giovedì 22 maggio 2014

Tributo Cotidiano al Corazón Inmaculato,

TRIBUTO COTIDIANO A LA INMACULADA VIRGEN MARIA / S. MISA y LOS SANTOS


Ave Maria!



Tributo Cotidiano 

al Corazón Inmaculato 

de la Santísima Virgen María




¡AVE MARIA PURISIMA!

PRESENTACION

Ofreciendo a todos los devotos de la Santísima Virgen esta bella y eficaz devoción mariana "Ofrenda Cotidiana..", queremos recordar cuanto - en relación a esta devoción - escribió el insigne Mariólogo servita P. Gabriel Rosquini (+8-9-1977) en su obra, "La Virgen según la fe y la teologia":

"Estas son oraciones llenas de suave unción, extraordinariamente conformes a las necesidades del Espíritu y las exigencias de una filial piedad hacia nuestra Santísima Madre Celestial.

"Cuentan como un día San Vicente Palotti fue invitado a exorcizar un obseso. Movido de divino instinto, el santo puso sobre la cabeza del obseso el librito "Ofrenda Cotidiana" que tenía en sus manos y juntos preguntó al demónio: "<¿Se pudo condenar algún Cristiano que haya sido fiel en rezar esta Ofrenda Cotidiana"?. El demónio no respondió. No queria contestar, mas el Santo lo obligó a responder. En él nombre de Dios! y el diablo con voz terrible le dijo: "¡Nunca! Más bien - llevando al colmo nuestra rabia y desesperación - también nos está prohibido tentar en la hora de la muerte todos aquellos que durante su vida fueron fieles a esta devoción".

Seamos, pues, archidevotísimos de la SS.ma Virgen María, como lo fueron todos los Santos. San Juan Bosco cuando soñó a Santo Domingo Savio envuelto de gloria celestial le preguntò:
"¿Qué te hizo más feliz al momento de la muerte?"
"Lo que más me consolò fue la presencia de la Madre de Dios. El haber sido devoto de la Virgen María" fue la sencilla respuesta de aquel discípulo predilecto.

¡Sean por siempre alabados Jesus y María!



Ofrenda Cotidiana de Oración
a la Inmaculada Virgen María,
Madre de la Divina Gracia,
Rosa Mistica y Puerta del Cielo.


ORACION

Señor Jesucristo, por tu infinita misericordia, Te rogamos hacernos dignos de alabar con todos los Santos del Cielo, a la Santísima Virgen María, tu Madre. Concédenos en cada día ofrecer a su Corazón Inmaculado, nuestra alabanza y nuestras oraciones para poder vivir y morir santamente en tu amor. Amén.
"Díos Te salve, María, llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres bendito es el Fruto de tu vientre, Jesús".
"Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.  Amén".

V. Ilumina mis ojos para no morir en pecado.
R. Y mi enemigo no pueda jactarse de haberme vencido.

V. ¡Oh Dios!  ayúdame.
R. ¡Señor, sálvame!

     "Gloria al Padre y al Hijo  *y al Espíritu Santo.
     Como era en principio ahora y siempre  *por los siglos de los siglos. Amén".







HIMNO:

Salve, del mar Estrella,
Salve, Madre sagrada
De Dios y siempre virgen,
Puerta del cielo santa.

Tomando de Gabriel
EI "Ave", Virgen alma,
Mudando el nombre de Eva,
Paces divinas trata.

La vista restituye,
Las cadenas desata,
Todos los males quita,
Todos los bienes causa.

Muéstrate Madre, y llegue
Por Ti nuestra esperanza
A quien, por darnos vida,
Nació de tus entrañas.

Entre todas piadosa,
Virgen, en nuestras almas,
Libres de culpa, infunde
Virtud humilde y casta.

Vida nos presta pura,
Camino firme allana,
Que quien a Jesús llega
Eterno gozo alcanza.

Al Padre, al Hijo, al Santo
Espíritu alabanzas;
Una a los tres le demos,
Y siempre eternas gracias. Amén.

Ven Espiritu Santo Ven
por la poderosa intercesiòn
del Corazòn Inmaculato de Marìa
tu Esposa amadisima!


Corazón Inmaculado de María,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amen.



¡Dulce Corazón de María!
Sé la salvación del alma mía.


DOMINGO
Oración cotidiana, pág 3 y 4.


Ant. 1. Conforta Virgen María al alma de quien Te invoca: tu misericordia y tu gracia por todas partes son ensalzadas.

SALMO 1

Dichoso quien honra tu nombre, Virgen María, *Tu gracia consolará su espíritu.
Será como un jardín a orillas del arroyo, *Tu producirás en él frutos de santidad.
Bendita eres tú entre las mujeres *por la fe y la humildad de tu Corazón.
Tú eres la más bella de todas las criaturas * y mas santa de los Angeles y Arcàngeles.
Tu misericordia y tu gracia son ensalzadas en todo lugar, *Dios ha bendecido tus obras.
Gloria...

Ant. Conforta, Virgen María, el alma de quien Te invoca, tu misericordia y tu gracia son por doquier ensalzadas.
Ant. 2. Defiéndenos, Madre de Dios, con tu protección y ampara y conforta nuestra alma.

SALMO 2

¿Por qué se amotinan nuestros enemigos * y hacen proyectos vanos contra nosotros?
Nos proteja, Madre de Dios, tu diestra * y cual terrible ejército los destruya.
Acudid a Ella, todas los que estáis afligidos en tribulaciones, *Ella consolará vuestra alma.
Acercaos a Ella en las tentaciones * y la serenidad de su rostro os consolará.
BendecidLa con todo el corazón * porque la tierra está llena de su misericordia.
 Gloria...


Ant. Defiéndenos, Madre de Dios, con tu protección y ampara y conforta nuestra alma.
Ant. 3. Llévame, Madre, al puerto de salvación, y en el día de la muerte consuela mi alma.

SALMO 3

¿Por qué, Madre, tan numerosos son mis opresores? * Derríbalos con tu potencia.
Rompe las cadenas de nuestra impiedad, * alivia las cargas de mis culpas.
Ten misericordia, Madre, y sana mis enfermedades, * consuela el dolor y la angustia de mi corazón.
No caiga en las manos de mis enemigos, * ten piedad y alíviame en el día de la muerte.
Llévame al puerto de salvación * y eleva mi espíritu hacia su Creador.
Gloria

Ant.  Llévame, Madre, al puerto de salvación y en el día de la muerte consuela mi alma.
Ant. 4. Asístenos, Madre, en la hora de la muerte y auxilia nuestra alma cuando deje el cuerpo.

SALMO 19

Escúchanos, Madre, en el día de la angústia * atiende piadosa nuestra oración.
No nos abandones en la hora de la muerte, * mas auxilianos cuando nuestra alma deje el cuerpo.
Envíale el Santo Angel * para defenderla de los enemigos.
Muéstrale sereno el Juez de los siglos * y por tu gracia reciba el perdón.
Sienta en toda pena tu auxilio * y resérvale un puesto entre los elegidos de Dios.
Gloria...

Ant. Atiéndenos, Madre, en la hora de la muerte y auxilia nuestra alma cuando abandone el cuerpo.
Ant.  5. Guíame, Madre, a la patria celestial y en el día de la muerte acógeme benigna.


SALMO 24

A Ti, Madre, he elevado mi corazón * por tu oración sácame feliz del juicio de Dios.
Que no triunfen de mi mis enemigos * porque en Ti confiando encuentro fortaleza.
No caiga entre ensidias mortales * y las fuerzas del mal no obscurezcan el recto camino.
Tu poder me libre de toda desgracia * y tu benignidad guarde mi alma.
DígnaTe  guiarme a la patria celestial  * y unirme a los ejércitos de los ángeles.
Gloria...

Ant. Guíame, Madre, a la patria celestial y en el día de la muerte acógeme benigna.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte, ampáranos, dulce Madre.

V. Ilumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sálvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sálvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha Madre, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.

ORACION:

Virgen Santísima, inmensa fue la compasión de tu Corazón en conocer la captura y condena a la cruz de tu amadísimo Hijo!
Por este tu dolor muévenos a un perfecto arrepentimiento de nuestros pecados, para que en la hora de nuestra muerte el alma no tema el encuentro del infernal enemigo y la vista del divino Juez. Mas muéstranos alegre su rostro para disfrutar inefable gozo.
Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Cántico y Oración final:  pág. 30/34



LUNES
Oración cotidiana, pág 3 y 4.


Ant. 1.  En tus manos, Madre, encomiendo mi espíritu, toda mi vida y mi último día.

SALMO 30

En ti, Madre, puse mi esperanza, que jamás quede yo defraudado, * recíbeme en tu gracia.
Atiéndeme y escúchame, * y en la angustia alégrame.
Tú eres mi roca de refugio, * tú mi fortaleza y defensa.
A ti clamé en la tristeza de mi corazón * y tú desde el cielo me curaste.
En tus manos, Madre, encomiendo mi espíritu, toda mi vida y mi último día.
Gloria...

Ant.   En tus manos, Madre, encomiendo mi espíritu, toda mi vida y mi último día.
Ant. 2.  Piedad de mi desde el cielo, Madre, y en la hora de la muerte me asista tu gracia.



SALMO 38

He decidido, Madre, controlar mi vida * cuando me concediste la gracia de Jesucristo.
Tu dulzura ha enternecido mi corazón, * y en mi alma se encendió la llama de tu amor.
Escucha, Madre, mi oración filial, * y sean derrotados los que me persiguen a muerte.
Ten piedad de mi desde tu gran trono, * no me abandones confundido en este valle de miseria.
Sostén mi pie para que no caiga, * y al momento de la muerte me asista tu gracia.
Gloria...

Ant.  Piedad de mi desde el cielo, Madre, y en la hora de la muerte me asista tu gracia.
Ant. 3.  Tu intercesión fortalezca mi alma y me ponga a salvo en el día de mi muerte.


SALMO 42

Hazme justicia, Madre, y defiende mi causa contra gente desleal, * líbrame de la serpiente inmunda y maligna.
Tú, nuestra Madre, dispérsala;  * Tú, Virgen Inmaculada, aplástale la cabeza.
Tus oraciones me hagan fuerte contra sus seducciones,  * y tus méritos destruyan su imperio.
Precipita en el abismo al perseguidor de mi alma, * arrójale vivo al estanque de fuego y azufre.
Yo en la tierra celebraré  tu nombre * y cantaré ahora y por siempre tu gloria.
Gloria...

Ant.  Tu intercesión fortalezca mi alma y me ponga a salvo en el día de la muerte.
Ant.  4.  En mi humillación, Madre, atiendo tu misericordia porque angustias mortales me oprimen.


SALMO 44

Escucha, Madre, mi oración,  * levántate no rechaces mi suplica.
Muy profundarnente me he entristecido * al pensar en el juicio de Dios.
Me envolvieron sombras de muerte, * el temor del infierno me aplastó.
Hundido en la soledad espero tu consuelo, * y en la humiliación tu misericordia.
Glorifica ahora tu potencia, * y sean derrotados todos mis enemigos.
Gloria...

