venerdì 12 aprile 2013

Sacco di patate



Il discepolo e il sacco di patate

Un giorno il saggio diede al discepolo un sacco vuoto e un cesto di patate.


"Pensa a tutte le persone che hanno fatto o detto qualcosa contro di te recentemente, specialmente quelle che non riesci a perdonare. Per ciascuna, scrivi il nome su una patata e mettila nel sacco".

Il discepolo pensò ad alcune persone e rapidamente il suo sacco si riempì di patate.

"Porta con te il sacco, dovunque vai, per una settimana" disse il saggio. "Poi ne parleremo".

Inizialmente il discepolo non pensò alla cosa. Portare il sacco non era particolarmente gravoso. Ma dopo un po', divenne sempre più un gravoso fardello. Sembrava che fosse sempre più faticoso portarlo, anche se il suo peso rimaneva invariato.

Dopo qualche giorno, il sacco cominciò a puzzare. Le patate marce emettevano un odore acre. Non era solo faticoso portarlo, era anche sgradevole.

Finalmente la settimana terminò. Il saggio domandò al discepolo: "Nessuna riflessione sulla cosa?".
"Sì Maestro" rispose il discepolo. "Quando siamo incapaci di perdonare gli altri, portiamo sempre con noi emozioni negative, proprio come queste patate. Questa negatività diventa un fardello per noi, e dopo un po', peggiora."
"Sì, questo è esattamente quello che accade quando si coltiva il rancore. Allora, come possiamo alleviare questo fardello?".
"Dobbiamo sforzarci di perdonare".

"Perdonare qualcuno equivale a togliere una patata dal sacco. Quante persone per cui provavi rancore sei capace di perdonare?"
"Ci ho pensato molto, Maestro" disse il discepolo. "Mi è costata molta fatica, ma ho deciso di perdonarli tutti".

Cor sanctissimum Mariae
Fons lactis et mellis

giovedì 11 aprile 2013

III Domingo de Pascua, Año C, 14 de Abril de 2013: PEDRO VA A PESCAR Y CON ÉL TODOS LOS DEMÁS. ... "Traed algunos pescados. El fuego espera. Venid y comed" ordena Jesús.



JESÚS SE APARECE 
EN LAS RIBERAS DEL LAGO





Es una noche tranquila y bochornosa. Ni un respiro de aire. Las estrellas, grandes, palpitantes, hacen señales desde allá arriba. El lago, sereno e inmóvil que parece una grande alberca defendida de los vientos, refleja en su superficie la gloria de ese cielo en que bullen los astros. Las plantas de la ribera forman una masa sin gemidos. Tan calmado está el lago que todo su movimiento se reduce a un levísimo golpeteo en la ribera. Una que otra barquichuela apenas si se distingue bajo los rayos de alguna estrella que ilumina débilmente el interior. No sé cual sea el lugar exacto en que estoy, pero me parece que me hallo en la parte sur, donde el lago desemboca en el río. Diría yo que estoy en la periferia de Tariquea, no porque vea la ciudad, que un montón de árboles me esconde, extendiéndose a lo largo del lago en forma de un promontorio, sino que lo deduzco de las lucecillas de las barcas que se alejan hacia el norte, al retirarse de la playa. Digo periferia porque hay un montón de casuchas, tan pocas para formar un villorrio, a las faldas del promontorio. Deben ser de pescadores. Hay barcas sobre la arena seca de la playa, otras ya están prontas a partir, pero las aguas están tranquilas, que parecen enclavadas en ellas.
De una casucha saca Pedro la cabeza. La luz, que sale de una cocina ahumada, ilumina por la espalda la figura rechoncha del apóstol haciéndola resaltar como una silueta. Mira el cielo, el lago... Se acerca al borde del lago. Viste una túnica corta y viene descalzo. Entra en el agua hasta los muslos, acaricia el borde de una barca alargando su musculoso brazo. Se le acercan los hijos de Zebedeo.

