sabato 13 giugno 2015

SAN ANTONIO DE PADUA, VERDADERO FRANCISCANO

SAN ANTONIO DE PADUA, CONFESOR
DÍA 13 DE JUNIO
Por P. Juan Croisset, S.J.
                            
S
an Antonio de Padua, llamado así por la dilatada residencia que hizo en esta ciudad, dichosa también y rica, porque posee el precioso tesoro de su santo cuerpo; nació en Lisboa, capital de Portugal, el año de 1195, y en el bautismo se le puso el nombre de Fernando. Fueron sus padres Martin de Bulloens y Maria de Tavera, ambos de antigua y calificada nobleza, pero aun más que por ella distinguidos por su virtud sobresaliente, en fuerza de la cual no perdonaron á medio alguno para dar á su hijo una educación tan digna de su piedad como correspondiente á su ilustre nacimiento.

Ahorraron muchas lecciones á los maestros el ingenio, la inclinación y el natural de Fernando, que desde luego dio señales de declararse alumno de la virtud. Era su padre oficial en el ejército del rey D. Alfonso; y no pudiendo atender por sí mismo á la mejor crianza de aquel hijo, á quien por tantos títulos amaba tan tiernamente, le puso á pensión en la escuela de los Canónigos de la catedral de Lisboa, en donde se dedicó á los ejercicios de virtud, y, juntando á la ciencia de los santos la aplicación y el estudio de las ciencias humanas, en poco tiempo llegó á ser tan virtuoso como sabio.

          Al amor de la virtud se siguió naturalmente el tedio y el disgusto que le causaban todas las cosas del mundo. Conoció sus peligros, y resolvió huir de ellos, siendo todo su cuidado buscar en el retiro seguro asilo á su inocencia. Contaba sólo quince años, cuando tomó el hábito de los Canónigos reglares de San Agustín, cuya casa, con la advocación de San Vicente, está sita en un arrabal de Lisboa. En poco tiempo fué el novicio dechado y confusión de los más antiguos, siendo el ejemplo y la admiración de todos su fervor, su devoción y su cordura. Pero como las frecuentes visitas de sus parientes turbasen algún tanto la quietud de su retiro, pidió y obtuvo licencia de sus superiores para retirarse á la abadía de Santa Cruz de Coimbra. Luego que se vió en aquella dulce soledad, olvidando al mundo y á todo lo que en él amaba, seentregó á Dios enteramente. Distribuyó todo el tiempo en la oración, en la lección de la Sagrada Escritura y en el estudio de los Santos Padres, acabando de perfeccionar aquel inocente corazón la contemplación y la penitencia. Tomó Dios de su cuenta el magisterio de Fernandó, instruyéndole en la oración; y descollando su mérito, á pesar de su humildad, desde entonces le reconocieron todos por uno de aquellos prodigios de virtud que envía Dios á su Iglesia, haciéndolos desear por muchos siglos.

Ocho ó nueve años había empleado nuestro Santo en estos fervorosos ejercicios, cuando llegaron á Coimbra los cuerpos de cinco religiosos del Seráfico Padre San Francisco que, habiendo pasado á Marruecos á predicar la fe de Jesucristo á aquellos mahometanos, recibieron en premio la gloriosa corona del martirio. Inflamóse el celo de nuestro Fernando á vista de aquellos ilustres mártires, y se encendió en su corazón un ardentísimo deseo de derramar, á su imitación, toda su sangre por amor de Jesucristo.

Al deseo del martirio se siguió como naturalmente el de trasladarse á una religión que ya daba mártires desde su misma cuna. Sobresaltó esta proposición á los canónigos reglares; pero, al fin, todo lo venció la constancia de Fernando. Tomó el hábito de San Francisco el año de 1221, y no faltó quien contó esta mudanza entre uno de los mayores milagros que obraron los cinco mártires en mucha gloria de su Orden. Dejó el nombre de Fernando con el hábito de canónigo reglar, y tomó el de Antonio en honor de San Antonio Abad, á quien estaba dedicado el convento donde recibió el franciscano.

Creció muy en breve el fervor de Fr. Antonio á vista de la pobreza evangélica, de la humildad religiosa y de la grande austeridad que profesaba la religión seráfica; tanto, que parecía no poder subir más de punto el santo odio de sí mismo y el desprendimiento de todo, y los ejemplos de la más tierna devoción. Al mismo tiempo iba creciendo también cada día el fervoroso deseo de derramar su sangre en defensa de la fe; impaciente ansia, que le hacía parecer importuno, solicitando incesantemente de los superiores la licencia para pasar al África, y dedicarse en ella á la conversión de los moros y dedos sarracenos. Obtuvo la finalmente; pero luego que se embarcó se sintió malo; detuvo le la enfermedad en las costas de África todo el invierno, y, sintiéndose cada día más débil, se vió precisado á restituirse á España. Distaba pocas millas del primer puerto, cuando un golpe de viento arrojó el bajel sobre las costas de Sicilia. Tomó, tierra en Messina, donde tuvo noticia de que se celebraba en Asís un capítulo general de su Orden, al que había de asistir ó asistía ya, el Padre San Francisco, y con las ansias de conocer al grande Patriarca se encaminó á aquella ciudad.

Luego que éste le abrazó, descubrió el precioso tesoro que se ocultaba en Antonio, dándole á entender las demostraciones de amor y de estimación con que le distinguió. No así los demás Padres guardianes á quienes se presentó; tuviéronle por un fraile inútil, y ninguno le quiso recibir para su convento. Movióse á compasión el Padre Graciani, provincial de la Romanía, y, llevándosele consigo, le asignó para el desierto de Monte-Paulo, que era un cónventillo retirado en lo más áspero de las montañas. No se le podía proporcionar á Fr. Antonio soledad más de su gusto ni más á propósito para que estuviesen ocultos sus milagrosos talentos. Mas, al fin, se llegó el tiempo de que aquella antorcha resplandeciente se pusiese sobre el candelero, saliendo debajo del celemín. Enviado á Forli para que recibiese los órdenes sagrados, concurrió con muchos religiosos jóvenes de Santo Domingo, que iban al mismo fin, y se hospedaron también en el convento de San Francisco. Después de comer, rogó el Padre guardián á estos religiosos que platicasen á la comunidad alguna cosa de edificación; y, habiéndose excusado todos, mandó á Fr. Antonio que lo hiciese. Subió al púlpito, y habló de repente con tanta dignidad, con tanta elocuencia, con tanta energía, que, asombrados todos, se quejaron de que estuviesen sepultados tan singulares talentos en la soledad de Monte-Paulo. Dió parte el guardián de este suceso al patriarca San Francisco, y mandó el Santo que Fr. Antonio estudiase teología escolástica antes que se le aplicase al ministerio de la predicación. Hizo en poco tiempo tantos progresos en ella, que el mismo Patriarca le ordenó la enseñase públicamente, y á este fin le expidió una patente en estos precisos términos:        

A su muy amado Fr. Antonio, Fr. Francisco, salud en Jesucristo. Paréceme que expliques los libros de la Sagrada Teología á los frailes; pero de suerte, como sobre todo te lo encargo, que el ejercicio del estudio no apague en ti ni en ellos el espíritu de la oración, como lo previene la Regla que profesamos. El Señor sea contigo.

Obedeció el Santo, y enseñó teología con admiración en Bolonia, en Montpellier, en Tolosa y en Padua.

Es cierto que los errores del tiempo pedían un sabio teólogo; pero la licencia y el desorden de las costumbres no clamaban menos por un celoso misionero. Fuélo San Antonio, y con aquel género de fruto que sólo es regular en los apóstoles. Hicieron tanto ruido los primeros sermones que predicó, que concurrían de todas partes á oírle. No cabiendo los auditorios en las iglesias más capaces, se veía precisado á predicar en las plazas y en los campos ; cesaban los negocios, cerraban se las tiendas, y se suspendían todos los oficios hasta acabarse el sermón. A ningún predicador se le oyó nunca con mayor atención, ni con mayor silencio, ni con mayor ansia; pero tampoco ningún otro predicó con mayor fruto. Ordinariamente interrumpían el sermón los sollozos y los llantos, siguiéndose á ellos innumerables conversiones. Al acabar el sermón se veía frecuentemente venir á postrarse á los pies del Santo los más empedernidos pecadores y los herejes más obstinados ; era tan grande el número de confesiones, que no bastaban para oírlas. todos los religiosos ni todos los sacerdotes seculares. No es posible decir el fruto que hizo en pocos años. Predicó en las tierras de los Estados Pontificios de la Iglesia, en la Marca Trevisana, en la Provenza, en el Langüedoc, en el Lemosin, en Velay, en el ducado de Berry, en Sicilia, y particularmente en Roma y en Padua, siendo casi infinito el número de conversiones que hizo en todos estos parajes. A la verdad, tampoco se había visto desde el tiempo de los Apóstoles hombre más poderoso en obras y palabras.

Raro enfermo que dejó de recobrar la salud después de haber recibido su bendición; y se puede asegurar sin arrojo que los milagros hechos por nuestro Santo, si no exceden, igualan á los mayores que se habían obrado hasta entonces, tanto en el número como en la calidad.

Confesándose un mozo con el Santo, se acusó de que había dado un puntapié á su misma madre. Afeóle Antonio este delito con tanta eficacia y con tanta viveza, que el pobre mozo, aconsejándose sólo con el horror que le causó su atrevimiento y con el dolor de haberle cometido, se retira exhalado á su casa, entra en su cuarto y cortase el pie. Noticioso el Santo de aquella indiscreta y pecaminosa penitencia, parte apresurado á buscarle, repréndele su indiscreción, pide el pie cortado, aplícale á la pierna, y queda de repente unido á ella, á vista y con asombro de todos los concurrentes.

Hallábase en Padua, cuando tuvo noticia de que su padre, acusado falsamente de un homicidio en Lisboa, estaba en peligro de ser sentenciado á muerte. Pide licencia al superior para marchar á Portugal, y en un instante se halla en Lisboa milagrosamente. Visita á los jueces, declara la inocencia de su padre; y viendo que no daban fe á su testimonio, los requiere que el cuerpo del difunto sea presentado en la sala de la audiencia. La novedad del caso había traído á ella toda la ciudad; pregunta al difunto, y le manda, en nombre de Nuestro Señor Jesucristo, que declare, en voz alta y perceptible, si su padre era autor del asesinato que se había cometido en su persona; levantóse el cadáver y declaró públicamente la inocencia del acusado; y, hecha esta declaración, volvió otra vez, á ponerse en, su féretro. La admiración y el pasmo que este suceso causó en los asistentes, es más fácil de comprenderse que de explicarse. Hizo Antonio una fervorosa plática á toda su familia, exhortándola á la virtud; y en un momento se vió restituido á su convento de Padua.

Quizá no tuvo jamás la herejía enemigo más formidable. Desarmóla y confundióla. Predicó un día en Tolosa sobre la realidad del Cuerpo de Jesucristo en el Sacramento de la Eucaristía; oyóle un famoso hereje, y le confesó que sus razones no admitían réplica, mas que, para creer, necesitaba un milagro. « Bien está, le replicó el Santo: escoge el que quisieres. ---Pues el milagro que escojo, respondió el hereje, es que mi mula, estando bien hambrienta, deje la paja y la, cebada por postrarse delante de una hostia consagrada.--- Sea así, repuso Antonio ; haz ayunar á tu mula el tiempo que te pareciere.» Dejóla el hereje tres días sin comer bocado, y, al cabo de ellos, toda la ciudad fué testigo del prodigio. Puesta la hostia consagrada delante del animal, y una cebadera ---bien provista al otro lado, á pesar de la furiosa hambre que la incitaba, dobló las rodillas delante de la sagrada hostia, y hasta que se retiró no hubo forma de probar el pienso que la presentaban. No pudo resistirse la obstinación á tan portentoso milagro. Convirtióse el hereje, y á su conversión se siguieron otras muchas. Subió al púlpito en cierto pueblo marítimo, lleno de herejes y de hombres perdidos; ninguno concurrió á oirle. Fue  á la orilla del mar, y, lleno de confianza en el Señor, grita á los peces: Pues no hay quien quiera oír la palabra de Dios, vos otros, que sois criaturas suyas, venid, y con vuestro rendimiento confundid la indocilidad de estos impíos. ¡Prodigio extraño ! Llenóse la playa de peces, que sacaron luego las cabezas en ademán de atentos ; hizolos una patética exhortación sobre la omnipotencia del Señor, y los despidió echándolos su bendición; milagro que obró la conversión de todo el pueblo.