Ant.  En mi humiliación, Madre, atiendo tu misericordia porque angustias mortales me oprimen.
Ant. 5. Dame, Madre, paz y salvación en el último día, e inspírame una santa confianza en Ti, en vida y en muerte.

SALMO 63

Mis oraciones, Madre, suban a Ti, * guarda mi vida del terror del enemigo.
Dale a tus hijos, Madre, paz y salvación,  *en el día del tremendo juicio.
¡Bendita eres tu entre las mujeres * y bendito el fruto de tu vientre!
Ilumina, Madre, mis ojos, * y alumbra mi ceguedad.
Concédeme benigna la santa confianza en Ti, * mientras viva y en la hora de mi muerte.
Gloria...

Ant. Dame, Madre, paz y salvación en el último día e inspirame una santa confianza en Ti, en vida y muerte.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte ampáranos, Dulce Madre.

V. Ilumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sàlvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sàlvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca défraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha, Madre, nuestra oración.
R. Y Ilegue a Ti nuestro clamor.

ORACION:

Por las làgrimas que Iloraste viendo tu dulcisimo Hijo, maltratado y desecho, concédenos Virgen dulcísima, dolor por nuestros pecados y lágrimas de saludable contricción.
Líbranos de las tentaciones del enemigo, para no llegar vencidos a la divina presencia del Juez, más bien, arrepentidos de nuestras faltas, obtengamos perdón y gracia.
Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.  Amén.

Cántico  pág. 25-26.
Oración final  pág. 26-27.



MARTES
Oración Cotidiana, pág. 3 y 4.

Ant. 1. Protégeme siempre, Madre, con tu gracia y tu presencia endulze mi muerte.


SALMO 66

Dios tenga piedad de mi y me bendiga * por intercesión de su Madre.
Ten piedad, Madre y ruega por mi,  * cambia en santa alegria mi tristeza.
Resplandece, Estrella del mar, * Virgen fulgidísima, inúndame de luz.
Extingue las pasiones de mi corazón * y seréname con tu gracia.
Me proteja siempre tu socorro, * y tu radiante presencia suavize mi muerte.
Gloria...

Ant.  Protégeme siempre, Madre, con tu gracia, y tu presencia endulze mi muerte.
Ant  2. Ayúdame, Madre, en el juicio, y ante Dios defiende mi causa.

SALMO 72

¡Que bueno es el Señor * para quien honra su Madre Amadísima!
Es Ella la consolación de nuestra vida, * y nuestro segurísimo amparo en las desgracias.
EI adversario arrolló en las tinieblas mi mente, * haz brotar, Madre, la luz en mi corazón.
Aparta de mi la ira de Dios, * aplaca al Señor con tus méritos y oraciones.
Socórreme en el juicio en su presencia, * sé mi Abogada y defiende mi causa.
Gloria...

Ant. Ayúdame, Madre, en el juicio y ante Dios defiende Mi causa.
Ant  3.  Cambia en confianza mi temblor, Madre, y sálvame de los peligros mortales.


SALMO 76

Alzé mi voz a María, mi Madre, * y me escuchó con su bondad.
Quitó de mi corazón la tristeza y la aflicción,* y me colmò de dulzura divina.
Mudó mi temblor en santa confianza, * con su dulce presencia me lléno dé gozo.
Con sus proezas me guió lejos de graves peligros, * y me escapé al poder del maligno enemigo.
Doy gracias al Señor y a Ti, Madre mia, por todos los dones de tu misericordia.
Gloria…

Ant. Cambia en confianza mi temblor, Madre, y sálvame de los peligros mortales.
Ant. 4. Levántate alma mia y vaya al encuentro de la Reina del cielo.

SALMO 79

Pastor de Israel, escúchame, * hazme digno de honrar a tu Madre.
Despiértate, pobre alma mía, * y gritando de alegría vaya al encuentro de la Reina del cielo.
Corta toda esclavitud, * y recíbeLa entonándoLe cánticos de gloria.
De sus entrañas fluye el latido de la vida, * y de su Corazón lnmaculado irradia toda salvación.
Con la celestial fragancia de sus dones, * las almas vuelven a la vida.
Gloria...

Ant. Levántate alma mia y vaya al encuentro de la Reina del Cielo.
Ant. 5. Nunca me abandones, Madre, en la vida y en la muerte, mas intercede por mí junto a tu Hijo Jesús.

SALMO 83

¡Qué delicia es tu morada, poderosa Reina! * en tu compañía la vida transcurre serena.
HonradLa, pecadores;  * Ella les obtendrá gracia y salvación.
EI ardor de su oración es más grato que todo perfume, * y por su materna mediación Dios concede favores y gloria.
Intercede por mí junto a Jesús, tu Hijo, * y no me abandones en la vida y en la muerte.
Tú eres la fuente de todo bien, * y tu gracia llena la tierra.
Gloria...

Ant.  Nunca me abandones, Madre, en la vida y en la muerte, mas intercede por mí junto a tu Hijo Jesús.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte, ampáranos, dulce Madre.

V. llumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sálvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sálvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha, Madre, nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.

ORACION:
Virgen Santisima, por las angustias de tu corazón en conocer la condena a la cruz de tu Hijo amadísimo, socórrenos en los dolores de nuestra agonia. Ayúdanos, Madre, cuando nuestra alma sufrirá las trampas del demonio y temblará pensando al juicio divino; líbranos de la sentencia de la eterna maldición para no ser condenados a las penas del infierno. Por Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Señor, Amén.

Cántico y Oración final:  pág. 30/34.




MIERCOLES
Oración Cotidiana, pág. 3 y 4.

Ant 1. Concédenos, Madre, vivir siempre en la gracia del Espíritu Santo y lleva nuestras almas a la salvación eterna.

SALMO 86

Seguridad de vida para el alma del justo, * es perseverar en tu amor todos los días.
Tu gracia alienta al pobre en las adversidades, * la invocación de tu dulce nombre lo colma de confianza.
EI paraíso está lleno de tus misericordias, * y el enemigo infernal está destruido por tu poder.
Tesoros de paz encontrará quien espera en Ti, * quien no sabe invocarTe no llegará al Reino de Dios.
Haznos vivir, Madre, en la gracia del Espíritu Santo, * y lleva nuestras almas a la salvación eterna.
Gloria...

Ant. Concédenos, Madre, vivir siempre en la gracia del Espíritu Santo, y lleva nuestras almas a la salvación eterna.
Ant 2. Al final de la vida brille sobre mí tu rostro amable y tu belleza me inunde de gozo celestial.

SALMO 88

Cantaré eternamente, Madre, * tu misericordia.
EI balsamo de tu piedad sane los contritos de corazón   * y tu misericordia endulce nuestros dolores.
Tu amable rostro brille sobre mi al final de la vida * y tu belleza me inunde de gozo celestial.                      
Excita mi espíritu para amar tu bondad, * y mi entendimiento para exaltar tu grandeza.

Sálvame de los peligros de la tentación, * libra mi alma de todo pecado.
Gloria...

Ant. Al final de la vida brille sobre mi tu rostro amable y tu belleza me inunde de gozo celestial.
Ant  3. Confiando en Ti, Madre, cosecharé frutos de gracia, y me abrirás la puerta del Cielo.


SALMO 90

Tú que confías en el auxílio de la Madre de  Dios, * vivirás seguro bajo su protección.
EI asalto de los enemigos no te puede alcanzar, * ni la plaga llegará a tu tienda.
La Virgen te salva de las asechanzas del enemigo, * y te ampara bajo su manto.
En los peligros invocad a María, * y vuestra casa será preservada del mal.
Confiando en Ella cosecharás frutos de gracia * y llegarás ciertamente al Cielo.
Gloria...

Ant.  Confiando en Ti, Madre, cosecharé frutos de gracia y me abrirás las puertas del Cielo.
Ant  4. Acoge, Madre, nuestra alma:  y haznos gozar de eterna paz.

SALMO 94

Venid, aclamemos a nuestra Madre, * alabemos a María, Reina de gracia.
Vayamos ante Ella con himnos de alegria, * ofrecémosle con júbilo cantos de alabanza.
Venid, inclinados rindámosle homenaje, * confesémosle en llanto nuestros pecados.
Concédenos, Madre, completo perdon, * ayúdanos en el juicio de Dios, Creador nuestro.
Gloria...

Ant. Acoge, Madre, nuestra alma: y haznos gozar de eterna paz.
Ant. 5. Socórrenos, Madre, en la hora de nuestra muerte y llegaremos al Paraíso.

SALMO 99

Aclamad a nuestra Madre, hijos de los hombres,            * consagraos todos a Ella en regocijo y exultaciόn.
Recurrid a Ella con amor: * y con empeño seguid sus ejemplos.
BuscadLa con afecto y Ella se les rnanifestará,                * sed limpios de corazón y gozarán de. su benevolencia.
Tus protegidos, Madre, tendrán paz y ayuda * mas sin tu ayuda no habrá esperanza de salvación.
Recuérdate de nosotros, Madre, y seremos libres del mal, * asístenos en nuestra muerte y Ilegaremos al Paraíso.
Gloria...

Ant. Socórrenos, Madre, y Ilegarernos al Paraíso.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte, ampáranos, dulce Madre.

V. llumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sálvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sálvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha, Madre, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.

ORACION:
Virgen dulcisima, un inmenso dolor Te hirió el alma cuando viste a tu Hijo clavado en la Cruz, Ilagado y lacerado por miles de insultos y crueldades.
En consideración de este indecible sufrimiento llena nuestro corazón de compasión y verdadera contrición; enciéndelo de divino amor, porque nuestra alma sea purificada de los pecados y embellecida de virtudes.    De esta misera vida eleva nuestras aspiraciones y nuestro deseo al Cielo, adonde podamos un día llegar, por Jesucristo, tu Hijo,  Nuestro Señor.
Amén.
Cántico y Oración final:  pág. 30/34.




JUEVES
Oración Cotidiana  pág. 3 y 4.

Ant. 1. Consuela, Madre, a mi alma, en los extremos instantes y defiende mi causa delante del Juez de los siglos.

SALMO 100

Voy a cantar, Madre, a tu misericordia y a tu santidad,  * Voy a exaltar tu nombre y tu gloria
Te ensalzaré en el júbilo del corazón. * Tú serás mi consuelo.
He procurado el honor tuyo y el amor, * defiende mi causa delante del Juez de los siglos.
Seguiré tus caminos de gracia y bondad, * lejos de mi el corazón torcido y desconfiado.
Consuélame en los últimos instantes, * y admíteme en la contemplación del Salvador.
Gloria...

Ant.  Consuela, Madre, a mi alma, en los extremos instantes y defíende mi causa delante del Juez de los siglos.
Ant  2. Derrama, Madre, eterna alegría sobre quien espera en Ti, y no lo abandones en la agonia.

SALMO 103

Bendice, alma mía, a la Bienaventurada Virgen, * su nombre y su gloria viven para siempre.
Tú resplandeces de radiante hermosura, dulce María, * y te ciñe, Madre, un espléndido vestido.
Tú nos das el remedio al pecado * y nos guías a la paz y al amor hermoso.
Llena a tus hijos de santas virtudes * y ten lejos la indignación de Dios.
             Recompensa en alegrla eterna a tus devotos * y no los abandones solos en la agonía.
Gloria...