PEDRO VA A PESCAR Y CON ÉL TODOS LOS DEMÁS

"¡Noche espléndida!"
"Dentro de poco saldrá la luna."
"Habrá pesca."
"No hay viento."
"¿Qué hacemos?"
Hablan despacio, con frases cortas, como hombres acostumbrados a la pesca, a las maniobras de las velas, de las redes que exigen atención, a ser parcos en palabras.
"Vámonos. Venderemos parte de la pesca."
Los alcanzan en la ribera Andrés, Tomás y Bartolomé.
"¡Qué noche tan calurosa!" exclama Bartolomé.
"¿Habrá tempestad? ¿Os acordáis de aquella noche?" pregunta Tomás.
"¡Oh, no! Calma, tal vez neblina, pero tempestad, no. Yo... yo voy a pescar. ¿Quien viene conmigo?"
"Vamos todos. Tal vez esté uno mejor allá" dice Tomás que está sudando y añade: "Esa mujer necesitaba el fuego, pero era cómo si estuviéramos en las termas..."
"Voy a decirle a Simón. Está allá solo" dice Juan.
Pedro está preparando ya la barca, ayudado de Andrés y Santiago.
"¿Vamos hasta casa? Una sorpresa para mi madre..." pregunta Santiago.
"No. No sé si puedo hacer que venga Marziam. Antes de... de la... ¡Bueno!, ¡total! Antes de ir a Jerusalén. -si estaba todavía en Efraín- el Señor me dijo que quiere celebrar la segunda pascua con Marziam. Pero después no me ha dicho más..."
"A mi me parece que dijo que sí" aclara Andrés.
"La segunda pascua, sí. Pero que venga antes, no lo sé. He cometido tantos errores que... Oh, ¿también vienes tú?"
"Sí, Simón de Jonás. Esta pesca me recordará muchas cosas..."
"¡Eh, a todos nos recordará muchas cosas!... Y cosas que no volverán... Íbamos con el Maestro en esta barca por el lago... Yo la adoraba como si fuera un palacio, y me parecía que no podría vivir sin ella. Pero ahora que no está más El en la barca... en una palabra... estoy dentro pero no siento alegría" confiesa Pedro.
"Ninguno tiene alegría de las cosas pasadas. No es la misma vida. Y aun mirar a atrás... entre las horas pasadas y las presentes están en medio esas horribles..." suspira Bartolomé.
"¡Venid pronto! Tú al timón, y nosotros a los remos. Vamos hacia la curva de Ippo. Es un buen lugar. ¡Ea, adelante!"
Pedro empieza a bogar y la barca se desliza sobre el agua. Bartolomé lleva el timón. Tomás y Zelote hacen de ayudantes, prontos a arrojar las redes que están preparando. Sale la luna, mejor dicho, aparece por sobre los montes de Gadara o Gamala, esto es, sobre los que están en la costa oriental, pero hacia el sur del lago, que al recibir los rayos de la luna hace una avenida de diamantes sobre sus tranquilas aguas.
"Nos acompañará hasta el amanecer."
"Si no hay niebla." 
"Los peces salen del fondo, porque la luna los atrae."
"Si tenemos buena pesca, será fortuna, porque no tenemos más dinero. Compraremos pan y lo llevaremos junto con pescados, a los que están en el monte." Palabras lentas, con pausa entre una y otra.
"Bogas bien, Simón. no te has olvidado de ello..." dice con admiración Zelote.
"Así es... ¡Maldición!"
"¿Qué te pasa?" preguntan los otros.
"Es que el recuerdo de aquel hombre me persigue por doquier. Me acordé de aquel día que entre las dos barcas competimos que quién bogaba mejor, y él..."
"Yo por mi parte pienso que una de las primeras veces que presentí su abismo de perfidia, fue aquella vez que encontramos, mejor dicho, que casi chocábamos con las barcas romanas. ¿Os acordáis?" pregunta Zelote
"¡Que si nos acordamos! Pero... El lo defendía... y nosotros... entre las defensas que hacía el Maestro y su doblez del... no pudo uno percatarse..." responde Tomás.
"¡Umh! Yo más de una vez... Me decía: "No juzgues, Simón!" "
"Tadeo siempre sospechó de él."
"Lo que no llego a creer que éste no haya sabido nada" dice Santiago dando un golpe al codo de su hermano.
Juan no responde y se limita a bajar la cabeza.
"Ya no hay por qué ocultarlo..." dice Tomás.
"Lucho por olvidar. Es lo que se me ordenó. ¿Por qué queréis que desobedezca?"
"Tiene razón. Dejémoslo en paz" dice Zelote en su defensa.
"Bajad las redes. Despacio... Bogad vosotros. Boga despacio. Da vuelta hacia la izquierda, Bartolomé. Acércate. Vira. ¿Está la red extendida? ¿Sí? A los remos y esperemos" ordena Pedro.

