sabato 20 aprile 2013

IV Domingo de Pascua, 21 de abril de 2013, C: <<... Yo y mis ovejas nos amamos. Ellas me escuchan, reconocen mi voz. Vosotros no comprendéis lo que signifique conocer mi voz. Significa no tener dudas sobre su origen y distinguirla entre mil voces de falsos profetas, como la voz verdadera venida del cielo. Ahora y siempre, aun entre los que creen ser, y en cierto sentido siguen la Sabiduría, habrá muchos que no sabrán distinguir mi voz de otras que os hablarán de Dios, con mayor o menor rectitud, pero que serán voces inferiores a la mía... >>



JESÚS EN LA FIESTA DE LA DEDICACIÓN 
DEL TEMPLO.





JUDAS DICE QUE LOS ENEMIGOS DE JESÚS NO LE MOLESTARÁN

Estar en pie en una mañana en que hace viento y frío no es posible. En la cima del Moria el viento que viene del noroeste, sopla haciendo volar los vestidos y poniendo coloradas las caras y los ojos. Y con todo hay quien ha subido al Templo para las oraciones. Los que pecan por su ausencia absoluta son los rabinos con sus respectivos grupos de alumnos. El portal parece más amplio y sobre todo más majestuoso, sin esas voces gritonas y sin esa pompa que hay en él, como de costumbre.
Y de ser cosa rara verlo tan vacío, que muchos se asombran. También Pedro se admira. Tomás, que parece hasta más robusto, envuelto en su largo y pesado manto, dice: "Se habrán encerrado en algunas habitaciones, por temor a perder su voz. ¿Los extrañas?" y se ríe.
"¡Oh, no! ¡Ojalá nunca los volviera a ver! Pero no quisiera que sucediese..." y mira a Iscariote que no habla, pero comprende la mirada de Pedro y dice: "De veras que han prometido no molestar más, a no ser que el Maestro los... escandalizare. No cabe duda que estarán espiando. Pero como aquí no se peca, ni se ofende, ellos no están."
"Mejor así. Dios te bendiga, muchacho, si has logrado que entren en razón."
Todavía es temprano. Hay poca gente en el Templo. Digo "poca" en comparación de la amplitud del lugar. Ni siquiera doscientas o trescientas personas se ven dentro: en los patios, pórticos y corredores...

JESÚS Y LOS DISCÍPULOS ENTRAN EN EL RECINTO DEL TEMPLO 

Jesús, único Maestro en el amplio atrio de los gentiles va y viene, hablando con los suyos y con los discípulos que ha encontrado en el recinto del Templo. Responde a sus objeciones o preguntas, esclarece puntos que no han podido comprender y que no pudieron explicar a otros.
Se acercan dos gentiles, lo miran, se van sin pronunciar palabra alguna. Pasan personas que trabajan en el Templo, lo miran: tampoco dicen una palabra. Lo mismo sucede con algún fiel.
"¿Vamos a estar todavía aquí?" pregunta Bartolomé.
"Hace frío y no hay nadie. Estar aquí en paz, agrada. Maestro, hoy en realidad estás en la casa de tu Padre, y como dueño" dice sonriente Santiago de Alfeo. Añade: "Así habrá sido el Templo cuando vivían Nehemías y los reyes sabios y los hombres piadosos."
"De mi parte sería mejor que nos fuéramos. De allá os están espiando..." dice Pedro.
"¿Quiénes? ¿Los fariseos?"
"No. Los que pasaron antes, y otros más. Vámonos, Maestro..."
"Espero a los enfermos. Me vieron cuando entraba en la ciudad y la voz se esparció. Cuando haga más sol, vendrán. Quedémonos hasta un tercio antes de sexta" responde Jesús. Y continúa caminando para adelante y para atrás para no sentir el aire frío.

JESÚS CURA A LOS ENFERMOS

De hecho, después de poco tiempo, cuando el sol ha mitigado ya el frío, llega una mujer con una niña enferma y pide que se la cure. Jesús la contenta. La mujer pone su óbolo a sus pies diciendo: "Esto es para otros niños que sufren." Iscariote recoge la moneda.
Poco después, en una camilla traen a un hombre de edad, enfermo de las piernas. Jesús le da la salud.
Viene ahora un grupo, que pide a Jesús que vaya fuera de la muralla del Templo para que arroje el demonio de su niña, cuyos gritos desgarradores se oyen hasta allí dentro. Jesús va con ellos. Sale a la calle que lleva a la ciudad. Entre la gente que se ha apiñado a ver a la jovencilla que echa espuma y se retuerce, sacando tamaños ojos, hay gentiles. De los labios de la jovencilla se escuchan palabras de mal gusto y tanto más aumenta, cuanto más Jesús se acerca. Cuatro robustos jóvenes apenas si pueden sujetarla. Junto con las injurias salen gritos que reconocen a Jesús, súplicas que dicen que no se le arroje, y también prorrumpe en verdades que repite monótonamente: "¡Largo! ¡No me hagáis ver a este maldito! ¡Largo, largo! Causa de nuestra ruina. Sé quién eres. Eres... Eres el Mesías. Eres... Otro aceite fuera del de allá arriba no te ha ungido. La fuerza del cielo te protege y te defiende. ¡Te odio, maldito! No me arrojes. ¿Por qué nos arrojas y no nos quieres, mientras sí que todo el infierno está en uno? Sí, que lo sabes... Déjame aquí, por lo menos hasta la hora de..." Las palabras se cortan, como ahogadas, otras veces salen, otras terminan en aullidos: "¡Déjame entrar por lo menos en él! No me mandes al Abismo. ¿Porqué nos odias, Jesús, Hijo de Dios? ¿No te basta con lo que eres?¿Por qué quieres imperar también sobre nosotros? No te queremos. ¡No! ¿Por qué has venido a perseguirnos, si hemos renegado de ti? ¡Largo, largo! ¡No, no arrojes sobre nosotros los fuegos del cielo! ¡Tus ojos! Cuando estén apagados, nos reiremos... ¡Ah, no! Ni siquiera entonces... ¡Tú nos vences! ¡Nos vences!¡Sed malditos Tú y el Padre que te ha enviado, y el que viene de vosotros y es vosotros... ¡Aaaaah!"
El grito final es completamente espantoso, como el de una persona a quien degollaren, y se debe a que Jesús, después de que muchas veces interiormente, con su pensamiento había dado orden de que cesase, finalmente toca con un dedo la frente de la jovencilla. El grito termina con una convulsión horrenda, con un fragor en  que hay una carcajada y un grito de pesadilla. Al dejarla aúlla: "No me voy lejos... ¡Ja, ja!" semejante al trueno de un relámpago que se escucha en el firmamento, aun cuando esté limpísimo.
Muchos corren atemorizados, otros se apiñan a ver a la jovencilla que de pronto se ha calmado; como refugiándose entre los brazos de quienes la sujetaban se queda así por pocos instantes, luego abre los ojos, sonríe, siente que no tiene el velo en la cara ni en la cabeza, trata de ocultarla con su brazo levantado. Quienes están con ella, quieren que dé gracias al Maestro. Pero Él dice: "Dejadla. Tiene vergüenza. Su alma me ha dado ya las gracias. Devolvedla a su madre. Allí es su lugar..." y vuelve las espaldas a la gente, volviendo a entrar en el Templo, al lugar de antes.
"¿Viste, Señor, que muchos judíos se llegaron por detrás? Reconocí a algunos. ¡Allí están! Son los que antes estaban espiando. Mira cómo discuten entre sí..." refiere Pedro.