Ant. Derrama, Madre, eterna alegría sobre quien espera en Ti, y no lo abandones en la agonía.
Ant . 3. Quien invoca tu nombre, María, no le tendrá miedo a la muerte,  pues está destinado a gozar con los Angeles de la paz.

SALMO 110

Te alabaré, Madre, con todo mi corazón, * y Te glorificaré con toda mi alma.
Los prodigios de tu gracia y de tu misericordia * resplandecerán de eterno esplendor delante del trono de Dios.
Por Ti hemos recibido de Dios la Redención, * y la Humanidad tiene firme esperanza de salvación.
Sabios son los que Te honran * y tendrán parte con los Angeles de la paz.
Tu nombre es glorioso y poderoso, * quien lo lleva en el corazón no le tendrá miedo a la muerte.
Gloria...

Ant.  Quien invoca tu nombre, María, no le tendrá miedo a la muerte, pues está destinado a gozar con los Angeles de la paz.
Ant.  4. Cuando mi alma deje este mundo, sal a su encuentro, Madre, y recíbela.

SALMO 113

Cuando mi alma deje este mundo, * ven a recibirla, ¡Oh Madre!
Tú celestial rostro sea su consuelo, * y a la vista de Satanás no tiemble.
Sé Tú  su   divina  escalera  al Reino de los cielos * y la recta vía al Paraíso.
Alcánzale del Padre perdòn y paz * y un premio glorioso con los bienaventurados.
Defiende tus devotos delante del Juez, * piensa maternalmente en su causa.
Gloria...

Ant.  Cuando mi alma deje este mundo, sal a su encuentro, Madre, y recíbela.
Ant. 5. Me cercaron lazos mortales y la visita de María me salvó.

SALMO 114

Yo amo a la Madre del Señor Dios Mío, * su misericordia me iluminò.
Me cercaron lazos mortales * pero la visita de María me salvò.
Yo me hundía en el peligro * y su gracia me reanimó.
La invocación de su Nombre y su Amor inflamen mi corazón: * y el enemigo nunca me sorprenderà.
OfréceLe tus oraciones, alma mía, * y tendrás consuelo en los supremos instantes.
Gloria...

Ant. Me cercaron lazos mortales y la visita de María me salvó.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte, ampáranos, dulce Madre.

V. llumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sálvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sálvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha, Madre, nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.

ORACION:
Virgen Santísima por el inmenso dolor que sufriste al pie de la Cruz cuando tu Hijo en el dolor encomendaba su espíritu en las manos del Padre y te confiaba como Madre al discípulo Juan,  asístenos en nuestra muerte, cuando faltarán fuerzas para invocarTe y serán desvalidos nuestros sentidos.
Recuerda entonces, Madre Santísima, las oraciones que ahora Te dirigimos y fortalece nuestro espíritu en aquellas últimas necesidades. Recomienda nuestra alma  a tu amadísimo Hijo para que nos libre de toda angústia y castigo y nos introduzca en la alegría del Paraíso. Por Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Señor. Amén.

Cántico y Oración final:  pág. 30/34.




VIERNES
Oración Cotidiana  pág. 3 y 4.

Ant. 1. En el día de la muerte, Madre, cólmanos de alegría: como tu espíritu se alegró en Dios, tu Salvador.

SALMO 119

En mi angustia grité a María, * y Ella me respondió.
Líbrame, Madre, de todo mal * en todos los días de mi vida.
Aplasta la cabeza del maligno enemigo, * líbranos de la serpiente con la fuerza de tu pie invencible.
Infunde en mi corazón el regocijo, * que Te hizo exultar en el Señor.
Sé nuestra Mediadora junto a Dios e intercede por mi, * para que sean cancelados mis pecados.
Gloria...

Ant. En el día de la muerte, Madre, cólmanos de
alegría: como tu espíritu se alegró en Dios, tu Salvador.
Ant.  2.  Alcánzanos, Madre, misericordia y perdón, para que tengamos una santa muerte en el Señor.

SALMO 121

Qué alegría tengo, Reina del Cielo, * cuando pienso entrar contigo en la casa de Dios.
¡Oh Paraíso, patria celestial! * podemos alcanzarte siguiendo a María.
Procúranos, Virgen Santa, paz y perdón: * y plena vittoria sobre nuestros enemigos.
Socorre y consuela  nuestro corazón,  * por la dulzura de tu amor.
Difunde, ¡María! sobre nosotros tu misericordia, * para que podamos santamente morir en el Señor.
Gloria...


Ant. Alcánzanos, Madre, misericordia y perdón, para, que tengamos una santa muerte en el Señor.
Ant. 3. Consuélanos, Madre, en el camino de la vida y socórrenos en el día de la tribulación.

SALMO 124

EI que confía en la Madre de Dios, * no temerá delante del enemigo.
 Alegraos todos vosotros porque La amais, * Ella los ayudará en la tribulación.
RecuérdaTe, Madre, de tu misericordia * y consuélanos en el camino de la vida.
Míranos con ternura, Madre, * y desbarata a nuestros enemigos.
Benditas sean tus obras, * benditos tus santos prodigios.
Gloria...

Ant. Consuélanos, Madre, en el camino de la vida y socórrenos en el día de la tribulación.
Ant. 4. ¡Oh Madre! Haz que Ilegue a Dios con una santa muerte y muéstrame benévolo al Fruto de tu seno.

SALMO 128

Mucho me han atacado los enemigos, * líbrame, Madre, y protégeme.
No les des poder sobre mí, * custodia Tu mi corazón y mis sentidos.
Concédenos  el  Perdón de los pecados  * y la gracia del Espíritu Santo.
Haz sea meritoria nuestra penitencia, * para que lleguemos a Dios con una santa muerte.
Y entonces muéstranos sereno y bondadoso * al Fruto glorioso de tu seno.
Gloria....


Ant.  ¡Oh Madre! Haz que Ilegue a Dios con una santa muerte y muéstrame benévolo al Fruto de tu seno.
Ant.  5. Guíame, Madre, a la Salvación eterna y no me olvides en el día de mi muerte.

SALMO 129

Desde lo más profundo del corazón clamo a Ti: * Madre oye mi súplica.
Benignamente escucha  * las alabanzas de tu gloria.
Líbrame de los adversarios  * y derrota sus insidias.
Protégeme de todo mal: * no me olvides en el día de mi muerte.
DígnaTe guiarme a la Salvación eterna * y mi nombre sea escrito en el Libro de los Santos.
Gloria...

Ant. Guíame, Madre, a la Salvación eterna y no me olvides en el día de mi muerte.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte, ampáranos, dulce Madre.

V. llumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sálvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sálvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha, Madre, nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.

ORACION:
Virgen Inmaculada, un mar de lágrimas lloraron tus ojos mientras aprietabas al Corazón a tu Hijo exánime bajado de la Cruz y Lo contemplabas en sus cándidos miembros destrozados y lacerados.
Concédenos llorar nuestros pecados y repararlos con sincera penitencia, y cuando nuestro cuerpo será victima de la muerte, haz que nuestra alma resplandezca del candor de la inocencia y pueda así gozar el Amor de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Cántico y Oración final:  pág. 30/34.




SABADO
Oración Cotidiana:  pág. 3 y 4.

Ant. 1. Consuélanos, Madre, en el día de nuestra muerte y preséntanos al Sehor.

SALMO 130

¡Oh, Madre, mi corazón no es orgulloso * ni mis ojos altaneros.
El Todopoderoso Te  ha bendecido, * y por Ti aplastó a nuestros enemigos.
¡Bendito sea Dios! que Te preservó del pecado original * y Te hizo nacer Inmaculada.
¡Bendito sea Quien concebiste en tus entrañas! * Fuiste Madre por su poder.
Llénanos con el consuelo de tu gracia          * y preséntanos al Señor.
Gloria...

Ant. Consuélanos, Madre, en el día de muerte y preséntanos al Señor.
Ant. 2.  Recurramos a María en el día de nuestra muerte y Ella nos abrirà el Paraíso.

SALMO 134

¡Aleluya!  Alabad el nombre del Señor, * bendecid a María su Madre.
Redoblad vuestras súplicas a María, * Ella les inspirará buenos propósitos.
Vayamos a Ella con corazón contrito   * y resistiremos al estímulo del pecado.
Quien piensa en Ella con ánimo sereno * encontrará paz y dulzura.
Ofrezcamos a Ella nuestras acciones, * Ella nos abrirá el Paraíso.
Gloria...

Ant. Recurramos a María en el día de nuestra muerte y Ella nos abriráel Paraíso.
Ant. 3. Cuando voy a invocarTe, Madre, escúchame, acrecienta el coraje de mi alma.

SALMO 137

¡Oh Madre! Te doy gracias con todo mi corazón, * pues me alcanzaste la misericordia de Jesús.
Escucha, Madre, mis invocaciones, * y yunto con los Angeles vendré a loarTe.
Cuando Te invoco, Madre,  accede a mis peticiones: * acrecienta mi coraje.
Que Te  den gracias todos los pueblos, * pues en Ti y por Ti  se nos dió la Salvación.
Libra a tus hijos de toda turbación: * que vivan en paz bajo tu maternal protección.
Gloria....

Ant.  Cuando voy a invocarTe, Madre, escúchame, acrecienta el coraje de mi alma.
Ant. 4. El enemigo me asecha: ayúdame, Madre, a no caer.


SALMO 141

Yo Ilamo a María a voz en grito * y humildemente Le suplico.
Derramo mi corazón ante Ella, * y quiero manifestarLe  mis  angústias.
EI enemigo atenta contra mí, * busca inducirme en error.
Ayúdame, Madre, para no caer ante él; * procúrame una lIena victoria.
Líbrame de su opresión * para que glorifique por los siglos el poder de Dios.
Gloria...

Ant.  EI enemigo  me  asecha:  ayúdame, Madre, a no caer.
Ant. 5.  Cuándo mi alma deje el cuerpo, a Ti la encomiendo, Madre, para que la presentes a Dios.

SALMO 145

Alaba, alma mía, a tu Madre: * quiero honrarLa cada vez más durante toda mi vida.
No ceses nunca de amarLa. * Piensa en Ella en todo momento.
Cuando mi alma deje el cuerpo, * a Ti  la encomiendo, Madre, para que la presentes a Dios.
Así  no  la molestará  el recuerdo de sus pecados, * ni se inquietará al acercarse del maligno.
Llévala, Madre, al lugar de la salvación, * donde espere con confianza al Redentor..
Gloria....

Ant. Cuando mi alma deje el cuerpo, a Ti la encomiendo, Madre, para que la presentes a Dios.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte, ampáranos, dulce Madre.

V. llumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sálvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sálvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha, Madre, nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.

ORACION:
Virgen gloriosísima, llorando desolada acompañaste al sepulcro tu Hijo unigénito, consuelo de tu alma.
Por ese dolor, Te rogamos que vuelvas tus ojos misericoridiosos a nosotros, míseros hijos de Eva, que de este valle de lágrimas a Ti levantamos nuestros gemidos. Muéstranos después de este exilio a Jesús, Fruto bendito de tu vientre.
Y concédenos la Gracia de morir confortados por los sacramentos de la Santa Iglesia para encontrar misericordioso al Juez  divino. Por Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Serñor. Amén.

