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lunedì 10 dicembre 2012

Jardín


5 de julio

Dice Jesús:

«Mi Iglesia es similar a un gran jardín que circunda el palacio de un gran rey.

El rey, por motivos suyos, no sale del palacio y por ello, tras haber sembrado las flores y las plantas más hermosas, ha delegado a un jardinero para tutelar su Iglesia. El jardinero, a su vez, tiene muchos ayudantes que le auxilian.

En el jardín hay flores y plantas de todas las especies. 
El rey desparramó sobre los plantíos, para hacerlos fértiles, todas las sustancias fertilizantes, y antaño florecían sólo flores y plantas útiles y bellas. 
En el centro del jardín hay una fuente con siete caños que lanza sus canales por doquier y alimenta y restaura plantas y flores.

Pero el Maligno, en la ausencia del rey, ha entrado y a su vez ha esparcido semillas nocivas. 
De modo que ahora el jardín presenta un aspecto desordenado, para no decir desolador. Malas hierbas, es­pinosas, venenosas, se han extendido donde antes había márgenes, parterres, matorrales bellísimos, y los han sofocado o convertido en gramilla porque han absorbido la linfa de la tierra e impedido al sol descender sobre las plantitas.

El jardinero y sus ayudantes se afanan en limpiar, extirpar, y en­derezar las plantitas plegadas bajo el peso de las otras malas. Pero si trabajan acá, el Maligno trabaja allá, y así el jardín continúa pre­sentando su aspecto desolado. Serpientes, sapos, babosas aprove­chan el desorden para anidarse, para roer, para babear. Acá y allá alguna planta robusta lo resiste todo y florece alta hacia el cielo; algún parterre también, especialmente si es de lirios y rosas. Pero los hermosos rebordes de margaritas pequeñitas y de violetas están casi completamente cancelados.

Cuando el rey venga, no reconocerá ya su hermoso jardín que se ha hecho salvaje y con ira arrancará las yerbas, aplastará los ani­males escurridizos, cogerá las flores que queden y se las llevará a su palacio, eliminando el jardín para siempre.

     Ahora, atenta a la explicación.

El rey es Jesucristo. El jardín es su Iglesia militante. El jardine­ro es mi Pedro, y sus ayudantes son los sacerdotes. Los flores y las plantas, los consagrados fieles, los bautizados. Las sustancias fertilizantes, las virtudes y sobre todo mi Sangre, esparcida totalmente para fecundar el mundo y hacer fértil la tierra para la simiente de vida eterna. La fuente son los siete sacramentos. Las semillas noci­vas son los vicios, las pasiones, los pecados sembrados por Satanás en su odio hacia Mí.

El desorden está producido por el hecho de que las plantas bue­nas no han reaccionado y se han dejado sofocar por las malas que anulan el beneficio de mi Sangre, de mis Sacramentos, del Sol de la gracia.

El Sumo Jardinero y sus pocos, verdaderos ayudantes, no logran poner orden por la mala voluntad de las plantas buenas, por su pe­reza espiritual, y por la mala voluntad y pereza de muchos falsos jardineros que no se afanan en el santo trabajo de cultivar, ayudar, enderezar las almas.

Las serpientes, los sapos y las babosas son las tentaciones. 
Si todos los jardineros fueran diligentes y si todas las plantas estuvie­ran vigilantes, estos serían aplastados. 
En cambio las almas no piden ayuda a la iglesia cuando comprenden que la tentación es más fuerte que ellas, y los eclesiásticos no acuden, no todos, cuando una de las pobres almas, que Yo he pagado con mi Dolor y rescatado por anticipado con mi Sangre, pide auxilio.


Las plantas buenas que resisten son los verdaderos sacerdotes: desde mi Vicario, Jardinero Sumo y sumo árbol que alza hasta el cielo su copa intrépida y recta, hasta los sacerdotes sencillos que han permanecido sal de la tierra.

