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giovedì 12 dicembre 2013

JESÚS PIDE SILENCIO QUIERE HABLAR DE JUAN BAUTISTA. III Domingo de Adviento - A - 15 /XII/ 2013: Mt 11, 2-11.






"¿ERES TÚ EL MESÍAS?"

PREGUNTAN LOS ENVIADOS DEL 
BAUTISTA.






Jesús está solo con Mateo que se hirió en un pie, y no puede ir con los demás a predicar. Los enfermos y los deseosos de la Buena Nueva afluyen a la terraza y al espacio libre del huerto para oírlo y recibir ayuda.
Jesús termina su discurso: "Después que juntos hemos considerado la frase de Salomón: "En la abundancia de la justicia está la suma fortaleza" os exhorto a poseer esta abundancia porque es moneda que abre para entrar en el reino de los cielos. Quedaos con mi paz y que Dios esté con vosotros."
A continuación se dirige a los pobres y enfermos -muchos son una y otra cosa- y escucha con bondad sus historias, los socorre con dinero, les aconseja con palabras, los sana con la imposición de las manos y con la palabra. Mateo, a su lado, tiene a su cargo dar dinero.

JESÚS HABLA CON UNA MUJER DE COROZAIM QUE SE LE 
MURIÓ SU MARIDO Y TIENE MUCHA NECESIDAD. LE PROMETE 
QUE IRÁ A TRABAJAR A SU CASA PARA TERMINAR LO QUE EL 
MARIDO DEJÓ SIN TERMINAR.

Jesús está escuchando a una pobre viuda que le refiere entre lágrimas la muerte improvisa de su marido carpintero en el banco de trabajo, lo que sucedió unos pocos días antes: "Vine corriendo a buscarte aquí, pero toda la parentela del muerto me acusó de haber sido desordenada y dura de corazón y ahora me maldice. Vine porque sé que resucitas muertos y porque sé que de haberte encontrado, mi marido hubiera resucitado. No estuviste. Hace dos semanas que está en el sepulcro... y tengo cinco hijos... Los parientes me odian y no me ayudan. Tengo olivos y vides, pocos, pero me darían pan para el invierno si pudiese tenerlos hasta la cosecha. No tengo dinero porque mi marido desde hacía tiempo estaba enfermo y trabajaba poco, y para sostenerme comía y bebía mucho. Decía que el vino le hacía bien... y fue al revés, pues le hizo doble mal: matarlo y acabar con los ahorros que se agotaron porque trabajaba poco. Estaba terminando un carro y un cofre y había pedido dos lechos, tablas, ménsulas. pero ahora... no fueron terminados y mi hijo el mayor no tiene todavía ocho años. Perderé el dinero... Deberé vender los instrumentos, la madera. El carro y el cofre no pueden ni siquiera venderse por tales, aunque están casi terminados, y los venderé como leña. Y el dinero no alcanzará porque somos siete personas: yo, mi madre vieja y enferma, y mis cinco hijos... Venderé el viñedo y los olivos... Pero Tú sabes cómo es el mundo, estrangula donde hay necesidad. Dime; ¿qué he de hacer? Quería conservar el banco y los fierros porque mi hijo ya sabe algo de carpintería... quería conservar la tierra para vivir, y para dote de las hijas..."
Está escuchando todo esto cuando un bullicio de la gente le advierte que algo nuevo sucede. Se vuelve y ve a tras hombres que se abren paso por entre la multitud. Se vuelve a la viuda y le pregunta: "¿Dónde vives?"
"En Corozaim, cerca de la calle que va a la Fuente de aguas calientes. Es una casa baja en medio de dos higueras."
"Está bien. Iré a terminar el carro y el cofre y los venderás a quien los había pedido. Espérame mañana a la aurora."
"¡Tú, trabajas Tú por mí!" la mujer apenas si puede hablar de la admiración.
"Volveré a tomar mi trabajo y te daré paz. A los de Corozaim que no tienen alma, les daré una lección de caridad."
"En verdad que no tienen alma. ¡No tienen corazón! Si viviese todavía el viejo Isaac no me dejaría morir de hambre, pero ya regresó al seno de Abraham..."
"No llores. Vete tranquila. Mira, esto es para hoy. Mañana iré. Vete en paz."
La mujer se arrodilla para besarle el vestido y se va consolada.