LA RED ESTÁ VACÍA. LA SUMERGEN DE NUEVO. 
BUSCAN OTRO LUGAR. ¡NADA!... PASAN LAS HORAS.

¡Qué hermoso es el lago en la tranquilidad de la noche, cuando la luna lo besa! ¿Habrá sido así el paraíso? La luna que toda sobre él se refleja lo convierte en un inmenso diamante. Su fosforescencia se columpia sobre las colinas, las sube, las baja, y a las ciudades vecinas las pinta de color de nieve... De vez en vez sacan la red. Un arpa de diamantes que cae sobre el plateado lago. La red está vacía. La sumergen de nuevo. Buscan otro lugar. ¡Nada!... Pasan las horas. La luna se mete avergonzada, mientras la luz del alba avanza, al principio como dudosa, después se viste de verde-azul... Una niebla calurosa llega a las riberas, sobre todo a la extremidad sur del lago. Tariquea no se ve más. Neblina baja, no muy tupida, que los primeros rayos del sol deshilacharán. Para evitarla prefieren flanquear el lado oriental donde es menos espesa, mientras que al oeste, al venir de más allá de Tariquea en la ribera derecha del Jordán, se hace más densa. Cuidadosamente bogan para evitar algún escollo. 

"¡OÍD, VOSOTROS LOS DE LA BARCA! 
¿NO TENÉIS NADA QUE COMER?"

"¡Oíd, vosotros los de la barca! ¿No tenéis nada que comer?" Una voz varonil les llega desde la playa yresponden: "No" y entre sí comentan: "¡Nos parece siempre escucharlo!..."
"Echad las redes a la derecha y encontraréis."
La derecha es hacia lo largo. Echan la red, un poco dudosos. El peso de la red hace que se incline la barca.
"¡Es el Señor!" exclama Juan.
"¿El Señor?" pregunta Pedro.
"¿Dudas? Nos pareció que era su voz, y esto es la prueba. Mira la red. Es como aquella vez. Te aseguro que es El. Oh, Jesús mío, ¿dónde estás?"
Todos se esfuerzan en perforar el velo de la neblina, después de ver que la red está asegurada para que la arrastren a la estela de la barca, porque querer subirla es una maniobra peligrosa. Reman en dirección de la ribera. Tomás recoge el remo de Pedro que se pone aprisa la túnica corta sobre los breves paños menores, que era lo único que él, como sus demás compañeros, menos Bartolomé, traían puestos, se echa a nado, atraviesa las tranquilas aguas precediendo la barca, y es el primero en poner pie en la desierta playa donde sobre dos piedras se ve fuego hecho con rastrojos que un matorral espinoso protege. Y cerca del fuego, está Jesús, sonriente, benigno.
"¡Señor! ¡Señor!" Pedro lleno de emoción es lo que sabe decir. Chorreando agua no se atreve a tocar ni siquiera el vestido del Señor, y se queda postrado en la arena, en adoración.
La barca se arrastra sobre la arena, se detiene. Todos están de pie, llenos de alegría...


"TRAED ALGUNOS PESCADOS. EL FUEGO ESPERA. 
VENID Y COMED" ORDENA JESÚS.