"NO DISCUTÁIS ENTRE VOSOTROS. EL FUEGO NO SEÑALÓ NI A ÉSTE, 
NI A AQUÉL. FUE SÓLO LA SEÑAL DE QUE EL DEMONIO 
HABÍA HUIDO" DICE JESÚS.

Estarán echándose la suerte para saber en quién de ellos entró el diablo. También está Nahaúm, el hombre de confianzas de Anás. Es un tipo que se lo merece..." propone Tomás
Tienes razón. No viste porque estabas mirando a otra parte, pero el fuego se dejó ver sobre su cabeza" dice Andrés cascando los dientes. "Estaba cerca de él y tuve miedo..."
"Todos estaban juntos. Yo vi que el fuego se cernía sobre nosotros y pensé que íbamos a morir... Temblé, más bien, por el Maestro. Parecía como si se suspendiera sobre su cabeza" explica Mateo.
"No. Yo lo vi salir de la jovencilla y estallar sobre los muros del Templo" objeta Leví, el discípulo pastor.
"No discutáis entre vosotros. El fuego no señaló ni a éste, ni a aquél. Fue sólo la señal de que el demonio había huido" dice Jesús.
"Pero dijo que no se iría lejos..." replica Andrés.
"Palabras de demonio... Quién les hace caso. Alabemos más bien al Altísimo por estos tres hijos de Abraham curados en su cuerpo y en su alma.

ESTAMOS TEMBLANDO DE MIEDO POR ESAS PALABRAS. 
PERO TAMBIÉN TENEMOS MIEDO DE  ENGAÑO PORQUE SE SABE 
QUE BELZEBÚ ES UN ESPÍRITU MENTIROSO. DINOS, PUES, QUIÉN ERES.
 DÍNOSLO CON TU PROPIA BOCA QUE RESPIRA VERDAD Y RECTITUD.

Entre tanto muchos judíos que han venido llegando de esta y de aquella parte -pero no con ellos los fariseos, ni escribas, ni sacerdotes- se acercan y rodean a Jesús. Uno de ellos claramente confiesa: "Has obrado cosas grandes en esta mañana. Obras verdaderamente dignas de un profeta y de un gran profeta. Los espíritus de los abismos han dicho de Ti cosas grandes. Pero no pueden aceptarse sus palabras, si la tuya no las confirma. Estamos temblando de miedo por esas palabras. Pero también tenemos miedo de  engaño porque se sabe que Belzebú es un espíritu mentiroso. Dinos, pues, quién eres. Dínoslo con tu propia boca que respira verdad y rectitud."
"¿No os lo he dicho tantas veces? Hace ya casi tres años que os lo vengo diciendo, y antes de Mí, os lo dijo Juan en el Jordán y la Voz de Dios que se oyó de los cielos."
"Tienes razón. Pero nosotros no estuvimos esas veces. Nosotros... Tú que eres un hombre recto, debes comprender nuestras ansias. Queremos creer en Ti como en el Mesías. Pero ha sucedido muchas veces que el pueblo de Dios ha sido engañado por Mesías falsos. Consuela nuestro corazón que espera oír una palabra de seguridad y te adoraremos."
Jesús los mira severamente. Sus ojos parecen perforar sus cuerpos y dejar al descubierto sus corazones. Luegodice: "Realmente, muchas veces los hombres saben decir mentiras mejor que Satanás. No. Vosotros no me adoraréis. Jamás. Sea lo que os dijere. Y si lo llegaseis a hacer, ¿a quién adoraríais?"
"¿A quién? ¡A nuestro Mesías!"

¿QUIÉN ES PARA VOSOTROS EL MESÍAS? 
RESPONDED, PARA QUE SEPA LO QUE VALÉIS

"¿Llegaríais a hacerlo? ¿Quién es para vosotros el Mesías? Responded, para que sepa lo que valéis."
"¿El Mesías? El Mesías es el que por órdenes de Dios juntará al Israel disperso y lo hará un pueblo victorioso, bajo cuyo cetro estará el mundo. ¿No sabes lo que es el Mesías?"
"Lo sé, como lo sabéis. Para vosotros, pues, es un hombre que superando a David y Salomón y a Judas Macabeo, hará de Israel la nación reina del mundo."
"Así es. Dios lo ha prometido. El Mesías nos vengará, nos hará gloriosos, nos devolverá nuestros derechos. El Mesías prometido."
"Escrito está: "No adorarás a otro que no sea el Señor Dios tuyo". ¿Cómo podréis adorarme, si en Mí solo veis al Hombre-Mesías?"
"¿Y qué otra cosa podemos ver en Ti?"

SOIS HASTA SACRÍLEGOS. SI EN MÍ NO PODÉIS VER OTRA COSA 
QUE EL MESÍAS HUMANO Y ME ADORÁIS, SOIS UNOS IDÓLATRAS. 
SÓLO A DIOS SE DEBE LA ADORACIÓN