LLEGAN MANNAÉN Y DOS DISCÍPULOS DEL BAUTISTA PARA 
QUE LE DIJESEN SI ÉL ES EL MESÍAS.

"Maestro tres veces santo, ¿puedo saludarte?" pregunta uno de los que han llegado y que respetuosamente se ha quedado detrás de Jesús, esperando que despidiese a la mujer, y que oye lo que le prometió. El hombre que saluda es Mannaen.
Jesús se vuelve; con la sonrisa en sus labios responde: "¡La paz sea contigo, Mannaen! ¿Te acordaste pues de Mí?"
"Siempre, Maestro. Me había propuesto ir a verte o a casa de Lázaro o al Huerto de los Olivos para estar contigo, pero antes de la Pascua estuve cerca del Bautista. Con una traición fue nuevamente preso y temía que cuando Herodes estuviese ausente por ir a Jerusalén con motivo de la Pascua, Herodíades ordenase que matasen al santo. No quiso ir a las fiestas de Sión, porque dijo que estaba enferma. Enferma, sí, de odio y de lujuria... Estuve en Maqueronte para vigilar y contener a la pérfida mujer que sería capaz de matarlo con su propia mano... No lo hace porque tiene miedo a perder el favor de Herodes que... por miedo o por convicción defiende a Juan, y se limita sólo a tenerlo prisionero. Ahora Herodíades se largó de Maqueronte a causa del calor que hace ahí y se fue a un castillo propiedad suya. Yo he venido con estos amigos míos y discípulos de Juan. Él los había mandado para que te preguntasen, y me uní a ellos."
Al oír hablar de Herodes, y comprendiendo quién era el que hablaba, la gente curiosa se ha agolpado al grupito de Jesús y de los tres.
"¿Qué queríais preguntarme?" pregunta Jesús después de los saludos mutuos con los otros dos austeros personajes.
"Habla tú, Mannaén que sabes todo y te conocen mejor" dice uno de los dos.
"Pues bien, Maestro, debes ser condescendiente si los discípulos por su gran amor desconfían de aquel que toman por antagonista o suplantador de su maestro. Así se comportan los tuyos, así también los de Juan. Son celos comprensibles, pues demuestran todo el amor que los discípulos experimentan por sus maestros... Yo soy imparcial, y estos que están conmigo, pueden decirlo, porque Te conozco a Ti y a Juan y os amo con justicia, tanto es así que aun cuando te amé mucho por lo que eres, preferí hacer el sacrificio de estar junto a Juan porque a él también lo venero por lo que es, y actualmente, porque se encuentra en más peligro que Tú. Ahora por esta amor, que alientan con su rencor los fariseos, llegaron ellos a dudar que Tú no fueses el Mesías. Se lo confesaron a Juan creyendo darle una alegría con decirle: "Para nosotros, tú eres el Mesías. No puede haber uno más santo que tú". Pero Juan ante todo los reprendió, y los llamó blasfemos y después del regaño muy dulcemente les explicó todas las circunstancias que te señalan como al verdadero Mesías. En fin, al no verlos del todo persuadidos, escogió precisamente a estos dos y les dijo: "Id a donde está Él y decidle en mi nombre: '¿Eres Tú el que ha de venir o debemos esperar a otro?". No mandó a los discípulos pastores porque ellos creen ya, y no habría servido para nada el enviarlos. Escogió de entre los que dudan para que viniesen y para que su palabra disipase las dudas de sus compañeros. Los acompañé para poder verte. Es todo lo que debía decir. Tú ahora haz que ya no vacilen."
"¡No nos tomes como a enemigos, Maestro! Las palabras de Mannaén te lo pueden insinuar... Nosotros... nosotros... desde hace años conocemos al Bautista y lo hemos visto siempre portarse como un santo, penitente, inspirado. Tú... a ti no te conocemos sino por las palabras de otros. Tú sabes qué signifique la palabra de los hombres... Crea y destruye famas y alabanzas según haya quien exalte, o quien abata, así como vientos contrarios forman o deshacen una nube."
