martedì 7 gennaio 2014

BAUTISMO DE JESÚS EN EL JORDÁN




BAUTISMO DE JESÚS EN EL JORDÁN






EL VALLE DEL JORDÁN

Veo una llanura en donde no hay casas, solo vegetación. No hay campos cultivados, las pocas plantas en grupo que aparecen aquí y allá como mechones o como si formasen una familia, se encuentran donde el sol es menos ardiente. Haga Ud. de cuenta que este terreno seco y sin cultivo está a mi derecha, teniendo el norte a mi espalda, y se prolonga hacia el sur, respecto a mí.
Por el contrario a mi izquierda veo un río de bajas riberas, que lentamente corre también de norte a sur y tan lentamente corre que creo que no debe de haber desniveles en su lecho y que en tal forma es plana que forma una depresión. Hay apenas un deslizamiento de aguas que hace que el río no quede en la llanura. El agua no es profunda. Veo el cauce, no creo que tenga más de un metro; o tal vez al máximo metro y medio. Es ancho como el Arno cuando se dirige hacia S. Miniato-Empoli: algo así como unos 20 metros de anchura. Yo no soy muy buena calculadora. El río es de un azul ligeramente verde y alegra la vista cansada del terreno lleno de piedras y arenoso que se extiende ante ella.
Aquella voz íntima, de la que le he hablado a usted que oigo y que me ordena lo que debo anotar y saber, me dice que estoy viendo el valle del Jordán. Digo valle, porque se llama así el lugar donde corre el río, pero ciertamente no debería llevar tal nombre, porque un valle tiene siempre montes, y yo aquí no veo ninguno. Pero en fin estoy cerca del Jordán y el lugar árido que veo a mi derecha es el desierto de Judá.
Si damos el nombre de desierto a un lugar en donde no hay casa o trabajo de hombre, estamos en lo justo; pero no lo es según el concepto que tenemos de desierto. No hay ondulaciones de arena, como nos imaginamos que tiene un desierto. Es la tierra desnuda, cubierta de tierra y carroña como se ven los terrenos por donde va pasando un camino. En la lejanía hay colinas.
Junto al Jordán existe una gran tranquilidad, un algo muy especial y raro, como lo que suele llamar la atención en las riberas del Trasimeno. Es un sitio que parece acordarse de ángeles que volaron sobre de él y de voces celestiales. No puedo explicar exactamente lo que experimento. Pero siento que me encuentro en un lugar que habla al espíritu

LA ESCENA SE LLENA DE GENTE A LO LARGO
DE LA RIBERA DEL JORDÁN

Mientras estoy contemplando esto, veo que la escena se llena de gente a lo largo de la ribera en el Jordán. Hay muchos hombres vestidos de diversas maneras. Algunos parecen de la campiña, otros ricos y no faltan algunos que parecen fariseos por el vestido adornado de franjas y de tiras.

DE PIE, SOBRE UN PEÑASCO, HAY UN HOMBRE,
ES JUAN EL BAUTISTA

En medio de ellos, de pié sobre un peñasco, hay un hombre que, aunque es la primera vez que lo veo, al punto reconozco en él al Bautista. Habla a las multitudes y le aseguro que no es un sermón dulce. Si Jesús llamó a Santiago y a Juan "Hijos del Trueno"... ¿Qué nombre podría  dar a este vehemente orador?... Juan Bautista merece el nombre de rayo, avalancha, terremoto; es tan impetuoso y duro en el hablar y en el gesticular.

ESTÁ HABLANDO DEL MESÍAS

Está hablando del Mesías y exhortando a preparar los corazones para su venida para que extirpen de ellos todos los obstáculos y enderecen los caminos. Pero es un hablar duro, férreo. Al Precursor le falta la mano ligera de Jesús en las llagas de los corazones. Es un médico que desnuda, que rasga y corta sin piedad.

VEO A MI JESÚS

Mientras lo escucho... veo una vereda larga, que está al borde de la hilera de arbustos que la sombrean a lo largo del Jordán, ahí veo a mí Jesús. Este camino agreste, más bien vericueto que camino, parece que durante años y siglos lo hubieran recorrido para buscar un sitio en donde fuera posible vadear el río, precisamente por ser la parte menos profunda. El sendero continúa a la otra parte del río y se pierde entre el verdor de la ribera opuesta.

JESÚS VIENE SOLO

Jesús viene solo. Camina despacio, avanza a espaldas de Juan. Se acerca sin hacer ruido y escucha la voz fulmínea del Penitente del desierto, como si también Él fuese uno de tantos que se llegase a Juan para recibir el bautismo y prepararse para la venida del Mesías. En Jesús no hay nada que lo distinga de los demás. Parece uno del pueblo por el vestir, aunque señor por el porte y belleza, pero ninguna señal divina lo diferencia de los demás.

