Texto original de: Andrés Mas Chao y Jose Mª Sánchez
de Toca. z de Toca.
La devoción mariana de la Infantería española,
circunstancial a la nación española y tradicional en sus ejércitos, se concretó en este periodo en las
advocaciones del Rosario y la Purísima Concepción.
La Infantería embarcada en Lepanto había combatido con el rosario al cuello; el Sumo Pontífice había instituido la fiesta de Nuestra Señora del Rosario para conmemorar la victoria y los tercios se habían acogido a su patronazgo. Andando el tiempo, las Reales
Ordenanzas de Carlos III harían de precepto el rezo
del rosario por compañías.
En Flandes, quince años después de Lepanto, tres
tercios viejos de infantería española, aislados y
cercados por la flota rebelde en el dique de Empel frente a la isla de Bomel, escaparon a la destrucción de un modo que los católicos no vacilaron
en calificar de Milagro, y los historiadores protestantes de "desafortunada concurrencia de
circunstancias insólitas.
El llamado "Milagro de Empel" propagó en la Infantería española la devoción a la Purísima que tres siglos después
tomaría rango oficial al declararla Patrona del Arma
una Real Orden Circular de la Reina
Regente doña Maria Cristina de Habsburgo.
El escenario.
Hay que recordar que los Países Bajos ocupan las
tierras bajas e inundables de las
desembocaduras de los grandes nos Escalda, Mosa, Rhin
y Ems, entre el Paso de Calais y las islas
de Frisia, donde a lo largo de la Edad Media se habían
formado en torno a prósperas ciudades
mercantiles una veintena de pequeños estados. Carlos
V, que había heredado una docena de ellos
(el llamado "Círculo Borgoñón") adquirió
otros seis más por diversos medios para englobar en una
sola entidad política la región más próspera de
Europa. A Carlos, nacido y criado en Flandes y
Brabante, le gustaba retornar a la que consideraba, y
sin duda era, su patria y clave de su
múltiple corona. El día de su abdicación, precisamente
en Bruselas, Carlos dejó los Países Bajos a
su primogénito Felipe; y la situación política de los
Países Bajos, nunca exenta de sobresaltos (en
1488 la ciudad de Brujas había hecho prisionero al
Emperador Maximiliano; y en 1540, el propio
Carlos había tenido que reprimir severamente la
rebelión de su ciudad natal) empeoró bajo Felipe II.
A diferencia de su padre, Felipe había nacido y se
había criado en España, su lengua materna era
portuguesa, y desde 1559 hasta su muerte no pisó los
Países Bajos. En una amarga expiación
histórica, los flamencos se vieron gobernados por
extranjeros como lo habían estado por flamencos
los castellanos de las Comunidades. El
descontento alentado por los enemigos de
Felipe estaba
encabezado por una nobleza que se sentía relegada desde
la muerte del Emperador y de la que el Rey desconfiaba.
Pero la causa fundamental que enfrentó al Rey con
parte de sus súbditos fue la escisión religiosa que dividió Europa en bandos irreconciliables. Felipe
prefería perder todo antes que gobernar
sobre herejes, y se sentía obligado a defender las
vidas y conciencias de sus súbditos católicos. Con
parecida determinación, los rebeldes se oponían al
establecimiento de la Inquisición y al gobierno
por extranjeros. El choque de estas dos tenaces voluntades
produjo la larga y sangrienta guerra conocida fuera de
España como "Guerra de los ochenta años", y
en España como "Guerras de Flandes".
Felipe había dejado en Bruselas de Gobernadora a su
hermana Margarita, Duquesa de Parma,
hija natural del Emperador. En agosto de 1566,
Margarita afrontó una rebelión y rogó a su
hermano que viniera personalmente pero que no trajera
más españoles. Obligado por las
circunstancias, Felipe hizo justamente lo contrario y
envió 10.000 hombres al mando del Duque
de Alba", con instrucciones secretas que le daban
atribuciones superiores a las de la propia
Gobernadora. Margarita, que había logrado apaciguar la
rebelión antes de la llegada del Duque,
renunció. Alba hizo ejecutar a 400 rebeldes, y en los
siete años siguientes, con fuerzas siempre
crecientes pero siempre en inferioridad de
medios, no sólo no extinguió la rebelión
sino que
consolidó la voluntad de resistencia.
Felipe destituyó al Duque y lo sustituyó en 1573 por
su amigo personal Luis de Requesens, a cuya
muerte, cuatro años más tarde, el Rey nombró a su
hermano Don Juan de Austria. Cuando al
cabo de un año Alejandro Farnesio, sobrino del rey,
llegó a Bruselas, la situación era insostenible.
El ejército multinacional del Rey con casi ochenta mil
veteranos no parecía tener posibilidades de
victoria frente a los rebeldes; la rebelión se
extendía a las provincias católicas y los Países Bajos
estaban esquilmados por diez crueles años de guerra.
Los actores.