Todo predicaba en San Antonio: su modestia, su humildad, su mansedumbre, sus gratísimos modales. Primero ganaba los corazones, y después los convertía. Apoderóse de Verona, de Padua, y de casi toda la Marca Trevisana el tirano Ezelino ; llenó á Italia de carnicería y de terror, burlándose igualmente de las fuerzas de los príncipes confederados contra él, que de las excomuniones de los sumos Pontífices; sólo á San Antonio se humilló. Púsole el Santo delante los ojos, con tanto celo y con tanta intrepidez, el número y la enorme gravedad de sus pecados ; afeóle sus crueldades con tanta eficacia y, energía, que detuvo el curso de aquel precipitado torrente. Respetóle Ezelino, echóse á sus pies, y prometió convertirse. No lo cumplió, pero se contuvo mientras el Santo vivió, aunque después de su muerte volvió á sus primeros desórdenes y tiranías.

Al mismo tiempo que Antonio trabajaba con tanto celo y con tanto fruto en la conversión de los pecadores, no se olvidaba de atender á las necesidades de su Orden. Había sido electo por general de ella Fr. Elías, hombre ostentoso y arrogante, de espíritu muy contrario al del Santo Patriarca. Comenzó á introducir en la seráfica familia la relajación y la licencia. Era Antonio provincial de la Romana, y se opuso valerosamente á las novedades del general. Recurrió al Papa Gregorio IX, en cuya presencia defendió aquel admirable compendio de la santa Regla, que se llama El Testamento de San Francisco, y conservó en la religión el vigor y el espíritu de pobreza y de austeridad, que constituye su verdadero carácter. Citado á Roma Fr. Elías, fué despojado de su cargo; y como nuestro Santo sólo se había movido por el celo de la mayor gloria de Dios, obtuvo licencia de Su Santidad para renunciar su empleo, con privilegio de que nunca se le pudiese obligar á ninguno otro de la Orden. Quiso el Papa detenerle en la corte, para servirse de su consejo en los negocios de la Iglesia; pero Antonio, suspirando siempre por el retiro, logró con sus reverentes súplicas le permitiesen restituirse á su convento de Padua, donde continuó en las funciones de su apostólico ministerio, y trabajó también algunas obras espirituales, que fueron de mucha utilidad á toda la Iglesia de Dios.

Apenas se puede comprender cómo un hombre de solos treinta y seis años, de muy delicada salud, y ésa sumamente quebrantada por sus excesivas penitencias, pudo en tan poco tiempo conseguir tantos triunfos de los herejes; convertir un número sin número de pecadores; enseñar y predicar en las más célebres ciudades con un séquito jamás oído; recorrer Italia, Francia, Sicilia y España con fruto tan universal, y llenar el mundo con la fama de sus hechos y portentosas maravillas; efectos prodigiosos del ardiente amor que profesaba á Jesucristo. Pocas almas le amaron con mayor ternura, y pocas fueron más tiernamente amadas del Salvador. Comunicóle un elevado don de contemplación; éranle muy frecuentes las revelaciones, los éxtasis y las visiones. Movido un día de curiosidad el huésped que le tenía en su casa, quiso acechar lo que hacia en su cuarto, y le vió de rodillas con el Niño Jesús en los brazos, que le estaba regalando con dulcísimas caricias ; y en este tierno pasaje le representan los más de sus retratos.

El que amaba con tanta ternura al Hijo, no podía menos de profesar una singularísima devoción á la Madre. Esta se puede decir que había nacido con nuestro Antonio ; por lo menos es cierto qué en él se anticipó al uso de la razón. Dilatábasele el corazón cuando hablaba de esta Señora, acreditando sus amantes expresiones la ilimitada confianza que tenía colocada en Ella. En sus sermones, en sus escritos y en sus conversaciones siempre se había de hacer lugar á la devoción con la Virgen María ; y en sus necesidades recurría por lo  regular á algunos de los himnos que canta la Iglesia á esta soberana Reina Celestial.

Teniendo revelación de su cercana muerte, se retiró á cierta ermita, que se llamaba Campiettro, distante una legua de Padua, para vacar á sólo Dios. Pero duró poco este retiro; porque, conociendo que ya estaba muy cercana la postrera hora, rogó á los frailes que estaban en su compañía le llevasen al convento. Tuvo el pueblo noticia de que le traían á él, y concurrió tanta gente á recibirle, que, temerosos los frailes de que le sofocasen, le metieron en el hospicio de los confesores del convento de Santa Clara, donde, recibidos todos los sacramentos con el fervor y con la devoción que acostumbran los santos, pronunciando el himno: ¡Oh gloriosa Domina!, que le era tan familiar, entró en el gozo de su Señor el día 13 de Junio del año 1231, á los treinta y seis de su edad, y á los diez de su ingreso en la religión de San Francisco.

Luego que expiró, se cubrió de luto toda la ciudad, y los niños corrían por las calles gritando: El Santo ha muerto. Hicieron las monjas de Santa Clara todo cuanto pudieron para quedarse con el precioso tesoro de su cuerpo ; pero no lo consiguieron de los religiosos de San Francisco. El entierro, más pareció triunfo que pompa funeral. El prodigioso número de milagros que obró en su vida, y el de los que se repitieron en su glorioso sepulcro, movió al Papa Gregorío IX, que le había tratado y conocido, á mandar se procediese sin perder tiempo á las informaciones necesarias en orden á su canonización. Concluyéronse los procesos el año siguiente, y expidió el Papa la bula en Espoleto, el 1 de Junio de 1232; de manera, que la primera fiesta que se celebró de nuestro Santo (sin ejemplar hasta entonces) fué puntualmente el primer día aniversario de su preciosa muerte.

Treinta y dos años después de ella hizo levantar la devoción de los paduanos una de las más suntuosas y más magnificas iglesias que se admiran en el universo, adonde fueron trasladadas sus reliquias. Descubrióse la caja, y se halló toda la carne consumida; pero la lengua, instrumento de tantas conversiones, así de herejes como de pecadores, tan fresca, tan rubicunda y tan hermosa como si él cuerpo estuviera vivo. Tomóla en sus manos San Buenaventura, general á la sazón de la Orden, que asistió á esta traslación; y, teniéndola en ellas, exclamó diciendo: ¡Oh bienaventurada lengua, empleada siempre en alabar á Dios, y en hacer que otros le alabasen; tu incorrupción muestra bien cuán agradable le fuiste! Venérase hasta el día de hoy esta admirable reliquia, colocada en uno de los más primorosos y más ricos relicarios que se conocen en todo el orbe cristiano. Todos saben la general devoción que profesan los fieles á este gran Santo, y el universal recurso á su protección en todas las necesidades, pero singularmente para hallar las cosas perdidas. Ignórase cuál fué el verdadero origen de este particular recurso; pero es verosímil no fuese otro que el haberse experimentado tan general su protección en todas las necesidades que acudía á ella la devota confianza. En un manuscrito muy antiguo se lee que un gran devoto de San Antonio, vecino de Lisboa, perdió un precioso anillo, dejándole caer por descuido en un pozo muy profundo; pocos días después se cayó en el mismo pozo la herrada con que se sacaba agua de él; y habiéndola extraído un criado, se halló en el fondo de ella el perdido anillo, á cuya vista comenzó el criado á gritar : ¡Milagro, milagro!

Todas las maravillas que cada día está obrando Dios por los méritos de este prodigioso Santo se compendian en el siguiente responsorio, con que comúnmente invoca la devoción á San Antonio:

Si buscas milagros, hallarás que por la intercesión de San Antonio la muerte se retira, el error se desvanece, los trabajos cesan, el demonio huye y la lepra se disipa. Los enfermos se levantan repentinamente sanos, el mar alborotado se sosiega y se rompen las prisiones. Acuden á Antonio los jóvenes y los ancianos, así por los miembros como por las demás cosas que perdieron: recobran los primeros y encuéntranse con las segundas. En una palabra, destierra los peligros y ahuyenta la necesidad. Díganlo, si no, los paduanos y publíquenlo cuantos lo han experimentado.

Las reliquias de San Antonio se han distribuido en diferentes lugares de la cristiandad. En Padua se veneran la lengua y la mandíbula inferior, que se exponen á la pública adoración en dos preciosísimos relicarios; en Lisboa, un hueso de sus brazos, que fué enviado al rey D. Sebastián el año 1570; y en Venecia la, parte de un brazo, colocada en el suntuoso altar que la Serenísima República erigió á San Antonio en la iglesia de Nuestra Señora de la Salvación.

La Misa es en honor de San Antonio de Padua, y la oración la siguiente:

Haced, Dios mío, que la solemne festividad de tu confesor Antonio regocije toda la Iglesia, para que, fortificada con los socorros espirituales, merezca disfrutar los gozos eternos. Por Nuestro Señor Jesucristo, etc.

La Epístola es del cap. 4 de la primera que escribió el apóstol San Pablo á los corintios.

Hermanos: Estamos hechos espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres. Nosotros estultos por Cristo, y vosotros prudentes en Cristo; nosotros débiles, y vosotros fuertes; vosotros gloriosos, y nosotros deshonrados. Has­ta esta hora tenemos hambre y sed, y estamos desnudos, y somos heridos con bo­fetadas, y no tenemos dónde estar, y nos fatigamos trabajando con nuestras ma­nos: somos maldecidos, y bendecimos; padecemos persecución, y tenemos pacien­cia; somos blasfemados, y hacemos súplicas; hemos llegado á ser como la basura del mundo y la hez de todos hasta este punto. No os escribo estas cosas para con­fundiros, sino que os aviso como á hijos míos muy amados en Cristo Jesús Nuestro Señor.
             
REFLEXIONES

Es la virtud cristiana como cierto género de espectáculo para el mundo, que no acierta á comprender cómo es dable que la virtud sea plausible; lo es para los ángeles que admiran en ella la fuerza de la gracia, y lo es también para los hombres que la reconocen por único origen de la verdadera felicidad. Ándase en busca de milagros, y acaso ninguno hay ni más estupendo ni más universal, ni que deba dar más golpe como tanto número de almas santas, de personas re­ligiosas que son el espectáculo de su siglo. Enciérranse muchos en los claustros, en la vida retirada y en las virtudes, escondida de tantas virtuosas almas. Un joven único heredero de una ilustre casa y opulentos mayorazgos, adornado de cuantas nobles prendas se puedan desear, solicitado de todos los halagüeños atractivos del mun­do, en aquella edad que se considera la florida sazón de todas las diversiones; á la entrada de una carrera donde todo le brinda, todo le halaga, todo le sonríe; este joven sacrifica sus riquezas, sus pren­das, su nobleza y hasta sus mismas esperanzas, posponiendo por amor de Jesucristo todo el esplendor de que el mundo se alimenta, á una vida obscura, pobre, humilde y penitente.

Una bizarra doncella en la flor de su edad, distinguida por su no­ble nacimiento, pero mucho más por su hermosura, por su discre­ción y por su despejo; tan rica como entendida, y tal vez idolatrada de todo un pueblo, prefiere generosamente un grosero velo, un rús­tico sayal en que se amortaja y entierra, á todo el fausto y aparato de joyas y de galas que, naturalmente, idolatraría ella misma. Bien sé que estos milagros de la gracia se suelen atribuir á caprichos del humor ó á diferencias del genio; pero examínense más de cerca, descúbranse los motivos, considérense las consecuencias, compáre­se todo con nuestra natural flaqueza, y se hará patente el milagro más claro que el medio día.

El Evangelio es del cap. 12 de San Lacas, y el mismo que el día 12.


MEDITACIÓN

De la pronta correspondencia á la gracia.