PODRÍA DECIRSE QUE JUAN SIENTE UNA EMANACIÓN
ESPIRITUAL DEL TODO DIVERSA

Podría decirse que Juan siente una emanación espiritual del todo diversa. Se vuelve y reconoce al punto al que es fuente de aquella emanación. Al punto desciende del peñasco que le servía de púlpito y veloz se dirige a Jesús, que se ha parado como a un metro de distancia del grupo apoyándose en el tronco de un árbol. Jesús y Juan se miran por un momento. Jesús con su mirada azul, que es tan dulce. Juan con sus negrísimos ojos de mirar severo, llenos de fulgor. Los dos, vistos de cerca son diferentes el uno del otro. Ambos de estatura elevada -es lo único en que se parecen- son completamente diferentes entre sí.

DESCRIPCIÓN DE JESÚS Y DE JUAN

Jesús es rubio, de larga y bien peinada cabellera. Su rostro tiene el color del marfil, ojos azules, vestido sencillo pero majestuoso. Juan es hirsuto, los cabellos negros le caen sueltos por la espalda, desiguales de tamaño. La poca barba le cubre casi todo el rostro que sin embargo no impide ver en las mejillas las oquedades que el ayuno ha dejado. Los ojos vivaces de Juan son negros y su piel está quemada por el sol, la intemperie y por la abundancia del pelaje que la cubre. Su vestido consiste en una piel de camello que lo deja casi semidesnudo, sostenida con un cinturón de cuero, le cubre el dorso bajando apenas hasta los flancos descarnados y dejando al descubierto el costado derecho, cuya piel está tostada por el viento. Parecen un salvaje y un ángel vistos de cerca.

JUAN GRITA: HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS.

Juan, después de haberlo mirado atentamente con su penetrante pupila grita: "He aquí al Cordero de Dios. ¿Cómo es posible que venga a mí, El que es mi Señor?" Jesús tranquilamente le responde: "Para cumplir con el rito de penitencia".
"Jamás, Señor mío. Soy yo quien debo de venir a Ti para ser santificado, y eres Tú el que vienes a mí". Jesús, que le pone la mano sobre la cabeza, pues Juan se ha inclinado ante Él, le dice: "Deja que se haga como Yo quiero, para que se cumpla toda justicia y tu rito se convierta en el principio de otro misterio mucho más alto y se avise a los hombres que la víctima está ya en el mundo".

JUAN LO MIRA CON UNOS OJOS QUE UNA LÁGRIMA
ABLANDECE

Juan lo mira con unos ojos que una lágrima ablandece y lo precede hacia la ribera, donde Jesús se quita el manto y la túnica, quedándose con una especie de calzoncillos cortos, para poder entrar en el agua en donde está ya Juan, que lo bautiza echando sobre Él, agua del río, que toma con una especie de tazón que lleva colgado a la cintura y que parece como una concha o la mitad de una calabaza seca y vacía.

JUAN LE RECONOCIÓ POR LA SEÑAL QUE
EL ESPÍRITU DE DIOS LE HABÍA DADO.

Jesús es exactamente el Cordero. Cordero en la pureza de su carne, en la modestia de su trato, en la mansedumbre de su mirar. Mientras Jesús torna a subir a la ribera, se viste y se recoge en oración. Juan lo señala a las turbas, a las que les dice que lo reconoció por la señal que el Espíritu de Dios le había dado, señal que era prueba infalible del Redentor.
Mas yo estoy entretenida en ver solo a Jesús que ora, y no me quedo con otra cosa que con esta figura de luz, recalcada sobre el verdor de la ribera.
I. 271-274


A. M. D. G. et B.V.M.

BATTESIMO DI GESU'



"Prendete, prendete quest’opera e ‘non sigillatela’, ma leggetela e fatela leggere"
Gesù (cap 652, volume 10), a proposito del
"Evangelo come mi è stato rivelato"
di Maria Valtorta

Domenica 12 Gennaio 2014, Il Battesimo del Signore, festa - Anno A

Dal Vangelo di Gesù Cristo secondo Matteo 3,13-17.
In quel tempo Gesù dalla Galilea andò al Giordano da Giovanni per farsi battezzare da lui.
Giovanni però voleva impedirglielo, dicendo: «Io ho bisogno di essere battezzato da te e tu vieni da me?».
Ma Gesù gli disse: «Lascia fare per ora, poiché conviene che così adempiamo ogni giustizia». Allora Giovanni acconsentì.
Appena battezzato, Gesù uscì dall'acqua: ed ecco, si aprirono i cieli ed egli vide lo Spirito di Dio scendere come una colomba e venire su di lui.
Ed ecco una voce dal cielo che disse: «Questi è il Figlio mio prediletto, nel quale mi sono compiaciuto».
Traduzione liturgica della Bibbia 

Corrispondenza nel "Evangelo come mi è stato rivelato" 
di Maria Valtorta : Volume 1 Capitolo 45 pagina 281.

