lunedì 8 aprile 2013

... ... gli eserciti di Satana



..... gli eserciti di Satana, stanno progettando le atrocità più malvagie, mai viste dall’umanità fin dalla creazione di Adamo ed Eva.
Le guerre di cui ho parlato stanno per cominciare e il piano sarà quello di annientare intere popolazioni. Potreste pensare che queste guerre avvengano tra una nazione e l’altra, ma vi sbagliereste. Le armi proverranno da un’unica fonte.
Miei poveri figli di Dio, quanto poco sapete degli atti terribili che vengono progettati dalle sette massoniche ai massimi livelli contro i figli di Dio. Sarebbe impossibile per voi immaginare la loro malvagità, ma riconoscete questi segnali: quando le vostre banche vi toglieranno la libertà, le vostre case e la vostra capacità di nutrire le vostre famiglie, questo sarà solo una parte del loro piano contro l’umanità. Diventerete schiavi, ma quelli che dichiarano la loro fedeltà a Me e ai Miei Insegnamenti e che Mi rimangono fedeli, non devono mai dimenticare la Mia Misericordia.
Sebbene queste rivelazioni possano essere spaventose, sono la Verità. Preparandovi contro questi atti contro la creazione di Dio, voi aiuterete, attraverso le vostre preghiere, ad attenuare gran parte della sofferenza che queste sette malvagie vi infliggeranno. Mentre le vostre preghiere attenueranno l’impatto di tali atrocità, esse, se offerte a Me con l’amore nei vostri cuori, saranno utilizzate per salvare i colpevoli di tali atti terribili. E mentre queste anime fuorviate e gelide continuano a sfidarMi, cercando di sradicare le popolazioni del mondo, cercherò di illuminare i loro cuori in modo che si distacchino da questo terribile legame con Satana. Molti sono completamente posseduti dal maligno e per altri c’è poca speranza. Solo un miracolo concesso dalla Mia Misericordia, in unione con coloro che Mi offrono il dono della sofferenza, può salvarli.

GESU', 
quando resisto al Tuo Amore, 
aiutami ad arrendermi 

sabato 6 aprile 2013

EVIDENZA



       Milano 2005 - 88 pagine - euro 5,00 
          Milano 2005 - 192 pagine - euro 11,00


Domanda di don Barsotti a un cardinale:

"...io ho l'impressione che nella Chiesa oggi comandi molto la massoneria. La spiritualita' della Chiesa mi sembra di essere quella dell' illuminismo francese: vi domina la dea ragione, subito seguita dalle divinità del potere e della promozione umana"
Impiegò parecchio a rispondermi (...) alla fine mi disse :
"...anch'io ho la stessa impressione..."
(Barsotti, Il mistico della missione, p.36)

"Predicare oggi al mondo il messaggio evangelico è una cosa che deve stupire il mondo. La verità è che abbiamo fatto del cristianesimo un prodotto che si adatta benissimo alla mediocrità e alla povertà dell'uomo. Non c'e piu il senso dello stupore, non c'e piu' il senso della novità cristiana"
(Ibidem).


 

7 de Abril de 2013 : II DOMINGO DE PASCUA, FIESTA DE LA DIVINA MISERICORDIA.



JESÚS SE APARECE A LOS APÓSTOLES . 
TOMÁS ESTÁ PRESENTE





Los apóstoles están reunidos en el Cenáculo, alrededor de la mesa donde se celebró la pascua. Pero el lugar que ocupó Jesús, por respeto, ha quedado libre.
Los apóstoles, ahora que no hay quien les indique su propio lugar libre y fraternalmente se sientan donde mejor les parece. Pedro sigue en su lugar. En el lugar de Juan, está Judas Tadeo. Le sigue el de mayor edad de los apóstoles, que no sé todavía cómo se llame,(Bartolomé) luego Santiago, hermano de Juan, casi en la extremidad de la mesa, al lado derecho, desde el punto que estoy viendo. Cerca de Santiago, pero en la parte estrecha de la mesa, está sentado Juan. Después de Pedro están Mateo, Tomás; sigue uno cuyo nombre ignoro (Felipe), luego Andrés, Santiago, hermano de Judas Tadeo y otro cuyo nombre no conozco (Simón Zelote). El lado ancho, frente a Pedro, está vacío. Los apóstoles están sentados más juntos de cuanto lo estuvieron en la pascua.
Las ventanas están abiertas; lo mismo las puertas. La lámpara, con dos mechas, esparce una luz débil sobre la mesa. Lo demás del salón está sumergido en la penumbra.

JUAN CUANDO DE LA VUELTA PARA LLEVAR A SU HERMANO
 SANTIAGO EL QUESO QUE LE HABÍA PEDIDO, VE LA SEÑOR 

Juan, que tiene a sus espaldas una alacena, está encargado de llevar a sus compañeros lo que deseen comer,como es, pescado, que está ya sobre la mesa, pan, miel y quesitos frescos. Cuando de la vuelta para llevar a su hermano Santiago el queso que le había pedido, ve la Señor .
Jesús se aparece de un modo muy curioso. La pared que está detrás de los apóstoles, que es de una sola pieza, menos en el ángulo de la puertecilla, se ilumina en el centro, como a la altura de un metro del suelo, con una luz tenue y fosforescente como la que se ve en ciertos cuadros que brillan en la noche. Como si saliese de capas de niebla luminosa, emerge cada vez más clara la figura de Jesús.
No sé si me expreso bien. Parece que su Cuerpo mane a través de la pared, que no se abre. Sigue como antes, y sin embargo el Cuerpo pasa. La luz parece ser la primera emanación de su Cuerpo, la señal de que llega. Primero se ve como si estuviese dibujado con ligeras líneas de luz, como veo en el cielo al Padre y a los santos ángeles: algo inmaterial, luego toma la forma material, hasta que aparece como un cuerpo real.
Larga ha sido mi descripción, pero la aparición de Jesús no fue cosa más que de unos segundos.
Jesús está vestido de blanco, como resucitó y se apareció a la Virgen. Hermosísimo, amoroso, sonriente. Los brazos le caen al lado del cuerpo, un poco separados, las palmas de sus manos viendo a los apóstoles. Las llagas de sus manos parecen dos estrellas diamantinas de que brotan dos rayos vivísimos. No veo los pies ni el costado. Los oculta el vestido, del cual mana luz, donde no se ven las llagas. Al principio parece que el cuerpo de Jesús no sea sino un cuerpo cándido bañado por la luna, luego, cuando ha tomado ya forma concreta, sus ojos, cabellos, piel tienen su color natural. Es Jesús, Jesús el Hombre-Dios, pero más solemne desde que resucitó.
Juan lo ve de este modo. Ningún otro había caído en la cuenta. Juan da un salto, deja caer sobre la mesa el plato en que está el queso de forma redonda, apoya las manos a la orilla de la mesa, se inclina un poco oblicuamente, como si se sintiese atraído, a la manera que el imán atrae el hierro, y lanza un "¡Oh!" apagado, que todos oyen.
Levantan la cabeza de los platos al ruido que produjo el plato que cayó y al salto de Juan. Y al verlo en esa forma estática, lo siguen con los ojos. Vuelven la cabeza, o vuelven sobre sí. Ven a Jesús. Llenos de entusiasmo y felices se ponen de pie. Se dirigen a El, el cual con una sonrisa mucho mayor avanza hacia ellos, caminando en el suelo, como cualquier mortal.

