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martedì 18 giugno 2013

DOMINGO XII, T.O.: 23-6-2013 / San Lucas 9, 18-24: "PEDRO HA DICHO LA VERDAD. MUCHOS LA INTUYEN. VOSOTROS LA SABÉIS.



EN EL CAMINO HACIA 
CESAREA DE FILIPO






El Jordán, antes de que se lance en el lago Merón, tiene a sus lados una llanura. Es bella. Según pasan los días crecen más los trigales, y los árboles se engalanan con sus flores. Las colinas, más allá de las cuales está Quedes, están a la espalda de los peregrinos que, muertos de frío, caminan ligeros a las primeras luces del día, buscando con ansia algún rayo de sol, que empieza a acariciar las copas de los árboles. Probablemente durmieron al aire libre, o si les fue bien en algún pajar, porque sus vestidos están arrugados, y traen todavía pajas, que se quitan al descubrirlas según la luz es más fuerte.
El río anuncia que está cerca. Su ruido lo traiciona. Ruido que parece más fuerte en las horas matinales, adormiladas en el silencio de la campiña, y por una hilera de árboles cuyas tiernas hojas se mueven al leve viento matinal. Aun no se ve, metido como está en la llanura. Cuando se ven sus aguas, que otros arroyos aumentan también, brillar entre el verde de las riberas, está ya uno junto a él.

"VED SI HAY UNA BARCA PARA PASAR. 
ES MEJOR IR DE ESTA PARTE..."

"¿Lo pasamos aquí, o hasta el puente?" preguntan a Jesús que venía solo, meditabundo, y que se paró a esperarlos.
"Ved si hay una barca para pasar. Es mejor ir de esta parte..."
"Sí. En el puente que está en el camino para Cesarea Panéades podremos encontrar otra vez a alguien que siga nuestras pistas" observa Bartolomé, frunciendo el entrecejo, y mirando a Judas.
"No. No me mires con esos ojos. No sabía que vendríamos aquí, y no he dicho nada. Fácilmente se podía prever que de Sefet Jesús habría ido a las tumbas de los rabíes y a Quedes, pero nunca hubiera imaginado que hubiese querido ir a la capital de Filipo. Por esto no lo saben. Y no los encontraremos por culpa mía, ni porque ellos quieran, al menos que no tengan a Belzebú que los conduzca" se disculpa afligido el discípulo.
"Eso está bien, porque con ciertos tipos... hay que tener abierto el ojo, y medir las palabras, y no dejar sospecha de nuestros proyectos. Conviene estar muy atentos, de otro modo nuestra evangelización se cambiará en una continua fuga" replica Bartolomé.
Regresan Juan y Andrés. Dicen: "Hemos encontrado dos barcas. Nos pasan por una dracma por barca. Bajemos a la orilla."
En las dos barcas y en dos viajes pasan al otro lado. La llanura de este lado es también fértil, pero no muy poblada, fuera de las casas de los campesinos que viven aquí.
"¡Umh! ¿Cómo nos las arreglaremos para el pan? Yo tengo hambre... y aquí no hay ni siquiera las espigas filisteas... Hierba y hojas, hojas y flores. No soy ni un borrego, ni una abeja" dice Pedro a sus compañeros que sonríen.
Judas Tadeo se vuelve -va un poco adelante- y dice: "Compremos pan en el primer poblado que encontremos."
"Con tal de que no nos hagan huir" concluye Santiago de Zebedeo.

ESTAD ATENTOS DE TOMAR LEVADURA DE LOS 
FARISEOS Y SADUCEOS. 
ME PARECE QUE LO ESTÁIS HACIENDO 
¡TOMAD VUESTRAS PROVIDENCIAS!" DICE JESÚS.