"Lo sé, lo sé. Lo estoy leyendo en vuestros corazones y vuestros ojos leen la verdad en lo que os rodea, así como vuestros oídos oyeron mi conversación con la viuda. Esto bastaría a persuadir, pero Yo os digo: observad lo que me rodea. Aquí no hay ni ricos ni personas que se entreguen a la diversión, ni seres escandalosos, sino pobres, enfermos, honrados israelitas que quieren conocer la palabra de Dios, y no otra cosa. Este, ese, aquella mujer, aquella niña y aquel viejo llegaron aquí enfermos y ahora están sanos. Preguntadles y os dirán qué tenían y cómo les curé y cómo se sienten ahora. Id, id, entre tanto que hablo con Mannaén" y Jesús hace como que se retira.
"No. Maestro. No dudamos de tus palabras. Danos solo una respuesta que llevemos a Juan, para que vea que vinimos y para que apoyado en ella persuada a nuestros compañeros."
"Id a decirle a Juan esto: "Los sordos oyen, esta niña era sorda y muda. Los mudos hablan, y aquel hombre era mudo de nacimientos. Los ciegos ven". Hombre, ven aquí. Di a estos lo que antes tenías" dice Jesús tomando por el brazo a un curado.
Este dice: "Soy albañil y me cayó en la cara un cubo de cal viva. Me quemó los ojos. Hace cuatro años que vivía en las tinieblas. El Mesías me puso saliva suya en los ojos secos, y se volvieron más vivos que cuando tenía veinte años. Que Él sea bendito."
Jesús vuelve a tomar la palabra: "Y con los ciegos, sordos, mudos curados, se enderezan los cojos , y corren los lisiados. Ved a aquel viejo que antes estaba tullido y ahora está más derecho que una palma del desierto y más ágil que un cervatillo. Las enfermedades más graves son curadas. Mujer, oye, ¿qué tenías?"
"Un mal en el seno por la mucha leche que daba a quienes no se hartaban de ella. El mal me iba royendo la vida así como el seno. Mirad ahora" y se levanta un poquitín el vestido y muestra las tetas intactas: "Era una llaga, y lo demuestra todavía el pus en que está todavía bañada la túnica. Ahora me voy a casa a mudarme de ropa. Me siento fuerte y feliz, cuando ayer estaba mal, casi muerta. Varias personas compasivas me trajeron. Me sentía desdichada... porque iba a dejar a mis hijos huérfanos. ¡Sea dada eterna alabanza al Salvador!"
"¿Habéis oído? Podéis preguntar al sinagogo de esta ciudad de la resurrección de su hija, y regresando por Jericó, pasad a Naim. Preguntad por el joven resucitado en presencia de toda una ciudad, cuando estaba ya camino del sepulcro. Así podréis decir a Juan que los muertos resucitan. Podéis informaros en muchos lugares de Israel que los leprosos son curados, pero si queréis ir a Sicaminón, buscadlos entre los discípulos y encontraréis muchos de ellos. Decid pues a Juan que los leprosos son curados. Y decidle, pues lo estáis viendo, que se anuncia la Buena Nueva a los pobres. Y bienaventurado es el que no se escandalizare de Mí. Decidlo a Juan, y decidle que lo bendigo con todo mi amor."
"Gracias, Maestro. Bendícenos antes de que partamos."
"No podéis partir a esta hora que hace tanto calor; seréis mis huéspedes hasta el atardecer. Viviréis por una jornada la vida de este Maestro que no es Juan, pero a quien Juan ama porque sabe quién es. Venid a casa. Hace fresco allí y os daré algún alimento. Adiós, vosotros. La paz sea con vosotros" y despide a la gente. Entra en casa con los tres huéspedes...

