mercoledì 12 giugno 2013

"SE PERDONA MUCHO A QUIEN AMA MUCHO"

"SE PERDONA MUCHO A QUIEN AMA 
MUCHO"






Jesús me dice ahora: 

LO QUE HIZO BAJAR LA CABEZA AL FARISEO 
Y A SUS COMPAÑEROS, 
COSA QUE NO APARECE EN EL EVANGELIO 
SON LAS PALABRAS QUE MI ESPÍRITU A TRAVÉS DE MI MIRADA, 
DIRIGIÓ CUAL SAETAS EN AQUELLA ALMA SECA Y VORAZ. 

"Lo que hizo bajar la cabeza al fariseo y a sus compañeros, cosa que no aparece en el Evangelio son las palabras que mi espíritu a través de mi mirada, dirigió cual saetas en aquella alma seca y voraz. Respondí más de lo que se me había preguntado, porque nada se me ocultaba de los pensamientos humanos. El entendió mi mudo lenguaje, que contenía mayores reproches que los que pudiesen haber tenido mis palabras.

EN VERDAD TE DIGO, OH FARISEO, 
QUE ENTRE AQUELLA QUE ME AMA CON SU JUVENTUD PURA 

Y ESTA QUE ME AMA CON SU SINCERA CONTRICIÓN DE UN CORAZÓN
 QUE HA VUELTO A NACER A LA GRACIA, 
NO HAGO NINGUNA DIFERENCIA; 

Y AL QUE ES PURO Y A LA ARREPENTIDA LES DOY EL ENCARGO DE
 COMPRENDER MI PENSAMIENTO COMO NO LO HE HECHO CON NADIE.



ELLA SE HONRARÁ EN DAR EL ÚLTIMO TRIBUTO DE HONOR 
A MI CUERPO, 

Y RECIBIRÁ EL PRIMER SALUDO DESPUÉS DE MI RESURRECCIÓN,
 DESPUÉS DE MI MADRE

Le dije: "No. No hagas insinuaciones perversas para justificarte tú mismo ante tus ojos. Yo no tengo tu ansia sexual. Esta no ha venido a Mí porque el sexo la haya traído. No soy como tú ni como tus compañeros. Ha venido a Mí porque mi mirada y mis palabras, que por casualidad oyó, le iluminaron su alma, en la que la lujuria había creado tinieblas. Y ha venido porque quiere vencer los sentidos, y comprende, que siendo una pobre creatura, por sí misma no puede lograrlo. Ama en Mí el espíritu, no más que el espíritu que siente sobrenaturalmente bueno. Después de tantos males que recibió de todos vosotros, que habéis disfrutado de su debilidad, y que le habéis pagado los azotes del desprecio, viene a Mí, porque siente haber encontrado el bien, la alegría, la paz, que inútilmente buscó entre las pompas del mundo. Cúrate de esta lepra tuya que tienes en el alma, fariseo hipócrita. Aprende a juzgar rectamente las cosas. Despójate de la soberbia de tu inteligencia y de la lujuria de la carne. Estas son las lepras más hediondas de vuestras personas. Puedo curaros de la lepra del cuerpo, si me lo pedís, pero de la lepra del espíritu, no, porque no queréis curaros, porque os gusta. Esta quiere curarse. Y mira que la limpio, mira que le quito las cadenas de su esclavitud. La pecadora está muerta. Está ahí, en aquellos adornos de los que se avergüenza de ofrecerlos para que los santifique al usarlos en las necesidades mías y de mis discípulos, en las de los pobres que socorro con lo superfluo de los demás, porque Yo, el Señor del universo, no poseo nada, ahora que soy el Salvador del hombre. Ella está ahí en ese perfume derramado a mis pies, que ha usado, como ha usado sus cabellos, en la parte de mi cuerpo a la que no te dignaste dar un poco de agua fresca de tu pozo, a pesar de haber caminado tanto para traerte a ti también la luz. La pecadora está muerta. Ha renacido María. Es bella como una niña púdica. Se ha lavado con el llanto. En verdad te digo, oh fariseo, que entre aquella que me ama con su juventud pura y esta que me ama con su sincera contrición de un corazón que ha vuelto a nacer a la gracia, no hago ninguna diferencia; y al que es puro y a la arrepentida les doy el encargo de comprender mi pensamiento como no lo he hecho con nadie. Ella se honrará en dar el último tributo de honor a mi cuerpo, y recibirá el primer saludo después de mi resurrección, después de mi Madre". Esto fue lo que quise decirle al fariseo con mi mirada.

TAMBIÉN EN BETANIA, MARÍA REPITIÓ ESTO MISMO 
QUE FUE EL AMANECER DE SU REDENCIÓN. 

HAY ACCIONES PERSONALES QUE SE REPITEN 
Y MUESTRAN A LAS CLARAS EL GENIO DE LA PERSONA.

 GESTOS INCONFUNDIBLES.

A ti te hago notar una cosa, para alegría tuya y alegría de muchos. También en Betania, María repitió esto mismo que fue el amanecer de su redención. Hay acciones personales que se repiten y muestran a las claras el genio de la persona. Gestos inconfundibles. Pero en Betania, pues justo era, su acción no fue igual en todo a la de acá, sino más amigable dentro de su reverencia y adoración.
María ha caminado mucho desde aquel amanecer de su redención. Mucho. El amor la ha arrebatado cual torbellino hacia arriba y hacia adelante. El amor la ha consumado como una hoguera, destruyendo en ella la carne impura y haciendo en ella un espíritu purificado. Y María, cambiada con su dignidad de resucitada, como cambiada está también en sus vestidos, que son sencillos como los de mi Madre, con su arreglo, mirada, actitud, palabras, tiene un nuevo modo de honrarme. Toma el último de sus pomos de perfume que ha conservado para Mí, y me lo esparce sobre los pies, sin llorar, con una mirada alegre que el amor y la seguridad de haber sido perdonada y salvada la hacen, y me lo esparce sobre la cabeza. Puede ahora tocarme la cabeza. El arrepentimiento y el amor la han limpiado con el fuego de los serafines y ella es un serafín.