"Estad atentos, vosotros que decís que hay que tomar clase de precauciones, de tomar levadura de los fariseos y saduceos. me parece que lo estáis haciendo, sin reflexionar en lo que tiene de mal. ¡Atentos! ¡Tomad vuestras providencias!" dice Jesús.
Los apóstoles se miran entre sí y murmuran: "¿Qué está diciendo? La mujer de la casa del sordomudo y la que nos hospedó en Quedes nos dieron el pan. Es lo único que tenemos. No sabemos siquiera si podremos encontrar algo más para matar el hambre. ¿Cómo dice que hemos comprado a los fariseos y saduceos el pan con la levadura? Tal vez no quiere que se compre por estas partes."

"¿POR QUÉ TENÉIS MIEDO DE QUEDAROS SIN PAN?  
¿NO OS ACORDÁIS DE LOS CINCO PANES CON QUE 
CALMARON SU HAMBRE CINCO MIL PERSONAS? 

¿NO COMPRENDÉIS A QUÉ LEVADURA ME REFIERO?

Jesús que nuevamente va delante, se vuelve. "¿Por qué tenéis miedo de quedaros sin pan? Aunque aquí todos fuesen fariseos y saduceos no os quedaríais sin comer por causa de mi consejo. No hablo de la levadura que hay en el pan. Podéis comprar pan para vuestros estómagos donde os parezca. Si nadie os lo quisiera vender, no os quedaríais por ello sin comer. ¿No os acordáis de los cinco panes con que calmaron su hambre cinco mil personas? ¿No os acordáis que recogisteis doce cestos de pedazos que sobraron? Puedo hacer por vosotros doce, que tenéis un solo pan, lo que hice por cinco mil con cinco. ¿No comprendéis a qué levadura me refiero? A la que esponja en el corazón de fariseos, saduceos, doctores contra Mí. Al odio. A la herejía. Ahora vosotros os estáis encaminando hacia el odio, como si hubiera entrado en vosotros un poco de la levadura farisaica. No se debe odiar ni siquiera al enemigo. No abráis ni siquiera un resquicio a lo que no es Dios.Detrás del primer elemento entrarían otros, contrarios a Dios. Algunas veces por querer combatir con iguales armas a los enemigos, se termina por perecer o ser vencidos. Y vencidos una vez podéis por el contacto asimilar sus doctrinas. No. ¡Tened caridad y prudencia! No estáis todavía bien preparados para combatir estas doctrinas sin infectaros con ellas. Porque algunos elementos existen en vosotros. Uno es la aversión que sentís por ellos. Os digo aun que podrían cambiar de método para seduciros, para arrebataros de mi lado, empleando miles de gentilezas, mostrándose arrepentidos, deseosos de hacer las paces.No debéis evitarlos, pero cuando traten de daros sus doctrinas, procurad no aceptarlasEste es el fermento del que os hablaba. La mala voluntad que es contraria al amor y las falsas doctrinas. Os digo: Sed prudentes."

"¿LA SEÑAL QUE AYER PEDÍAN LOS FARISEOS ERA 
"LEVADURA"?

"Y ¿QUÉ SEÑAL ES? ¿NO NOS LA QUIERES DECIR 
A NOSOTROS, TUS APÓSTOLES?

"¿La señal que ayer pedían los fariseos era "levadura"? " pregunta Tomás.
"Lo era y veneno también."
"Hiciste bien en no haberla dado."
"La daré algún día."
"¿Cuándo? ¿Cuándo?" curiosos preguntan.
"Un día..."
"Y ¿qué señal es? ¿No nos la quieres decir a nosotros, tus apóstoles? Para que podamos reconocerla al punto" pregunta insistente Pedro.
"Vosotros no deberíais tener necesidad de señal alguna."
"¡No para poder creer en Ti! No somos de la gente que tenga muchas ideas. Bástanos una: amarte" dice entusiasta Santiago de Zebedeo.

Y LA GENTE CON QUIEN TRATÁIS 
¿QUÉ DICE QUIÉN SEA YO? 
¿QUÉ PIENSA QUE ES EL HIJO DEL HOMBRE?"

