lunedì 5 gennaio 2015

EL TRIBUTO COTIDIANO A LA INMACULADA VIRGEN MARIA

 

  
 Queridisimos Hermanos y Hermanas en Jesucristo Ss.mo y la Divina Virgen Maria:

 A la mayor gloria de Dios y de la Virgen SS.ma quiero ofrecer a todos Ustedes de idioma castellano este magnìfico medio que puede ayudarnos a orar bien,  con humildad, constancia y confianza todos los dias de nuestra peregrinaciòn. Pardòn por los faciles errores. Y muchas gracias y Bendiciones de todo corazòn.


 Ave Marìa Purìsima!  






LA INMACULADA VIRGEN MARIA






Ave Marìa Purisima!
Sin pecado original concebida!


PRESENTACION


    Ofreciendo a todos los  devotos de la Santìsima Virgen esta bella y eficaz devociòn mariana “Tributo cotidiano…” queremos recordar cuanto,  en relaciòn a esta devociòn, escribiò el insigne Mariòlogo servita Padre Gabriel Rosquìni (+8-9-1977) en su obra: “La Virgen segùn la fe y la teologia”.

     El dice: “Estas son oraciones llenas de suave unciòn, extraordinariamente conformes a las necesidades del Espìritu y las exigéncias de una filial piedad hàcia nuestra Santìsima Madre Celestial.

     “Cuentan como un dìa San Vicente Palotti (en Roma)  fue invitado a exorcizar un obseso. Movido de divino instinto, el santo puso sobre la cabeza del obseso el librito “Tributo Cotidiano...”  que tenìa en sus manos, y preguntò al demonio: “Se pudo condenar algùn cristiano que haya sido fiel en rezar este ‘Tributo Cotidiano’?”. El demonio no respondiò. No queria contestar, mas el Santo le obligò a responder ‘en el Nombre de Dios!’, y el diablo con voz terrible dijo: "Nunca! Màs bien  -  llevando al colmo nuestra rabia y desesperaciòn  -  también nos està proibido tentar en la hora de la muerte todos aquellos que durante su vida fueron fieles a esta devociòn".


     Animas bellas,  siguiendo el testimonio de san Juan Bosco y de santo Domingo Savio, y de muchos otros Santos, sin duda, en aquella hora decisiva, adormecéndonos en el Senor, lo que màs nos va a consolar serà la preséncia de la Madre de Dios, y la conciéncia de haber cultivado siempre para con Ella una santa y filial devociòn.

     Todos tenemos absoluda necesidad de oraciòn para siempre creer rectamente, firmemente esperar y ardientemente amar, y asì alcanzar la salvaciòn: he aquì un gran medio de oraciòn, que junto a los siete santos Sacramentos nos enriquecerà de Gracia.
     Rindamos eternas gracias a la Santìsima Trinidad y a la Divina Virgen que siempre nos guie  propicia y benigna todos los dias en el camino de nuestra vida.


AVE MARIA!
AMDG et BVM










El Tributo cotidiano
la Inmaculada Virgen Marìa

DOMINGO Y FIESTAS


ORACION
   Senor Jesucristo, por tu infinita misericodia, Te  rogamos hacernos dignos de alabar con todos los Santos del Cielo a la Santìsima Virgen Marìa, tu Madre y nuestra Madre.
     Concédenos en cada dia ofrecer a su Corazòn Inmaculado nuestra alabanza y nuestras oraciones para poder vivir y morir santamente en Tu Amor. Amén.

Dios te salve,  Marìa, llena eres de gracia. El Senor es contigo. Bendita Tù eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesùs.
Santa Marìa, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén

V. Ilumina mis ojos para no morir en pecado.
R.Y mi enemigo no pueda jactarse de haberme vencido.
V. ¡Oh Dios!,  ayùdame.
R. ¡Senor, sàlvame!

Gloria al Padre y al Hijo * y al Espìritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre * por los siglos de los siglos. Amén.


HIMNO

Eres tù la mujer llena de gloria,
alzada por encima de los astros;
con tu sagrado pecho das la leche
al que en su providencia te ha creado.

Lo que Eva nos perdiò tan tristemente,
tù lo devuelves por tu fruto santo;
para que al cielo ingresen los que lloran,
eres tù la ventana del costado.

Tù eres la puerta altìsima del Rey
y la entrada fulgente de la luz;
la vida que esta Virgen nos devuelve
aplauda el pueblo que alcanzò salud.

Sea la gloria a tì, Senor Jesùs,
que de Marìa Virgen has nacido,
gloria contigo al Padre y al Paràclito,
por sempiternos y gozosos siglos. Amén.

Cor Mariae Immaculatum
intercede pro nobis

S. Antonio Maria Claret,
ruega por nosotros

“Corazòn Inmaculado de Marìa,
 ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora de nuestra muerte. 
Amén”. 

+
“Ven, Espiritu Santo, ven
por la poderosa intercesiòn
del Corazòn Inmaculado de Marìa,
 Tu Amadìsima Esposa”. 
(3 v.)


Ant. 1.  Conforta, Virgen Marìa, al alma de quien te invoca: tu misericordia y tu gracia son por doquier ensalzadas.

SALMO 1

Dichoso quien honra tu nombre, Virgen Marìa,  *  Tu gracia consolarà su espìritu.
Serà como un jardìn a orillas del arroyo,  *  Tu produciràs en él frutos de santidad.
Bendita eres tù entre las mujeres  *  por la fe y la humildad de tu Corazòn.
Tù eres la màs bella de todas las criaturas  *  y màs santa de los Angeles y Arcangeles.
Tu misericordia y tu gracia son ensalzadas en todo lugar,  *  Dios ha bendecido tus obras.
Gloria al Padre, y al Hijo,  *  y al Espiritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,  *  por los siglos de los siglos. Amén.

Ant. 1. Conforta, Virgen Marìa, al alma de quien te invoca, tu misericordia y tu gracia son por doquier ensalzadas.
Ant. 2.  Defiéndenos, Madre de Dios, con tu protecciòn y ampara y conforta nuestra alma.

SALMO 2.

¿Por qué se amotinan nuestros enemigos * y hacen proyectos vanos contra nosotros?
Nos proteja, Madre de Dios, tu diestra  *  y cual terrible ejército los destruya.
Acudid a Ella todos los que estais afligidos en tribulaciones, * Ella consolarà vuestra alma.
Acercaos a Ella en las tentaciones *  y la serenidad de su rostro os consolarà.
BendecidLa con todo el corazòn *  porque la tierra està llena de su misericordia.
Gloria...
Ant. 2. Cuìdanos, Madre de Dios, con tu protecciòn y ampara y conforta nuestra alma.
Ant. 3. Llévame, Madre, al puerto de salvaciòn, y en el dìa de la muerte consuela mi alma.

SALMO 3.

¿Por qué, Madre, tan numerosos son mis opresores?  *  Derrìbalos con tu potencia.
Rompe las cadenas de nuestra impiedad, *  alìvia las cargas de mis culpas.
Ten misericordia, Madre, y sana mis enfermedades, *  consuela el dolor y la angustia de mi corazòn.
No caiga en las manos de mis enemigos, *  ten piedad y alìviame en el dìa de la muerte.
Llévame, Madre, al puerto de salvaciòn *  y eleva mi espìritu hacia su Creador.
Gloria...
Ant. 3. Llévame, Madre, al puerto de salvaciòn, y en el dìa de la muerte consuela mi alma.
Ant. 4. Asìstenos, Madre, en la hora de la muerte y auxìlia nuestra alma cuando deje el cuerpo.

SALMO 19

Escùchanos, Madre, en el dìa de la angustia  *  atiende piadosa nuestra oraciòn.
No nos abandones en la hora de la muerte,  *  mas auxìlianos cuando nuestra alma deje el cuerpo.
Envìale el Santo Angel *  para defenderla de los enemigos.
Muéstrale sereno el Juez de los siglos *  y por tu gracia reciba el perdòn.
Sienta en toda pena tu auxilio  *  y resérvale un puesto entre los elegidos de Dios.
Gloria...
Ant. 4. Asìstenos, Madre, en la hora de la muerte y auxìlia nuestra alma cuando deje el cuerpo.
Ant. 5. Guìame, Madre, a la patria celestial y en el dìa de la muerte acògeme benigna.

SALMO 24

A Ti, Madre, he elevado mi corazòn  *  por tu oraciòn sàcame feliz del juicio de Dios.
Que no triunfen de mì mis enemigos  *  porque en Ti  confiando encuentro fortaleza.
No caiga entre ensidias mortales  *  y las fuerzas del mal no obscurezcan el recto camino.
Tu poder me libre de toda desgracia  *  y tu benignidad guarde mi alma.
Dìgnate guiarme a la patria celestial  *  y unirme a los ejércitos de los àngeles.
Gloria...
Ant. 5. Guìame, Madre, a la patria celestial y en el dìa de la muerte acògeme benigna.

V. Marìa, Madre de Gracia y Madre de Misericordia,
R. En la vida y en la muerte ampàranos, dulce Madre.
V. Ilumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.
V. Sàlvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.
V. Sàlvanos por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe  invocado.
V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.
V. Escucha Madre, nuestra oraciòn.
R. Y llegue a Ti  nuestro clamor.


