giovedì 22 febbraio 2018

Una documentada investigación excepcional que podria corresponder a la parte no revelada del Tercer Secreto de Fàtima.






¿El secreto mejor guardado de Fátima?

José María Zavala presenta en su nuevo libro una documentada investigación que, según el autor, pone de manifiesto que la tercera de las revelaciones no fue dada a conocer en su totalidad en el año 2000.

  • Gabriele Amorth (izda.) junto a José María Zavala durante la entrevista inédita que recoge el libro
    Gabriele Amorth (izda.) junto a José María Zavala durante la entrevista inédita que recoge el libro



José María Zavala. 
Tiempo de lectura 8 min.
18 de marzo de 2017. 22:44h
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Con motivo del primer centenario de las apariciones de Fátima, se publica este martes mi libro «El secreto mejor guardado de Fátima» (Temas de Hoy), una investigación con documentos y testimonios nuevos, que incluye una entrevista inédita a don Gabriele Amorth, exorcista oficial del Vaticano e hijo espiritual del Padre Pío. Marco Tosatti, el decano de los vaticanistas italianos y experto mundial en Fátima, viajará a Madrid el próximo 6 de abril para presentar este trabajo, al cual califica ya de «un estudio admirable e impactante, que ayudará a la fe». Esta nueva investigación pone de manifiesto, entre otros extremos insospechados, que el Tercer Secreto de Fátima no fue revelado en su totalidad en el año 2000 y ofrece un documento nuevo que correspondería, según uno de los peritos calígrafos más reputados de España, a las palabras explicativas de la Virgen de Fátima dictadas a Sor Lucia en 1944 para avisar sobre una futura apostasía en la Iglesia. He aquí, un extracto de la extensa conversación con Amorth, durante la cual el exorcista analiza el contenido del Tercer Secreto, la no consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María y la situación interna de la Iglesia:
–¡Macellai! –vocifera don Gabriele en italiano, como si quisiera expulsar al mismísimo demonio, recuperando el antiguo destello de sus ojos cansados, acuosos, viejos–.
–¡Carniceros...! –murmuro yo, entre dientes–.
–En la cabeza y en el corazón del Padre Pío –explica el exorcista oficial del Vaticano, con gesto de estupor– retumbaba una y otra vez esa terrible palabra pronunciada por el mismo Jesús contra varios altos mandatarios de la Iglesia y multitud de sacerdotes.
–Esa patibularia sentencia –advierto– figura en una carta del Padre Pío a su director espiritual, recogida en el primer volumen de su Epistolario [del 19 de marzo, festividad de San José, de 1913].
–Una carta profética, sin duda –asiente él–. Tan profética, que aún no se ha cumplido del todo...
–¿Cómo no recordarla? Contaba el Padre Pío que se le apareció Jesús entonces con el rostro desfigurado, asegurándole que se mantendría en agonía por todas esas almas infieles favorecidas por Él... ¡hasta el fin del mundo!
–Y lo peor de todo –subraya el padre Amorth con una mueca torcida, de dientes astillados– es que esos desgraciados siguen correspondiendo aún hoy a su inefable Amor arrojándose en brazos de la masonería. Jesús continuó todavía, pero aquello que le dijo al Padre Pío no pudo manifestarlo él entonces a criatura humana alguna sobre la tierra.
–Debía de ser aterrador...
–El Tercer Secreto de Fátima... –comenta él, chascando la lengua–.
–¡Qué me dice! –exclamo, atónito–. ¿Conocía ya el Padre Pío las palabras de la Virgen, cuatro años antes de que Ella se las revelase a los pastorcitos de Fátima?
–Por supuesto que las conocía–corrobora don Gabriele, dejando al descubierto unas ojeras violáceas muy acentuadas–. El Señor le dejaba leer a veces su cuaderno personal.
–¿Se lo dijo el Padre Pío en persona?
–¡Claro que me lo dijo! –insiste él, como quien detesta el menor atisbo de desconfianza–. Él sufría lo indecible por la situación de la Iglesia y de sus pastores. El demonio se había colado en las propias entrañas de la Iglesia. Ya lo advirtió Su Santidad Pablo VI, pero muy pocos le creyeron entonces: «El humo de Satanás se ha infiltrado en el seno de la Iglesia», manifestó. El mismo Romano Pontífice que pronunció aquella frase de que «una Misa del Padre Pío vale más que toda una misión». ¿Cree usted, acaso, que si eso no fuera verdad habría sectas satánicas y se celebrarían misas negras en el Vaticano?
–Cierto. Usted ha comentado en alguna ocasión que entre los miembros de las sectas satánicas figuran sacerdotes, obispos y cardenales, y que incluso el Papa Benedicto XVI ha sido informado de ello.
La extensa entrevista con don Gabriele Amorth, nacido en Módena el 1 de mayo de 1925, transcurre en su misma sala de exorcismos, el 25 de octubre de 2011.
Don Gabriele y un servidor estamos hermanados por el Padre Pío, como hijos espirituales suyos.