Los plantíos, especialmente de rosas y lirios, son las almas vir­ginales y las almas amantes. Pero los rebordes de pequeñas marga­ritas: la inocencia, y de violetas: la penitencia, muestran un aspecto desolador. La inocencia nace y florece, pero enseguida desaparece, porque la malicia, la lujuria, el vicio, la imprudencia, la destruyen. 
La penitencia es secada literalmente por la gramilla de la tibieza. Sólo resiste algún ejemplar. Y es ese ejemplar el que perfuma, con olor de purificación, un amplio radio del jardín de las miasmas del Mal.


Cuando Yo venga, en mi hora terrible, arrancaré, pisaré, destrui­ré las hierbas malditas y los parásitos malditos, eliminaré el jardín del universo, llevando conmigo, al interior de mi palacio, las plantas benditas, las benditas flores que han sabido resistir y florecer para mi alegría.

¡Ay de aquellos que sean desarraigados de Mí y lanzados al reino de Mamona, que han preferido el malvado sembrador al Sembrador divino; y ay de aquellos que han preferido escuchar la voz de las serpientes y de los sapos y el beso de las babosas a la voz de mis án­geles y el beso de mi gracia. Mejor hubiera sido para ellos no haber nacido nunca!

Pero alegría, alegría eterna para quienes me han permanecido siervos buenos, fieles, castos, enamorados. Y alegría, aún mayor, para quienes han querido ser doblemente mis seguidores tomando como propio camino las vías del Calvario, para cumplir en su cuerpo lo que falta aún a la eterna pasión de Cristo. Sus cuerpos glorifica­dos resplandecerán como soles en la vida eterna porque se habrán nutrido con mi doble pan: Eucaristía y Dolor, y habrán aumentado con su sangre el gran lavado iniciado por Jesucristo, la cabeza, y se­guido por ellos, los miembros, para limpiar a los hermanos y dar gloria a Dios».


***

Digo más tarde a Jesús: "No comprendo este pasaje del Evange­lio (cap. 2, v. 23-25, S. Juan), y Él me explica así:
«El hombre es el eterno salvaje y el eterno niño. Para ser atraído y seducido, especialmente en lo bueno -porque su naturaleza vicia­da le lleva fácilmente a aceptar el mal y difícilmente a aceptar el bien- necesita una farándula de prodigios. El prodigio le sacude y le exalta. Es un empujón que le impulsa al borde del Bien.
Al borde, he dicho. Yo sabía que los que creían por mis milagros estaban en los bordes. Estar allí no quiere decir estar en mi Camino. Quiere decir ser espectadores curiosos o interesados, preparados para alejarse cuando cesa la utilidad y se perfila un peligro, y a con­vertirse en acusadores y enemigos como antes se habían mostrado admiradores y amigos. El hombre es ambiguo, hasta que no es com­pletamente de Dios.
Yo veo en el fondo de los corazones. Por eso no me he fiado de los admiradores de una hora, de los creyentes del instante. Éstos no habrían sido los verdaderos confesores, mis testigos. Ni Yo necesita­ba testigos. Mis obras daban testimonio por Mí y testimoniaba el Padre, Aquel que eternamente es Perfección y Verdad.
He aquí el por qué Juan dice: que no necesitaba que otros dieran testimonio de Mí. Otros que no fueran el Padre y Yo mismo.
En el hombre no arraiga la verdad, por eso su testimonio no es veraz y duradero. Muchos fueron los que creyeron, pocos los que perseveraron, poquísimos los que testimoniaron durante toda su vida, y con la muerte, que Yo soy el Mesías, Hijo verdadero de Dios verdadero.
¡Beatísimos para siempre éstos!».