Punto primeko.—Considera que no habla sólo de la hora de la muerte ni del juicio particular el Salvador del mundo, cuando tan­tas veces nos exhorta en el Evangelio á que abramos la puerta lue­go que el Señor llame á ella. Entonces, inútilmente nos haríamos sordos; cuando llame en aquella hora, no tiene remedio, es necesario partir; de nada sirve nuestra modorra ni nuestra insensibilidad, porque ni á una ni á otra se atiende. No siempre viene el Señor como severo Juez; durante la vida nos llama muchas veces como Padre, como Esposo y como Amigo; llámanos con sus inspiraciones, con sus piadosos impulsos ó movimientos, con su gracia; también habla, advierte y grita por medio de sus ministros, ya en el pulpito y en el tribunal de la penitencia; habla al alma de cien modos en los libros espirituales, en los ejemplos santos, y hasta en los sucesos y reveses de la vida. Pero donde más ordinaria y más fuertemente llama es en la oración y en la meditación de las grandes, de las te­rribles verdades de la religión. Considera de cuánta importancia es estar prontos á su voz, abrirle luego que llama, oírle desde que co­mienza á hablar. ¡Ah, qué preciosos, qué críticos son estos mo­mentos! Si te niegas á oirle, calla; si no le abres luego, pasa ade­lante.

Punto segundo.—Considera que si los santos no hubieran sido prontos á aquellas primeras solicitaciones de la gracia, á las cuales tenía Dios como aligados los grandes auxilios que los elevaron des­pués á tan eminente santidad, quizá no hubieran sido santos, y de cierto no lo serían tanto. Arriesgase mucho cuando se deja apagar aquella luz sobrenatural que con tanta claridad nos descubre la va­nidad del mundo; ¡ y cuánto se aventura cuando se cierran los oídos á la voz interior que tan fuertemente nos llama! Si Zaqueo no hu­biera bajado prontamente cuando le llamó el Salvador, ¿sería aquél día de salvación para su dichosa casa? Nota que el Salvador no le mandó bajar comoquiera, sino bajar prontamente: festinans descende; y, con efecto, prontamente bajó: festinans descendit. Apoco que se hubiese descuidado, ya el Salvador se habría ido. Pues tan de paso suele venir la gracia como lo estaba entonces el Salvador; en deteniéndose un poco, ya no es tiempo.

Aquel ángel que despertó á San Pedro en la cárcel, no le dijo pu­ramente que se levantase, sino que se levantase con velocidad: sur­ge velociter. Levantóse el apóstol sin demora, y al punto se vio libre de las cadenas. ¡ Ah, Señor, y á cuántos habéis dicho: festinans descende! Baja de esas alturas peligrosas adonde te ha elevado la alta­nería de tu orgullo; baja en espíritu á la consideración de tu misma nada, y en ella encontrarás remedios muy eficaces para curar mu­chas enfermedades del alma; pero, en todo caso, baja prontamente.

¡ Ah, Señor, cuántos motivos de dolor y cuántos de temor me está haciendo presentes la conciencia! ¡Cuánto y cuánto tengo de qué arrepentirme! ¡Tantos buenos pensamientos sofocados, tantas inspi­raciones extinguidas! No os canséis, Señor, de hablar á vuestro sier­vo, que pronto estoy á prestaros dóciles oídos, pronto á abriros la puerta de mi corazón sin tardanza: mandad, Señor, y seréis obede­cido.

JACULATORIAS

Hablad, Señor, que vuestro siervo oye.—I Reg., 3.

Aquí me tenéis, Señor, pues me llamasteis.—Ibid.

PROPÓSITOS

1.    Es la gracia una luz sobrenatural que fácilmente puede apa­garse; es un piadoso movimiento de la voluntad, pero fugaz y pasa­jero; es una saludable inspiración que enseña al alma lo que debe hacer, y al mismo tiempo la comunica fuerzas para ejecutarlo. Pero si no corresponde con fidelidad y sin dilación á la gracia, se apaga esta preciosa luz, cesa este piadoso movimiento, y esta saludable inspiración se convierte en nuevo cargo. Pues trae hoy á la memo­ria, si es posible, todas las gracias que has recibido en el discurso de tu vida; tantas veces como has conocido con la mayor claridad el vicio, la nada, la falsa brillantez de los bienes, de los deleites, de las honras de este mundo; tantas fuertes inspiraciones para que te fabricases una fortuna más sólida, trabajando seriamente en el im­portantísimo negocio de tu salvación; tantos deseos, en fin, y aun tantos proyectos de convertirte, que todos se desvanecieron, porque á nada te resolviste desde aquel mismo punto. Ea, no pase adelante tu infidelidad; estas mismas reflexiones que ahora haces, son una gracia importantísima, de la cual depende quizá tu eterna salvación. No te contentes sólo con el vivo dolor de haber sido hasta ahora tan infiel; logra también el consuelo de experimentar desde luego tu presente fidelidad.

2.    No te contentes con decir: yo lo quiero; ten el gusto de poder añadir: así lo he hecho. Todo lo que has leído hasta aquí, es una prueba segura de que ahora tienes en tu mano la gracia; correspóndela sin dilación y da principio á esta correspondencia por la modes­tia y la atención en el Oficio divino y en tus oraciones; por la devo­ción en la Misa, por el respeto en el templo y en todos los actos de religión, diciéndote á ti mismo, siempre que suene el reloj, aquellas devotas palabras del Santo Rey y Profeta David: Hoy lo dije, y hoy lo ejecuté por la gracia del Excelso; en este día he comenzado á vivir cristianamente.


DIE DECIMA TERTIA IUNII. DE SANCTO ANTONIO VITA


DIE DECIMA TERTIA IUNII.
DE SANCTO ANTONIO, ORDINIS MINORUM S. FRANCISCI. PATAVII IN DITIONE VENETA
VITA

CAPUT I. 
Initia apud Canonicos Regulares, transitus ad Fratres Minores, vita eremitica in Romandiola.

[1] In Hispaniis, civitate Ulysbona, quæ ad Occidentalem Regni Portugalliæ plagam, in extremis terræ finibus sita est; [Ulysippone natus Sanctus,] quædam prægrandis ecclesia, in honore Virginis gloriosæ Genetricis Dei Mariæ a fabricata consistit, in qua pretiosum B. Vincentii Martyris corpus honorifice requiescit, a cujus Occidentalium valvarum liminibus, venerabiles B. Antonii parentes non longe manentes, felicem hunc in primo juventutis flore filium genuerunt; nomenque ei Fernandus in sacro baptismatis lavacro imponentes, in eadem etiam postmodum ecclesia educandum puerum tradunt, [acta modeste pueritia,] [moribus] & litteris imbuendum. Qui, dum, post annos pueriles simpliciter domi translatos, [quidquid] fallax mundi species, ac petulantia carnis placentia sibi suggererent, nequaquam iis concupiscentiæ fræna laxavit; sed jam soli Deo servire disponens, evidentius id processu temporis opere declaravit.

[2] Spretis namque mundi & carnis illecebris, ad quoddam cœnobium S. Augustini, præfatæ civitati vicinum, [sit Canonicus Regularis,] se contulit; ibique devotus habitum Religionis assumpsit. Ubi dum pacem pectoris ejus importuna carorum amicorum frequentia pertubaret; peractis ibidem ferme duobus annis, ad sanctæ Crucis de Conimbria, aliud scilicet ejusdem Ordinis monasterium transvolavit; ad quod tamen, ob morum ipsius gravitatem, vix licentiam sui Superioris obtinuit. Quo, [majoris quietis causa transit ad S. Crucem Conimbrica:] ad optatam mentis quietudinem obtinendam, perveniens, tantum ibi in omni religionis perfectione profecit translatio sui facta, quod levitati cordis imputari non potuit. Propellebat autem eum jam Spiritus, quodam futurorum præsagio, ad divinarum studia litterarum; in quibus jugiter meditando, non solum qualiter in agro alieno vitia extirpando, virtutes insereret, [ubi multum provectus in studiis,] semetipsum primitus sollicite excolendo, cognovit; verum etiam qualiter fidei normam astrueret, ac confutaret errores, firmissimis Patrum sententiis se munivit. Sicque factum est, illo aspirante, qui intervallo temporis in docendo non indiget, ut non multo post vir Dei sapientiæ spiritu plenus esset.

[3] [Franciscanorum in Africa martyrio excitatur] Funditur interea apud Marochium sanguis innocentium a profanis; dum ibidem contra Christum odiose desæviens in Fratrum Minorum necem gladium exeruit Rex immanis: ubi plurimis claruit prodigiorum indiciis: quoniam is qui de cælo descendit, pro quo passi sunt, morientium merces factus est vitæ panis. Quorum venerandas Reliquias vir quidam famosus, nomine Petrus Infans, Marochio deferens; per ipsorum merita sui ipsius a gravibus periculis liberationem, [ad imitationem,] celebremque eorum passionis ordinem divulgavit. Tum & auribus Fernandi non inaniter facti rumor insonuit: nam subito elephantis more, ad prælium ex aspectu sanguinis, animati, totus ad fidei fervorem surripitur; Christique injuriam & Martyrum necem miranda in se compassione retorquens, nihil se prorsus imputat agere, nisi & ipse tyrannicæ ferocitati occurrens, eamdem pro christo cum præfatis Martyribus palmam obtineat. Felix iste, quem formidine mortis gladius persecutoris non enervat, sed in melius, ut patebit, perfectæ caritatis ardor immutat; igitur æstuanti animo quid facto opus sit, excogitans; habitum Ordinis taliter pro Christo defunctorum assumere, vitamque sequi deliberat; ut vel sic efficacius ad optatum fidei agonem pertingere valeat.

[4] Cumque Fratres jam dicti Ordinis, prope civitatem Conimbriam commorantes, [ideoque ad eorum Ordinem transit,] ad ipsum ex more monasterium die quadam, pro eleemosyna petenda, diverterent; videns eos Domini Servus, nequaquam ultra se continere potuit; sed benigne in partem deductis omnem animi sui conceptum aperuit. Gaudet non modicum ad hoc Fratrum prima simplicitas; diemque, quo hoc ipsorum gaudium impleatur, instituunt; & sic læti, Domino gratias agentes, abscedunt. Ipse vero, Prælati sui licentia, etsi difficulter, obtenta, gaudens ad condictum se præparat: sed & Fratres juxta promissum hilariter redeunt, [suscepto habitu,] eique in ipso monasterio suæ habitum Religionis imponunt. Qui dum, post habitus mutationem, mox cum Fratribus inde recessit; quidam ex Canonicis, super hoc se gravius dolere præ ceteris indicans, abeunti sic in amaritudine cordis dixit: Vade, inquit, vade, quia forsitan Sanctus eris. Cui humiliter sic respondit: Cum Sanctum audieris, Deum utique collaudabis. Venit ergo ubi simplicium Fratrum congregatio morabatur, qui videlicet locus S. Antonius dicebatur; juxta quod nomen, Antonium se deinceps appellari rogabat: ut & sic requirentium ipsum sollicitudinem pia cautela deluderet, eorumque importunitates sub ignoto facilius nomine declinaret.

[5] Fervens igitur, ut dictum est, ad martyrium, dum adversus Christum Rex terræ desæviit, nullatenus ab hoc proposito requiescere potuit; [sed inde in Mauritaniā navigare volens,] donec tandem, juxta permissam sibi licentiam, ad terram Saracenorum transivit. Verum quantocumque ad hæc, quæ dicta sunt, conamine niteretur; suum tamen in iis desiderium non implevit; de quo Rex regnantium Dominus aliud a sensu humano decrevit. Nam gravi nimis & diutino languore correptus, nihil secum pro voto prosperum agi perspexit; [morbo impeditur appellitque in Siciliam:] donec ipsa necessitate compulsus, ad partes fidelium remeare disposuit. Cumque navigando ad redeundum in Hispaniam iter arriperet, contigit ut in partes Siciliæ m ventis non secundis flantibus applicaret, & sic penitus a proposito se fraudatum conspiceret. Instabat autem eo tempore Fratrum generale Capitulum, quod in brevi celebrandum erat apud Assisium. [& inde Assisium,] Quod ut Antonio per Fratres innotuit, illuc (ut erat debilis & infirmus) utcumque pervenit. Soluto igitur ex more Capitulo, Fratribusque ad sua circumquaque loca dimissis; solus Antonius a nullo petebatur; quia, sicut erat ignotus, ita & inutilis videbatur. Nulla ergo de se vel litteraturæ, vel cujuscumque alterius utilitatis habita mentione, [atque in Romaniolam,] ad Fratrem Gratianum, qui tunc Fratribus Romaniolæ præerat, devotus accessit; rogans humiliter, ut ipsum a Ministro generali petitum colligeret, collectumque disciplinis regularibus erudiret.