Càntico 
la Beata Virgen Marìa
(‘Te Deum’  mariano)


 Marìa, Madre de Dios, alegres Te cantamos * y Te exaltamos como Madre y Virgen.
Toda la creaciòn Te aclama * Hija del Eterno Padre.
Los Angeles y los Arcàngeles, los Tronos y los Principados, * Te sirven fielmente.
Las Potestades, las Virtudes y las Dominaciones * devotamente Te obedecen.
Los Querubines, los Serafines y todos los coros de los Angeles, * Te rodean exultantes.
Todas las criaturas angélicas, * Te proclaman sin fin:
Santa, Santa, Santa, * Marìa Madre de Dios, Madre y Virgen.
Llenos estàn el cielo y la tierra * de la gloria de Tu Hijo.
El coro glorioso de los Apòstoles * Te exalta Madre del Creador.
La multitud de los bienaventurados Màrtires * Te glorifica Madre de Cristo.
El ejército celestial de los Confesores * Te proclama templo de la Santìsima Trinidad.
El amable coro de las Vìrgenes * Te reconoce por modelo de virginal humildad.
Toda la corte celestial  *  Te aclama su Reina.
A Ti la Iglesia Santa, por todo el mundo extendida,  Te honra * Madre de la Majestad Divina.
Madre del Rey del Cielo, * santa, dulce y piadosa.
Tù eres Reina de los Angeles, * Puerta del Paraìso.
Tù, Escalera del Reino de los Cielos, * Arca de piedad y de gracia.
Manantial de la Misericordia, * Esposa y Madre del Eterno Rey.
 Templo del Espìritu Santo, * morada de la Santìsima Trinidad.
Tù, Divina y Maternal  Mediadora entre Dios y los hombres, * Tù Guìa de todos nosotros y universal distribuidora de gracias.
Tù, ayuda de los cristianos, * refugio de los pecadores.
Tù, "Dòmina mundi" Reina del Cielo * y ùnica nuestra esperanza.
Tù, salud de todos los que Te invocan, puerto de los nàufragos, * alivio de los mìseros, refugio de los moribundos.
Tù, Madre de los bienaventurados  *  y alegrìa de los elegidos.
Tù perfeccionas a los justos, *  reconcilia a los errantes.
En Ti se cumplen las promesas de los Patriarcas * y los vaticinios de los Profetas.
Tù, guìa de los Apostoles, *  Maestra de los Evangelistas.
Tù, fuerza de los Màrtires, modelo de los Confesores,  *  honra y alegrìa de las Vìrgenes.
Tù, para salvar al hombre caìdo, * acogiste en el seno al Hijo de Dios.
Tù, aplastando al antiguo adversario, *  abriste de nuevo a tus hijos el Paraiso.
Junto con el Hijo *  estàs sentada a la diestra del Padre.
¡Oh Virgen Marìa! Ruega por nosotros a Tu Hijo * que algun dìa vendrà como Juez universal.
Te rogamos pues, socorre a tus hijos, * redimidos con la preciosa Sangre del Hijo.
Y recìbelos, Virgen Santa, por siempre allà en tu Reino,*  con tus Santos y Elegidos.
Salva a tu pueblo, Madre * y bendice a la heredad de tu Hijo.
Sé nuestra Divina Pastora en esta vida * guàrdanos y  guìanos por la eternidad.
Dìa tras dìa Te bendeciremos, Madre, * deseando vivamente alabar tu Ss. Nombre por siempre jamàs con los labios y el corazòn.
Dìgnate, ¡Oh dulce Marìa!, *  guardarnos de pecado hoy y siempre.
Ten piedad de nosotros, Madre, *  que confiamos en Ti.
Como lo esperamos de Ti, nuestra querida Madre, * defiéndenos por los siglos de los siglos.
A Ti conviene la alabanza y el poder, * a Ti el honor y la gloria. Amén.

ORACION

     ¡Oh misericordiosìsima Virgen Marìa! Que nunca abandonas quien a Ti recurre y Te invoca, yo me dirijo a Ti con la mayor confianza y Te ruego suplicante: ¡Oh Madre de Jesùs! Oyeme propicia.
     ¡Cuan inmensa fue la compasiòn de tu Corazòn en conocer la captura y condena a la cruz de tu amadisimo Hijo!
     Por este tu dolor muévenos a un perfecto arrepentimiento de nuestros pecados, para que en la hora de nuestra muerte el alma no tema el encuentro del infernal enemigo y la vista del divino Juez. Mas muéstranos alegre su rostro para disfrutar inefable gozo.
Por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina  Dios, por los siglos de los siglos. Amén.


Nos cum prole pia
Bene+dicat Virgo Maria
++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++++



De LUNES a SABADO


ORACION
   Senor Jesucristo, por tu infinita misericodia, te  rogamos hacernos dignos de alabar con todos los Santos del Cielo a la Santisima Virgen Marìa, tu Madre y nuestra Madre.
     Concédenos en cada dia ofrecer a su Corazòn Inmaculado nuestra alabanza y nuestras oraciones para poder vivir y morir santamente en Tu Amor. Amén.

Dios te salve,  Marìa, llena eres de gracia. El Senor es contigo. Bendita Tù eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesùs.
Santa Marìa, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

V. Ilumina mis ojos para no morir en pecado.
R.Y mi enemigo no pueda jactarse de haberme vencido.
V. ¡Oh Dios!,  ayùdame.
R. ¡Senor, sàlvame!

Gloria al Padre y al Hijo * y al Espìritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre * por los siglos de los siglos. Amén.


HIMNO

Eres tù la mujer llena de gloria,
alzada por encima de los astros;
con tu sagrado pecho das la leche
al que en su providencia te ha creado.

Lo que Eva nos perdiò tan tristemente,
tù lo devuelves por tu fruto santo;
para que al cielo ingresen los que lloran,
eres tù la ventana del costado.

Tù eres la puerta altìsima del Rey
y la entrada fulgente de la luz;
la vida que esta Virgen nos devuelve
aplauda el pueblo que alcanzò salud.

Sea la gloria a tì, Senor Jesùs,
que de Marìa Virgen has nacido,
gloria contigo al Padre y al Paràclito,
por sempiternos y gozosos siglos. Amén.

*

“Corazòn Inmaculado de Marìa, 
ruega por nosotros pecadores,
ahora y en la hora 
de nuestra muerte. 
Amén.”
“Ven, Espiritu Santo, ven
por la poderosa intercesiòn
del Corazòn Inmaculado de Marìa, 
Tu Amadisima Esposa”. 
(3 v.)
+

Ant. 1. En tus manos, Madre, encomiendo mi espìritu, toda mi vida y mi ùltimo dìa.

SALMO 30

En Ti, Madre, puse mi esperanza,  que jamàs quede yo defraudado, *  recìbeme en tu gracia.
Atiéndeme y escùchame, *  y en la angustia alégrame.
Tù eres mi roca de refugio, * Tu mi fortaleza y defensa.
A Ti clamé en la tristeza de mi corazòn * y Tù desde el Cielo me curaste.
En tus manos, Madre, encomiendo mi espìritu, * toda mi vida y mi ùltimo dìa.
Gloria...
Ant. 1. En tus manos, Madre, encomiendo mi espìritu, toda mi vida y mi ùltimo dìa.
Ant. 2. Piedad de mi desde el cielo, Madre, y en la hora de la muerte me asista tu gracia.

SALMO 38

He decidido, Madre, controlar mi vida *  cuando me concediste la gracia de Jesucristo.
Tu dulzura ha enternecido mi corazòn, *  y en mi alma se encendiò la llama de tu amor.
Escucha, Madre, mi oraciòn filial, *  y sean derrotados los que me persiguen a muerte.
Ten piedad de mi desde tu gran trono, *  no me abandones confundido en este valle de miseria.
Sostén mi pie para que no caiga, *  y al momento de la muerte me asista tu gracia.
Gloria...
Ant. 2. Piedad de mi desde el cielo, Madre, y en la hora de la muerte me asista tu gracia.
Ant. 3. Tu intercesiòn fortalezca mi alma y me ponga a salvo en el dìa de mi muerte.

SALMO 42

Hazme justicia, Madre, y defiende mi causa contra gente desleal, *  lìbrame de la serpiente inmunda y maligna.
Tù, Madre nuestra dispérsala *  Tù, Virgen Inmaculada, aplàstale la cabeza.
Tus oraciones me hagan fuerte contra sus seducciones * y tus méritos infinitos destruyan su imperio.
Precipita en el abismo al perseguidor de mi alma, *  arròjale vivo al estanque de fuego y azufre.
Yo en la tierra celebraré tu Nombre *  y cantaré ahora y por siempre tu gloria!
Gloria...
Ant. 3. Tu intercesiòn fortalezca mi alma y me ponga a salvo en el dìa de mi muerte.
Ant. 4. En mi humiliaciòn, Madre, atiendo tu misericordia porqué angustias mortales me oprimen. 

SALMO 44

Escucha, Madre, mi oraciòn, * levàntate y no rechaces mi sùplica.
Muy profundamente me he entristecido *  al pensar en el juicio de Dios.
Me envolvieron sombras de muerte, * el temor del infierno me aplastò.
Hundido en la soledad espero tu consuelo *  y en la humiliaciòn tu misericordia.
Glorifica ahora tu potencia *  y sean derrotados todos mis enemigos.
Gloria...
Ant. 4. En mi humiliaciòn, Madre, atiendo tu misericordia porqué angustias mortales me oprimen.
Ant. 5. Dame, Madre, paz y salvaciòn en el ùltimo dìa e inspìrame una santa confianza en Ti, en vida y en muerte.

SALMO 63

Mis oraciones, Madre, suban a Ti, * guarda mi vida del terror del enemigo.
Dale a tus hijos, Madre, paz y salvaciòn, *  en el dìa del tremendo juicio.
¡Bendita eres Tu entre las mujeres *  y bendito el fruto de tu vientre!
Ilumina, Madre, mis ojos, *  y alumbra mi ceguedad.
Concédeme benigna la santa confianza en Ti *  mientras viva y en la hora de mi muerte.
Gloria...
  Ant. 5. Dame, Madre, paz y salvaciòn en el ùltimo dìa e inspìrame una santa confianza en Ti, en vida y en muerte.
Ant. 6.  Alcànzanos, Madre, misericordia y perdòn, para que tengamos una santa muerte en el Senor.