JESÚS, DICE: "LA PAZ SEA CON VOSOTROS."

Jesús, que antes había mirado solo a Juan, y creo que por ello él se haya vuelto al sentirse acariciado por la mirada, mira a todos y dice: "La paz sea con vosotros."
Todos lo rodean. Algunos de rodillas a sus pies, entre los que están Pedro y Juan. Este besa la extremidad de su vestido y se la pone sobre la cara como si con ella quisiera acariciarse. Otros en pie, pero inclinados, en señal de respeto.
Pedro para poder llegar más pronto, se ha brincado sobre la silla, sin esperar que Mateo, que había salido primero, le dejase el paso libre. Hay que tener en cuenta que los asientos eran sólo para dos.
El único que se queda, como cohibido, es Tomás. Está arrodillado junto a la mesa, pero no atreve a acercarse, y hasta parece como si buscara ocultarse tras la esquina de la mesa.
Jesús extiende sus manos para que se las besen. Los apóstoles las buscan con ansia sin igual. Jesús torna sus ojos sobre las cabezas inclinadas, como si buscase al undécimo. Claro que lo ha visto desde el primer momento, pero hace así para darle tiempo de que tenga valor para acercarse. Al ver que el incrédulo apóstol, avergonzado por lo que siente, no se atreve a hacerlo, lo llama: "Tomás. Ven aquí."
El apóstol levanta la cabeza, sin saber qué hacer, con lágrimas en los ojos, pero no siente valor para acercarse. Baja la cabeza. Jesús da unos pasos a donde está, y vuelve a ordenar: "¡Ven aquí, Tomás!"
La voz de Jesús es más imperiosa que antes. Tomás se levanta a duras penas y avergonzado se dirige a Jesús.
"Ved a quien no cree si no ve" exclama Jesús, y en su voz hay un deje de perdón. Tomás lo siente. Mira a Jesús, y lo ve sonreír. Toma valor y aprisa va hacia El.

METE TU DEDO, SI NO TE BASTA CON MIRAR, 
EN LAS HERIDAS DE TU MAESTRO." 
JESÚS EXTIENDE SUS MANOS, SE DESCUBRE EL PECHO, 
MUESTRA LA HERIDA.
"Ven aquí. Acércate. Mira. Mete tu dedo, si no te basta con mirar, en las heridas de tu Maestro." Jesús extiende sus manos, se descubre el pecho, muestra la herida.
Ahora la luz no brota más de las llagas. No brota desde el momento en que empezó a caminar como cualquier mortal, al salir de su nimbo de luz. Es como cualquier ser mortal. Las heridas son reales: los agujeros irregulares de los cuales el izquierdo llega hasta el meñique, que atraviesan el pulso y la palma en su base, y una herida alargada, que en la parte superior parece tener la forma de un acento circunflejo. Es la herida del costado. Mejor dicho, le toma los cuatro dedos, en su base, en el metacarpo, y los coloca sobre la herida del costado. Los mete dentro. No se limita a apoyarlos en el borde. Y en igual posición sigue mirando a Tomás.
Una mirada dura y al mismo tiempo dulce. Luego: "...Mete aquí tu dedo, mete tus dedos, tu mano, si quieres, en mi costado y no quieras ser más un hombre que no cree, sino al revés." Esto dice mientras hace lo que yo dije antes.

CAE DE RODILLAS AL PRONUNCIARLAS CON LOS BRAZOS 
LEVANTADOS Y LÁGRIMAS DE ARREPENTIMIENTO: 
"SEÑOR MÍO Y DIOS MÍO!"

Tomás -como si el estar cercano al Corazón divino le hubiese dado valor- se atreve a hablar. Sus palabras son entrecortadas. Cae de rodillas al pronunciarlas con los brazos levantados y lágrimas de arrepentimiento: "Señor mío y Dios mío!" No dice más.
Jesús lo perdona. Le pone su mano derecha sobre la cabeza y le responde: "Tomás, Tomás, crees ahora porque me has visto. ¡Qué premio les daré, si tengo en cuenta vuestra fe, que ha necesitado verme para creer!..."
Luego pone su brazo sobre la espalda de Juan, toma a Pedro de la mano, y se sienta a la mesa. Ocupa su lugar. Están sentados como en la noche de la pascua. Pero Jesús quiere que Tomás se siente a continuación de Juan.
"Comed, amigos" dice Jesús.
Pero nadie tiene hambre. Rebosan de alegría, la alegría de contemplarlo. Jesús toma los quesos esparcidos, los pone en el plato, los corta, los distribuye. El primer pedazo lo da a Tomás, y le pasa al mismo tiempo un pedazo de pan. Esto lo hace dándoselo por detrás de la espalda de Juan. Echa vino en las copas, lo da a sus amigos. Ahora Pedro es el primero que lo recibe. Luego pide que le den los pedazos de miel, los parte, y da el primer pedazo a Juan con una sonrisa que es más dulce que la blonda miel. Jesús come también de la miel. No más.
Juan, como de costumbre, apoya su cabeza sobre la espalda de Jesús. Jesús lo atrae sobre su pecho, y en esta posición habla.

"NO DEBÉIS ASUSTAROS, AMIGOS, CUANDO 
YO ME APAREZCO.

"No debéis asustaros, amigos, cuando yo me aparezco. Soy siempre vuestro Maestro que ha compartido con vosotros el pan, la sal y el sueño. Que os eligió porque os ha amado. También ahora os sigo amando." Jesús hace hincapié en estas últimas palabras.
"Vosotros" continúa "habéis estado conmigo en mis pruebas... Estaréis también en mi gloria. No bajéis la cabeza. La noche del domingo, cuando me aparecí a vosotros por vez primera después de mi resurrección, os he infundido el Espíritu Santo... que también sobre ti, que no estabas presente, descienda... ¿No sabéis que la infusión del Espíritu Santo es como un bautismo de fuego, pues que el Espíritu es Amor y el amor borra las culpas? El pecado que cometisteis cuando me abandonasteis os está perdonado."
Al decir esto, Jesús besa la cabeza de Juan que no lo abandonó. Juan llora de alegría.

OS HE DADO EL PODER DE PERDONAR LOS PECADOS

"Os he dado el poder de perdonar los pecadospero no se puede dar lo que no se tiene. Debéis convenceros de que este poder lo tengo completo, y lo empleo en favor vuestro que debéis estar limpios en tal forma que podáis limpiar a quien, sucio del pecado, venga a vosotros. ¿Cómo podrá alguien juzgar y limpiar, si es culpable de que se le condene y es culpable de no ser puro? ¿Cómo puede juzgar alguien si tiene las vigas en su ojo, y las pesas infernales en su corazón? ¿Cómo podría decir: "Yo te absuelvo en el nombre de Dios", si por sus pecados no tuviese a Dios consigo?

