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domenica 15 ottobre 2017

¡Oh mundo, mundo, cómo vas ganando honra por haber pocos que te conozcan!

C A P I T U L O  X I V
De los ejemplos y estímulos que tomaba de algunas Santas


242. De la vida de Santa Teresa.

— «No sólo fue a él sino a otras algunas personas, las que procuré tuviesen oración; como las veía amigas de rezar, las decía cómo tendrían  meditación y las aprovechaba y dábales libros. Vida cap.VII, n.7».

243. «¿Quién ve al Señor cubierto de llagas y afligido con persecuciones que no las abrace, y las ame, y las desee? ¿quién ve algo de la gloria que da a los que le sirven que no conozca es todo nada cuanto se pueda hacer y padecer, pues tal premio esperamos? ¿quién ve los tormentos que pasan los condenados que no se le hagan deleites los tormentos de acá en su comparación y conozcan lo mucho que deben al Señor en haberlos librado tantas veces de aquel lugar? Cap.XXIV, n.6».

244. «¡Qué gloria accidental será y qué contento de los bienaventurados que ya gozan de esto cuando vieren que, aunque tarde, no les quedó cosa por hacer por Dios de las que les fue posible! Ni dejaron cosa por darle de todas las maneras que pudieron, conforme a sus fuerzas y estado, y el que más, más. ¡Qué rico se hallará el que todas las riquezas dejó por Cristo! ¡Qué honrado el que no quiso honra por El, sino que gustaba de
verse muy abatido! ¡Qué sabio el que se holgó que le tuviesen por loco, pues lo llamaron a la misma Sabiduría! ¡Qué pocos hay ahora por nuestros pecados! Ya parece se acabaron los que las gentes tenían por locos de verlos hacer obras heroicas de verdaderos amadores de Cristo. ¡Oh mundo, mundo, cómo vas ganando honra por haber pocos que te conozcan!

245. ¿Mas si pensamos se sirve ya más Dios de que nos tenga por sabios y discretos? Eso, eso debe ser, según se use discreción. Luego nos parece es poca edificación no andar con mucha compostura y autoridad, cada uno en su estado. Hasta el Fraile, Clerigo y Monja nos parecerá que traer cosa vieja y remended(a) [es novedad] y dar escándalo a los flacos; y aun estar muy recogidos y tener oración, según está el mundo y tan olvidadas las cosas de perfección de grandes ímpetus que tenían los Santos, que
pienso hace más daño a las desventuras que pasan en estos tiempos, que no harían escándalo a nadie dar a entender los Religiosos por obras como lo dicen por palabras, en lo poco que se ha de tener el mundo, que de estos escándalos el Señor saca de ellos grandes provechos; y si unos se escandalizan, otros se remuerden; siquiera que hubiese un dibujo
de lo que pasó Cristo y sus Apóstoles, pues ahora más que nunca es menester» Cap.XXVII, n.9x».

246. «Estando un día en oración, me hallé en un punto toda sin saber cómo, que me parecía estar metida en el infierno. Entendi que quería el Señor que viese el lugar que los demonios allí me tenían aparejado y yo merecido por mis pecados. Ello fue en brevísimo espacio; mas, aunque viviese muchos años, me parece imposible olvidárseme. Parecíame
la entrada a manera de un callejón muy largo y estrecho, a manera de horno muy bajo y obscuro y angosto; el suelo me parecía de un agua como lodo muy sucio y de pestilencial olor, y muchas sabandijas malas en él; al cabo estaba una concavidad metida en una pared
a manera de una alacena, adonde me vi meter en mucho estrecho. Todo esto era deleitoso a la vista en comparación de lo que allí sentí; esto que he dicho va mal encarecido».

247. «Estotro me parece que aun principio de encarecerse como es no le puede    haber ni se puede entender; más senti un fuego en el alma que yo (no) puedo entender cómo poder decir de la manera que es, los dolores corporales tan incomportables, que con haberlos pasados en esta vida gravísimos y (según dicen los medicos) los mayores que se pueden acá pasar; porque fue encogérseme todos los nervios cuando me tullí, sin otros muchos de muchas maneras que he tenido, y aún algunos, como he dicho, causados del demonio, no (es) esto nada en comparación de lo que allí senti y ver que habían de ser sin fin y sin jamás cesar. Esto no es, pues, nada en comparación del agonizar del alma: un apretamiento, un ahogamiento, una aflicción tan sensible y con tan desesperado y afligido
descontento, que yo no se cómo lo encarecer, porque decir que es un estarse siempre arrancando el alma es poco, porque ahi parece que otro os acaba la vida, más aqui el alma misma es la que se despedaza. El caso es que yo no sé cómo encarezca aquel fuego  interior y aquel desesperamiento sobre tan gravísimos tormentos y dolores. No veía yo
quién me los daba, más sentíame quemar y desmenuzar (a lo que me parece), y digo que aquel fuego y desesperación interior es lo peor.