"Y la gente con quien tratáis sin preocupación alguna, que no se siente impresionada con vosotros como le sucede conmigo, ¿qué dice quién sea Yo? ¿Qué piensa que es el Hijo del hombre?"
"Algunos dicen que eres Jesús, esto es, el Mesías, y son los mejores quienes lo afirman. Otros dicen que eres un profeta, otros que sólo un rabí, y otros, bien lo sabes, te tienen por loco y endemoniado."
"Con todo algunos te llaman el "Hijo del hombre" como Tú mismo dices de Ti mismo."
"Otros dicen que no puede ser, porque el Hijo del hombre es una cosa muy diversa. Esto es algo que siempre se oye, porque en el fondo ellos admiten que eres más que el Hijo del hombre, que eres el Hijo de Dios.Otros, por el contrario, dicen que no eres ni siquiera el Hijo del hombre, sino un pobre cualquiera a quien Satanás incita, y aumenta su locura. Ves que los pareceres son muchos y todos diversos" dice Bartolomé.

¿PERO PARA LA GENTE QUIÉN ES, EN UNA PALABRA, 
EL HIJO DEL HOMBRE?

"¿Pero para la gente quién es, en una palabra, el Hijo del hombre?"
"Es un ser en que radican todas las virtudes más hermosas del hombre, un ser que reúne en sí todos los requisitos de inteligencia, sabiduría, belleza, que imaginamos que existieron en Adán, y algunos añaden a estos requisitos el de no morir. Sabes muy bien que anda en las bocas de muchos que Juan Bautista no ha muerto, sino sólo transportado por los ángeles y que Herodes, para no confesar su derrota, y mucho más Herodías, se cuenta que mató a un siervo, y habiéndole quitado la cabeza, hayan mostrado como cadáver del Bautista su cuerpo. ¡Tantas cosas dice la gente! Por esto muchos piensan que el Hijo del hombre sea Jeremías, o Elías, o alguno de los profetas y aun el mismo Bautista, en quien había la belleza y la sabiduría, y se llamaba el precursor del Mesías, del Ungido de Dios. El Hijo del hombre: un gran ser nacido del hombre.No pueden admitir muchos, o no quieren, que Dios haya enviado a su Hijo a la tierra. Ayer Tú mismo lo dijiste: "Creerán sólo los que están convencidos de la infinita bondad de Dios". Israel cree más en la severidad de Dios que en su bondad..." explica Bartolomé.
"Tienes razón. Se oye a muchos incapacitados que afirman que es imposible que Dios haya sido tan bueno, de haber enviado a su Verbo para salvarlos. El obstáculo que encuentran en creer esto, es su propia alma degradada" confirma Zelote. Y añade: "Tú dices ser el Hijo de Dios y del hombre. En verdad existe en ti la belleza, toda la sabiduría como hombre. Yo creo que quien hubiese nacido realmente de un Adán en gracia, se te hubiera parecido en hermosura e inteligencia y en otras cualidades. Dios resplandece en ti por su poder. Pero ¿quién de esos que se creen dioses puede creerlo, llevados de su gran soberbia? Los que son crueles, que odian, que son unos ladrones, impuros, no pueden ciertamente admitir que Dios haya llegado al extremo de su bondad de darse a Sí mismo para redimirlos, que haya entregado su amor para salvarlos, su generosidad, su pureza para sacrificarse por nosotros. No pueden admitirlo esos, que son tan duros y quisquillosos en buscar culpas y castigarlas."