[6] Quem idem Frater Gratianus benigne susceptum, in Romaniolam secum duxit: locumque solitudinis requirentem, ad eremum Montis sancti-Pauli transmisit. Quo postquam pervenit, quamdam ibi præoptatam cellam in crypta, [ubi in eremo rigidissime vivit,] semotam a Fratribus, orationibusque congruam reperit, quam suis usibus a Fratre quodam, qui sibi ipsi eam paraverat, impetravit. Illic solitariam, quantum licuit, vitam duxit; illic sacris meditationibus contra tentationes spiritum roborans, in divino se amore firmavit: ibi nocturnis vigiliis solus in oratione perstitit; ibi se totum dispositioni divinæ commendans, sursum firmissimæ spei anchoram contutavit: ibi etiam cibo panis & aquæ tanta corpus abstinentia maceravit, ut, testibus iis qui aderant, hora collationis aliquando rediturus ad Fratres, nutante præ nimia debilitate vestigio, semetipsum supportare non posset. Sic igitur vir Dei Antonius, [& humiliter latet.] cum dono sapientiæ plenus esset, multo tempore simplicem inter simplices vitam duxit; sic arrogantiæ fastum humili corde declinans, sub indocti specie tantum divinæ gratiæ lumen abscondit. Licet enim, ut ex præmissis patet, ferventissimum domus domini zelum haberet, tamen a suo desiderio jam semel divino nutu fraudatus, a semetipso iterum terrenæ sibi gloriæ pondus assumere non præsumpsit; donec, eo, cui se jam commendaverat, disponente, manifesto post indicio, ejus in conventu simplicium fama crevit.


 
CAPUT II. 
Ordinatio S. Antonii, & fervens ac fructuosa prædicatio.

[7] [Forolivium missus ad Ordines capiendos Antonius,] Post multum namque temporis Fratres, pro suscipiendis Ordinibus missi ad civitatem Forolivii, confluxerunt; inter quos & Antonius, nec non & quidam Fratres de Prædicatoribus adfuerunt. Cumque collationis hora Minister loci Prædicatores ipsos sollicitaret, ut exhortationis verbum Fratribus adunatis aliquis eorum proponeret; nutu Dei factum est, ut omnes loqui renuerent, & se omnino ad hoc imparatos assererent. Tunc demum ad Antonium idem Minister, instigante se fortiter Spiritu, conversus est: eumque, de cujus scientia nihil sibi constabat, in hoc opus appellat; ut videlicet proponat in medium Fratribus quidquid illi Spiritus suggerat. Ad quod se minus idoneum humiliter servus Dei respondit: quippe qui exercitatior habebatur in abluendis coquinæ utensilibus, ceterisque hujusmodi vilitatis officiis, quam in exponendis divinorum eloquiorum mysteriis. Sed quid morer multis? Plane, [& prædicare coactus,] cum tantam desuper gratiam accepisset, ut memoria pro codicibus uteretur; nullum tamen aliud in eo scientiæ perpendebatur indicium, nisi quod pauca perraro litteralirer loquebatur. Denique, quamvis quanta poterat virtute recusaret; contraire tamen imperanti non valuit: & licet invitus, ad extremum consentiens, in timore Domini, primo simpliciter fari cœpit.

[8] [stupendum sui specimen præbet:] Sed cujus lucernam, dudum sub modio positam, Dominus super candelabrum statuere nunc voluit; tanta in progressu sermonis verborum luculentia, tantaque eum mysticarum sententiarum profunditate suspendit; ut nimirum ex inopinato rei eventu vehementer omnes qui aderant mirarentur, & vix unquam audisse se talia faterentur. Non modica igitur Fratres consolatione impleti, venerabantur deinceps in Dei viro velatam divinitus supernæ sapientiæ claritatem, venerabantur nihilominus humilitatis jam probatæ virtutem. Non multo post ad aures Generalis Ministri res gesta pervenit: qui mox in publicum prodire compellens Antonium, officium sibi prædicationis injunxit. Et quidem digne verbi ministerio traditur; [quare Prædicator ordinatus a Generali,] quippe qui divina sapientia pollens, pauperum in collegio primitus pauper spiritu probatus, hunc sibi honorem impudenter non arripuit, antequam a Deo vocatus. At vero ne facta divinitus hæc vocatio dubitetur, ex ipsius hoc incolatu pariter & morte probatur. Constitutus enim in hac peregrinationis miseria, & vita floruit, & doctrina: quarum, priorem id est vitam, voluntaria vilitas, simplex innocentia, curaque disciplinæ commendant; alteram vero, quæ est doctrina, zelo juncta caritas, veritas, modestia comprobant.

[9] [munere eo fungitur,] Sed hæc omnia quam excellenter claruerint, quoniam per singula breviter explicare non possum; tangam saltem succincte, quomodo cunctis æqualiter annuntiaverit veritatem. Hæc siquidem virtus in ipso claruit in oculis omnium, quæ quidem miraculis potior, quibus plurimi in vita fallaciter decipiuntur. Sic itaque Sanctus, in doctrinæ poculis mirabiliter affluens, tanta justitiæ libra singulis sua reddebat, quod sive magnis loquebatur sive parvulis, æque cunctos veritatis jaculo feriebat. Nempe qui jam calicem antea passionis tam avido corde sitierat, nullius magnitudini nec metu mortis pro veritate cedebat; [mirabili cum fervore,] sed miranda strenuitate, etiam magnatorum tyrannidi resistebat. Tanta namque quasdam reprehensibiles grandesque personas severitate corripuit, ut alii plerumque famosi prædicatores hoc audientes, ipsi ad intrepidam viri constantiam trepidarent; & quodam pusillaminitatis rubore perfusi, longe abesse potius, quam adesse volentes, confusas manu vel veste frontes obducerent. Erat tamen sermo ipsius, pro diversis opportunitatibus, [libertate, & gratia;] semper in gratia sale conditus: erat, inquam, gratiosus pariter & severus, ut audientibus amorem simul ingereret ac timorem. Sic igitur hujus peregrinationis incolatus, doctrina & vita præclarus, divinam in Sancto vocationem evidentissime probat; quam, ut in fine patebit, multiplex post mortem miraculorum claritas necessaria conclusione confirmat.

[10] [longe lateque circumeundo.] Antonius itaque, prædicandi auctoritate suscepta, officium sibi injunctum non segniter exequi studuit: sed quietem eremi, qua sibimet hactenus invigilaverat, jam tunc in laborem insolitum pro fraterna ædificatione convertit. Nam longe lateque per civitates & castella circuiens. verbum vitæ ferventissime prædicavit; cælitusque instructus in omnibus, pro diversitate audientium, singulis congruentia sibi proposuit. Mirabantur in eo litterati tantam ingenii subtilitatem, tamque luculentam disertitudinem linquæ, quam in omnibus audiebant miro discretionis pondere verba librantem. Quam profunda vero de sacris eloquiis eructaret, [Arca testamenti a Pontifice dictus.] summus ipse Romanæ Sedis Pontifex testabatur, a quo vir sanctus Arca testamenti, peculiari quodam nomine, vocabatur. Non solum enim, quæ ad morum informationem pertinent, placido sermone disseruit; verum etiam congruentissimis rationibus perversa hæreticorum dogmata confutavit. Nam & apud Ariminum quamplures hæreticos ad integritatem fidei Christianæ convertit: inter quos & hæresiarcham quemdam, Bonovillum nomine, ab annis triginta erroris pestiferi tenebris obcæcatum, ad lumen veritatis induxit, & usque ad mortem mandatis Ecclesiæ stare fecit.

[11] Sed quoniam longum foret enarrare per ordinem, quot diversas provincias prædicando lustraverit, quanta ad eum tam majorum, [Caeterum, his omissis, auctor transit ad mortem Sancti,] quam minorum reverentia, quantusque caritatis affectus extiterit; qualiter in diversis officiis sibi injunctis se gesserit, quotve perditas animas Creatori suo reddiderit, prætermittendo hæc omnia breviter transeamus; & sermonem, quo tendimus, ad rei exitum convertamus. Verumtamen in explicando postmodum ejus ultimo vitæ cursu satis intelligi poterit, quanta prædicationis efficacia veri a Deo missi, per multum tempus, in diversis terrarum partibus, [solumque addit, quod apparens in Capitulo S. Franciscus,] fuerit; cum tantum infra unius Quadragesimæ spatium in una civitate perfecerit. Sed hoc in ejus laude ad præsens prætereundum non est, quid vice quadam Fratribus, ad Capitulum in Provincia congregatis, Sanctus hic de titulo Crucis, dulcisque Jesu passionis suppliciis, dulci modulo prædicavit: cum beatissimus Pater Franciscus, eo tempore corporaliter adhuc vivens, sed in alia regione tunc longius remotus, se in aëre filiis, novo ac stupendo miraculi genere, præsentavit. Nam, [ejus prædicationem visus sit probare.] ac si approbando viri Dei sermonem, quid audientibus imitandum foret, ostenderet; felicibus cujusdam assidentium oculis, tamquam brachiis in patibulo crucis protensis, apparuit; filiisque qui aderant benedicens, Crucis eos signaculo consignavit.

EMBOLISMUS.

Ex Surio, & Annalibus Waddingi.

[12] [Paduæ I vice agens Sanctus,] Lubet hic, nimis properantem Vitæ. Auctorem, nonnihil sistere, atque ex Vita Suriana & Annalibus Ordinis, loca quædam illustriora excerpere, non ita commode alibi colligenda. Primum sit, quod habes cap. 30 Vitæ prætitulatæ, videturque ad primum S. Antonii Pativii commorantis tempus spectare, his verbis relatum: Cum Paduæ degeret vir Dei, Ulysbonæ duo cives inexplabili odio se mutuo prosequebantur: e quibus alter juxta ædes parentum beati viri manebat: & cum hora vespertina filium hostis sui in platea invenisset, per summam crudelitatem jugulavit, & intempesta nocte in horto parentum viri Dei, facta fovea, eum sepelivit. Cum autem nobilis esset is, cujus filius cæsus erat; inquisitum est diligenter, & repertum, ejus filium illac transisse, ubi ejus inimicus morabatur. Itaque ejus domo & horto lustrato, nihil compertum est. Itum est ad vicinas ædes, & in horto illarum pueri cadaver inventum est. Itaque pater sancti viri cum tota familia conjectus est in vincula, tamquam reus cædis illius. Id vero ut per spiritum Paduæ cognovit vir Dei, [transfertur Ulysipponem ut patrem a suspicione cædis liberet:] vesperia Guardiano petiit copiam exeundi, quæ illi negata non est. Eadem nocte magno miraculo Ulysbonam perductus est, & proxima luce ad Judicem se contulit, rogans ut insontes e vinculis dimissos pateretur abire domum. Illo modis omnibus recusante, petiit cadaver perempti pueri ad se adferri. Quo allato, jussit surgere puerum, & dicere, num a parentibus ipsius occisus. Ille surgens, dixit ejus cædis illos prorsus conscios non esse: atque ita discedendi est illis facta potestas. Mansit toto illo die cum parentibus suis vir beatus, & mane angelico ministerio Paduam reductus est.

[13] [item alias, ut juvet peculatus accusatum.] Similem casum addit Paciecus num. 79. Patri ipsius Sancti Martino commissa fuerat notabilis Regiæ pecuniæ summa, in ministros aliquot inferiores distribuenda: quod cum ille non cum tanta fecisset cautela, quin plurium, qui ipsam acceperant, syngraphæ desiderarentur; dum esset accepti expensique reddenda ratio, appellatique qui sciebantur accepisse, aut totum aut partem negarent; nihil propius erat, quam ut ipse Martinus damnaretur peculatus, in ejusque bona omnia manum injiceret Fiscus. Citatur ergo in judicium ille, una cum aliis, quos in negando accepto apparebat futuros pertinaces. Cum subito coram omnibus adstitit, qui in Italia longe aberat, Antonius; & gravi ac severa voce dixit, Tu tantum tali hora, tu tali die recipisti: si negare pergitis, vindicabit veritatem violatam Deus: atque hæc effatus, disparuit. Ea autem verborum efficacia fuit, ut continuo fassi sint, quod ante inficiati erant: suaque res & fama integra Martino mansit. Multis deinde Paciecus quærit, quo in munere tunc pater Sancti fuerit, & qua occasione ei commissa pecunia: quibus omißis, transeo ad Surianæ Vitæ Caput 17.