248. Estando en tal pestilencial lugar tan sin esperar consuelo, no hay sentarse, ni echarse, ni hay lugar, aunque me pusieron en este como agujero hecho en la pared, porque estas paredes, que son espantosas a la vista, aprietan ellas mismas y todo ahoga; no hay luz, sino tinieblas escurísimas. Yo no entiendo cómo puede ser esto: que, con no haber luz,
lo que a la vista ha de dar pena, todo se ve. No quiso el Señor entonces viese más de todo el infierno. Después he visto otra visión de cosas espantosas; de algunos vicios, el castigo; cuanto a la vista, muy más espantosas me parecieron; mas como no sentía la pena, no me
hicieron tanto temor, que en esta visión quiso el Señor que verdaderamente yo sintiese aquellos tormentos, aflicción en el espiritu, como si el cuerpo lo estuviera padeciendo. Yo no se cómo ello fue, mas bien entendi ser gran merced y que quiso el Señor que viese por
vista de ojos de dónde me había librado su misericordia, porque no es nada oírlo decir, ni haber yo otras veces pensado en diferentes tormentos (aunque pocos, que por temor no se lleva bien mi alma), ni que los demonios atenazan, ni otros diferentes tormentos que he
leído; no es nada con esta pena, porque es otra cosa; en fin, como de dibujo a la verdad, y el quemarse acá es muy poco en comparación de este fuego de allá.

249. Yo quedé tan espantada, y aún lo estoy ahora escribiéndolo, con que ha casi seis años, y es así que me parece el calor natural me falta de temor, aqui adonde estoy, y no me acuerdo ver que tengo trabajo ni dolores, que no me parezca nonada todo lo que acá se puede pasar, y así me parece en parte que nos quejamos sin propósito. Y así torno a
decir que fue una de las mayores mercedes que el Señor me ha hecho, porque me ha aprovechado mucho, así para perder el miedo a las tribulaciones y contradicciones de esta vida como para esforzarme a padecerlas y dar gracias al Señor, que me libró, a lo que ahora me parece, de males tan perpetuos y terribles».

250. «Después acá, como digo, todo me parece fácil en comparación de un momento que se haya de sufrir lo que yo allí padecí. Espántame cómo, habiendo leído muchas veces libros adonde se da algo a entender de las penas del infierno, cómo no las temía ni tenía en lo que son; a dónde estaba, cómo se podía dar cosa descanso de lo que me acarreaba ir a tan mal lugar. Seáis bendito, Dios mío, por siempre, y cómo se ha
parecido que me queríades Vos mucho más a mí que yo me quiero. ¡Qué de veces, Señor, me librásteis de cárcel tan temerosa y cómo me tornaba yo a meter en ella contra vuestra voluntad!

251. De aqui también gané la grandísima pena que me da las muchas almas que se condenan (estos luteranos en especial, porque eran ya por el Bautismo miembros de la Iglesia) y los ímpetus grandes de aprovechar almas, que me parece cierto a mi pasaría yo muchas muertes muy de buena gana. Miro que, si vemos acá una persona que bien queremos en especial con un gran trabajo o dolor, parece que nuestro mismo natural nos convida a compasión, y si es grande, nos aprieta a nosotros; pues ver a una alma para sin fin en el sumo trabajo de los trabajos, ¿quién lo ha de poder sufrir?
No hay corazón que lo lleve sin gran pena. Pues acá, con saber que, en fin, se acabará con la vida y que ya tiene término aún nos mueve a tanta compasión, estotro que no lo tiene, no sé cómo podemos sosegar viendo tantas almas como lleva cada día el demonio consigo.

252. Esto también me hace desear que en cosa que tanto importa no nos
contentemos con menos de hacer todo lo que pudiéramos de nuestra parte, no dejemos nada, y plega al Señor sea servido de darnos gracia para ello.  Cap. XXXIII, n.l.2.3». 