"¿Qué? ¿Y con estos sentimientos habéis venido a preguntarme? ¡Raza de víboras engañosas y venenosas! Sois hasta sacrílegos. Si en Mí no podéis ver otra cosa que el Mesías humano y me adoráis, sois unos idólatras. Sólo a Dios se debe la adoración. En verdad os digo que el que os está hablando es más que el Mesías que os figuráis con una misión, con palacios y poderes, que sólo vosotros, faltos de espíritu y sabiduría, os imagináis. El Mesías no ha venido a dar a su pueblo un reino, como creéis. No ha venido a ejercer venganzas sobre otros poderosos. Su Reino no es de este mundo. Su poder sobrepuja cualquier otro poder del mundo, que siempre es limitado."
"Nos mortificas, Maestro. Si eres Maestro y nosotros somos ignorantes, ¿por qué no quieres instruirnos?"
"Hace tres años que lo estoy haciendo, y siempre estáis en las tinieblas, rechazando la Luz."
"Es verdad. Tal vez lo sea. Pero lo que fue en el pasado, no quiere decir que suceda en lo porvenir. ¿Y qué?Tú que tienes piedad de los publicanos y de las prostitutas, que absuelves a los pecadores, ¿no vas a tener piedad de nosotros, sólo porque somos de dura cerviz y nos esforzamos en comprender lo que eres?"
"No es que os esforcéis. Es que no queréis comprender. No sería culpa alguna que fuerais unos idiotas. Dios tiene muchas luces que podrían alumbrar aun la inteligencia más cerrada, pero llena de buena voluntad. Esto es lo que os falta. Más bien, tenéis una, sí, que es opuesta. Por esto no comprendéis quién soy"
"Será como dices. Estás viendo cuan humildes somos. Te pedimos en el nombre de Dios. Responde a nuestras preguntas. No tengas otras sospechas de nosotros. ¿Hasta nuestro corazón va a quedar inseguro? Si eres el Mesías dínoslo claramente."
"Os lo he dicho. En las casas, plazas, caminos, poblaciones, montes, ríos, en las playas del mar, en las fronteras de los desiertos, en el Templo, en las sinagogas, en los mercados os lo he dicho, y vosotros no creéis. No hay lugar de Israel que no haya oído mi voz. Hasta los lugares que llevan por abuso el nombre de Israel desde hace siglos, pero separados del Templo; hasta los lugares que han dado nombre a esta tierra nuestra, que de dominadores se convirtieron en subyugados, que jamás se libraron de errores para venir a la Verdad, hasta la Siro-Fenicia, que los rabinos esquivan como tierra de pecado, han oído mi voz y conocido lo que soy.
Os lo he dicho, y no creéis en mis palabras. He realizado cosas a las que no habéis prestado un corazón generoso. Si lo hubierais hecho con espíritu sincero, habríais llegado a creer en Mí. Aquellos que tienen buena voluntad, que me siguen, porque me reconocen como a su Pastor, han creído a mis palabras y al testimonio que dan mis obras.
¿Creéis acaso que lo que hago, no tenga por objeto vuestra utilidad? ¿Y utilidad para todas las criaturas?Desengañaos. No penséis que la utilidad depende de la salvación de uno solo, que mi poder consiguió, o porque haya sido librado de la obsesión o del pecado. Esta es una utilidad circunscrita a un individuo. Poca cosa respecto al poder que viene dado por la fuente sobrenatural, más que sobrenatural: divina, que le da salida para que sea la única utilidad. Hay una utilidad en las cosas que hago. La utilidad de quitar toda duda a los que dudan, de convencer a los contrarios, además de robustecer cada vez más la fe de los que creen.
Por razón de esta utilidad colectiva, en favor de todos los hombres presentes y futuros, porque mis obras darán testimonio de Mí, mi Padre me dio poder de hacer lo que hago. En las obras de Dios nada se hace sin un buen fin. Recordadlo siempre. Meditad en esta verdad."

SI SATANÁS TENGA TAMBIÉN UN FIN BUENO 
TE RESPONDO QUE SATANÁS NO ES OBRA DE DIOS, 
SINO DE LA LIBRE VOLUNTAD DEL ÁNGEL REBELDE 

DIOS NO ES UN NECIO, SINO UN SER PERFECTO EN SUS ACCIONES Y
 PENSAMIENTOS. ES EL PERFECTÍSIMO. 

LAS CRIATURAS SON IMPERFECTAS, PERO DIOS, QUE AMA A LAS
 CRIATURAS, LES HA CONCEDIDO LA LIBERTAD DE ARBITRIO 
PARA QUE POR ELLA SE PERFECCIONEN EN LA VIRTUD Y SE HAGAN 
A SÍ MÁS SEMEJANTE A ÉL, SU PADRE.

SI EL MAL NO PUDIESE CREAR UNA CONSECUENCIA BUENA PARA
 AQUELLOS QUE TIENEN BUENA VOLUNTAD, 
DIOS LO HABRÍA DESTRUIDO.

Jesús deja de hablar por unos instantes. Clava su mirada en un judío que tiene la cabeza inclinada y luego añade: " estás pensando así, , el del vestido de color de uva madura, te estás preguntando si Satanás tenga también un fin bueno. No quieras ser un necio enemigo mío y no busques error en mis palabras. Te respondo que Satanás no es obra de Dios, sino de la libre voluntad del ángel rebelde. Dios lo había hecho un ministro glorioso suyo, y por lo tanto lo había creado para un fin bueno. Ahora, hablando contigo mismo, dices:"Entonces Dios es un necio porque dotó de gloria a un futuro rebelde y confió su voluntad a un desobediente". Te respondo: Dios no es un necio, sino un ser perfecto en sus acciones y pensamientos. Es el Perfectísimo. Las criaturas son imperfectas, cuando sean las más perfectas. Siempre habrá un punto de inferioridad en ellas respecto a Dios. Pero Dios, que ama a las criaturas, les ha concedido la libertad de arbitrio para que por ella se perfeccionen en la virtud y se hagan a sí más semejante a Él, su Padre. Te digo además, tú que te burlas y astutamente buscas error en mis palabras, que del mal, aun voluntariamente cometido, Dios saca un fin bueno: el que sirva para dar posesión a los hombres de una gloria merecida. Las victorias sobre el mal son la corona de los elegidos. Si el mal no pudiese crear una consecuencia buena para aquellos que tienen buena voluntad, Dios lo habría destruido. Porque nada de cuanto hay en la creación debe estar privado de incentivo o de consecuencias buenas.
¿No respondes? ¿Te cuesta trabajo declarar que he leído tu corazón y que tus raciocinios injustos han sido destruidos? No te obligaré a hacerlo. En la presencia de todos, te dejaré a tu soberbia. No te exijo que me declares victorioso, pero cuando estés con éstos, semejantes a ti, y con quienes te enviaron, confiesa entonces que Jesús de Nazaret leyó tus pensamientos, que destrozó tus objeciones con las únicas armas de su palabra verídica.
Dejando este asunto personal volveré a vosotros que me estáis escuchando. Si uno solo de vosotros se convirtiese por mis palabras a la Luz, mis fatigas de hablar a piedras, mejor dicho, a sepulcros llenos de víboras, quedaría muy bien recompensadas. Dije que los que me aman, me han reconocido por su Pastor a través de mis palabras y obras. Pero vosotros no creéis, no podéis creer, porque no sois de mis ovejas.
¿Qué sois vosotros? Os lo pregunto Sois en parte lobos, en parte machos cabríos salvajes
"¿Qué sois vosotros? Os lo pregunto. Preguntadlo a lo íntimo de vuestro corazón. No sois unos tontos. Lo podéis saber por lo que sois. Basta con que escuchéis la voz de vuestra alma que está intranquila porque sigue ofendiendo al Hijo del que la creó. Pero vosotros, pese a que sepáis lo que sois, no lo confesaréis. No soishumildes, ni sinceros. Yo os diré lo que sois. Sois en parte lobos, en parte machos cabríos salvajes. Pero ninguno de vosotros, pese a la piel de ovejas con que se cobija, es cordero. Bajo la piel suave y blanca encubrís toda clase de colores feroces; tenéis los cuernos puntiagudos, los colmillos y las pezuñas de unos y otros. Y no queréis dejar de serlo, porque os gusta, y vuestros sueños alimentan ferocidad y rebelión. Por esto no podéis amarme, ni seguirme, ni comprenderme. Si entráis en la grey, será sólo para causar daño, dolor o desorden. Mis ovejas os temen. Si fuesen como vosotros, os odiarían. Pero no saben hacerlo. Son los corderos del Príncipe de la paz, del Maestro del amor, del Pastor misericordioso. No saben odiar. Jamás os odiarán como tampoco Yo os odiaré jamás. Os dejo el odio, que es el malvado fruto de la triple concupiscencia con el propio ser que irrumpe en el hombre animal, que vive olvidadizo de ser también espíritu, además de materia. Yo me quedo con lo que es mío: el amor. Lo comparto con mis corderos, lo ofrezco también a vosotros para haceros buenos.
Si llegaseis a ser buenos, me comprenderíais y perteneceríais a mi grey semejantes a los que están en ella. Nos amaríamos. Yo y mis ovejas nos amamos. Ellas me escuchan, reconocen mi voz. Vosotros no comprendéis lo que signifique conocer mi voz. Significa no tener dudas sobre su origen y distinguirla entre mil voces de falsos profetas, como la voz verdadera venida del cielo. Ahora y siempre, aun entre los que creen ser, y en cierto sentido siguen la Sabiduría, habrá muchos que no sabrán distinguir mi voz de otras que os hablarán de Dios, con mayor o menor rectitud, pero que serán voces inferiores a la mía..."
"Andas diciendo que te vas a ir, pero seguirás hablando. Si te vas, no hablarás más" objeta un judío con desprecio, como si hablase a un débil mental.