LOS DOS ENVIADOS DE JUAN SE DESPIDEN DE JESÚS

... Qué hayan hablado en aquellas horas de bochorno no lo sé. Lo que percibo ahora es la preparación de su partida para Jericó. Los dos discípulos parten. Mannaén parece que se queda porque no han traído su caballo ni los dos fuertes asnos a la entrada del patio. Los dos enviados de Juan, después de muchas inclinaciones al Maestro y a Mannaén, suben en sus sillas y nuevamente voltean a mirar, y saludar, hasta que un recodo del camino los oculta a la vista.
Mucha gente de Cafarnaum se ha juntado para verlos partir, porque la noticia de la llegada de discípulos de Juan y la respuesta que les dio Jesús ha circulado por todo el poblado y hasta me parece que llegó a los circunvecinos. Veo a gente de Betsaida y Corozaim que se entrevistaron con los enviados de Juan y les preguntaron sobre él y que les dijeron que le saludasen en su nombre -tal vez son antiguos discípulos del Bautista- que se quedan en aquel cruce con los de Cafarnaum a comentar. Jesús llevando a su lado a Mannaén, hace como que quiere entrar nuevamente a casa, pero la gente curiosa lo rodea para ver al hermano colactáneo de Herodes y a sus modales respetuosos hacia Jesús, y también porque tiene deseos de hablar con el Maestro.

JAIRO, EL SINAGOGO HABLA CON JESÚS

 REFIERE LO QUE LA HIJA DE JAIRO VIO CUANDO MURIÓ Y 
LUEGO RESUCITÓ

Se encuentra también Jairo, el sinagogo, pero por gracia de Dios, no hay fariseos. Jairo dice: "Juan estará contento, no sólo le enviaste una respuesta completa, sino aun más, al haberlos entretenido un poco, pudiste adoctrinarlos y mostrarles algún milagro."
"¡Y cuánto tiempo hace sucedió!" dice un hombre.
"Traje hoy a propósito a mi niña para que la viesen. Jamás había estado mejor. Es para ella una alegría acercarse al Maestro. ¿Oísteis su respuesta? "No me acuerdo qué es la muerte, pero recuerdo que un ángel me llamó, llevándome a través de una luz siempre más viva, en cuyo extremo estaba Jesús. Y cómo lo vi en aquellos momentos con mi espíritu que volvió en mí, no la veo ni siquiera ahora. Vosotros y yo vemos al Hombre, pero mi espíritu vio a Dios que está encerrado en el Hombre". Y desde entonces qué buena se ha hecho. Ya lo era, pero ahora es un ángel. ¡Ah digan lo que quieran todos, pero para mí Tú eres el único santo!"
"Oye, también Juan es santo" dice uno de Betsaida.
"Sí, pero es muy severo."
"No sólo para los otros, también lo es para consigo."
"Pero no hace milagros y se dice que ayuna porque es un mago."
"Y con todo es un santo" y la discusión se extiende entre la gente.

JESÚS PIDE SILENCIO QUIERE HABLAR DE JUAN

Jesús levanta la mano y la extiende. Es su ademán habitual de cuando pide silencio porque quiere hablar. El silencio al punto se hace.
Dice: "Juan es santo y admirable. No observéis tan sólo su modo de obrar y la ausencia de hacer milagros. En verdad os digo: "Él es un grande del reino de Dios". Allí aparecerá en toda su grandeza.
Muchos se lamentan de que era y es severo hasta aparecer rudo. En verdad os digo que ha trabajado como un gigante para preparar los caminos del Señor y quien trabaja así, no tiene tiempo de perderlo en las comodidades. No acaso decía él, cuando estaba en el Jordán, las palabras de Isaías en que tanto él como el Mesías son profetizados: "Todo valle será rellenado, todo monte aplanado, y los caminos tortuosos serán enderezados y los lugares escabrosos serán planos" ¿y esto para preparar los caminos al Señor y Rey? En verdad, más ha hecho él para prepararme la senda que todo Israel junto. Y quien debe aplanar los montes, llenar los valles, enderezar los caminos o hacer suaves las subidas penosas, no puede sino que trabajar rudamente, porque él era el Precursor y sólo unas cuantas vueltas de la luna se adelantaba a Mí, y todo debía cumplirse antes de que el Sol estuviese en alto en el día de la Redención. Este es el tiempo: el Sol sube para brillar sobre Sión y de allí sobre todo el mundo. Juan preparó el camino. Como era su deber. ¿Qué fuisteis a ver al desierto? ¿Una caña que el viento agita en diversos sentidos? ¿Un hombre vestido de molicie? Estos viven en las casas de los reyes envueltos en vestidos delicados y a quienes sirven miles de siervos y cortesanos, cortesanos también ellos de un pobre hombre. Aquí hay uno. Preguntadle si no existe en él el disgusto de la vida de corte, y si no admira la roca solitaria y escabrosa sobre la que caen rayos y granizadas, y los vientos necios luchan por arrancarla, cuando ella se queda fuerte con el ansia de todas sus partes hacia el cielo, con la cima que predica la alegría de lo alto como una llama que sube.
Tal es Juan. Así lo ve Mannaén porque ha comprendido la verdad de la vida y de la muerte y ve la grandeza allí donde está, aunque escondida bajo apariencias agrestes, rudas.
Y luego ¿qué visteis en Juan cuando fuisteis a verlo? ¿A un profeta? ¿A un santo? Yo os digo: él es más que un profeta. El es más que muchos santos, más que los santos, porque de él está escrito: "He aquí que envío delante de vosotros a mi ángel, para preparar tu camino delante de Ti".

