venerdì 7 febbraio 2014

TRES HORAS EN EL PURGATORIO



 


Las almas que están en el Purgatorio siempre desean ir lo más pronto a Dios, se siente amadas por nuestro Padre Dios, desean la presencia de Jesucristo, algo que les haría olvidar los sufrimientos que padecen. Pero han de esperar todo el tiempo que Dios haya determinado hasta quedar totalmente purificadas todas las almas que están el Purgatorio. 

 


Hay personas que dicen que pasarán al Purgatorio antes de ir al cielo. Pues nada manchado puede entrar el Reino de Dios. Se le podría preguntar, ¿Quieres pasar de aquí al Purgatorio cuando no puedes soportar los sufrimientos que Dios te permite tener con las enfermedades, adversidades ahora que puedes? ¿Y te quejas mucho? Ya quisieran las almas del purgatorio sufrir tus enfermedades, lo llevarían mucho mejor, pues existe una gran diferencia. 

 


Pero seria mejor que el Purgatorio lo debemos pasar en la tierra. A Fray Daniele también pensaba que después de morir pasaría un tiempo en el Purgatorio, pero el Señor le llevó allí en vida para hacerle reflexionar.

 


Una cosa es pensar, pero otra es vivirla, sentir en su propio ser los padecimientos, las penas del Purgatorio. Después de que en su cuerpo sintió el gran rigor de las penas del Purgatorio, y cuando volvió en sí, determinó servir de un modo más perfecto a Dios y pasar su purgatorio en vida. Y esto es lo que debemos hacer todo. Porque la experiencia de Fray Daniele, nos hace saber que un momento en el Purgatorio es mucho tiempo; una hora en el Purgatorio parece una eternidad.

 


Vivamos en gracia de Dios, pidamos a Dios ahora que podemos que nos de fortaleza para no sucumbir en nuestros dolores. Por muy terrible que nos parezca todo tipo de dolores, de persecuciones, de adversidades, de incomprensiones, todo eso es nada ante la eternidad feliz que Dios tiene preparado para sus fieles, para sus hijos. Soportémoslo todo como lo hizo con infinita perfección nuestro Santísimo Señor Jesucristo y la Santísima Virgen María. 

 


SOL DE FATIMA publica el testimonio de Fray Daniele, compañero inseparable del P. Pío. Este interesante relato sobre la experiencia del Fray Daniele y el purgatorio y posterior resurrección, está tomado del libro «Omagio a Fray Daniele». 

 


Traducción del italiano del libro «Omagio a Fra'Daniele, capuchino». Autor, Padre Remigio Fiore, capuchino y sobrino de Fray Daniele, 

 


Aprobación eclesiástica de Monseñor Serafino Spreafico, Obispo Capuchino, 29 de julio de 1998. «Convento de Santa María de las Gracias», San Giovanni Rotondo Foggia). Fray Daniele y el purgatorio Relato de Fray Daniele Soy un simple hermano lego capuchino.

 


He desenvuelto mi vida haciendo el trabajo que me correspondía; de portero, sacristán, pedir limosnas y cocinero. Con frecuencia me iba con la mochila en la espalda a pedir limosnas de puerta en puerta. Hacía la compra todos los días para el convento. Todos me conocían y me querían bien. Siempre que compraba alguna cosa me hacían descuentos, y aquellas pocas liras que recogía, en vez de entregárselas al superior, las conservaba para la correspondencia, para mis pequeñas necesidades y también para ayudar a los militares que llamaban a la puerta del convento.

 


Inmediatamente después de la guerra, me encontraba en San Giovanni Rotondo, mi pueblo nativo, en el mismo convento del P. Pío. Un poco tiempo después comencé con algunos dolores en el aparato digestivo y me fui a una consulta médica, y el médico me diagnosticó un mal incurable: un tumor. 

 


Pensando ya en la muerte, fui a referírselo todo al Padre Pío, el que -después de haberme escuchado- bruscamente me dijo: «Opérate.» Permanecí confuso y reaccionando le dije: «Padre, no me vale la pena. El médico no me ha dado ninguna esperanza. Ahora sé que debo morir.»

 


«No importa lo que te ha dicho el médico: opérate, pero en Roma en tal clínica y con tal profesor.»

 


El P. me dijo esto con tal fuerza y con tanta seguridad que le contesté: 

 


«Si Padre, lo haré». Entonces él me miró con dulzura y, conmovido, añadió: 

 


«No temas, yo estaré siempre contigo». 

 


A la mañana siguiente salí ya en viaje para roma, y estando sentado en el tren. Advertí al lado mío una presencia misteriosa: era el Padre Pío que mantenía la promesa de estar conmigo.

 


Cuando llegué a Roma super que la clínica era «Regina Elena», y que el profesor se llamaba Ricardo Moretti. Hacia el atardecer ingresé en la clínica. Parecía que todos me esperaban, como si alguno hubiera anunciado mi llegada, y me acogieron inmediatamente. 

 


A las 7 de la mañana estaba ya en la sala de operaciones. Me prepararon la intervención. A pesar de la anestesia, permanecí despierto y me encomendé al Señor con las mismas palabras que Él dirigía al Padre antes de morir:

 


«Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu».

 


Comenzaron los médicos la intervención y yo sentía todo lo que decían. Sufría dolores atroces, pero no me lamentaba, al contrario, estaba contento de soportar tanto dolor que ofrecía a Jesús, ya que aquellos todos sufrimientos purificaban mi alma de mis pecados. Un rato después me adormecí. 

 


Cuando recobré la conciencia me dijeron que había estado tres días en coma antes de morir. Me presenté delante del Trono de Dios. Veía a Dios pero no como juez severo, sino como Padre afectuoso y lleno de amor. Entonces comprendí que el Señor había hecho todo por amor hacia mí desde el primero al último instante de mi vida, amándome como si fuera la única criatura existente sobre la tierra. 