FACULTAD DE PERDONAR LOS PECADOS

¿CUÁNTOS HOMBRES HABRÍA CON SU PASTOR, 
SI DESPUÉS DEL BAUTISMO, NO HUBIERA HABIDO 
QUIEN LOS PERDONASE EN MI NOMBRE? 
POR ESTO, CREO SACERDOTES.

Amigos, pensad en vuestra dignidad de sacerdotes. Yo estuve entre los hombres para juzgar y perdonar. Ahora regreso donde el Padre. Regreso a mi reino. La facultad de juzgar la sigo teniendo. Mejor dicho, la tengo en mis manos, pues el Padre me la ha conferido. Pero, juicio terrible, porque llegará cuando será posible al hombre que se le perdone con años de expiación en la tierra. Todos los hombres, cuando habrán abandonado su mortal cuerpo, vendrán a Mí. Por la primera vez los juzgaré. Después la raza humana tornará con su vestido que será de carne, que habrá tomado por órdenes celestiales, para separarse en dos partes. Los corderos con su Pastor, los machos cabríos con el que lo atormentará. Pero, ¿cuántos hombres habría con su Pastor, si después del bautismo, no hubiera habido quien los perdonase en mi nombre? Por esto, creo sacerdotes. Para salvar a los que salvé por mi sangre, que es salvadora. Los hombres siguen cayendo en la muerte, una y otra vez. Es necesario, pues, que quien posee tal potestad, los lave siempre en mi sangre setenta y setenta veces siete, para que no sean presa de la muerte. Vosotros y vuestros sucesores lo haréis. Por esto os absuelvo de todos vuestros pecados. Porque tenéis necesidad de ver, y la culpa ciega y arrebata al alma la luz que es Dios. Porque tenéis necesidad de comprender, pues la culpa entorpece porque quita al alma la inteligencia que es Dios. Porque tenéis ministerio de purificar, pues la culpa mancha, y quita al espíritu la pureza que es Dios.

ES UN GRAN MINISTERIO EL VUESTRO, JUZGAR Y ABSOLVER 
EN NOMBRE MÍO.

CUANDO CONSAGRARÉIS PARA VOSOTROS EL PAN Y EL VINO,
Y HAGÁIS QUE SEAN MI CUERPO Y MI SANGRE, 
REALIZARÉIS UNA COSA SUBLIME Y SOBRENATURAL. 

PARA REALIZARLA DIGNAMENTE DEBÉIS SER PUROS

Es un gran ministerio el vuestro, juzgar y absolver en nombre mío. Cuando consagraréis para vosotros el pan y el vino, y hagáis que sean mi Cuerpo y mi Sangre, realizaréis una cosa sublime y sobrenatural. Para realizarla dignamente debéis ser puros porque tocaréis a aquel que es la Pureza, y os alimentaréis de la carne de un Dios. Puros de corazónde inteligencia, de cuerpo y de lengua debéis ser  porque con el corazónamaréis la Eucaristía y no deben mezclarse con este amor celestial, amores profanos que sería un sacrilegio.Puros de mente porque debéis creer y comprender este misterio de amor y la impureza de pensamiento mata la fe y la inteligencia. Queda la ciencia del mundo, pero muere en vosotros la sabiduría de Dios. Puros de cuerpoporque a vuestro pecho bajará el Verbo así como descendió al seno de María por obra del Amor.

EL EJEMPLO ES LA MUJER SIN LA CULPA DE ORIGEN, 
Y SIN CULPA PERSONAL.

Tenéis ante vosotros el ejemplo vivo cómo debe ser un pecho que acoge al Verbo que se hace carne. El ejemplo es la Mujer sin la culpa de origen, y sin culpa personal. Ved cuán pura es la cima del Hermón la que corona todavía la nieve invernal. Desde los Olivos parece un montón de lirios deshojados o de espuma marina que se levantara como en oblación a la blancura de las nubecillas que arrastra el viento de abril por el firmamento azul. Ved un lirio que abre su corola a una sonrisa de perfume. Y con todo ni una, ni otra pureza son mayores que lo fue la del seno materno que me llevó. Los vientos arrastran polvo que cae sobre la nieve del monte, y sobre el terciopelo de la flor. El ojo humano no lo ve, por lo pequeño que es. Todavía más: ved la perla más pura, arrancada del seno del mar, de su concha, para que sirva de adorno a la corona de un rey. Es perfecta en su brillo perfecto que desconoce el contacto profanador de cualquier cosa humana, pues se ha formado en las entrañas de la madreperla, y solo se encontró entre las azuladas aguas de las profundidades marinas. Y sin embargo esa perla es menos pura que el seno que me llevó. En el centro de la perla está el granillo de arena: un algo microscópico, pero siempre terrestre. En Ella, que es la Perla del Mar, no existe granillo de pecado, ni siquiera inclinación hacia él. Perla que nació en el Océano de la Trinidad para llevar en la tierra a la segunda Persona. Ella es compacta alrededor de su centro que no es semilla de concupiscencia terrenal, sino chispa del Amor eterno. Una chispa que al encontrar en Ella correspondencia, ha engendrado la maravilla de ese meteoro, que llama y atrae hacia Sí a los hijos de Dios: a Mí, Jesús, Estrella de la mañana. Os propongo esta inviolable pureza como ejemplo.
Después, cual viñadores, cuando metáis las manos en el mar de mi Sangre, e introduzcáis en ella las estolas corrompidas de los miserables que pecaron, sed además de puros, perfectos para no mancharos con un pecado mayor, esto es, de más pecados, regando y tocando sacrílegamente la sangre de un Dios ofaltando a la caridad y justicia, al negarla o darla con una severidad que no es de Jesús, el cual fue bueno con los malvados para atraerlos a su corazón, y tres veces bueno con los débiles para darles confianza, al emplear esta severidad tres veces indignamente porque es contra mi voluntad, mi doctrina y la justicia¿Cómo se puede ser riguroso con los corderos, cuando se es pastor ídolo?

OS LAS DIGO PARA QUE LAS REPITÁIS A LOS QUE 
CONSAGRARÉIS AL MINISTERIO PARA EL QUE OS 
HE CONSAGRADO.

