione. È Gesù
presente sotto la candida apparenza del pane nell'Eucaristia.
Il vostro è stato un vero cenacolo eucaristico: a Gesù nell'Eucaristia si è orientata la vostra
preghiera, il vostro amore, la vostra vita.
Siete chiamati a diventare sempre di più gli apostoli e i nuovi martiri di Gesù presente
nell'Eucaristia.
Per questo deve aumentare la vostra riparazione, la vostra adorazione, la vostra vita di pietà.
Il Cuore Eucaristico di Gesù farà cose grandi in ciascuno di voi.

Siate docili: è ciò che più mi piace e che a voi costa di più.
Siate docili: è ciò che spesso non riuscite ad essere, e la vostra Mamma Celeste si rattrista
quando a tanta buona volontà corrisponde in pratica poca docilità. Vi ho scelti per un disegno
che comprenderete pienamente più avanti. Come per gli Apostoli il Cenacolo ha preceduto la
pienezza della loro missione fino al martirio, così sarà per voi.

I tempi della vostra pubblica missione sono ormai arrivati. Radunate i miei figli prediletti;
crescete assieme con Me nella via che ho tracciato per voi. È l'ora della vostra testimonianza.
Nel Cuore Immacolato della vostra Mamma Celeste andate ormai in ogni parte del mondo a
compiere la missione che mio Figlio Gesù ha affidato a ciascuno di voi».

AVE MARIA PURISSIMA!

Omelia di Joseph Ratzinger

E Julien Green ridiventò se stesso. Omelia di Joseph Ratzinger nella celebrazione per il settantesimo compleanno del vescovo Ernst Tewes (1978)



Il 12° volume dell'Opera Omnia di Joseph Ratzinger "Annunciatori della Parola e Servitori della vostra gioia"