QUÉ SON LOS ÁNGELES

Ángel. Pensad bien. Sabéis que los ángeles son espíritus puros que Dios creó a su semejanza espiritual, y que puso como seres intermediarios entre el hombre que es perfección de lo creado visible y material, y Dios: perfección de cielo y tierra, creador del reino espiritual y del reino animal. En el hombre aun el más santo está siempre la carne y la sangre que pone un abismo entre él y Dios. Y el abismo se ahonda con el pecado que rebaja lo que hay de espiritual en el hombre. Entonces Dios creó los ángeles, creaturas que tocan la cúspide de la escala creadora, igualmente los minerales que señalan la base; los minerales, el polvo que compone la tierra, los materiales inorgánicos en general. Espejos tersos del pensamiento de Dios, llamas que obran por amor, prontos a comprender, diligentes en el obrar, libres en el querer como nosotros, pero con un querer que es todo santo, que ignora las rebeliones y los incentivos del pecado. Esto son los ángeles adoradores de Dios, sus mensajeros ante los hombres, nuestros protectores, que nos dan la luz que los reviste y el fuego que recogen en su adoración.
La palabra del profeta retrató a Juan: de "ángel". Pues bien. Yo so digo: "Entre los nacidos de mujer no ha nacido uno mayor que Juan Bautista", y con todo, el más pequeño en el reino de los cielos será mayor que él. Porque uno del reino de los cielos es hijo de Dios y no hijo de mujer. Tratad cada uno de vosotros de ser ciudadanos del reino.
"¿Qué os decíais?"
"Decíamos: "¿Pero Juan estará en el reino? ¿Y cómo estará?" "
"En su espíritu está ya en el reino y será después de su muerte como uno de los soles más esplendentes de la eterna Jerusalén, y esto se debe a la gracia que existe en él sin ninguna sombra, y a su voluntad propia. El fue y ha sido violento también consigo mismo por un motivo santo. A partir del Bautista en adelante el reino de los cielos es de quienes saben conquistárselo con la fuerza opuesta al mal, y se lo conquistan los violentos, pues todo lo que tiene que hacerse es conocido y todo se ha dado para lograr esta conquista. Pasó el tiempo en que hablaban solo la Ley y los Profetas. Estos han hablado hasta Juan. Ahora habla la Palabra de Dios y no esconde ni una tilde de cuanto tiene que saberse para la conquista. Si creéis en Mí debéis por lo tanto ver en Juan como si fuese Elías que debe venir. Quien tiene oídos que entienda.
¿Pero con quien compararé esta generación? Es semejante a la que describen los muchachos que sentados en la plaza gritan a sus compañeros: "Hemos tocado y no bailasteis; entonamos lamentos y no llorasteis". De hecho, vino Juan que no come ni bebe, y esta generación dice: "Puede hacer así porque el demonio le ayuda". Vino el Hijo del hombre que come y bebe y dicen: "He aquí a un glotón y a un bebedor, amigo de publicanos y pecadores". De este modo a la justicia le dan razón sus hijos. En verdad os digo que sólo los párvulos saben reconocer la verdad porque en ellos no hay malicia."
"Has dicho bien, Maestro" aprueba el sinagogo. "He aquí porqué mi hija, todavía sin malicia, te ve como nosotros no logramos verte. Y sin embargo esta ciudad y las comarcas vecinas rebosan de tu poder, sabiduría y bondad, y debo confesarlo, no adelantan sino en perversidad contra ti. No se corrigen de sus yerros, y el bien que les das, es un fermento de odio contra Ti."
