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lunedì 27 maggio 2013

¿Cuántas clases hay de mentira? — Tres: jocosa, oficiosa y perniciosa


De la verdad. 
Vicios opuestos: mentira, simulación o hipocresía

¿Cuál otra virtud, del mismo orden que la anterior, es necesaria para el bienestar social, no en atención a los demás, sino a nosotros mismos? — La virtud de la verdad (CIX). 

¿Qué entendéis por virtud de la verdad? — La qué nos enseña a mostrarnos, lo mismo en palabras que en acciones, tales como en realidad somos (CIX, 1-4). 

¿Cuáles son los vicios opuestos a esta virtud? — Los de mentira, simulación o hipocresía (CXCXIII). 

¿Qué entendéis por mentira? — Cualquier dicho o hecho encaminado a manifestar o asegurar una cosa falsa (CX, 1). 

¿Es la mentira esencialmente mala? — Lo es en tal grado, que no hay fin ni pretexto que pueda nunca justificarla (CX, 3). 

Luego, ¿estamos obligados a decir siempre toda la verdad? — No señor; pero sí lo estamos a no dar a entender ni decir jamás mentira (Ibíd.). 
¿Cuántas clases hay de mentira? — Tres: jocosa, oficiosa y perniciosa (CX, 2). 


¿En qué se diferencian? — En que la jocosa tiene por objeto divertir a los demás; la oficiosa serles útil, y la perniciosa causarles algún menoscabo o perjuicio. 

¿Cuál es la peor? — La perniciosa; y así como las dos primeras pueden no exceder de pecados veniales, ésta, por su naturaleza, es siempre pecado mortal, y si alguna vez es venial, lo será en atención a la parvedad de materia o perjuicio causado (CX, 4). 

¿Qué entendéis por disimulo o hipocresía? — Consiste el disimulo en aparentar exteriormente lo que interiormente no somos, y la hipocresía, en simular virtudes que no tenemos (CXI, 1, 2). 


¿Estamos obligados, para no caer en estos vicios, a descubrir y declarar públicamente nuestros defectos y malas cualidades? 
De ninguna manera; estamos, por lo contrario, obligados a recatarlos para no perder crédito en la opinión de los demás, y para no darles mal ejemplo ni motivo de escándalo; la verdad o sinceridad solamente exige que no intentemos dar a conocer hechos y cualidades, buenas o malas, que realmente no tengamos (CXI, 3, 4). 

¿Obliga la virtud de la verdad a abstenerse de toda manifestación que puede admitir diversas interpretaciones, y a precaver y evitar las falsas?
Excepto en los casos en que una mala interpretación acarrease perjuicios que estuviésemos obligados a evitar, no señor (CXI, 1). 


¿Existen maneras de cometer pecados de mentira, disimulo o hipocresía que constituyan faltas específicamente distintas? 
— Sí señor; puede el hombre faltar atribuyéndose excelencias que no posee, y tenemos el pecado de la jactancia, o dando a conocer que carece de cualidades y merecimientos que en realidad tiene, y esto constituye el pecado de la falsa humildad (CXII, CXIII).

De La Summa Theologica. 
B. Jacinta Marto r.p.n.