SALMO 121

Qué alegrìa tengo, Reina del Cielo, *  cuando pienso entrar contigo en la casa de Dios.
¡Oh Paraiso, patria celestial!  *  podemos alcanzarte siguiendo a Marìa.
Procùranos, Virgen Santa, paz y perdòn *  y plena victoria sobre nuestros enemigos.
Socorre y consuela nuestro corazòn,  *  por la dulzura de tu amor.
Difunde, Marìa, sobre nosotros tu misericordia, *  para que podamos santamente morir en el Senor.
Gloria...
Ant. 6.  Alcànzanos, Madre, misericordia y perdòn, para que tengamos una santa muerte en el Senor.
Ant. 7. Consuélanos, Madre, en el dìa de nuestra muerte y preséntanos al Senor.

SALMO 130

¡Oh, Madre!  mi corazòn no es orgulloso *  ni mis ojos altaneros.
El Todopoderoso te ha bendecido *  y por Ti aplastò a nuestros enemigos.
¡Bendito sea Dios! Que Te preservò del pecado original *  y Te hizo nacer Inmaculada.
¡Bendito sea Quien concebiste en tus entranas! *  Fuiste Madre por su poder.
Llénanos con el consuelo de tu gracia *  y preséntanos al Senor.
Gloria...
Ant. 7. Consuélanos, Madre, en el dìa de nuestra muerte y preséntanos al Senor.


V. Marìa, Madre de Gracia y Madre de Misericordia,
R. En la vida y en la muerte ampàranos, dulce Madre.
V. Ilumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.
V. Sàlvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.
V. Sàlvanos por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiendoTe  invocado.
V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.
V. Escucha Madre, nuestra oraciòn.
R. Y llegue a Ti  nuestro clamor.


Càntico 
la Beata Virgen Marìa
(‘Te Deum’  mariano)


 Marìa, Madre de Dios, alegres Te cantamos * y Te exaltamos como Madre y Virgen.
Toda la creaciòn Te aclama * Hija del Eterno Padre.
Los Angeles y los Arcàngeles, los Tronos y los Principados, * Te sirven fielmente.
Las Potestades, las Virtudes y las Dominaciones * devotamente Te obedecen.
Los Querubines, los Serafines y todos los coros de los Angeles, * Te rodean exultantes.
Todas las criaturas angélicas, * Te proclaman sin fin:
Santa, Santa, Santa, * Marìa Madre de Dios, Madre y Virgen.
Llenos estàn el cielo y la tierra * de la gloria de Tu Hijo.
El coro glorioso de los Apòstoles * Te exalta Madre del Creador.
La multitud de los bienaventurados Màrtires * Te glorifica Madre de Cristo.
El ejército celestial de los Confesores * Te proclama templo de la Santìsima Trinidad.
El amable coro de las Vìrgenes * Te reconoce por modelo de virginal humildad.
Toda la corte celestial  *  Te aclama su Reina.
A Ti la Iglesia Santa, por todo el mundo extendida,  Te honra * Madre de la Majestad Divina.
Madre del Rey del Cielo, * santa, dulce y piadosa.
Tù eres Reina de los Angeles, * Puerta del Paraìso.
Tù, Escalera del Reino de los Cielos, * Arca de piedad y de gracia.
Manantial de la Misericordia, * Esposa y Madre del Eterno Rey.
 Templo del Espìritu Santo, * morada de la Santìsima Trinidad.
Tù, Divina y Maternal Mediadora entre Dios y los hombres, * Tù Guìa de todos nosotros y universal distribuidora de gracias.
Tù, ayuda de los cristianos, * refugio de los pecadores.
Tù, "Dòmina mundi",  Reina del Cielo * y ùnica nuestra esperanza.
Tù, salud de todos los que Te invocan, puerto de los nàufragos, * alivio de los mìseros, refugio de los moribundos.
Tù, Madre de los bienaventurados  *  y alegrìa de los elegidos.
Tù perfeccionas a los justos, *  reconcilia a los errantes.
En Ti se cumplen las promesas de los Patriarcas * y los vaticinios de los Profetas.
Tù, guìa de los Apostoles, *  Maestra de los Evangelistas.
Tù, fuerza de los Màrtires, modelo de los Confesores,  *  honra y alegrìa de las Vìrgenes.
Tù, para salvar al hombre caìdo, * acogiste en el seno al Hijo de Dios.
Tù, aplastando al antiguo adversario, *  abriste de nuevo a tus hijos el Paraiso.
Junto con el Hijo *  estàs sentada a la diestra del Padre.
¡Oh Virgen Marìa! Ruega por nosotros a Tu Hijo * que algun dìa vendrà como Juez universal.
Te rogamos pues, socorre a tus hijos, * redimidos con la preciosa Sangre del Hijo.
Y recìbelos, Virgen Santa, por siempre allà en tu Reino,*  con tus Santos y Elegidos.
Salva a tu pueblo, Madre * y bendice a la heredad de tu Hijo.
Sé nuestra Divina Pastora en esta vida * guàrdanos y  guìanos por la eternidad.
Dìa tras dìa Te bendeciremos, Madre, * deseando vivamente alabar tu Ss. Nombre por siempre jamàs con los labios y el corazòn.
Dìgnate, ¡Oh dulce Marìa!, *  guardarnos de pecado hoy y siempre.
Ten piedad de nosotros, Madre, *  que confiamos en Ti.
Como lo esperamos de Ti, nuestra querida Madre, * defiéndenos por los siglos de los siglos.
A Ti conviene la alabanza y el poder, * a Ti el honor y la gloria. Amén.


ORACIONES FINALES
de lunes a sàbado

LUNES:  Virgen dulcìsima, por las làgrimas que lloraste viendo Tu dulcìsimo Hijo, maltratado y desecho, concédenos tener dolor por nuestros pecados y làgrimas de saludable contriciòn.
Lìbranos de las tentaciones del enemigo, para no llegar vencidos a la divina presencia del Juez, màs bien, arrepentidos de nuestras faltas, obtengamos perdòn y gracia. Por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

¡Oh Buen Jesùs! La llama ardiente y suave de tu caridad nos aparte de las cosas terrenales de forma tal,que yo pueda morir de amor por Ti, que Te dignaste morir por mi amor. Amén.

MARTES: Virgen Santìsima, por las angustias de tu corazòn en conocer la condena a la cruz de Tu Hijo amadìsimo, socòrrenos en los dolores de nuestra agonìa. Ayùdanos, Madre, cuando nuestra alma sufrirà las trampas del demonio y temblarà pensando al juicio divino; lìbranos de la sentencia de la eterna maldiciòn para no ser condenados a las penas del infierno. Por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

“¡Oh Santa Virgen Marìa! No ha nacido entre las mujeres ninguna bella como Tù:  Hija y Sierva del Rey Altìsimo y Padre Celestial; Madre Santìsima de Nuestro Senor Jesucristo y Esposa del Espìritu Santo: Ruega por nosotros juntamente con San Miguel Arcàngel y todos los Santos y Angeles del Cielo ante tu Santìsimo amado Hijo nuestro Senor y Maestro. Amén.”
 (Esta oraciòn San Francisco de Asis la rezava màs de 14 vezes cada dìa).

MIERCOLES:  Virgen dulcìsima, un inmenso dolor Te hiriò el alma cuando viste a tu Hijo clavado en la Cruz, llagado y lacerado por miles de insultos y crueldades.
En consideraciòn de este indecible sufrimiento llena nuestro corazòn de compasiòn y verdadera contriciòn; enciéndelo de divino Amor, porque nuestra alma sea purificada de pecados y vicios  y  embellecida de virtudes. De esta mìsera vida eleva nuestras aspiraciones y nuestro deseo al Cielo, adonde podamos un dìa llegar por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina, Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Dios Todopoderoso y Eterno, que te dignaste nacer de Marìa Virgen Inmaculada, concédenos servirte con puro corazòn y complacerte con ànimo humilde. Amén.

JUEVES:  Virgen Santìsima por el inmenso dolor que sufriste al pie de le cruz cuando tu Hijo en atroz sufrimiento y divina resignaciòn encomendaba su espìritu en las manos del Padre y Te confiaba como Madre al discìpulo Juan, asìstenos en nuestra muerte, cuando faltaràn fuerzas para invocarTe y seràn desvalidos nuetros sentidos. Recuerda entonces Madre Santìsima las oraciones que ahora Te dirigimos y fortalece nuestro espìritu en aquellos ùltimos peligros. Recomienda nuestra alma a tu amadìsimo Hijo para que nos libre de toda angustia y castigo, y nos introduzca en la alegrìa del Paraiso. Por Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina, Dios,  por los siglos de los siglos. Amén.

Piadosìsima Virgen Marìa, Dòmina mundi y Reina de los Angeles, Te suplicamos que concedas alivio a las benditas almas del purgatorio, el perdòn a los pecadores y la perseverancia en el bien a los justos; puesto que somos tan debiles, defiéndenos de todos los peligros. Amen.

VIERNES: Virgen Inmaculada, un mar de làgrimas lloraron tus ojos mientras aprietabas al Corazòn a Tu Hijo Jesùs exànime bajado de la Cruz y Le contemplabas en sus candidos miembros destrozados y lacerados. 
Concédenos llorar nuestros pecados y repararlos con sincera penitencia, y cuando nuestro cuerpo serà vìctima de la muerte, haz que nuestra alma resplandezca con el candor de la inocencia y pueda asì gozar el amor de Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina, Dios,  por los siglos de los siglos. Amén.