 


No obstante me di cuenta también de que no solamente no había cambiado este inmenso amor divino, sino que lo había descuidado totalmente.

 


Fui condenado a dos / tres oras de Purgatorio

 


«¿Pero cómo? -me pregunté- ¿Solamente dos / tres horas? Y después podré quedarme siempre próximo a Dios eterno amor? Di un salto de alegría y me sentía como hijo predilecto. La visión desapareció y me volví a encontrar en el Purgatorio.

 


Las dos / tres horas de Purgatorio fueron dadas sobre todo por haber faltado al voto de pobreza, es decir, por haber conservado para mí unas pocas liras -como dije antes.

 


Eran unos dolores terribles que no sabia de donde venían, pero se sentía intensamente. Los sentidos con los cuales se había ofendido más a Dios en este mundo: los ojos, la lengua... experimentaba mayor dolor y era una cosa increíble porque allí abajo, en el Purgatorio, uno se siente como si tuviese cuerpo y conoce / reconoce a los demás como sucede en el mundo.

 


Mientras tanto, que no había pasado más que unos instantes con aquellas penas, me parecía ya que fuera una eternidad. Lo que más hace sufrir en el Purgatorio no es tanto el fuego -también muy intenso- sino aquel sentirse lejos de Dios -y lo que más aflige es haber tenido todos los medios a disposición para la salvación y no haber sabido aprovecharse de ellos.

 


Fue entonces cuando pensé ir a un hermano de mi convento para pedirle que rezara por mí que estaba en el Purgatorio. Aquel hermano quedó maravillado porque sentía mi voz pero no me veía y me preguntó:

 


¿Dónde estás, porque no te veo?

 


Yo insistían y, viendo que no tenía otro medio para llegar a él, pero mis brazos se cruzaban pero no llegaba. Sólo entonces me di cuenta que estaba sin cuerpo. Me contenté con insistirle para que rezase mucho por mí y me fuera del Purgatorio.

 


«¿Pero cómo? -me decía a mí mismo- ¿no debería estar solo dos / tres horas en el Purgatorio? Y han transcurrido ya trescientos años? Por lo menos así me parecía. De repente se me aparece la Bienaventurada Virgen María y le pedí insistentemente, le supliqué, diciéndole:

 


«¡Oh Santísima Virgen María, Madre de Dios, consígueme del Señor la gracia de volver a la tierra para vivir y trabajar solamente por amor de Dios!».

 


Acudí también ante el P. Pío e igualmente le supliqué: «Por tus atroces dolores, por tus benditas llagas, padre Pío, ruega por mí a Dios para que me libere de estas llamas y me conceda continuar el Purgatorio en la tierra».

 


Después no vi nada más, pero me di cuenta de que el Padre hablaba a la Virgen. Unos instantes después se me apareció nuevamente la Bienaventurada Virgen María: era Santa María de las gracias, pero venía sin el Niño Jesús, inclinó la cabeza y me sonrió. En aquel mismo momento volví a tomar posesión de mi cuerpo, abrí los ojos y extendí los brazos. Después, con un movimiento brusco, me liberó de la sabana que me cubría. Estaba contento, había recibido la gracia. La Santísima Virgen me había escuchado.

 


Inmediatamente después los que me velaban y rezaban, asustadísimos, se precipitaron fuera de la sala a buscar enfermeros y doctores. En pocos minutos la clínica estaba abarrotada de gente. Todos creían que yo era un fantasma y decidieron cerrar bien las puertas y desaparecer, por cierto temor a los espíritus.

 


A la mañana siguiente me levanté muy pronto y me senté en una butaca. A pesar de que la puerta estaba cuidadosamente vigilada, algunos lograron entrar y me pidieron les explicara lo que me había sucedido. Para tranquilizarles, les dije que estaba llegando el médico de guardia, al cual tenía que decir lo que me había pasado. Corrientemente los médicos no llegaba antes de las diez, pero aquella mañana todavía no eran las siete y dije a los presentes:

 


«Mirad; el médico está llegando; ahora está aparcando el coche en tal puesto».

 


Pero nadie me creía. Y yo continuaba diciéndole:

 


«Ahora está atravesando la carretera, lleva la chaqueta sobre el brazo y se pasa la mano por la cabeza como si estuviera preocupado, no sé que tendrá»...

 


Pero nadie daba crédito a mis palabras. Entonces dije: «Para que me creáis que no os miento, os confirmo que ahora el médico está subiendo en el ascensor y está para llamar a la puerta». Apenas había terminado de hablar, se abre la puerta y entró el médico quedando maravillados todos los presentes. Con lagrimas en los ojos, el doctor dijo:

 


«Sí, ahora creo en Dios, creo en la Iglesia y creo en el Padre Pío...». 

 


Aquel médico que primero no creía o cuya fe era como agua de rosas, confesó que aquella noche no había logrado cerrar los ojos pensando en mi muerte, que él había comprobado, sin dar más explicaciones. Dijo que a pesar del certificado de muerte que había escrito, había vuelto para cerciorarse qué era lo que había sucedido aquella noche que tantas pesadillas le había ocasionado, porque aquel muerto (que era yo) no era un muerto como los demás y que, efectivamente, no se había equivocado.

 


Conclusión Después de esta experiencia, Fray Daniele vivió verdaderamente el Purgatorio en esta tierra, purificándose a través de enfermedades, sufrimientos y dolores, conformándose siempre y en todo con la voluntad de Dios. Solamente recuerdo algunas intervenciones que sufrió: de próstata, coliscititis, aneurisma de la vena abdominal con relativa prótesis; otra intervención después de un accidente callejero cerca de Bolonia, prescindiendo ya de otros dolores no sólo físicos, sino también morales.