Aunque suelen denominarse " españoles " a
los ejércitos del Rey en los Países Bajos, y " holandeses
" a sus adversarios, tales denominaciones,
ciertamente explicables, no se ajustan rigurosamente a
los hechos. El Rey era "medio flamenco" (lo
mismo que tres de sus cinco Gobernadores hasta ese
momento), y los españoles sólo constituían del 7 al 16
por 100 de los efectivos de su ejército. Por
otra parte, sus adversarios (“los Estados" o
"los rebeldes" en la terminología de la época) eran
asimismo multinacionales en mandos y tropa. No había
frontera fija y prácticamente cada uno
de los estados y ciudades tenía dividida su población
por el enfrentamiento religioso de una guerra
a la vez religiosa, civil y europea.
En 1579 los siete estados del norte (Güeldres,
Holanda, Zelanda, Utrecht, Frisia, Overijssel y
Groninga) firmaron la Unión de Utrecht, y dos años
después levantaron Acta de Abjuración de su
juramento de fidelidad a Felipe II.
Con ello los contendientes quedaron mejor definidos
pero la adhesión de las poblaciones continuó
fluctuando en la terrible alternativa entre la
opresión religiosa y la brutalidad y exacciones de los
ejércitos.
Farnesio, que tenía tanta habilidad política como
militar, y que gozaba de la confianza ilimitada
de sus hombres, enderezó progresivamente la situación
y supo separar de los rebeldes a las
provincias mayoritariamente católicas.
Cuando recuperó Amberes en el verano de 1585, se
sintió en condiciones de acudir a las " islas de
Gelanda y Holanda " cuyas poblaciones católicas
oprimidas por los rebeldes protestantes le pedían
auxilio. Farnesio licenció buena parte de su ejército
y envió el resto al norte, al mando del Conde de Mansfelt.
Entretanto llegó un tercio de españoles en respuesta a
la petición de refuerzos hecha por Farnesio
durante el sitio; se trataba de un tercio formado
cinco años antes para las jornadas de Portugal y las Terceras al mando del
Maestre de Campo Don Francisco de Arias Bobadilla, ilustre soldado
con más de veinte años de servicio.
El Tercio de Bobadilla se incorporó al ejército de
Mansfelt que se dirigía al límite de la zona
controlada por los rebeldes, al norte de Brabante y
Güeldres. Mansfelt llegó a la orilla meridional
del Mosa, donde hizo acuartelar el grueso, y mandó a
Bobadilla que ocupara la isla de Bommel.
Esta isla " el Bommelwaard " tiene unos 25
kilómetros de este a oeste, 9 de anchura máxima de
norte a sur, y está formada por los ríos Mosa y Vaal,
que se aproximan mucho al Este de la isla,
y están comunicados por brazos de unión en ambos
extremos de la isla. La comarca es baja, fértil
y bien trabajada, y en ella existían tres plazas
fuertes en poder de los rebeldes.
Bobadilla pasó el Mosa, que no es excesivamente ancho
en esta parte, con su propio Tercio además
de los Tercios de Mondragón e Iñiguez, una compañía de
arcabuceros españoles a caballo y seis
piezas de artillería. Eran en total 61 banderas
(Compañías) con más de cuatro mil españoles, "
combatientes expertos, flor del ejército español
", la mayor parte de la Infantería española de Mansfelt, y la única por tanto que tenia Farnesio.
Las primeras decisiones
La decisión de ocupar la isla de Bommel era discutible y desde luego fue ridiculizada por el enemigo, que vio una
Las primeras decisiones
La decisión de ocupar la isla de Bommel era discutible y desde luego fue ridiculizada por el enemigo, que vio una
excelente oportunidad de desquite, ya que la isla está
totalmente protegida por diques y es
fácilmente inundable. A Felipe, Conde de Holac,
General de las tropas de los Estados en Holanda,
Zelanda y Bommel, le " pareció buena esta ocasión
para vengarse con una memorable derrota de
la mejor parte del ejército católico ", y a los
rebeldes " les creció un ánimo extraordinario de
anegarlos y deshacerlos y quitar de aquella vez el
yugo español que tenían sobre sus hombros”.
Holac armó " con muy buena infantería cien naves,
de quillas chatas las más ", y arrimándose a
los diques de la isla los cortó en diversos lugares.
La previsora vigilancia de Bobadilla impidió que
cortaran los situados directamente frente al empuje de
la corriente, en cuyo caso la inundación
hubiera barrido la isla. Los españoles, que estaban
alojados en la zona de los pueblos de Dril,
Rosan, Herwaardefl y Hurwenen en la parte oriental de
la isla apenas tuvieron tiempo de subir a
refugiarse en los diques. La situación era insostenible
y Bobadilla dio la orden de retirada.
"La inundación echó el río sobre casi toda la
isla con tanta presteza que apenas tuvo tiempo Bobadilta para llevar tras el Mosa al lugar de Empel y
a otros de la vecindad las tropas, artillería
y vituallas. Pero ni aquí les dejó Libres la corriente
del río, porque si bien los españoles habían
tomado los puntos más altos,... el campo desde la isla
Bomel a Boldu que era algo más bajo (y)
fácilmente llamó a sí las aguas... y menos unos altos
a (los) que habían subido los soldados, el otro
campo del río parecía un mar hinchado”.
Por la tarde la flota rebelde descargó el fuego de su
artillería, arcabuces y mosquetes sobre los
españoles que se apiñaban en el dique del Mosa y sólo
al anochecer temprano, dada la estación y
la latitud, pero con creciente de luna logró alejarlos
Bobadilla con el fuego de sus piezas.