Poco antes de las tres de la tarde, cruzo el umbral de la sede de la Sociedad San Pablo de Roma, un imponente conjunto arquitectónico situado en la calle Alesandro Severo, del que sobresale una basílica de formidable cúpula.
El escenario de tan reveladora conversación, la cual, por expreso deseo del padre Amorth he mantenido en completo sigilo hasta su fallecimiento acaecido el 16 de septiembre de 2016, no es nada del otro mundo: apenas diez metros de largo por cinco de ancho, con una sencilla mesa de madera en el centro rodeada de sillas a juego, y un antiguo butacón tapizado en tono ocre, reservado a los «clientes» de don Gabriele atormentados por el perverso diablo.
¿Consagración? ¿Qué consagración?
–Retomemos ahora –sugiero al padre Amorth– nuestra conversación sobre Fátima: ¿Cree usted que la Iglesia ha cumplido con los requisitos exigidos por la Virgen para que la Consagración a su Inmaculado Corazón sea válida?
–¿Consagración? ¿Qué consagración...? –inquiere él, contrariado–.
–La efectuada por Juan Pablo II, el 25 de marzo de 1984 –preciso–.
–No hubo tal consagración entonces –asevera–. Yo fui testigo del acto. Estaba en la Plaza de San Pedro aquel domingo por la tarde, muy cerca del Papa; tan cerca, que casi podía tocarle.
–¡Qué me dice! –exclamo con perplejidad–.
–Lo que oye –se ratifica él–.
–¿Y por qué afirma usted con tanta rotundidad que la consagración no existió?
–Muy sencillo: Juan Pablo II deseaba mencionar expresamente a Rusia pero al final no lo hizo.
–¿Qué se lo impidió?
–Dirá más bien quiénes se lo impidieron. Y yo le contesto: algunos miembros de su séquito.
–No me diga que pudo más entonces también la corrección política, que la propia voluntad expresada por la Virgen...
Don Gabriele asiente, impotente, con la cabeza.
–Los representantes de la iglesia ortodoxa –advierte– presentes en el acto no debían escuchar de ninguna manera la mención expresa de Rusia; de lo contrario, se temía una reacción fulminante y de consecuencias impredecibles para el Vaticano por parte de las autoridades soviéticas.
–¿Cobardía?
–¿Por qué disfrazarla de prudencia?
–Si no pronunció el nombre de Rusia, ¿qué hizo entonces el Papa?
–Dar un rodeo: «Sí, pero no...». De hecho, en el texto impreso de la consagración figuraba Rusia de modo expreso, pero a última hora las presiones diplomáticas surtieron efecto. Juan Pablo II pretendía entonar esa palabra durante el acto, pero al final, como le digo, se lo impidieron. Así que tuvo que contentarse con decir aquello de «especialmente aquellas naciones necesitadas de esta consagración».
–Un lamentable circunloquio entonces –matizo yo– para dar a entender que Rusia figuraba entre «aquellas naciones» pero sin citarla, como pedía la Virgen.
–Exacto. Por eso mismo le insisto en que aquella consagración resultó inválida.
–Pero la misma Sor Lucia dijo que, pese a excluirse la mención de Rusia, el Cielo la había aceptado finalmente porque se hizo con la anuencia de todos los Obispos del mundo.
–¿Lucia dijo eso...? –se sorprende Amorth, con ojos desorbitados–.
–Bueno, lo dijo el cardenal Tarsicio Bertone en el año 2000 escudándose en una carta de Lucia fechada en noviembre de 1989, en la cual ella manifestaba que el Cielo había admitido la consagración pese a incumplirse una de las condiciones más importantes.
–¿Ha visto usted esa carta? –pregunta, como si dirigiese un interrogatorio policial en busca de una prueba decisiva.
–Jamás –niego con rotundidad–.
–Ni creo que la vea nunca, porque estoy convencido de que no la escribió Lucia.
–¿Cómo está usted tan seguro de ello? –interpelo–.
–¿Por qué no la mostró Bertone cuando debió hacerlo, al dar a conocer el Tercer Secreto de Fátima? Una simple fotocopia del manuscrito, incluida en el dossier oficial de Vaticano, hubiese bastado para disipar cualquier duda. Si el Vaticano fue siempre escrupuloso al aportar las pruebas documentales que autentificaban lo dicho por Lucia sobre asuntos menores, ¿por qué razón escatimó entonces la única evidencia documental que, según Bertone, otorgaba validez a un hecho de tanta trascendencia como sin duda era la consagración efectuada por Juan Pablo II?
–Sí que es raro –admito–.
–¿De verdad cree usted que Lucia tardó cinco años en poner por escrito que la consagración había sido realmente aceptada? ¿Y que Bertone aguardó dieciséis años nada menos para anunciar la validez de algo tan crucial como la consagración de Rusia al Inmaculado Corazón de María?
La voz del padre Amorth suena como las hojas secas.
–Resulta todo muy extraño, la verdad –asiento de nuevo–.
–Además –agrega él–, si la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María efectuada por Pío XII en 1942 sólo fue aceptada en parte, pues Jesús dijo que en atención a ella la guerra sólo se acortaría en lugar de acabarse de inmediato, ¿por qué iba a cambiar ahora de parecer con Juan Pablo II, si tampoco en esta ocasión se mencionaba a Rusia?
–Sería una incongruencia, sí...