"Traed algunos pescados. El fuego espera. Venid y comed" ordena Jesús.
Pedro corre a la barca, ayuda a levantar la red y toma del montón tres gruesos pescados, los mata contra el borde de la barca y les saca las entrañas con su cuchillo. Le tiemblan las manos, pero no de frío. Los lava, los lleva al fuego, los pone encima, y cuida de que se asen bien. Los otros siguen adorando al Señor, un poco separados, temerosos, desde que resucitó, pues grande es su majestad..
"Ved, aquí hay pan. Habéis trabajado toda la noche y estáis cansados. Ahora tomad fuerzas. ¿Está pronto, Pedro?"
"Sí, mi Señor" dice Pedro con una voz más ronca que de lo acostumbrado, agachado sobre el fuego. Se seca los ojos de los que corren lágrimas como si el humo se las arrancase, y le hiciese también mal en la garganta. Pero el humo no tiene ninguna culpa... Lleva el pescado que ha puesto sobre una hoja rasposa, parece hoja de calabaza. Se la trajo Andrés, después de haberla lavado en el lago.

¿DÓNDE ESTÁN LOS OTROS?" 
EN EL MONTE. 

Jesús ofrece y bendice, divide el pan, los pescados, en ocho partes, los distribuye y toma también la suya. Comen con la reverencia con que realizarían un rito sagrado. Jesús los mira y sonríe, no habla. Después pregunta: "¿Dónde están los otros?"
"En el monte. Donde ordenaste. Nosotros vinimos a pescar porque no tenemos dinero y no queremos abusar de los discípulos."


"Así está bien. Pero de ahora en adelante vosotros los apóstoles estaréis en el monte en oración, dando buen ejemplo a los discípulos. Mandad a éstos a pescar. Es mejor que quedéis allá para orar y para atender a los que necesitan de vuestro consejo o que os lleven noticias. Tened muy unidos a los discípulos. Volveré pronto."

"Lo haremos, Señor."
"¿No está Marziam contigo?"
"No me habías dado órdenes de que lo mandase llamar tan pronto."
"Mándalo llamar. Ha obedecido perfectamente."
"Así lo haré, Señor."

LO MIRA CON ESOS OJOS DE CUANDO IBA A HACER 
UN GRAN MILAGRO O CUANDO IBA A DAR SUS ÓRDENES. 
PEDRO SE ESTREMECE COMO DE MIEDO Y SE ECHA 
UN POCO ATRÁS... PERO JESÚS LE PONE UNA MANO 
SOBRE LA ESPALDA, LO DETIENE FUERTEMENTE 
Y LE PREGUNTA, TENIÉNDOLO ASÍ: 
"SIMÓN DE JONÁS, ¿ME AMAS?"

Un silencio, luego Jesús que había estado un poco con la cabeza inclinada, pensativo, levanta su cabeza, clava sus ojos en Pedro. Lo mira con esos ojos de cuando iba a hacer un gran milagro o cuando iba a dar sus órdenes. Pedro se estremece como de miedo y se echa un poco atrás... Pero Jesús le pone una mano sobre la espalda, lo detiene fuertemente y le pregunta, teniéndolo así: "Simón de Jonás, ¿me amas?"
"¡Claro, Señor! Tú sabes que te amo" responde Pedro.
"Apacienta mis corderos... Simón de Jonás, ¿me amas?"
"Sí, Señor mío. Tú sabes que te amo." La voz es menos segura, y hasta como que tiembla por la repetición de la pregunta.
"Apacienta mis corderos... Simón de Jonás, ¿me amas?"
"Señor... Tú sabes todo... Tú sabes si te amo.." le tiembla la voz, aun cuando está seguro de su amor, pero cree que Jesús no lo está.
"Apacienta mis ovejitas. Tu triple confesión de amor ha borrado tu triple negación. Estás completamente puro, Simón de Jonás, y Yo te digo: toma las vestiduras pontificales, lleva la santidad del Señor en medio de mi grey. Cíñete tus vestiduras, y tenlas así hasta que de Pastor te conviertas en cordero. En verdad te digo: cuando eras joven te ceñías tus vestiduras, e ibas a donde querías, pero cuando envejezcas extenderás tus manos, otro te ceñirá tus vestidos, y le llevará a donde no te gustará. Pero ahora Yo te digo. "Cíñete tus vestidos y sígueme por el mismo camino". Levántate y ven."