Vedo una pianura spopolata di paesi e di vegetazione. Non ci sono campi coltivati, e ben poche e rare piante riunite qua e là a ciuffi, come vegetali famiglie, dove il suolo è nelle profondità meno arso che non sia in genere. Faccia conto che questo terreno arsiccio e incolto sia alla mia destra, avendo io il nord alle spalle, e si prolunghi verso quello che è a sud rispetto a me.

A sinistra invece vedo un fiume di sponde molto basse, che scorre lentamente esso pure da nord a sud. Dal moto lentissimo dell’acqua comprendo che non vi devono essere dislivelli nel suo letto e che questo fiume scorre in una pianura talmente piatta da costituire una depressione. Vi è un moto appena sufficiente acciò l’acqua non stagni in palude. L’acqua è poco fonda, tanto che si vede il fondale. Giudico non più di un metro, al massimo un metro e mezzo. Largo come è l’Arno verso S.Miniato-Empoli: direi un venti metri. Ma io non ho occhio esatto nel calcolare. Pure è d’un azzurro lievemente verde verso le sponde, dove per l’umidore del suolo è una fascia di verde folta e rallegrante l’occhio, che rimane stanco dallo squallore petroso e renoso di quanto gli si stende avanti. 

Quella voce intima che le ho spiegato di udire e che mi indica ciò che devo notare e sapere, mi avverte che io vedo la valle del Giordano. La chiamo valle, perché si dice così per indicare il posto dove scorre un fiume, ma qui è improprio di chiamarla così, perché una valle presuppone dei monti, ed io qui di monti non ne vedo vicini. Ma insomma sono presso il Giordano e lo spazio desolato, che osservo alla mia destra, è il deserto di Giuda. Se dire deserto per dire un luogo dove non ci sono case e lavori dell’uomo è giusto, non lo è secondo il concetto che noi abbiamo del deserto. Qui non le arene ondulate del deserto come lo concepiamo noi, ma solo terra nuda, sparsa di pietre e detriti, come sono i terreni alluvionali dopo una piena. In lontananza, delle colline. 
Pure, presso il Giordano, vi è una grande pace, un che di speciale, di superiore al comune, come è quello che si nota sulle sponde del Trasimeno. E’ un luogo che pare ricordarsi di voli d’angeli e di voci celesti. Non so dire bene ciò che provo. Ma mi sento in un posto che parla allo spirito. 

Mentre osservo queste cose, vedo che la scena si popola di gente lungo la riva destra (rispetto a me) del Giordano. Vi sono molti uomini vestiti in maniere diverse. Alcuni appaiono popolani, altri dei ricchi, non mancano alcuni che paiono farisei per la veste ornata di frange e galloni. 

In mezzo ad essi, in piedi su un masso, un uomo che, per quanto è la prima volta che lo vedo, riconosco subito per il Battista. Parla alla folla, e le assicuro che non è una predica dolce. Gesù ha chiamato Giacomo e Giovanni ‘i figli del tuono’. Ma allora come chiamare questo veemente oratore? Giovanni Battista merita il nome di fulmine, valanga, terremoto, tanto è impetuoso e severo nel suo parlare e nel suo gestire. 
Parla annunciando il Messia ed esortando a preparare i cuori alla sua venuta estirpando da essi gli ingombri e raddrizzando i pensieri. Ma è un parlare vorticoso e rude. Il Precursore non ha la mano leggera di Gesù sulle piaghe dei cuori. E’ un medico che denuda e fruga e taglia senza pietà. 

Mentre lo ascolto -e non ripeto le parole perché sono quelle riportate dagli Evangelisti, ma amplificate con irruenza- vedo avanzarsi lungo una stradicciola , che è ai bordi della linea erbosa e ombrosa che costeggia il Giordano, il mio Gesù. Questa rustica via, più sentiero che via, sembra disegnata dalle carovane e dalle persone che per anni e secoli l’hanno percorsa per giungere ad un punto dove, essendo il fondale del fiume più alto, è facile il guado. Il sentiero continua dall’altro lato del fiume e si perde fra il verde dell’altra sponda. 
Gesù è solo. Cammina lentamente, venendo avanti, alle spalle di Giovanni. Si avvicina senza rumore e ascolta intanto la voce tuonante del Penitente del deserto, come se anche Gesù fosse uno dei tanti che venivano a Giovanni per farsi battezzare o per prepararsi ad essere mondi per la venuta del Messia. Nulla distingue Gesù dagli altri. Sembra un popolano nella veste, un signore nel tratto e nella bellezza, ma nessun segno divino lo distingue dalla folla. 