¡Oh amados míos!, amigos que mando por los caminos del mundo para continuar la obra que he empezado y que continuará hasta que permanezcan los siglos, recordad estas palabras mías. Os las digo para que las repitáis a los que consagraréis al ministerio para el que os he consagrado.
Veo... Miro en los siglos... El tiempo y las multitudes infinitas de hombres que serán, están ante Mí... Veo... calamidades y guerras, paces mentirosas y hecatombes humanas, odio y robos, sensualidad y orgullo. De vez en vez un oasis: un periodo en que se vuelve a la cruz. Como un obelisco que señala una senda entre la seca arena del desierto, mi Cruz será levantada con amor, después que el veneno del mal haya inyectado a los hombres con su rabia, y alrededor de ella, plantadas en los bordes de aguas frescas, florecerán las palmas de un período de paz y de bien para el mundo. Los espíritus, cual ciervos y gacelas, como golondrinas y palomos, acudirán a aquel descansador, refrescante, sabroso refugio para verse libres de sus dolores y esperar nuevamente. Y estrechará sus ramas como una cúpula para protegerlos de tempestades y resolanas. Alejadas mantendrá a las serpientes y a las fieras con la Señal que pone en fuga al mal. Así serán mientras vivan hombres sobre la tierra.
Veo a... hombres... mujeres... ancianos, niños, guerreros, estudiosos, doctores, campesinos... Todos  vienen y pasan con su fardo de esperanzas y dolores. Veo que muchos vacilan, porque el dolor es demasiado y la esperanza ha sido la primera en caer de la copa y se ha despedazado al dar contra el suelo... Veo que muchos caen sobre los bordes de los caminos porque otros más fuertes los empujan, más fuertes o más afortunados porque su fardo no es tan pesado. Veo que muchos, al sentirse abandonados de quien pasa, y hasta pisoteados, al sentirse morir, llegan a odiar y a maldecir.
¡Pobres hijos! Entre todos éstos, heridos por la vida y que pasan o caen, mi Amor ha esparcido intencionalmente samaritanos piadosos, médicos buenos, faros en la noche, voces en el silencio, para que los débiles que caen encuentren una ayuda, vuelvan a ver la luz, vuelven a oír la Voz que dice: "Espera. No estás solo. Sobre ti está Dios. Contigo está Jesús". He puesto intencionalmente estas caridades activas para que mis pobres hijos no vayan a morir en su alma, al perder la divina mansión, y continúan creyendo en Mí que soy caridad, al ver en mis ministros mi reflejo.
Pero, ¡oh dolor que hace que vuelva a sangrar la herida de mi corazón como cuando fue abierto sobre el Gólgota! ¿Qué están viendo mis ojos divinos? ¿No hay acaso sacerdotes entre las multitudes infinitas que pasan? ¿Por esto sangra mi corazón? ¿Están vacíos los seminarios? ¿Mi divina invitación no resuena más en los corazones? ¿No es capaz el corazón humano de oírla? No. En el correr de los siglos habrá seminarios, y en ellos, levitas. De ellos saldrán sacerdotes porque en su adolescencia mi invitación se hará oír con una voz celestial en muchos corazones, y ellos la seguirán. Pero con la juventud y la madurez oirán otras voces, y la mía no se escuchará más. Mi voz que habla en los siglos a sus ministros, para que sean siempre lo que vosotros sois ahora: los apóstoles en la escuela de Jesús. El vestido lo siguen teniendo, pero el sacerdote ha muerto. Durante el correr de los siglos a muchos sucederá esto. Sombras inútiles y borrosas no serán fermento de masa, cuerda que jale, fuente que quite la sed, trigo que quite el hambre, corazón que sepa compadecer, luz en las tinieblas, voz que repita lo que el Maestro le ordena. Sino que serán para la pobre raza humana un peso de escándalo, un peso mortal, parásitos, putrefacción... ¡Horror! ¡En el futuro los más grandes Judas los tendré entre mis sacerdotes!

AMIGOS: ESTOY EN LA GLORIA Y SIN EMBARGO LLORO. 
TENGO COMPASIÓN DE ESTAS MULTITUDES INFINITAS, 
GREYES SIN PASTORES O CON MUY POCOS.

Amigos: estoy en la gloria y sin embargo lloro. Tengo compasión de estas multitudes infinitas, greyes sin pastores o con muy pocos. Siento una piedad infinita. Pues bien: lo juro por mi divinidad que les daré pan, agua, luz, voces, que los elegidos a esta obra no quieren hacer. Repetiré en el correr de los siglos el milagro de los panes y de los pescados. Con pocos, con unos pescadillos y con trozos de pan: almas humildes y laicas, daré de comer a muchos y se saciarán, y habrá para los siguientes, porque 'tengo compasión de este pueblo' y no quiero que perezca.
Benditos los que merecerán ser tales. No serán benditos por ser tales, sino porque lo habrán merecido con su amor y sacrificio. Y tres veces benditos los sacerdotes que permanecerán apóstoles: pan, agua, luz, voz, descanso, y medicina de mis pobres hijos. Resplandecerán en el cielo con una luz especial. Os lo juro, Yo que soy la Verdad.
Levantémonos, amigos, y venid conmigo para que os enseñe una vez más cómo orar. La oración es la que alimenta las fuerzas del apóstol porque lo une con Dios."
Jesús se pone de pie y se dirige hacia la escalerilla.
XI. 704-710
A. M. D. G. et B.V.M.

7 Aprile 2013, II Domenica di Pasqua o della Divina Misericordia - Anno B



"Prendete, prendete quest’opera e ‘non sigillatela’, ma leggetela e fatela leggere"
Gesù (cap 652, volume 10), a proposito del
"Evangelo come mi è stato rivelato"
di Maria Valtorta

Domenica 7 Aprile 2013, II Domenica di Pasqua o della Divina Misericordia - Anno B