DE ESTO TIENEN NECESIDAD LAS ALMAS: 
DE QUIENES LAS LLEVEN A LA VIDA, A LA VERDAD, AL RECTO CAMINO
 ASÍ PUES MIS OVEJAS DE HOY Y DE MAÑANA TENDRÁN LA VIDA 
QUE LES DARÉ A TRAVÉS DE MI PALABRA QUE ES VIDA ETERNA 
PARA QUIEN LA ACOGE, Y NO PERECERÁN JAMÁS, 
Y NADIE LAS PODRÁ ARRANCAR DE MIS MANOS."

Sí la voz de Jesús ha sido un poco severa, fue sólo al principio cuando se dirigió a los judíos y luego cuando respondió a las objeciones internas del judío. Pero su voz continúa siendo dulce y llena de dolor: "Hablaré siempre, para que el mundo no se convierta en idólatra. Hablaré a los míos, a los que he elegido para que os repitan mis palabras. El Espíritu de Dios hablará y ellos comprenderán lo que aun los sabios no logran ni lograrán entender.Porque los estudiosos estudiarán la palabra, la frase, el modo, el lugar, el cómo, el instrumento, a través de los cuales la Palabra habla, mientras mis elegidos no se perderán en esos estudios inútiles, sino escucharán, perdidos en el amor, y comprenderán porque será el Amor el que hablará. Serán capaces de distinguir las páginas adornadas de los doctos, y las mentirosas de los falsos profetas, de los rabinos hipócritas, que enseñan doctrinas no correctas o enseñan lo que no practican, de las palabras sencillas, verdaderas, profundas que procederán de Mí.Pero el mundo los odiará por esto, porque el mundo me odia a Mí-Luz y odia a los hijos de ella; el mundo de tinieblas no ama sino las tinieblas que le favorecen para pecar. Mis ovejas me conocen y me conocerán y me seguirán aun en los senderos llenos de sangre y de dolor que seré el primero en recorrer y que detrás de Mí también recorrerán. Las animan los caminos que conducen a la Sabiduría. Los caminos que la sangre y el llanto de los perseguidos, porque enseñan la justicia, alumbran porque resplandecen en la oscuridad de humo del mundo y de Satanás y son como chispas de estrellas que conducen al Camino, a la Verdad, a la Vida a quienes buscan la Sabiduría. De esto tienen necesidad las almas: de quienes las lleven a la Vida, a la Verdad, al recto camino. Dios es misericordioso para con las almas que buscan y no encuentran, no por su culpa, sino por desidia de pastores ídolos. Dios es piadoso para con las almas que, abandonadas a sus propias fuerzas, se extravían y las acogen ministros de Lucifer, dispuestos a acogerla para hacerlas prosélitas de sus doctrinas. Dios es misericordioso para con los que están en el engaño sólo porque los rabinos de Dios, los llamados rabinos de Dios, se han desinteresado de ellos. Dios es piadoso para con los que salen al encuentro del desconsuelo, de la oscuridad, de la muerte por culpa de falsos maestros, que no tienen de maestro sino el vestido y la ambición de que se les dé tal nombre. Así como envió profetas a su pueblo, así como me envió a Mí para todo el mundo, así también enviará después para estas pobres almas los siervos de la palabra, de la verdad, del amor, que repetirán mis palabras, que dan la Vida.Así pues mis ovejas de hoy y de mañana tendrán la Vida que les daré a través de mi palabra que es vida eterna para quien la acoge, y no perecerán jamás, y nadie las podrá arrancar de mis manos."
"Nosotros nunca hemos rechazado las palabras de los verdaderos profetas. Siempre hemos respetado a Juan, que ha sido el último de ellos" replica airado un judío a quien sus compañeros hacen eco.
"Murió a tiempo para no hacerse odioso y para que no lo persiguierais. Si viviese todavía, el "no es lícito" que dijo por un incesto carnal lo diría también a vosotros que cometéis un adulterio espiritual fornicando con Satanás y ofendiendo a Dios. Lo mataríais como queréis matarme a Mí."
Furiosos los judíos se mueven como abejas, prontos a picar, fastidiados de fingirse buenos.

EN VERDAD, EN VERDAD, AQUÍ EN LA CASA DE MI PADRE PROCLAMO
 QUE SOY MÁS QUE UN PROFETA.

Jesús no se preocupa de ello. Levanta su voz para dominar el avispero y grita: "Me preguntasteis que quién soy, ¡hipócritas! Dijisteis que era porque querías saberlo para estar seguros. Y ahora decís que Juan fue el último profeta. Dos veces os condenáis por mentira. La primera porque decía que no habéis jamás rechazado las palabras de los verdaderos profetas, la segunda porque al afirmar que Juan es el último de los profetas y que creéis en los verdaderos profetas, me excluís a Mí aun como profeta, y profeta verdadero. ¡Bocas mentirosas! ¡Corazones falaces! En verdad, en verdad, aquí en la casa de mi Padre proclamo que soy más que un profeta. Retengo lo que el Padre me ha dado. Lo que el Padre me ha dado es más precioso de todo y de todos, porque es una cosa sobre la que el querer y poder de los hombres no pueden poner sus manos rapaces. Retengo lo que Dios me ha dado y que aunque esté en Mí, siempre está en Dios, y nadie puede arrebatarlo de las manos de mi Padre, ni de las mías porque la naturaleza divina es igual. Yo y el Padre somos una sola cosa."
"¡Ah, horror! ¡Blasfemia! ¡Anatema!" El aullido de los judíos retumba por el Templo, y una vez más las piedras que usan los cambistas y vendedores de animales para tener en orden sus lugares, pueden servir de proyectiles, listos para lanzarse.