***

Dice Jesús:
"Mi Iglesia es semejante a un extenso jardín que rodea el palacio de un gran rey.
El rey, por motivos personales, no sale del palacio y,
por eso, después de haber sembrado las flores y plantas
más bellas, delegó en un jardinero la tutela de su Iglesia.
El rey, por motivos personales, no sale del palacio y, por eso, después de haber sembrado las flores y plantas más bellas, delegó en un jardinero la tutela de su Iglesia. El jardinero, a su vez, tiene muchos ayudantes que cooperan con él.
En el centro del jardín hay una fuente de siete caños
que manda sus canales en todas las direcciones con los
que alimenta y refresca plantas y flores.
Hay en el jardín flores y plantas de todas las especies. Para fertilizarlas, esparció el rey toda clase de sustancias fertilizantes y así, de consuno, florecían únicamente flores y plantas útiles y bellas. En el centro del jardín hay una fuente de siete caños que manda sus canales en todas las direcciones con los que alimenta y refresca plantas y flores.
Mas el Maligno, en ausencia del rey entró y esparció,
a su vez, semillas nocivas; de modo que el jardín presenta
ahora un aspecto desordenado, por no decir desolado
Mas el Maligno, en ausencia del rey entró y esparció, a su vez, semillas nocivas; de modo que el jardín presenta ahora un aspecto desordenado, por no decir desolado. Malezas malsanas, espinosas, venenosas se han extendido por donde antes había orlas, arriates, plantas bellísimas, sofocándolas o empobreciéndolas al absorber la humedad de la tierra e impidiendo al sol llegar hasta las plantas diminutas.
El jardinero y sus ayudantes se afanan en escamondar, extirpar y enderezar las pequeñas plantas dobladas al peso de otras malsanas. Mas si ellos trabajan por un lado, el Maligno lo hace por otro y así el jardín presenta siempre un aspecto de desolación. Serpientes, sapos, limazas se aprovechan del desorden para anidar, roer y babosear. Aquí y allá alguna planta robusta resiste a todo y florece irguiéndose hacia el cielo; incluso algún que otro bancal, en especial si es de lirios y rosas. Mas las orlas preciosas de las margaritas y de las violetas se encuentran casi del todo destruidas.
Cuando venga el rey, ya no conocerá su hermoso jardín
convertido en una selva y arrancará con ira
las malezas, ...
Cuando venga el rey, ya no conocerá su hermoso jardín convertido en una selva y arrancará con ira las malezas, destruirá los animales inmundos, recogerá las flores que hayan quedado y las llevará a su palacio, terminando para siempre con su jardín.

