MENSAJE DE LA SANTÍSIMA VIRGEN
(21-03-2000)
Hijitos míos, soy vuestra Madre Santísima, la siempre Virgen María, la Madre del Hijo de Dios hecho Hombre para la Redención del género humano.
Hijitos míos, Yo soy la Pura, la Santa, la Inmaculada, virtudes con las que me dotó Nuestro Padre Dios para la misión que debía desempeñar.
El Hijo de Dios no podía descender del Cielo y encarnarse de cualquier mujer, yo fui preservada del Pecado Original para mantener una situación de pureza, tanto de alma, como de cuerpo, para que mi Dios pudiera vivir y desarrollarse sus primeros meses, de un cuerpo y un alma acorde a Su categoría de Dios. Yo fui Tabernáculo purísimo y viviente para albergarLo aquí en la Tierra, gracia inmensa que recibí de mi Dios y Señor.
Con esta introducción os quiero hacer resaltar la importancia que da Nuestro Padre Dios a la Pureza, virtud que nuestro enemigo el maligno ataca con toda su furia, y procura, de ella, arrancar a todo ser que viene a la Tierra a servir a mi Señor.
Ya les hemos hablado de esta virtud tan excelsa, pero ahora quiero profundizar más en ella para poder explicaros la diferencia entre amor y deseo, las cuales van íntimamente ligadas a la pureza.
El maligno, con sus múltiples engaños os ha llevado a una situación de error gravísimo, el cual daña gravemente el corazón de mi Dios. Os ha hecho creer que vuestro cuerpo - vuestra belleza exterior - es lo que cuenta, y de ahí que os lleva a malgastar vuestro tiempo, el tiempo de Dios, tanto en el tomar demasiados cuidados para mantener bello vuestro exterior, como en el hacer mal uso de vuestro cuerpo impidiéndole llevar a cabo la obra de la procreación que Él os ha pedido, para poder seguir mandando almas a la Tierra para que con Su Amor en vosotros podáis vencer a las fuerzas del mal.
En especial me dirijo a vosotras, mis pequeñitas hijas, almas a las que os ha tocado el exterior femenino.
El pudor ya no es parte de vuestra vida. Creéis que si no mostráis vuestras forma corporal no podréis atraer al sexo opuesto, y de aquí se derivan infinidad de errores que van minando vuestra vida espiritual y desperdiciando el tiempo de Dios, buscando el cómo mostraros más bellas al mundo. Vuestra vida se consume en sólo ver por vuestro exterior, en buscar los afeites mejores para resaltar "vuestra belleza". Las dietas y los cuidados en los alimentos a consumir, se vuelven toda una ciencia para la gran mayoría de vosotras.
Platicáis de cosas superfluas y pecaminosas, y sólo con la finalidad de ser admiradas, consentidas y mostradas como trofeo en manos de vuestro "hombre". Buscáis las modas provocativas; tratáis de asistir a los lugares de perversión aun a pesar de sufrir humillaciones en esos antros de vicio y de maldad. Permitís que vuestro cuerpo sea tratado como cosa, como instrumento de placer humano, con tal de presumir ante las demás mujeres que vosotras sí sois capaces de "amar".
Os habéis dejado engañar por el gran engañador, padre de la mentira y del mal, para no llevar a cabo la obra de Dios en vosotras. Le negáis a vuestro Padre Dios la Gracia Divina de la maternidad por no afectar vuestra belleza exterior y para no afectar "compromisos de ama de casa", porque os sentís seres libres que podéis hacer de vuestro cuerpo y de vuestra alma lo que queráis.
¡En que error tan grande habéis caído! ¡Vuestra falta de espiritualidad no os permite daros cuenta del engaño en el que ahora vivís!. Vosotras sabéis que vuestro cuerpo no va a durar mucho tiempo con la juventud y lozanía que ahora tenéis. Habéis cambiado el amor por el deseo, error que os hace caer del Cielo al abismo, de la virtud al vicio. Os llenáis de joyas y oropel externamente y vaciáis vuestro interior de lo más bello, puro y santo que toda mujer pudiera cultivar, el amor. El amor que dará unidad en la familia, el amor que será como dique de contención contra las fuerzas del mal, el amor que hará perdurar la especie humana bajo las Leyes y Decretos de vuestro Dios.
Ahora puedo ver una gran cantidad de jovencitas, que al dejarse llevar por el mundo y sus desvíos, se han vuelto como muñequitas de porcelana.
Muy bellas por fuera y muy frías y vacías por dentro. Ya no hay material usable en la gran mayoría de vosotras para lograr hacer una familia estable.
Si os llegáis a casar, al enfrentaros a las primeras responsabilidades que se tienen normalmente al fundar una familia, no sabéis cómo resolverlas, y cuando os dais cuenta de que vuestro esposo ya no busca a la "muñequita" solamente, sino a la mujer y madre para formar una familia, entonces sentís que ya no podéis con el "paquete", ya que preferisteis sólo cómo embelleceros exteriormente, no embellecisteis vuestra alma y sus cualidades y no acrecentasteis los dones que Dios os dio para poder llevar a cabo vuestra misión de esposa y madre de familia.
Entended, hijitas mías, que el amor y el deseo son dos situaciones muy diferentes. El amor es alimento y vida del alma, que une y hace crecer al alma y a la persona en su totalidad.
El deseo es una pasión desordenada del cuerpo, desligado totalmente del alma; es un apetito animal, es un instinto que debe ser controlado por las fuerzas espirituales propias del ser humano.