Dal Vangelo di Gesù Cristo secondo Giovanni 20,19-31.
La sera di quello stesso giorno, il primo dopo il sabato, mentre erano chiuse le porte del luogo dove si trovavano i discepoli per timore dei Giudei, venne Gesù, si fermò in mezzo a loro e disse: «Pace a voi!». Detto questo, mostrò loro le mani e il costato. E i discepoli gioirono al vedere il Signore. Gesù disse loro di nuovo: «Pace a voi! Come il Padre ha mandato me, anch'io mando voi». Dopo aver detto questo, alitò su di loro e disse: «Ricevete lo Spirito Santo; a chi rimetterete i peccati saranno rimessi e a chi non li rimetterete, resteranno non rimessi». Tommaso, uno dei Dodici, chiamato Dìdimo, non era con loro quando venne Gesù. Gli dissero allora gli altri discepoli: «Abbiamo visto il Signore!». Ma egli disse loro: «Se non vedo nelle sue mani il segno dei chiodi e non metto il dito nel posto dei chiodi e non metto la mia mano nel suo costato, non crederò». Otto giorni dopo i discepoli erano di nuovo in casa e c'era con loro anche Tommaso. Venne Gesù, a porte chiuse, si fermò in mezzo a loro e disse: «Pace a voi!». Poi disse a Tommaso: «Metti qua il tuo dito e guarda le mie mani; stendi la tua mano, e mettila nel mio costato; e non essere più incredulo ma credente!». Rispose Tommaso: «Mio Signore e mio Dio!». Gesù gli disse: «Perché mi hai veduto, hai creduto: beati quelli che pur non avendo visto crederanno!». Molti altri segni fece Gesù in presenza dei suoi discepoli, ma non sono stati scritti in questo libro. Questi sono stati scritti, perché crediate che Gesù è il Cristo, il Figlio di Dio e perché, credendo, abbiate la vita nel suo nome.
Traduzione liturgica della Bibbia
Corrispondenza nel "Evangelo come mi è stato rivelato" di Maria Valtorta : Volume 10 Capitolo 627 pagina 267.
1Sono raccolti nel Cenacolo. La sera deve essere ben tarda, perché nessun rumore viene più dalla via né dalla casa. Penso the anche quelli the erano venuti prima si siano tutti ritirati o alle proprie case o a dormire, stanchi di tante emozioni.I dieci invece, dopo avere mangiato dei pesci, di cui ancora qualcuno sussiste su un vassoio posato sulla credenza, stanno parlando sotto la luce di una sola fiammella del lampadario, la più vicina alla tavola. Sono ancora seduti alla stessa. E hanno discorsi spezzati. Quasi dei monologhi, perché pare the ognuno, più the col compagno, parli con se stesso. E gli altri lo lasciano parlare, magari parlando a loro volta di tutt'altra cosa. Però questi discorsi slegati, the mi fanno l'impressione dei raggi di una ruota sfasciata, si sente the appartengono ad un solo argomento the li accentra, anche se così sparsi. E the è Gesù.
2«Non vorrei the Lazzaro avesse udito male, e meglio di lui avessero capito le donne...», dice Giuda d'Alfeo. «A the ora ha detto di averlo visto la romana?», chiede Matteo. Nessuno gli risponde. «Domani io vado a Cafarnao», dice Andrea. «Che meraviglia! Fare sì the esca proprio in quel momento la lettiga di Claudia!», dice Bartolomeo. «Abbiamo fatto male, Pietro, a venire via subito questa mattina... Fossimo rimasti, lo avremmo visto come la Maddalena», sospira Giovanni.«Io non capisco come poté essere a Emmaus e in palazzo insieme. E come qui dalla Madre, e dalla Maddalena e da Giovanna insieme...», dice a se stesso Giacomo di Zebedeo.«Non verrà. Non ho pianto abbastanza per meritarlo... Ha ragione. Io dico the per tre giorni mi fa aspettare per le mie tre negazioni. Ma come, come ho potuto fare quello?».«Come era trasfigurato Lazzaro! Vi dico: pareva lui un sole. Io penso gli sia successo come a Mosè dopo avere visto Dio. E subito vero, voi the eravate là? subito dopo avere offerto la sua vita!», dice lo Zelote. Nessuno lo ascolta.
3Giacomo d'Alfeo si volta da Giovanni e dice: «Come ha detto a quelli di Emmaus? Mi pare the ci abbia scusati, non è vero? Non ha detto the tutto è avvenuto per il nostro errore di israeliti sul modo di capire il suo Regno?».Giovanni non gli dà nessuna retta e, volgendosi a guardare Filippo, dice... all'aria, perché a Filippo non parla: «A me basta di saperlo risorto. E poi... E poi the il mio amore sia sempre più forte. Visto, eh! È andato, se voi guardate, in proporzione all'amore the avemmo: la Madre, Maria Maddalena, i bambini, mia madre e la tua, a poi Lazzaro e Marta... Quando a Marta? Io dico quando ella intonò il salmo davidico*: "Il Signore è mio pastore, non mi mancherà nulla. Egli mi ha posto in luogo di abbondanti pascoli, mi ha condotto ad acque ristoratrici. Ha richiamato a Sé l'anima mia...". Ricordi come ci fece sussultare con quell'inaspettato canto? E quelle parole si riconnettono a quanto ha detto: "Ha richiamato a Sé l'anima mia". Infatti Marta sembra avere ritrovato la sua via... Prima era smarrita, lei, la forte! Forse nel richiamo le ha detto il luogo dove la vuole. È certo anzi, perché, se le ha dato appuntamento, deve sapere dove lei sarà. Che avrà voluto dire dicendo: "sponsali compiuti?"». Filippo, the lo ha guardato un momento e poi lo ha lasciato monologare, geme: «Io non saprò the dirgli se viene... Io sono fuggito... e sento the fuggirò. Prima per paura degli uomini. Ora per paura di Lui».«Dicono tutti: "è bellissimo". Può mai essere più bello di quanto già era?», si chiede Bartolomeo. «Io gli dirò: "Mi hai perdonato senza parola quando ero pubblicano. Perdonami anche ora col tuo silenzio, perché non merita la mia viltà la tua parola"», dice Matteo.«Longino dice the ha pensato: "Devo chiedergli di guarire o di credere?". Ma ha detto il suo cuore: "Di credere", e allora la Voce ha detto: "Vieni a Me", ed egli ha sentito la volontà di credere e la guarigione insieme. Me lo ha proprio detto così», afferma Giuda d'Alfeo. «Io sono sempre fisso al pensiero di Lazzaro, premiato subito per la sua offerta... L'ho detto io pure: "La mia vita per la tua gloria". Ma non è venuto», sospira to Zelote.
4«Che dici, Simone? Tu the sei colto, dimmi: the gli devo dire per fargli capire the lo amo e chiedo perdono? E tu, Giovanni? Tu hai parlato molto con la Madre. Aiutami. Non è pietà lasciare solo il povero Pietro!».Giovanni si muove a compassione dell'avvilito compagno e dice: «Ma... ma io gli direi semplicemente: "Ti amo". Nell'amore è compreso anche il desiderio del perdono e il pentimento. Però... non so. Simone, the dici tu?».E lo Zelote: «Io direi quello the era il grido dei miracoli: "Gesù, pietà di me!". Direi: "Gesù". E basta. Perché è ben più del Figlio di Davide!».«È ben quello the penso e the mi fa tremare. Oh! io nasconderò il capo... Anche stamane avevo paura di vederlo e...».«...e poi sei entrato per primo. Ma non temere così. Sembra the tu non lo conosca», lo rincuora Giovanni.
5La stanza si illumina vivamente come per un lampo abbagliante. Gli apostoli si celano il viso temendo sia un fulmine. Ma non odono rumore e alzano il capo.Gesù è in mezzo alla stanza, presso la tavola. Apre le braccia dicendo: «La pace sia con voi».Nessuno risponde. Chi più pallido, chi più rosso, lo fissano tutti con paura e soggezione. Affascinati e nello stesso tempo vogliosi quasi di fuggire.Gesù fa un passo avanti, aumentando il suo sorriso. «Ma non temete così! Sono Io. Perché così turbati? Non mi desideravate? Non vi avevo fatto dire the sarei venuto? Non ve lo avevo detto fin dalla sera pasquale?».Nessuno osa aprire bocca. Pietro piange già e Giovanni già sorride, mentre i due cugini, con gli occhi lustri e un movimento di parola senza suono sulle labbra, sembrano due statue raffiguranti il desiderio.«Perché nei cuori avete pensieri così in contrasto fra il dubbio e la fede, l'amore e il timore? Perché ancora volete essere carne e non spirito, e con questo solo vedere, comprendere, giudicare, operare? Sotto la vampa del dolore non si è tutto arso il vecchio io, e non è sorto il nuovo io di una vita nuova?
6Sono Gesù. Il vostro Gesù, risorto come aveva detto. Guardate. Tu the le hai viste le ferite e voi the ignorate la mia tortura. Perché quanto sapete è ben diverso dalla conoscenza esatta the ne ha Giovanni. Vieni, tu per il primo. Sei già tutto mondo. Tanto mondo the mi puoi toccare senza tema. L'amore, l'ubbidienza, la fedeltà già ti avevano fatto mondo. Il mio Sangue, di cui fosti tutto rorido quando mi deponesti dal patibolo, ti ha finito di purificare. Guarda. Sono vere mani e vere ferite. Osserva i miei piedi. Vedi come il segno è quello del chiodo? Sì. Sono proprio Io e non un fantasma. Toccatemi. Gli spettri non hanno corpo. Io ho vera carne sopra un vero scheletro». Posa la Mano sul capo di Giovanni the ha osato andargli vicino: «Senti? È calda e pesante». Gli alita in volto: «E questo è respiro».«Oh! mio Signore! », Giovanni mormora piano, così... «Sì. Il vostro Signore. Giovanni, non piangere di timore e di desiderio. Vieni a Me. Sono sempre quello the ti amo. Sediamo, come sempre, alla tavola. Avete nulla più da mangiare? Datemelo, dunque».Andrea e Matteo, con mosse da sonnambuli, prendono dalle credenze il pane e i pesci e un vassoio con un favo appena sbocconcellato in un angolo.Gesù offre il cibo e mangia, a dà ad ognuno un poco di quanto mangia. E li guarda. Tanto buono. Ma tanto maestoso the essi ne sono paralizzati.
7Osa parlare per primo Giacomo, fratello di Giovanni: «Perché ci guardi così?». «Perché voglio conoscervi». «Non ci conosci ancora?». «Come voi non conoscete Me. Se mi conosceste, sapreste Chi sono e come vi amo, e trovereste le parole per dirmi il vostro tormento. Voi tacete. Come di fronte ad un estraneo potente di cui temete. Poco fa parlavate... Sono quasi quattro giorni the parlate con voi stessi dicendo: "Gli dirò questo...", dicendo allo Spirito mio: "Torna, Signore, the io ti possa dire questo". Ora sono venuto e voi tacete? Tanto mutato sono the più non vi paio Io? O tanto mutati siete da non amarmi più?». Giovanni, seduto presso al suo. Gesù, ha l'atto abituale di posargli la testa sul petto mentre mormora: «Io ti amo, mio Dio», ma si irrigidisce vietandosi questo abbandono per rispetto allo sfolgorante Figlio di Dio. Perché Gesù pare emanare una luce pur essendo di una carne pari alla nostra. Ma Gesù se lo attira sul Cuore, e allora Giovanni apre la diga al suo pianto beato. Ed è il segnale a tutti di farlo.
8Pietro, due posti dopo Giovanni, scivola fra la tavola a il sedile e piange gridando: «Perdono, perdono! Levami da questo inferno in cui sono da tante ore. Dimmi the hai visto il mio errore per quello the fu. Non dello spirito. Ma della carne the mi ha soverchiato il cuore. Dimmelo the hai visto il mio pentimento... Esso durerà fino alla morte. Ma Tu... ma Tu dimmi the come Gesù non ti devo temere... e io, e io... io cercherò di fare così bene da farmi perdonare anche da Dio... e morire... avendo solo un gran purgatorio da fare». «Vieni qui, Simone di Giona». «Ho paura». «Vieni qui. Non essere oltre vile». «Non lo merito di venirti accosto». «Vieni qui. Che ti ha detto la Madre? "Se non lo guardi su questo sudario non avrai cuore di guardarlo mai più". O uomo stolto! Quel Volto non ti ha detto col suo sguardo doloroso the ti capivo e the ti perdonavo? Eppure l'ho dato quel lino per conforto, per guida, per assoluzione, per benedizione... Ma the vi ha fatto Satana per accecarvi tanto? Ora Io ti dico: se non mi guardi ora the sulla mia gloria ho ancora steso un velo per adeguarmi alla vostra debolezza, non potrai mai più venire senza paura al tuo Signore. E the ti avverrà allora? Per presunzione peccasti. Vuoi ora tornare a peccare per ostinazione? Vieni, ti dico». Pietro si trascina sui ginocchi, fra il tavolo e i sedili, con le mani sul volto piangente. Lo ferma Gesù, quando è ai suoi piedi, mettendogli la Mano sul capo. Pietro, con un pianto anche più forte, prende quella Mano e la bacia fra un vero singhiozzare senza freno. Non sa the dire: «Perdono! Perdono!». Gesù si libera dalla sua stretta e, facendo leva della sua mano sotto il mento dell'apostolo, lo obbliga ad alzare il capo e lo fissa negli occhi arrossati, bruciati, straziati dal pentimento, coi suoi fulgidi Occhi sereni. Pare gli voglia trivellare l'anima. Poi dice: «Andiamo. Levami l'obbrobrio di Giuda. Baciami dove egli baciò. Lava col tuo bacio il segno del tradimento». Pietro alza il capo, mentre Gesù si china ancora di più, e sfiora la guancia... poi china il capo sulle ginocchia di Gesù e sta così... come un vecchio bambino the ha fatto del male ma the è perdonato.
9Gli altri, ora the vedono la bontà del loro Gesù, ritrovano un po' di ardire e si accostano come possono.Vengono prima i cugini... Vorrebbero dire tanto e non riescono a dire nulla. Gesù li carezza e rincuora col suo sorriso.Viene Matteo con Andrea. Matteo dicendo: «Come a Cafarnao...», e Andrea: «Io, io... ti amo io».Viene Bartolomeo gemendo: «Non sapiente fui. Ma stolto. Questo è sapiente», e accenna allo Zelote, al quale Gesù sorride già.Giacomo di Zebedeo viene e sussurra a Giovanni: «Diglielo tu...»; a Gesù si volge a dice: «Da quattro sere lo hai detto e da tanto Io ti ho compatito».Filippo, per ultimo, viene tutto curvo. Ma Gesù lo forza ad alzare il capo e gli dice: «Per predicare il Cristo occorre maggior coraggio».
10Ora sono tutti intorno a Gesù. Si rinfrancano piano piano. Ritrovano quanto hanno perduto o temuto di avere per sempre perduto. Riaffiora la confidenza, la tranquillità e, per quanto Gesù sia tanto maestoso da tenere in un rispetto nuovo i suoi apostoli, essi trovano finalmente il coraggio di parlare. È il cugino Giacomo the sospira: «Perché ci hai fatto questo, Signore? Tu lo sapevi the noi non siamo nulla e the ogni cosa da Dio viene. Perché non ci hai dato la forza di essere al tuo fianco?».Gesù lo guarda e sorride. «Ora tutto è avvenuto. E nulla più Tu devi patire. Ma non mi chiedere più questa ubbidienza. Sono invecchiato ad ogni ora di un lustro, e le tue sofferenze, the l'amore a Satana ugualmente aumentavano nella mia immaginazione di cinque volte quel the già non fossero, hanno proprio consumato ogni mia forza. Non me ne è rimasta altro the per continuare ad ubbidire, tenendo, come un the affoga con le mani spezzate, la mia forza con la volontà come fossero i denti afferranti una tavola, per non perire... Oh! non chiedere più questo al tuo lebbroso!». Gesù guarda Simone Zelote e sorride. «Signore, Tu lo sai quello the voleva il mio cuore. Ma poi non ho più avuto cuore... come me lo avessero strappato i manigoldi the ti hanno preso... e mi è rimasto un buco da cui fuggiva ogni mio pensiero antecedente. Perché hai permesso questo, Signore?», chiede Andrea. «Io... tu dici il cuore? Io dico the fui uno senza più ragione. Come chi prende un colpo di clava sulla nuca. Quando, a notte fatta, io mi trovai a Gerico... oh! Dio! Dio!... Ma può un uomo perire così? Io credo the così è la possessione. Ora la capisco cosa è questa cosa tremenda!...». Filippo sbarra ancora gli occhi al ricordo del suo soffrire. «Ha ragione Filippo. Io guardavo indietro. Vecchio sono e non povero di sapienza. E più nulla sapevo di quanto avevo saputo fino a quell'ora.


