Ofrezco unas santas consideraciones que deben - Dios mediante - transformar nuestra vida. Las leì en el "Tratado de la oraciòn y meditaciòn" de San Pedro de Alcàntara, 1499-1562.
Capìtulo II.3.EL MIERCOLES:
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Después de esto suceden los sacramentos de la Confesión y Comunión y de la Extremaunción, que es el último socorro con que la Iglesia nos puede ayudar en aquel trabajo, y así en éste como en los otros debes considerar las ansias y congojas que allí el hombre padecerá por haber vivido mal, y cuánto quisiera haber llevado otro camino, y qué vida haría entonces si le diesen tiempo para eso, y cómo allí se esforzará a llamar a Dios, y los dolores y la prisa de la enfermedad apenas le darán lugar.
Mira también aquellos postreros accidentes de la enfermedad, que son como mensajeros de la muerte, cuán espantosos son y cuán para temer.
Levántase el pecho, enronquécese la voz, muérense los pies, hiélanse las rodillas, afílanse las narices, húndense los ojos, párase el rostro difunto, y luego la lengua no acierta a hacer su oficio; finalmente, con la gran prisa del ánima que se parte, turbados todos los sentidos pierden su valor y su virtud.
Mas, sobre todo, el ánima es la que allí padece los mayores trabajos, porque allí está batallando y agonizado, parte por la salida y parte por el temor de la cuenta que se le apareja; porque ella, naturalmente, rehúsa la salida y ama la estada y teme la cuenta.
Salida ya el ánima de la carne, aún te quedan dos caminos por andar, el uno acompañando el cuerpo hasta la sepultura, y el otro siguiendo el ánima hasta la determinación de su causa, considerando lo que a cada una de estas partes acaecerá.
Mira, pues, cuál queda el cuerpo después que su ánima la desampara, y cuál esa noble vestidura que le aparejan para enterrarlo, y cuán presto procuran echarlo de casa.
Considera su enterramiento con todo lo que él pasará, el doblar de las campanas, el preguntar todos por el muerto, los oficios y cantos dolorosos de la Iglesia, el acompañamiento y sentimiento che los amigos, y, finalmente, todas las particularidades que allí suelen acaecer hasta dejar el cuerpo en la sepultura, donde quedará sepultado en aquella tierra de perpetuo olvido.
Dejado el cuerpo en la sepultura, vete luego en pos del ánima y mira el camino que llevará por aquella nueva región, y en lo que, finalmente, parará, y cómo será juzgada.
Imagina que estás ya presente en este juicio, y que toda la corte del cielo está aguardando el fin de esta sentencia, donde se hará el cargo y el descargo de todo lo recibido hasta el cabo de la agujeta.
Allí se pedirá cuenta de la vida, de la hacienda, de la familia, de las inspiraciones de Dios, de los aparejos que tuvimos para bien vivir, y sobre todo de la sangre de Cristo, y allí será cada uno juzgado según la cuenta que diere de lo recibido.
Magnìfico este tributo a la Virgen: http://gerardoms.blogspot.com/2011/03/el-tributo-cotidiano-la-inmaculada_27.html
AMDG et BVM