Buscáis comprar todo lo posible y llenaros de monedas, lo cual sólo os ayudará a ganar vuestra perdición eterna, cuando para conseguirlas "vendéis" vuestro exterior al mejor postor. Ya no os respetáis en nada. Vuestro cuerpo se ha vuelto mercancía, y vuestro trato superfluo y vacío. Vuestra conversación se ha llenado de palabras obscenas y de temas pecaminosos, vacíos y mundanos.
Ya sois muy pocas de vosotras, mis pequeñas, en las que el recato y la virtud aún están presentes. Sois muy pocas ahora las que vais con la idea por la vida de servir a vuestro Dios en la familia y en la continuidad del amor en vuestros pequeños. Sois muy pocas ahora las que vais con la idea por la vida de servir a vuestro Dios en la familia y en la continuidad del amor en vuestros pequeños. Sois muy pocas ahora, mis pequeñas que miráis primero por los intereses de mi Señor que por los vuestros propios.
Sois muy pocas ahora, mis pequeñas, las que buscáis hacer familia y proteger los tesoros espirituales de mi Dios y poderlos transmitir a Sus pequeños, a vuestros hijos. Sois tan pocas ahora, mis pequeñas, las que pasáis por el mundo sin contaminaros de sus bajezas y pecados.
La vanidad y la inseguridad personal, por falta de espiritualidad y de oración, os pierden, os hacen caer fácilmente. ¡Cómo no va a estar éste mundo como ahora está, si vosotras, mis pequeñas, mis mujercitas, las encargadas principales de transmitir los valores en la familia, ya no los poseéis!
El mundo os ha encadenado a su vaciedad y a su bajeza y ya no deseáis levantar la vista a vuestro Creador, porque ya no queréis ser las mujeres "caducas, abnegadas y aburridas de tiempos pasados". Ahora os sentís mujeres "modernas", que podéis hacer lo que queráis con vuestro cuerpo, que tenéis el "derecho" de asesinar con los medios anticonceptivos y con el aborto, a los bebés que se están desarrollando en vuestro vientre.
Yo os digo que ahora el infierno está lleno de almas, como vosotras, que se sintieron modernas y con derechos para ir en contra de vuestro Dios.
El derecho de dar y quitar la vida sólo corresponde a vuestro Dios y Creador, y vosotras os estáis tomando una prerrogativa que os está encadenando para la eternidad en el abismo infernal.
El don de la maternidad es una bendición tan grande que en la antigüedad se le consideraba maldita a la que no podía procrear, y era bendita de Dios la que sí podía concebir.
Hijitas mías, recapacitad, el tiempo es corto y mi Hijo ha de volver. ¿Podríais dar cuentas favorables de vuestra vida a vuestro Dios? ¿Ha sido vuestra vida acorde a la voluntad de vuestro Dios? ¿Habéis dado vida corporal y espiritual al aceptar la maternidad y al observar y transmitir las Leyes y el Amor de vuestro Dios a vuestros hijos? ¿Estáis viviendo en el mundo, como una verdadera alma hija de Dios lo debe hacer?
Vinisteis todos vosotros al mundo a dar ejemplo y vida de Amor Santo y de virtud, y no a destruir la Obra de Dios al volveros cómplices del mal. Arrepentíos en éste tiempo que se os ha dado para reflexionar, y enderezad vuestro camino. Recordad que de vuestro Dios-amor podréis obtener todo el perdón necesario para que después podáis encaminar vuestra vida futura por los caminos del bien que Él mismo ha trazado para cada uno de vosotros.
Atended a los deseos de vuestro Dios y Él atenderá los vuestros para toda la eternidad. Vuestro tiempo sobre la Tierra es demasiado corto, comparado con la eternidad que Él os dará como premio a vuestras buenas acciones y al buen desempeño de vuestra misión.
Recordad que vinisteis a la Tierra a servir a vuestro Dios, ¡Honor grandísimo que se concede a las almas que Él escoge; y todos vosotros, a los que se os dio el don de la vida, fuisteis escogidos! Agradeced a vuestro Dios este Don tan grande, enmendad vuestra vida y atended a sus deseos con toda vuestras voluntad y corazón, que Él os recompensará con creces.
Tomad de mí, hijitas mías, mi ejemplo, mi guía y mi amor por nuestro Dios, para que yo os pueda llevar a la meta final de la mejor manera, y para que pueda obtener un gran premio eterno de mi Señor para cada una de vosotras.
En vosotras, mis pequeñas, está principalmente volver a restaurar lo perdido por el pecado original. Buscad y actuad en la Pureza, en la Sobriedad, en el Amor verdadero, y así el resto será fácil para la restauración del Reino de Dios en la Tierra.
Llenaos de vida interior, para que ésta se refleje en vuestro exterior para bien de todos. Sois almas al servicio de vuestro Dios; orad profundamente para que el maligno no os engañe más. Daos cuenta de vuestro valer, tanto para la propagación de la vida, como de las buenas costumbres hacia todo el género humano. Sin vosotras, mis pequeñas, la vida de oración, de unión familiar y de transmisión de las buenas costumbres de devoción cristiana, no se pueden dar. ¡Valéis mucho más de lo que os imagináis!, pero sólo cuando veis hacia vuestro interior, buscando la guía Divina, y lo engrandecéis hacia vuestro exterior. El tesoro que Dios puso en vuestro interior es GRANDÍSIMO, no lo desperdiciéis.
Yo os bendigo en el nombre de Nuestro Padre, en el nombre de mi Hijo Jesucristo y en el nombre de mi Esposo, el Santo Espíritu de Dios-Amor. Y yo os bendigo en mi santo nombre, de Madre, de Sierva e Hija de mi Dios y Señor.
Venced mi Justicia con vuestro cambio sincero
AVE MARIA PURISSIMA!