[14] [Malleus hæreticorum assiduus,] Fuit autem viri Dei id præcipuum semper studium & conatus, ut perniciosissimas vulpeculas, quæ demoliuntur vineam Domini Sabaoth, nempe hæreticos pestilentes, & falsas eorum doctrinas, pro viribus oppugnaret, funditus destrueret, ac radicitus extirparet. Hæresiarchas quosdam in publicis disputationibus Arimini, Tolosæ, & Mediolani palam convicit, & errores eorum coram omnibus confutavit. Adeo enim instructus erat, & efficacibus scripturæ divinæ sententiis, & solidis ac perspicuis rationibus; ut qui nefanda essent hæresi imbuti, coram illo consistere aut os adaperire non auderent: ita ut ad illum quoque pertinere videretur, quod Dominus promisit discipulis suis: Ego dabo vobis os & sapientiam, cui non poterunt resistere & contra dicere omnes adversarii veritatis. [Luc. 21, 15] Detegebat mirum in modum hæreticorum fraudes & versutias, conatus retardabat, errores abominandos cum multa vituperatione traducebat. Nec facile quemquam ea tempestate uspiam invenire licuisset, quod ipse a quoque publice fatebatur, [multum inter illos fructum facit:] qui tam acriter & perpetuo illos insectaretur, tamque continuam persecutionis procellam illis excitaret. Unde factum est, ut passim ab omnibus indefessus hæreticorum malleus diceretur. Nec sine fructu fuit labor viri Dei, plerisque hæreticis cum ipsorum fautoribus, ad veritatem & obedientiam sanctæ matris Ecclesiæ, revertentibus. Ad usurarios efficacißimum fuit, quod habetur cap. 28 Vitæ præcitatæ. [& usurarii cor in cista ejus quæri jubet.] In usurarii cujusdam exequiis vir Dei concionaturus, thematis loco accepit illud ex Euangelio: Ubi est thesaurus tuus, ibi est & cor tuum. [Mat. 6, 21] Sub concione autem inter cetera ait: Mortuus est hic dives, & sepultus est in inferno. Ite ad thesaurum ejus, & in illius medio invenietis cor ejus, corpore jam humato. Abierunt hominis parentes & amici, & cor adhuc calidum in medio nummorum ejus invenerunt.

[15] [Ad Confessiones integre faciendas multos inducit,] Quando ad populum concionabatur eximius præco Christi, sermo ex illius ore tamquam ex ardenti camino proficiscens, mirabiliter solebat movere auditores, ipsasque animorum penetrare medullas, & multam in iis devotionem & compunctionem, vitiorumque odium & detestationem, excitare; ita ut plerumque alter alteri diceret cum multo gemitu: Heu me miserum, qui numquam antehac isthuc putarim esse peccatum: quod si scivissem, certe numquam illud admisistem: Mutuoque se hortabantur ad faciendā Confessionem, ad suscipiendas peregrinationes religionis ergo, ad jejunia certis diebus amplectenda in honorem matris Dei, aut similia pietatis studia sectanda, Quis vero possit dicendo consequi, quæ illic fusæ sint lacrymæ, quæ ab imo pectore ducta suspriria, quæ pectorum tunsiones in obstinatis peccatoribus conspectæ? Adeo enim Dominus mirificavit sanctum suum, ut non solum usitatis quotidie coruscaret miraculis, sed etiam inaudita ob eo signa ederentur. Sicut enim beatus Nicolaus fertur per visum apparuisse Constantino Magno, ejusque Præfecto, minasque intentasse, [etiam per visum apparens.] ni dimitterent homines innoxios in carcerem conjectos; ita hic vir beatus, quos per peccatum cernebat a maligno dæmone vinctos detineri, & ad mortem tendere sempiternam, iis liberandis præcipuam navabat operam. Et solebant nonnulli venire ad Fratres, cum adhuc viveret vir Dei, & pro certo affirmare, ipsis in lecto jacentibus apparuisse eum, & dixisse: Surge, Martine; surge, Agnes: abi ab illum Fratrem, & hoc sive illud peccatum ei confitere, quod tali in loco perpetrasti, cujus nemo præter Deum conscius erat. Qua ratione peccata prorsus occulta expiata fuere.

[16] [Auditur cum silentio mirabili.] Hactenus Cap. 3, quibus non absimilia leguntur cap. 16, relata ad tempus ultimæ Quadragesimæ, per quam Patavii dixit ad populum. Ibi hoc etiam admirabile notatur, quod in tanta ad sermones Antonii undique concurrentium turba, nullus sese comprimentium clamor audiebatur, nulla cernebatur dissolutio, risus nullus, nullæ voces percipiebantur, nulli infantium vagitus, quibus vel parum ejus conciones interpellarentur. Stabant omnes arrectis auribus, intentissimis perpetuo in virum Dei oculis, sine ullo tædio, cum multa devotione eum sustinentes, perinde acsi non homo, sed Angelus lapsus e summo cælo, ad illos concionaretur. Neque id mirum, quandoquidem tanta illum Dominus gratia perfuderat, ut lingua facundissima, voce clarissima, sua verba instar tubæ cujusdam expromens, ab omnibus & audiretur & intelligeretur. Nec id admiratione vacat, cum in longinqua regione natus & educatus multo tempore fuisset, quod Italico idiomate adeo polite potuit, quæ voluit, pronuntiare, acsi extra Italiam numquam posuisset pedem.

[17] [Processiones flagellantium eo auctore inducta.] Cœperunt tum primum homines, catervatim sese verberando, & pia cantica devote depromendo, procedere. Atque ea laudabilis consuetudo, a tanto auctore profecta, deinceps suis est aucta incrementis; ita ut in omnibus fere Italiæ locis accuratissime hodieque observetur. Refert hæc Waddingus ad annum MCCXXV num. 19, & simul notat, quod licet Polydorus Virgilius lib. 7 de rerum invent. cap. 6 castigando corpori adhibitas flagellationes ad Apostolorum tempora referat, tamen ante S. Antonii tempora, non adeo clara apud Auctores memoria habetur hujusmodi congregationum, aut hominum in societate se flagellantium: neque eas propterea improbandas, quod centum post annos exorta est perniciosa Flagellantium secta, incerto auctore; qui plures excutiebant errores, & condemnati fuerunt a Romanis Pontificibus, præsertim Clemente VI. Hoc enim non obstante, Devote & Christiane se flagellantes, etiam in publicis supplicationibus ad peccatorum satisfactionem, veluti docuit S. Antonius, semper ab ejus tempore permisit & laudavit Ecclesia. Sed redeo ad Vitam Surianam, cujus est sequens articulus cap. 11.

[18] [Docendo & regendo prodest Fratribus.] Multa vero insignia Ordinis sui monasteria, prælegendo, disputando, concionando illustravit & ornavit; idque tum zelo fidei & fervore Christo animas adducendi, tum studio Fratres instituendi, tum quoque desiderio cohonestandi Institutum sive Ordinem suum, qui per id tempus propter imperitiam apud plerosque in contemptu erat. Idem autem ipse etiam in Æmiliæ provincia, permultis annis Fratrum Minister cum laude fuit. Etsi vero doctrina & verbo in Italia vix quemquam parem haberet; at nihilominus in sua Præfectura, vel Ministri functione, mire commodum & humanum se præbebat. Cum autem in civitate Podiensi Guardiani ministerio fungeretur, erat illic Notarius quidam, omnino lubricus, carni & mundo addictus. Eum quoties præteriret vir Dei, nudato capite coram illo genu flectebat. [Hominem lubricum veneratur] Ille vero existimans id in sui irrisionem & contumeliam fieri, animo perturbabatur; dabatque modis omnibus operam, ne illum unquam obvium haberet. Sed cum die quodam ab insperato eum transiret vir sanctus, & ita, ut diximus, erga illum se gereret; exacerbatus homo, dixit: Nisi timerem Dei iram, gladio te percuterem, quod ita me ridiculum facis. Quid sibi vult isthuc, quod coram me poplitem flectis? Respondit vir beatus: Ego me libens Deo Martyrem obtulissem, sed illi non placuit. De te autem ille mihi revelavit, præclarum te Martyrem fore. Oro itaque, ut ubi ad martyrii agonem perveneris, mei memor esse velis. Hoc ille audiens, risit. At non multo post tempore, Episcopus Podiensis cum multis aliis profectus est Hierosolymam, [ut Martyrem futurum.] ut Saracenis Christum prædicaret. Et ecce divinitus permotus Notarius ille, venditis suis rebus omnibus, cum illo iter ingressus est. Cum autem pervenissent ad Saracenos, & Episcopus sic satis frigide haberet conciones, semel quidem, & iterum, & tertio Notarius dissimulavit. At tandem instar B. Vincentii increpat Antistitem, quod ita frigide fidem Christi & prædicet & propugnet: divinoque afflatus Spiritu, cum multo fervore cœpit docere Saracenos, Christum esse verum Deum & Dei filium, Mahometem autem filium esse satanæ & perditionis. Quod illi non ferentes, rapiunt hominem, & per triduum diris eum suppliciis excruciant. Cumque jam ad mortem duceretur, exposuit Fratribus, Antonium id prædixisse, quod ipse Martyr futurus esset. Fuit ea res populo occasio, multa deinceps reverentia S. Antonium prosequendi.

[19] E Provincia trajiciens in Italiam anno MCCXXV, inquit Waddingus num. 20, auctores allegans Chronicam Mariani lib. 2 cap. 3, & Rodulfium Tossignianum in Historia Seraph. Relig. fol. 280 & seqq. jam secundo (nam primo id contigerat ex Lusitania venienti) tempestuoso mari delatus est in Siciliam. Ibi quædam extruxit monasteria, veluti locorum traditio & Fratrum fert fama. Cephaludi, seu Cephalæ unum, ubi ultra trecentos annos perpetuo viruit cupressus, ejus manibus plantata; aliud Neti, [In Sicilia quosdam Conventus fundat.] in amœnissimo situ; tertium Leontini.

[20] E Sicilia missus Romam anno MCCXXVII, ab illius Provinciæ Ministro ad res quasdam obeundas, [Roma in Galliam transit:] tantam Principum Ecclesiæ erga se benevolentiam reperit, ut ab ipso Pontifice Maximo, Gregorio IX, conciones illius incredibili studio & devotione auscultatæ sint.... Factus tunc Guardianus Podiensis sive Aniciensis in Gallia, summa humanitate & prudentia Fratres rexit; & proximos continua prædicatione miroque exemplo ad frugalem vitam reduxit.... Ejusdem opera circa hoc tempus civis quidam Brivensis, nomine Quintus de Falcicis, suis sumptibus in eadem civitate Minoribus domum construxit. Aliquam in hac domo S. Antonius moram traxit; & extra urbem invisere licet speluncam, in quam orationis & pœnitentiæ gratia secedere solebat. Non longe post in eadem provincia Aquitaniæ alii monasterio dedit initium, quod ab eo nomen accepit. Incertum autem est, an in itinere Galliam versus, an vero in reditu, [in Forojulii & alibi varia miracula facit.] initium dederit Conventui Glemonæ (oppidum id est regionis Forojulii, situm in montibus supra Vtinum) quod propterea ab eo nomen accepit. Certe mortuus istic ab eo suscitatus dicitur, dum extrueretur Conventus; prout refert Waddingus num. 19. Reliqua quæ referri miracula poterant, quia certis annis alligari nequibant, idem Waddingus ad extremum dimisit annum. Ego, simul omnia infra daturus, eadem trajicio, ut quæ cum Ministro Generali Aßisii acta sunt, antequam Patavium ibi moriturus rediret, huc transcribam, sicut ea idem Waddingus refert anno MCCXXX num. 8. Sed nullis, quod alibi paßim solet, allegatis auctoribus; credo, quia id necessarium non putaverit.