¡Oh Madre mìa, Marìa Santìsima! Me confio hoy y para siempre a tu misericordiosa protecciòn. A Ti encomiendo mi alma y mi cuerpo para la hora de mi muerte: por eso entrego en tus manos y en tu Corazòn mi esperanza y mi consuelo, mis angustias y el fin de mi vida.
Haz, querida Madre, que por tus méritos infinitos y poderosa intercesiòn todas mis acciones sean cumplidas segùn tus deseos y la divina Voluntad de Tu Amabilìsimo Hijo. Amén.

SABADO:  Virgen gloriosìsima, llorando desolada llevaste al sepulcro a Tu Hijo Unigénito, consuelo de tu alma. Por ese dolor Te rogamos que vuelvas tus ojos misericordiosos a nosotros mìseros hijos de Eva, que de este valle de làgrimas a Ti levantamos nuestros gemidos. Muéstranos después de este exilio a Jesùs, fruto bendito de tu vientre.
Y concédenos la gracia de morir confortados por los santos Sacramentos de la Iglesia para encontrar misericordioso al Juez divino, Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

¡Oh Marìa, Madre de Dios y Virgen llena de Gracia: Consoladora de todos los elegidos que Te invocan! Por la inmensa alegria que experimentaste en la Resurrecciòn de Jesùs, consuela mi alma.
Dìgnate asistirme ante Tu Hijo en el ùltimo dìa, cuando voy a resucitar en alma y cuerpo para la rendiciòn de cuentas de cada acciòn. Por Tu intercesiòn ¡Oh piadosa Virgen y Madre! concédeme evitar la sentencia de condenaciòn y llegar a la eterna alegria con los Santos y los Angeles. Amén.

Nos cum prole pia,
Bene+dicat Virgo Maria!

“Oportet semper orare et non deficere”
Es menester orar siempre y no desmayar.
(Luca 18, 1)
Alégrense siempre, oren sin cesar 
y den gracias a Dios en toda ocasiòn 
(1Ts 5,16-18).

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Cada estrella representa un misterio
del S. Rosario.
La Virgen los quiere todos y veinte cada dia.

El Rosario tiene un inmenso valor 
para imitar Jesùs y la Santa Virgen.
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AVE MARIA!
AMDG


LAUDETUR  JESUS  CHRISTUS!
LAUDETUR  CUM  MARIA!
SEMPER  LAUDENTUR!

Una nave alla deriva


Tango in San Pietro
mentre la barca va alla deriva

di Roberto De Mattei



Articolo pubblicato sul quotidiano Il Foglio del 3 gennaio 2015



Forse gli storici di domani ricorderanno che nel  2014 in piazza San Pietro si ballava il tango, mentre i cristiani venivano massacrati in Oriente e la Chiesa era sull’orlo di uno scisma. Questa atmosfera di leggerezza e di incoscienza non è nuova nella storia. A Cartagine, ricorda Salviano di Marsiglia, si ballava e si banchettava alla vigilia dell’invasione dei Vandali e a San Pietroburgo, secondo la testimonianza del giornalista americano John Reed, mentre i bolscevichi conquistavano il potere, i teatri e i ristoranti continuavano a essere affollati. Il  Signore, come dice la Scrittura, acceca chi vuole perdere (Gv 2, 27-41).

Il dramma principale del nostro tempo non è tuttavia l’aggressione che viene dall’esterno, ma quel misterioso processo di autodemolizione della Chiesa che sta giungendo alle ultime conseguenze, dopo essere stato per la prima volta denunciato da Paolo VI nel famoso discorso al Seminario Lombardo del 7 dicembre 1968. 
L’autodemolizione non è un processo fisiologico. E’ un male che ha dei responsabili. E i responsabili sono in questo caso quegli uomini di Chiesa che sognano di sostituire il Corpo Mistico di Cristo con un nuovo organismo, soggetto a una perpetua evoluzione senza verità e senza dogmi.

Un quadro impressionante della situazione è stato offerto alla fine del 2014 da due dossier sulla Chiesa rispettivamente pubblicati dal quotidiano francese Figaro e dal quotidiano italiano Repubblica.

Il Figaro, un giornale di centrodestra, noto per la sua moderazione, ha dedicato il suo  supplemento di dicembre, “Figaro Magazine”, a Guerre secrète au Vatican. Comment le pape François bouleverse l’Eglise: 11 pagine, a cura di Jean-Marie Guénois, considerato uno dei vaticanisti più seri e competenti.

Qualcosa sembra ribaltarsi nella Chiesa dopo il Sinodo sulla famiglia dell’autunno 2014 – scrive Guénois – e  l’accumulazione degli indizi autorizza a interrogarsi: la Chiesa non rischia di affrontare una tempesta alla fine del 2015, dopo la seconda sessione del Sinodo sulla famiglia?” 
Guénois rivela l’esistenza di una “guerra segreta” tra cardinali che non ha come fine la conquista del potere. Quella in corso è una battaglia di idee, che ha come principale oggetto la dottrina della Chiesa sulla famiglia e sul matrimonio. PF è accusato all’interno della Curia di una gestione autocratica del potere che il giornalista francese riassume nella formula: “Quand il tranche, le Pape ne met pas de gants” (Quando il Papa decide, non usa i guanti), ma il vero problema è la sua visione ecclesiale, ispirata e consigliata dalle correnti più progressiste del Vaticano.

Secondo Guénois, tre teologi definiscono i nuovi obiettivi: il cardinale tedesco Walter Kasper, il vescovo italiano Bruno Forte e l’arcivescovo argentino Victor Manuel Fernández. “E’ questo trio che ha dato fuoco alle polveri in occasione del Sinodo sulla famiglia!”. Kasper, detto per inciso, è la testa di ariete per l’ammissione dei divorziati risposati ai sacramenti, Forte è fautore della legalizzazione dell’omosessualità e Fernández esponente di spicco della teologia peronista del popolo.

Guénois ha intervistato quindi sul Sinodo il cardinale Burke, che, come è suo costume, si è espresso con cristallina chiarezza:

 “Il Sinodo è stata un’esperienza difficile. C’è stata una linea, quella del cardinale Kasper, potremmo dire, con la quale si sono allineati coloro che avevano in mano la direzione del Sinodo. Di fatto  il documento intermedio sembrava essere stato già scritto prima degli interventi dei Padri sinodali! E secondo una linea unica, a favore della posizione del cardinale Kasper…Inoltre è stata introdotta la questione omosessuale – che non ha niente a che vedere con la questione del matrimonio – cercando in essa elementi positivi. (…) E’ stato quindi molto sconcertante. Come pure il fatto che nella relazione finale sono stati mantenuti i paragrafi sull’omosessualità e sui divorziati risposati che però non erano stati adottati secondo la maggioranza dei vescovi richiesta. (…) Sono molto preoccupato – ha aggiunto il card. Burke – e chiamo  tutti i cattolici, laici, sacerdoti e vescovi, a impegnarsi, da oggi fino alla prossima Assemblea sinodale, al fine di mettere in luce la verità sul matrimonio”.


Che le preoccupazioni del cardinale Burke siano giustificate lo dimostra il supplemento settimanale il Venerdì di Repubblica del 27 dicembre 2014 interamente dedicato a una Inchiesta sulla Chiesa: 98 pagine con 20 articoli, in cui si descrive “la nuova èra di F., tra avversari, santi, perseguitati e peccatori”.

Il campione della Repubblica è il cardinale Reinhard Marx, arcivescovo di Monaco e Frisinga, che conferma la sua apertura ai divorziati risposati e alle coppie omosessuali, nega la decadenza morale dell’Occidente, e afferma che “la cosiddetta secolarizzazione è uno sviluppo necessario della libertà. E una società libera è un progresso, secondo il vero punto di vista del Vangelo”. F., spiega “vuole condurre la Chiesa alla forza originaria della sua testimonianza. Ha una chiara visione di quel che vuole, ma non segue un piano fisso, personale o prestabilito, né un programma di governo. Lancia segnali e dà esempi, come ha fatto nel Sinodo dedicato al matrimonio e alla famiglia”.

All’interno dello stesso dossier, Marco Ansaldo, in un’intervista dal titolo Franzoni, la rivincita dell’ex abate rosso, dà ampio spazio a Giovanni Franzoni, ex abate della Basilica di San Paolo fuori le Mura, sottolineando come le posizioni per cui fu condannato si avvicinano ora a quelle del Vaticano. Franzoni fu dimesso dallo stato clericale, per il suo sì alla legge sul divorzio e sull’aborto, e per le sue dichiarazioni di voto a favore del Partito comunista. Sposato con una giornalista atea giapponese, oggi non rinnega le sue idee e afferma di avere “scoperto la sessualità come arricchimento totale e non come deprivazione di energie che potrebbero essere dedicate al Signore”.

Secondo alcune indiscrezioni PF avrebbe intenzione di ammettere al sacerdozio alcuni laici sposati (i cosiddetti viri probati) e di reintegrare nell’amministrazione dei sacramenti preti già sposati, ridotti allo stato laicale, come lo stesso Franzoni o l’ex francescano e teologo no-global Leonardo Boff, che vive attualmente in Brasile con una compagna. 
Il 17 dicembre Boff, che è passato dalla teologia della liberazione alle eco-teologia, ha confermato all’Ansa di avere mandato a B., su sua richiesta, materiale per la prossima enciclica, e il 28 dicembre, in polemica con Vittorio Messori, ha espresso su Noi siamo chiesa il suo Appoggio al PF,  contro uno scrittore nostalgico, con queste parole: “E’ sommamente importante una Chiesa aperta come la vuole F. di Roma. Bisogna che sia aperta alle irruzioni dello Spirito chiamato da alcuni teologi ‘la fantasia di Dio’, a motivo della sua creatività e novità, nelle società, nel mondo, nella storia dei popoli, negli individui, nelle Chiese e anche nella Chiesa Cattolica. Senza lo Spirito Santo la Chiesa diventa un’istituzione pesante, noiosa, senza creatività e, ad un certo punto, non ha niente da dire al mondo che non siano sempre dottrine sopra dottrine, senza suscitare speranza e gioia di vivere”.