 


A la hermana Felicetta, que le preguntó cómo se sentía de salud, Fray Daniele le confió: «Hermana mía, hace más de 40 años que no recuerdo que significa estar bien».

 


Para terminar podría decir que este relato de Fray Daniele es un episodio más que prueba el amor de Fray Daniele por la Virgen. Fray Daniele falleció el 6 de julio de 1994. Mientras colocaban convenientemente sus restos mortales en la capilla de la Enfermería del Convento de los Hermanos Capuchinos, en San Giovanni Rotondo, y se recitaba el Rosario en sufragio de su alma, a algunos de los presentes les parecía que Fray Daniele movía los labios como para contestar al Ave María del Rosario. La voz se difundió tan rápidamente, que el superior, Padre Livio de Matteo, para quedar tranquilo, quiso cerciorarse de que no se trataba de una muerte aparente. Por este motivo hizo venir de la Casa Alivio del sufrimiento próxima, al doctor Nicolás Silvestri, ayudante de Medicina Legal y doctor José Pasanella, asistente también de medicina Legal, los cuales hicieron un electrocardiograma a Fray Daniele y le tomaron la temperatura, por lo cual confirmaron definitivamente su muerte.

 


Ahora Fray Daniele goza ciertamente de la visión beatifica de Dios y, desde el cielo, sonríe, bendice y protege.

 


(SOL DE FATIMA, número 188, pagina 26-27. noviembre-diciembre, 1999), 

 


«A algunos de los presentes les parecía que Fray Daniele moviera los labios, como para contestar al Ave María del rosario». Después de que el alma ya no estaba en el cuerpo de Fray Daniele, aún así, para aquellos, algunos de los presentes, veían como seguía orando al Señor.

 


«Y lo vieron más de uno.»

 


El cuerpo acostumbrado a tanta oración, todavía permanecía como si estuviera bien vivo, aunque en ese mismo momento su alma ya gozaba de la presencia de Dios. Se había convertido en instrumento de oración, aun cuando su alma había quedado libre de aquel cuerpo bendecido por Dios. Se cuenta también en la historia que ha habido personas que poco antes de morir, tuvieron deseos de pecar, y acabaron en ruina perpetua. Unos cuerpos se convierten en bendición y otros en maldición.

 


A esto, remito el Santo Rosario que Adry Treviño nos ha aportado para alivio de las benditas almas del Purgatorio:

 

Sagrado Corazón de Jesús en Vos Confío, Sagrado Inmaculado Corazon de María Santisima, sed nuestra salvación. Jesús y María Santísima, bendecid y proteged a todos tus hijos e hijas que participan con deseos de aprender las enseñanzas de Jesús en la Iglesia católica, Santa, Apostólica y Romana.

“Maria Giglio della Trinità”: Domini Sacrarium, Nobile Triclinium et Complementum SS. Trinitatis!: ...e sarà la beffa finale

“Maria Giglio della Trinità”: Domini Sacrarium, Nobile Triclinium et Complementum SS. Trinitatis!: ...e sarà la beffa finale: 15 Ottobre 2013 – I piani, in cui tutto ciò che è Vero sarà bandito, sono stati elaborati dalla trinità sacrilega. INVIATO DA  MESSAGG...

mercoledì 5 febbraio 2014

Nel ricordo di SANT'AGATA mi piace offrirvi anche questa narrazione

   S. Pier Damiani narra di un'apparizione avuta da un sacerdote nella chiesa di S. Cecilia in Roma, nella quale vide che mentre in mezzo al tempio, sopra un trono magnifico stava la SS. Vergine circondata da S. Cecilia, da S. Agnese, da S. Agata e da uno stuolo di angeli e di beati, si presentò in mezzo a quel cele­ste consesso una povera vecchia ricoperta di sordide vesti, e con sulle spalle un ricchissimo mantello, la quale appressandosi al divin trono, e inginocchian­dosi e piangendo, scongiurò la Madre di misericordia ad aver pietà dell'anima di Giovanni Patrizi suo be­nefattore morto di recente, e che stava soffrendo in Purgatorio crudeli tormenti. 

E poichè la SS. Vergine non sembrava commuoversi a tali parole, la vecchie­rella ripetè per una seconda e poi per una terza volta la sua domanda, ma sempre invano. 

Allora invocando maggiormente pietà, con dirotto pianto espose alla Vergine come essendo ella in vita una povera mendi­cante, che nel cuor dell'inverno, coperta da misera­bili cenci, domandava l'elemosina sulla porta della basilica a lei consacrata in Roma, un giorno di gran­de intemperie essendo entrato in chiesa Giovanni Pa­trizi, ed avendogli essa in nome della Vergine chiesto la carità, egli toltosi dalle spalle il ricco mantello da cui era ricoperto, volle donarglielo. 

Supplicava quin­di che tanta carità, fatta in nome di lei, meritasse al­l'infelice Patrizio la sua compassione. A tali parole la Regina delle Vergini, rivolgendo alla supplice uno sguardo d'amore, rispose: - L'anima per la quale tu preghi sarebbe condannata per molto tempo a dure pene per le sue numerose colpe, ma poichè in vita praticò in modo speciale la virtù della carità verso i poveri e la devozione verso di me, voglio usarle mi­sericordia. - E ordinato che le fesse condotto dinanzi Giovanni, eccolo comparire fra una schiera di de­moni che lo tenevano incatenato, e, pallido e sfigu­rato come uomo straziato da acuti dolori, fermarsi da­vanti al trono della celeste Regina, la quale impose ai demoni di lasciare all'istante il loro prigioniero, affinchè andasse a congiungersi al coro dei beati che la circondavano. Ubbidirono essi, e la visione dispar­ve, insegnando così a quel buon sacerdote il gran me­rito dell'elemosina e la sua efficacia nel preservare e liberare le anime dal Purgatorio (S. Pier Damiani, opusc. XXXIX, capo 4).