Al día siguiente, Martes 3 de diciembre, antes de
amanecer Bobadilla terminó de pasar el Mosa
con su retaguardia. Cuando se hizo de día ante su
vista sólo se extendían aguas en los siete
kilómetros entre el dique y Bolduque. Los campos
estaban anegados a excepción de algunas isletas
que se habían formado en los lugares más altos. Los
contradiques que corrían desde el dique de la
orilla hasta el interior presentaban múltiples
cortaduras, y una flota enemiga de cien barcos
impedía proseguir la navegación hasta Bolduque a
través de los campos anegados. La vanguardia
de Bobadilla, que al mando del capitán Antonio de
Pazos se había adelantado hacia Unguen, cerca de Bolduque, donde los tercios
habían dejado sus bagajes, tuvo que retroceder perseguida por
cuatro galeotas, y acogerse a un castillejo situado en
una isleta junto a la iglesia de Empel, que
estaba guarnecido por una escuadra de italianos.
Bobadilla se dispuso a fortificarse. Mandó hacer un
fuerte alrededor de la iglesia de Empel, lo
guarneció con dos capitanes y doscientos soldados para
asegurar el paso del Mosa, y distribuyó los
tercios en torno con orden de atrincherarse para
ponerse a cubierto. Al llegar la noche mandó al
Capitán Bartolomé Torralva, acompañado de un soldado
flamenco " fiel, muy católico y amigo de
españoles " que fuera en una barquilla con un
mensaje para las autoridades de Bolduque, con
ruego de que sacaran la artillería de la ciudad hasta
el borde de lo anegado a fin de desalojar de
allí a la flota rebelde.
En 1571, el obispo había acudido a Bruselas para
tratar de librar a la ciudad de la guarnición
española, que sólo fue sustituida por otra alemana
tras la Pacificación de Gante de 1576. Sin
embargo, este mismo año de 1585, sus habitantes habían
arrojado por las murallas a los hombres
de Holac que en audaz golpe de mano habían conseguido
sorprender la guardia de las puertas e
internarse en la ciudad.
Esta era la ciudad a la que acudía a pedir ayuda el
capitán Torralva, quien no sólo llevaba
mensajes para Bolduque, sino que también era podador
de pliegos para Mansfelt, que estaba en
Harpen, a seis leguas de allí. Bobadilla le informaba
de su situación, le pedía pronto socorro; y
adjuntaba asimismo un pliego para Farnesio en
Bruselas. En vísperas del acontecimiento El miércoles 4 de diciembre, los españoles ocuparon dos
isletas cercanas a la parte del dique que
ocupaba el tercio de Iñiguez, que Bobadilla guarneció
y puso al mando de sendos capitanes: en
una de ellas asentó una pieza que contribuyó
eficazmente a mantener a distancia la flota.
Mansfelt, que había recibido el aviso de Bobadilla, se
trasladó a Bolduque y desde allí envió al
alférez Francisco de Zambrana, natural de Linares, con
el mensaje de que en un par de días
tendría embarcaciones para atacar a los rebeldes; que
Bobadilla " procurase entretenerse lo mejor
que pudiese" a lo que éste replicó, a través de
Zambrana, que aunque estaba escaso de bastimentos
y municiones ( ya que los sitiados tenían todavía
carne de vacas y caballos, pero carecían de pan
y leña que escaseaba en el dique ); Mansfelt no
debería apresurarse hasta estar seguro del éxito.
Cuando aparecieran las embarcaciones de Mansfelt,
Bobadilla estaría preparado para cooperar al
ataque con nueve " pleytas " (barcazas), con
infantería embarcada para cerrar con ellas
simultáneamente contra los buques rebeldes.
Esa noche, que hay que suponer clara pues se acercaba
el plenilunio, cuando volvió Zambrana
con la respuesta de Mansfelt, la flota rebelde ocupaba
todo el horizonte entre Bolduque y Empel; a
Zambrana le había costado encontrar marineros que
quisieran llevarle. Bobadilla resolvió la
dificultad con diez escudos para cada marinero y la
promesa de otros tantos a cada viaje. Como
apostilla Alonso Vázquez, que fue testigo presencial.
"no hay remedio más eficaz que el dinero, pues
sin él no hay que esperar buenos sucesos en tas
pretensiones, particularmente en las de guerra.
"La mañana del jueves 5 de diciembre, Bobadilla
ordenó a los Sargentos Mayores de los tercios
que aprestaran las " pleytas " que habían de
cooperar al ataque de Mansfelt. En cada una irían
dos capitanes, diez piqueros, diez mosqueteros y diez
arcabuceros. Esta composición reflejaba la de
los tercios, y permitía contar con fuego de gran
alcance (mosquetes), fuego próximo (arcabuceros), y picas para el combate
inmediato. Como preparación espiritual, los designados " confesaron y
comulgaron como siempre que han de pelear lo
acostumbra la nación española ", y quedaron
alertados a la espera del ataque de Mansfelt.