Però si direbbe che Giovanni senta una emanazione di spiritualità speciale. Si volge e individua subito la fonte di quell’emanazione. Scende con impeto dal masso che gli faceva da pulpito e va sveltamente verso Gesù, che si è fermato qualche metro lontano dl gruppo, appoggiandosi al fusto di un albero. 
Gesù e Giovanni si fissano un momento. Gesù col suo sguardo azzurro tanto dolce. Giovanni col suo occhio severo, nerissimo, pieno di lampi. I due, visti vicino, son l’antitesi l’uno dell’altro. Alti tutti e due -è l’unica somiglianza- sono diversissimi per tutto il resto. Gesù biondo e dai lunghi capelli ravviati, dal volto di un bianco avoriato, dagli occhi azzurri, dall’abito semplice ma maestoso. Giovanni irsuto, nero di capelli che ricadono lisci sulle spalle, lisci e disuguali in lunghezza, nero dalla barba rada che gli copre quasi tutto il volto non impedendo col suo velo di permettere di notare le guance scavate dal digiuno, nero negli occhi febbrili, scuro nella pelle abbronzata dal sole e dalle intemperie e per la folta peluria che lo copre, seminudo nella sua veste di pelo di cammello, tenuta alla vita da una cinghia di pelle e che gli copre il torso scendendo appena sotto i fianchi magri e lasciando scoperte le coste a destra, le coste sulle quali è, unico strato di tessuti, la pelle conciata dall’aria. Sembrano un selvaggio e un angelo visti vicini. 

Giovanni, dopo averlo scrutato col suo occhio penetrante esclama: “Ecco l’Agnello di Dio. Come è che a me viene il mio Signore?” 
Gesù risponde placido: “Per compiere il rito di penitenza.” 

“Mai, mio Signore. Io sono che devo venire a Te per essere santificato, e Tu vieni a me?” 
E Gesù, mettendogli una mano sul capo, perché Giovanni s’era curvato davanti a Gesù, risponde: “Lascia che si faccia come voglio, perché si compia ogni giustizia e il tuo rito divenga inizio ad un più alto mistero e sia annunciato agli uomini che la Vittima è nel mondo.” 

Giovanni lo guarda con occhio che una lacrima fa dolce e lo precede verso la riva, dove Gesù si leva il manto e la tunica, rimanendo con una specie di corti calzoncini, per poi scendere nell’acqua dove è già Giovanni, che lo battezza versandogli sul capo l’acqua del fiume, presa con una specie di tazza che il Battista tiene sospesa alla cintola e che mi pare una conchiglia o una mezza zucca essiccata e svuotata. 
Gesù è proprio l’Agnello. Agnello nel candore della carne, nella modestia del tratto, nella mitezza dello sguardo. 

Mentre Gesù risale la riva e dopo essersi vestito si raccoglie in preghiera, Giovanni lo addita alle turbe, testimoniando di averlo conosciuto per il segno che lo Spirito di Dio gli aveva indicato quale indicazione infallibile del Redentore. 
Ma io sono polarizzata nel guardare Gesù che prega, e non mi resta che questa figura di luce contro il verde della sponda. 


Dice Gesù:
“Giovanni non aveva bisogno del segno per se stesso. Il suo spirito, presantificato sin dal ventre di sua madre, era possessore di quella vista di intelligenza soprannaturale che sarebbe stata di tutti gli uomini senza la colpa di Adamo. 

Se l’uomo fosse rimasto in grazia, in innocenza, in fedeltà col suo Creatore, avrebbe visto Dio attraverso le apparenze esterne. Nella Genesi è detto che il Signore Iddio parlava familiarmente con l’uomo innocente e che l’uomo non tramortiva a quella voce, non si ingannava nel discernerla. Così era la sorte dell’uomo: vedere e capire Iddio proprio come un figlio fa col genitore. Poi è venuta la colpa e l’uomo non ha più osato guardare Dio, non ha più saputo vedere e comprendere Iddio. E sempre meno lo sa. 

Ma Giovanni, il mio cugino Giovanni, era stato mondato dalla Colpa quando la Piena di Grazia s’era curvata amorosa ad abbracciare la già sterile ed allora feconda Elisabetta. Il fanciullino nel suo seno era balzato di giubilo, sentendo cadere la scaglia della colpa dalla sua anima come crosta che cade da una piaga che guarisce. Lo Spirito Santo, che aveva fatto di Maria la madre del Salvatore, iniziò la sua opera di salvazione, attraverso Maria, Vivo Ciborio della Salvezza Incarnata, su questo nascituro destinato ad essere a Ma unito non tanto pel sangue, quanto per la missione che fece di noi come le labbra che formano la parola. Giovanni le labbra, Io la Parola. Egli il Precursore nell’Evangelo e nella sorte di martirio. Io, Colui che perfeziona della mia divina perfezione l’Evangelo iniziato da Giovanni ed il martirio per la difesa della Legge di Dio. 
Giovanni non aveva bisogno di nessun segno. Ma alla ottusità degli altri il segno era necessario. Su cosa avrebbe fondato Giovanni la sua asserzione, se non su una prova innegabile che gli occhi di tardi e le orecchie dei pesanti avessero percepita? 