Y VOSOTROS ¿QUÉ DECÍS QUIÉN SEA YO? 
DECIDLO CON EL CORAZÓN EN LA MANO,

"Y vosotros ¿qué decís quién sea Yo? Decidlo con el corazón en la mano, sin tener en cuenta mis palabras o las de otros. Si fuerais obligados a juzgarme ¿quién diríais que soy Yo?"
"Tú eres eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo" grita Pedro arrodillándose con los brazos abiertos en alto, hacia Jesús que lo mira con un rostro que es todo luz, y que se inclina para levantarlo para abrazarlo, diciendo:

LA RAZÓN POR LA QUE JESÚS ELIGIÓ A PEDRO 
CABEZA DE LA IGLESIA

"¡Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás! No ha sido la carne ni la sangre los que te lo revelaron, sino mi Padre que está en los cielos. Desde el primer día que viniste a Mí, te has hecho esta pregunta, y como eres sencillo y honrado has sabido comprender y aceptar la respuesta que los cielos te daban. No viste ninguna manifestación sobrenatural como tu hermano y Juan y Santiago. No conocías que había sido Yo bueno como hijo, como obrero, como ciudadano, cual Judas y Santiago mis hermanos lo habían visto. No te hice ningún milagro, ni me viste hacerlo. No te di ninguna señal de mi poder como la vieron Felipe, Natanael, Simón Cananeo, Tomás, Judas. No (te) sentiste subyugado por mi voluntad como Leví el publicano. Y con todo exclamaste: "¡El es el Mesías!". Desde la primera vez que me viste, creíste, y tu fe jamás se ha sentido vacilar. Por esto te llamé Cefas. Y por esto, sobre ti, Roca, edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no la vencerán. Te daré las llaves del reino de los cielos, y lo que hubieras amarrado en la tierra, lo será también en los cielos, y lo que hubieras soltado en la tierra, será suelto también en los cielos, ¡oh hombre fiel y prudente cuyo corazón he podido probar! Y ahora, desde este momento, eres el jefe, a quien debe darse obediencia, respeto como si fuera Yo mismo. Y como a tal te proclamo ante todos tus compañeros."
Si Jesús hubiera arrojado contra Pedro toda clase de reproches no se hubiera sentido tan pequeño. Se oyen sus sollozos, que repercuten contra el pecho de Jesús. Un llanto que sólo será igual al de haberlo negado. Ahora es un llanto que nace de miles de sentimientos humildes y buenos... Es algo del antiguo Simón -el pescador de Betsaida que a la nueva de su hermano había respondido riéndose: "¿El Mesías se te ha aparecido?... ¿De veras?"- Algo queda del antiguo Simón que llora, bajo el peso de su fragilidad humana, pero que empieza a ser el Pedro, el Jefe de la Iglesia de Jesús.
Cuando levanta su cara, tímida, apenada, no sabe hacer otra cosa para demostrar todo lo que siente, todo a lo que se ha comprometido: echar sus brazos cortos y musculosos al cuello de Jesús, obligarlo a inclinarse para que lo bese, mezclando sus cabellos, su barba, un tanto ásperos y entrecanos, con los hermosos cabellos y barba dorados de Jesús. Lo mira con una mirada de adoración, amor, súplica, con unos ojos un tanto bovinos, resplandecientes y rojizos por las lágrimas teniendo entre sus manos callosas, largas, toscas, el rostro ascético del Maestro, cual si fuese un vaso de quien fluya un licor precioso... y bebe, bebe dulzura y gracia, seguridad y fuerzas de ese rostro, de esos ojos, de esa sonrisa...

"PEDRO HA DICHO LA VERDAD.
MUCHOS LA INTUYEN.
VOSOTROS LA SABÉIS.
POR AHORA NO DIGÁIS A NADIE QUIÉN ES EL MESÍAS,
COMO VOSOTROS LO SABÉIS.

DEJAD QUE DIOS HABLE EN LOS CORAZONES
COMO HABLA EN LOS VUESTROS.