Ese mismo día, Bobadilla, acompañado de los capitanes
más antiguos y expertos, pasó al castillejo
de los italianos para estudiar la posibilidad de
vadear lo anegado, que le pareció factible, tal como
se le habla informado. Además, la inmovilidad de las
naves holandesas hacia suponer que temían
dar fondo y que estaban situadas sobre algún canal
oculto por la inundación. El Capitán Melchor
Martínez se ofreció voluntario para informar a
Mansfelt de éste y otros extremos, y partió del
castillejo en una barquilla con tres soldados
españoles costeando la orilla meridional del dique por
los campos anegados, presumiblemente en dirección
este-oeste. Tres buques ligeros rebeldes salieron
en su persecución, y aunque Melchor llegó al
dique de enfrente antes que ellos no se
atrevió a
saltar a tierra (por no saber si era tierra del rey o
de los rebeldes), y continuó aguas arriba del
Mosa perseguido de cerca. Finalmente les dieron
alcance y hubieron de desembarcar; los soldados
que lo acompañaban lograron llegar hasta
Mansfelt, pero el capitán resultó herido
y fue
capturado. Trasladado a un buque rebelde, fue bien
atendido hasta que murió. Este fue el único
enlace que supieron los rebeldes; los demás pasaron
inadvertidos.
La captura de Melchor alentó la seguridad de los
rebeldes en el éxito, y demostró a Bobadilla que
no había posibilidad de vadeo ya que la flota rebelde
se movía con libertad por los campos
anegados. Las esperanzas de romper el cerco se
reducían por tanto a que el doble ataque dispuesto
por Mansfelt tuviera éxito, o a la conquista sucesiva
de uno de los rosarios de isletas que unían
Empel con Bolduque.
Prudentemente, Bobadilla no dejó de impulsar
continuamente esta segunda posibilidad; hizo
ocupar otra isleta frontera al castillejo y la
guarneció con infantería al mando de dos capitanes,
amén de dos piezas que alejarían los fuegos de la
flota rebelde sobre los rasos del dique.
En la otra orilla mientras tanto, Juan del Águila
había conseguido llevar con sus hombres, ya que
carecía de caballos, tres piezas de Bolduque al lugar
de Horte, a medio camino entre Empel y
Bolduque, y con ellas hacía nutrido fuego con la
triple finalidad de castigar a la flota rebelde,
alejarla de la isleta recién ocupada y tratar de
evitar que los rebeldes ocupasen alguna de las
isletas e impidieran así la salida de los cercados en
saltos sucesivos. Al fuego de las piezas de Horte
se sumaba el de la isleta recién ocupada.
Un mensaje de Mansfelt que había traído Zambrana
alentó la esperanza de los cercados: el Conde
comunicaba que ya tenía cincuenta barcas dos leguas
aguas arriba del Mosa, y que antes de
rayar el alba embarcaría el tercio de Juan del Águila
para atacar a la flota rebelde. En ese
momento y tal como se había planeado, Bobadilla
debería atacarla también con sus medios. Las
señales para comenzar el ataque serian disparos
de dos piezas de artillería y grandes
fuegos y
humos en la iglesia de Horte. En consecuencia,
Bobadilla tomó disposiciones para que las pleytas
estuvieran listas antes del amanecer, y sus dotaciones
" con ánimo increíble " las señales esperadas
de comienzo del ataque.
Sin embargo, los rebeldes, a pesar del fuego español,
habían logrado ocupar las dos isletas más
próximas a las de los sitiados, y trabajando
febrilmente durante toda la noche tenían
prácticamente terminado un fuerte. Para mayor
seguridad habían apostado sus barcos enfrente,
y su nave capitana estaba atravesada en la cortadura
decisiva. Cuando Mansfelt vio los fuertes al amanecer del viernes 6 de
diciembre hizo que los batieran
furiosamente durante dos horas desde el dique de Grave
que estaba frente a ellos las piezas que los
hombres de Juan del Águila habían llevado
trabajosamente allí: pero ni su fuego, ni el de las
restantes piezas españolas evitó que los terminaran.
Desde la otra orilla, los sitiados, que en vez de
las señales de ataque vieron las isletas ocupadas y
los fuertes enemigos recién construidos, "
comenzaron a afligirse”. No era para menos: Estaban
apiñados en islotes casi insuficientes para
albergarlos, " veíanse en muy gran turbación y
trabajo, y el menor que pasaban era el frío,
hambre y desnudez, que tanto les apretaba por estar al
rigor del tiempo sin ningún reparo donde
poder cubrirse ni valer de noche y día, y sobre unos
diques yermos y solos, donde iban perdiendo
ya las esperanzas de ser socorridos”.
Bobadilla envió a un alférez para que averiguara las
causas de la suspensión del ataque, y por la
noche llegó Zambrana con la noticia de "que el
enemigo habla incendiado las embarcaciones sin
dejar ni una. A partir de este momento, la única
posibilidad de escape imaginable, aunque
descabellada, era ganar las cortaduras fortificadas
por los rebeldes; es decir, atacar, desembarcar,
y asaltar una y otra vez bajo el fuego de la flota y
los fuertes rebeldes. El hallazgo El sábado 7 de
diciembre, día denso de acontecimientos, la situación
era desesperada para los sitiados: se habían
terminado los víveres, soplaba un viento frío muy
intenso, y no tenían donde cobijarse, puesto que
no hallaban paja ni palos para construir abrigos ni
leña para hacer fuego. Después de analizar
la situación, Bobadilla descartó la salida por la
cortadura principal de levante, y envió un
capitán a decir a Mansfelt que atacara las dos
cortaduras del dique de poniente que tenia más
próximas mientras los sitiados con sus pleytas
tratarían de conquistar las otras dos que estaban
por su lado, " ya que no veía otro remedio, y aún
éste incierto y casi imposible”.