Chi può negare l’esistenza di una confusione assoluta? Il tango ballato a San Pietro il 17 dicembre 2014 per il compleanno di PF, ricorda un’altra musica: quella che si suonava sul Titanic la notte della tragedia. Ma allora la punta dell’iceberg, apparve all’improvviso, e i danzatori erano inconsapevoli del disastro imminente. 
Oggi l’iceberg è visibile e c’è chi brinda all’impossibile naufragio della Barca di Pietro. Tante persone però sono in allarme e hanno la forte sensazione, come ha detto il cardinale Burke, che la Chiesa sia una nave alla deriva. 
Noi siamo tra questi e per questa ragione non abbiamo salutato il 2015 con balli e fuochi di artificio, ma con la ferma decisione di raccogliere l’appello dello stesso cardinale Burke a combattere, da oggi fino al prossimo Sinodo, e oltre, per difendere la verità del Vangelo sul matrimonio.


(torna su)

La Guadalupana.avi



La Guadalupana

Letra y Musica-Lyrics & Music José Alfredo Jiménez

Desde el cielo una hermosa mañana (2)
La Guadalupana (2)
La Guadalupana bajó al Tepeyac.
La Guadalupana (2)
La Guadalupana bajó al Tepeyac.

Su llegada llenó de alegría (2)
De paz y armonía (2)
De paz y armonía y de libertad.
De paz y armonía (2)
De paz y armonía y de libertad.

Desde el cielo una hermosa mañana...

Por el monte pasaba Juan Diego (2)
Y acercose luego (2)
Y acercose luego al oir cantar.
Y acercose luego (2)
Y acercose luego al oir cantar.

Desde el cielo una hermosa mañana...

Juan Dieguito la Virgen la dijo (2)
Este cerro elijo (2)
Este cerro elijo para hacer mi altar.
Este cerro elijo (2)
Este cerro elijo para hacer mi altar.

Desde el cielo una hermosa mañana...

Suplicante juntaba las manos (2x)
Era mexicana (2x)
Era mexicana su porte y su faz.
Era mexicana (2x)
Era mexicana su porte y su faz.

Desde el cielo una hermosa mañana...

En la tilma entre rosas pintadas (2x)
Su imagen amada (2x)
Su imagen se digno dejar.
Su imagen amada (2x)
Su imagen se digno dejar.

Desde el cielo una hermosa mañana...

Desde entonces para el mexicano (2x)
Ser Guadalupano (2x)
Ser Guadalupano es algo esencial.
Ser Guadalupano (2x)
Ser Guadalupano es algo esencial.

Desde el cielo una hermosa mañana...

Madrecita de los mexicanos (2x)
Que estás en el cielo (2x)
Que estás en el cielo ruega a Dios por nos.
Que estás en el cielo (2x)
Que estás en el cielo ruega a Dios por nos.

Desde el cielo una hermosa mañana...
 

From heaven on a beautiful morning
The Guadalupan
The Guadalupan came down to Tepeyac
The Guadalupan
The Guadalupan came down to Tepeyac

Her arrival brought happiness
Peace and harmony
Peace and harmony and freedom
Peace and harmony
Peace and harmony and freedom


From heaven on a beautiful morning
Through the hill walked Juan Diego
Later he drew closer
Later he drew closer when he heard singing
Later he drew closer
Later he drew closer when he heard singing

From heaven on a beautiful morning

Solennità dell'Epifania


EPIFANIA DEL SIGNORE

1. “Essendo nato Gesù in Betlemme di Giuda”... ecc. (Mt 2,1).
In questo brano evangelico considereremo tre avveni­menti:
- l’apparizione della stella,
- il turbamento di Erode,
- l’offerta dei tre Magi.

I. l’apparizione della stella

2. “Essendo nato Gesù a Betlemme” (Mt 2,1), ecc. Nella prima parte c’è questo insegnamento morale: in quale modo uno, dalla vanità del mondo, si converte a vita nuova. Prima però ascoltiamo brevemente la storia, il racconto.
Gesù nacque in una notte di domenica, perché nel giorno in cui Dio disse: “Sia fatta la luce, e la luce fu” (Gn 1,3), “venne a visitarci dall’alto un sole che sorge” (Lc 1,78).
Si racconta che Ottaviano Augusto, su indicazione della Sibilla, abbia veduto in cielo una vergine, gravida di un figlio, e che da allora vietò che lo chiamassero Dominus, Signore, perché era nato “il Re dei re e il Signore dei signori” (Ap 19,16). Perciò il poeta scrisse: “Ecco, una nuova prole scende dall’alto del cielo” (Virgilio, Egloga IV,7). Per tutto il giorno sgorgò da una vecchia taverna un abbondante getto d’olio, perché in quel giorno nasceva sulla terra colui che è consacrato con olio di letizia, a preferenza dei suoi eguali (cf. Sal 44,8). Il tempio della Pace crollò dalle fondamenta. I Romani, infatti, a motivo della pace universale in cui si trovava tutto il mondo sotto Cesare Augusto, avevano costruito un meraviglioso tempio alla Pace. Coloro che vi entravano per consultare la divinità e sapere quanto sarebbe durata quella pace, ebbero questo responso: Finché una vergine partorirà. Essi furono felici perché lo interpretarono così: La pace durerà in eterno, perché mai una vergine potrà partorire. Ma Dio distrusse la sapienza dei sapienti e la prudenza dei prudenti (cf. 1Cor 1,19), perché il tempio crollò dalle fondamenta nell’ora della nascita del Signore.
Tredici giorni dopo la sua nascita, cioè come oggi, “ecco che dall’oriente arrivarono a Gerusalemme dei Magi, che doman­davano: “Dov’è il Re dei Giudei, che è nato? Abbiamo veduto la sua stella” (Mt 2,1-2). Erano chiamati “Magi” per la vastità delle loro cono­scenze; quelli che i Greci chiamano filosofi, i Persiani li chiamano magi. Venivano dai territori dei Persiani e dei Caldei. Forse non fu loro impossibile percorrere in tredici giorni, in groppa ai dromedari, quelle grandi distanze.
La stella che avevano visto si distingueva dalle altre per lo splendore, per la posizione e per il movimento. Per lo splendore, che neppure la luce del giorno faceva scomparire; per la posizione, perché non stava nel firmamento con le stelle minori, e neppure nell’etere con i pianeti, ma faceva il suo viaggio nell’aria, nelle vicinanze della terra; e per il movimento, perché restò dapprima immobile sopra la Giudea, poi diede ai Magi l’indica­zione per arrivarvi; essi presero per loro conto la decisione di entrare in Gerusalemme, che della Giudea era la capitale. Quando ne uscirono, con il primo movimento visibile la stella li precedette. Portato a termine il suo compito scomparve, ritornando alla primitiva materia, dalla quale era stata presa.
Questa festa si chiama Epifania, dai termini greci epì, sopra, e fanè, manifestazione, perché come oggi Cristo fu manifestato con il segno della stella. È detta anche Teofania, sempre dai termini greci Theòs, Dio, e fanè, perché come oggi Cristo, passati trent’anni, fu manifestato dalla voce del Padre, e battezzato nel Giordano. È detta anche Bethfania, dal termine ebraico beth, casa, perché, passato un anno dal battesimo, come oggi compì un miracolo divino tra le mura di una casa, ad una festa di nozze.

3. Vediamo ora che cosa significhino, in senso morale, la stella, i Magi, l’oriente e Gerusalemme.
La stella simboleggia l’illuminazione della grazia divina, o anche la conoscenza della verità. Infatti Gesù, dal quale proviene ogni grazia, dice nell’Apocalisse: “Io sono la radice della stirpe di Davide, la stella radiosa del mattino” (Ap 22,16). Gesù Cristo, benché figlio, è anche radice, cioè padre di Davide. Oppure, come la radice sostiene la pianta, così la misericordia di Cristo sostenne Davide peccatore e penitente. Cristo è stella radiosa nella illuminazione della mente; è stella del mattino nella conoscenza della verità.
I Magi rappresentano i sapienti del mondo, dei quali dice Isaia: “I sapienti, i consiglieri del faraone, gli diedero un consiglio stolto” (Is 19,11). Il faraone, nome che s’in­ter­preta “che scopre l’uomo”, è figura del mondo che, dopo aver coperto l’uomo con la sua vanità, lo scopre nella miseria della morte; il mondo non dà, ma solo impresta, e nel momento della massimo bisogno, esige ciò che ha impre­stato e così abbandona l’uomo nella miseria e nella nudità.
Stolto è quindi il consiglio di quei sapienti che esortano ad accumulare le cose altrui, i beni di questo mondo, che non potranno portare con sé, che inducono a caricarsi di cose solo imprestate, che non potranno far passare con sé attraverso il passaggio stretto. Infatti il passaggio della morte è così stretto, che a stento vi può passare l’anima sola e nuda. Quando si arriva a quel passaggio ogni carico di cose temporali dev’essere lasciato: solo i peccati, che non sono sostanza (materiale), vi passano agevolmente insieme con l’anima.
L’oriente è figura della vanità del mondo o della sua prosperità. Dice Ezechiele: “Vidi, ed ecco degli uomini con le spalle rivolte al tempio del Signore, e la faccia ad oriente, che adoravano il sole nascente” (Ez 8,16). Il tempio raffigura l’umanità di Cristo, o anche la vita di ogni giusto. Hanno il dorso rivolto al tempio del Signore e la faccia ad oriente coloro che, dimentichi della passione e della morte di Cristo, orientano alla vanità del mondo tutto ciò che conoscono e tutto ciò che sanno. Per questo il Signore si lamenta per bocca di Geremia: “Voltarono verso di me il dorso, non il volto. Ma al tempo della loro sventura”, cioè della morte, “diranno: Àlzati e salvaci! Dove sono i tuoi dèi”, cioè i piaceri e le ricchezze, “che ti sei procurato? Si alzino loro e ti liberino nel tempo della tua sventura” (Ger 2,27-28). O anche: hanno il dorso contro il tempio e adorano il sole nascente coloro che disprezzano la povertà, l’umiltà e le sofferenze dei giusti, e proclamano felici quelli che abbondano di piaceri e di ricchezze.
Gerusalemme, che significa “pacifica”, raffigura la vita nuova, cioè la vita di penitenza. Dice Isaia: “Il mio popolo dimorerà in una pace meravigliosa, nelle tende della fiducia e nella quiete della ricchezza” (Is 32,18). Felice condizione, nella quale c’è la grazia della coscienza tranquilla, la fiducia della condotta santa, la ricchezza della carità fraterna. Perciò, come la stella richiamò i Magi dall’oriente, così la grazia divina richiama i peccatori dalla vanità del mondo alla penitenza, affinché ricerchino il nato Re, cercandolo lo trovino e trovatolo lo adorino.
“Dov’è il Re dei Giudei, che è nato?”. Vale a dire: Dov’è il Re di coloro che confessano i loro peccati, il Re dei penitenti? Cercano il Re dei penitenti, che è nato in loro, coloro che promettono di fare penitenza. Noi, dicono, che abitavamo in oriente, che eravamo presi dalla vanità del mondo, abbiamo visto la sua stella, cioè abbiamo ricono­sciuto la sua grazia, e così “per mezzo di lui”, per sua grazia, “siamo venuti ad adorarlo” (Mt 2,2).