E qui vorremmo fare una riflessione e una propo­sta che potrebbe essere abbracciata da tante anime generose e pie, le quali sempre pronte a venire in soc­corso di tutte le opere buone, non negano mai l'obolo della carità, e vorremmo dir loro: Volete voi ricavare doppio profitto spirituale nell'elargire le vostre ele­mosine a tanti nobili e svariati scopi? Ebbene, nel­l'erogare il vostro denaro a pro di questa o quell'o­pera, formate sempre l'intenzione di suffragare le anime del Purgatorio. Gioverete così alla Chiesa mi­litante e alla purgante, e oltre al conforto e al merito del bene che fate, guadagnerete protettrici nel cielo. 


SANT'AGATA, VERGINE E MARTIRE



L’età di S. Agata al momento del martirio

La vicenda del martirio di s. Agata è certo che dev'essere

collocata nel tempo in cui essa aveva raggiunto l'età della giovinezza.
Il testo e il contesto del racconto del suo martirio, infatti, rivelano in Agata la perfetta identità d'una giovane, che aveva varcato l'arco d'età che va dai 18 anni compiuti ai 25 non ancora compiuti.
I punti significativi del testo e del contesto di quel racconto sono i seguenti.

Sul piano del linguaggio proprio e dell'esperienza personale di Agata si rileva: che nel vers. 57 della redazione latina è anzitutto detto che Agata nel protestare contro Quinziano che aveva ordinato di infliggerle la tortura dello strappo della mammella, dice le parole: "non ti vergogni di stroncare in una donna (in foemina) ciò che tu stesso hai succhiato" . Se Agata fosse stata ancora una quindicenne, avrebbe dovuto dichiararlo, per così stigmatizzare ancora di più la crudeltà di Quinziano; e poi nel vers. 67, allorché s. Pietro apparso in carcere ad Agata, la invita ad acconsentire che egli la risanasse, mentre Agata si rifiutava e s. Pietro invece insisteva perché Agata non avesse rossore della sua presenza, ecco che cosa Agata risponde e replica: "E che rossore posso io avere di te, che sei già troppo avanzato in età? E poi, sebbene io sia giovane, il mio corpo è talmente lacerato, che le mie stesse piaghe non permettono che alcuno stimolo sensuale possa eccitare il mio animo, in modo che il mio pudore possa essere turbato": questo linguaggio denota età ed esperienza umano-personale, che solo una diciottenne-ventenne potrebbe avere.

Sul piano giuridico si rileva che, durante il processo cui s. Agata fu sottoposta, il magistrato tradì dei segni di incertezza e di perplessità sulla legittimità del suo potere nel trattare quella causa: tale perplessità era dovuta al fatto che s. Agata dimostrava di trovarsi nell'arco di età che andava dai 18 ai 25 anni, durante i quali anni la "Lex Laetoria" proteggeva con speciale tutela le giovani donne, dando a chiunque la facoltà di contrapporre un'"actio polularis" contro gli abusi di potere perpetrati da un giudice: difatti il processo di s. Agata si chiuse con una sollevazione popolare che costrinse Quinziano a fuggire per sottrarsi dal linciaggio della folla ; ancora sul piano giuridico risulta che s. Agata aveva il titolo di proprietaria di "poderi" cioè di beni immobili; e per avere quel titolo le leggi romane esigevano il raggiungimento dell'età di 18 anni .

Sul piano della normativa canonico ecclesiastica si rileva che s. Agata notoriamente era considerata, dai testi narrativi del suo martirio, e ripetutamente designata e qualificata come "vergine consacrata a Dio": ora, le leggi della Chiesa, allora, consentivano la consacrazione ufficiale delle vergini a Cristo solo dopo il raggiungimento del loro diciottesimo anno di età .

- Sul piano delle fonti storico-iconografiche 

si rileva che la più antica raffigurazione iconografica di s. Agata è il mosaico, che riproduce la figura di s. Agata in piedi presso la chiesa di s. Apollinare Nuovo in Ravenna: quel mosaico è dell'anno 550 circa; e in esso s. Agata è raffigurata con indosso l'abito ufficiale delle diaconesse con la tunica lunga, con la dalmatica defluente dai ginocchi in giù e con la stola a tracollo. Il volto di s. Agata che vi si rivela è proprio di una donna più che ventenne .
Da ciò si evince che la prima tradizione orale catanese designava Agata come diaconessa: e dalla tradizione orale catanese gli artisti ravennati appresero che Agata svolgeva a Catania il ministero di diaconessa: pertanto essa doveva necessariamente aver superato i 20 anni di età.

La sua bellezza fu la vera causa del martirio

Il testo della redazione latina del martirio di s. Agata così descrive il crescendo con cui Quinziano, il proconsole che

reggeva la Sicilia intorno all'anno 251, si innamorò della bellezza di Agata. Al vers. 2 il testo nota che "egli venne a conoscenza della illibatezza di Agata e che fece di tutto perché subito potesse vederla" . Il vers. 3 rileva che Quinziano, al vedere Agata non seppe frenarsi dal "provocare nel suo proprio animo, l'ardore passionale d' ogni sua depravata tendenza" . Il vers. 6 rileva ancora che, dopo aver visto la prima volta Agata, "non poteva più reggere perché avrebbe voluto pascere i suoi occhi del fascino che emanava dall'aspetto della vergine bellissima" . Il vers. 9 dice che Quinziano "così travolto dalla furia della sua passione" ed, evidentemente, avendo già dovuto subire la prima ripulsa all'improntitudine d'una sua malcelata profferta d'amore, al vedersi respinto, come un toro ferito, reagisce e fa partire come una freccia la sua prima minaccia di arresto che provvide subito a formalizzare e a fare eseguire .