Los habitantes católicos de Bolduque, que habían
ayudado con sus embarcaciones y víveres a la
ocupación de Bommel, y que aportaron tropas y
artillería en cuanto llegó la petición de
Bobadilla, asistían angustiados a la tragedia. Cuando
supieron que los españoles se disponían a
atacar, hombres, mujeres y niños fueron a trabajar a
lo anegado, en un inútil empeño de abrir
paso. De las iglesias y conventos salieron
procesiones; las damas principales de la ciudad
exhortaban a la población a rogar por la salvación de
los sitiados; ayunaban, se disciplinaban; y
sacaron en procesión el Santísimo Sacramento a la
orilla con grandes luminarias para que
pudieran distinguirlo desde el dique, a fin de
consolar con su visión a los sitiados e impetrar
ayuda del Cielo, único que podía salvarlos.
“Parece cosa extraordinaria, apunta Vázquez, que en
tierra de tantos herejes y donde tan mal
quieren a los españoles hubiese flamencos tan piadosos
que se azotasen por ellos y tan de veras
procurasen el remedio, los cuales no cesaban en sus
plegarías y procesiones "En el dique, cuando
los soldados supieron el fracaso del esperado socorro
de Mansfelt, se lamentaban de la ausencia de
Farnesio, en quien tenían puesta su confianza, y
rogaban a Bobadilla le escribiera. Replicaba éste
que ya lo había hecho, y que el socorro sólo
podía venir de Dios. Los soldados,
aunque
hambrientos y ateridos, decían que de haber estado
Farnesio en Bolduque ya les habría liberado,
y eso que como dice Vázquez " era costumbre entre
soldados viejos españoles usar de libertades y
hablar de sus Príncipes y Generales en tiempos de
trabajos y necesidades”.
Vistas las circunstancias, Bobadilla llamó a capitanes
y soldados y los exhortó " a rezar para que
Dios los librase del espantoso peligro en que estaban
", y que puesto que habían fracasado los
remedios que habían buscado diligentemente. "por
último remedio volviesen todos sus corazones a Dios y le llamasen ... para que
mirase con ojos de misericordia aquellas pobres al mas y banderas
católicas que habían peleado por defender su santa
Iglesia romana ... y que desde luego quitasen
la mala costumbre que algunos tenían de jurar y que
haciendo esto tenía por cierto que Dios los
socorrería, y encargó al padre Fray García de
Santisteban que todos los soldados se confesasen y
comulgasen y les predicase con gran fervor lo mismo
que él les había dicho... y en breve tiempo les
hizo a todos estar dispuestos al martirio ".
“En esto, estando un devoto soldado español haciendo
un hoyo en el dique para guardarse debajo
de la tierra del mucho aire que hacía junto a su
tienda y cerca de la iglesia de Empel, a las
primeras azadonadas que comenzó a dar para cavar la
tierra saltó una imagen de la limpísima y
pura Concepción de Nuestra Señora, pintada en una
tabla, tan vivos y limpios los colores y
matices como si se hubiera acabado de hacer. Como si
hubiera descubierto un tesoro acuden de las
tiendas cercanas. Vuela allá el mismo Maestre de Campo
Bobadilla ... Llévanla pues como en
procesión al templo entre las banderas la adoran pecho
por tierra todos: y ruegan a la Madre de
los Ejércitos que pues es la que solo podía hacerlo,
quiera librar a sus soldados de aquella
asechanzas de elementos y enemigos: que tenían
por prenda de su libertad cercana su
imagen
entregada piadosamente cuando menos imaginaban y más
necesidad tenían, que prosiguiese y
llevase a cabo su beneficio ".
"Pusieron la tabla en una pared de la iglesia,
frontero de las banderas, y el Padre Fray García de
Santisteban hizo luego que todos los soldados le
dijesen una salve, y lo continuaban muy de
ordinario. Este tesoro tan rico que descubrieron
debajo de la tierra fue un divino nuncio del bien,
que por intercesión de la Virgen Maria, esperaban en
su bendito día".
Quedaron los sitiados muy consolados con el hallazgo,
y Bobadilla consideró llegado el momento
de tomar una resolución. Convocó junta de capitanes en
su cueva y expuso su parecer, que era
quemar las banderas y hundir la artillería para que no
cayese en manos del enemigo. Al llegar la
noche atacarían con las pleytas a las principales
naves rebeldes. A esto repusieron algunos
capitanes que era mejor acometerse unos a otros hasta
morir todos para no dar ese triunfo al
enemigo, pero el Maestre de Campo no quiso oírlo y los
exhortó de nuevo a elevar plegarias a
Dios.
En esto un tambor enemigo llamó a parlamentar y lo
trajeron vendado a la cueva: Los rebeldes
intimaban a la rendición e informaban de la muerte del
capitán Melchor. Bobadilla rechazó la
propuesta de rendición y despidió al tambor con
recompensas para él y para quienes habían
cuidado al español. Los rebeldes estaban tan ciertos
de la rendición de los españoles que Holac " se
preparó a trasladar sus futuros prisioneros de guerra
" e hizo arreglos en Bommel y otras villas
para alojar tan crecido número de prisioneros. Con muy
buen criterio, en ningún momento había
cedido a las provocaciones de los españoles que le
desafiaban a que asaltara el dique.