Io pure non avevo bisogno di battesimo. Ma la sapienza del Signore aveva giudicato esser quello l’attimo e il modo dell’incontro. E traendo Giovanni dal suo speco nel deserto a me dalla mia casa, ci unì in quell’ora per aprire su Me il Cieli e farne scendere Se Stesso, Colomba Divin, su colui che avrebbe battezzato gli uomini con tal Colomba, e farne scendere l’annuncio, ancor più potente di quello angelico perché dal Padre mio: “Ecco il mio Figlio diletto col quale mi sono compiaciuto”. Perché gli uomini non avessero scuse o dubbi nel seguirmi e nel non seguirmi.

Le manifestazioni del Cristo sono state molte. La prima, dopo la Nascita, fu quella dei Magi, la seconda nel tempio, la terza sulle rive del Giordano. Poi vennero le infinite altre che ti farò conoscere, poiché i miei miracoli sono manifestazioni della mia natura divina, sino alle ultime della Risurrezione e Ascensione al Cielo. 
La mia patria fu piena delle mie manifestazioni. Come seme gettato ai quattro punti cardinali, esse avvennero in ogni strato e luogo della vita: ai pastori, ai potenti, ai dotti, agli increduli, ai peccatori, ai sacerdoti, ai dominatori, ai bambini, ai soldati, agli ebrei, ai gentili. Anche ora esse si ripetono. Ma, come allora. il mondo non le accoglie. Anzi non accoglie le attuali e dimentica le passate. Ebbene, Io non desisto. Io mi ripeto per salvarvi. per portarvi alla fede in Me. 

Sai, Maria, quello che fai? Quello che faccio, anzi, nel mostrarti il Vangelo? Un tentativo più forte di portare gli uomini a Me. Tu lo hai desiderato con preghiere ardenti. Non mi limito più alla parola. Li stanca e li stacca. E’ una colpa, ma è così. Ricorro alla visione, e del mio Vangelo, e la spiego per renderla più chiara e attraente. 

A te do il conforto del vedere. A tutti do il modo di desiderare di conoscermi. E se ancora non servirà, e come crudeli bambini getteranno il dono senza capirne il valore, a te resterà il mio dono e ad essi il mio sdegno. Potrò ancora una volta fare l’antico rimprovero: “Abbiamo suonato e non avete danzato; abbiamo intonato lamenti e non avete pianto”. 
Ma non importa. Lasciamo che essi, gli inconvertibili, accumulino sul loro capo i carboni ardenti, e volgiamoci alle pecorelle che cercano di conoscere il Pastore. Io son quello, e tu sei la verga che le conduci a Me.”

Estratto di "l'Evangelo come mi è stato rivelato" di Maria Valtorta ©Centro Editoriale Valtortiano http://www.mariavaltorta.com/ 

AVE MARIA PURISSIMA!
AMDG

Un'intervista a Don Alberto S.



QUARTA GIORNATA DELLA TRADIZIONE
"L'INVERNO DELLA CHIESA"
Domenica 19 Gennaio 2014
Verbania, Chiostro Hotel


Sul significato di questa giornata, 
e sulla situazione attuale della Chiesa 
pubblichiamo (fonte: Riscossa Cristiana) 
un'intervista a Don Alberto Secci.

1. È sempre più evidente, anche in virtù della celebrazione della Santa Messa (rito antico e rito moderno), che esistono due modi di vivere la religione cattolica: sacerdoti e fedeli che si rifanno agli insegnamenti che hanno subito la rivoluzione moderna ed altri che rimangono saldi agli insegnamenti e ai principi della Tradizione della Chiesa, come sarà possibile, secondo Lei, risolvere un giorno tale dicotomia?



  Occorre che chi ha avuto la grazia di capire, di cogliere questa dicotomia terribile, decida di fronte a Dio di vivere integralmente il cattolicesimo secondo la Tradizione. Questo è il punto. Non c’è nulla di astratto nel Cristianesimo. Lo ha detto lei: “in virtù della celebrazione della Messa in rito antico” dei fedeli rimangono saldi agli insegnamenti e ai principi della Tradizione della Chiesa; direi io, rimangono Cattolici semplicemente; i fedeli che hanno subito la rivoluzione, invece, hanno solo una vaga  ispirazione cristiana nel migliore dei casi. Per la verità lei ha detto “ anche in virtù della Messa”, io mi permetto di togliere quell’ “anche”, in che senso? Non nel senso che c’è solo la Messa, perché ci sono, insieme alla Messa, tutta la dottrina e tutto l’apostolato; ma nel senso che la vita Cattolica è la trasmissione della Grazia che accade principalmente nella linea sacramentale, quindi al centro la Messa, e la Messa con il rito non ambiguo. Per questo, chi ha avuto la grazia di capire la situazione drammatica, non può barattare questa coscienza con una tranquillità personale: occorre eleggere un luogo di Messa tradizionale e farlo diventare il luogo integrale di educazione alla fede nel senso pieno e non solo intellettualistico. Piccoli centri di vita semplicemente cattolica, umilissimi ma grandissimi per la grazia che portano, saranno la soluzione, quando Dio vorrà. A noi il decidere di stare in un cammino di grazia, e per questo tradizionale, amando la Chiesa nella sua passione; a Dio la risoluzione di questo mistero  di sofferenza. Ma in Dio tutto ciò è già risolto. Dobbiamo avere una preoccupazione amorevole per la Chiesa, e non una preoccupazione “politica”.