[21] [Assisii, in Capitulo anni 1230,] Fuerat anno isto, qui erat post obitum S. Francisci quartus, ab ecclesia S. Georgii Aßisii, Monialibus S. Claræ intra civitatem adducendis concedenda, ad novam augustißimamque Basilicam, Eliæ opera constructam, translatum sancti Patriarchæ corpus, in profesto Pentecostes die XXV Maji, annuente summo Pontifice. Fabricæ illius occasione idem Elias, obtinendo quædam privilegia, contra genuinam Regulæ observantiam, præcipue circa res pecuniarias, quas in quibusdam casibus recipi posse per interpositas personas obtinuit; dum cogitaret rem gratam se præstitisse, & persuadere vellet Fratribus, non adeo ad ungem neque ad litteram observabilem esse normam a S. Francisco traditam, nisi ab hominibus sibi similibus et Deo proximis, præcipuos contra se concitavit. Etenim, qui Francisci spiritus & voluntatis erant participes, [Ministro gen. Eliæ, paupertatem laxandam suadenti.] ad iniquas has persuasiones conturbati, intra se clanculum inierant consilium: neque enim in publicum audebant prorumpere, timentes hominis indignabundam potestatem, & copiosum eorum numerum qui ei adhæserunt, & in admittendis relaxationis privilegiis consenserunt, partim ex timore, partim ex simplicitate & ignorantia. Ast metum omnem excutientes duo viri præstantes, Antonius Lusitanus, a Padua dictus, & Adam de Marisco Anglus, restiterunt homini in faciem, viriliter objicientes, hæc ejus privilegia in Religionis tendere ruinam & subversionem status Euangelici.

[22] [intrepide se cum Fr. Adamo opponit Antonius:] Antesignanis his in acie constitutis, accesserunt alii viri præstantes, præcipue Albertus Pisanus & Joannes Bonelli Florentinus, ille Angliæ, hic Provinciæ Minister; qui Capitulum Arelatense celebrabat, quando, prædicante hoc ipso S. Antonio, S. Franciscus ad ostium apparuit, Fratribus benedicens. Nullus tamen est ausus palam Eliæ resistere, præter hos duos, qui patenter Regulæ puram observantiam illæsam volebant. Non fecerunt tamen impune; nam & malo verbo & duro verbere affecti, complices Eliæ senserunt molestos contradictores: qui tamquam in schismaticos & Ordinis divisores animadvertendum contendebant. Videntes ergo illi nihil se proficere, & Religioni imminere detrimentum, contra quasdam sententias severe in se latas, appellationem ad sanctam Sedem interposuerunt. Nihilominus Elias eos carceri mancipari voluit; [& Romam ad Papam confugit.] fecissetque, nisi cujusdam gravis viri Genuensis, Apostolici Pœnitentiarii, Papæ Confessarii, regularis observantiæ zelatoris, auctoritate protegerentur; cujus astu e manibus persequentium evaserunt; & cum ipso Patre Pœnitentiario a facie inimici fugientes, ad Dominum Papam perrexerunt.

[23] [Qui audita querela] Fugam audiens Elias, suspicari & timere cœpit deferendas querelas Pontifici, urgendasque a Confessario amico: misitque nuntios & litteras per veloces tabellarios, qui fugientes caperent vel ab itinere reducerent. Illi vero sibi caventes, e regia via ad anfractus deflexerunt, & in præparatas sibi insidias non inciderunt, festinato gressu ad Pontificem properantes. In pii Patris conspectu positi, gratanter ab eodem recepti sunt (nam eorum virtutem & doctrinam a multis diebus perspectam habebat) querimoniasque placide excepit; [Eliam ad causam dicendam citat.] ingemiscens, tam cito ab Institutoris morte, sanctum institutum adeo concuti, & filios studia in contraria discindi. Misso itaque cursore citavit coram se Ministrum generalem Eliam, & viros omnes Capitulares, ut tanto malo maturius obveniret.... Adfuit ille cum omnibus conscriptis: quibus in unum congregatis coram Sanctissimo Domino, intrepide multa illi objecerunt duo illi, Lusitanus & Anglus, qui a facie ejus aufugerant; vitam lautam, equum bene habitum, plures domicellos, privatum victum, & præ omnibus extorta, vel fallaciter aut subreptitie obtenta, ab ipso Pontifice privilegia.

[24] Ad hæc respondit Elias: Restiti, Pater sancte, electioni de me factæ post Institutoris obitum; atque [Hic conatur se excusare;] allegavi, me debilioris esse complexionis, quam ut pedes possem hinc inde per Provincias discurrere, aut strictam agere vitam communem. Electores vero institerunt, ut impositum officium admitterem: cui exsequendo, si necessarium esset, volebant ut aurum manducarem & equum haberem. Admisso deinde ad eorum preces officio, equo omnino indigui: huic ducendo agaso necessarius: deinde ad multa ministeria & varios discursus, opus est famulo: his alendis nummos oportet in promptu habere: quæ licet necessitas & Fratrum consensus approbabat; attamen, ad majorem conscientiæ securitatem, cum vestra Sanctitate egi, ut amplius hæc mihi licerent. Deinde circa curam fabricæ mihi impositam, significavi voluntatem S. Francisci, mihi per ipsum secreto patefactam, [sed refutante cum Antonio,] & ex parte vestræ Sanctitati perspectam: neque tam insigni viro & pretiosis Reliquiis digna potuit præparari basilica, absque multa & solerti collectione pecuniæ. Et sic per singula tanto eloquentiæ ornatu & apparenti rationum pondere respondit, ut audientibus injuste videretur accusatus. At ex opposito arguens Antonius: Sanctissime Pater, inquit; si, juxta morem loquendi, concessum ei fuit aurum manducare, non tamen aurum thesaurizare; si equum habere, non ad scandalum nobiliter alere; si pro fabrica modeste colligere, non Ordinem universum expilare; si suis necessitatibus privatim indulgere, non Principis vitam agere, atque malo exemplo universum Ordinem laxare. Pater sancte, hæc illa hujus nostri Primicerii norma vivendi.

[25] Intumuit cholera & bile Elias, nec se potuit continere, quin ultra omnem urbanitatem coram Pontifice diceret, eum mentiri. [absolvitur ab officio.] Commotus Pontifex ad hominis excessum, omnibus silentium indixit; neque ipse per horæ medium quidquam dixit, alto trahens pectore suspiria, sæpius sublevatis oculis in cælum; donec tandem in hæc verba prorupit: Tu, Rex altissime, apud te cogitasti in tabernaculo tuo, quid in hac regione singulis temporibus esset futurum; atque ita servo tuo Francisco varios eventus ostendisti, in mirabili & mysteriosa illa statua, cujus partes ipsemet eidem explicasti. Vereor, ne jam jam incipiant apparere hæc mysteria, & mutari color optimus auri ex quo caput erat compactum, & declinet in humilius metallum. Caput hoc, quod nos instituimus, longe degenerat a primo. Nos sane putavimus, illud toti Ordini placiturum, propter familiaritatem & arctam necessitudinem quam habebat cum S. Francisco: at aliter evenit quam speravimus; neque enim prodesse, sed obesse videmus commendato sibi Instituto. Auctoritate itāque nostra eum absolvimus ab officio, & absolutum declaramus; volumusque ad alterius electionem, nobis præsentibus, procedatur. Collatis itaque suffragiis, facili negotio & absque ulla mora, communi consensu cooptatus est in Ministrum generalem, Joannes Parens, Minister Hispaniæ, natione Florentinus, vir sanctus & justus, veri parentis munia erga omnes excercens. Electum Papa libenter confirmavit: [Antonius vero rogatus in Curia manere,] Antonium vero Lusitanum & socium Adamum, injuste ab Elia censuris innodatos declaravit, & ad majorem cautelam ab eisdem absolvit; gratias addens, quod se strenue opposuerint Ordinis imminenti ruinæ: Antonium autem hortatus est, ut excolendæ suæ doctrinæ totus incumberet: quod ut facilius & æquius præstaret, absolvit eum & exemit a quocumque officio & onere Religionis, rogans ut aput se manere vellet in Curia. [id recusat seceditque in M. Alverna.] Ille vero, Curiæ honorem & turbas declinans, secessit in Alvernæ montem, ubi cum Apostolica beneditione aliquando moratus est.

CAPUT III.

Adventus S. Antonii Patavinus,
ejus ibi morbus & obitus.

[26] Postquam ergo cursum servi sui fidelis Antonii Domino consummare complacuit; [Absolutus a regimine Sanctus,] uno ante felicem ejus transitum anno, in Capitulo videlicet a generali, quo Reliquiarum beatissimi Patris Translatio facta est, idem vir Dei Antonius ab omni Fratrum regimine prorsus absolvitur, eique generalis prædicandi libertas quacumque partium conceditur. Primum itaque libertatis hujuscemodi cursum ad civitatem Paduanam direxit, ubi jam pridem sinceram populi devotionem, dum opusculum quoddam Sermonum Dominicalium compilaret, expertus; jam nunc, ad instantiam Domini Ostiensis Episcopi, festivales etiam Sanctorum Sermones præfato operi connexurus, explere hoc potissimum in eadem civitate disposuit. [Patavium secedit, sermones de Sanctis ibi absoluturus:] Quo postquam pervenit, mox piis animum studiis occupavit: totumque ibi spatium hyemis, cum interpolata quandoque prædicatione, transegit. Postquam vero sacrum Quadragesimale tempus advenit; totum illud in quotidianis prædicationibus aut confessionibus audiendis expendere voluit, [Quadragesimales conciones exorsurus, pene suffocatur a dæmone:] sicut & fecit. Sed felicibus ejus actibus obviare volens humani generis inimicus, nocte quadam circa Quadragesimæ principium, cum se post laborem sopori dedisset; ejus tam valide guttur strinxit, ut ipsum, nisi divino fuisset nutu prohibitus, suffocasset, sicut ipse postmodum familiariter retulit. Statimque nomen gloriosæ Virginis invocans, oculos liber aperuit, totamque ubi jacuit cellulam, superni luminis illustratam claritate, conspexit: quod utique ferre non sustinens inimicus lucis, abscessit.

[27] Cumque Domini Servus, id quod in sacro tempore disposuerat facere, continuare cœpisset; tanto desiderio audiendi ipsum accensa est universitas populi, ut turmatim cunctis ad eum confluentibus, quotidianas in Ecclesiis oporteret stationes indici. [mulitudinemque auditorii in apertum campum coactus educere,] Porro cum multitudo populi capacitates Ecclesiarum excederet, ad spatiosa sese camporum loca convertit; ibique imbre doctrinæ salutiferæ sitientes ex abundantia spiritus irrigavit. Illuc quotidie sine intermissione tota civitatis Paduanæ frequentia confluebat: illic, cum Clero & viris religiosis, Episcopus aderat. Non solum autem, sed ex adjacentibus civitatum, castrorumque, & villarum locis, innumerabilis pene turba convenit; & nocturnis horis, [miros fructus facit:] ubi prædicandum erat, accensis luminaribus properantes, congruum sibi quisque locum præoccupare contendit. Illic ambitioso vestium cultu rejecto, utriusque sexus delicati ac teneri residebant; & missam quotidie desuper gratiam usque in finem humiliter expectabant. [& a 30000 attentissime auditur.] Intendebatur autem ab omnibus tanto studio, cum famulus Domini loqueretur; ut in triginta vel amplius hominum millibus vix murmur aut strepitus audiretur. Sed & stationarii, clausis rerum venalium apothecis, nihil omnino vendere præsumebant, donec ad sua sermone soluto singuli quique redibant.

[28] Finito autem Dei verbo, omnis eum turba vel tangere per devotionem permaximam nitebatur; ita ut vadens aut veniens, [dimissa concione, plurimi ad Confessionem accedant,] sæpius violenter comprimi timeret, nisi valida juvenum multitudine stiparetur. Ibi videres ad pacem mortales inimicitias reformari; ibi longa captivitate detentos libertati donari; ibi cambias & usuras restitui; ibi reddi pignora, & debita relaxari. Ibi quique consilium pro suorum qualitate criminum requirentes, omnino se stare viri Dei arbitrio promittebant, & se ad hoc ipsum per visionem admonitos plerique dicebant. Ibi convertebantur publicæ peccatrices, ibi diversi generis peccatores ad pœnitentiam recurrentes, ut nec Confessionibus audiendis sufficerent Sacerdotes. Sic igitur Dei servus Antonius, licet ægrotatione continua & molesta quadam naturali e corpulentia premeretur; a prædicando tamen, [ejusque vestem attingere student.] ab audiendo Confessiones, & dando consilia, nullo laboris gravamine flectebatur. Sic salutifera vitæ semina jaciens, quadraginta dierum spatia percurrit, & copiosam Domino messem fidelium congregavit. Sic demum servi sui merita divulgare Dominus in populo voluit, quem in brevi palam cunctis glorificare disposuit; ut tanto hunc postmodum ampliori devotione recolerent, cujus jam antea sanctitatis insignia cognovissent. Jam enim in tantum de meritis ejus miranda totius populi devotio præsumebat, quod si quis vel modicum de vestimento præcidere poterat, non parvas in hoc Reliquias se habere gaudebat. Si quis eum vel alloqui vel tangere meruit, id ipsum pro grandi munere imputavit.