NO COMPRENDÉIS, POBRES ALMAS CUÁNTO OS AME EL 
SALVADOR. 

NO TENGÁIS MIEDO DE MÍ. VENID CON CONFIANZA, CON 
VALOR.

OS ABRO EL CORAZÓN Y LOS BRAZOS.

Dítelo a ti misma, María, mi pequeña "voz", dilo a las almas. Ve. Dilo a las almas que no se atreven a venir a Mí porque se sienten culpables. Mucho, mucho se ha perdonado a quien mucho ama. A quien mucho me ama. No comprendéis, pobres almas cuánto os ame el Salvador. No tengáis miedo de Mí. Venid con confianza, con valor. Os abro el corazón y los brazos.
Acuérdate siempre de lo siguiente: "No hago ninguna diferencia entre el que me ama con su pureza íntegra y el que me ama con su sincera contrición de un corazón que ha renacido a la gracia. Soy el Salvador. Acuérdate siempre de esto.
Ve en paz. Te bendigo."
IV. 594-596

Gesù Cristo il Salvatore
A. M. D. G.

S. MARIA MAGDALENA EN LA CASA DE SIMÓN EL FARISEO

LA MAGDALENA EN LA CASA DE SIMÓN 
EL FARISEO






Para consuelo de mi mucho sufrir y para hacerme olvidar la maldad de los hombres, Jesús me concede esta bellísima visión.

DESCRIPCIÓN DE LA SALA DONDE SE CELEBRA EL BANQUETE

Estoy viendo una sala riquísima. Una lámpara con muchos quemadores arde en el centro. Las paredes están cubiertas con tapices bellísimos. Los asientos tienen incrustaciones y adornos de marfil y láminas preciosas. Los muebles son muy bonitos.
En el centro hay una mesa grande, cuadrada y que consta de cuatro mesas unidas. La mesa está preparada de modo que puedan estar a ella muchos convidados (todos hombres) y está cubierta con manteles muy preciosos y muy buena vajilla. Hay jarras y copas de mucho valor. Muchos criados van y vienen trayendo los manjares y sirviendo los vinos. En el centro del cuadrado no hay nadie. El pavimento está limpísimo. En él se refleja el candelero de aceite. Por la parte afuera del cuadrado hay lechos-asientos, que ocupan los convidados.
En la parte más retirada de la puerta, está el dueño de la casa con los invitados más importantes. Es un hombre ya de edad. Viste una túnica ceñido con una faja hermosamente recamada. En el cuello, en las mangas, en los bordes del mismo vestido se ven como cintas bordadas o galones, si uno cree mejor. La cara de este vejete no me gusta. Es una cara de hombre malo, frío, soberbio y codicioso.
En el lado opuesto, enfrente de él, está mi Jesús. Lo veo de lado, y diría mejor, por detrás, por las espaldas. Trae su acostumbrado vestido blanco, sus sandalias, y sus cabellos partidos en dos en la frente, y largos como de costumbre.
Noto que tanto Jesús como los comensales no se sientan, como yo me imaginaba que se sentarían sobre esta especie de sofás, esto es, perpendicularmente a la mesa, sino paralelamente a ella. En la visión de las nupcias de Caná no puse mucha atención a este particular. Había visto que comían apoyados sobre el codo izquierdo, pero me parecía que no estaban muy cómodos, porque los lechos no eran muy lujosos y eran mucho más cortos. estos son verdaderos lechos. Se parecen a los modernos divanes turcos.
Cerca de Jesús está Juan, y teniendo en cuenta que Jesús está apoyado sobre el codo izquierdo (como todos), Juan está entre la mesa y el cuerpo del Señor. Su codo está a la altura de la ingle del Señor, de modo que no le estorba comer, sino que antes bien le permite, si quiere, apoyarse confiadamente sobre su pecho.
No hay ninguna mujer. Todos hablan y el dueño de la casa de cuando en cuando se dirige, con exagerada condescendencia y con muestras claras de benignidad a Jesús. Es claro que quiere demostrarle y demostrar a todos los presentes que le ha hecho un gran honor en haberlo invitado en su rica casa, a él, el pobre profeta a quien se le toma por un poco exaltado...
Veo que Jesús corresponde a las cortesías. Elegantemente sonríe a quien le pregunta. Su sonrisa está llena de luz cuando Juan le habla o le ve.

ENTRA MARÍA MAGDALENA EN LA SALA DEL BANQUETE Y SE 
ARRODILLA ANTE JESÚS...

Veo que se abre la rica cortina que cubre el hueco de la puerta y que entra una mujer joven, hermosísima, vestida muy ricamente y peinada con sumo esmero. Su cabellera rubia es un adorno de pelluzgones artísticamente entrelazados. Parece como si trajese un yelmo de oto, pues así resplandece su abundante cabellera. Su vestido, si lo comparo con el que veo que siempre trae la Virgen María, podrá asegurar que es muy excéntrico y variado. Broches en las espaldas, joyas que sostienen los pliegues a la altura del pecho, cadenas de oro para hacer resaltar el pecho, faja con bullones de oro y piedras preciosas. Un vestido provocativo que hace resaltar los contornos de su bellísimo cuerpo. En la cabeza trae un tocado tan ligero que...no cubre nada; es algo que se viene a agregar a sus adornos. Sus pies calzan sandalias con broches de oro, de piel roja y con correas entrelazadas sobre el tobillo.
Todos se voltean a verla, menos Jesús. Juan la mira un instante, y luego se vuelve a Jesús. Los demás la miran con aparente y maligna complacencia. La mujer no los mira para nada y ni se preocupa del murmullo que se levantó cuando entró y del guiñeo de ojos que se hacen todos, menos Jesús y el discípulo. Jesús hace como si no cayese en la cuenta. Continúa hablando al dueño de la casa.
La mujer se dirige a Jesús. Se arrodilla a sus pies. Deposita al suelo una especie de jarra muy barriguda. Se levanta el velo y deja ver el broche precioso que sostiene los cabellos. Se quita los anillos de los dedos y pone todo sobre el lecho-asiento que está cerca de los pies de Jesús, y luego toma entre sus manos los pies, primero del derecho, luego el izquierdo, y desata las sandalias. Las pone en el suelo, luego besa con un gran llanto los pies. Apoya contra ellos su  frente, los acaricia y las lágrimas caen como una lluvia torrencial, que brilla al resplandor de la lámpara, y bañan esos pies adorados.