Atiende ahora a la explicación
El rey es Jesucristo. El jardín su Iglesia militante. El
jardinero es mi Padre y los sacerdotes sus ayudantes
El rey es Jesucristo. El jardín su Iglesia militante. El jardinero es mi Padre y los sacerdotes sus ayudantes. Las flores y las plantas son los fieles consagrados y los bautizados. Las sustancias fertilizantes las virtudes y, sobre todo, mi Sangre, derramada toda ella para fecundar el mundo y fertilizar la tierra con la semilla de vida eterna. La fuente la constituyen los siete sacramentos. Las semillas nocivas son los vicios, las pasiones y los pecados sembrados por Satanás en odio a Mí.
El desorden se ha producido por no haber reaccionado
las plantas buenas
El desorden se ha producido por no haber reaccionado las plantas buenas y haberse dejado sofocar por aquellas otras perniciosas que hacen inútil el beneficio de mi Sangre, de mis Sacramentos y del Sol de la gracia.
El Supremo Jardinero y sus pocos verdaderos ayudantes
no se atreven a poner orden
El Supremo Jardinero y sus pocos verdaderos ayudantes no se atreven a poner orden por la mala voluntad de las plantas buenas, por El desorden se ha producido por no haber reaccionado las plantas buenas su pereza espiritual y por la mala voluntad y pereza de muchos falsos jardineros que no se afanan en la labor santa de cultivar, asistir y enderezar las almas.
Las serpientes, los sapos y las limazas son las tentaciones.
Si todos los jardineros fuesen diligentes y todas las
plantas vigilantes, desparecerían todos
Las serpientes, los sapos y las limazas son las tentaciones. Si todos los jardineros fuesen diligentes y todas las plantas vigilantes, desparecerían todos. Por el contrario, las almas no llaman en su auxilio a la Iglesia cuando comprenden que la tentación es más fuerte que ellas y los eclesiásticos no acuden, no todos, cuando una de esas pobres almas que Yo pagué con mi Dolor y redimí anticipadamente con mi Sangre, pide socorro.
Las plantas buenas que resisten son los verdaderos
sacerdotes
Las plantas buenas que resisten son los verdaderos sacerdotes: desde mi Vicario, Supremo Jardinero y árbol el más alto que eleva al cielo su copa intrépida y erguida, hasta los simples sacerdotes que vienen a ser la sal de la tierra.
Los bancales, en especial los de las rosas y lirios, son
las almas virginales y las almas amantes...
Los bancales, en especial los de las rosas y lirios, son las almas virginales y las almas amantes. Ahora bien, las orlas de las margaritas: la inocencia, y las de las violetas: la penitencia, presentan un aspecto desolador. La inocencia nace y florece, pero en seguida desaparece porque la malicia, la lujuria, el vicio, la imprudencia la destruyen. La penitencia se encuentra literalmente agostada por la grama de la tibieza. Sólo resiste algún que otro ejemplar que perfuma con aroma purificador un extenso radio del jardín contrarrestando los miasmas del Mal.
Cuando Yo venga en mi hora terrible, arrancaré,
estrujaré, destruiré las hierbas y parásitos malditos
Cuando Yo venga en mi hora terrible, arrancaré, estrujaré, destruiré las hierbas y parásitos malditos; haré desaparecer el jardín del universo llevando conmigo al interior de mi palacio las plantas y las flores benditas que supieron resistir y florecer para mi gozo.
Y ¡ay de aquellos que han de ser apartados de Mí y lanzados
al reino de Mammón, el sembrador malvado, que lo
prefirieron al Sembrador divino!
Y ¡ay de aquellos que han de ser apartados de Mí y lanzados al reino de Mammón, el sembrador malvado, que lo prefirieron al Sembrador divino! ¡Ay de aquellos que prefirieron escuchar la voz de las serpientes y de los sapos y el beso de las limazas a la voz de mis ángeles y al beso de mi gracia! ¡Fuera mejor para ellos que nunca hubiesen nacido!
Por el contrario, gozo, gozo eterno para aquellos que
me hayan permanecido siervos buenos, fieles, castos
y enamorados.
Por el contrario, gozo, gozo eterno para aquellos que me hayan permanecido siervos buenos, fieles, castos y enamorados. Y gozo todavía mayor para los que quisieron ser doblemente seguidores míos marchando por las sendas del Calvario durante su vida a fin de completar en su cuerpo cuanto aún falta a la pasión eterna de Cristo. Y sus cuerpos glorificados resplandecerán como soles en la vida eterna porque se habrán nutrido de mi doble pan: la Eucaristía y el Dolor y habrán acrecido con su sangre la gran ablución iniciada por Jesús, la cabeza, y continuada por ellos, los miembros, a fin de purificar a los hermanos y dar gloria a Dios."

Cor Mariæ Immaculatum, intercede pro nobis

sabato 24 marzo 2012

I sacerdoti custodi del Corpo di Gesù

Anton Mor van Dashorst, Calvario,
XVI sec., Museo Nacional de Escultura de Valladolid

I sacerdoti custodi 
del corpo di Gesù

Il Figlio di Dio disse: «Sono simile al signore che, dopo aver combattuto con fedeltà nel paese in cui si è recato in pellegrinaggio, torna con gioia nella terra natale. 

Questo signore ha un tesoro molto prezioso, la cui vista dà gioia agli occhi lacrimosi, consola gli infelici, rinvigorisce gli infermi e resuscita i morti. Ma, affinché questo tesoro venga custodito con onestà e determinazione, viene edificata una casa con magnificenza e gloria, abbastanza alta e dotata di sette livelli attraverso i quali si accede al tesoro stesso. 