[29] Quod autem hanc ipsam sui glorificationem vir Dei præsciverit, satis evidenter sic intelligi poterit. Nam die quodam planitiem Paduæ, [Civitatem brevi glorificandam prædicit,] situmque civitatis ipsius, a quodam colle prospiciens; exultans in spiritu, magnis eam, comite itineris audiente, laudibus extollere cœpit, grandique honore in proximo decorandam asseruit. Quod utique quam patenter ipse rei exitus comprobarit, a die transitus ejus usque in præsens, ipsa se non inexpertam Padua gratulatur; quæ, [scilicet ex affluxu futuro ad suum corpus.] ob ipsius Sancti merita, tam innumerabilium populorum frequentia visitatur, tamque dignis laudum præconiis & magnificis muneribus honoratur: quæ, inquam, thesaurum signis irriguum possidet, & quæ tam incomparabilis rei titulo gaudet: quæ in suo tot miseris Antonio providet. Felix quondam in omnibus, Padua, non immerito gaudeas & exultes; ac digna benedictione ejus, [Instante messe secedit in locum solitarium,] unde tam gloriose ditata es, usque in finem titulum rei serves. Post hæc, instante jam tempore messis, vidit vir Dei populum in colligendis frugibus occupandum, & ob hanc causam sibi censuit ad tempus a prædicatione cessandum. Crebra quoque secularium collocutione fatigatus, a civitatis tumultu se transtulit; & ad solitarium locum, qui campus S. Petri dicitur, pro spiritus recreatione divertit. Quem quidam vir nobilis, Tyso nomine, cujus videlicet dominio suberat locus Fratrum, cum summa devotione suscepit, & [hospitium] ei humane multum ac gratulanter exhibuit. Cui etiam post dies paucos, in amœno loco, quem non longe a domo Fratrum arboribus consitum habuit, cellam propriis manibus, super nucem, ramis a stipite dilatatam, construxit; quam spiritalibus congruam studiis suo gratanter Antonius usui mancipavit.

[30] Hic igitur cujus erat in cælo conversatio, jam a terra in supremo vitæ tempore ipse se sublevavit; [ubi infirmitate correptus,] ut videlicet ibi, sacris meditationibus ac devotis orationibus deditus, purificaret ab omni terrenorum contagio spiritum, qui sic ostendere comprobatur supernis se brevi spiritibus aggregandum. Qui cum die quadam refectionis hora descendisset ad Fratres, vehementi subito cœpit infirmitate torqueri; & lectulo decumbens, toto mox corporali vigore destitui. Cumque magis ac magis invalesceret ægritudo, [Paduam se referri mandat;] non se diu subsistere posse persensit. Itaque, ne Fratres loci pauperes gravarentur, Paduam se reduci rogavit: Fratres vero, ne ipsos desereret, quantum poterant renitentes; tandem ipsius, licet inviti, desiderio consenserunt, & cum dolore impositum currui dimiserunt. Jam non longe ab ipsa civitate distabat; cum alius quidam Frater ei obvius erat in via, qui ad ipsum visitandi gratia properabat: [sed persuasus ad Moniales deflectere,] videns autem in vehiculo virum Dei nimia infirmitate detentum, suadebat ei, ne propter turbarum importunitatem, ad Fratres de S. Maria in civitatem intraret; quin potius ad cellam Fratrum, qui divina Dominabus pauperibus ministrabant, diverteret. Cujus consilio Christi famulus acquievit, ac se ad eamdem cellam duci permisit.

[31] Non multo post, crescente morbo, jam cœpit omnino deficere, & ad exitum signis evidentibus propinquare, Post igitur sanctam Confessionem, & Absolutionem acceptam, Hymnum beatæ Virginis, videlicet, O gloriosa Domina l, dicere cœpit: deinde luminibus sursum erectis, [ibi pientissime moritur, an. 1231.] aliquamdiu in directum suspexit. Cumque diligentissime sic intendens, interrogaretur quid cerneret? respondit, Video Dominum meum. Igitur Unctionem devote suscipiens, Psalmos pœnitentiales ipse cum Fratribus decantavit, & ad finem usque complevit. Post hæc paululum, quasi dimidia fere hora, sustinuit; & sic inter manus assistentium, leviter dormienti similis expiravit. [13 Junii.] Mortuus est autem sexta feria gloriosus Christi Confessor Antonius, die mensis Junii tertio decimo, anno Dominicæ Incarnationis millesimo ducentesimo tricesimo primo.

CAPUT IV.

Pro corpore in civitatem allato contentio,
 ejusque solennis sepultura apud Fratres.

[32] [Innocentium vocibus mors Sancti innotescit civibus:] Post mortem viri Dei, non statim ejus transitum Fratres propalare volebant, eo quod tumultuantis populi multitudinem importune subito super se irruituram timebant. Sed quod omnino celandum non fuit, mirabiliori hoc ordine cunctis innotuit. Adhuc enim omnes, præter illos qui affuerant, id quod acciderat ignorabant; cum protinus catervatim per civitatem pueri gradientes, sic vociferantes clamabant; Mortuus est Pater Sanctus: mortuus est, inquiunt, Sanctus Antonius. Qui rumor in omnes continuo civitatis angulos decurrit, & totius aures populi mox implevit. Festinato igitur, ne quis rapiat corpus, cum armatorum multitudine cives de Capite-pontis accurrunt: sed & alii sine mora communiter utriusque sexus omnisque conditionis adveniunt, plurimumque flebilem unanimiter planctum sumunt.

[33] [qui armati accurrunt, ut corpus rupiant.] At vero præ ceteris plus lamenta pauperum Dominarum Conventus ingeminans, hoc sibi tandem in solatium per Majores civitatis procurare disposuit, ut eum, quo vivo potiri pro voto non possent, saltem per illos defunctum non perderent: ad quod obtinendum confestim clam Fratribus nuntios destinarunt, & quam plures Majorum suæ petitioni consentaneos invenerunt. Venientes itaque Fratres, ad S. Mariæ Virginis ecclesiam commorantes, ubi videlicet sanctus vir sepulturam elegerat, corpus sibi dari deposcunt: quibus ex adverso præfati cives de Capite-pontis stantes, ne vel tangant permittunt; sed armata fortium manu studiose custodiunt. Fratres vero taliter passi repulsam, quid facto sit opus Episcopum consulunt: eumque, [Jussu Episcopi opponit se Prætor:] contra hujuscemodi præsumptiones, in sua causa benignum inveniunt. Mandat igitur Episcopus Potestati Civitatis ut veniat, Fratribusque ad deferendum corpus pro posse præsidio fiat. Sed prædicti cives nihilominus Potestati resistunt: se & sua pro defendendo Sancti corpore periculis offerunt, & in hoc etiam inveteratis inimicitiis discordantes conveniunt. Dolum quoque suspicantes, ipsum corpus rapere voluerunt; & vix tandem ad hoc inducti sunt, ut Ministri, a quo Fratrum causa pendebat, præstolarentur adventum.

[34] [noctu tamen vim parantes, miraculo prohibentur.] Media autem nocte clamor impatientis populi factus est magnus, modis omnibus videre desiderantium Sancti corpus. Accidit autem denuo mirabile, ut impetu facto cellam Fratrum per tres quidem vices infringerent, sed stupefacti ac cæcitate percussi nec semel saltem, foribus etiam patefactis, introire valerent. Altera die quam plures quoque ex locis adjacentibus affluxerunt; & qui per se tangere præ multitudine corpus non poterant, aliquid suorum per alios ad tangendum, veluti zonam, monile, vel annulum, porrigebant. Pendente igitur propter absentiam Ministri negotio, Fratres ob æstivum calorem corpus in capsellam ligneam incluserunt, & in foveam missum humo leviter obduxerunt. Moxque rumor sonat in populum, corpus videlicet esse raptum: statimque furibundi omnes in cellam cum gladiis & fustibus irruentes, nequaquam a cœpto furore quiescunt, donec factum factique causam curiosius perscrutantes intelligunt.

[35] [Causa, ad Ministrum,] Veniente autem Ministro ad vesperam, sine mora coram illo sæpe fati cives assistunt. Petentes igitur ab ipso cum instantia corpus, non solum pro hoc rationes allegant, verum etiam minas intentant; quod videlicet in causa cuidam, nec pro rerum dispendio, nec pro periculo mortis, cedant. Quorum irrationabilem Minister pertinaciam audiens, humiliter eos & caute deduxit; & ipsum corpus usque in crastinum custodiri rogavit. Mane autem futuro, [deinde ad Episcopum delata, adjudicatur Fratribus:] qui jam dies erat tertius, idem Minister ad Potestatem civitatis accessit, ejusque consilium simul & auxilium postulavit. Qui convocato consilio, sub pœna centum librarum, ne Fratribus a quoquam violentia fieret statuit, donec audiretur ab Episcopo & Clero negotium diffiniri: jubens nihilominus ipsum corpus ex communi consensu omnium custodiri.

[36] Quarta ergo die Episcopus cum Clero diligenter in causa processit: multisque allegationibus hinc inde auditis, diffinitivam tandem sententiam pro Fratribus intulit: maxime quoniam apud ipsos sepulturam Vir Dei, cum morti propinquaret, elegit; cum quibus, dum adhuc sospes viveret, intrans & exiens comparem se eisdem in omnibus cohabitatorem exhibuit. Denuntiavit itaque tam Clero, quam omni populo, ut ad efferendum corpus unanimiter in crastinum convenirent: mandans etiam Potestati, ut fideliter Fratribus, nequid molestiæ paterentur, astaret. Fecit igitur Potestas, per medium fluvii, pontem ex navibus coaptari; timens, [quare versus in seditionem populus,] ne novam præfati cives seditionem forsitan concitarent; si per fines suos corpus, quod sententia contra se lata perdiderant, deferri videretur. Sed iis visis illi nihilominus in seditionem versi, pontem de navibus facto impetu confregerunt; insuper & omni se periculo pertinaciter offerentes, si quis contra ipsos vel corpus attentare præsumeret, personasve, seu domos, aut aliquid suorum invaderet. Quod adversa pars audiens ad arma similiter convolavit, & contra pontis destructores aciem non minus animosam direxit.

[37] Videntes autem Fratres tam exitiale civitati imminere discrimen, non modicum timuerunt: [ægre compescitur a Prætore:] sed & pauperes Dominæ, non minus perterritæ, deportandum corpus etiam cum precibus obtulerunt. Porro tam ii quam illæ suis cœpere peccatis quæ acciderant imputare; ac pro dispendio civitatis flebilibus Dei clementiam vocibus implorare. Tunc Potestas, seditionem non sustinens, concilium quantocius in Palatium sub præconia voce coëgit: & mali totius auctores in partem civitatis alteram separavit; eosque, ne quis eorum ipso die remearet, ad propria, sub omnium suorum discrimine, cum jusjurandi interminatione constrinxit. Quibus ita gestis, Episcopus cum Clero, Potestas cum Magnatibus atque Militibus, & innumerabili populi multitudine, ordinatis ad cellam processionibus pergunt: corpus a fovea subvehunt, humerosque ad supportandum Optimates quique subjiciunt. [& instituta processione,] Sic demum, cum hymnis & laudibus, ac luminarium numerositate copiosissima rutilante, solenniter incedentes, ad S. Mariæ Dei genetricis ecclesiam veniunt: ubi ipsum, expletis ab Episcopo Missarum solenniis, honorifice sub die transitus sui quinto sepeliunt.