"¿Y QUÉ SERÁ DE ÉSTE?"

Se levantan y ambos se dirigen a la playa. Los demás se ponen a apagar el fuego con arena. Juan, después de haber recogido lo que sobró del pan, sigue a Jesús. Pedro oye sus pasos y vuelve la cabeza. Ve a Juan y pregunta, señalándolo a Jesús: "¿Y qué será de éste?"
"Si quiero que se quede hasta que Yo regrese, ¿a ti qué te importa? Tú sígueme."
Caminan por la playa. Pedro quisiera hablar un poco más. Pero la majestad de Jesús, las palabras que le acaba de decir lo detienen. Se arrodilla. Los demás lo imitan. Adoran. Jesús los bendice, y les ordena que regresen. Suben a la barca y a fuerzas de remo se alejan. Jesús los mira partir.
XI. 767-771


A. M. D. G. et B. V. M.

«Santa Vergine, Madre mia, mi get­to ai tuoi piedi; ho molto peccato, ma ti cerco, Madre amata. Cerco anche Gesù; ma tu ti nascondi, come pure Gesù. O Madre mia, abbi pietà di questo piccolo nulla!



L'indomani una celeste apparizione venne a visitarla sotto la forma di Madre Elia. Ecco come lo si seppe.

Vedendo entrare la suora infermiera nella sua cella, la novizia disse tutta con­tenta «Madre Elia è uscita or ora»; e, mostrandole un lavoro ad ago, aggiunse «Ma­dre Elia ha fatto questo cucito per insegnarmi a lavorare bene». L'infermiera si af­frettò ad informare Madre Elia di ciò che aveva appreso; questa si recò dalla novizia per conoscere la verità sul fatto, visto che lei non aveva visitato suor Maria quel giorno. La pregò, senza altro preambolo, di ripeterle ciò che aveva detto. La mala­ta, sorpresa, credette che la sua maestra l'interrogasse così per provarla; le rispose ingenuamente che non se ne ricordava più. Ebbene, riprese Madre Elia, facciamo una preghiera al tuo angelo custode, affinché ti ottenga di ricordartelo. 

Finita la preghiera, la novizia le disse: «Quando è venuta questa mattina, le ho comunicato le mie impressioni sulla comunione. Ma perché ridirle adesso?» Per farti praticare l'obbedienza, rispose Madre Elia. «Ebbene, riprese subito suor Maria, avevo visto, dopo la comunione, una bambina come me, vestita come me e che mi rassomiglia­va perfettamente; era solo molto più piccola di me. Gesù la teneva nelle sue brac­cia, sembrava la amasse molto. Ero gelosa di questa bambina e ho detto a Gesù: questa piccola è felice, tu l'ami tanto! Sì, io l'amo, mi ha risposto Gesù, vedi come la tengo nelle mie braccia, ma lei non lo sa. Ed io ho detto a Gesù: ma ella è nelle tue braccia! Ah! se fossi al suo posto, ti assicuro che lo sentirei e quanto sarei feli­ce. O piccola, prega per me che non sono che peccato. Tu sei pura, ed io non sono che letame. Questa piccola non mi vedeva. Non guardava che Gesù, e anche Gesù la guardava sempre. La sua vista mi diede tuttavia un po' di speranza. Osai dire a Gesù: o Gesù, tu sei venuto per i peccatori. Io non sarò mai come questa piccola ma infine voglio sperare. Le ho detto tutto ciò questa mattina, Madre mia, e lei ha pianto perché mi ama; anch'io sentivo che lei mi ama; era più amabile di adesso. Usciva da "lei" un profumo che arrecava la grazia nella mia anima. Perché non pos­so sentire, in questo momento, questa stessa grazia? Mi ha detto piangendo: abbi fiducia, bambina mia; la Vergine santa ti ama, è con te; ti guarda, ma tu non la ve­di; sii molto obbediente. Mi ha dato speranza, conto sulla misericordia di Dio così buono, così amabile! Chi è come Dio?».