E Julien Green ridiventò se stesso

di Joseph Ratzinger

Casualmente in questi giorni ho letto il racconto che il grande scrittore francese Julien Green fa della sua conversione. Scrive che nel periodo tra le due guerre egli viveva proprio come vive un uomo di oggi: si permetteva tutto quello che voleva, era incatenato ai piaceri contrari a Dio così che, da un lato, ne aveva bisogno per rendersi la vita sopportabile, ma, dall'altro, trovava insopportabile proprio quella stessa vita. Cerca vie d'uscita, allaccia rapporti. Va dal grande teologo Henri Bremond, ma la conversazione resta sul piano accademico, sottigliezze teoriche che non lo aiutano.
Instaura un rapporto con i due grandi filosofi, i coniugi Jacques e Raîssa Maritain. Raîssa Maritain gli indica un domenicano polacco. Lui lo incontra e gli descrive ancora questa sua vita lacerata. Il sacerdote gli dice: «E Lei, è d'accordo a vivere così?». «No, naturalmente no!», risponde. «Dunque vuole vivere in modo diverso; è pentito?». «Sì!» fa Green. E poi accade qualcosa di inaspettato. Il sacerdote gli dice: «Si inginocchi! Ego te absolvo a peccatis tuis -- ti assolvo». Scrive Julien Green: «Allora mi accorsi che in fondo avevo sempre atteso questo momento, avevo sempre atteso qualcuno che mi dicesse: inginocchiati, ti assolvo. Andai a casa: non ero un altro, no, ero finalmente ridiventato me stesso».
Se siamo onesti, se riflettiamo su questa vicenda in profondità, vediamo che in ultima analisi questa attesa è in ognuno di noi, che il nostro intimo grida che vi sia qualcuno che dica: «Inginocchiati! Ego te absolvo!».
Un famoso teologo protestante qualche tempo fa ha detto: oggi bisognerebbe raccontare la parabola del figliol prodigo in modo nuovo, come parabola del padre perduto. 
E in effetti, lo smarrimento di questo figlio consiste proprio nel fatto che ha smarrito il padre, che non lo vuole più vedere. Ma questo figliol prodigo siamo noi. 
La sua difficoltà è la difficoltà del nostro tempo che si vanta di essere una società senza padre. Seguendo Freud, abbiamo creduto che il padre fosse l'incubo del “Super Io”, colui che limita la nostra libertà, e che ce ne dobbiamo liberare. E ora che questo è accaduto riconosciamo che, facendo così, ci siamo emancipati dall'amore e abbiamo amputato da noi stessi quello che ci fa vivere.
Ma allo stesso tempo emerge così di nuovo quello che vi è di più profondo nel ministero episcopale e sacerdotale: poter rappresentare il Padre, il vero Padre di noi tutti, del quale abbiamo bisogno per poter vivere come uomini. Il sacerdote può renderlo presente dando la sua pace, la sua grazia, la parola trasformatrice dell'assoluzione.
Un secondo compito del ministero sacerdotale, con questo strettamente intrecciato, viene in luce quando Paolo nel versetto successivo dice: «Siete stati arricchiti di tutti i doni, quelli della parola e quelli della conoscenza». Prendiamolo come esame di coscienza. Certo, siamo molto ricchi di parola e di conoscenza. Ma siamo veramente ricchi della Parola che è conoscenza e che ci guida in mezzo a tanti discorsi inutili? Oppure è proprio di questa che siamo divenuti estremamente poveri?
Torniamo ancora una volta a Julien Green. Egli racconta come, sin dalla fanciullezza, sua madre, anglicana, lo avesse letteralmente immerso nella Sacra Scrittura. Era ovvio per lui sapere a memoria tutti e centocinquanta i Salmi. La Scrittura era l'atmosfera della sua vita. E dice: «Mia madre mi insegnò a comprenderla come libro d'amore. E mi permeò profondamente dell'idea che, da un capo all'altro della Scrittura, fosse unicamente l'amore a parlare. E tutto il mio essere non voleva nient'altro che amare». Ecco, alla fine non può perdersi un uomo che ha ricevuto delle basi così.
E noi? Non dobbiamo forse iniziare in modo del tutto nuovo a dare spazio a questa Parola, nella quale da un capo all'altro ci avvolge l'amore, farne l'atmosfera delle nostre case e della nostra vita quotidiana? Non è assolutamente una garanzia che nella vita tutto andrà a gonfie vele. Ma è un'ultima forza portante che sempre di nuovo ci ricondurrà a casa, che ci renderà ricchi di vera conoscenza.
Infine un terzo punto. Paolo dice di essere grato per il fatto che «nessun dono di grazia più vi manca». Sentendo queste parole è quasi come se vedessi davanti a me il volto di san Paolo che sorride con una sottile, lieve ironia. Infatti, alcune pagine dopo, punta l'indice contro i Corinzi perché sono addirittura assetati di carismi. Egli non ritira quella frase, non è adulazione. No, non manca loro alcun carisma, alcun dono di grazia. E tuttavia essi rischiano di essere scriteriati, perché importa loro solo il particolare, perché ognuno vuole sopraffare l'altro e perché così non è più evidente che tutti i carismi, tutti i doni hanno un unico fine: introdurci all'amore ed edificare così l'organismo vivo di Gesù Cristo.
Ma mi viene in mente anche san Filippo Neri (...), quel santo che con il suo inesauribile umorismo e con la sua fede smisurata fece della Roma della seconda metà del XVI secolo una città nella quale la luce di Gesù Cristo era di nuovo posta sul candelabro e poteva di nuovo essere criterio per i cristiani.
Egli raccoglieva dei giovani che con lui leggevano la Scrittura, si immergevano nei tesori della storia della Chiesa e per i quali era ovvio che chi si abbeverava di questa parola, dopo la dovesse distribuire andando fra i malati nel vicino ospedale di Santo Spirito, dai sofferenti e dai poveri di Roma.
A questa scuola dei carismi sono cresciuti uomini eccellenti come Cesare Baronio -- il grande storico della Chiesa -- e tanti altri uomini nei quali furono risvegliati dei doni e nei quali, senza alcun ministero o chiamata particolare, divenne viva la forza della Parola di Dio. Questa Parola prese quegli uomini al proprio servizio e tutto venne a raccogliersi, sempre e comunque, attorno a quel centro che si chiama amore, fede, speranza.

(©L'Osservatore Romano 15 maggio 2013)

L'araldo del gran re.




L'araldo del gran re


Joseph Ratzinger

<<Era l'aprile del 1207, nell'Italia piena di sole. Era il mese in cui san Francesco d'Assisi era stato diseredato e ripudiato da suo padre. Non aveva più niente, non era suo nemmeno l'abito che portava addosso; e tuttavia possedeva qualcosa che nessuno poteva sottrargli, vale a dire l'amore di Dio al quale ora poteva dire «Padre» in un modo del tutto nuovo. 

E sapeva che questo era molto di più che possedere il mondo intero. Così il suo cuore era ricolmo di una grande gioia e cantando camminava attraversando i boschi dell'Umbria. Ma d'improvviso, vicino a Gubbio, dalla boscaglia balzano due briganti pronti ad assalirlo; e stupiti dal suo aspetto così curioso gli chiedono: «E tu chi sei?». E lui risponde: «Sono l'araldo del gran re».

Francesco d'Assisi non era un sacerdote, bensì rimase tutta la vita diacono; ma quello che disse in quel momento è parimenti una descrizione profonda di cosa sia e debba essere un sacerdote: è l'araldo del gran re, di Dio, è annunciatore e predicatore della signoria di Dio che si deve estendere nel cuore dei singoli uomini e in tutto il mondo. 