2. La «Giornata della Tradizione» di Verbania, che si svolgerà il prossimo 19 gennaio 2014, giunge alla sua quarta edizione, ci potrebbe spiegare di che cosa si tratta e come è nata questa iniziativa?



  Semplicemente si tratta di una Domenica pomeriggio vissuta nella riflessione su un tema dottrinale scottante; giornata che termina con la celebrazione della Santa Messa cantata. Vede, da anni don Stefano ed io, con i fedeli delle nostre chiese, portiamo avanti un lavoro serio di dottrina cristiana. All’inizio erano incontri settimanali, oggi sono quindicinali. Insistiamo molto su questo. E’ così grande la confusione che regna in mezzo ai cattolici, che non possiamo immaginare di starne fuori semplicemente perché amiamo la Tradizione. Occorre conoscere il Cristianesimo, la storia della Chiesa, i grandi maestri spirituali. È così bello il cristianesimo, è così grande l’opera di Dio: come facciamo a non desiderare di conoscerla sempre di più? Temo molto quei fedeli che continuano a girare da una chiesa all’altra, cercando qualcosa di sempre più tradizionale, ma non desiderano essere guidati dottrinalmente e spiritualmente …presto o tardi assumeranno di nuovo la mentalità mondana, così non cattolica: mi è capitato di incontrare alcune persone attaccate alle forme antiche dei riti, ma liberali nei giudizi e nei criteri di azione. La Verità della fede deve diventare subito criterio di giudizio e di azione. Per partecipare a più persone questo lavoro, che per noi continua tutto l’anno, abbiamo pensato alla giornata della tradizione: è semplicemente una Giornata di Dottrina Cattolica, dove si incontrano tanti volti di amici e qualche volto nuovo.



3. La vita di montagna, come la vita di campagna, rispetto a quella di città, aiutano a comprendere meglio la Tradizione? In che termini?



  No. Oggi il disastro è globale. Non è la montagna in sé che aiuta, ma il saper guardare il mondo con uno sguardo mistico, cioè veramente cattolico. Allora montagna o pianura, piccolo paese o metropoli sono la stessa cosa. Anzi, qualora ci fosse un prete deciso nel dare la vita obbedendo alla grazia ricevuta, ebbene, la città è sicuramente migliore. Detto questo, devo confessare che la solitudine della montagna, che ha per tutti bellezza e dolore insieme, l’ho sempre amata e ho imparato ad amarla sempre di più. Comunque, per me, il luogo dove vivere è obbedienza a Dio, attraverso le circostanze, prima l’appello dei fedeli; non sono io che scelgo, non l’ho mai fatto.



4. Perché, all’interno dei dibattiti e dei confronti di carattere religioso, gli unici ad essere tenuti distanti sono proprio coloro che vogliono vivere seriamente il Credo di Santa Romana Chiesa?



  In ogni dittatura bisogna censurare il passato. Nessuno deve sapere come era una volta, prima della dittatura che pretende di dare vita nuova al mondo. E le dittature dei “liberali” sono le peggiori. Quando lo schema dittatoriale entra nella Chiesa, la censura del passato viene addirittura dogmatizzata: “oggi la Chiesa ha una nuova coscienza, non potete tornare alle cose di una volta, anche se erano sante oggi non lo sono più, perché la coscienza della Chiesa fa la verità nell’oggi”, così mi sembra ragionino quasi tutti oggi. E questo è terribile. E’ la via più veloce per distruggere la Chiesa, come vediamo. Questi hanno accesso pressoché a tutti i mezzi di comunicazione, perché sono utili a “intrattenere”, fanno salotto, non si scontrano con il neo-paganesimo, parlano e parlano e nulla più.


  Ma basta che un bambino gridi che il re è nudo, che l’incantesimo della censura sul passato, in un istante, crolli. Allora, da parte nostra, meno “lagne” e più lavoro per fare il cristianesimo, secondo la responsabilità che oggettivamente Dio ha dato a ciascuno. Non c’è tempo da perdere: fai tutto quello che dipende da te perché la Chiesa sia più Cattolica e il mondo più Cristiano.



5. Che cosa reputa, oggi, maggiormente in crisi nella Chiesa?



  Il Sacerdozio. Con il Cristianesimo “ammodernato” non può stare in piedi, perché nella nuova religione il sacerdozio non ha più senso. È la terribile consumazione del Protestantesimo a casa nostra, cioè dentro il Cattolicesimo.