PERO JESÚS SE YERGUE CON LOS BRAZOS CRUZADOS SOBRE EL PECHO. 
SUBE SOBRE UN BANCO DE PIEDRA PARA SER MÁS VISIBLE 
Y DESDE ALLÍ LOS DOMINA CON LOS RAYOS DE SUS OJOS DE ZAFIRO

Pero Jesús se yergue con los brazos cruzados sobre el pecho. Sube sobre un banco de piedra para ser más visible y desde allí los domina con los rayos de sus ojos de zafiro. Domina y fulgura. Es tan majestuoso que los paraliza. En lugar de lanzarle las piedras, las echan a un lado o las conservan en las manos, pero sin atreverse a lanzárselas. Aún los aullidos se calman envueltos en un temor extraño. Es propiamente Dios quien mira en Jesús. Y cuando Dios mira así, el hombre, aún el más protervo, empequeñece , se espanta.
Me pongo a pensar en qué habrá consistido el misterio por el que los judíos pudieron ser tan crueles en el Viernes Santo. En qué habrá consistido no haberse manifestado un tal dominio en Jesús en ese día. Verdaderamente fue la hora de las tinieblas, la hora de Satanás, y sólo ellos reinaron... La Divinidad, la Paternidad de Dios abandonó a su Mesías, y Él no fue más que la Víctima...

¡PUES BIEN! ¿QUÉ QUERÉIS HACER? 
ME PREGUNTASTEIS QUE QUIÉN SOY. OS LO HE DICHO. 
¿POR CUÁL DE ESTAS OBRAS ME QUERÉIS APEDREAR? 
¿POR HABER ENSEÑADO LA JUSTICIA? 
¿POR HABER TRAÍDO A LOS HOMBRES A LA BUENA NUEVA? ...

Jesús sigue en esta posición por unos segundos. Luego continúa hablando a esta turba vendida y vil, que ha perdido toda su valentía ante una mirada divina: "¡Pues bien! ¿Qué queréis hacer? Me preguntasteis que quién soy. Os lo he dicho. Os habéis puesto furiosos. Os he recordado lo que he obrado, os he hecho ver y recordar muchas obras buenas que brotan de mi Padre y que he realizado con el poder que me viene de Él. ¿Por cuál de estas obras me queréis apedrear? ¿Por haber enseñado la justicia? ¿Por haber traído a los hombres a la Buena Nueva? ¿Por haber venido a invitaros al Reino de Dios? ¿Por haber curado a vuestros enfermos, dado vista a vuestros ciegos, movimiento a los paralíticos, palabra a los mudos, libertad a los poseídos, vida a muertos, bien a los pobres, perdonado a los pecadores, amado a todos, aún a los que me odian, a vosotros y a los que os enviaron? ¿Por cuál, pues, de estas obras me queréis apedrear?"
"No es por las buenas obras que has hecho, que te queremos lapidar, sino por tu blasfemia, porque siendo hombre, te haces Dios."

¿NO ESTÁ ESCRITO EN VUESTRA LEY: "YO DIJE: VOSOTROS 
SOIS DIOSES E HIJOS DEL ALTÍSIMO?" 

AHORA BIEN, SI DIOS LLAMA "DIOSES" A QUIENES HABLÓ,... 
SI LOS HOMBRES SON LLAMADOS "DIOSES" EN LA ESCRITURA 
¿POR QUÉ ME ECHÁIS EN CARA QUE BLASFEME, 
A MÍ A QUIEN EL PADRE HA CONSAGRADO Y ENVIADO AL MUNDO, 
TAN SÓLO PORQUE HE DICHO: "SOY HIJO DE DIOS"? 

"¿No está escrito en vuestra Ley: "Yo dije: vosotros sois dioses e hijos del Altísimo?" Ahora bien, si Dios llama "dioses" a quienes habló, al haber dado una orden: la de vivir de modo que su semejanza e imagen que existen en el hombre, aparezcan claras y que el hombre no sea ni demonio ni animal; si los hombres son llamados "dioses" en la Escritura, palabra inspirada de Dios, y por lo tanto, no puede modificarse, ni anularse según los caprichos e intereses del hombre, ¿por qué me echáis en cara que blasfeme, a Mí a quien el Padre ha consagrado y enviado al mundo, tan sólo porque he dicho: "Soy Hijo de Dios"? Si no hiciera las obras de mi Padre, tendrías razón en no creer en Mí, Pero las hago. vosotros sois quienes no queréis creer en Mí. Creed por lo menos en estas obras, para que sepáis y reconozcáis que el Padre está en Mí y Yo en Él."
El huracán de gritos y de violencia ruge con mayor fuerza. De una de las terrazas del Templo, en que se habían escondido sacerdotes, escribas y fariseos, graznan muchas voces: "Apoderaos de ese blasfemo. Su culpa es ya pública. Todos hemos oído. ¡Muerte al blasfemo que se proclama Dios! Dadle el mismo castigo que al hijo de Salumit de Dabri. ¡Llévesele fuera de la ciudad y lapídesele! Tenemos todo el derecho. Escrito está: "El blasfemo es reo de muerte".

TRATAN DE APODERARSE DE JESÚS PERO LOS LEGIONARIOS 
ACUDEN ENSEGUIDA APRESANDO A LOS JUDÍOS REVOLTOSOS

Los gritos de los jefes azuzan la ira de los judíos, que tratan de apoderarse de Jesús y de entregarlo maniatado a los magistrados del Templo, que acuden, seguidos por las guardias del Templo.
Pero más ligeros que ellos una vez más, los legionarios que vigilaban desde la torre Antonia y que han seguido atentos el tumulto, salen fuera de su caserna y vienen. No respetan a nadie. Las astas de sus lanzas rebotan sobre cabezas y espaldas. Su excitación aumenta con los chascarrillos e insultos: "¡A vuestras cuevas, perros! ¡Fuera de aquí! Licinio, dale duro a ese tiñoso. ¡Fuera! ¡El miedo os hace apestar más que nunca! ¿Pero qué coméis, cuervos, para apestar así? Bien dices, Basso. Se purifican, pero apestan. ¡Mira allá a aquel narigudo! ¡Al muro, al muro, que tomamos los nombres! ¡Y vosotros, búhos, bajad de allá! Os conocemosEl centurión dará una buena relación al Procónsul. ¡No, a ese déjalo! Es un apóstol del Rabí. ¿No ves que tiene cara de hombre y no de chacal? ¡Mira, mira, cómo escapan por esa parte! ¡Déjalos ir! ¡Para persuadirlos habría que ensartarlos con el hasta entera! ¡Sólo así los tendríamos domados! ¡Tal vez mañana! ¡Ah, tú estás preso y no te escapas! Te vi, ¿eh? Fuiste quien arrojó la primera piedra. Darás cuenta de ello, por haber herido a un soldado de Roma...También éste. Nos maldijo, imprecando las banderas. ¿Ah, sí? ¿De veras? Ven, que te las haremos amar en nuestras mazmorras..." Y de este modo, cargando e insultando, apresando a unos y poniendo en fuga a otros, los legionarios limpian el amplio patio.
Cuando los judíos ven que dos de los suyos han sido arrestados, muestran su vileza: o huyen cacareando como una parvada de gallinas al ver el gavilán, o se arrojan a los pies de los soldados para suplicar piedad con un servilismo y adulación repugnantes.
Un oficial, a cuyos pies se acerca un viejo arrugado, uno de los enemigos más encarnizados de Jesús, llamándolo "magnánimo y justo", le da un terrible empellón que lo echa a rodar tres pasos atrás y le grita: "Largo, de aquí, vieja zorra tiñosa." Volviéndose a un compañero, mostrándole la pantorrilla, dice: "Tiene uñas de zorra y baba de sierpe. Mira. ¡Por Júpiter Máximo! Me voy ahora a las Termas a restañar los rasguños de ese viejo lleno de baba" y se ve que su pantorrilla muestra terribles rasguños.
He perdido la vista a Jesús. No puedo decir a dónde se habrá ido, ni por qué puerta, salido. Durante la confusión vi tan sólo las caras de los hijos de Alfeo y de Tomás, que luchaban por abrirse paso, y las de algunos de los discípulos pastores. Después también las de ellos se me perdieron de vista y no ha quedado más que ese montón de pérfidos judíos que corren acá y allá para evitar que los capturen y que los legionarios los reconozcan, pues tengo la impresión que para ellos es un motivo de júbilo dar duro sobre ellos y pagarse de todo el odio con que los cubren.
IX. 706-717
A. M. D. G. et B. V. M.