Cántico y Oración final:  pág. 30/34.



CANTICO A LA B. V. MARIA
(Se reza todos los días después de los salmos)

María, Madre de Dios, alegres te cantamos * y te exaltamos como Madre y Virgen.
Toda la creación Te aclama * Hija del eterno Padre.
Los Angeles y los Arcángeles, los Tronos y los Principados, * Te sirven fielmente.
Las Potestades, las Virtudes y las Dominaciones * devotamente Te obedecen.
Los Querubines, los Serafines y todos los coros de los Angeles, * Te rodean exultantes.
Todas las criaturas angélicas, * Te proclaman sin fin:
Santa, Santa, Santa,  * María:  Madre de Dios, Madre y Virgen.
Llenos están el Cielo y la Tierra * de la gloria de tu Hijo.
EI coro glorioso de los Apóstoles * Te exalta Madre del Creador.
La multitud de los bienaventurados Mártires * Te glorifica Madre de Cristo.
EI ejército celestial de los Confesores * Te proclama Templo de la Santísima Trinidad.
EI amable coro de las Vírgenes * Te señala modelo de virginal humildad.
Toda la corte celestial * Te aclama su Reina.
Por  todo el mundo la Iglesia Santa, Te honra * Madre de la Majestad Divina.

Madre verdadera del Rey del Cielo, * santa, dulce y pia.
Tú eres Señora de los Angeles, * Puerta del Paraíso.
Tú, escalera del Reino Celestial: * y de la Gloria.
Tú, Reposo Divino: * Tú Arca de piedad y de gracia.
Tú, Manantial de misericordia: * Tú, Esposa y Madre del eterno Rey.
Tú, Templo y Sacrário  del Espíritu Santo: * de toda la Beatísima Trinidad noble morada.
Tú, Mediadora  de  Dios y de los hombres: * Tú, guía amabilísima y resplandeciente de cada mortal.

Tú,  Auxílio de los Cristianos en batalla  y Abogada de los pobres, *  seguro refugio de los pecadores.
Tú, Bienechora  y defensora divina: * separadora y terror de demonios y suberbios.
Tú, Señora del mundo, Reina del Cielo: *.. única nuestra esperanza.
Tú, salud de todos los que Te invocan, puerto de los náufragos * alivio de los míseros, refugio de los moribundos.
Tú, Madre de todos los Bienaventurados y gozo pleno celestial, * eres alegría de todo elegido.
Tú,  perfeccionando a los justos y reconciliando a los errantes, * eres la promesa de los Patriarcas.
             Tú, verdad de los Profetas,  vaticínio y Doctora  de los Apóstoles:      * Maestra de los Evangelistas.
Tú, fortaleza de los Mártires y modelo de los Confesores: *  honra y alegría de las Vírgenes.

Tú, para salvar al hombre desterrado, * acogiste en el seno al Hijo de Dios.
Por Ti, vencido al antiguo enemigo, se abrieron de nuevo a tus hijos los Reinos Celestales.
Junto con el Hijo *  reinas  a  la diestra del Padre.
¡Oh Virgen María! Ruega por nosotros al mismo tu Hijo * que un día vendrá como nuestro Juez universal.
Te rogamos pues, socorre a tus hijos, * redimidos con la preciosa Sangre de tu Hijo.
Y recíbenos, Santa Virgen María  * allá en la gloria con tus Santos.
Salva a tu pueblo, Divina Señora: * para que seamos partícipes de la heredad del Hijo tuyo.
Sé nuestra Divina Pastora en esta vida: * guárdanos por la eternidad.
Cada día de nuestra vida * te bendecimos, Madre y Señora dulcisima.
Deseamos  vivamente  por siempre jamás * alabar tu Nombre con  labios  y  corazón.
Dígnate, ¡oh dulce María!, * conservarnos sin  pecado  hoy y siempre.
Ten  piedad de nosotros, Madre, * ten  piedad.
  
Sea grande tu misericordia con nosotros: * porque en Ti, Virgen María, confiamos.
En Ti, dulce María, está toda nuestra esperanza: * defiéndenos por la eternidad.
A Ti conviene toda alabanza y todo poder: * por los siglos eternos a Ti siempre honor y gloria.  Amén.


ORACIONES FINALES
PARA CADA DIA

DOMINGO: “¡Oh misericordiosísima Virgen María! Que jamás  abandonas quien a Ti recurre y Te invoca,  yo de carrera me dirijo a Ti, Virgen de las Virgenes y Madre mía, y con la mayor confianza, gimiente  y suplicante, Te ruego: ¡Oh Madre de la Palabra! No desprecies mis palabras; mas bien όyeme propícia y escúchame.  Amén.”

     “Memorare, ó piissima Virgo Maria, non esse auditum à sæculo, quemquam ad tua currentem præsidia, tua implorantem suffragia, esse derelictum. Ego tali animatus confidentia, ad te, Virgo Virginum Mater, curro, ad te venio, coram te gemens, præcator assisto: noli, Mater Verbi, verba mea despicere; sed audi propitia, et exaudi. Amen.”


LUNES:  La llama ardiente y suave de tu caridad, ¡Oh Señor! nos aparte de las cosas terrenales, de forma tal que yo pueda morir de amor por Ti, que Te dignaste morir por mi amor. Amén.”

     “Absolvat, quæso, Domine,  mentem  meam ab omnibus  quæ sub Cœlo sunt, ignita et melliflua vis amoris tui: ut amore amoris tui moriar, quia amore amoris mei dignatus es mori.  Per temetipsum Dei Filium, qui cum Patre, etc.”
(San Francisco de Asis)

MARTES:   “¡Oh Santa Virgen María! No ha nacido entre las mujeres ninguna bella como Tú, Hija y Sierva del Rey Altísimo y Padre Celestial; Madre Santísima de Nuestro Señor Jesucristo, y Esposa del Espíritu Santo: Ruega por nosotros juntamente con San Miguel Arcángel y todos los Santos y Angeles del Cielo ante tu Santísimo amado Hijo nuestro Señor y Maestro. Amén.”

     “Sancta Maria Virgo, non est tibi similis nata in mundo in mulieribus, Filia, et Ancilla altissimi Regis, Patris Cœlestis, Mater Sanctissima Domini nostri Jesu-Christi, Sponsa Spiritus Sancti: ora pro nobis cum Sancto Michaële Archangelo, omnibus Virtutibus Cœlorum, et omnibus Sanctis, tuum sanctissimum Filium dilectissimum Dominum nostrum, et Magistrum. Amen.”
(S. Francisco de Asis).

MIERCOLES:  “Dios Todopoderoso y Eterno, que te dignaste nacer de la Castísima Virgen María, concédenos servirte de cándido corazón y complacerte con ánimo humilde. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.”

     “Omnipotens sempiterne Deus, qui pro nobis de castissima Virgine Maria nasci dignatus es; fac  nos tibi casto corpore servire, et humili mente placere. Qui vivis, et regnas, etc.”
(San Bonaventura da B.)

JUEVES:  “Piadosísima Virgen María, Reina del mundo y Señora de los Angeles, Te suplicamos también por las benditas almas del Purgatorio para que les concedas gran refrigerio, a los pobres pecadores perdón, y a los justos  perseverancia en el bien: y a nosotros,  pues somos tan frágiles, defiéndenos en todo instante de los peligros. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

     “Oramus etiam te, piissima Virgo Maria, mundi Regina, et Angelorum Domina, ut eis, quos in Purgatorio ignis examinat, impetres refrigerium, peccatoribus indulgentiam, et justis perseverantiam in bono: nos quoque fragiles ad omnibus instantibus defende periculis. Per Dominum nostrum, etc.”
(San Bonaventura da B.)

VIERNES:  “¡Oh mi Señora y Madre mia, María Santísima¡ Por tu bendita fe y singular protecciόn y por la glόria de tu misericordia,  hoy, cada dia  y en la hora de mi partida, Te encomiendo mi alma y mi cuerpo; toda mi esperanza y mi consuelo, mis angústias y miserias y  el final de mi vida  entrego en tus manos y Corazón Inmaculado: haz, querida Madre, que por tu santísima Mediaciόn e infinitos méritos todo  en  mi ser y  mis  obras sea  dispuesto según tu voluntad y la de tu Hijo. Amén.”

     “O Domina mea Sancta Maria, me in tuam benedictam fidem, ac singularem custodiam, et in signum misericordiæ tuæ hodie, et quotidie, et in hora exitus mei animam meam, et corpus meum tibi commendo, omnem spem meam, et consolationem meam, omnes angustias, et miserias meas,
vitam, et finem vitæ meæ tibi committo: ut per tuam sanctissimam intercessionem, et per tua merita, omnia mea dirigantur, et disponantur opera secundum tuam tuique Filii voluntatem.”

SABADO: “¡Oh María, Madre de Dios y Virgen llena de Gracia: Consoladora inefable de todos los hijos que te invocan! Por la inmensa alegria que experimentaste en la gloriosa  Resurrección  del Señor Jesús, dígnaTe  ahora consolar  mi alma, además de asistirme ante tu Hijo, en el último día, cuando resucitaré en alma y cuerpo para  dar  cuentas de mis actos. Por tu intercesión ¡Oh piadosa Madre y Virgen! concédeme evitar la sentencia de condenación y llegar a los gozos eternos con todos los Elegidos de Dios. Amén.”

     “O Maria, Dei Genitrix, et Virgo gratiosa, omnium desolatorum ad te clamantium consolatrix vera! per illud magnum gaudium, quo consolata es, quando cognovisti Dominum Jesum die tertia a mortuis impassibilem resurrexisse, sis consolatrix animæ meæ, et apud eumdem tuum, et Dei natum Unigenitum, in die novissimo, quando cum anima, et corpore ero resurrecturus, et de singulis meis factis rationem redditurus, me digneris juvari, ut perpetuæ damnationis sententiam per te, pia Mater, et Virgo valeam evadere, et cum electis Dei omnibus ad æterna gaudia feliciter pervenire. Amen.


"Cor Mariæ Immaculatum
intercede pro nobis!"

DEO GRATIAS
et IMMACULATI
CORDI MARIÆ!

La S. MISA según los santos

El santo cura de Ars, San Juan María Vianney:
“Si conociéramos el valor de la Santa Misa nos moriríamos de alegría”.
"Sí supiéramos el valor del Santo Sacrificio de la S. Misa, qué esfuerzo tan grande haríamos por asistir a ella".
"Qué feliz es ese Ángel de la Guarda que acompaña al alma cuando va a Misa".