6. Che cosa può insegnare la Tradizione alla Chiesa del nostro tempo?



  Semplicemente il Cristianesimo, non deve fare altro. Il Cristianesimo non ridotto a qualcosa di quaggiù, come fa il Naturalismo imperante, il Cristianesimo fatto dalla Grazia di Dio. Il Cristianesimo che non si vergogna della Croce e quindi punta sulla Grazia. Il Cristianesimo che sa che la grazia è efficace e che quando incontra l’adesione dell’uomo produce una civiltà che non ha pari nella storia. La Tradizione insegna alla Chiesa che il Cristianesimo, per salvare molte anime, produce la Cristianità, cioè la società cristiana: ecco, la Chiesa di oggi, se vuol bene alle anime, deve smetterla di vergognarsi della Cristianità.



7. Che cosa può insegnare la Tradizione al patologico mondo contemporaneo, fatto di famiglie malate, di politiche malate, di culture-ideologie contrarie al diritto naturale e che non possiedono più riferimenti certi?



  La Tradizione ricorda a tutti che non si può far finta che non ci sia il Peccato Originale, quando si parla dell’uomo e della società. L’uomo non può salvarsi da solo, ha bisogno assoluto di Cristo, ha bisogno della Grazia. Non esiste un uomo sano senza la grazia che viene da Dio.


  E ricorda che la grazia di Dio, la grazia che Cristo ci comunica dalla Croce e che passa ordinariamente attraverso i sacramenti, può tutto. Allora non c’è nulla che possa impedire la santità, se l’uomo non la rifiuta. La Tradizione è il luogo più accogliente che esista, perché vive del primato della vita soprannaturale e dove c’è Dio tutto si ricompone nell’ordine.



8. Perché una persona “tradizionale” dovrebbe vivere meglio di una persona “moderna”?



  Perché non poggia la vita su di sé, ma su Dio. Occorre vivere sempre cercando la grazia di Dio,  gioiosi di compiere tutto per la sua Gloria. La Tradizione è un cammino di semplicità: Dio è tutto, e allora vivo per Lui. Vivere come i monaci più veri, come San Benedetto, perché il monaco è semplicemente il Cristiano.



9. Di fronte a tanti individui che annaspano nelle fatiche quotidiane e consumano i loro giorni negli affanni di un’esistenza senza senso, con domande che non trovano riposte, potrebbe indicare qual è la bellezza della vita e qual è la bellezza della morte?



  La vita e la morte diventano belle se riconosci e vivi l’appartenenza che ti costituisce: tu sei di Dio e tutta la vita si risolve nel vivere dentro questo legame. E in Dio, in Nostro Signore Gesù Cristo, ti accorgi con stupore che tutto si tiene: scopri la profonda unità di tutto. La vita assume una coscienza profondissima e semplicissima, diventa sapienza. 
 Ma questo non si dà senza la Chiesa; ma la Chiesa non è un’appartenenza sociale orizzontale, la Chiesa è legame con Cristo, cioè Tradizione. E’ Tradizione perché quel legame con il Signore Gesù, attraverso gli apostoli, è ininterrotto e passa attraverso la certezza del sacramento. C’è qualcosa di più sconvolgentemente bello di questo? Tutto, in questo legame di grazia con Cristo, legame che è anche storico, trova il suo posto. Nulla è inutile. Se uno vuol vivere fuori da questo che è il disegno di Dio troverà solo pena e in ultimo morte. Ma Dio ci vuole dentro questa bellezza che è Lui.

LA LOCANDINA CON IL PROGRAMMA



Recensione del libro di Cristina Siccardi: 
"L'inverno della Chiesa dopo il Concilio Vaticano II
I mutamenti e le cause"
Sugarco Edizioni
[Estratto di un articolo di Piero Vassallo (Fonte: Riscossa Cristiana)]


 “Da alcune descrizioni si ha l’impressione che dopo il Vaticano II tutto sia cambiato e tutto quanto lo precede non sia più valido o lo sia solo alla luce del Vaticano II. … Ci domandiamo se la Chiesa di oggi sia davvero ancora la Chiesa di ieri, oppure se sotto di essa non sia stata fatta scivolare un’altra Chiesa, senza nemmeno chiederglielo” (Card. Joseph Ratzinger)

 Cristina Siccardi è autrice di un avvincente, documentato e sempre equilibrato saggio sulle cause nascoste della crisi cattolica in atto. Eloquente titolo della pregevole opera della nota studiosa torinese è “L’inverno della Chiesa dopo il Vaticano II“. Il libro di Siccardi, si segnala e si raccomanda per l’eccezionale volume e varietà delle fonti.

 Secondo il condivisibile giudizio dell’autrice, il contributo decisivo all’identificazione delle cause dell’inverno calato sulla Chiesa cattolica fu conferito dal padre domenicano Roger-Thomas Calmel (1914-1975), autore di un fondamentale saggio, “Teologia della storia“, pubblicato tempestivamente nel 1965, anno della chiusura del Vaticano II. Padre Calmel ruppe il silenzio attonito e impaurito dei cardinali e dei vescovi, i quali (uniche eccezioni Ottaviani e Ruffini) udirono il suono sgradevole della disarmonia squillante nell’aula del Vaticano II, ma tacquero, per pusillanimità, per malintesa devozione al papato o per nascosta e alta ambizione. Indirizzata dalla teologia di padre Calmel, Siccardi risale alla vera causa del disorientamento clericale: la trionfante ideologia liberale.