Domenica 21 Aprile 2013, IV Domenica di Pasqua - Anno C // Il post di oggi ve lo raccomando caldamente. Non passate oltre senza prima averlo letto. E' FORTE! UNA PAGINA INDIMENTICABILE! ...<< Dicci dunque chi sei, con la tua bocca di verità e giustizia>>.




"Prendete, prendete quest’opera e ‘non sigillatela’, ma leggetela e fatela leggere"
Gesù (cap 652, volume 10), a proposito del
"Evangelo come mi è stato rivelato"
di Maria Valtorta

Domenica 21 Aprile 2013, IV Domenica di Pasqua - Anno C

Dal Vangelo di Gesù Cristo secondo Giovanni 10,27-30.
Le mie pecore ascoltano la mia voce e io le conosco ed esse mi seguono.
Io do loro la vita eterna e non andranno mai perdute e nessuno le rapirà dalla mia mano.
Il Padre mio che me le ha date è più grande di tutti e nessuno può rapirle dalla mano del Padre mio.
Io e il Padre siamo una cosa sola».
Traduzione liturgica della Bibbia



Corrispondenza nel "Evangelo come mi è stato rivelato" di Maria Valtorta : Volume 8 Capitolo 537 pagina 316.


1Stare fermi non è possibile nella mattinata fredda e ventosa. Sulla cima del Moria il vento che viene in direzione nord-est si abbatte frizzante, facendo svolazzare le vesti e arrossando i volti e gli occhi. Eppure vi è della gente che è salita al Tempio per le preghiere. Mancano invece assolutamente i rabbi coi rispettivi gruppi degli allievi. E il portico pare più vasto, e soprattutto più dignitoso, privato della congrega vociante e pomposa che l’occupa di solito.
E deve essere una cosa molto strana vederlo così vuoto, perché tutti se ne stupiscono come di cosa nuova. E Pietro se ne insospettisce anche. Ma Tommaso, che sembra ancor più robusto, avvolto come è in un largo e pesante mantello, dice: «Si saranno chiusi in qualche stanza per paura di perdere la voce. Li rimpiangi?», e ride.
«Io no! Mai più li vedessi! Ma non vorrei che fosse...», e guarda l’Iscariota che non parla, ma che afferra l’occhiata di Pietro e dice: «Veramente hanno promesso di non dare altra noia, fuorché nel caso che il Maestro li... scandalizzi. Certo che saranno vigilanti, ma posto che qui non si pecca, né si offende, essi stanno assenti».
«Meglio così. E Dio ti benedica, ragazzo, se ci sei riuscito a farli ragionare».
È presto ancora. Poca gente è nel Tempio. Dico «poca», e questo pare, data la vastità di esso, che per apparire pieno abbisogna di masse di popolo. Due o trecento persone neppur si vedono in quel complesso di cortili, portici, atri, corridoi...
Gesù, unico Maestro nel vasto portico dei Pagani, va in su e in giù, parlando con i suoi e con i discepoli che ha trovato già nel recinto del Tempio. Risponde alle loro obbiezioni o domande, chiarisce punti che essi non hanno saputo chiarire a se stessi e ad altri.
Vengono due gentili, lo guardano, vanno via senza dire nulla. Passano degli addetti al Tempio, lo guardano, ma non dicono nulla neppur loro. Qualche fedele si accosta, saluta, ascolta. Ma sono pochi ancora.
«Restiamo qui ancora?», domanda Bartolomeo.
«Fa freddo e non c’è nessuno. Però fa piacere essere qui così in pace. Maestro, oggi sei proprio nella Casa del Padre tuo. E da padrone», dice sorridendo Giacomo d’Alfeo. E soggiunge: «Così doveva essere il Tempio quando erano Nehemia ed i re saggi e pii».
2«Io direi di andare. Di là ci spiano...», dice Pietro.
«Chi? Farisei?».
«No. Quelli che sono passati prima ed altri. Andiamo via, Maestro...».
«Attendo dei malati. Mi hanno visto entrare in città, la voce certo si è sparsa. Nelle ore più calde verranno. Restiamo almeno sino ad un terzo da sesta», risponde Gesù. E riprende a camminare avanti e indietro per non rimanere fermo in quell’aria cruda.
Infatti dopo un poco, quando il sole cerca di mitigare gli effetti del tramontano, viene una donna con una bambina malata e chiede la guarigione. Gesù l’accontenta. La donna depone il suo obolo ai piedi di Gesù dicendo: «Questo per altri bambini che soffrono». L’Iscariota raccoglie le monete.
Più tardi, su una barellina, portano un uomo anziano, malato nelle gambe. E Gesù lo risana.
3Terzo viene un gruppo di persone e pregano Gesù di uscire fuor dalle mura del Tempio per cacciare il demonio da una fanciulla, i cui gridi laceranti si sentono fin lì dentro. E Gesù si avvia dietro questi, uscendo nella strada che conduce in città.


Della gente, fra la quale sono degli stranieri, si è stretta* intorno a quelli che tengono la giovinetta, che spuma e si divincola stravolgendo gli occhi. Parolacce di ogni sorta escono dalle sue labbra, e tanto più escono più Gesù si avvicina a lei, così come cresce il suo dibattersi. A fatica la tengono quattro uomini giovani e robusti. E, con gli improperi, prorompono gridi di riconoscimento al Cristo e suppliche affannose dello spirito che la tiene per non essere cacciato, e anche delle verità, ripetute con monotonia: «Via! Non mi fate vedere questo maledetto! Va’ via! Via! Causa della nostra rovina. Lo so chi Tu sei. Tu sei... Tu sei il Cristo. Tu sei... Non ti ha unto altro olio che quello di lassù. La potenza del Cielo ti copre e ti difende. Ti odio! Maledetto! Non mi cacciare. Perché cacci noi e non ci vuoi, mentre tieni vicino una legione di demoni in un solo? Non lo sai che tutto l’inferno è in uno? Sì che lo sai... Lasciami qui, almeno sino all’ora di...».