II. il turbamento di erode

4. “ Il re Erode, sentendo ciò, restò turbato” (Mt 2,3). Il diavolo, il re della turba turbata, si turba! Anche il mondo si turba, quando sente che Cristo è ormai nato nei penitenti e vede anche altri peccatori convertirsi a lui per opera della grazia. Satana freme al vedere che il suo regno si riduce e il Regno di Cristo si allarga ogni giorno di più. Leggiamo nell’Esodo: “Disse il faraone al suo popolo: Ecco che il popolo dei figli d’Israele è più numeroso e più forte di noi. Venite, opprimiamolo in tutti i modi, perché non cresca ancor più di numero” (Es 1,9-10).
L’astuzia del diavolo opprime i figli di Dio con la suggestione, la malizia del mondo li opprime con la bestemmia e con l’ingiuria. Continua infatti l’Esodo: “Gli Egiziani odiavano i figli d’Israele e li facevano soffrire insultandoli, e resero loro amara la vita” (Es 1,13-14). Tormento (in lat. frixorium, padella per friggere, o griglia), tormento dei giusti è la vita dei peccatori! Dice il salmo: “Moab è il vaso della mia speranza” (Sal 59,10). Moab s’interpreta “dal padre”, cioè coloro che vengono da quel padre che è il diavolo; essi sono “il vaso della speranza” perché anche gli empi vivono per i giusti, cioè per la loro utilità, per il loro vantaggio.
Erode dunque restò turbato. Erode s’interpreta “gloria della pelle”. Egli restò turbato perché era nato quel Re povero che dice: “Io non ricevo gloria dagli uomini” (Gv 5,41), e “Io non cerco la mia gloria (Gv 8,50). “Il mio regno non è di questo mondo” (Gv 18,36). Erode, gloria della pelle, resta turbato, perché vede il suo splendore cambiarsi in negrezza, il suo lusso e la sua effeminatezza in ruvidezza, come dice Isaia: “Invece del profumo raffinato ci sarà il fetore, invece della cintura una corda, invece di una chioma ricciuta la calvi­zie, e invece della fascia pettorale il cilicio” (Is 3,24). E queste parole non hanno bisogno di commento perché nei penitenti si avverano alla lettera.
Vedi il sermone della domenica XIV dopo Pentecoste, seconda parte.
Leggiamo ancora nell’Esodo: “Ora tògliti i tuoi ornamenti e poi saprò che cosa dovrò farti” (Es 33,5). Per questo “La regina Ester cercò rifugio presso il Signore, sgomenta per il pericolo che sovrastava. Deposte le vesti regali, indossò vesti adatte al pianto e al lutto; e invece dei vari profumi si cosparse la testa di cenere e di immondi­zie; mortificò con digiuni il suo corpo, e con i capelli sconvolti si aggirava per le stanze nelle quali prima viveva in letizia”(Est 14,1-2).
Ester, nome che s’interpreta “nascosta”, raffigura l’anima penitente che si apparta dalla dissipazione del mondo e si rifugia nella solitudine dello spirito e talvol­ta anche del corpo; si rifugia presso il Signore, perché in nessuno se non in lui c’è rifugio dal pericolo del peccato, che sempre le è presente e la minaccia, e quindi ne ha paura. Si toglie le vesti della gloria, indossa gli indumenti della penitenza e, invece dei profumi dei vari piaceri, si cosparge il capo, cioè la mente, con la cenere della sua fragilità e con le immondizie della propria iniquità; insiste nei digiuni, e ripensa con angoscia a tutti i luoghi nei quali prima si divertiva. Questo è ciò che dice Gregorio della Maddalena: “Quanti erano stati i piaceri provati in se stessa, tanti furono i sacrifici (le espiazioni) che a se stessa impose”.

III. l’offerta dei tre magi

5. “Ed ecco, la stella che avevano visto in oriente...” (Mt 2,9). O misericordia di Dio, che mai dimentica di aver pietà! Infatti è subito vicino a chi ritorna a lui. Dice Isaia: “Tu invocherai, e il Signore ti esaudirà; chiamerai, ed egli dirà: èccomi!” (Is 58,9), “perché io, il Signore Dio tuo, sono misericordioso” (Dt 4,31).
“Ed ecco la stella”. I Magi erano andati da Erode, e avevano perduto di vista la stella. E questo sta ad indicare i recidivi che, ritornando al diavolo, ossia al peccato mortale, perdono la grazia; quando invece se ne liberano, allora la riacquistano. Dice infatti Geremia: “Si dice comunemente: Se un uomo ripudia la moglie ed essa, allontanatasi da lui, si sposa con un altro uomo, forse che ritornerà ancora da lui? Quella donna non è forse immonda e contaminata? Tu invece, che pure hai fornicato con molti amanti”, cioè con i demoni e i peccati, “tuttavia ritorna da me, dice il Signore?” (Ger 3,1).
“Ed ecco che la stella li precedeva” (Mt 2,9). Troviamo la concordanza nell’Esodo: “Il Signore li precedeva per indicare loro la strada: di giorno con una colonna di nubi, di notte con una colonna di fuoco, per essere loro di guida nel cammino in entrambi i tempi” (Es 13,21). Di giorno la colona di nubi era contro l’ardore del sole, di notte la colonna di fuoco era contro le tenebre, perché potessero difendersi dai serpenti. Osserva che l’illuminazione della grazia divina è detta “colonna” perché sostiene, “di nubi”, perché raffredda il calore del sole, cioè il calore della prosperità terrena, “di fuoco”, contro il freddo dell’infedeltà, contro le tenebre delle avversità e contro il veleno della suggestione diabolica.
“Finché giunse e si fermò sopra la casa dov’era il bambino” (Mt 2,9). Ecco la fine della fatica, la meta del viaggio, la gioia di chi cerca, il premio di chi trova. “Gioisca il cuore di coloro che ti cercano” (Sal 104,3, o Gesù; e se gioiscono quelli che ti cercano, quanto più gioiranno quelli che ti trovano? La stella procede, la colonna precede. Quella indica la strada alla culla del Salvatore, questa alla Terra Promessa: e nella culla c’è la Terra Promessa dove scorre il miele della divinità e il latte dell’umanità. Corri dunque dietro alla stella, affrettati dietro alla colonna, perché ti guidano alla vita. Faticherai poco, arriverai presto, e troverai il desiderio dei santi, il gaudio degli angeli.

6. “Al vedere la stella, essi provarono una grandissima gioia” (Mt 2,10). Fa’ attenzione, perché in queste parole è indicata una triplice gioia, quella che deve provare colui che riacquista la grazia perduta. Deve gioire perché non è morto mentre era in peccato mortale e si sarebbe dannato eternamente; perché è stato riportato alla grazia, che non ha meritato; perché, se persevererà, sarà condotto alla gloria. Di questa triplice gioia dice Isaia: “Esultando gioirò nel Signore, e l’anima mia si allieterà nel mio Dio” (Is 61,10).
“Ed entrando nella casa” (Mt 2,11). Racconta Luca che “il figlio maggiore, indignato, non voleva entrare in casa” (Lc 15,25.28); invece il figlio prodigo vi era già entrato, perché era già rientrato in se stesso (cf. Lc 15,17). È stato detto agli apostoli: “Per via non salutate nessuno” (Lc 10,4). Chi è sulla via, è fuori, e chi è fuori, è fuori di casa, e quindi è indegno di essere salutato. Anzi, come dice Amos: “In tutte le piazze ci sarà pianto, e a tutti coloro che sono fuori si dirà: Guai, guai!” (Am 5,16).
“Trovarono il fanciullo con Maria, sua Madre, e prostratisi lo adorarono” (Mt 2,11). Poiché entrano, trovano; e perché trovano, si prostrano e adorano. Nel fanciullo e in Maria sono indicate l’innocenza e la purezza; nel fatto che si prostrano il disprezzo di sé; e nel fatto che adorano l’ossequio della fede. Ecco dunque che i penitenti entrano nella casa della propria coscienza e trovano l’innocenza (l’innocuità) nei riguardi del prossimo, la purezza nei riguardi di se stessi; e di ciò non si insuperbiscono, ma si prostrano con la faccia a terra e adorano devotamente e fedelmente colui che ha dato loro tutte queste grazie.
“Ed entrati nella casa” – forse era quel diversorio, albergo, di cui parla Luca –, “trovarono il bambino con Maria, sua madre”. Osserva la Glossa: Perché, insieme con Maria, non fu trovato dai Magi anche Giuseppe? Perché da quel fatto non fosse dato motivo di ingiusto sospetto a quei popoli che sùbito, appena nato il Salvatore, gli avevano mandato sùbito “le loro primizie”, i loro primi rappresentanti, ad adorarlo.
“Aprirono i loro scrigni” (i loro tesori) (Mt 2,11). La Glossa: Guardiamoci bene dallo scoprire i nostri tesori lungo la via; aspettiamo che siano passati i nemici, per poterli offrire solo a Dio dal segreto del cuore. Il re Ezechia, che mostrò agli stranieri i tesori [del tempio], venne punito nei suoi discendenti(cf. 4Re 20,12-19). Desidera essere derubato, colui che porta un tesoro pubblicamente per la via (Gregorio).