11Guardavo Lazzaro, così straziato ma così sicuro, e mi dicevo: "Ma come può essere che egli sappia ancora trovare una ragione ed io nulla più?"», dice Bartolomeo. «Io pure guardavo Lazzaro. E poiché io so appena ciò che Tu ci hai spiegato, non pensavo al sapere. Ma dicevo: "Almeno nel cuore fossi uguale!"; invece io non avevo che dolore, dolore, dolore. Lazzaro aveva dolore e pace... Perché a lui tanta pace?».Gesù guarda a turno prima Filippo, poi Bartolomeo, poi Giacomo di Zebedeo. Sorride e tace.Giuda dice: «Io speravo giungere a vedere ciò che certo Lazzaro vedeva. Per questo gli stavo sempre presso... Il suo viso!... Uno specchio. Un poco prima del terremoto del Venerdì egli era come uno the muore stritolato. E poi divenne di colpo maestoso nel suo dolore. Vi ricordate quando disse: "Il dovere compiuto dà pace"? Noi tutti credemmo fosse solo un rimprovero per noi o un'approvazione per se stesso. Ora penso che lo dicesse per Te. Era un faro nelle nostre tenebre, Lazzaro. Quanto gli hai dato, Signore! ». Gesù sorride a tace. «Sì. La vita. E forse con quella gli hai dato un'anima diversa. Perché, infine, che è lui di diverso da noi? Eppure non è più un uomo. È già qualcosa di più dell'uomo e, per quello che era in passato, avrebbe dovuto essere ancora meno di noi perfetto di spirito. Ma lui si è fatto, e noi... Signore, il mio amore è stato vuoto come certe spighe. Solo pula ho dato», dice Andrea. E Matteo: «Io nulla posso chiedere. Perché già tanto ho avuto con la mia conversione. Ma sì! Avrei voluto avere ciò che ebbe Lazzaro. Un'anima data da Te. Perché penso anche io come Andrea...».«Anche Maddalena e Marta furono dei fari. Sarà la razza. Voi non le avete viste. Una era pietà e silenzio. L'altra! Oh! se siamo stati tutti un fascio intorno alla Benedetta, è perché Maria di Magdala ci ha stretti con le fiamme del suo coraggioso amore. Sì. Ho detto: la razza. Ma devo dire: l'amore. Ci hanno superati nell'amore. Per questo sono stati quelli che furono», dice Giovanni. Gesù sorride a tace sempre. «Ne hanno avuto gran premio però...». «A loro apparisti». «A tutti a tre». «A Maria subito dopo tua Madre...». È chiaro negli apostoli un rimpianto per queste apparizioni di privilegio. «Maria ti sa risorto già da tante ore. E noi solo ora ti possiamo vedere...». «Non più dubbi in loro. In noi, invece, ecco... solo ora sentiamo che nulla è finito. Perché a loro, Signore, se ancora ci ami e non ci ripudi?», chiede Giuda d'Alfeo.«Sì. Perché alle donne, a specie a Maria? L'hai anche toccata sulla fronte, a lei dice che le pare di portare un serto eterno. E a noi, i tuoi apostoli, nulla...».