La parola si arresta delle volte come strozzata, altre volte cambia, o si ferma prima, o si prolunga fra gridi disumani come quando urla: 

«Lasciami entrare almeno in lui. Non mi mandare là nell’Abisso! Perché ci odii, o Gesù, Figlio di Dio? Non ti basta ciò che sei? Perché vuoi comandare anche su noi? Non vogliamo comando, noi! Perché sei venuto a perseguitarci, se noi ti abbiamo rinnegato? Va’ via! Non ci versare addosso i fuochi del Cielo! I tuoi occhi! Quando saranno spenti noi rideremo... Ah! No! Neanche allora... Tu ci vinci! Ci vinci! Sii maledetto Te e il Padre che ti ha mandato, e quello che da voi viene ed è voi... Aaaah! ».
L’ultimo grido è addirittura spaventoso, di creatura scannata nella quale lentamente entri il ferro omicida, ed è originato dal fatto che Gesù, dopo aver troncato molte volte, per comando mentale, le parole dell’ossessa, pone fine ad esse toccando con un dito la fronte della giovinetta. E il grido termina in una convulsione orrenda, sinché, con un fragore che ha della risata e del grido di un animale da incubo, il demonio la lascia urlando: «Ma non vado lontano... Ah! Ah! Ah!», seguito subito dallo schianto secco come di un fulmine, nonostante che il cielo sia tersissimo.

4Molti scappano terrorizzati. Altri si affollano ancor più ad osservare la giovinetta che si è calmata di colpo, accasciandosi fra le braccia di chi la teneva. Sta così pochi attimi e poi apre gli occhi, sorride, si vede fra la gente senza velo sul volto e sul capo e reclina il viso, per nasconderselo, sul braccio che alza al volto.
Chi è con lei vorrebbe che ella ringraziasse il Maestro. Ma Egli dice: «Lasciatela nel suo pudore. La sua anima mi ringrazia già. Riconducetela a casa, dalla madre. È il posto suo di fanciulla...», e volge le spalle alla gente rientrando nel Tempio, al posto di prima.


«Hai visto, Signore, che molti giudei ci erano venuti alle spalle? Ne ho riconosciuti alcuni... Eccoli là! Sono quelli che ci spiavano prima. Guarda come disputano fra loro...», dice Pietro.
«Staranno stabilendo in chi di loro è entrato il diavolo. C’è anche Nahum, il fiduciario di Anna. È tipo adatto...», dice Tommaso.
«Sì. E tu non hai visto, perché avevi le spalle voltate. Ma il fuoco si è aperto proprio sul suo capo», dice Andrea quasi battendo i denti. «Io gli ero vicino e ho avuto una paura!...».
«Veramente erano tutti uniti, loro. Però io ho visto il fuoco aprirsi su di noi e ho creduto di morire... Anzi ho tremato per il Maestro. Pareva proprio sospeso sul suo capo», dice Matteo.
«Ma no. Io invece l’ho visto uscire dalla fanciulla e scoppiare sul muro del Tempio», ribatte Levi, il pastore discepolo.
«Non discutete fra voi. Il fuoco non indicò né questo né quello. Fu solo il segno che il demonio era fuggito», dice Gesù.
«Ma ha detto che non andava lontano!...», obbietta Andrea.
«Parole di demonio... Non vanno ascoltate. Lodiamo piuttosto l’Altissimo per questi tre figli di Abramo guariti nel corpo a nell’anima».


5Intanto molti giudei, sbucati da questa e quella parte ‑ ma non fanno parte dei loro gruppi né un fariseo, né uno scriba, né un sacerdote ‑ si avvicinano e circondano Gesù, e uno si fa avanti dicendo: «Grandi cose Tu hai fatto in questo giorno! Opere veramente da profeta, e gran profeta. E gli spiriti degli abissi hanno detto di Te cose grandi. Ma le loro parole non possono essere accettate se non le conferma la tua parola. Noi sbigottiamo per quelle parole. Ma anche temiamo un grande inganno, poiché è noto che Belzebù è spirito di menzogna. Non vorremmo ingannarci né essere ingannati. Dicci dunque chi sei, con la tua bocca di verità e giustizia».

«E non ve l’ho detto molte volte chi Io sono? Sono quasi tre anni che ve lo dico, e prima di Me ve lo disse Giovanni al Giordano e la Voce di Dio dai Cieli».

«È vero. Ma noi non c’eravamo le altre volte. Noi... Tu che sei giusto devi capire il nostro affanno. Noi vorremmo credere in Te come Messia. Ma troppe volte ormai il popolo di Dio fu ingannato da falsi Cristi. Consola il nostro cuore, che spera e che attende, con una sicura parola, e noi ti adoreremo».

Gesù li guarda severamente. I suoi occhi sembrano perforare le carni e mettere a nudo i cuori. Poi dice: «In verità molte volte gli uomini sanno dire menzogne meglio di Satana. No. Voi non mi adorerete. Mai. Qualunque cosa Io vi dica. E, anche giungeste a farlo, chi adorereste voi?».

«Chi? Ma il nostro Messia! ».
«Sareste da tanto? Chi è per voi il Messia? Rispondete, perché Io sappia ciò che valete».

«Il Messia? Ma il Messia è colui che per mandato di Dio riunirà lo sparso Israele e ne farà un popolo trionfale, sotto il cui potere sarà il mondo. E che? Tu non lo sai ciò che è il Messia?».

«Lo so come voi non lo sapete. Per voi dunque è un uomo che, superando Davide e Salomone e Giuda Maccabeo, farà di Israele la Nazione regina del mondo?».

«Questo è. Dio lo ha promesso. Ogni vendetta, ogni gloria, ogni rivendicazione, verrà dal promesso Messia».

«È detto: “Non adorerai altro che il Signore Iddio tuo”. Perché allora voi mi adorereste, se in Me soltanto poteste vedere l’Uomo‑Messia?».

«E che altro dobbiamo vedere in Te?».

«Che? E con questi sentimenti mi venite ad interrogare? Razza di vipere subdole e velenose! E sacrileghe anche. Perché, se in Me voi non poteste vedere altro che il Messia umano e mi adoraste, sareste idolatri. Solo a Dio va data adorazione. Ed in verità vi dico una volta ancora che Colui che vi parla è da più del Messia che voi vi fingete con missione e mansioni e poteri quali voi, privi di spirito e sapienza, vi immaginate. Il Messia non viene a dare al suo popolo un regno quale voi vi credete, non viene ad esercitare vendette su altri potenti. Il suo Regno non è di questo mondo e il suo potere supera ogni potere limitato del mondo».

6«Tu ci mortifichi, Maestro. Se sei Maestro e noi siamo ignoranti, perché non ci vuoi istruire?».

«Sono tre anni che lo faccio, e voi siete sempre più nelle tenebre perché respingete la Luce».