JESÚS LENTAMENTE VUELVE SU CABEZA. 
SU MIRADA AZUL SE DETIENE POR UN INSTANTE 
SOBRE AQUELLA CABEZA INCLINADA. 

UNA MIRADA QUE ABSUELVE. 
LUEGO VUELVE A MIRAR AL CENTRO. 
LA DEJA QUE LIBREMENTE SE DESAHOGUE.

Jesús lentamente vuelve su cabeza. Su mirada azul se detiene por un instante sobre aquella cabeza inclinada. Una mirada que absuelve. Luego vuelve a mirar al centro. La deja que libremente se desahogue.
Pero los otros no. Entre sí se mofan de ella, se guiñan los ojos, se ríen sarcásticamente. El fariseo se endereza un momento para ver mejor, y su mirada refleja un deseo, un tormento, una ironía. Refleja un deseo por la mujer. esto se le nota a las claras. Refleja un tormento, porque sin pedir permiso entró, cosa que podría dar qué decir a los demás, que la mujer frecuenta su casa. Refleja una ironía para Jesús...
Pero la mujer no se preocupa de nada. Continúa llorando con todas sus fuerzas, sin grito alguno. Sus lágrimas se mezclan con profundos suspiros. Luego se despeina. Se quita las peinetas de oro que sostenían el complicado peinado, y las pone junto a los anillos y al broche. Las guedejas de oro caen sobre las espaldas. Las toma con ambas manos, las pone en su pecho y las pasa sobre los pies bañados de Jesús, hasta que los ve secos. Luego mete los dedos en el pomo y saca una pomada ligeramente amarilla y olorosísima. Un aroma que tiene de lirio y de tuberosas se extiende por toda la sala. La mujer introduce una y otra vez los dedos, y extiende la pomada, y besa y acaricia los pies.
Jesús de cuando en cuando la mira con amorosa piedad. Juan se ha volteado sorprendido al oír el llanto Ahora mira a Jesús, ahora al grupo, ahora a la mujer.
El rostro del fariseo es cada vez más ceñudo. Oigo las palabras que refiere el Evangelio y las oigo acompañadas con un tono y una mirada que hacen bajar la cabeza al viejo envidioso.

OIGO LAS PALABRAS DE ABSOLUCIÓN QUE DICE A LA MUJER 
QUE ABANDONA A LOS PIES DE JESÚS SUS JOYELES.

Oigo las palabras de absolución que dice a la mujer que abandona a los pies de Jesús sus joyeles. Se ha echado encima el velo, cubriendo de este modo su cabellera despeinada. Jesús cuando le dice: "Vete en paz" le pone por un momento, pero con gesto benignísimo la mano sobre la cabeza inclinada.
IV. 591-594
Gesù Cristo il Salvatore


"SE PERDONA MUCHO A QUIEN AMA 
MUCHO"






Jesús me dice ahora: 

LO QUE HIZO BAJAR LA CABEZA AL FARISEO 
Y A SUS COMPAÑEROS, 
COSA QUE NO APARECE EN EL EVANGELIO 
SON LAS PALABRAS QUE MI ESPÍRITU A TRAVÉS DE MI MIRADA, 
DIRIGIÓ CUAL SAETAS EN AQUELLA ALMA SECA Y VORAZ. 

"Lo que hizo bajar la cabeza al fariseo y a sus compañeros, cosa que no aparece en el Evangelio son las palabras que mi espíritu a través de mi mirada, dirigió cual saetas en aquella alma seca y voraz. Respondí más de lo que se me había preguntado, porque nada se me ocultaba de los pensamientos humanos. El entendió mi mudo lenguaje, que contenía mayores reproches que los que pudiesen haber tenido mis palabras.

EN VERDAD TE DIGO, OH FARISEO, 
QUE ENTRE AQUELLA QUE ME AMA CON SU JUVENTUD PURA 

Y ESTA QUE ME AMA CON SU SINCERA CONTRICIÓN DE UN CORAZÓN
 QUE HA VUELTO A NACER A LA GRACIA, 
NO HAGO NINGUNA DIFERENCIA; 

Y AL QUE ES PURO Y A LA ARREPENTIDA LES DOY EL ENCARGO DE
 COMPRENDER MI PENSAMIENTO COMO NO LO HE HECHO CON NADIE.