Leer más:  ¿El secreto mejor guardado de Fátima?  https://www.larazon.es/cultura/el-secreto-mejor-guardado-de-fatima-JB14739440?sky=Sky-Febrero-2018#Ttt1E7jDcsIiwp3a
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https://www.actuall.com/entrevista/medios/zavala-actuall-ratzinger-aviso-secreto-fatima-podia-encerrar-peligros-la-humanidad/

AMDG et DVM

- PONTMAIN -


"MA PREGATE, BAMBINI MIEI, DIO VI RISPONDERA’ IN POCO TEMPO
IL FIGLIO MIO SI LASCIA TOCCARE"
 



E’ all’incrocio delle province del Maine, della Bretagna e della Normandia che si erge Pontmain, pittoresco villaggio nel quale la Vergine Maria è apparsa a dei bambini.

Con le ripetute sconfitte di Napoleone III, durante la guerra franco-prussiana, il nemico avanza fino alle porte di Laval, la paura regna a Pontmain, tanto più che 38 giovani sono andati a combattere.

L’angoscia è tale che la domenica del 15 gennaio nessuno ha il coraggio di intonare il cantico abituale Madre della Speranza. L’intervento dell’Abate Guérin, parroco dal 1840, con la sua fede incrollabile nella Vergine Maria, conforta i fedeli e canti e preghiere si alzano come sempre.