Ora, Dio ha mostrato questo tesoro ai suoi servitori e lo ha affidato loro affinché ne abbiano cura e lo custodiscano con purezza, in modo che vengano apprezzate la carità del signore verso i suoi servitori e la fedeltà dei suoi servitori nei confronti del signore. 

Ma dopo qualche tempo il tesoro inizia ad essere disprezzato, la casa viene frequentata di rado, le cure dei custodi diminuiscono e l'amore di Dio viene trascurato... 

Io sono quel signore che è venuto al mondo per umiltà come un pellegrino, sebbene fossi potente in terra e in cielo secondo la divinità; perché in verità sulla terra ho dovuto sostenere una lotta tale che tutti i nervi delle mie mani e dei miei piedi si sono rotti per la salvezza delle anime. 

Salendo in cielo, da cui non mi sono mai allontanato, ho lasciato al mondo un memoriale altamente degno, ossia il mio corpo santissimo; infatti così come l'antica legge si gloriava dell'arca, della manna, delle tavole del Testamento e di altre cerimonie, allo stesso modo l'uomo nuovo si rallegra di una legge nuova, ossia il mio corpo crocifisso, che era insito nella legge stessa. 

Affinché al mio corpo fossero tributati gloria e onore, ho istituito la casa della Santa Chiesa, dove esso sarebbe stato custodito e conservato. 

I sacerdoti sono dei custodi particolari, in un certo senso più eminenti degli angeli, poiché toccano con la bocca e le mani colui che gli angeli hanno paura di sfiorare, dato il rispetto che provano nei suoi confronti. Ho reso ai sacerdoti sette tipi di onore, corrispondenti a sette caratteristiche

-i preti devono portare il segno del sacerdozio e distinguersi come miei amici per la purezza dello spirito e del corpo, perché la purezza è il primo livello per avvicinarsi a Dio, al quale non si addice nulla di corrotto; ai ministri della legge, che avevano il permesso di contrarre il matrimonio, non era concesso fare dei sacrifici, ma ciò non deve stupire: essi avevano solo la scorza e non il nocciolo. Ora, poiché questa figura è stata eliminata con l'avvento della verità, è necessario che si consacrino tutti alla purezza; il nocciolo, infatti, è più dolce della scorza... I chierici sono istituiti perché siano degli uomini angelici dotati di ogni sorta di umiltà; è vero infatti che con l'umiltà del corpo e dello spirito si entra in cielo e si vince la superbia del diavolo; a questo livello i sacerdoti vengono nominati per cacciare il diavolo, perché l'uomo umile è elevato al cielo da cui la superbia ha fatto sprofondare il demonio

-I preti vengono ordinati per essere discepoli di Dio attraverso la continua lettura dei testi sacri
per questo motivo la sacra Scrittura viene data ai sacerdoti come la spada al soldato; 
essi, infatti, devono sapere come placare la collera di Dio con la preghiera e la meditazione, affinché il popolo non muoia. 

-I sacerdoti sono designati custodi del tempio di Dio e studiosi delle anime; per questo motivo il vescovo consegna loro le chiavi: essi devono prendersi cura della salvezza delle anime dei loro fratelli, promuoverne il progresso con la parola e l'esempio e incitare gli infermi alla perfezione assoluta

-A loro viene affidata la cura dell'altare, perché, servendo sull'altare, vivano dell'altare stesso e non si occupino affatto delle cose mondane, se non per ciò che attiene alla loro carica ecclesiastica. 

-Vengono ordinati per essere uomini apostolici, che predicano la verità evangelica e conformano i loro costumi a ciò che predicano. Sono istituiti in modo da mediare fra Dio e l'uomo attraverso il sacrificio del mio corpo. Per questo motivo i sacerdoti sono in un certo modo superiori alla dignità degli angeli. 