ELLA SE HONRARÁ EN DAR EL ÚLTIMO TRIBUTO DE HONOR 
A MI CUERPO, 

Y RECIBIRÁ EL PRIMER SALUDO DESPUÉS DE MI RESURRECCIÓN,
 DESPUÉS DE MI MADRE

Le dije: "No. No hagas insinuaciones perversas para justificarte tú mismo ante tus ojos. Yo no tengo tu ansia sexual. Esta no ha venido a Mí porque el sexo la haya traído. No soy como tú ni como tus compañeros. Ha venido a Mí porque mi mirada y mis palabras, que por casualidad oyó, le iluminaron su alma, en la que la lujuria había creado tinieblas. Y ha venido porque quiere vencer los sentidos, y comprende, que siendo una pobre creatura, por sí misma no puede lograrlo. Ama en Mí el espíritu, no más que el espíritu que siente sobrenaturalmente bueno. Después de tantos males que recibió de todos vosotros, que habéis disfrutado de su debilidad, y que le habéis pagado los azotes del desprecio, viene a Mí, porque siente haber encontrado el bien, la alegría, la paz, que inútilmente buscó entre las pompas del mundo. Cúrate de esta lepra tuya que tienes en el alma, fariseo hipócrita. Aprende a juzgar rectamente las cosas. Despójate de la soberbia de tu inteligencia y de la lujuria de la carne. Estas son las lepras más hediondas de vuestras personas. Puedo curaros de la lepra del cuerpo, si me lo pedís, pero de la lepra del espíritu, no, porque no queréis curaros, porque os gusta. Esta quiere curarse. Y mira que la limpio, mira que le quito las cadenas de su esclavitud. La pecadora está muerta. Está ahí, en aquellos adornos de los que se avergüenza de ofrecerlos para que los santifique al usarlos en las necesidades mías y de mis discípulos, en las de los pobres que socorro con lo superfluo de los demás, porque Yo, el Señor del universo, no poseo nada, ahora que soy el Salvador del hombre. Ella está ahí en ese perfume derramado a mis pies, que ha usado, como ha usado sus cabellos, en la parte de mi cuerpo a la que no te dignaste dar un poco de agua fresca de tu pozo, a pesar de haber caminado tanto para traerte a ti también la luz. La pecadora está muerta. Ha renacido María. Es bella como una niña púdica. Se ha lavado con el llanto. En verdad te digo, oh fariseo, que entre aquella que me ama con su juventud pura y esta que me ama con su sincera contrición de un corazón que ha vuelto a nacer a la gracia, no hago ninguna diferencia; y al que es puro y a la arrepentida les doy el encargo de comprender mi pensamiento como no lo he hecho con nadie. Ella se honrará en dar el último tributo de honor a mi cuerpo, y recibirá el primer saludo después de mi resurrección, después de mi Madre". Esto fue lo que quise decirle al fariseo con mi mirada.

TAMBIÉN EN BETANIA, MARÍA REPITIÓ ESTO MISMO 
QUE FUE EL AMANECER DE SU REDENCIÓN. 

HAY ACCIONES PERSONALES QUE SE REPITEN 
Y MUESTRAN A LAS CLARAS EL GENIO DE LA PERSONA.

 GESTOS INCONFUNDIBLES.

A ti te hago notar una cosa, para alegría tuya y alegría de muchos. También en Betania, María repitió esto mismo que fue el amanecer de su redención. Hay acciones personales que se repiten y muestran a las claras el genio de la persona. Gestos inconfundibles. Pero en Betania, pues justo era, su acción no fue igual en todo a la de acá, sino más amigable dentro de su reverencia y adoración.
María ha caminado mucho desde aquel amanecer de su redención. Mucho. El amor la ha arrebatado cual torbellino hacia arriba y hacia adelante. El amor la ha consumado como una hoguera, destruyendo en ella la carne impura y haciendo en ella un espíritu purificado. Y María, cambiada con su dignidad de resucitada, como cambiada está también en sus vestidos, que son sencillos como los de mi Madre, con su arreglo, mirada, actitud, palabras, tiene un nuevo modo de honrarme. Toma el último de sus pomos de perfume que ha conservado para Mí, y me lo esparce sobre los pies, sin llorar, con una mirada alegre que el amor y la seguridad de haber sido perdonada y salvada la hacen, y me lo esparce sobre la cabeza. Puede ahora tocarme la cabeza. El arrepentimiento y el amor la han limpiado con el fuego de los serafines y ella es un serafín.

NO COMPRENDÉIS, POBRES ALMAS CUÁNTO OS AME EL 
SALVADOR. 

NO TENGÁIS MIEDO DE MÍ. VENID CON CONFIANZA, CON 
VALOR.

OS ABRO EL CORAZÓN Y LOS BRAZOS.

Dítelo a ti misma, María, mi pequeña "voz", dilo a las almas. Ve. Dilo a las almas que no se atreven a venir a Mí porque se sienten culpables. Mucho, mucho se ha perdonado a quien mucho ama. A quien mucho me ama. No comprendéis, pobres almas cuánto os ame el Salvador. No tengáis miedo de Mí. Venid con confianza, con valor. Os abro el corazón y los brazos.
Acuérdate siempre de lo siguiente: "No hago ninguna diferencia entre el que me ama con su pureza íntegra y el que me ama con su sincera contrición de un corazón que ha renacido a la gracia. Soy el Salvador. Acuérdate siempre de esto.
Ve en paz. Te bendigo."
IV. 594-596
Gesù Cristo il Salvatore
A. M. D. G.

LITANIE A SANT' ANTONIO DA PADOVA

S. Antonio, 
martello degli eretici, giglio di purezza, 
prega per noi!


pregiatissimo simulacro di F. Cifariello - 1922 - venerato in Castelvetere (Av)


LITANIE A SANT' ANTONIO DA PADOVA

Signore, pietà Signore, pietà
Cristo, pietà Cristo pietà
Signore, pietà Signore pietà
Cristo, ascoltaci Cristo ascoltaci
Cristo, esaudiscici Cristo esaudiscici
Padre celeste, Dio abbi pietà di noi
Figlio redentore del mondo,Dio abbi pietà di noi
Spirito Santo, Dio abbi pietà di noi
Santa Trinità, unico Dio abbi pietà di noi