"¿Cómo te expresas, Jairo? Nos calumnias. Estamos aquí nosotros porque somos fieles al Mesías" dice uno de Betsaida.
"Así es. Nosotros. ¿Pero cuántos somos? Menos de cien de tres ciudades que deberían estar a los pies de Jesús. De entre los que faltan, y me refiero a los varones, la mitad de ellos es enemiga suya, una cuarta parte indiferente, la otra, supongamos, que no pudo venir. ¿No es acaso esto una culpa delante de Dios? ¿Y este rencor y esta pertinencia en el mal no serán castigados? Habla Tú, Maestro que sabes, y que si callas es por tu bondad, no porque lo ignores. Eres magnánimo, y esto se te toma por ignorancia y debilidad. Habla pues, y que tus palabras sacudan al menos a los indiferentes, en el caso de que los malvados no se conviertan, sino que se hagan peores."
"Sí. Es una culpa y será castigada. Porque el don de Dios no debe jamás despreciarse ni usarse para hacer mal. ¡Ay de ti Corozaim! ¡Ay de ti Betsaida! que hacéis mal uso de los dones de Dios. Si en Tiro y en Sidón hubiesen sucedido los milagros que se han hecho en medio de vosotros, desde hace ya mucho tiempo, hubieran hecho penitencia vestidos de cilicio y cubiertos de ceniza, y habrían venido a Mí. Por esto os digo que con Tiro y Sidón se tendrá más clemencia que con vosotros en el día del juicio. Y tú Cafarnaum ¿crees que por el hecho de haberme hospedado tan solo, serás elevado hasta el cielo? Bajarás hasta el infierno. Porque si en Sodoma hubiesen sido hechos los milagros que te he dado, todavía sería una ciudad floreciente, porque habría creído en Mí y se hubiera convertido. Por esta razón se tendrá mayor clemencia con Sodoma en el último juicio, porque no conoció al Salvador ni su palabra y por lo tanto es menor su culpa. Pero no se te tendrá igual clemencia a ti que conociste al Mesías y oíste su palabra y no mudaste de vida. Y como Dios es justo, se tendrá gran misericordia con los que de Cafarnaum, Betsaida y Corozaim creyeron y se santificaron obedeciendo a mi palabra. Pues no es correcto que los justos se vean arrastrados en medio de la ruina de los pecadores. En cuanto a tu hija, Jairo, y a la tuya, Simón, y a tu  niño, Zacarías, y a tus nietos, Benjamín, os digo que ellos como inocentes que son, ven a Dios. Vosotros lo comprobáis al notar que su fe es pura y activa en ellos, unida a una sabiduría celestial y con anhelos de caridad que los adultos no tienen."

ORACIÓN DE JESÚS

Y Jesús levantando sus ojos al cielo que empieza a oscurecerse, exclama: "Te doy gracias ¡oh Padre, Señor del cielo y tierra! porque escondiste estas cosas a los sabios y a los doctos y las revelaste a los pequeñuelos. Así se ha hecho. Porque tal es tu agrado, Padre. El Padre todo me ha confiado, y nadie lo conoce fuera del Hijo, y a quienes el Hijo lo quisiera revelar. Yo lo he revelado a los pequeños, a los humildes, a los puros, porque Dios se comunica con ellos, y la verdad desciende como semilla en terrenos libres y sobre ella el Padre hace llover sus luces para que eche raíces y se convierta en planta. Aun más el Padre prepara los espíritus de los niños en edad o niños por voluntad para que conozcan la verdad, y Yo reciba gozo de su fe."
V. 813-822
A. M. D. G.et B.V.M.