Ora, mi lamento perché queste caratteristiche sono gravemente disattese, in quanto la superbia viene preferita all'umiltà, l'impudicizia alla continenza; non ci si attiene più ai libri di Dio, ma a quelli del mondo; gli altari vengono trascurati e la saggezza divina è reputata follia. Non ci si preoccupa affatto della salvezza delle anime e, come se non bastasse, si gettano via le mie vesti e si di-sprezzano le mie armi. 

E’ vero, sul monte Sinai ho mostrato a Mosè gli abiti che dovevano indossare i sacerdoti; questo non perché nella celeste abitazione di Dio ci fosse qualcosa di materiale, ma perché non si possono comprendere le cose spirituali senza quelle materiali. 

Quindi mostro ciò che è spirituale attraverso il mondo fisico: occorre sapere che a quanti detengono la verità viene richiesta la purezza e non una pura apparenza. A che scopo, dunque, avrei mostrato a Mosè un tale splendore di vesti materiali, se non perché attraverso esse si comprendessero lo splendore e la bellezza dell'anima?... 

Dall'oblazione dei ministri di Dio conseguono tre beni

-la mia pazienza che è lodata da tutte le schiere celesti, perché sono la medesima Persona tra le mani di un prete buono e di uno cattivo; non traggo senso dalla persona, infatti questo sacramento non dipende dai meriti o demeriti di chi lo somministra, bensì dalle mie parole; 

-tale oblazione è utile per tutti, indipendentemente dal prete che l'offre, inoltre giova anche a chi l'offre, sebbene cattivo; 

-quando ho pronunciato le parole Io sono, tutti i miei nemici sono caduti all'indietro; similmente, all'udire le parole: Questo è il mio corpo, i diavoli fuggono via e cessano di tentare le anime che fanno queste sante oblazioni, né oserebbero tornare ad assediarle con rinnovata audacia se in esse non si insinuasse una propensione a peccare. Per questo la mia misericordia perdona tutti e li tollera, ma la mia giustizia grida vendetta: perciò io grido e quanti siano quelli che mi rispondono, lo vedi da te. Ciononostante invierò ancora la mia Parola: chi l'ascolterà, trascorrerà e terminerà i suoi giorni con una gioia così grande che non è possibile dire, né pensare la dolcezza della mia Parola senza farle torto...» 
(Rivelazioni di S.Brigida, Libro IV, 58)

LAUDETUR   JESUS  CHRISTUS!
LAUDETUR  CUM  MARIA!
SEMPER  LAUDENTUR!

martedì 20 marzo 2012

I sacerdoti mi sono debitori



File:Leonardo, ultima cena (restored) 01.jpg

<<... I sacerdoti dunque mi sono debitori della vocazione, di Maria, del mio Sangue, delle preghiere, della vita, della Sposa, della loro trasformazione. Questa farà sì che, oltre a rappresentarmi sulla terra, essi siano Me nella celebrazione della Messa, siano Me nell’amministrazione dei sacramenti, insomma siano Me in ogni istante e circostanza: questo è ciò che Io cerco in loro.



Ma non mi accontento della trasformazione già avvenuta e che più o meno si è realizzata con la cooperazione del sacerdote: desidero l’attuazione piena di questa trasformazione per l’onore della mia Chiesa. Nei sacerdoti infatti il Padre vede Me, unico Sacerdote degno di toccarla e di continuare a moltiplicare, con purezza e santità, i suoi tesori nelle anime. Evidentemente, per comunicare tali tesori i sacerdoti devono rivestirsi di Gesù Cristo, devono  rappresentare Me, il Dio fatto uomo.

Ma come ho detto, in tempi come questi, nei quali, cioè, è particolarmente necessario un salvatore, non mi basta che si rivestano di Me: devono essere Me e, con le loro virtù, rendere presente l’unico Salvatore>>.

Da: "Sacerdoti di Cristo" di Conchita Cabrera De Armida, Città Nuova.




LAUDETUR JESUS CHRISTUS!
LAUDETUR CUM MARIA!
SEMPER LAUDENTUR!