Santa Maria prega per noi
S. Madre di Dio prega per noi
Santa Vergine delle vergini prega per noi
Sant'Antonio: martire di desiderio prega per noi
Sant'Antonio: sublime per contemplazione prega per noi
Sant'Antonio: esempio di semplicità prega per noi
Sant'Antonio: esempio di castità prega per noi
Sant'Antonio: esempio di mitezza prega per noi
Sant'Antonio: ricco di prudenza prega per noi
Sant'Antonio: ricco di temperanza prega per noi
Sant'Antonio: ricco di fortezza prega per noi
Sant'Antonio: fervido nella carità prega per noi
Sant'Antonio: generoso nell'amore prega per noi
Sant'Antonio: amante della pace prega per noi
Sant'Antonio: nemico dei vizi prega per noi
Sant'Antonio: disprezzatore della vanità prega per noi
Sant'Antonio: modello di ogni virtù prega per noi
Sant'Antonio: gemma dei confessori prega per noi
Sant'Antonio: predicatore insigne del Vangelo prega per noi
Sant'Antonio: predicatore della grazia prega per noi
Sant'Antonio: apostolo di ogni virtù prega per noi
Sant'Antonio: dottore evangelico prega per noi
Sant'Antonio: dottore della verità prega per noi
Sant'Antonio: arca del testamento prega per noi
Sant'Antonio: vincitore del demonio prega per noi

Sant'Antonio: mirabile operatore di miracoli prega per noi
Sant'Antonio: protettore delle cose perdute prega per noi
Sant'Antonio: potente contro la lebbra prega per noi
Sant'Antonio: potente contro ogni infermità prega per noi
Sant'Antonio: potente contro la morte prega per noi
Sant'Antonio:  consolatore degli afflitti prega per noi
Sant'Antonio: emulo del Padre S. Francesco prega per noi
Sant'Antonio: immagine di Gesù Cristo prega per noi
Sant'Antonio: gloria del Portogallo prega per noi
Sant'Antonio: letizia dell'Italia prega per noi
Sant'Antonio: onore della Chiesa prega per noi

Agnello di Dio, che togli i peccati del mondo,
perdonaci, o SignoreAgnello di Dio, che togli i peccati del mondo,
esaudiscici, o SignoreAgnello dì Dio, che togli i peccati del mondo,
abbi pietà di noi

V. Ora pro nobis, beate Antoni,
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi. 

Oremus. Ecclesiam tuam, Deus, beati Antonii Confessoris tui commemoratio votiva laetificet, ut spiritualibus semper muniatur auxiliis et gaudiis perfrui mereatur aeternis. Per Christum Dominum nostrum. Amen 


AMDG et DVM

martedì 11 giugno 2013

San Giovanni Apostolo . « Iste custos Virginis - « Costui è il custode della Vergine »



LA FESTA DI S. GIOVANNI APOSTOLO ED EVANGELISTA
e gli omaggi di santa Gertrude



Un giorno, durante l'Avvento, mentre Geltrude pregava l'Apostolo ed evangelista S. Giovanni, lo vide avvolto in un paludamento giallo, cosparso di aquile d'oro. Quegli abiti volevano significare che S. Giovanni, durante la sua vita mortale, benchè elevato in altissime sfere per l'estasi della contemplazione, pure aveva saputo abbassarsi nella valle profonda di una convinta umiltà. 

Osservando più attentamente quegli abiti, Geltrude si accorse che le aquile d'oro erano adorne di un bordo rosso. Quel colore significava che S. Giovanni, per elevarsi nella contemplazione, prendeva sempre, come punto di partenza, il ricordo della Passione di Gesù di cui era stato testimonio oculare, soffrendo nell'intimo del cuore, compassione fervidissima. Così, salendo di grado in grado, trasvolava fino alle più sublimi altezze della mistica e là fissava, col suo sguardo d'aquila, il centro del vero Sole, cioè la Maestà divina. 

Egli portava anche due gigli d'oro: uno sulla spalla destra, l'altro sulla sinistra; su quello di destra erano mirabilmente incise queste parole: « Discipulus quem diligebat Jesus - Il discepolo che Gesù amava»; su quello di sinistra queste altre: « Iste custos Virginis - « Costui è il custode della Vergine ». Prove evidenti che Giovanni fu prediletto da Gesù e custode del giglio purissimo del cielo, cioè della Vergine Madre.


Giovanni portava anche un magnifico ornamento sul petto, per ricordare il privilegio avuto di riposare alla Cena sul dolcissimo petto di Gesù; su di esso erano incise, a caratteri d'oro brillante, queste lettere: « In principio erat Verbum » per indicare la forza vigorosa con cui inizia il suo Vangelo. Geltrude chiese al Signore: « Perchè mai, amorosissimo Gesù, presenti a me indegna il tuo prediletto discepolo? ». Rispose l'amabile Maestro: « Voglio stabilire fra te e Lui una amicizia tutta speciale; poichè non hai nessun Apostolo che ti sia protettore, ti accordo S. Giovanni come tuo fedele Patrono presso di me in cielo ». 

Riprese ella: « Insegnami, dolcissimo Salvatore, quale omaggio potrò renderGli, per essere a Lui gradita ». « Chiunque vorrà rendersi propizio questo apostolo - riprese Gesù - potrà dire ogni giorno un Pater Noster in onor suo per ricordargli i sentimenti di dolce fedeltà che irradiarono dal suo cuore quando insegnai quella preghiera, onde ottenere la grazia di perseverare nel mio amore fino alla morte ».


Nella solennità delle stesso Apostolo, mentre Geltrude assisteva con maggior divozione a Mattutino, il discepolo che Gesù tanto teneramente amava, (e che perciò deve essere da tutti particolarmente amato), le apparve colmandola di tenerezza. Ella gli raccomandò parecchie Consorelle che si erano affidate alle sue preghiere: il Santo ricevette benevolmente i voti di tutti, dicendo: « Io assomiglio al mio Signore, amo quelli che mi amano ». Geltrude insistette: « Quale grazia potrò io ottenere in questa dolce solennità? ». Rispose il Santo: « Vieni meco, tu che sei l'eletta del mio Dio. Riposiamo insieme sul seno di Gesù, dove sono racchiusi i tesori tutti del cielo ». Così dicendo la condusse davanti al Redentore e la dispose in modo che il capo di Geltrude riposasse alla destra, ed il suo alla sinistra del petto di Gesù.