Quell'ordine di arresto non conteneva il motivo giuridico, quale formale capo di imputazione: pertanto esso rivestiva il carattere d'un semplice provvedimento poliziesco di custodia preventiva. A tale titolo Quinziano dispose che Agata fosse affidata alla cura rieducativa d'una matrona, chiamata Afrodisia, per la durata d'un mese. Dopo quel mese, il provvedimento poliziesco fu trasformato in un atto coercitivo di comparizione giudiziaria, durante la quale Agata fu formalmente sottoposta a processo: nella prima udienza di tale processo, Quinziano contestò ad Agata lo specifico reato di vilipendio della religione pagana e perciò la incriminò dello speciale delitto di lesa maestà della religione dello Stato Romano, emanato dall'imperatore Decio .

Ed è questo il punto, in cui l'esame storico di quella vicenda avverte il configurarsi della prima ingiustizia, con cui fu intentato e impiantato quel processo: l'anacronismo del suo appiglio all'effettiva permanenza in vigore dell'editto persecutorio di Decio.

A testimonianza infatti di s. Cripriano, alla fine dell'anno 250 e già all'inizio del 251 il cielo cupo della persecuzione si era rasserenato. Tra la fine dell'anno 250 e i primi del 251, l'imperatore Decio aveva già archiviato il suo editto di persecuzione contro i cristiani, ed anzi sollecitava la solidarietà di tutti per riorganizzare il suo esercito, con cui subito andò ad affrontare i Goti, che avevano violato le frontiere di nord-est dell'impero. Nei primi mesi di quel 251, anno in cui fu martirizzata s. Agata, in Alessandria già era tornato dall'esilio il vescovo s. Dionigi, il quale attestò che proprio in quel momento si godeva nell'impero di un clima di piena serenità e di prosperità, dovuta alla saggezza dell'imperatore Decio: ciò è riferito dallo storico Eusebio, il quale aggiunge che proprio in quel particolare momento del principio del 251 c'era perfetta pace nella Chiesa.
Stanti così le cose, ci si chiede: come mai in quel 5 febbraio del 251, Quinziano potè giustiziare s. Agata?
La risposta è una: Quinziano martirizzò s. Agata non perché c'era in corso la persecuzione di Decio; ma egli volle cercare appiglio a quella persecuzione, che ormai non era più in vigore, per sfogare la sua vendetta contro Agata, che aveva respinta la sua profferta d'amore.

L'arresto
S. Agata fu arrestata mentre si trovava cautelativamente rifugiata in una sua abitazione di campagna, sita a nord-ovest di Catania, nel sobborgo di Galermo.
Se alcuni testi della redazione greca del racconto del martirio di s. Agata (uno dei quali è quello contenuto nel manoscritto greco n. 999 della Biblioteca Nazionale di Parigi) riferiscono che s. Agata era oriunda di Palermo e che, al momento in cui essa fu arrestata, risiedeva a Palermo, bisogna dire che tali notizie, fornite dalla redazione greca, furono interpolate da monaci "sciti", che, nel tradurre la redazione del martirio di s. Agata dal latino in greco, per fare cosa gradita ai Palermitani, inserirono la notizia riferente che s. Agata era oriunda da Palermo e che al momento dell'arresto risiedeva a Palermo .
Tale notizia era falsa perché se s. Agata avesse avuto la cittadinanza di Palermo, per le leggi di allora, essendo Palermo una città libera , non poteva essere giudicata secondo le leggi romane, ma secondo la legge propria di quella città; e, se s. Agata al momento dell'arresto risiedeva a Palermo, non poteva essere estradata e processata a Catania, perché allora Palermo era una delle quattro città della Sicilia, sede di uno dei quattro così detti "Conventus" (Collegi) forensi, cui era demandata la competenza giurisdizionale d'un quarto del territorio dell'isola, che era sottoposta a quel "Conventus" e s. Agata, in quanto appartenente al "Conventus" forense di Palermo, non poteva essere processata a Catania

La custodia preventiva in casa di Afrodisia

La redazione latina del martirio di s. Agata nei versetti

 10-11 riferisce che Quinziano, fatta arrestare Agata, la fece sottoporre a custodia rieducativa, affidandola alle cure di Afrodisia e alla scorta delle sue figlie, persone corrottissime, per il periodo d'un intero mese .
Lo scopo di tale affidamento doveva essere quello di tenere Agata sotto una continua pressione di suggestioni psicologiche, di allettamenti, uniti a minacce, spinte fino a stancare e ad abbattere la resistenza morale di Agata per farla arrendere alle voglie di Quinziano.

Agata, durante quei giorni, agli attacchi pervertitori, che le venivano sferrati con accanimento, umano e sovrumano e con l'innegabile intervento di forze diaboliche, contrappose il fiducioso ricorso alla grazia e all'assistenza divina; e pertanto uscì da quella lotta non solo vittoriosa ma addirittura anche più gagliarda di prima, tanto da ridurre allo scoraggiamento le sue stesse tentatrici, che, riconosciutesi impari e debellate in quella lotta, decisero di deporre le armi e declinare l'impegno assuntosi, riconsegnando Agata a chi l'aveva loro affidata, Quinziano. Afrodisia, nel corso dei tentativi da lei operati per vincere Agata, giunse a farle delle offerte e ad esprimersi con tali termini, da tradire chiaramente la sua totale connivenza con Quinziano e anche l'iniziativa, certamente da lei tentata per trascinare la giovane Agata nei ritrovi dionisiaci e relative "orgie", allora in voga a Catania.