"La S. Misa es la devoción de los Santos".
San Anselmo: “Una sola Misa ofrecida y oída en vida con devoción, por el bien propio, puede valer más que mil misas celebradas por la misma intención, después de la muerte.”Santo Tomás de Aquino: "La celebración de la Santa Misa tiene tanto valor como la muerte de Jesús en la Cruz".
El Serafico Padre San Francisco de Asís: "El hombre debería temblar, el mundo debería vibrar, el Cielo entero debería conmoverse profundamente cuando el Hijo de Dios aparece sobre el altar en las manos del sacerdote".Santa Teresa de Jesús: "Sin la Santa Misa, ¿que sería de nosotros? Todos aquí abajo pereceríamos ya que únicamente eso puede detener el brazo de Dios. Sin ella, ciertamente que la Iglesia no duraría y el mundo estaría perdido sin remedio".
En cierta ocasión, Santa Teresa se sentía inundada de la bondad de Dios. Entonces le hizo esta pregunta a Nuestro Señor: <<Señor mío, “¿Cómo Os podré agradecer?”>>  Nuestro Señor le contestó: “ASISTID A UNA SANTA MISA”.
San Alfonso María de Ligorio: "El mismo Dios no puede hacer una acción más sagrada y más grande que la celebración de una Santa Misa".San  Pío de Pieltrecina:  "Sería más fácil que el mundo sobreviviera sin el sol, que sin la Santa Misa".
“La S. Misa es infinita como Jesús... pregúntenle a un Angel lo que es la Misa, y El les contestará, en verdad yo entiendo lo que es y por qué se ofrece, mas sin embargo, no puedo entender cuánto valor tiene. Un Angel, mil Angeles, todo el Cielo, saben esto y piensan así".
San Lorenzo Just.: "Nunca lengua humana puede enumerar los favores que se correlacionan al Sacrificio de la Santa Misa. El pecador se reconcilia con Dios; el hombre justo se hace aún más recto; los pecados son borrados; los vicios eliminados; la virtud y el mérito crecen, y las estratagemas del demonio son frustradas”.San Leonardo de Port Maurice: "Oh gente engañada, qué están haciendo? Por qué no se apresuran a las Iglesias a oír tantas Misas como puedan? Por qué no imitan a los ángeles, quienes cuando se celebra una Misa, bajan en escuadrones o batallόnes desde el Paraíso y se estacionan alrededor de nuestros altares en adoración, para interceder por nosotros?".
"Yo creo que sí no existiera la Misa, el mundo ya se hubiera hundido en el abismo, por el peso de su iniquidad. La Misa es el soporte poderoso que lo sostiene ".
“Una Misa antes de la muerte puede ser más provechosa que muchas después de ella…”
San Felipe Neri: "Con oraciones pedimos gracia a Dios; en la Santa Misa comprometemos a Dios a que nos las conceda ".
San Pedro Julián Eymard: "Sepan, oh Cristianos, que la Santa Misa es el acto de religión más sagrado. No pueden hacer otra cosa para glorificar más a Dios, ni para mayor provecho de su alma, que asistir a la Santa Misa devotamente, y tan a menudo como sea posible ".San Bernardo: "Uno obtiene más mérito asistiendo a una Santa Misa con devoción, que repartiendo todo lo suyo a los pobres y viajando por todo el mundo en peregrinación ".
San Francisco Javier Bianchi: "Cuando oigan que yo no puedo ya celebrar la Santa Misa, cuéntenme como muerto".San Buenaventura:  "La Santa Misa es una obra de Dios en la que presenta a nuestra vista todo el amor que nos tiene; en cierto modo es la síntesis, la suma de todos los beneficios con que nos ha favorecido".
"Hay en la Santa Misa tantos misterios como gotas de agua en el mar, como átomos de polvo en el aire y como ángeles en el cielo; no sé si jamás ha salido de la mano del Altísimo misterio más profundo."
San Gregorio el Grande: "El sacrificio del altar será a nuestro favor verdaderamente aceptable como nuestro sacrificio a Dios, cuando nos presentamos como víctimas".
Cuando Santa Margarita María Alacoque asistía a la Santa Misa, al voltear hacia el altar, nunca dejaba de mirar al Crucifijo y las velas encendidas. Por qué? Lo hacía para imprimir en su mente y su corazón, dos cosas: El Crucifijo le recordaba lo que Jesús había hecho por ella; las velas encendidas le recordaban lo que ella debía hacer por Jesús, es decir, sacrificarse consumirse por  El y por las almas.
San Andrés Avellino: "No podemos separar la Sagrada Eucaristía de la Pasión de Jesús".

Nos cum prole pia
benedicat Virgo Maria!


Imprimatur
Torino12/XII/1981
Sac. Valentino Scarasso, Vicario Generale.

martedì 20 maggio 2014

Il Rosario è per voi. La via più breve.


I benefici e i meriti della preghiera del Rosario sono magnificamente delineati negli scritti dell’anima carismatica polacca, Barbara Klosowna  (1951). Questi messaggi parlano da soli.

SS. Virgen de Belo Horizonte

 Parole di Nostra Signora:


 Il Rosario è per voi.

"Il Rosario è un tesoro inesauribile di grazia del Dio unico nella Santa Trinità.
Ma per usufruire dei suoi benefici ci vuole la fede, che poi diventa gioia.
Il Rosario è vostro. Vi è stato dato per sempre, per ogni momento e per ogni necessità, e dipende da voi approfittarne e agire. Ma esige fedeltà e perseveranza.

È una preghiera che unisce in una grazia comune e in una forza vittoriosa tutti quelli che la stimano e l'amano mentre vivono sulla terra, e li unisce insieme a quelli che sono già nel trionfo del Cielo.

Tienilo come un sigillo sul tuo cuore. Con il Rosario è più facile bussare alla porta della Misericor­dia di Dio".

"Ogni vittoria sul male avvicina alla mèta: è la Mia stessa vittoria, che Io ho già ricevuto dal Figlio Mio. Ogni vittoria sul male avvicina il Mio Regno: la condizione per vincere, è la preghiera continua del Rosario.




La via più breve.

"Io sono la Verità. Tutte le mie parole sono giustizia e verità. Mio figlio ha detto: "Io sono la Verità". Chi ama il rosario ama la Verità. Essa sarà nei suoi pensieri, nelle sue parole, nelle sue conoscenze, nei suoi giudizi.

Ma è innanzitutto in Me, per Me e grazie a Me che il Rosario raggiunge la verità. Ecco come si realizzano le parole: "Chi agisce in Me, non pecca", come pure le parole: "Io sono la via più corta ver­so la verità, verso il Figlio e verso Dio. Ecco perché Io proclamo il Rosario".


AVE MARIA!

Credo la Vita Eterna



ARTICOLO 12 
«CREDO LA VITA ETERNA»

1020 Per il cristiano, che unisce la propria morte a quella di Gesù, la morte è come un andare verso di lui ed entrare nella vita eterna. Quando la Chiesa ha pronunciato, per l'ultima volta, le parole di perdono dell'assoluzione di Cristo sul cristiano morente, l'ha segnato, per l'ultima volta, con una unzione fortificante e gli ha dato Cristo nel viatico come nutrimento per il viaggio, a lui si rivolge con queste dolci e rassicuranti parole:
« Parti, anima cristiana, da questo mondo, nel nome di Dio Padre onnipotente che ti ha creato, nel nome di Gesù Cristo, Figlio del Dio vivo, che è morto per te sulla croce, nel nome dello Spirito Santo, che ti è stato dato in dono; la tua dimora sia oggi nella pace della santa Gerusalemme, con la Vergine Maria, Madre di Dio, con san Giuseppe, con tutti gli angeli e i santi. [...] Tu possa tornare al tuo Creatore, che ti ha formato dalla polvere della terra. Quando lascerai questa vita, ti venga incontro la Vergine Maria con gli angeli e i santi. [...] Mite e festoso ti appaia il volto di Cristo e possa tu contemplarlo per tutti i secoli in eterno ». 604

I. Il giudizio particolare
1021 La morte pone fine alla vita dell'uomo come tempo aperto all'accoglienza o al rifiuto della grazia divina apparsa in Cristo. 605 Il Nuovo Testamento parla del giudizio principalmente nella prospettiva dell'incontro finale con Cristo alla sua seconda venuta, ma afferma anche, a più riprese, l'immediata retribuzione che, dopo la morte, sarà data a ciascuno in rapporto alle sue opere e alla sua fede. La parabola del povero Lazzaro 606 e la parola detta da Cristo in croce al buon ladrone607 così come altri testi del Nuovo Testamento 608 parlano di una sorte ultima dell'anima 609 che può essere diversa per le une e per le altre.
1022 Ogni uomo fin dal momento della sua morte riceve nella sua anima immortale la retribuzione eterna, in un giudizio particolare che mette la sua vita in rapporto a Cristo, per cui o passerà attraverso una purificazione, 610 o entrerà immediatamente nella beatitudine del cielo, 611 oppure si dannerà immediatamente per sempre. 612
« Alla sera della vita, saremo giudicati sull'amore ». 613



1023 Coloro che muoiono nella grazia e nell'amicizia di Dio e che sono perfettamente purificati, vivono per sempre con Cristo. Sono per sempre simili a Dio, perché lo vedono « così come egli è » (1 Gv 3,2), « a faccia a faccia » (1 Cor 13,12): 614
« Con la nostra apostolica autorità definiamo che, per disposizione generale di Dio, le anime di tutti i santi morti prima della passione di Cristo [...] e quelle di tutti i fedeli morti dopo aver ricevuto il santo Battesimo di Cristo, nelle quali al momento della morte non c'era o non ci sarà nulla da purificare, oppure, se in esse ci sarà stato o ci sarà qualcosa da purificare, quando, dopo la morte, si saranno purificate, [...] anche prima della risurrezione dei loro corpi e del giudizio universale — e questo dopo l'ascensione del Signore e Salvatore Gesù Cristo al cielo — sono state, sono e saranno in cielo, associate al regno dei cieli e al paradiso celeste con Cristo, insieme con i santi angeli. E dopo la passione e la morte del nostro Signore Gesù Cristo, esse hanno visto e vedono l'essenza divina in una visione intuitiva e anche a faccia a faccia, senza la mediazione di alcuna creatura ». 615
1024 Questa vita perfetta, questa comunione di vita e di amore con la Santissima Trinità, con la Vergine Maria, gli angeli e tutti i beati è chiamata « il cielo ». Il cielo è il fine ultimo dell'uomo e la realizzazione delle sue aspirazioni più profonde, lo stato di felicità suprema e definitiva.
1025 Vivere in cielo è « essere con Cristo ». 616 Gli eletti vivono « in lui », ma conservando, anzi, trovando la loro vera identità, il loro proprio nome: 617
« Vita est enim esse cum Christo; ideo ubi Christus, ibi vita, ibi Regnum – La vita, infatti, è stare con Cristo, perché dove c'è Cristo, là c'è la vita, là c'è il Regno ». 618
1026 Con la sua morte e la sua risurrezione Gesù Cristo ci ha « aperto » il cielo. La vita dei beati consiste nel pieno possesso dei frutti della redenzione compiuta da Cristo, il quale associa alla sua glorificazione celeste coloro che hanno creduto in lui e che sono rimasti fedeli alla sua volontà. Il cielo è la beata comunità di tutti coloro che sono perfettamente incorporati in lui.
1027 Questo mistero di comunione beata con Dio e con tutti coloro che sono in Cristo supera ogni possibilità di comprensione e di descrizione. La Scrittura ce ne parla con immagini: vita, luce, pace, banchetto di nozze, vino del Regno, casa del Padre, Gerusalemme celeste, paradiso: « Quelle cose che occhio non vide, né orecchio udì, né mai entrarono in cuore di uomo, queste ha preparato Dio per coloro che lo amano » (1 Cor 2,9).
1028 A motivo della sua trascendenza, Dio non può essere visto quale è se non quando egli stesso apre il suo mistero alla contemplazione immediata dell'uomo e gliene dona la capacità. Questa contemplazione di Dio nella sua gloria celeste è chiamata dalla Chiesa « la visione beatifica »:
« Questa sarà la tua gloria e la tua felicità: essere ammesso a vedere Dio, avere l'onore di partecipare alle gioie della salvezza e della luce eterna insieme con Cristo, il Signore tuo Dio, [...] godere nel regno dei cieli, insieme con i giusti e gli amici di Dio, le gioie dell'immortalità raggiunta ». 619
1029 Nella gloria del cielo i beati continuano a compiere con gioia la volontà di Dio in rapporto agli altri uomini e all'intera creazione. Regnano già con Cristo; con lui « regneranno nei secoli dei secoli » (Ap 22,5). 620