Pedro se separa de Jesús, quien dice a todos al continuar su camino hacia Cesarea de Filipo: "Pedro ha dicho la verdad. Muchos la intuyen. Vosotros la sabéis. Por ahora no digáis a nadie quién es el Mesías, como vosotros lo sabéis. Dejad que Dios hable en los corazones como habla en los vuestros. En verdad os digo que quienes juntan a mi afirmación o a la vuestra una fe y amor perfectos, llegarán a comprender el verdadero significado de las palabras: "Jesús, el Mesías, el Verbo, el Hijo del hombre y de Dios". "
VI. 189-194


A. M. D. G. et B.V.M.

giovedì 11 aprile 2013

III Domingo de Pascua, Año C, 14 de Abril de 2013: PEDRO VA A PESCAR Y CON ÉL TODOS LOS DEMÁS. ... "Traed algunos pescados. El fuego espera. Venid y comed" ordena Jesús.



JESÚS SE APARECE 
EN LAS RIBERAS DEL LAGO





Es una noche tranquila y bochornosa. Ni un respiro de aire. Las estrellas, grandes, palpitantes, hacen señales desde allá arriba. El lago, sereno e inmóvil que parece una grande alberca defendida de los vientos, refleja en su superficie la gloria de ese cielo en que bullen los astros. Las plantas de la ribera forman una masa sin gemidos. Tan calmado está el lago que todo su movimiento se reduce a un levísimo golpeteo en la ribera. Una que otra barquichuela apenas si se distingue bajo los rayos de alguna estrella que ilumina débilmente el interior. No sé cual sea el lugar exacto en que estoy, pero me parece que me hallo en la parte sur, donde el lago desemboca en el río. Diría yo que estoy en la periferia de Tariquea, no porque vea la ciudad, que un montón de árboles me esconde, extendiéndose a lo largo del lago en forma de un promontorio, sino que lo deduzco de las lucecillas de las barcas que se alejan hacia el norte, al retirarse de la playa. Digo periferia porque hay un montón de casuchas, tan pocas para formar un villorrio, a las faldas del promontorio. Deben ser de pescadores. Hay barcas sobre la arena seca de la playa, otras ya están prontas a partir, pero las aguas están tranquilas, que parecen enclavadas en ellas.
De una casucha saca Pedro la cabeza. La luz, que sale de una cocina ahumada, ilumina por la espalda la figura rechoncha del apóstol haciéndola resaltar como una silueta. Mira el cielo, el lago... Se acerca al borde del lago. Viste una túnica corta y viene descalzo. Entra en el agua hasta los muslos, acaricia el borde de una barca alargando su musculoso brazo. Se le acercan los hijos de Zebedeo.