***
Il processo

Il processo giudiziario, cui Agata fu sottoposta, comportò i tre necessari momenti della istruttoria, del dibattimento e del pronunciamento della sentenza; esso fu svolto in tre distinte udienze e fu intercalato da inflizioni di varie torture e da due detenzioni in carcere.


L'istruttoria

L'istruttoria consentì di evidenziare l'identità personale, civile e religiosa di Agata. Agata vi si rivela in tutta la dignitosa fierezza della sua personalità di cittadina catanese, nata libera e da nobile famiglia; all'uopo essa fa appello alla presenza in Catania di tutta la sua parentela, che, con ciò, essa stessa chiama in causa per eventuale testimonianza .
Quinziano contesta che il proclamato stato di libertà e di nobiltà potesse conciliarsi con il modo, con cui Agata compare in tribunale vestita dell'abito proprio d'una schiava.
Agata spiega che quel suo abito era segno della sua consacrazione al servizio di Cristo e pertanto doveva essere considerato emblema della massima libertà umana.

Quinziano a tale dichiarazione si risente: accusa il primo colpo della dialettica di Agata e protesta perché sulla base delle di lei parole egli, magistrato romano, veniva ad essere

 offeso come persona dichiarata priva di libertà. Agata conferma la sua dichiarazione e, sfidando la suscettibilità del magistrato, gli dimostra di essere lui niente affatto libero ma schiavo di feticci idolatrici.
Quinziano, vistosi messo in imbarazzo da Agata, insorge, passa al contrattacco e rinfaccia ad Agata l'imputazione del suo reato: quello di vilipendio della religione dello Stato e perciò la dichiara incriminata del delitto di lesa maestà .


La prima udienza

Agata si difende da quella imputazione, denunziando l'assurdità dell'idolatria pagana e la conseguente effettiva empietà di chi, adorando gli idoli, rifiuta il dovuto culto dell'unico vero Dio, creatore dell'universo . Quinziano allora mette a nudo le sue scadenti risorse culturali e, nell'impotenza di controbattere le argomentazioni di Agata ribadisce solo le sue reiterate minacce repressive giustificate, secondo lui, dal fatto che Agata si ostinava a rifiutare il culto agli dei di Roma.
Agata procede nel dibattito e affronta arditamente Quinziano sul piano dell'onore, dicendogli: "Ti auguro che tua moglie sia quale fu Venere e tu sia tale quale fu Giove, tuo dio". Quinziano, a quelle parole, si dichiara vittima di un procace attentato contro la sua dignità di magistrato e addirittura offeso nell'esercizio delle sue funzioni; pertanto reagisce e fa schiaffeggiare Agata.
Agata rinfaccia a Quinziano lo stato pietoso del suo disarmo e avvilimento intellettuale e morale e gli dice: "Mi meraviglio che tu, uomo saggio, sia giunto a tanta insipienza da stimare tuoi déi quelli la cui vita non vorresti fosse imitata da tua moglie e a tale incongruenza da dire allo stesso tempo che ti fa ingiuria chi ti augura di vivere secondo il loro esempio" .

Il carcere

Quinziano si rende conto che le sue velleità di sogni d'amore o comunque di sfruttamento di Agata, in fatti libidinosi, sono ormai sfumate e allora fa capire che vuol venire ai ferri corti e senz'altro impone ad Agata il dilemma: "O sacrifichi agli dei o ti sopprimo coi supplizi" .
Agata accetta la sfida e si esalta nella imminente prospettiva del martirio.
Quinziano la diffida a rinsavire.
Agata gli ritorce l'invito a scansare la vendetta divina.
Quinziano la invia al carcere.
Agata sussulta di gioia come se invitata al banchetto di nozze.

La seconda udienza

L'indomani ha luogo la seconda udienza.

Quinziano rivolge ad Agata l'ultimo invito a sacrificare agli dei, se vuol salvare - egli la ammonisce -la sua giovane vita. Agata ancora ritorce l'invito a Quinziano a salvarsi l'anima.

Le torture
Ritenuto concluso il dibattito, Quinziano procede alle torture: lo stiracchiamento delle membra e delle ossa sull'eculeo, la lacerazione con pettini di ferro, la scottatura con lamine infuocate e, infine, lo strappo della mammella e il rinvio in carcere.

***

La visita di S.Pietro


In carcere, dopo tre giorni, a mezzanotte l'apostolo s. Pietro sotto le sembianze di un vecchio, accompagnato da un bambino con una lanterna, appare ad Agata.

Al suo invito a consentirgli di risanarla, Agata rispose: "Mai ho apprestato al mio corpo medicina terrena e non conviene che io perda quello che ho conservato fin dalla prima età…il Signore Gesù Cristo, il quale con la sola parola cura ogni cosa e la sola sua voce tutto ristora:questi se vuole può rendermi sana".
Il vecchio le disse allora:" Ed è proprio lui che mi mandò da te: io non sono che il suo Apostolo; e nel nome di lui sappi che devi essere risanata."

Ciò detto S. Pietro scompare. S. Agata, prostrandosi in preghiera disse:" Ti ringrazio o Signore Gesù Cristo, che ti sei ricordato di me, e mi mandasti il tuo Apostolo che mi ha confortato ed ha risanate le mie membra.
Finita la sua preghiera, osservando tutte le ferite del suo corpo, s’accorse che era salva in tutte le sue membra:infatti perfino la sua mammella era rifatta".
Per tutta la notte il carcere fu inondato di splendida luce.
I carcerieri, che hanno visto aprirsi i cancelli da soli, scappano. I detenuti si accostano ad Agata e le propongono di scappare dal carcere. 