III. La purificazione finale o purgatorio

1030 Coloro che muoiono nella grazia e nell'amicizia di Dio, ma sono imperfettamente purificati, sebbene siano certi della loro salvezza eterna, vengono però sottoposti, dopo la loro morte, ad una purificazione, al fine di ottenere la santità necessaria per entrare nella gioia del cielo.
1031 La Chiesa chiama purgatorio questa purificazione finale degli eletti, che è tutt'altra cosa dal castigo dei dannati. La Chiesa ha formulato la dottrina della fede relativa al purgatorio soprattutto nei Concili di Firenze 621 e di Trento. 622 La Tradizione della Chiesa, rifacendosi a certi passi della Scrittura, 623 parla di un fuoco purificatore:
« Per quanto riguarda alcune colpe leggere, si deve credere che c'è, prima del giudizio, un fuoco purificatore; infatti colui che è la Verità afferma che, se qualcuno pronuncia una bestemmia contro lo Spirito Santo, non gli sarà perdonata né in questo secolo, né in quello futuro (Mt 12,32). Da questa affermazione si deduce che certe colpe possono essere rimesse in questo secolo, ma certe altre nel secolo futuro ». 624
1032 Questo insegnamento poggia anche sulla pratica della preghiera per i defunti di cui la Sacra Scrittura già parla: « Perciò [Giuda Maccabeo] fece offrire il sacrificio espiatorio per i morti, perché fossero assolti dal peccato » (2 Mac 12,45). Fin dai primi tempi, la Chiesa ha onorato la memoria dei defunti e ha offerto per loro suffragi, in particolare il sacrificio eucaristico, 625 affinché, purificati, possano giungere alla visione beatifica di Dio. La Chiesa raccomanda anche le elemosine, le indulgenze e le opere di penitenza a favore dei defunti:
« Rechiamo loro soccorso e commemoriamoli. Se i figli di Giobbe sono stati purificati dal sacrificio del loro padre, 626 perché dovremmo dubitare che le nostre offerte per i morti portino loro qualche consolazione? [...] Non esitiamo a soccorrere coloro che sono morti e ad offrire per loro le nostre preghiere ». 627

IV. L'inferno

1033 Non possiamo essere uniti a Dio se non scegliamo liberamente di amarlo. Ma non possiamo amare Dio se pecchiamo gravemente contro di lui, contro il nostro prossimo o contro noi stessi: « Chi non ama rimane nella morte. Chiunque odia il proprio fratello è omicida, e voi sapete che nessun omicida possiede in se stesso la vita eterna » (1 Gv 3,14-15). Nostro Signore ci avverte che saremo separati da lui se non soccorriamo nei loro gravi bisogni i poveri e i piccoli che sono suoi fratelli. 628 Morire in peccato mortale senza essersene pentiti e senza accogliere l'amore misericordioso di Dio, significa rimanere separati per sempre da lui per una nostra libera scelta. Ed è questo stato di definitiva auto-esclusione dalla comunione con Dio e con i beati che viene designato con la parola « inferno ».

1034 Gesù parla ripetutamente della « geenna », del « fuoco inestinguibile », 629 che è riservato a chi sino alla fine della vita rifiuta di credere e di convertirsi, e dove possono perire sia l'anima che il corpo. 630 Gesù annunzia con parole severe: « Il Figlio dell'uomo manderà i suoi angeli, i quali raccoglieranno [...] tutti gli operatori di iniquità e li getteranno nella fornace ardente » (Mt 13,41-42), ed egli pronunzierà la condanna: « Via, lontano da me, maledetti, nel fuoco eterno! » (Mt25,41).

1035 La Chiesa nel suo insegnamento afferma l'esistenza dell'inferno e la sua eternità. Le anime di coloro che muoiono in stato di peccato mortale, dopo la morte discendono immediatamente negli inferi, dove subiscono le pene dell'inferno, « il fuoco eterno ». 631 La pena principale dell'inferno consiste nella separazione eterna da Dio, nel quale soltanto l'uomo può avere la vita e la felicità per le quali è stato creato e alle quali aspira.
1036 Le affermazioni della Sacra Scrittura e gli insegnamenti della Chiesa riguardanti l'inferno sono un appello alla responsabilità con la quale l'uomo deve usare la propria libertà in vista del proprio destino eterno. Costituiscono nello stesso tempo un pressante appello alla conversione: « Entrate per la porta stretta, perché larga è la porta e spaziosa la via che conduce alla perdizione, e molti sono quelli che entrano per essa; quanto stretta invece è la porta e angusta la via che conduce alla vita, e quanto pochi sono quelli che la trovano! » (Mt 7,13-14).
« Siccome non conosciamo né il giorno né l'ora, bisogna, come ci avvisa il Signore, che vegliamo assiduamente, affinché, finito l'unico corso della nostra vita terrena, meritiamo con lui di entrare al banchetto nuziale ed essere annoverati tra i beati, né ci si comandi, come a servi cattivi e pigri, di andare al fuoco eterno, nelle tenebre esteriori dove ci sarà pianto e stridore di denti ». 632
1037 Dio non predestina nessuno ad andare all'inferno; 633 questo è la conseguenza di una avversione volontaria a Dio (un peccato mortale), in cui si persiste sino alla fine. Nella liturgia eucaristica e nelle preghiere quotidiane dei fedeli, la Chiesa implora la misericordia di Dio, il quale non vuole « che alcuno perisca, ma che tutti abbiano modo di pentirsi » (2 Pt 3,9):
« Accetta con benevolenza, o Signore, l'offerta che ti presentiamo noi tuoi ministri e tutta la tua famiglia: disponi nella tua pace i nostri giorni, salvaci dalla dannazione eterna, e accoglici nel gregge degli eletti ». 634
V. Il giudizio finale

1038 La risurrezione di tutti i morti, « dei giusti e degli ingiusti » (At 24,15), precederà il giudizio finale. Sarà « l'ora in cui tutti coloro che sono nei sepolcri udranno la sua voce [del Figlio dell'uomo] e ne usciranno: quanti fecero il bene per una risurrezione di vita e quanti fecero il male per una risurrezione di condanna » (Gv 5,28-29). Allora Cristo « verrà nella sua gloria, con tutti i suoi angeli [...]. E saranno riunite davanti a lui tutte le genti, ed egli separerà gli uni dagli altri, come il pastore separa le pecore dai capri, e porrà le pecore alla sua destra e i capri alla sinistra. [...] E se ne andranno, questi al supplizio eterno, e i giusti alla vita eterna » (Mt 25,31-33.46).

1039 Davanti a Cristo che è la verità sarà definitivamente messa a nudo la verità sul rapporto di ogni uomo con Dio. 635 Il giudizio finale manifesterà, fino alle sue ultime conseguenze, il bene che ognuno avrà compiuto o avrà omesso di compiere durante la sua vita terrena:
« Tutto il male che fanno i cattivi viene registrato a loro insaputa. Il giorno in cui Dio non tacerà (Sal50,3) [...] egli si volgerà verso i malvagi e dirà loro: Io avevo posto sulla terra i miei poverelli, per voi. Io, loro capo, sedevo nel cielo alla destra di mio Padre, ma sulla terra le mie membra avevano fame. Se voi aveste donato alle mie membra, il vostro dono sarebbe giunto fino al capo. Quando ho posto i miei poverelli sulla terra, li ho costituiti come vostri fattorini perché portassero le vostre buone opere nel mio tesoro: voi non avete posto nulla nelle loro mani, per questo non possedete nulla presso di me ». 636
1040 Il giudizio finale avverrà al momento del ritorno glorioso di Cristo. Soltanto il Padre ne conosce l'ora e il giorno, egli solo decide circa la sua venuta. Per mezzo del suo Figlio Gesù pronunzierà allora la sua parola definitiva su tutta la storia. Conosceremo il senso ultimo di tutta l'opera della creazione e di tutta l'Economia della salvezza, e comprenderemo le mirabili vie attraverso le quali la provvidenza divina avrà condotto ogni cosa verso il suo fine ultimo. Il giudizio finale manifesterà che la giustizia di Dio trionfa su tutte le ingiustizie commesse dalle sue creature e che il suo amore è più forte della morte. 637
1041 Il messaggio del giudizio finale chiama alla conversione fin tanto che Dio dona agli uomini « il momento favorevole, il giorno della salvezza » (2 Cor 6,2). Ispira il santo timor di Dio. Impegna per la giustizia del regno di Dio. Annunzia la « beata speranza » (Tt 2,13) del ritorno del Signore il quale « verrà per essere glorificato nei suoi santi ed essere riconosciuto mirabile in tutti quelli che avranno creduto » (2 Ts 1,10).