Non sempre l'araldo percorrerà la sua strada cantando; a volte , certamente, perché il buon Dio a ogni sacerdote dona sempre di nuovo momenti nei quali, con stupore e letizia, riconosce quale grande compito Dio gli ha dato. Ma contro questo araldo si levano sempre anche i briganti, per così dire, ai quali quell'annuncio non piace: sono in primo luogo gli indifferenti, che per Dio non hanno mai tempo, quelli ai quali -- proprio nel momento in cui Dio li chiamasse -- verrebbe in mente che in realtà hanno qualcos'altro da fare, che hanno tanto di quel lavoro da sbrigare; poi ci sono quelli che dicono che non bisognerebbe costruire le chiese, ma anzitutto le case, e ai quali poi però sta bene che spuntino cinema e luoghi di divertimento di ogni tipo.

A loro il sacerdote deve sempre di nuovo annunciare il fatto, spesso scomodo, che l'uomo non vive di solo pane ma che nella stessa misura, anzi di più, egli vive della Parola di Dio. 
E che l'uomo non viva di solo pane ma di qualcosa di più, penso che oggi possiamo addirittura vederlo. 

Sempre di più ci sono persone che hanno tutto quello che desiderano, che hanno abbastanza soldi per vestirsi e per mangiare come vogliono e che tuttavia un certo giorno la fanno finita: «non riesco più a vivere», dicono, «non ce la faccio più, non ha più senso». È qui che si vede che l'uomo ha bisogno di qualcosa di più del pane, che c'è in lui una fame più profonda, la fame di Dio che può essere saziata dalla Parola di Dio.

Ritengo che, coll'occasione di questa predica e della celebrazione di questa prima messa, potremmo tutti un po' riflettere oggi se non siamo anche noi, in una forma o in un'altra, tra quegli indifferenti che con il loro criticare, con il loro arrivare in ritardo o non venire affatto, rendono più difficile o fanno perdere al sacerdote il gusto per il suo lavoro. 


Poi c'è anche chi è ostile, quelli che dietro a ogni sacerdote scorgono il rappresentante del clericalismo, di un potere contro il quale dovrebbero difendersi; e non c'è bisogno che vi dica gli slogan e i pensieri che oggi circolano al riguardo, perché li conoscete tanto quanto me; e tutti noi -- credo -- vediamo non solo il sudore che costa il lavoro di mietitura ma anche quanto sudore esige il raccolto del Regno di Dio da parte di chi il Signore ha inviato come operaio nel suo campo, sul quale certo crescono anche i cardi e le spine, non diversamente dal campo di questo mondo.


E nonostante tutte le opposizioni, il sacerdote dovrà sempre di nuovo portare l'annuncio della signorìa di Dio che si vuole estendere in questo mondo, poiché lui è l'araldo del gran re, di Dio, uno che grida nel deserto del tempo; ovvero per dirla con i teologi, in modo più semplice e asciutto: egli non ha solo parte alla funzione pastorale di Gesù Cristo ma anche alla sua funzione magisteriale; egli non è solo mandato per amministrare i Sacramenti ma anche per annunciare la Parola di Dio.

Cari cristiani! 
Quello che ho potuto dire in questa predica sono solo pochi, insignificanti e piccoli dettagli dell'immagine complessiva dell'esistenza sacerdotale. Ma di fronte alla grande realtà di Dio in fondo ogni uomo è come un bambino che balbetta, e anche l'uomo più grande non riesce a dire più di qualche insignificante dettaglio. 

In conclusione, vorrei ripetere ancora una volta la preghiera che vi ho rivolto in precedenza; prima di mettersi a servizio, nella preghiera eucaristica, del miracolo della santa consacrazione, il sacerdote novello si volterà ancora una volta verso di voi dicendovi: «Orate fratres: pregate fratelli, perché il mio e vostro sacrifico sia gradito a Dio, il Signore!».
Allora vi prego di non considerare queste parole come una frase fatta che il Messale riporta, come una formula che il sacerdote deve pronunciare perché quello è il momento in cui va fatto; consideratela invece come una preghiera vera e propria che egli rivolge a voi tutti. Perché forse oggi quello di cui ha più bisogno il sacerdote è che si preghi tanto per lui; per lui è infinitamente consolante sapere che le persone si prendono cura di lui di fronte a Dio, che pregano per lui. È come se una mano buona lo tenesse in una ripida salita tanto da avere questa certezza: «Posso andare avanti tranquillo, perché sono sostenuto dalla bontà di coloro che sono con me».
E ogni volta che in futuro andrete a messa e sentirete questa formula, Orate fratres (pregate fratelli!), consideratela come un'esortazione, come una vera preghiera rivolta a voi dal vivo: pregate fratelli, perché l'offerta della vita di questo sacerdote e di tutti i sacerdoti sia gradita a Dio, il Signore.

(©L'Osservatore Romano 15 maggio 2013)