12Gesù non sorride più. Il suo Volto non è turbato, ma cessa il suo sorriso. Guarda serio Pietro che ha parlato per ultimo, riprendendo ardire man mano che la paura gli passa, e dice:«Avevo dodici apostoli. E li amavo con tutto il mio Cuore. Io li avevo scelti e come una madre ne avevo curato la crescita nella mia Vita. Non avevo segreti per loro. Tutto dicevo, tutto spiegavo, tutto perdonavo. E le umanità, e le sventatezze, e le caparbietà... tutto. E avevo dei discepoli. Dei ricchi e dei poveri discepoli. Avevo donne dal fosco passato o dalla debole costituzione. Ma i prediletti erano gli apostoli. È venuta la mia ora. Uno mi ha tradito e consegnato ai carnefici. Tre hanno dormito mentre Io sudavo sangue. Tutti, meno due, sono fuggiti per viltà. Uno mi ha rinnegato avendo paura, nonostante avesse l'esempio dell'altro, giovane e fedele. E, quasi non bastasse, fra i dodici ho avuto un suicida disperato e uno the ha dubitato tanto del mio perdono da non credere the a fatica, e per materna parola, alla Misericordia di Dio. Di modo che, se avessi guardato alla mia schiera, se l'avessi guardata con occhio umano, avrei dovuto dire: "Meno Giovanni, fedele per amore, e Simone, fedele all'ubbidienza, Io non ho più apostoli". Questo avrei dovuto dire mentre soffrivo nel recinto del Tempio, nel Pretorio, per le vie a sulla Croce.


13Avevo delle donne... E una, la più colpevole in passato, è stata, come Giovanni ha detto, la fiamma che ha saldato le spezzate fibre dei cuori. Quella donna è Maria di Magdala. Tu mi hai rinnegato e sei fuggito. Ella ha sfidato la morte per starmi vicino. Insultata, ha scoperto il suo volto, pronta a ricevere sputi e ceffoni, pensando di assomigliare così di più al suo Re crocifisso. Schernita nel fondo dei cuori per la sua tenace fede nella mia Risurrezione, ha saputo continuare a credere. Straziata, ha agito. Desolata, stamane, ha detto: "Di tutto mi spoglio, ma datemi il mio Maestro". Puoi osare ancora la domanda: "Perché a lei?". Avevo dei discepoli poveri: dei pastori. Poco li ho avvicinati, eppure come seppero confessarmi con la loro fedeltà!Avevo delle discepole timide, come tutte le donne ebree. Eppure hanno saputo lasciare la casa e venire fra la marea di un popolo che mi bestemmiava, per darmi quel soccorso che i miei apostoli mi avevano negato.Avevo delle pagane che ammiravano il "filosofo". Per loro ero tale. Ma seppero scendere ad usi ebrei, le potenti romane, per dirmi, nell'ora dell'abbandono di un mondo d'ingrati: "Noi ti siamo amiche".