1042 Alla fine dei tempi, il regno di Dio giungerà alla sua pienezza. Dopo il giudizio universale i giusti regneranno per sempre con Cristo, glorificati in corpo e anima, e lo stesso universo sarà rinnovato:
Allora la Chiesa « avrà il suo compimento [...] nella gloria del cielo, quando verrà il tempo della restaurazione di tutte le cose e quando col genere umano anche tutto il mondo, il quale è intimamente unito con l'uomo e per mezzo di lui arriva al suo fine, sarà perfettamente ricapitolato in Cristo ». 638
1043 Questo misterioso rinnovamento, che trasformerà l'umanità e il mondo, dalla Sacra Scrittura è definito con l'espressione: « i nuovi cieli e una terra nuova » (2 Pt 3,13). 639 Sarà la realizzazione definitiva del disegno di Dio di « ricapitolare in Cristo tutte le cose, quelle del cielo come quelle della terra » (Ef 1,10).
1044 In questo nuovo universo, 640 la Gerusalemme celeste, Dio avrà la sua dimora in mezzo agli uomini. Egli « tergerà ogni lacrima dai loro occhi; non ci sarà più la morte, né lutto, né lamento, né affanno perché le cose di prima sono passate » (Ap 21,4). 641
1045 Per l'uomo questo compimento sarà la realizzazione definitiva dell'unità del genere umano, voluta da Dio fin dalla creazione e di cui la Chiesa nella storia è « come sacramento ». 642 Coloro che saranno uniti a Cristo formeranno la comunità dei redenti, la « Città santa » di Dio (Ap 21,2), « la Sposa dell'Agnello » (Ap 21,9). Essa non sarà più ferita dal peccato, dalle impurità, 643 dall'amor proprio, che distruggono o feriscono la comunità terrena degli uomini. La visione beatifica, nella quale Dio si manifesterà in modo inesauribile agli eletti, sarà sorgente perenne di gaudio, di pace e di reciproca comunione.
1046 Quanto al cosmo, la Rivelazione afferma la profonda comunione di destino fra il mondo materiale e l'uomo:
« La creazione stessa attende con impazienza la rivelazione dei figli di Dio [...] e nutre la speranza di essere lei pure liberata dalla schiavitù della corruzione [...]. Sappiamo bene infatti che tutta la creazione geme e soffre fino ad oggi nelle doglie del parto; essa non è la sola, ma anche noi, che possediamo le primizie dello Spirito, gemiamo interiormente aspettando l'adozione a figli, la redenzione del nostro corpo » (Rm 8,19-23).
1047 Anche l'universo visibile, dunque, è destinato ad essere trasformato, « affinché il mondo stesso, restaurato nel suo stato primitivo, sia, senza più alcun ostacolo, al servizio dei giusti », 644partecipando alla loro glorificazione in Gesù Cristo risorto.
1048 « Ignoriamo il tempo in cui saranno portate a compimento la terra e l'umanità, e non sappiamo il modo in cui sarà trasformato l'universo. Passa certamente l'aspetto di questo mondo, deformato dal peccato. Sappiamo, però, dalla Rivelazione che Dio prepara una nuova abitazione e una terra nuova, in cui abita la giustizia, e la cui felicità sazierà sovrabbondantemente tutti i desideri di pace che salgono nel cuore degli uomini ». 645
1049 « Tuttavia l'attesa di una terra nuova non deve indebolire, bensì piuttosto stimolare la sollecitudine nel lavoro relativo alla terra presente, dove cresce quel corpo dell'umanità nuova che già riesce a offrire una certa prefigurazione che adombra il mondo nuovo. Pertanto, benché si debba accuratamente distinguere il progresso terreno dallo sviluppo del regno di Cristo, tuttavia, nella misura in cui può contribuire a meglio ordinare l'umana società, tale progresso è di grande importanza ». 646
1050 « Infatti i beni della dignità dell'uomo, della comunione fraterna e della libertà, cioè tutti questi buoni frutti della natura e della nostra operosità, dopo che li avremo diffusi sulla terra nello Spirito del Signore e secondo il suo precetto, li ritroveremo poi di nuovo, ma purificati da ogni macchia, illuminati e trasfigurati, allorquando Cristo rimetterà al Padre il regno eterno e universale ». 647 Dio allora sarà « tutto in tutti » (1 Cor 15,28), nella vita eterna:
« La vita, nella sua stessa realtà e verità, è il Padre, che attraverso il Figlio nello Spirito Santo riversa come fonte su tutti noi i suoi doni celesti. E per la sua bontà promette veramente anche a noi uomini i beni divini della vita eterna ». 648


In sintesi

1051 Ogni uomo riceve nella sua anima immortale la propria retribuzione eterna fin dalla sua morte, in un giudizio particolare ad opera di Cristo, giudice dei vivi e dei morti.
1052 « Noi crediamo che le anime di tutti coloro che muoiono nella grazia di Cristo [...]costituiscono il popolo di Dio nell'al di là della morte, la quale sarà definitivamente sconfitta nel giorno della risurrezione, quando queste anime saranno riunite ai propri corpi ». 649
1053 « Noi crediamo che la moltitudine delle anime, che sono riunite attorno a Gesù e a Maria in paradiso, forma la Chiesa del cielo, dove esse nella beatitudine eterna vedono Dio così com'è e dove sono anche associate, in diversi gradi, con i santi angeli al governo divino esercitato da Cristo glorioso, intercedendo per noi e aiutando la nostra debolezza con la loro fraterna sollecitudine ». 650
1054 Coloro che muoiono nella grazia e nell'amicizia di Dio, ma imperfettamente purificati, benché sicuri della loro salvezza eterna, vengono sottoposti, dopo la morte, ad una purificazione, al fine di ottenere la santità necessaria per entrare nella gioia di Dio.
1055 In virtù della « comunione dei santi », la Chiesa raccomanda i defunti alla misericordia di Dio e per loro offre suffragi, in particolare il santo sacrificio eucaristico.
1056 Seguendo l'esempio di Cristo, la Chiesa avverte i fedeli della triste e penosa realtà della morte eterna, 651 chiamata anche « inferno ».
1057 La pena principale dell'inferno consiste nella separazione eterna da Dio; in Dio soltanto l'uomo può avere la vita e la felicità per le quali è stato creato e alle quali aspira.
1058 La Chiesa prega perché nessuno si perda: « Signore, [...] non permettere che sia mai separato da te ». 652 Se è vero che nessuno può salvarsi da se stesso, è anche vero che Dio «vuole che tutti gli uomini siano salvati » (1 Tm 2,4) e che per lui « tutto è possibile » (Mt19,26).
1059 « La santissima Chiesa romana crede e confessa fermamente che nel [...] giorno del giudizio tutti gli uomini compariranno col loro corpo davanti al tribunale di Cristo per rendere conto delle loro azioni ». 653
1060 Alla fine dei tempi, il regno di Dio giungerà alla sua pienezza. Allora i giusti regneranno con Cristo per sempre, glorificati in corpo e anima, e lo stesso universo materiale sarà trasformato. Dio allora sarà « tutto in tutti » (1 Cor 15,28), nella vita eterna.
«AMEN»

lunedì 19 maggio 2014

Il Paradiso

 PARADISO descritto da Maria Valtorta

Descrizione del Paradiso 
della Mistica Maria Valtorta, 25-5

<< 25‑5. Tenterò descrivere la inesprimibile, ineffabile, beatifica visione della tarda sera di ieri, quella che dal sogno dell’anima mi condusse al sogno del corpo per apparirmi ancor più nitida e bella al mio ritorno ai sensi. E prima di accingermi a questa descrizione, che sarà sempre lontana dal vero più che non noi dal sole, mi sono chiesta: “Devo prima scrivere, o prima fare le mie penitenze?”. Mi ardeva di descrivere ciò che fa la mia gioia, e so che dopo la penitenza sono più tarda alla fatica materiale dello scrivere.

Ma la voce di luce dello Spirito Santo ‑ la chiamo così perché è immateriale come la luce eppure è chiara come la più sfolgorante luce, e scrive per lo spirito mio le sue parole che son suono e fulgore e gioia, gioia, gioia ‑ mi dice avvolgendomi l’anima nel suo baleno d’amore: “Prima la penitenza e poi la scrittura di ciò che è la tua gioia. La penitenza deve sempre precedere tutto, in te, poiché è quella che ti merita la gioia. Ogni visione nasce da una precedente penitenza e ogni penitenza ti apre il cammino ad ogni più alta contemplazione. Vivi per questo. Sei amata per questo. Sarai beata per questo. Sacrificio, sacrificio. La tua via, la tua missione, la tua forza, la tua gloria. Solo quando ti addormenterai in Noi cesserai di esser ostia per divenire gloria”.

Allora ho fatto prima tutte le mie giornaliere penitenze. Ma non le sentivo neppure. Gli occhi dello spirito “vedevano” la sublime visione ed essa annullava la sensibilità corporale. Comprendo, perciò, il perché i martiri potessero sopportare quei supplizi orrendi sorridendo. Se a me, tanto inferiore a loro in virtù, una contemplazione può, effondendosi dallo spirito ai sensi corporali, annullare in essi la sensibilità dolorifica, a loro, perfetti nell’amore come creatura umana può esserlo e vedenti, per la loro perfezione, la Perfezione di Dio senza velami, doveva accadere un vero annullamento delle debolezze materiali. La gioia della visione annullava la miseria della carne sensibile ad ogni sofferenza.

Ed ora cerco descrivere.



Ho rivisto il Paradiso. E ho compreso di cosa è fatta la sua Bellezza, la sua Natura, la sua Luce, il suo Canto. Tutto, insomma. Anche le sue Opere, che sono quelle che, da tant’alto, informano, regolano, provvedono a tutto l’universo creato. Come già l’altra volta, nei primi del corrente anno, credo, ho visto la Ss. Trinità. Ma andiamo per ordine.
Anche gli occhi dello spirito, per quanto molto più atti a sostenere la Luce che non i poveri occhi del corpo che non possono fissare il sole, astro simile a fiammella di fumigante lucignolo rispetto alla Luce che è Dio, hanno bisogno di abituarsi per gradi alla contemplazione di questa alta Bellezza.
Dio è così buono che, pur volendosi svelare nei suoi fulgori, non dimentica che siamo poveri spiriti ancor prigionieri in una carne, e perciò indeboliti da questa prigionia. Oh! come belli, lucidi, danzanti, gli spiriti che Dio crea ad ogni attimo per esser anima alle nuove creature! Li ho visti e so. Ma noi... finché non torneremo a Lui non possiamo sostenere lo Splendore tutto d’un colpo. Ed Egli nella sua bontà ce ne avvicina per gradi.
Per prima cosa, dunque, ieri sera ho visto come una immensa rosa. Dico “rosa” per dare il concetto di questi cerchi di luce festante che sempre più si accentravano intorno ad un punto di un insostenibile fulgore.



Una rosa senza confini! La sua luce era quella che riceveva dallo Spirito Santo. La luce splendidissima dell’Amore eterno. Topazio e oro liquido resi fiamma... oh! non so come spiegare! Egli raggiava, alto, alto e solo, fisso nello zaffiro immacolato e splendidissimo dell’Empireo, e da Lui scendeva a fiotti inesausti la Luce. La Luce che penetrava la rosa dei beati e dei cori angelici e la faceva luminosa di quella sua luce che non è che il prodotto della luce dell’Amore che la penetra. Ma io non distinguevo santi o angeli. Vedevo solo gli immisurabili festoni dei cerchi del paradisiaco fiore.
Ne ero già tutta beata e avrei benedetto Dio per la sua bontà, quando, in luogo di cristallizzarsi così, la visione si aprì a più ampi fulgori, come se si fosse avvicinata sempre più a me permettendomi di osservarla con l’occhio spirituale abituato ormai al primo fulgore e capace di sostenerne uno più forte.
E vidi Dio Padre: Splendore nello splendore del Paradiso. Linee di luce splendidissima, candidissima, incandescente. Pensi lei: se io lo potevo distinguere in quella marea di luce, quale doveva esser la sua Luce che, pur circondata da tant’altra, la annullava facendola come un’ombra di riflesso rispetto al suo splendere? Spirito... Oh! come si vede che è spirito! È Tutto. Tutto tanto è perfetto. È nulla perché anche il tocco di qualsiasi altro spirito del Paradiso non potrebbe toccare Dio, Spirito perfettissimo, anche con la sua immaterialità: Luce, Luce, niente altro che Luce.
Di fronte al Padre Iddio era Dio Figlio. Nella veste del suo Corpo glorificato su cui splendeva l’abito regale che ne copriva le Membra Ss. senza celarne la bellezza superindescrivibile. Maestà e Bontà si fondevano a questa sua Bellezza. I carbonchi delle sue cinque Piaghe saettavano cinque spade di luce su tutto il Paradiso e aumentavano lo splendore di questo e della sua Persona glorificata.