253. Un día, el Señor le hizo ver muchas felicidades de la gloría del cielo, y le dijo: «Mira, hija, qué pierden los que son contra mí; no dejes de decírselo» C. XXXVIII, 3».

254. « Estando una vez en oración era tanto el deleite que en mí sentía, que, como indigna de tal bien, comencé a pensar en cómo merecía mejor estar en el lugar que yo había visto estar para mí en el infierno, que, como he dicho, nunca olvido de la manera que allí me vi. Comenzóse con esta consideración a inflamar más mi alma y vínome un arrebatamiento de espíritu, de suerte que yo no lo sé decir. Parecióme estar metido y lleno
de aquella majestad que he entendido otras veces.. En esta Majestad se me dio a entender una verdad que es el cumplimento de todas las verdades; no sé yo decir cómo, porque no vi nada. Dijéronme, sin ver quién, más bien entendí ser la misma Verdad: - No es poco esto
que hago por tí, que una de las cosas es que me debes, porque todo el daño que viene en el mundo es de no conocer las verdades de la Escritura con clara verdad; no faltará una tilde de ella.- A mí me pareció que siempre yo había creído esto y que todos los fieles lo creían. Díjome: -¡Ay hija! Qué pocos me aman con verdad, que si me amasen, no les
encubriría yo mis secretos. ¿Sabes qué es amarme con verdad? Entender que todo es mentira lo que no es agradable a mí: con claridad verás esto que ahora no entiendes en lo que aprovecha tu alma. Cap. XL, 1».

255. «En este tiempo vinieron a mi noticia los daños que habían hecho estos luteranos y cuánto [iba] en crecimiento esta desventurada secta. Diome gran fatiga, y como si yo pudiera algo, o fuera algo, lloraba con el Señor y le suplicaba remediase tanto mal.
Parecíame que mil vidas pusiera yo para remedio de un alma de las muchas que allí se perdían. Y como me vi mujer y ruin, imposibilitada de aprovechar en lo que yo quisiera en el servicio del Señor (y toda mi ansia era, y aún es, que pues tiene tantos enemigos y tan pocos amigos, que éstos fuesen buenos), determiné hacer eso poquito que era en mí, que
es seguir los consejos evangélicos con toda la perfección que yo pudiese, y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen los mismo, confiada en la gran bondad de Dios, que nunca falta de ayudar a quien por él se determina a dejarlo, y que, siendo tales cuales yo las pintaba en mis deseos, entre sus virtudes no tenían fuerza mis faltas y podría yo
contentar algo al Señor, y que todas ocupadas en oración por los que son defensores de la Iglesia y Predicadores y Letrados que la defienden, ayudásemos en lo que pudiésemos a este Señor mío, que tan apretado le traen a los que ha hecho tanto bien, que perece le querrían ahora tornar a la Cruz estos traidores y que no tuviese a dónde reclinar la cabeza.

256. ¡Oh Redentor mío, que no puede mi corazón llegar aquí sin fatigarse mucho!
¿Qué es esto ahora de los cristianos? ¿Siempre han de ser los que más os deben los que os fatiguen? ¿A los que mejores obras hacéis, a los que escogéis por vuestros amigos, entre los que andáis y os comunicáis por los Sacramentos? ¿No están hartos de lo tormentos que por ellos habéis pasado?

257. Por cierto, Señor mío, no hace nada quien ahora se separa del mundo.
Pues a Vos os tiene tan poca ley, ¿qué esperamos nosotros? ¿Por ventura
merecemos nosotros mejor nos la tengan? ¿Por ventura hémosles hecho mejores obras para que nos guarden amistad? ¿Qué es esto? ¿Qué esperamos ya los que por la bondad de Dios no estamos en aquella roña pestilencial, que ya aquellos son del demonio? Buen castigo han ganado por sus manos y bien han granjeado con sus deleites fuego eterno. Allí
se las hayan, aunque no me deja de quebrar el corazón ver tantas almas como se pierden. Mas del mal no tanto, querría no ver perder más cada día.

258. ¡Oh hermanas mías en Cristo!, ayudadme a suplicar esto al Señor, que para eso os juntó aquí; éste es vuestro llamamiento, éstos han de ser vuestros negocios, éstos han de ser vuestros deseos; aquí vuestras lágrimas, éstas vuestras peticiones (Camino de perfección. Cap. I, n.1.2)».
AMDG et BVM