Ma lei li ferma: li persuade a non inguaiare i carcerieri. E cosi in quella notte Agata intrattiene i detenuti in fraterna conversazione e racconta le vicende della sua vita e del suo martirio . L'indomani mattina i carcerieri e i parenti dei detenuti diffondono la notizia dei prodigi avvenuti quella notte nel carcere. La notizia arriva agli orecchi di Quinziano, il quale riapre il processo e riconvoca Agata in aula.

La sentenza

La terza udienza
Agata compare in tribunale: è la terza udienza.
La giovane ha il volto raggiante di freschezza giovanile. Quinziano resta ammaliato di quell'aspetto: riprova la sensazione del primo giorno in cui la vide.
Egli, dimentico dello stato straziante, in cui aveva ridotto Agata quattro giorni prima, non riflettendo sulla funzione di magistrato che in quel momento svolgeva, soggiogato ancor più dall'accresciuto fascino della bellezza della giovane, riprova meccanicamente l'ultimo suo formale tentativo di insinuarsi e di minaccia e dice:"Fino a quando ti farai pazza a resistere agli ordini degli invitti imperatori? Sacrifica agli dei, se no, sappi che sarai sottoposta a gravi tormenti! " .

Agata lo compiange con senso di disprezzo e di disgusto. Poi gli esclama: "Come posso abbassarmi a riguardare dei feticci, voltando le spalle a Colui che mi ha risanato e ridonato la mammella?" .
Quelle parole furono una sferzata sullo stato di intontimento in cui si trovava Quinziano. Egli si riscuote, ripiglia coscienza e dice: "Chi ti ha risanata?" .
Agata: "Cristo, il figlio di Dio!".
Quinziano avverte il colpo tremendo della potenza invisibile di Cristo. Avrebbe potuto approfittare di quel provvidenziale segno rivelatore della divinità di Cristo e arrendersi a Lui. Invece satanicamente sceglie l'opposizione e biascica contro Agata:
"Ancora osi nominare Cristo?" .
Dallo sguardo bieco di Quinziano Agata intuisce che il momento decisivo del suo cimento è arrivato; e allora lancia il grido, che i martiri si riservavano per l'ultimo momento della loro lotta: "Io confesso Cristo con le labbra e col cuore non cesso mai di invocarlo!" .

La condanna al rogo

Quinziano dà atto ad Agata che tali sue parole costituivano un formale atto di autoconfessione del suo crimine di lesa maestà contro la religione dello Stato .

 La legge d'allora sanciva che "un reo confesso si doveva ritenere come un imputato per il quale il giudizio era da considerarsi ormai concluso, in quanto che il reo da sè stesso con propria sentenza si era autocondannato" .
Pertanto Quinziano alla fierezza di Agata contrappone le sue parole di sfida blasfema contro Cristo: "Vedrò ora se il tuo Cristo ti aiuterà" . In quel momento egli dà ordine all'assessore di verificare la regolare composizione del collegio giudicante e cioè del Consiglio Provinciale giudiziario. Formalizza il dispositivo della sentenza di condanna a morte, analogo al comune dispositivo di altre sentenze di condanna a morte per i cristiani: e fa redigere il testo in un'apposita tavoletta :
"Agata ha confessato di vivere secondo il rito cristiano: visto che le si è proposto di rientrare nella religione romana e visto che essa ha rifiutato con ostinazione, l'abbiamo condannata ad essere arsa viva tra cocci e carboni roventi".
Quinziano provvide a firmare la sentenza e a farla controfirmare da un assessore di nome Silvano e da un componente il Consiglio Provinciale di nome Falconio.
Fatto questo, Quinziano consegna la tavoletta all'araldo giudiziario perché ne leggesse il testo a voce alta e la notificasse al pubblico.
II pubblico ascoltò e fremette.

Esecuzione della sentenza
Nell'animo degli astanti covava già il risentimento. Adesso quel risentimento si rinfocola e dà segni di intolleranza e di esplosività. Quinziano intanto dà ordine che siano sparsi a

 terra acuti cocci mescolati a carboni ardenti e ad altro materiale rovente e poi comanda che Agata vi fosse "rivoltata a corpo nudo" . La sentenza viene eseguita.

Il terremoto e la fuga di Quinziano

Ma in quel momento un forte terremoto scuote il pretorio: crolla una parete e seppellisce l'assessore Silvano e il consigliere giudiziario Falconio. II popolo insorge e invade il pretorio. Quinziano dà ordine ai soldati di prendere Agata e trasferirla in carcere.
Egli riesce appena a fuggire per una porticina, assieme agli altri membri superstiti del collegio giudicante e alla sua scorta personale. Una parte del popolo invece segue i soldati, che portano Agata in carcere: tanti si introducono nel carcere e affiancano Agata.



Morte di S.Agata

Tratta dal rogo, riportata in carcere, Agata fu deposta per terra: il suo corpo, come granellino di incenso, arso dal fuoco, fumava ancora e andava ad estinguersi; la sua anima invece ardeva d'amore a Dio.

Agata agonizzò per alcune ore.
Prima di morire , alla presenza di molti disse: "Signore, che mi hai creata e custodita dalla mia infanzia..., che togliesti da me l'amore del secolo, che preservasti il mio corpo dalla contaminazione, è tempo che io giunga alla tua misericordia".
Poi, gettando un forte grido, spirò.

 ***

Gli elogi Celesti rivolti a S.Agata

Appena s. Agata spirò, la sua vicenda si trasferì in cielo: per averne un ragguaglio, dalle attestazioni umane, nulla ci possiamo attendere; ma ci soccorrono all'uopo le rivelazioni celesti.