Esa misma noche un mensaje de Mansfelt avisaba que al
amanecer pondría cuatro piezas en el
dique de Rosman, " frontero a las isletas que
estaban a la izquierda de la ocupada junto al
castillejo de los italianos ", a fin de alejar de
allí la flota rebelde para que Bobadilla las ocupara.
Mansfelt comunicaba asimismo que no se podía vadear lo
anegado ( cosa que ya sabía Bobadilla )
pero que había mandado romper el dique de Hasdem para
desaguar los campos. Sin embargo,
esta nueva cortadura, hecha sin cesar de combatir, no
sólo no daba salida a las aguas, sino que
las había hecho subir dos codos ( un metro ), hasta
tal punto que enrasaban con la parte más alta de las isletas ocupadas por los
españoles. Como observa cortésmente Vázquez, el Conde Carlos de
Mansfelt no era un jefe afortunado.
Desde que los vecinos de Bolduque habían sacado
el Santísimo en la primera procesión de
la
mañana del sábado, el tiempo había cambiado. La
temperatura había bajado bruscamente,
soplaba " viento del nordeste y empezó a helar,
algo que no había pasado en mucho tiempo y
tampoco pasaría en los años siguientes ". Las
aguas se helaban muy deprisa, algo que en la
comarca no ocurre normalmente hasta mediados de enero.
Al día siguiente, domingo 8 de diciembre de 1585,
festividad de la Purísima Concepción, la
artillería de Mansfelt comenzó a batir a la flota
enemiga desde poco antes de amanecer con las
piezas de Bolduque que los hombres de Juan del Águila,
sin dormir ni descansar, habían llevado a
brazo con enorme esfuerzo, ya que no se trataba de
piezas de campaña, relativamente ligeras, sino
de cañones de plaza de gran calibre y peso. Sus "
muchas y apresuradas descargas " hacían tanto
daño a las naves rebeldes situadas junto a las isletas
que se vieron obligadas a resguardarse tras
ellas.
Entretanto, " la hermandad de María Inmaculada de
Bolduque hizo una procesión solemne para
suplicar ayuda de Dios para los católicos encerrados
", y los vecinos de Bolduque continuaban sus
rogativas y agasajaban a los españoles de Juan del
Águila en muestra de buena voluntad. Cuanto
más prodigaban sus rezos más engrosaba el hielo,
" pareciendo que llevaba helando más de veinte
días, y en algunos lugares, el hielo tomó el espesor
de dos picas ". Algo en verdad extraordinario,
tanto si la expresión " dos picas " se
refiere a la unidad de medida de ese nombre (2 x 3,26 m.),
como si Vázquez quiere indicar que el espesor
equivalía a dos picas de piquero, una a
continuación de otra (2 x 5,15 m.).
Por su parte, Bobadilla, que había reconocido el mejor
modo de llegar a las isletas y cuáles
convenía ocupar, ordenó en consecuencia al Sargento
Mayor Cristóbal Lechuga que tuviera listos
doscientos hombres y tres piezas para embarcar en las
pleytas a primera hora de la noche, en
previsión de que hubiera enemigo en las isletas. Las
pleytas partieron en silencio , " aunque pocas
veces lo suele tener la nación española en facciones
de noche " en la clara y gélida noche invernal.
Esa noche, bajo la luna, hizo " el frío más
extraordinario que jamás se vio ".
Los españoles llevaban cubiertas las mechas de
los arcabuces, pero llegando a las
isletas, a un
soldado español se le incendió en un descuido un
frasco de pólvora, y al fragor de la detonación el
enemigo, que efectivamente ocupaba las isletas, corrió
a refugiarse a los barcos, perseguido por los
españoles que desembarcaban.
" Los españoles sufrían muchísimo, pero también
la situación se hacía peligrosa para
Holac.
Temía que sus barcos quedaran bloqueados por el hielo
"y que los españoles, como efectivamente
tenían acordado, atacando sus barcos sobre el hielo
los conquistaran o incendiasen. En
consecuencia dio orden de abandonar la comarca anegada
entre Empel y Bolduque para salir a
las aguas libres del Mosa a través de la
cortadura principal del dique a levante.
Bobadilla, al
darse cuenta de la retirada enemiga hizo ocupar las
trincheras que había mandado hacer a lo
largo del dique y sometió al fuego de todas sus armas
el larguísimo convoy naval que desfilaba
lentamente por la cortadura, necesariamente estrecha,
y a lo largo del dique, Mosa abajo. Más
adelante se supo que en esta ocasión los rebeldes
habían tenido trescientos muertos" Cuando los
rebeldes iban pasando con sus navíos por el río abajo
les decían a los españoles en lengua castellana que no era posible sino que
Dios fuera español pues había usado con ellos tan gran
milagro, y que nadie en el mundo sino él por su divina
misericordia fuera bastante a librarles del
peligro y de sus manos " El desenlace El lunes 9
de diciembre, el grueso de la flota había
abandonado las inmediaciones del dique y los campos
anegados, pero los rebeldes ocupaban
todavía sus fuertes de las isletas apoyados por seis
navíos a sus inmediaciones. Bobadilla había
encargado al Sargento Mayor que desde dos horas antes
de amanecer estuvieran preparadas dos
pleytas con capitanes y soldados escogidos en la zona
del castillejo de los italianos, en espera de
que desde enfrente los españoles de Juan del Águila
hicieran una salida con una galeota que
tenían y una pieza que Mansfelt había hecho montar en
un tablado sobre dos barcazas. Una hora
después de amanecer todavía no habían salido los de
Juan del Águila, y el capitán Juan de
Valencia se ofreció a conducir el ataque.