7. “Gli offrirono i doni: oro, incenso e mirra” (Mt 2,11). L’oro si richiama al tributo (che si pagava al re), l’incenso ai sacrifici, e la mirra alla sepoltura dei morti. Per mezzo di questi tre doni vengono proclamate in Cristo la potestà regale, la maestà divina e la mortalità umana. In altro senso: nell’oro, che è lucente e compatto, e quando è battuto non scricchiola, è indicata la vera povertà, che non viene oscurata dalla fuliggine dell’avari­zia, non si gonfia al vento delle cose temporali. Una virtù salda (in lat. res solida, una sostanza compatta, un monastero concorde) fa lo stesso: davanti agli scandali non si turba e non replica con mormorazioni.
In Arabia, nome che significa “sacra”, ci sono delle piante dalle quali si ricavano l’in­censo e la mirra. Coloro che ne sono proprietari vengono chiamati in arabo sacri. Quando incidono o vendemmiano queste piante, essi non partecipano a funerali e non si contaminano in rapporti con donne. L’incenso, una pianta grandissima e frondosa, con una corteccia leggerissima, produce un succo aromatico come quello del mandorlo. L’incenso è chiamato in lat.thus, da tùndere, pestare, o anche dal termine greco Theòs, Dio, in onore del quale viene bruciato. L’incenso viene spesso mescolato con resina e altre sostanze gommose, ma si distingue lo stesso per le sue proprietà. Infatti l’incen­so, posto sulla brace, arde, mentre la resina fuma e le sostanze gommose si liquefano.
L’albero dell’incenso raffigura la preghiera devota, che è grandissima per la contemplazione, frondosa per la carità fraterna, giacché intercede sia per l’amico che per il nemico; ha una scorza sottilissima, cioè si manifesta all’esterno con la benevolneza; ed emette il succo delle lacrime, profumatissimo e olezzante al cospetto di Dio.
È detto nel Cantico dei Cantici: “Sorgi, o aquilone!”, vale a dire: Allontànati, o diavolo!, “e vieni tu, o austro”, cioè Spirito Santo; “soffia nel mio giardino”, cioè nella mia mente, “e si effondano i suoi aromi”, cioè le lacrime! (Ct 4,16). Questo succo è il ristoro dei peccatori, come il latte di mandorlo è il ristoro degli ammalati. Colui che prega si batte il petto e la preghiera sale a Dio. Ma ahimè! Oggi l’orazione devota viene guastata con una mescolanza avariata, cioè con la resina della vanagloria, come negli ipocriti, e con la gomma del denaro come nei chierici sventurati che pregano e celebrano le messe per i soldi. La vera devozione si infiamma del fuoco dell’amore divino, mentre quella guastata dalla vanità manda fumo, e quella corrotta dalla cupidigia si squaglia.
L’albero della mirra si spinge fino a cinque cubiti di altezza. Il succo che da esso emana spontaneamente è ritenuto più pregiato, mentre lo è meno quello estratto tagliando la corteccia. La mirra, così chiamata da “amarezza”, simboleggia l’amara sofferenza del cuore o del corpo, il cui primo cùbito è il pensiero della morte, il secondo la presenza del giudice severo nel giudizio, il terzo la sua sentenza irrevocabile, il quarto la geen­na inestinguibile, ilquinto la compagnia di tutti gli uomini perversi e la penitenza (lat. poena tenax), cioè i tormenti assolutamente inevitabili e continui inflitti dai demoni.
Se la sofferenza esce spontaneamente da quest’albero, è più preziosa, cioè più accètta a Dio; invece quella che è prodotta dalle ferite delle infermità o delle avversità, ha minor valore.

8. I Magi dunque “offrirono al Signore oro, incenso e mirra”. Così anche i veri penitenti gli offrono l’oro della totale povertà, l’incenso della devota orazione, la mirra della volontaria sofferenza. E fa’ attenzione che l’incenso della devota orazione e la mirra della salutare penitenza non si trovano se non in Arabia, cioè nella santa chiesa. Quelli che vogliono conservarle e coglierne i frutti, devono allontanare se stessi dal cadavere del denaro accumulato ingiustamente, sul quale gli avari si gettano come il corvo sulla carogna, e dai contatti lussuriosi.
Supplichiamo dunque il Signore che ci conceda di offrirgli questi tre doni, per poter poi regnare con lui, che è benedetto nei secoli. Amen.

IV. sermone allegorico

9 . “In quel tempo saranno portati doni al Signore degli eserciti da un popolo diviso e lacerato, da un popolo terribile, dopo il quale non ce ne fu un altro di uguale; da una gente che attende ed è oppressa, la cui terra è devastata dai fiumi” (Is 18,7). Questa profezia di Isaia si riferisce alla conversione dei gentili, le cui primizie, cioè i Magi, portarono oggi i doni di oro, incenso e mirra a Gesù Cristo, Signore degli eserciti, vale a dire delle schiere angeliche. Dice infatti Malachia: “Dall’oriente all’occi­dente è grande il mio nome tra le genti, e in ogni luogo viene sacrificata e offerta al mio nome un’oblazione pura, dice il Signore degli eserciti” (Ml 1,11).
Ora, per conoscere meglio la miseria del popolo gentile e la misericordia di Dio liberatore, trattiamo brevemente i due argomenti.
Quel popolo gentile (pagano), del quale anche noi siamo figli, era separato da Dio a motivo del culto degli idoli; per questo Osea, parlando dei Giudei idolatri, che si erano uniti a Geroboamo, dice: “Efraim si è alleato agli idoli, màndalo via,” perché “il suo convito è separato” (Os 4,17-18). Geroboamo, il cui nome s’interpreta “divisione del popo­lo", “fabbricò due vitelli d’oro e disse al popolo: Non salite a Gerusalemme; ecco i tuoi dèi, Israele, che ti hanno fatto uscire dalla terra d’Egitto” (3Re 12,28).
Allo stesso modo il popolo pagano era lacerato dall’oppressione del diavolo, come si legge nelle Passioni di alcuni apostoli: il diavolo privava della vista, dell’udito e della capacità di camminare coloro che lo adoravano e li opprimeva con varie tribolazioni. Dice infatti Marco: “E gridando e straziandolo crudelmente [il diavolo] uscì da lui” (Mc 9,25). E altrove: “Coloro che erano tormentati dagli spiriti immondi, venivano guariti” (Lc 6,18).
Il popolo pagano era anche terribile per la ferocia dell’animo. Dice Abacuc: “Ecco, io solleverò i Caldei, popolo feroce e impetuoso, che percorre in lungo e largo la terra per impadronirsi di tende non sue” (Ab 1,6). I tre magi vennero appunto dalle terre dei Persiani e dei Caldei, ad adorare il Signore. Dopo quel popolo, “non ce ne furono altri così terribili; infatti Abacuc continua: “È feroce e terribile. Più veloci dei leopardi sono i suoi cavalli e più agili dei lupi che escono la sera” (Ab 1,7.8.).
“Gente in attesa”. Attendeva che si avverasse quella profezia di Balaam di cui parla la Scrittura: “Spunterà una stella da Giacobbe e sorgerà uno scettro” (Nm 24,17), ossia un uomo, “da Israele”. “Gente oppressa” da tante guerre. Come opprimeva gli altri, così era anche dagli altri oppressa: i Caldei distrussero Gerusalemme e a loro volta furono poi distrutti da Ciro e da Dario. Ed erano oppressi non solo dagli estranei, ma si distruggevano anche tra loro. Continua infatti Isaia: “La loro terra era distrutta dai loro fiumi”, cioè dalle guerre intestine e da spargimento di sangue.
Rendiamo grazie a Gesù Cristo che da un tale popolo, infedele e barbaro, si è degnato di accettare oggi i doni, primizie di fede, e da esso formare la sua chiesa, che siamo noi. A lui onore e gloria nei secoli eterni. Amen.