Dall'Apocalisse ci perviene il messaggio d'un angelo, che dice: "Vieni, ti mostrerò la fidanzata dell'Agnello" (Ap. 21,9).
Ed ecco quanto ci svela il redattore dell'Apocalisse:
"Udii poi come una voce di una immensa folla simile al fragore di grandi acque e al rombo di tuoni possenti, che gridavano: Alleluia! Ha preso possesso del suo regno il Signore, il nostro Dio, l'onnipotente! Rallegriamoci ed esultiamo; rendiamo a Lui gloria, perché son giunte le nozze dell'Agnello: la sua sposa è pronta; le hanno dato una veste di lino puro splendente. La veste di lino sono le opere giuste dei santi" (Ap. 19,6 ss.). "Poi vidi la sposa adorna per il suo sposo" (Ap. 21,5 ss).

Ci soccorre anche il messaggio, fornitoci dal Cantico dei Cantici, che svela e descrive Gesù lo sposo nel momento in cui dice ad Agata, sua sposa: "Come sei bella, amica mia, come sei bella! Gli occhi tuoi sono colombe dietro il tuo velo... in te nessuna macchia! Vieni con me dal Libano, o sposa... Tu mi hai rapito il cuore, sorella mia, con un solo sguardo... Quanto sono soavi le tue carezze... Giardino chiuso tu sei, sorella mia, sposa, fontana sigillata, fontana che irrora i giardini, pozzo d'acqua viva e ruscelli sgorganti dal Libano" (Cc. 4,1-15).


Un Angelo al suo sepolcro

Un'eco di tali messaggi Dio volle che pervenisse fin sulla terra: un messaggio espresso in linguaggio umano e redatto in termini leggibili e documentabili.
Eccolo:"Avvenne che, mentre il corpo di Agata veniva unto con aromi e con molta cura seppellito, si avvicinò un giovane, vestito di seta, seguito da più di cento fanciulli, tutti adorni e belli, che nessuno aveva mai visto in Catania, né dopo alcun vide, né altri si trovò che dicesse di conoscerlo. Questi dunque, venendo, entrò nel luogo, dove si componeva il corpo di lei e le pose vicino al capo una tavoletta di marmo, nella quale c'è scritto: "Mente Santa Spontanea , Onore a Dio e Liberazione della Patria".
 
Pose dunque questa scrittura, come abbiamo detto, dentro il sepolcro di lei, alla testa; e tanto stette là finché con ogni diligenza venne chiuso. Chiuso il sepolcro, se ne partì; e, come abbiamo detto, non fu più visto, né si sentì parlare di lui nella contrada o in tutta la regione siciliana. Donde noi arguimmo che fosse il suo angelo. E quelli che avevano vista questa scrittura, divulgandola resero premurosi e ferventi tutti i siciliani: tanto ché sia i giudei, sia i gentili, concordi ed insieme con i cristiani, cominciarono a venerare il sepolcro di lei".

Questo fu il messaggio, che il cielo, dopo che Agata vi era pervenuta, volle trasmettere alla terra. In tale messaggio è contenuto un triplice elogio di s. Agata: l'elogio della sua santità, l'elogio del suo zelo per l'onore di Dio e l'elogio della sua missione per la salvezza della patria.






"IL CODANNATO!" + Una Famosa conversione, agosto 1873.


"Ay, de mi, que ardiendo quedo. 
Ay, que pude, y ya no puedo.
Ay, que por siempre he de arder. 
Ay, que a Dios, nunca hé de VER.
Le rechazé, Le rechazo, siempre Le rechazaré!"

"El condenado!" - IL CONDANNATO!
Dettaglio di uno degli affreschi della serie LITANIA LAURETANA,
di Marcos Zapata. Chiostro dei Mercedari. Cusco. Perù



UNA CONVERSIONE FAMOSA

A Roma, nell'agosto 1873, alcuni giorni prima della festa dell’Assunzione della Beata Vergine Maria, in una di quelle case, che si dicono di tolleranza, accadde che si ferisse alla mano una di quelle giovani. Il male, che in sulle prime fu giudicato leggero, inaspettatamente si aggravò tanto che la misera, trasportata all’ospedale, morì nella notte.

Nello stesso istante una delle sue compagne, che non poteva sapere ciò che avveniva nell’ospedale, cominciò a gridare disperatamente, così che svegliò gli abitanti del quartiere, mettendo lo sgomento fra quelle miserabili inquiline e provocando l’intervento della questura.

La compagna morta nell’ospedale le era apparsa, circondata di fiamme, e le aveva detto: Io sono dannata e se tu non lo vuoi essere, esci subito da questo luogo d’infamia e ritorna a Dio! 

- Nulla poté calmare l’agitazione di questa giovane, la quale, appena spuntata l’alba, se ne andò via, lasciando tutta la casa nello stupore, specialmente allorché si seppe della morte della compagna nell'ospedale. 

- Stando così le cose, la padrona del luogo infame, che era una garibaldina esaltata, si ammalò gravemente e, pensando all'apparizione della dannata, si convertì e volle un Sacerdote per ricevere i Santi Sacramenti. 
    L'autorità ecclesiastica incaricò un degno Sacerdote, Monsignor Sirolli, Parroco di San Salvatore in Lauro, il quale richiese all'inferma, alla presenza di più testimoni, la ritrattazione delle sue bestemmie contro il Sommo Pontefice e la dichiarazione di cessare dall'infame industria che esercitava. La donna morì con i Conforti Religiosi.                                   

* Tutta Roma conobbe ben presto i particolari di questo fatto. I cattivi, come sempre, si burlarono dell’accaduto; i buoni invece ne approfittarono per divenire migliori.

(Brano di Don Giuseppe Tomaselli tratto da "L'inferno c'è". Imprimatur: Catania, 22-11-1954, Sac. N. Ciancio, Vic. Gen.)

AVE MARIA!
AMDG