[38] [celebratur translatio cum multis miraculis.] Verum divina providentia jam prælibatæ tumultuationis tempestatem præmitti permisit, qui post paululum tranquillitatis serenum abundantius diffundere voluit; ut gratiæ secuturæ claritas postmodum tanto magis splendesceret, quanto turbulentius ipsam tentationis nubilum præcessisset. Probatur etiam in hoc, licet non secundum scientiam, populi zelus ad Sanctum. Quanta videlicet veneratione dignum forent, clarescentibus post  miraculis, habituri; pro quo etiam tanto se, ante miracula, commisere discrimini. Nam tempestate sedata, statim ipsa die miraculorum prodigia coruscare cœperunt; ita ut, quacumque infirmitate detenti tumbam ejus contigerent, optatam continuo sanitatem reciperent: Qui vero accedere vel adduci præ turba non poterant, salvi coram omnibus, etiam præ foribus in platea fiebant. Excitatur adhæc inenarrabilis devotio populi, veniensque dignis extollit honoribus merita Viri sancti.

[39] Primi autem cives de Capite-pontis utriusque sexus, omnes universaliter parvi & magni, [Fit undique concursus ad ecclesiam,] pedibus discalceati, cum tanta reverentia & humilitate coram Sancti se tumulo prostraturi venerunt, ut pœnitudine sua cunctorum ad compassionem corda moverent. Sed & Fratres, maxima pietate permoti, processionaliter eisdem occurrerunt. Post quos Episcopus civitatis, omnis Clerus, sacrique Religiosorum Conventus, copiosa cum Magistris multitudo scholarium, Potestas cum caterva Potentium ac frequentia Militum, aliique diversorum officiorum professores artium, [multique & grandes cerei adferuntur.] singulis processionibus ordinatis, decentissime statutis diebus & horis adveniunt; singulique cereos gestantes in manibus, pedibusque similiter discalceatis, incedunt. Singulas autem turmas, artificiosa cultuum formarumque varietate distincti, tantæ magnitudinis cerei præcedebant; ut singuli, multorum humeris aut quadrigis subvecti, erigi infra tectum ecclesiæ, nisi detruncati non possent; eosque introferre præ multitudine nimia non valentes, extra fores in platea statuerent. Hic dies continuantes cum noctibus, nec frigori cedentes nec æstui, vicissim alii aliis succedebant: sic digna jugiter laudum præconia, dignaque Deo ac Sancto ejus honorum munia persolvebant.

CAPUT V.
S. Antonii Canonizatio, & miraculorum synopsis.

[40] Post tanta igitur Christi magnalia, in famulo suo Antonio declarata, celebris fama se locis circumquaque [positis] diffudit, & diversarum ad hæc civitatum, provinciarum, linguarum, ac regnorum populos convocavit a: qui turmatim advenientes, immensas Domino gratias retulerunt; magnificis Sancti merita laudibus extollentes, [Crebrescentibus miraculis,] ipsamque Paduam tantis dicatam honoribus beatissimam prædicantes, Extollitur proinde religionis ecclesiasticæ fides, conteruntur mordaces infidelium dentes, tot ipsius sponsam calumniis patulo rictu ac rabido lacerare conantes. Clamat igitur ad hæc vox una concorditer omnium, ut Sancti canonizatio vigilanti studio procuretur, & ipsa res ad Apostolicæ Sedis audientiam cito nuntietur. Ad hoc itaque negotium, tam honorabiles conditione, quam gravitate pollentes nuntii destinantur: [ex mandato Pontificio] qui ut venientes viæ causam exponunt, gratulanter & benigne Curia Romana recepti sunt. Mirantur audientes ad hanc tantorum subitationem mirabilium improvisam: quid facto opus sit diligenti consilio tractant: tandemque certiorem miraculorum inquisitionem, simul & examinationem venerabili Episcopo, Sanctique Benedicti & Fratrum Prædicatorum Prioribus Paduanis commendant.

[41] [formantur processus Paduæ,] Porro reversis cum gaudio nuntiis, Domini Papæ jussio divulgatur. Concurrunt lætabundi sexus utriusque non pauci, qui sancti viri beneficia in semet ipsis experti sunt, testimonium perhibere veritati. Datur igitur attestationibus locus: admittuntur testes, debitis circumstantiarum cautelis adhibitis: & probata legitime miracula rediguntur in scriptis. Duo autem, Sedis Apostolicæ legationis officio tunc in Marchia Tarvisina fungentes Cardinales eo tempore, nutu divino, Paduam venerant: qui rescribendis ad Curiam litteris suas etiam fide dignas, ad confirmationem veritaris, addebant, super iis quæ & ipsi de S. Antonio fide jam facta cognoverant. Ad hæc personas plures, prioribus Religiosis & Clero, cum nobilioribus civitatis atque Comitibus, [& approbantur Romæ:] plurimum venerabiles eligunt, quos ad Curiam Romanam, tantarum patrocinio litterarum instructos, iterato transmittunt. Quibus cum honore receptis, fit novus intra Ecclesiæ Principes super Sancti canonizatione tractatus: a quibus examinatio miraculorum & approbatio Domino Sabinensi Episcopo denuo commendatur: quæ & ab ipso breviter ex insperato, nec non fideliter expeditur.

[42] [absolvendæ causæ intercedens unus,] Tunc demum quidam illorum inconsuetam in talibus accelerationem contra processum negotii causabantur, eo quod ab ipsius Sancti transitu nondum adhuc unius anni tempora volvebantur. Affuit ad hoc nuntiis non modicum desolatis divinæ providentia pietatis: quæ mirabilius id, quod differendum omnino non erat, promovit; & uni ex iis qui subitationis impedimentum prætenderant, suum in hoc per hujusmodi visionem beneplacitum indicavit. Vidit namque summum Pontificem cum Cardinalibus, in consecratione cujusdam ecclesiæ, se quoque administrante cum ceteris, occupatum; quoadusque tandem ad collocandas in altari Reliquias est deventum. Quæsitis itaque Reliquiis, nec inventis: funus quoddam recens, ex latere coopertum jacens, apparuit; de quo sibi protinus dari Reliquias Dominus Papa poposcit. [somnio monitus sententiam mutat,] Quibus, has non esse Reliquias, respondentibus; quantocius illos jussit accedere, funusque opertum sine mora detegere. Factumque est ut discooperientibus in tantum Reliquiæ complacerent, ut earum quis primus quid tolleret, etiam mutuo decertarent. Evigilans autem, ipsos Paduanos, mane facto præ foribus astantes, invenit; statimque suis visionem Clericis enarravit; & de Sancti eam Canonizatione congruenter exposuit. Ex hoc igitur in Canonizationis promotione factus est idem ipse præcipuus; & sic demum consentientibus cunctis, dies Canonizationis præfigitur opportunus.

[43] Adstat proinde die statuto Pastor & Pontifex, solennis apparatus gloria decoratus; adstat, [& Sanctum declarat Pontifex.] inquam, cultu simili ....., Ecclesiarum prælatis, populique multitudine copiosa circumdatus. Stans igitur, lectis in publicum & approbatis miraculis, manus in cælum protendit; & Sanctæ Trinitatis nomine invocato, beatissimum Christi Sacerdotem & Confessorem Antonium Catalogo Sanctorum adscripsit; festumque ejus, die obitus sui, idibus Junii, solenniter celebrandum instituit. Acta vero sunt hæc Spoleti, sub die Sancto Pentecostes, anno incarnationis Dominicæ millesimo ducentesimo tricesimo secundo; [an. 1232.] Pontificatus autem Domini Gregorii Papæ noni sexto. Quibus ita peractis, cum summa exultatione Paduam reversi sunt Nuntii, celebrantes magnifice prætaxato die solennitatem sanctissimi Patris Antonii. Postremo miracula, solenniter, ut dictum est, approbata, quæ latiori tractatu digesta, cum personarum nominibus, modisque diversis quibus exhibita sunt, inveni; huic etiam opusculo summatim & breviter annotabo. [Miraculorum summa hic proponitur.] In quibus utique decem & novem diversimode contracti reperiuntur erecti; paralytici quinque solidati; totidemque a gibborum infirmitate curati; cæci sex illuminati, trium surdorum aures apertæ, & ejusdem numeri mutorum linguæ solutæ: duo a morbo caduco, totidem a febribus liberati, sed & duo mirefice mortui suscitati. Quædam vero alia, quæ sub hac generalitate summatim perstringere nequeo, singillatim breviter explicabo.

[44] [Mulier in aquas lapsa evadit siccis vestibus:] Quædam mulier, cadens in aquam, S. Antonium invocavit; cunctisque eam extrahentibus undique madefactis, ipsa sola prorsus & vestimentis & corpore sicca remansit. Quædam alia mulier sancti Viri sepulcrum invisere cupiens, dum panichii custodiæ deputata, propter passerum multitudinem, a loco divertere non auderet; [alia fruges a passeribus intactas servat:] ipsum panichium ab earumdem avium importunitate omnino intactum conservari obtinuit, postquam tumulum sancti Viri nonies visitare promisit. Quidam, desperabiliter naufragio laborantes in mari, confessione facta S. Antonio se voverunt; [salvantur a naufragii periculo quidam:] moxque celeriter ad portum salutis, quodam eos lucis radio visibiliter præcedente, perducti sunt.

[45] Soror quædam Ordinis pauperum Dominarum, ignem purgatorium gravissime metuens, [pati cupiens ægrotat & sanatur:] per S. Antonium obtinuit in hac vita purgari: quæ & durissimis passionibus cruciata, rursus ceterarum interventu Sororum per eumdem meruit liberari. Quidam puer, matre pro se votum ad Christi famulum faciente, [item puer voto neglecto recidivus.] a periculoso colli tumore sanatus; eadem iterum infirmitate, dum mater votum negligeret, est percussus: votoque postmodum iterato ac reddito, liberatur. Miles quidam, a primæva ætate hæreticus, ad mensam sedens, de miraculis sancti Viri narrantes audivit: qui subsannans, cyathum vitreum, quem manu tenebat, in terram ab alto projecit, [incredulus miraculis Sancti,] dicens; Si vitrum hoc Antonius conservaverit integrum, hunc utique credo Sanctum. Quo, licet ad petram colliso, tamen mirabiliter conservato; mox erroribus abdicatis, fide perfecta cœpit credere Christo. Clericus quidam, miraculorum inquisitionem irridens, [servato quod terræ alliserat vitro, convertitur.] gravissima passione percutitur: qui tandem, ad Beatum Antonium voto facto, sanatus, sanctitatis illius professor, ipsa in se experientia doctus, efficitur.

[46] Multa quoque alia per B. Antonium miraculose gesta sunt, utique supra scriptis non minus vera, quamvis non ita solenniter approbata: quorum adhuc perpauca breviter explicare, [Sancto apparente impeditur destinata Presbyteri cædes,] sed pluriam libet in generali perstringere. Viri quidam Paduani in mortem cujusdam Presbyteri conspiraverunt, & occultas eidem in quodam loco insidias tendunt. Ubi Sanctus Antonius, in effigie alicujus Fratrum, quem illi non norant, apparuit; eisque, superventurum præstolantibus Sacerdotem, ipse a loco penitus non recessit. Quem cum juberent, ut inde transiret; indeque transire nolens, intentionem ipsorum nosse se diceret; suspicati sunt, [brachii sanitas obtenta amittitur a male usuro.] ne quis eos forsitan prodidisset; & cœperunt interrogare, quis esset. Qui cum se Antonium esse responderet, stupefactos nimium, sic a concepta perversitate retraxit; & in publicum confiteri quod acciderat, gloriam Deo dantes, induxit. Quidam vir, alterum brachiorum inutile prorsus habens, plenam in illo per S. Antonium meruit sanitatem: Qui beneficium Domini mox ad pravum pervertere nitens usum, se illius non immerito fecit indignum. Nam cum, occasione sanitatis accepta, inimicis adhuc ultionem se diceret redditurum; robore statim perdito, ad pristinum infirmitatis conversus est statum.


[47] Hæc ad præsens de S. Antonii miraculis explicando, breviter tetigisse sufficiat: [Epilogus.] cujus præter hæc meritis gloriosis, a die transitus sui usque nunc, diversimode tribulatorum necessitates cessant, pericula pereunt; lepra, dæmones, error, mors, calamitas fugiunt; sani ægrotantes quique resurgunt; vincula captivatis, naufragantibus maria cedunt; vires & membra perdita repetentes utriusque sexus omnis ætatis accipiunt: quæ omnia si explicatius quis requirat, qui vere hæc sentiunt referant, quibus & testimonium veritatis Paduani perhibeant.