PEDRO VA A PESCAR Y CON ÉL TODOS LOS DEMÁS

"¡Noche espléndida!"
"Dentro de poco saldrá la luna."
"Habrá pesca."
"No hay viento."
"¿Qué hacemos?"
Hablan despacio, con frases cortas, como hombres acostumbrados a la pesca, a las maniobras de las velas, de las redes que exigen atención, a ser parcos en palabras.
"Vámonos. Venderemos parte de la pesca."
Los alcanzan en la ribera Andrés, Tomás y Bartolomé.
"¡Qué noche tan calurosa!" exclama Bartolomé.
"¿Habrá tempestad? ¿Os acordáis de aquella noche?" pregunta Tomás.
"¡Oh, no! Calma, tal vez neblina, pero tempestad, no. Yo... yo voy a pescar. ¿Quien viene conmigo?"
"Vamos todos. Tal vez esté uno mejor allá" dice Tomás que está sudando y añade: "Esa mujer necesitaba el fuego, pero era cómo si estuviéramos en las termas..."
"Voy a decirle a Simón. Está allá solo" dice Juan.
Pedro está preparando ya la barca, ayudado de Andrés y Santiago.
"¿Vamos hasta casa? Una sorpresa para mi madre..." pregunta Santiago.
"No. No sé si puedo hacer que venga Marziam. Antes de... de la... ¡Bueno!, ¡total! Antes de ir a Jerusalén. -si estaba todavía en Efraín- el Señor me dijo que quiere celebrar la segunda pascua con Marziam. Pero después no me ha dicho más..."
"A mi me parece que dijo que sí" aclara Andrés.
"La segunda pascua, sí. Pero que venga antes, no lo sé. He cometido tantos errores que... Oh, ¿también vienes tú?"
"Sí, Simón de Jonás. Esta pesca me recordará muchas cosas..."
"¡Eh, a todos nos recordará muchas cosas!... Y cosas que no volverán... Íbamos con el Maestro en esta barca por el lago... Yo la adoraba como si fuera un palacio, y me parecía que no podría vivir sin ella. Pero ahora que no está más El en la barca... en una palabra... estoy dentro pero no siento alegría" confiesa Pedro.
"Ninguno tiene alegría de las cosas pasadas. No es la misma vida. Y aun mirar a atrás... entre las horas pasadas y las presentes están en medio esas horribles..." suspira Bartolomé.
"¡Venid pronto! Tú al timón, y nosotros a los remos. Vamos hacia la curva de Ippo. Es un buen lugar. ¡Ea, adelante!"
Pedro empieza a bogar y la barca se desliza sobre el agua. Bartolomé lleva el timón. Tomás y Zelote hacen de ayudantes, prontos a arrojar las redes que están preparando. Sale la luna, mejor dicho, aparece por sobre los montes de Gadara o Gamala, esto es, sobre los que están en la costa oriental, pero hacia el sur del lago, que al recibir los rayos de la luna hace una avenida de diamantes sobre sus tranquilas aguas.
"Nos acompañará hasta el amanecer."
"Si no hay niebla." 
"Los peces salen del fondo, porque la luna los atrae."
"Si tenemos buena pesca, será fortuna, porque no tenemos más dinero. Compraremos pan y lo llevaremos junto con pescados, a los que están en el monte." Palabras lentas, con pausa entre una y otra.
"Bogas bien, Simón. no te has olvidado de ello..." dice con admiración Zelote.
"Así es... ¡Maldición!"
"¿Qué te pasa?" preguntan los otros.
"Es que el recuerdo de aquel hombre me persigue por doquier. Me acordé de aquel día que entre las dos barcas competimos que quién bogaba mejor, y él..."
"Yo por mi parte pienso que una de las primeras veces que presentí su abismo de perfidia, fue aquella vez que encontramos, mejor dicho, que casi chocábamos con las barcas romanas. ¿Os acordáis?" pregunta Zelote
"¡Que si nos acordamos! Pero... El lo defendía... y nosotros... entre las defensas que hacía el Maestro y su doblez del... no pudo uno percatarse..." responde Tomás.
"¡Umh! Yo más de una vez... Me decía: "No juzgues, Simón!" "
"Tadeo siempre sospechó de él."
"Lo que no llego a creer que éste no haya sabido nada" dice Santiago dando un golpe al codo de su hermano.
Juan no responde y se limita a bajar la cabeza.
"Ya no hay por qué ocultarlo..." dice Tomás.
"Lucho por olvidar. Es lo que se me ordenó. ¿Por qué queréis que desobedezca?"
"Tiene razón. Dejémoslo en paz" dice Zelote en su defensa.
"Bajad las redes. Despacio... Bogad vosotros. Boga despacio. Da vuelta hacia la izquierda, Bartolomé. Acércate. Vira. ¿Está la red extendida? ¿Sí? A los remos y esperemos" ordena Pedro.

LA RED ESTÁ VACÍA. LA SUMERGEN DE NUEVO. 
BUSCAN OTRO LUGAR. ¡NADA!... PASAN LAS HORAS.