Mentre entrambi riposavano soavemente sul Cuore divino, Giovanni, segnando con rispettosa tenerezza il petto di Gesù Cristo, disse: « Ecco il Santo dei Santi che a se attrae tutto il bene del cielo e della terra ». Allora Geltrude chiese a Giovanni perchè mai avesse scelto il lato sinistro, lasciando a lei il destro. Gli rispose: « Ho scelto la parte sinistra, perchè, avendo vinto le battaglie della vita, sono diventato un unico spirito con Dio, e posso penetrare là, dove non può giungere la carne. Ti ho posta all'apertura del divin Cuore, perchè, vivendo tu ancora in terra, non avresti potuto penetrare i segreti nascosti ai aviatori mentre là, ti sarà facile attingere la dolcezza e le consolazioni che la forza del divino amore diffonde continuamente su coloro che ne mostrano il desiderio ».

Intanto i battiti del Cuore di Gesù rapivano l'anima di Geltrude. « O prediletto del Signore », chiese ella a S. Giovanni, « questi palpiti armoniosi che allietano tanto l'anima mia, letiziarono anche la tua quando riposasti, durante la Cena, sul petto del Salvatore? ». « Sì, li sentii e la soavità loro passò l'anima mia fino alla midolla, come il profumato idromele impregna della sua dolcezza un morsello di pane fresco; di più l'anima mia divenne ardente, come vaso posto su di un fuoco violento ». 

Riprese Geltrude: « Come mai dunque, nel Vangelo, hai lasciato solo intravvedere i segreti amorosi del Cuore di Cristo, celando sotto silenzio quello che pure avrebbe servito per il profitto delle anime? ». Rispose egli: « Il mio ministero, in quei primi tempi della Chiesa, doveva limitarsi a dire sul Verbo divino, Figlio eterno del Padre, poche altissime parole che l'intelligenza umana potesse sempre meditare, senza mai esaurirne la ricchezza; agli ultimi tempi era riservata la grazia di sentire la dolce eloquenza dei battiti del Cuore di Gesù. A questa intuizione suprema il mondo invecchiato ringiovanirà, si scuoterà dal torpore e verrà infiammato dal fuoco del divino amore ».

Mentre Geltrude ammirava la bellezza di S. Giovanni, il quale le era apparso riposando sul petto del Signore, sentì queste parole a lei dirette dall'Apostolo prediletto: « Io mi sono sempre mostrato a te, sotto la forma che avevo in vita, quando riposavo sul seno del Salvatore, mio unico Amico e sommo bene. Se tu vuoi, otterrò che tu mi veda tale e quale sono adesso in cielo, ove gusto le delizie della Divinità ».

Geltrude accettò il desiderato favore. Ben presto ella vide l'oceano immenso della Divinità, chiuso nel seno di Gesù; e in tale oceano scorse S. Giovanni, sotto forma di un'ape navigante, quasi piccolo pesce, con libero movimento e gioie ineffabili. Ella comprese pure che S. Giovanni si portava, di preferenza, ove la corrente della Divinità sfocia verso gli uomini.

L'Apostolo prediletto, inebbriato da quel torrente di gaudio, pareva far uscire dal suo cuore una specie. di cannula, dalle quali scorrevano abbondantemente su tutta la terra gocce di soavità divina. Erano l'emblema degli insegnamenti della sua dottrina salutare, e particolarmente del Vangelo: In principio erat Verbum.


Un'altra volta, ancora nella stessa festa, ella gustava delizie ineffabili, sentendo celebrare, con parole soavissime, l'integrità della verginità di S. Giovanni. Volgendosi all'insigne amico di Gesù, lo supplicò di ottenerle con le preghiere una custodia così delicata della castità, da poter associarsi nell'eterna vita, alle sue stesse lodi per la gloria di Dio. Geltrude ebbe da S. Giovanni questa risposta: « Per poter condividere il premio della vittoria, nell'eterna beatitudine, bisogna correre la mia stessa carriera durante la terrena vita ». 

Ed aggiunse: « Nel mio pellegrinaggio sulla terra, mi sono ricordato assai spesso della tenera familiarità con la quale l'amabilissimo Gesù mi ha guardato, ricompensando quel senso di candore che mi ha fatto abbandonare la sposa e rinunciare alle nozze per seguirlo. 
Fui poi sempre vigilante per non offendere nè con parole, nè con opere questa squisita virtù, così cara al mio adorato Maestro. 
Gli altri Apostoli si contentavano di evitare ciò che poteva essere sospetto, ma nel resto, agivano con una certa libertà. "Erant cum mulieribus et Maria, Matre Jesu" dicono gli atti degli Apostoli (Atti 1, 14). In quanto a me agivo con tale precauzione che, senza esimermi di sovvenire alle necessità corporali o spirituali delle donne, pure non ho mai cessato di circondarmi di riguardi; avevo l'abitudine, in questi casi, d'invocare la divina Bontà ed è appunto per questo che si canta di me: "In tribulatione invocasti me et exaudivi te" (Sal. LXXX, 8), perchè Il Signore non permise mai che il mio affetto ferisse la purezza di nessuno. Per ricompensarmi, l'amatissimo mio Maestro, volle che la virtù della castità fosse lodata più in me che in altri, e m'ha dato in cielo un posto di speciale dignità. Negli splendori fulgidissimi d'una gloria meravigliosa, ricevo direttamente con delizia inebbriante, l'irradiazione di quell'amore che è lo specchio senza macchia e lo splendore della luce eterna (Sap. XII, 26). 
Ogni volta che nella Chiesa si fa memoria della mia castità, Gesù mi saluta con un gesto pieno di tenerezza e colma il mio cuore di gioie ineffabili. Tale gaudio, come dolce liquore, penetra la parte più intima dell'anima mia; perciò si canta a mia lode: "Ti porrò come un sigillo alla mia presenza" (Agg. 11, 24), cioè come il ricettacolo che deve ricevere l'impronta del mio amore più ardente e più soave».