 Siccardi conclude auspicando un cattolicesimo capace di contrastare l’errore, che intossica la società liberale/libertina: “I cattolici dovrebbero essere più pronti, più attenti e più dinamici nel combattere gli errori e le aberrazioni del mondo laicista, radicale e dissacrante; dovrebbero essere più onesti e più coerenti con se stessi, con i loro fratelli in Cristo, dei quali sono in qualche modo responsabili e, soprattutto, di fronte all’Onnipotente: c’è un mondo che profana e calpestai diritti di Dio … si fa tanto rumore per reclamare i propri diritti, reali o presunti, e poi si ignorano quelli più essenziali, perché appartengono alla vita eterna”.


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"Rosario Rachele"   28 Dicembre: Festa dei Santi Innocenti

La ninfea.Un fiore di bellezza unica, delicata ma tenace. Nata nel buio, ha le sue radici nel fango, ma cresce sempre verso la luce. Nella sua piena fioritura galleggia sulle acque scure, raggiante,  piena di grazia e colore, mostrando a tutti la sua bellezza, la sua purezza. Avendo superato una crescita lenta e difficile, la ninfea testimonia la Speranza e la Luce.

L'aborto volontario.
Una esperienza dolorosa, spesso vissuta nel buio della segretezza e della vergogna. 
Un'esperienza che spesso ha le sue radici in un fango di conflitti e minacce, paure e pressioni, abbandoni compiuti o temuti.Un'esperienza di morte, nascosta però da tanti eufemismi (interruzione "volontaria", "scelta" personale, "applicazione della Legge") che poco riflettono la realtà della donna-madre che percepisce come triste dovere personale, sociale o familiare
 il tragico gesto che compie.
Il dolore nell'animo della persona che ha vissuto l'aborto è un dolore naturale, anche se sembra proibito. 
E' un dolore spesso taciuto che ha un grande bisogno di essere espresso. Insomma, è un lutto da elaborare.
Ma a chi ci si può rivolgere con questo lutto? Dove si trovano le persone compassionevoli e affidabili a cui esprimere i propri sentimenti invece di reprimerli?


Tali amiche e tali compagni li troverete nei Progetto Rachele
 che si stanno sviluppando in tutta Italia. Queste sono persone formate per accompagnare 
le persone post-abortive nel cammino verso la speranza e la guarigione dopo il trauma di aver perso un figlio con l'aborto. Accompagnato da questi volontari, in un ambiente di assoluta riservatezza e rispetto, l'animo coraggioso può fare un lento percorso di rinascita e di crescita, emergendo dal dolore taciuto verso una espressione della propria esperienza ed una elaborazione del lutto per il bambino che non c'è più.

L'aborto ti cambia.
 Lascia sempre le sue tracce. Se nella tua vita queste sono tracce di dolore, speriamo che questo sito internet possa aiutarti a non fare da sola/o il percorso di recupero e risanamento.



Questo sito web non è un sito di consulenza psicoterapeutica professionale, nè deve sostituire la consulenza di un professionista abilitato.
A volte l'esperienza di un aborto può creare intense emozioni che
 forse non potete gestire adeguatamente da soli. In caso di necessità
 rivolgetevi ad un professionista abilitato.

© 2008-2013 Monika Rodman, Progetto Rachele. Tutti i diritti riservati.

Tu prova a recità ‘n’ Ave Maria.




Quand’ero ragazzino, mamma mia 
me diceva: “Ricordati fijolo, 
quando te senti veramente solo 
tu prova a recità ‘n’ Ave Maria. 
L’anima tua da sola spicca er volo 
e se solleva, come pe’ maggìa”. 

Ormai so’ vecchio, er tempo m’è volato; 
da un pezzo s’è addormita la vecchietta, 
ma quer consijo nun l’ho mai scordato. 
Come me sento veramente solo 
io prego la Madonna benedetta 
e l’anima da sola pija er volo! 

Tre sono i grandi poeti romaneschi, Belli, Pascarella e Carlo Alberto 
Salustri in arte Trilussa. Anagramma del suo cognome, pubblica la 
sua prima opera giovanissimo nel 1889 “le stelle di Roma”. Aveva 
collaborato in precedenza con il giornale “Rugantino”. Avrà altre 
collaborazioni a vari giornali, quali “Don Chisciotte”, il “Capitan 
Fracassa” e il “Il Messaggero”. Attraversa con la sua vita 50 anni di 
storia Italiana e romana, arrivando al termine della sua ad essere 
nominato Senatore a vita dal Presidente della Repubblica Luigi 
Einaudi il 1° dicembre 1950, morirà il 21 dicembre 1950. 

Giovanni Paolo I nell’udienza del mercoledì 13 settembre 1978, cita una 
poesia di Trilussa, per parlare della Fede Cristiana dal punto di vista 
teologico.