¡Qué hermoso es el lago en la tranquilidad de la noche, cuando la luna lo besa! ¿Habrá sido así el paraíso? La luna que toda sobre él se refleja lo convierte en un inmenso diamante. Su fosforescencia se columpia sobre las colinas, las sube, las baja, y a las ciudades vecinas las pinta de color de nieve... De vez en vez sacan la red. Un arpa de diamantes que cae sobre el plateado lago. La red está vacía. La sumergen de nuevo. Buscan otro lugar. ¡Nada!... Pasan las horas. La luna se mete avergonzada, mientras la luz del alba avanza, al principio como dudosa, después se viste de verde-azul... Una niebla calurosa llega a las riberas, sobre todo a la extremidad sur del lago. Tariquea no se ve más. Neblina baja, no muy tupida, que los primeros rayos del sol deshilacharán. Para evitarla prefieren flanquear el lado oriental donde es menos espesa, mientras que al oeste, al venir de más allá de Tariquea en la ribera derecha del Jordán, se hace más densa. Cuidadosamente bogan para evitar algún escollo. 

"¡OÍD, VOSOTROS LOS DE LA BARCA! 
¿NO TENÉIS NADA QUE COMER?"

"¡Oíd, vosotros los de la barca! ¿No tenéis nada que comer?" Una voz varonil les llega desde la playa yresponden: "No" y entre sí comentan: "¡Nos parece siempre escucharlo!..."
"Echad las redes a la derecha y encontraréis."
La derecha es hacia lo largo. Echan la red, un poco dudosos. El peso de la red hace que se incline la barca.
"¡Es el Señor!" exclama Juan.
"¿El Señor?" pregunta Pedro.
"¿Dudas? Nos pareció que era su voz, y esto es la prueba. Mira la red. Es como aquella vez. Te aseguro que es El. Oh, Jesús mío, ¿dónde estás?"
Todos se esfuerzan en perforar el velo de la neblina, después de ver que la red está asegurada para que la arrastren a la estela de la barca, porque querer subirla es una maniobra peligrosa. Reman en dirección de la ribera. Tomás recoge el remo de Pedro que se pone aprisa la túnica corta sobre los breves paños menores, que era lo único que él, como sus demás compañeros, menos Bartolomé, traían puestos, se echa a nado, atraviesa las tranquilas aguas precediendo la barca, y es el primero en poner pie en la desierta playa donde sobre dos piedras se ve fuego hecho con rastrojos que un matorral espinoso protege. Y cerca del fuego, está Jesús, sonriente, benigno.
"¡Señor! ¡Señor!" Pedro lleno de emoción es lo que sabe decir. Chorreando agua no se atreve a tocar ni siquiera el vestido del Señor, y se queda postrado en la arena, en adoración.
La barca se arrastra sobre la arena, se detiene. Todos están de pie, llenos de alegría...


"TRAED ALGUNOS PESCADOS. EL FUEGO ESPERA. 
VENID Y COMED" ORDENA JESÚS.


"Traed algunos pescados. El fuego espera. Venid y comed" ordena Jesús.
Pedro corre a la barca, ayuda a levantar la red y toma del montón tres gruesos pescados, los mata contra el borde de la barca y les saca las entrañas con su cuchillo. Le tiemblan las manos, pero no de frío. Los lava, los lleva al fuego, los pone encima, y cuida de que se asen bien. Los otros siguen adorando al Señor, un poco separados, temerosos, desde que resucitó, pues grande es su majestad..
"Ved, aquí hay pan. Habéis trabajado toda la noche y estáis cansados. Ahora tomad fuerzas. ¿Está pronto, Pedro?"
"Sí, mi Señor" dice Pedro con una voz más ronca que de lo acostumbrado, agachado sobre el fuego. Se seca los ojos de los que corren lágrimas como si el humo se las arrancase, y le hiciese también mal en la garganta. Pero el humo no tiene ninguna culpa... Lleva el pescado que ha puesto sobre una hoja rasposa, parece hoja de calabaza. Se la trajo Andrés, después de haberla lavado en el lago.

¿DÓNDE ESTÁN LOS OTROS?" 
EN EL MONTE. 