La notte, diceva con una voce commovente: «Santa Vergine, Madre mia, mi get­to ai tuoi piedi; ho molto peccato, ma ti cerco, Madre amata. Cerco anche Gesù; ma tu ti nascondi, come pure Gesù. O Madre mia, abbi pietà di questo piccolo nulla! O Gesù, perdonami; non voglio più offenderti, abbi pietà di questa povera orfana! Tu non sei venuto per niente sulla terra, non sei venuto per i giusti; sei venuto per salvare i peccatori! lo non ho più Gesù; sono un piccolo nulla abbandonato. Dio mio, Dio mio, misericordia! Tu sei infinitamente buono, spero in te!».


Sit nomen Domini benedictum!

Purgatorio




Quanto ai gradi del Purgatorio, posso parlarvene perché vi son passata.

Nel grande Purgatorio vi sono diversi gradi.

Nel più basso e più tormentoso, che è un inferno momentaneo, si trovano i peccatori che hanno commesso delitti enormi durante la vita e che la morte ha sorpreso in quello stato, senza dar loro che il tempo di appena ravvedersi. Essi sono stati salvati come per miracolo, sovente per le preghiere di parenti pii o di altre persone. 

Talvolta non hanno potuto neppur confessarsi e il mondo li crede perduti, ma il buon Dio, la cui misericordia è infinita, ha dato loro, al momento della morte, la contrizione necessaria per esser salvi, in vista di una o di alcune azioni da essi compiute durante la vita.

Per tali anime, il Purgatorio è terribile. È l'inferno, con la differenza che in inferno si maledice il buon Dio, mentre nel Purgatorio Lo si benedice e Lo si ringrazia di averci salvato.

Di poi vengono le anime che, senza aver commesso grandi colpe come le prime, sono state indifferenti per il buon Dio; durante la vita non hanno punto soddisfatto al precetto pasquale e, convertite parimenti in punto di morte, sovente non avendo neppure potuto comunicarsi, sono nel Purgatorio in isconto della loro lunga indifferenza, sofferenti pene inaudite, abbandonate, senza preci... o, se se ne fanno per loro, esse non possono trarne profitto.

Infine poi, vi sono ancora in detto Purgatorio, Religiosi e Religiose tiepide, dimentiche dei propri doveri, indifferenti per Gesù; sacerdoti, che, non avendo esercitato il loro ministero con la riverenza dovuta alla Maestà Sovrana, non hanno fatto amare abbastanza il buon Dio dalle anime, loro affidate. Io ho appartenuto a codesto grado.


Nel secondo Purgatorio si trovano le anime di coloro che muoiono colpevoli di peccati veniali non espiati prima della morte, ovvero di peccati mortali rimessi, ma di cui non hanno pienamente soddisfatto la giustizia divina.
Vi sono anche in detto Purgatorio diversi gradi secondo i meriti delle persone.
Così il Purgatorio delle persone consacrate o che hanno ricevuto più grazie è più lungo e più penoso di quello della comune delle anime.


Infine il Purgatorio di desiderio, che vien chiamato Vestibolo.
Ben poche persone lo evitano; per evitarlo, bisogna aver desiderato ardentemente il Cielo e la visione del buon Dio, e questo è raro, più raro che non si creda, poiché molte persone, anche pie, hanno paura del buon Dio e non desiderano con abbastanza ardore il Cielo.
Detto Purgatorio ha il suo martirio ben doloroso al par degli altri; esser privi della visione del buon Gesù, qual sofferenza!

BONE IESU, MISERERE!


mercoledì 10 aprile 2013

Misericordia e Giustizia



<<LA GIUSTIZIA SENZA MISERICORDIA
DIVENTA CRUDELTA’
E
LA MISERICORDIA SENZA GIUSTIZIA
DIVENTA CAUSA DI OGNI DISORDINE
PERCIO’
E’ BENE CHE SIANO SEMPRE COLLEGATE>>
San TOMMASO D'AQUINO