V. sermone morale

10. “In quel tempo saranno portati doni al Signore degli eserciti da un popolo avulso da Dio”, ecc. In questo passo di Isaia sono indicati i sette peccati mortali nei quali erano invischiati in passato alcuni, che ora per grazia di Dio si sono convertiti a penitenza. Popolo avulso da Dio per la superbia, lacerato per l’avarizia, tremendo per l’ira; gente in attesa per la vanagloria, oppressa per l’invidia; terra distrutta dai due fiumi, che sono la gola e la lussuria. Parliamo di ognuno singolarmente.
“Popolo avulso, staccato”, popolo di superbi. Come il vento sradica la pianta, così la superbia separa l’uomo da Dio; dice infatti Giobbe: “Come un albero sradicato ha strappato, cioè ha permesso che fosse strappata, da me la speranza” (Gb 19,10). La speranza dell’uomo è Dio, dal quale viene separato quando, dal vento della superbia, viene staccato dalla radice dell’umiltà. E non deve far meraviglia, perché la superbia ha questo nome in quanto va al di sopra di sé (lat. super se iens), mentre umiltà vuol dire bassezza della terra (lat. humi vilitas). Il superbo sale, Dio discende. Che cosa c’è di più contrapposto e antitetico? Il superbo in alto, Dio in basso. Il superbo è sradicato da Dio: a lui non è gradito, e a lui non si unisce se non l’umile. La radice è la vita dell’albero, l’umiltà è la vita dell’uomo. Se uno ha nel suo giardino un bell’albero da frutto, non gli dispiacerebbe forse che venisse sradicato dal vento? Ma certamente! Quanto maggior dispiacere, quando il vento della superbia strappa l’anima nostra dal suo creatore, il quale detesta la superbia più di tutti i peccati, resiste ai superbi (cf. 1Pt 5,5) e rovescia i potenti! (cf. Lc 1,52). La superbia infatti è soggetta a crolli; chi è in basso è più sicuro di colui che sta in alto. Dice giustamente Seneca: “Lìmitati alle cose piccole, dalle quali non puoi cadere”.

11. “Popolo lacerato” è il popolo degli avari e degli usurai. Come gli uccelli rapaci e le belve lacerano un cadavere, così i demoni lacerano con l’avarizia il cuore dell’avaro e dell’usuraio. Dice Naum: “Guai a te, città di sangue, tutta falsità, piena di lacerazioni. La rapina non si allontanerà da te” (Na 3,1). L’anima vive per mezzo del sangue (cf. Dt 12,33), il povero delle proprie misere sostanze. Togli all’uomo il sangue, al povero le sue sostanze: entrambi muoiono. I predoni quindi e gli usurai, che si im­padroniscono delle cose altrui, sono detti “città di sangue”.
Si legge nella Storia Naturale che gli elefanti hanno il sangue freddissimo e che i draghi velenosi ardono dalla vo­glia di bere quel sangue e quindi, quando ci sono i grandi calori, si avventano contro gli elefanti per succhiarne il sangue. Così anche gli avari e gli usurai, contagiati dal veleno dell’avarizia, bramano le cose altrui. Il sangue dei poveri è freddo e così tutte le loro povere cose. La pover­tà e la nudità non permettono loro di riscaldarsi, ma quan­do si accende in essi il calore della necessità, allora gli avari sopraggiungono, fanno loro dei prestiti per poi succhiarne il sangue.
“Guai a te, dunque, città di sangue, tutta falsità!” La falsità sta nella lingua, la lacerazione nel cuore, la rapina nelle mani. Leggiamo nel secondo libro dei Maccabei che Giuda, tagliata la lingua del sacrilego Nicànore (dopo avergli tagliato la testa), la fece gettare a pezzetti agli uccelli (cf. 2Mac 15,33). Nicànore, nome che s’interpreta “lucer­na eretta”, raffigura l’usuraio che sembra eretto e luminoso, e invece ben presto crollerà e si spegnerà. Dice Giobbe: “Quante volte si spegne la lampada degli empi?” (Gb 21,17); e ancora: “Non si spegnerà forse la luce del malvagio e mai più brillerà la fiamma del suo focolare? La luce si offuscherà nella sua tenda e la lucerna che sta sopra di lui si spegnerà” (Gb 18,5-6).
La lucerna ha due cose: la luce e il calore. Così l’avaro ha la luce del favore umano, e il calore, la brama del lucro temporale. Quando si spegnerà con la morte, sarà privato di entrambe le cose. E poiché la sua lingua fu divisa e ripartita in molte falsità, sarà tagliata e consegnata ai demoni; oppure, per i peccati della lingua sarà punito in modi diversi. Il suo cuore è lacerato perché accumula con fatica, custodisce con paura e perde con dispiacere. Il diavolo tiene stretto a se tutto intero l’usu­raio: con la rapina lo tiene per le mani perché non faccia elemosine; con il tormento di accumulare lo tiene per il cuore perché non pensi al bene; con la falsità lo tiene per la lingua perché non preghi e non dica mai nulla di buono.

12. “Popolo terribile” sono gli iracondi o i furiosi. Del diavolo o dell’uomo iracondo Giobbe dice: “Concentra tutto il suo furore contro di me; minacciandomi digrigna i denti. Con occhi terribili mi fissa il mio nemico” (Gb 16,10). Vedi quant’è spaventoso un uomo infiammato dall’ira: corruga la fronte, ha la faccia terrea, le narici fremen­ti, gli occhi torvi, le labbra livide, digrigna i denti e nelle mani ha la sferza. Un uomo così ridotto altro non sembra che una bestia feroce. Infatti dice Isaia: “Non ci fu dopo di lui un altro uomo” (Is 18,7) così crudele, così bestiale.
Nel libro di Daniele è detto di Nabucodonosor: “Sia cambiato in lui il cuore di uomo, e gli sia dato un cuore di belva” (Dn 4,13). Non si deve intendere che Nabucodonosor abbia subìto un cambiamento nel corpo, bensì che ebbe un’alienazione mentale, un delirio. Gli fu tolto l’uso della lingua per parlare, e gli sembrava di essere un bue nella parte anteriore e un leone in quella posteriore. Così colui che è infiammato dall’ira subisce un’aliena­zione e non è più capace di parlare rettamente. Prima si agita come un bue con le corna, prorompendo in minacce e bestemmie, poi, come un leone, si avventa e dilania con le mani e con i piedi.

13. “Gente che attende” sono gli ipocriti e i vanagloriosi: per ogni opera che fanno attendono, come i mercenari, la ricompensa della lode. Leggiamo nel vangelo: “Il mercenario vede venire il lupo, abbandona le pecore e fugge” (Gv 10,12). Il lupo è la suggestione diabolica, le pecore sono i pensieri buoni. Chi agisce non per amore della giustizia ma per la ricompensa della vanagloria, cede con facilità alla tentazione, e se si era proposto qualcosa di bene, lascia andare tutto. Di questa attesa è detto nel salmo: “Si disseteranno tutte le bestie della campagna; aspetteranno gli ònagri nella loro sete” (Sal 103,11).
Ci sono due specie di ònagri: uno senza corna in Spagna, e uno con le corna in Grecia. Due sono pure le specie di ipocriti. Alcuni ipocriti sono, per così dire, senza corna: essi, quando ricevono un’ingiuria si mostrano mansueti, sono calmi nella tribolazio­ne, e talvolta rifiutano gli onori; ma fanno tutto questo per calcolo, perché, fingendo di fuggire la gloria, in realtà la cercano. Gli altri ipocriti invece hanno le corna: sono quelli che alla prima parola ingiuriosa puntano le corna della superbia, e mostrano subito al di fuori ciò che sono al di dentro.
L’ònagro deriva il suo nome dal greco onos, asino, e dal latino ager, campo (l’ònagro è l’asino selvatico). “Il campo è il mondo” (Mt 13,38). Quindi gli ipocriti, sia quelli con le corna come quelli senza corna, sono gli asini del mondo, al quale servono; aspettano la ricompensa della lode e del denaro, e tutto questo “nella loro sete”, della quale bruciano, e non si danno pace finché non bevono qualcosa. Invece “le bestie della campagna”, cioè i semplici, “si dissetano in letizia alle fonti del Salvatore” (Is 12,3), che sono due: la grazia e la gloria. Alla prima fonte si dissetano di fatto, alla seconda nella speranza, in attesa di poterlo fare nella visione.

14. “Gente oppressa” sono gli invidiosi, tormentati e oppressi dall’altrui felicità. Neanche i tiranni di Sicilia inventarono un supplizio più tormentoso dell’invidia (Orazio).
Leggiamo nel primo libro dei Re: “Saul ne uccise mille, e Davide diecimila. Saul ne fu molto dispiaciuto e gli parvero cattive quelle parole. Diceva: Ne hanno attribuito a Davide diecimila e a me soltanto mille. Che cosa gli manca, se non il regno? E da quel giorno in poi Saul non guardò più di buon occhio Davide” (1Re 18,7-9). Ecco come era tormentato, ecco come si sentiva oppresso.

15. “I due fiumi” simboleggiano la gola e la lussuria. Il Cobar e il Tigri sono i due fiumi di Babilonia (cf. Ez 1,1.3; Dn 10,4).
Cobar s’interpreta “pesantezza”, e raffigura la gola, della quale Luca dice: “State bene attenti che i vostri cuori non si appesantiscano in gozzoviglie, ubriachezze e affanni della vita, e che quel giorno non vi piombi addosso improvviso” (Lc 21,34).
Tigri, fiume che prende il nome da una fiera (la tigre) variamente maculata, di incredibile forza e rapidità di corsa, raffigura la lussuria. Questo vizio è coperto delle macchie dei vari piaceri della vita; è forte quando tenta, ed è veloce, perché anche il piacere passa presto. Dice il beato Bernar­do: Tormenta il futuro, non sazia il presente, non delizia il passato. Questi due fiumi “distruggono la terra”, sconvolgono cioè la mente di chi è loro schiavo e lentamente la di­struggono.
Abbiamo visto la miseria di tutti costoro; consideriamo anche la misericordia che li libera da tanta sciagura. Ecco: in questo tempo di bontà e di misericordia divina, i pecca­tori di cui abbiamo parlato, portano a Gesù Cristo, il Signore degli eserciti, cioè delle celesti schiere, il dono della loro penitenza.
Anche voi, o carissimi, portate, insieme con i magi, i vostri doni: l’oro della contrizione, l’incenso della confessione, la mirra della soddisfazione, ossia dell’opera di penitenza, per poter essere degni di ricevere dallo stesso Gesù Cristo il dono della gloria in cielo.
Ve lo conceda colui che è benedetto nei secoli. Amen.