El hielo era grueso y sin fisuras y las pleytas
avanzaban penosamente. Los capitanes de la
primera pleyta iba rompiendo el hielo por la proa con
los remos, y los soldados pidieron regresar
considerando el riesgo y extrema dificultad del
avance, a lo que Valencia respondió enérgicamente
que" lo que se les ordenó y a lo que habían
salido era a ganar los fuertes, y que por ningún caso
podían dejar la empresa, aunque pereciesen todos en el
camino. Valerosa respuesta y honrada
determinación, pues deben Los que se precian de
obedientes capitanes observar las órdenes sin
mirar los inconvenientes, y rompiendo los que se
ofrecen, aventurarse a cumplir lo que se les
encomienda por muy dificultoso que sea ".
Empezaba a deshelar y por las cortaduras adonde se
dirigían comenzaban a entrar embarcaciones
rebeldes y barquillas con tropas para guarnecer los
fuertes. Pero Bobadilla había dado orden de
allegar todas las demás pleytas, y los rebeldes, al
verlas pasar entre las isletas, creyeron que los
sitiados tenían muchas más, y supusieron un ataque en
fuerza, de modo que cuando la primera
pleytia llegó a tiro de mosquete del fuerte tuvieron
por más acertado retirarse a sus barcos. Los
españoles ocuparon los fuertes sin combate, y con ello
aseguraron su salida y la libertad," pues
aunque volviera a deshelar y a hacer mucha blandura y
el armada rebelde retornara, aunque
fuera más poderosa, a ocupar los pasos y puestos que
había tenido, no era bastante a defender la
salida a tierra firme a los tres tercios españoles que
había sitiado ".
" Del otro lado rápidamente acudió en su ayuda
Mansfelt con seis pontones, asistido por
Zambrana y Cavalla ".pues quería dar
personalmente el parabién a Bobadilla. Con su galeota y
las pleytas recogió a los trescientos heridos y
enfermos que Bobadilla había concentrado en el
castillejo, y aunque los hombres de Holac quisieron
embestir contra ellas, no pudieron a causa del
fuego de las piezas de la iglesia de Horte y de una
culebrina que había adelantado Mansfelt, así
como de los muchos y gruesos hielos que estorbaban la
navegación.
Mientras tanto Bobadilla había convenido con su
caballeroso adversario la restitución del cadáver
del capitán Melchor, al que mandó hacer solemne
entierro. Tras ello, los sitiados rompieron el
hielo con vigas y remos para facilitar el pasaje a las
pleytas y pontones que enviaban los vecinos
de Bolduque. " Mientras tanto se nubló y empezó a
llover y a deshelar ". Bobadilla mandó que las
banderas embarcasen primero, y designó un capitán de
cada tercio para custodiarlas, y estando
en ello llegó Mansfelt con" mucha cantidad de
pan, que no poca necesidad tenían dél por haber
más de ocho días que no lo habían probado: y fue
acompañando a las banderas hasta Bolduque ". Al concluir este primer
pasaje, los marineros de las pleytas huyeron espantados de las
tribulaciones pasadas, lo que demoró el paso del resto
hasta el día siguiente, martes, 10 de
diciembre de 1585 en que embarcaron todos, y el
último, el Maestre de Campo. Farnesio, que tuvo
noticia de la liberación durante su marcha apresurada
hacia Bolduque, escribió inmediatamente
una elogiosa carta a Bobadilla," que estimó esta
carta como era de razón, no menos los capitanes
y soldados por las mercedes que hacía en ella:
que no poco alivio es para ellos en
semejantes
acontecimientos razones y cartas regaladas de sus
Generales y superiores, pues siempre mueven y
son agradecidas; y costando tan poco como un pliego de
papel, las encarecen algunos de manera
que les parecen pierden el (sic) autoridad de
Generales y de quien son si satisfacen a sus capitanes
con razones o papeles que a veces suelen hacer tanto
efecto como las obras ".
" Los soldados de Bobadilla, ateridos y agotados,
fueron acogidos y curados calurosamente por la
población de Bolduque, lo que no impidió que muchos
murieran por las penalidades sufridas.
Otros perdieron pies y manos por congelación ".
La ciudad recibió más adelante el testimonio de
agradecimiento de Farnesio, un cáliz de oro y
ochenta vacas para limosna de pobres, y el del propio
Felipe II. Los acontecimientos de esta
angustiosa semana se divulgaron rápidamente.
Los católicos neerlandeses calificaron los sucesos de
que habían dado lugar a la salvación de los
españoles del ejército del Rey como " Het Wonder
van Empel ", " el milagro de Empel ".