Non aveva aureola o corona di sorta. Ma tutto il suo Corpo emanava luce, quella luce speciale dei corpi spiritualizzatí che in Lui e nella Madre è intensissima e si sprigiona dalla Carne che è carne, ma non è opaca come la nostra. Carne che è luce. Questa luce si condensa ancor di più intorno al suo Capo. Non ad aureola, ripeto, ma datutto il suo Capo. Il sorriso era luce e luce lo sguardo, luce trapanava dalla sua bellissima Fronte, senza ferite. Ma pareva che, là dove le spine un tempo avevano tratto sangue e dato dolore, ora trasudasse più viva luminosità.

Gesù era in piedi col suo stendardo regale in mano come nella visione che ebbi in gennaio, credo.



Un poco più in basso di Lui, ma di ben poco, quanto può esserlo un comune gradino di scala, era la Ss. Vergine. Bella come lo è in Cielo, ossia con la sua perfetta bellezza umana glorificata a bellezza celeste.

Stava fra il Padre e il Figlio che erano lontani tra loro qualche metro. (Tanto per applicare paragoni sensibili). Ella era nel mezzo e, con le mani incrociate sul petto ‑ le sue dolci, candidissime, piccole, bellissime mani ‑ e col volto lievemente alzato - il suo soave, perfetto, amoroso, soavissimo volto ‑ guardava, adorando, il Padre a il Figlio.

Piena di venerazione guardava il Padre. Non diceva parola. Ma tutto il suo sguardo era voce di adorazione e preghiera e canto. Non era in ginocchio. Ma il suo sguardo la faceva più prostrata che nella più profonda genuflessione, tanto era adorante. Ella diceva: “Sanctus!”, diceva: “Adoro Te!” unicamente col suo sguardo.

Guardava il suo Gesù piena di amore. Non diceva parola. Ma tutto il suo sguardo era carezza. Ma ogni carezza di quel suo occhio soave diceva: “Ti amo!”. Non era seduta. Non toccava il Figlio. Ma il suo sguardo lo riceveva come se Egli le fosse in grembo circondato da quelle sue materne braccia come e più che nell’Infanzia e nella Morte. Ella diceva: “Figlio mio!”, “Gioia mia!”, “Mio amore!” unicamente col suo sguardo.

Si beava di guardare il Padre e il Figlio. E ogni tanto alzava più ancora il volto e lo sguardo a cercare l’Amore che splendeva alto, a perpendicolo su Lei. E allora la sua luce abbagliante, di perla fatta luce, si accendeva come se una fiamma la investisse per arderla e farla più bella. Ella riceveva il bacio dell’Amore e si tendeva con tutta la sua umiltà e purezza, con la sua carità, per rendere carezza a Carezza e dire: “Ecco. Son la tua Sposa e ti amo e son tua. Tua per l’eternità”. E lo Spirito fiammeggiava più forte quando lo sguardo di Maria si allacciava ai suoi fulgori.
E Maria riportava il suo occhio sul Padre e sul Figlio. Pareva che, fatta deposito dall’Amore, distribuisse questo. Povera immagine mia! Dirò meglio. Pareva che lo Spirito eleggesse Lei ad essere quella che, raccogliendo in sé tuttol’Amore, lo portasse poi al Padre e al Figlio perché i Tre si unissero e si baciassero divenendo Uno. Oh! gioia comprendere questo poema di amore! E vedere la missione di Maria, Sede dell’Amore!
Ma lo Spirito non concentrava i suoi fulgori unicamente su Maria. Grande la Madre nostra. Seconda solo a Dio. Ma può un bacino, anche se grandissimo, contenere l’oceano? No. Se ne empie e ne trabocca. Ma l’oceano ha acque per tutta la terra. Così la Luce dell’Amore. Ed Essa scendeva in perpetua carezza sul Padre e sul Figlio, li stringeva in un anello di splendore. E si allargava ancora, dopo essersi beatificata col contatto del Padre e del Figlio che rispondevano con amore all’Amore, e si stendeva su tutto il Paradiso.
Ecco che questo si svelava nei suoi particolari... Ecco gli angeli. Più in alto dei beati, cerchi intorno al Fulcro del Cielo che è Dio Uno e Trino con la Gemma verginale di Maria per cuore. Essi hanno somiglianza più viva con Dio Padre. Spiriti perfetti ed eterni, essi sono tratti di luce, inferiore unicamente a quella di Dio Padre, di una forma di bellezza indescrivibile. Adorano... sprigionano armonie. Con che? Non so. Forse col palpito del loro amore. Poiché non son parole; e le linee delle bocche non smuovono la loro luminosità. Splendono come acque immobili percosse da vivo sole. Ma il loro amore è canto. Ed è armonia così sublime che solo una grazia di Dio può concedere di udirla senza morirne di gioia.
Più sotto, i beati. Questi, nei loro aspetti spiritualizzati, hanno più somiglianza col Figlio e con Maria. Sono più compatti, direi sensibili all’occhio e ‑ fa impressione ‑ al tatto, degli angeli. Ma sono sempre immateriali. Però in essi sono più marcati i tratti fisici, che differiscono in uno dall’altro. Per cui capisco se uno è adulto o bambino, uomo o donna. Vecchi, nel senso di decrepitezza, non ne vedo. 

Sembra che anche quando i corpi spiritualizzati appartengono ad uno morto in tarda età, lassù cessino i segni dello sfacimento della nostra carne. Vi è maggior imponenza in un anziano che in un giovane. Ma non quello squallore di rughe, di calvizie, di bocche sdentate e schiene curvate proprie negli umani. Sembra che il massimo dell’età sia di 40, 45 anni. Ossia virilità fiorente anche se lo sguardo e l’aspetto sono di dignità patriarcale.
Fra i molti... oh! quanto popolo di santi!... e quanto popolo di angeli! I cerchi si perdono, divenendo scia di luce per i turchini splendori di una vastità senza confini! E da lungi, da lungi, da questo orizzonte celeste viene ancora il suono del sublime alleluia e tremola la luce che è l’amore di questo esercito di angeli e beati...
Fra i molti vedo, questa volta, un imponente spirito. Alto, severo, e pur buono. Con una lunga barba che scende sino a metà del petto e con delle tavole in mano. Le tavole sembrano quelle cerate che usavano gli antichi per scrivere. Si appoggia con la mano sinistra ad esse che tiene, alla loro volta, appoggiate al ginocchio sinistro. Chi sia non so. Penso a Mosè o a Isaia. Non so perché. Penso così. Mi guarda e sorride con molta dignità. Null’altro. Ma che occhi! Proprio fatti per dominare le folle e penetrare i segreti di Dio.
Lo spirito mio si fa sempre più atto a vedere nella Luce. E vedo che ad ogni fusione delle tre Persone, fusione che si ripete con ritmo incalzante ed incessante come per pungolo di fame insaziabile d’amore, si producono gli incessanti miracoli che sono le opere di Dio.
Vedo che il Padre, per amore del Figlio, al quale vuole dare sempre più grande numero di seguaci, crea le anime. Oh! che bello! Esse escono come scintille, come petali di luce, come gemme globulari, come non sono capace di descrivere, dal Padre. È uno sprigionarsi incessante di nuove anime... Belle, gioiose di scendere ad investire un corpo per obbedienza al loro Autore. Come sono belle quando escono da Dio! Non vedo, non lo posso vedere essendo in Paradiso, quando le sporca la macchia originate.
Il Figlio, per zelo per il Padre suo, riceve e giudica, senza soste, coloro che, cessata la vita, tornano all’Origine per esser giudicati. Non vedo questi spiriti. Comprendo se essi sono giudicati con gioia, con misericordia, o con inesorabilità, dai mutamenti dell’espressione di Gesù. Che fulgore di sorriso quando a Lui si presenta un santo! Che luce di mesta misericordia quando deve separarsi da uno che deve mondarsi prima di entrare nel Regno! Che baleno di offeso e doloroso corruccio quando deve ripudiare in eterno un ribelle!
È qui che comprendo ciò che è il Paradiso. E ciò di che è fatta la sua Bellezza, Natura, Luce e Canto. È fatta dall’Amore. Il Paradiso è Amore. È l’Amore che in esso crea tutto. È l’Amore la base su cui tutto si posa. È l’Amore l’apice da cui tutto viene.
Il Padre opera per Amore. Il Figlio giudica per Amore. Maria vive per Amore. Gli angeli cantano per Amore. I beati osannano per Amore. Le anime si formano per Amore. La Luce è perché è l’Amore. Il Canto è perché è l’Amore. La Vita è perché è l’Amore. Oh! Amore! Amore! Amore!... Io mi annullo in Te. Io risorgo in Te. Io muoio, creatura umana, perché Tu mi consumi. Io nasco, creatura spirituale, perché Tu mi crei.
Sii benedetto, benedetto, benedetto, Amore, Terza Persona! Sii benedetto, benedetto, benedetto, Amore, che sei amore delle Due Prime! Sii benedetto, benedetto, benedetto, Amore, che ami i Due che ti precedono! Sii benedetto Tu che mi ami. Sii benedetto da me che ti amo perché mi permetti di amarti e conoscerti, o Luce mia...



Ho cercato nei fascicoli, dopo aver scritto tutto questo, la precedente contemplazione del Paradiso. Perché? Perché diffido sempre di me e volevo vedere se una delle due era in contraddizione con l’altra. Ciò mi avrebbe persuasa che sono vittima di un inganno.
No. Non vi è contraddizione. La presente è ancor più nitida ma ha le linee essenziali uguali. La precedente è alla data 10 gennaio 1944. E da allora io non l’avevo mai più guardata. Lo assicuro come per giuramento.>>

Tratto dai Quaderni di Maria Valtorta (Mistica) 
(Quaderno 22) Edizioni CEV




LAUDETUR  JESUS  CHRISTUS!
LAUDETUR  CUM  MARIA!
SEMPER  LAUDENTUR!

Non lasciatelo per l'ultimo quarto d'ora


"Il Rosario deve essere la gioia dei vostri cuori, la luce dei vostri pensieri, il desiderio ardente della vo­stra volontà, l'anello che vi unisce al Cielo.

È la fonte inesauribile dei tesori che Io vi offro con le mie mani immacolate. Dipende solo da voi accoglierlo e recitarlo.

Offrite semplicemente il vostro tempo, la vostra disposizio­ne umile e devota, un minimo di sforzo per raccogliervi recitandolo. 

Non siate avari del tempo che gli consacrate. Non lasciatelo per l'ultimo quarto d'ora della giornata, pensando che ci sarà abbastan­za tempo per recitarlo.

Con il Rosario si ha la grazia, l'azione dello Spirito Santo, che ci dona la conoscenza del Salvatore nei suoi misteri, ci dona l'amore del Padre mediante il quale le nostre anime diventano capaci di immergersi in Dio. 

Si realizzano così le parole del Figlio di Dio: "Il regno di Dio è in voi; il regno eterno, universale, il regno della verità, della santità e della grazia, il regno della giusti­zia, dell'amore e della pace".