Il 17 gennaio, alle cinque e mezza di sera e per oltre tre ore, la Vergine Maria illumina il cielo notturno di Pontmain. Legge il suo messaggio pieno di speranza; lettera dopo lettera, legge e scrive da parte di alcuni bambini, e si fissa su una bandiera

MA PREGATE, BAMBINI MIEI, DIO VI RISPONDERA’ IN POCO TEMPO
IL FIGLIO MIO SI LASCIA TOCCARE


Il messaggio finisce, i bambini vedono un nuovo segnale. La Vergine Maria mostra un grosso crocifisso rosso di circa 40 centimetri che regge con le due mani, leggermente inclinato. Nella parte superiore di un cartello bianco risaltano le parole «GESU’-CRISTO» …

La Vergine Maria


La Bella Signora indossa un manto azzurro cosparso di stelle d’oro. Sulla sua testa, coperta da un velo nero ricade all’indietro, e’ appoggiata una corona d’oro decorata con un bordo rosso. Intorno a lei, tre stelle lucenti, disposte a triangolo, evidenziano l’altezza della visione.

I vedenti


Eugène Barbedette (12 anni) e suo fratello Joseph (10 anni) che aiutano il padre a schiacciare le ginestre nel fienile, sono i primi a scoprire questa «Bella Signora» che li guarda sorridente. Le suore (chiamate dalla Signora Barbedette), arrivano accompagnate dai due piccoli residenti che hanno visto quella Bella Signora.

Un incontro parrocchiale di adulti (tutti quelli che vedranno le tre stelle) e di bambini si ritrovano di fronte al fienile ed una veglia di preghiera viene animata dall’Abate Guérin e dalle suore. Poco dopo la preghiera della sera, un grande velo bianco appare a partire dai piedi di Maria e poco a poco la ricopre interamente. «E’ tutto finito» dicono i bambini.

Ognuno ritorna a casa con il cuore placato.
Undici giorni dopo, l’armistizio è stato firmato ; i prussiani non invadono Laval; si ottengono favori di ogni genere e, il 2 febbraio 1872, Monsignor Wicart dichiara : «Noi crediamo che l’Immacolata Vergine Maria, Madre di Dio, è veramente apparsa il 17 gennaio 1871, a Eugène e Joseph Barbedette, Françoise Richer et Jeanne-Marie Lebossé nella frazione di Pontmain». 

Successivamente, i due fratelli Barbedette diventano rispettivamente suora e prete, Jeanne-Marie Lebossé suora e Françoise Richer si mette al servizio della Chiesa.

C'era una volta

La parte più importante del corpo

Quando ero ragazzina, mia madre mi chiese quale fosse la parte più importante del corpo. Mi piaceva moltissimo ascoltare musica, come ai miei amici del resto. Sul momento pensai che l'udito fosse molto importante per gli esseri umani, così risposi:

- "Le orecchie".

- "Alcune persone sono sorde, eppure vivono felicemente" - rispose mia madre.

Dopo qualche tempo, mia madre mi rifece la stessa domanda:

- "Qual è la parte più importante del corpo umano?".

Io intanto ci avevo pensato e credevo di avere la risposta giusta:

- "Vedere è meraviglioso ed è molto importante per tutti, quindi... gli occhi".

Lei mi guardò e disse:

- "Molti sono ciechi e se la cavano benissimo".

Pensavo che fosse solo una specie di gioco tra me e mia madre. Poi però un giorno, tristissimo per me, morì mio nonno. Era una persona molto importante per me. L'amavo tantissimo. Ero distrutta dal dolore. Quel giorno mia madre mi disse:

- "Oggi è il giorno giusto perché tu possa capire la risposta alla domanda. La parte più importante del corpo sono le spalle". 

Sorpresa, dissi:

- "Perché sostengono la testa?"

- "No" - rispose mia madre - "Perché su di esse possono appoggiare la testa gli amici o le persone care quando piangono. Tutti abbiamo bisogno di una spalla su cui piangere, in alcuni momenti della nostra vita".

Quella volta scoprii quale fosse la parte più importante del mio corpo, perché in quel momento, quella che aveva bisogno di una spalla su cui piangere ero io.
Morale:
Abbiate spalle sempre pronte ad accogliere gli amici e le persone che amate. Le persone potranno dimenticare ciò che dite. E potranno dimenticare ciò che fate. Ma non dimenticheranno mai le spalle che accolgono il loro dolore.
AMDG et DVM