Texto original de: Andrés Mas Chao y Jose Mª Sánchez
de Toca
La Inmaculada Concepción. La Inmaculada
Concepción.
El patronazgo de la Purísima Concepción sobre el Arma
de Infantería Española
tiene el siguiente origen en lo que se ha denominado
como el " Milagro de
Empel".
El 7 de diciembre de 1585, el Tercio del Maestre de
Campo Francisco de
Bobadilla combatía por España y la fe católica en
Holanda. La isla de Bommel,
situada entre los ríos Mosa y Waal, era el reducto
defendido por el Tercio
Viejo, bloqueado por completo por la escuadra del Almirante
Holak. Cinco mil
hombres guarnecían la isla, " cinco mil españoles
que eran a la vez cinco mil
infantes, y cinco mil caballos ligeros y cinco mil
gastadores y cinco mil
diablos ", como dijera de ellos un almirante
francés.
El bloqueo se estrecha cada día más; ya no quedan
víveres, ni pertrechos de
guerra, ni ropas secas. Sólo frío y agua y barro y
desesperanza. Alejandro
Farnesio, el gobernador de los Países Bajos, envía
unos refuerzos que nunca
llegan. Los maestres Carlos Mansfeld y Juan del Águila
tratan, en vano, de
socorrer a los sitiados; no hay esperanzas de auxilio.
El jefe enemigo propone entonces una rendición
honrosa. La respuesta de
Bobadilla es inmediata: " Los infantes españoles
prefieren la muerte a la
deshonra. Ya hablaremos de capitulación después de
muertos ". Ante tal
respuesta, Holak recurre a un método infalible para
acabar con la resistencia
española.
Como las aguas del Mosa discurrían por un canal más
alto que el terreno
ocupado por los soldados, abre una enorme brecha en el
dique y las aguas se
precipitan sobre el campamento del Tercio, que pronto
se ve rodeado de ellas
por todas partes. No queda más tierra firme que
el montecillo (apenas
cincuenta metros) de Emplen, donde, abandonando impedimenta
y pertrechos,
han de refugiarse los soldados, so pena de perecer
ahogados.
En esta situación, un soldado del Tercio cavaba una
trinchera " más para
tumba que para guarecerse ", cuando tropezó con
un objeto de madera allí
enterrado.
Era una tabla flamenca en la que estaba pintada, en
vivos colores, la
Inmaculada Concepción.
Comenzó el soldado a gritar y acudieron sus compañeros
que, colocando el
cuadro sobre la bandera española, a modo de
improvisado altar, cayeron todos
de rodillas entonando la Salve. El , considerando el hecho
como señal cierta de la protección divina, arengó
así a sus soldados. " ¡
Soldados ! El hambre y el frío nos llevan a la
derrota, pero la Virgen
Inmaculada viene a salvarnos. ¿Queréis que se quemen
las banderas, que se
inutilice la artillería y que abordemos esta noche las
galeras enemigas? " " ¡ Si
queremos ! ", fue la respuesta unánime de
aquellos españoles. Un viento huracanado e intensamente frío se desató aquella
tarde helando las
aguas del Mosa. Los españoles, marchando sobre el
hielo en plena noche,
atacan por sorpresa a la escuadra enemiga al amanecer
del día 8 de diciembre
y alcanzan una victoria tan completa que hace decir al
almirante Holak: " Tal
parece que Dios es español al obrar, para mí, tan
grande milagro ".
Aquel mismo día, entre vítores y aclamaciones, la
Inmaculada Concepción es
proclamada patrona de los Tercios de Flandes e Italia,
la flor y nata del
ejército español.
Sin embargo, han de pasar muchos años antes de que
este patronazgo se
consolide y tome carta de naturaleza oficial en el
Ejército.
Una nota: , en
la bula " Ineffabilis Deus " de 8 de diciembre de
1854, proclamaba como dogma de fe católica la
Concepción Inmaculada de la
Virgen Santísima.
España luchó como nación en favor de este dogma. En 1670, un soldado
de la
Infantería, ,
escribía sobre este tema un auto
sacramental titulado " La hidalga del valle
". Los teólogos y el pueblo llano
siempre veneraron a María como la Inmaculada
Concepción.
Cuarenta años después que se definiera el dogma de la
Inmaculada
Concepción, el patronazgo a la Infantería se hace
oficial.
El 12 de noviembre de 1894, siendo inspector de
Infantería el general don
, se firma un memorable documento que dice así:
" Considerando conveniente para mantener vivo el
sentimiento religioso y dependencias del Arma de Infantería y estrechar los
vínculos morales que unen a sus individuos lo propuesto a este Ministerio
por el Inspector General de la misma, en su comunicación de 27 de julio último,
y teniendo en cuenta que ha sido aprobada la elección por el Provicariato
militar castrense, la Reina Regente del reino, en nombre de su Augusto hijo el Rey
(que Dios guarde), se ha servido declarar Patrona del Arma de Infantería a
Nuestra Señora la Purísima Concepción, que ya lo fue del antiguo Colegio
Militar y lo es de la actual Academia General y de gran número de
Regimientos.
Dios guarde a V.E. muchos años.
Firmado: .
Ministro de la Guerra ".
AMDG et BVM