Geltrude, inalzata a conoscenze di ordine più elevato, comprese che, secondo le parole del Signore: In domo Patris mei mansiones multae sunt - Vi sono molte mansioni nella casa del Padre mio (Giov. XIV, 2), vi erano specialmente tre dimore, nelle quali coloro che avevano custodito l'íntegrità della verginale purezza, godono la beatitudine eterna. 

La prima è per coloro che, come fu detto degli Apostoli, fuggirono ciò ch'era sospetto, ma accolsero ragionevolmente ciò che non lo era. Se qualche tentazione assalì la loro anima, seppero vincerla generosamente; se talora soccombettero, si rialzarono però subito, mediante la penitenza.


La seconda dimora è per coloro che, in ogni occasione sospetta, o meno, fuggirono assolutamente ogni causa di tentazione. Essi castigarono la loro carne e la ridussero in servitù, al punto che non avrebbe potuto ricalcitrare allo spirito. In questa seconda dimora vennero collocati S. Giovanni Battista e molti altri santi personaggi; da una parte, la bontà di Dio li ha gratuitamente santificati, dall'altra essi cooperarono alla grazia, fuggendo il male e praticando il bene.


La terza dimora è per coloro che, prevenuti dalla dolcezza delle divine benedizioni, sembrano avere orrore naturale al male; così, quando le circostanze li mettono in comunicazione coi buoni, o coi cattivi, serbano saldamente la stessa ripugnanza per il male e lo stesso fervore per il bene, decisi di serbare l'anima loro senza macchia alcuna. Queste persone, conoscono bensì le debolezze della natura, ma ne ritraggono profitto, quando nell'esercizio dei doveri di carità, sentono che devono diffidare del loro cuore; trovano occasione di umiliarsi e di vigilare maggiormente su loro stessi, secondo queste parole di S. Gregorio: « E' la caratteristica delle anime virtuose di temere il peccato, anche là dove esso non esiste ». Fra questi S. Giovanni Evangelista ha il primo posto. Perciò nella sua festa si canta « Colui che sarà vincitore », cioè dell'affezione umana, « sarà una colonna del mio tempio », cioè la salda base che sopporterà l'abbondanza delle delizie divine. « E scriverò su di lui il mio nome », manifestando che l'ho segnato con la dolcezza della divina familiarità. « E il nome della città, la nuova Gerusalemme », cioè riceverà interiormente ed esteriormente una ricompensa speciale per ciascuna persona di cui avrà promosso la salvezza eterna.

A ciò si riallaccia un'altra visione che ebbe più tardi. Ella si domandava perchè mai si esaltasse tanto la verginità di S. Giovanni Evangelista, essendo egli stato sul punto di contrarre nozze terrene, mentre S. Giovanni Battista che non aveva conosciuto desideri terrestri, era meno lodato per questa virtù.


Il Signore, che scruta i pensieri e distribuisce i doni, le mostrò questi due Santi in una visione significativa. S. Giovanni Battista era seduto su di un elevatissimo trono, posto su di un mare deserto; S. Giovanni Evangelista si trovava in piedi, in mezzo ad una fornace così ardente, che le fiamme lo circondavano da tutte le parti. Geltrude guardava sorpresa questo spettacolo; il Signore si degnò di dargliene spiegazione: « Ti pare più ammirabile, o che Giovanni Evangelista non bruci, o che Giovanni Battista non sia sommerso? ». Ella capì allora che la ricompensa è assai differente secondo che la virtù è stata fortemente combattuta, oppure tranquillamente conservata nella pace.


Una notte, mentre Geltrude pregava sforzandosi di unirsi a Dio, vide S. Giovanni Evangelista fra le braccia del divino Maestro, prodigargli segni d'immensa tenerezza. Si prostrò allora umilmente la Santa ai piedi del Signore, per ottenere il perdono delle sue colpe. S. Giovanni le disse con bontà: « Non allontanarti per la mia presenza; ecco il tesoro che si presta agli abbracci di mille amanti, ecco le labbra che si offrono ai loro casti baci, ecco le fide orecchie pronte a raccogliere i più intimi segreti».


Durante Mattutino, mentre si cantava: « Mulier, ecce filius tuus - Donna, ecco il tuo Figlio» (Giov. XIX, 26), Geltrude vide scaturire dal Cuore di Gesù uno splendore meraviglioso che investì S. Giovanni, facendo convergere verso di Lui gli sguardi e l'ammirazione di tutti i Santi. La Vergine, che si vedeva proclamata Madre dell'Apostolo prediletto, gli mostrò gioia e tenerezza; Giovanni, a sua volta, la salutò in atto di filiale amore. Quando, durante l'Ufticio, si faceva qualche cenno a S. Giovanni, dicendo per esempio: « Questi è Giovanni che riposò sul petto di Gesù, durante la Cena. E' il discepolo che fu degno di conoscere i celesti, segreti. E' il discepolo che Gesù amava», il Santo Apostolo pareva accendersi in nuovi bagliori di gloria davanti a tutti i Santi, che lodavano Dio con maggior ardore, per glorificare il discepolo prediletto, il quale ne gustava gioie ineffabili.

A quella parola: « Apparuit charo suo Joanni ecc. - Apparve il Signore a Giovanni che amava ». Geltrude comprese che, in quella visita che Gesù fece al suo prediletto, il Signore gli rinnovò le soavi e familiari tenerezze di cui l'Apostolo aveva fatto esperienza durante la vita. Giovanni fu come mutato in un altro uomo e parve gustare già le delizie del banchetto eterno, soprattutto per tre favori, dei quali ringraziò Dio, in punto di morte.