14Avevo il volto coperto di sputi e sangue. Lacrime e sudore gocciavano sulle ferite. Lordure e polvere me lo incrostavano. Di chi la mano the mi deterse? La tua? o la tua? o la tua? Nessuna delle vostre mani. Costui era presso alla Madre. Costui riuniva le pecore sperse. Voi. E se sperse erano le mie pecore, come potevano darmi soccorso? Tu nascondevi il tuo volto per paura del disprezzo del mondo, mentre il tuo Maestro veniva coperto del disprezzo di tutto il mondo, Lui the era innocente. Avevo sete. Sì. Sappi anche questo. Morivo di sete. Non avevo più the febbre e dolore. Il sangue era già corso nel Getsemani, tratto dal dolore di essere tradito, abbandonato, rinnegato, percosso, sommerso dalle colpe infinite e dal rigore di Dio. Ed era corso nel Pretorio... Chi mi volle dare una stilla per le fauci arse? Una mano d'Israele? No. La pietà di un pagano. La stessa mano che, per decreto eterno, mi apri il petto per mostrare the il Cuore aveva già una ferita mortale, ed era quella che il non amore, la viltà, il tradimento, vi avevano fatta. Un pagano. Vi ricordo: "Ebbi sete e mi desti da bere". Non uno che mi desse un conforto in tutto Israele. O per impossibilità di farlo, come la Madre e le donne fedeli, o per mala volontà di farlo. E un pagano trovò per lo Sconosciuto la pietà the il mio popolo mi aveva negato. Troverà in Cielo il sorso a Me dato. In verità vi dico che, se Io ho rifiutato ogni conforto, perché quando si è Vittima non bisogna temperare la sorte, non ho voluto respingere il pagano, nella cui offerta ho sentito il miele di tutto l'amore the dai Gentili mi verrà dato a compenso dell'amarezza the mi dette Israele. Non mi ha levato la sete. Ma lo sconforto, sì. Per questo ho preso quel sorso ignorato. Per attirare a Me colui the già verso il Bene piegava. Sia benedetto dal Padre per la sua pietà!


15Non parlate più? Perché non chiedete ancora il perché ho così agito? Non osate di chiederlo? Io ve lo dirò. Tutto vi dirò dei perché di quest'ora.Chi siete voi? I miei continuatori. Sì. Lo siete nonostante il vostro smarrimento. Che dovete fare? Convertire il mondo a Cristo. Convertire! È la cosa più delicata e difficile, amici miei. Gli sdegni, i ribrezzi, gli orgogli, gli zeli esagerati sono tutti deleteri alla riuscita. Ma, poiché nulla e nessuno vi avrebbe persuaso alla bontà, alla condiscendenza, alla carità per quelli the sono nelle tenebre, è stato necessario comprendete? - necessario è stato the voi aveste, una buona volta, frantumato il vostro orgoglio di ebrei, di maschi, di apostoli, per dare luogo solo alla vera sapienza del ministero vostro. Alla mitezza, pazienza, pietà, amore senza borie e ribrezzi. Voi vedete the tutti vi hanno superato nel credere e nell'agire, fra quelli the voi guardavate con sprezzo o con compatimento orgoglioso. Tutti. E la peccatrice di un giorno. E Lazzaro, intinto di cultura profana, il primo the in mio Nome ha perdonato e guidato. E le donne pagane. E la debole moglie di Cusa. Debole? Invero ella tutti vi supera! Prima martire della mia fede. E i soldati di Roma. E i pastori. E l'erodiano Mannaen. E persino Gamaliele, il rabbino. Non sussultare, Giovanni. Credi tu the il mio Spirito fosse nelle tenebre? Tutti. E questo perché domani, ricordando il vostro errore, non chiudiate il cuore a chi viene alla Croce. Ve lo dico. E già so che, nonostante lo dica, non lo farete the quando la Forza del Signore vi piegherà come fuscelli al mio Volere, the è quello di avere dei cristiani di tutta la Terra. Ho vinto la Morte. Ma è meno dura del vecchio ebraismo. Ma vi piegherò.


16Tu, Pietro, in luogo di stare piangente e avvilito, tu the devi essere la Pietra della mia Chiesa, scolpisciti queste amare verità nel cuore. La mirra è usata per preservare dalla corruzione. Intriditi di mirra, dunque. E quando vorrai chiudere il cuore e la Chiesa ad uno d'altra fede, ricorda the non Israele, non Israele, non Israele, ma Roma mi difese e volle avere pietà. Ricordati the non tu, ma una peccatrice seppe stare ai piedi della Croce e meritò di vedermi per prima. E per non essere degno di biasimo sii imitatore del tuo Dio. Apri il cuore e la Chiesa dicendo: "Io, il povero Pietro, non posso sprezzare, perché se sprezzerò sarò sprezzato da Dio ed il mio errore tornerà vivo agli occhi suoi". Guai se non ti avessi spezzato così! Non un pastore ma un lupo saresti divenuto».


17Gesù si alza. Maestosissimo. «Figli miei. Ancora vi parlerò nel tempo che fra voi resterò. Ma per intanto vi assolvo e perdono. Dopo la prova che, se fu avvilente e crudele, è stata anche salutare e necessaria, venga in voi la pace del perdono. E, con essa in cuore, tornate i miei amici fedeli e forti. Il Padre mi ha mandato nel mondo. Io mando voi nel mondo a continuare la mia evangelizzazione. Miserie di ogni sorta verranno a voi chiedendo sollievo. Siate buoni pensando alla miseria vostra quando rimaneste senza il vostro Gesù. Siate illuminati. Nelle tenebre non è lecito vedere. Siate mondi per dare mondezza. Siate amore per amare. Poi verrà Colui the è Luce, Purificazione e Amore. Ma intanto, per prepararvi a questo ministero, Io vi comunico lo Spirito Santo. A chi rimetterete i peccati saranno rimessi. A chi li riterrete saranno ritenuti. L'esperienza vostra vi faccia giusti per giudicare. Lo Spirito Santo vi faccia santi per santificare. Il sincero volere di superare il vostro mancamento vi faccia eroici per la vita che vi aspetta. Quanto ancora è da dire ve lo dirò quando l'assente sarà venuto. Pregate per lui. Rimanete con la mia pace e senza orgasmo di dubbio sul mio amore».E Gesù scompare così come era entrato, lasciando fra Giovanni e Pietro un posto vuoto. Scompare in un bagliore che fa chiudere gli occhi tanto è forte. E, quando gli occhi abbacinati si riaprono, trovano solo che la pace di Gesù è rimasta, fiamma che brucia e che medica e che consuma le amarezze del passato in un unico desiderio: di servire.


Estratto di "l'Evangelo come mi è stato rivelato" di Maria Valtorta ©Centro Editoriale Valtortiano http://www.mariavaltorta.com/

AVE AVE AVE MARIA!