Jesús ofrece y bendice, divide el pan, los pescados, en ocho partes, los distribuye y toma también la suya. Comen con la reverencia con que realizarían un rito sagrado. Jesús los mira y sonríe, no habla. Después pregunta: "¿Dónde están los otros?"
"En el monte. Donde ordenaste. Nosotros vinimos a pescar porque no tenemos dinero y no queremos abusar de los discípulos."


"Así está bien. Pero de ahora en adelante vosotros los apóstoles estaréis en el monte en oración, dando buen ejemplo a los discípulos. Mandad a éstos a pescar. Es mejor que quedéis allá para orar y para atender a los que necesitan de vuestro consejo o que os lleven noticias. Tened muy unidos a los discípulos. Volveré pronto."

"Lo haremos, Señor."
"¿No está Marziam contigo?"
"No me habías dado órdenes de que lo mandase llamar tan pronto."
"Mándalo llamar. Ha obedecido perfectamente."
"Así lo haré, Señor."

LO MIRA CON ESOS OJOS DE CUANDO IBA A HACER 
UN GRAN MILAGRO O CUANDO IBA A DAR SUS ÓRDENES. 
PEDRO SE ESTREMECE COMO DE MIEDO Y SE ECHA 
UN POCO ATRÁS... PERO JESÚS LE PONE UNA MANO 
SOBRE LA ESPALDA, LO DETIENE FUERTEMENTE 
Y LE PREGUNTA, TENIÉNDOLO ASÍ: 
"SIMÓN DE JONÁS, ¿ME AMAS?"

Un silencio, luego Jesús que había estado un poco con la cabeza inclinada, pensativo, levanta su cabeza, clava sus ojos en Pedro. Lo mira con esos ojos de cuando iba a hacer un gran milagro o cuando iba a dar sus órdenes. Pedro se estremece como de miedo y se echa un poco atrás... Pero Jesús le pone una mano sobre la espalda, lo detiene fuertemente y le pregunta, teniéndolo así: "Simón de Jonás, ¿me amas?"
"¡Claro, Señor! Tú sabes que te amo" responde Pedro.
"Apacienta mis corderos... Simón de Jonás, ¿me amas?"
"Sí, Señor mío. Tú sabes que te amo." La voz es menos segura, y hasta como que tiembla por la repetición de la pregunta.
"Apacienta mis corderos... Simón de Jonás, ¿me amas?"
"Señor... Tú sabes todo... Tú sabes si te amo.." le tiembla la voz, aun cuando está seguro de su amor, pero cree que Jesús no lo está.
"Apacienta mis ovejitas. Tu triple confesión de amor ha borrado tu triple negación. Estás completamente puro, Simón de Jonás, y Yo te digo: toma las vestiduras pontificales, lleva la santidad del Señor en medio de mi grey. Cíñete tus vestiduras, y tenlas así hasta que de Pastor te conviertas en cordero. En verdad te digo: cuando eras joven te ceñías tus vestiduras, e ibas a donde querías, pero cuando envejezcas extenderás tus manos, otro te ceñirá tus vestidos, y le llevará a donde no te gustará. Pero ahora Yo te digo. "Cíñete tus vestidos y sígueme por el mismo camino". Levántate y ven."

"¿Y QUÉ SERÁ DE ÉSTE?"

Se levantan y ambos se dirigen a la playa. Los demás se ponen a apagar el fuego con arena. Juan, después de haber recogido lo que sobró del pan, sigue a Jesús. Pedro oye sus pasos y vuelve la cabeza. Ve a Juan y pregunta, señalándolo a Jesús: "¿Y qué será de éste?"
"Si quiero que se quede hasta que Yo regrese, ¿a ti qué te importa? Tú sígueme."
Caminan por la playa. Pedro quisiera hablar un poco más. Pero la majestad de Jesús, las palabras que le acaba de decir lo detienen. Se arrodilla. Los demás lo imitan. Adoran. Jesús los bendice, y les ordena que regresen. Suben a la barca y a fuerzas de remo se alejan. Jesús los mira partir.
XI. 767-771


A. M. D. G. et B. V. M.