Egli espresse il primo con queste parole: « Ho visto il tuo Volto e mi parve uscire dal sepolcro ». Rivelò il secondo con l'espressione: « I tuoi profumi, o Signore Gesù, hanno eccitato in me brame dei beni eterni ». Infine disse del terzo: « La tua voce è piena di dolcezza paragonabile al miele ». La soave presenza di Gesù gli aveva, conferito, per così dire, la gioia dell'immortalità; in virtù della scelta divina aveva ricevuto la speranza delle più dolci consolazioni; infine la tenerezza delle parole di Cristo, gli aveva fatto gustare il gaudio delle supreme delizie.

A quelle parole: « Giovanni si alzò all'invito del Signore e si mise a camminare, come se volesse seguire il suo Maestro fino ai cielo ». Ella capì che Giovanni aveva una confidenza assoluta nella bontà del suo Signore e confidava che l'Amico suo divino l'avrebbe tolto dal mondo, senza fargli sentire i dolori della morte; giacchè l'amore gli ispirò quella santa audacia, meritò di essere esaudito.

Geltrude si era meravigliata nel leggere che Giovanni non era passato fra gli orrori della morte, ma poi pensò che tale favore gli fosse accordato, perché, ai piedi della Croce aveva sofferto nell'anima la Passione del Maestro, e anche per aver conservata intatta la verginità. Ella non poteva sapere che quella grazia era il premio della sua confidenza. Ma Gesù le disse: « Ho ricompensato la compassione di Giovanni ai piedi della Croce, e la sua integrità verginale con una gloria particolare; ma mi sono compiaciuto di raccogliere la confidenza incondizionata con cui volle onorarmi, ponendo le sue speranze nell'infinita mia bontà; così l'ho tolto dalla prigione del corpo senza che subisse i terrori della morte, e ho glorificato anche il suo corpo verginale, dandogli incorrutibilità ed una specie di glorificazione ».

Benedicite omnia opera Domini Domino!

Una visione dell'inferno che Don Bosco stesso raccontò ai giovani.



l L'inferno visto da San Giovanni Bosco



San Giovanni Bosco nacque a Castelnuovo d'Asti il 16 agosto 1815, e morì il 31 gennaio 1888. È da tutti conosciuto il suo straordinario carisma di educatore dei giovani per i quali istituì pure l'Ordine dei Salesiani. Anch'egli ebbe una visione dell'inferno che egli stesso raccontò ai giovani. 

«Mi trovai con la mia guida (l'Angelo Custode), infondo ad un precipizio che finiva in una valle oscura. Ed ecco comparire un edificio immenso, avente una porta altissima, serrata. Toccammo il fondo del precipizio; un caldo soffocante mi opprimeva, un fumo grasso, quasi verde, s'innalzava sui muraglioni dell'edificio e guizze di fiamme sanguigne. 
Domandaisan giovanni bosco: "Dove ci troviamo"? 
"Leggi - mi rispose la guida - l'iscrizione che è sulla porta"! 
C'era scritto: "Ubi non est redemptio"!, cioè: "Dove non c'è redenzione". 
Intanto vidi precipitare dentro quel baratro [...] prima un giovane, poi un altro, ed in seguito altri ancora; tutti avevano scritto in fronte il proprio peccato. 

Esclamò la guida: "Ecco la causa precipua di queste dannazioni: i compagni, i libri cattivi e le perverse abitudini". 
Gli infelici erano giovani da me conosciuti. Domandai: "Ma dunque è inutile che si lavori tra i giovani, se tanti fanno questa fine? Come impedire tanta rovina"? 

"Coloro che hai visto, sono ancora in vita; questo però è il loro stato attuale e se morissero, verrebbero senz'altro qui"! 
Dopo entrammo nell'edificio; si correva con la rapidità del baleno. Lessi questa iscrizione: "Ibunt impii in ignem æternum"!, vale a dire "Gli empi andranno nel fuoco eterno"! 

"Vieni con me"!, soggiunse la guida. Mi prese per una mano e mi condusse davanti ad uno sportello, che aperse. Mi si presentò allo sguardo una specie d'immensa caverna, piena di fuoco. Certamente quel fuoco sorpassava mille e mille gradi di calore. Io questa spelonca non ve la posso descrivere in tutta la sua spaventosa realtà. Intanto, all'improvviso, vedevo cadere dei giovani nella caverna ardente. La guida disse: "La trasgressione del sesto comandamento è la causa della rovina eterna di tanti giovani"
"Ma se hanno peccato, si sono però confessati". 
"Si sono confessati, ma le colpe contro la virtù della purezza le hanno confessate male o taciute affatto". Ad esempio, uno aveva commesso quattro o cinque di questi peccati, ma ne disse solo due o tre. Vi sono di quelli, che ne hanno commesso uno nella fanciullezza ed ebbero sempre vergogna di confessarlo, oppure l'hanno confessato male e non hanno detto tutto. Altri non ebbero il dolore e il proponimento; anzi, taluni, invece di fare l'esame di coscienza, studiavano il modo di ingannare il confessore. E chi muore con tale risoluzione, risolve di essere nel numero dei reprobi e così sarà per tutta l'eternità [...]. "E ora vuoi vedere perché la misericordia di Dio qui ti ha condotto"?

 La guida sollevò un velo e vidi un gruppo di giovani di questo Oratorio, che io tutti conoscevo, condannati per questa colpa. Fra essi vi erano di quelli che in apparenza tengono buona condotta. Continuò la guida: "Predica dappertutto contro l'immodestia"! Poi parlammo per circa mezz'ora sulle condizioni necessarie per fare una buona confessione e si concluse: "Mutare vita! [...] Mutare vita"! 

"Ora - soggiunse l'amico - che hai visto i tormenti dei dannati, bisogna che provi anche tu un poco di inferno"! Usciti dall'orribile edificio, la guida afferrò la mia mano e toccò l'ultimo muro esterno; io emisi un grido [...]. Coessata la visione, osservai che la mia mano era realmente gonfia e per una settimana portai la fasciatura».



"GESU'... preservaci dal fuoco dell'inferno!..."