«È vero. Forse è vero. Ma ciò che fu per il passato può non più essere nell’avvenire. E che? Tu che hai pietà dei pubblicani e delle meretrici e che assolvi i peccatori, vuoi essere senza pietà con noi, solo perché siamo di dura cervice e stentiamo a comprendere chi Tu sei?».

«Non è che stentiate. È che non volete capire. Essere ebeti non sarebbe una colpa. Dio ha tante luci che potrebbe fare luce nell’intelletto più ottuso ma pieno di buona volontà. In voi questa manca. Anzi avete volontà opposta. Per questo non comprendete chi Io sono».

«Sarà come Tu dici. Tu vedi come siamo umili. Ma te ne preghiamo nel nome di Dio. Rispondi alle nostre domande. Non ci tenere più oltre sospesi. Fino a quando il nostro animo deve rimanere incerto? Se sei il Cristo, dillo a noi apertamente».


«Ve l’ho detto. Nelle case, nelle piazze, per le vie, per i paesi, sui monti, lungo i fiumi, in faccia al mare, di fronte ai deserti, nel Tempio, nelle sinagoghe, sui mercati ve l’ho detto, e voi non credete. Non c’è posto di Israele che non abbia sentito la mia voce. Persino i luoghi che portano abusivamente il nome di Israele da secoli, ma che sono separati dal Tempio, persino i luoghi che hanno dato il nome a questa nostra Terra, ma che da dominanti sono divenuti soggetti, e mai però si liberarono completamente dai loro errori per venire alla Verità, persino la Siro‑Fenicia, dai rabbi sfuggita come terra di peccato, hanno sentito la mia voce e conosciuto il mio essere. Ve l’ho detto, e alle mie parole non credete. Ho fatto, e alle mie azioni non avete posto mente con spirito buono. Lo aveste fatto, con l’intenzione retta di sincerarvi su di Me, sareste giunti alla fede in Me, perché le opere che Io faccio nel nome del Padre mio testimoniano di Me. Quelli di buona volontà, che sono venuti al mio seguito perché mi hanno riconosciuto Pastore, hanno creduto alle mie parole e alla testimonianza che dànno le mie opere. E che? Credete forse che ciò che Io faccio non abbia un fine di vostra utilità? Di utilità per le creature tutte? Disingannatevi. E non vogliate pensare che l’utile è dato dalla salute del singolo, riacquistata per il mio potere, o dalla liberazione dall’ossessione o dal peccato di questo o quello. Questa è un’utilità circoscritta all’individuo. Troppo poca cosa rispetto alla potenza che viene sprigionata, e dalla fonte soprannaturale, più che soprannaturale, divina, che la sprigiona, per essere l’unica utilità. Vi è l’utilità collettiva delle opere che Io faccio. L’utilità di levare ogni dubbio agli incerti, di convincere i contrari oltre che di rinforzare sempre più la fede dei credenti. Per questa utilità collettiva, a favore di tutti gli uomini presenti e futuri, perché le mie opere testimonieranno di Me presso i futuri e li convinceranno di Me, il Padre mio mi dà potere di fare ciò che faccio. Nulla è fatto senza un fine buono nelle opere di Dio. Ricordatevelo sempre. Meditate questa verità».

7Gesù ha un momento di arresto. Fissa lo sguardo su un giudeo che sta a capo chino a dice poi:


«Tu che stai così pensando, tu dalla veste color d’uliva matura, ti chiedi se ha fine buono anche Satana. Non essere stolto per essere a Me contrario e cercare l’errore nelle mie parole. Ti rispondo che Satana non è opera di Dio, ma della libera volontà dell’angelo ribelle. Dio lo aveva fatto suo ministro glorioso, e perciò lo aveva creato a fine buono. Ecco, ora tu, parlando col tuo io, dici: “Allora Dio è stolto, perché aveva donato la gloria ad un futuro ribelle e affidato i suoi voleri ad un disubbidiente”. Ti rispondo: “Dio non è stolto ma perfetto nelle sue azioni e pensieri. È il Perfettissimo. Le creature sono imperfette, anche le più perfette. Sempre un punto di inferiorità è in esse rispetto a Dio. Ma Dio, che le ama, ha concesso alle creature la libertà di arbitrio, perché attraverso ad essa la creatura si completi nelle virtù e si faccia perciò più simile al Dio e Padre suo”. E ancora ti dico, o derisore e astuto cercatore del peccato nelle mie parole, che dal Male, che si è volontariamente formato, Dio trae ancora un fine buono: quello di servire a far possessori gli uomini di una gloria meritata. Le vittorie sul Male sono la corona degli eletti. Se il Male non potesse suscitare una conseguenza buona per i volonterosi di volontà buona, Dio lo avrebbe distrutto. Perché nulla di quanto è nel Creato deve essere totalmente privo di incentivo o di conseguenza buoni.

Non rispondi? Ti è duro dover proclamare che ti ho letto in cuore e che ho vinto le illazioni ingiuste del tuo pensiero tortuoso? Non ti forzerò a farlo. Al cospetto di tanti ti lascio nella tua superbia. Non reclamo che tu mi proclami vittorioso. Ma quando sarai solo con questi, simili a te, e con quelli che vi hanno mandato, allora confessa pure che Gesù di Nazaret ha letto i pensieri della tua mente e ti ha strangolato le obbiezioni nella strozza con la sola arma della sua parola di verità.
Ma abbandoniamo questa interruzione personale e torniamo ai molti che mi ascoltano. Se anche uno solo di tanti, per le mie parole, convertisse il suo spirito alla Luce, sarebbe ricompensata la mia fatica di parlare a delle pietre, anzi a dei sepolcri pieni di vipere.

8Dicevo che quelli che mi amano mi hanno riconosciuto Pastore per le mie parole e le mie opere. Ma voi non credete, non potete credere, perché non siete delle mie pecorelle.
Cosa siete voi? Ve lo chiedo. Chiedetevelo nell’interno del cuore. Non siete stolti. Potete conoscervi per ciò che siete. Basta che ascoltiate la voce della vostra anima, che non è tranquilla di continuare a offendere il Figlio di Colui che l’ha creata. Voi, pur conoscendo ciò che siete, non lo direte. Non siete né umili né sinceri. Ma Io ve lo dico ciò che siete. Siete in parte lupi, in parte capretti selvatici. Ma nessuno di voi, nonostante la pelle di agnello che portate per fingervi agnelli, è vero agnello. Sotto il vello morbido e bianco avete tutti i colori feroci, le corna pontute e le zanne e gli artigli del caprone o della belva, e volete rimanere tali perché vi compiacete di esser tali, e sognate ferocia e ribellione. Perciò non mi potete amare e non potete seguirmi e comprendermi.


Se entrate nel gregge è per nuocere, per dare dolore o portare disordine. Le mie pecore hanno paura di voi. Se fossero come voi siete, vi dovrebbero odiare. Ma essi non sanno odiare. Sono gli agnelli del Principe di pace, del Maestro di amore, del Pastore misericordioso. E non sanno odiare. Non vi odieranno mai, come Io non vi odierò mai. Lascio a voi l’odio, che è il malvagio frutto della concupiscenza triplice con l’io scatenato nell’animale uomo, che vive dimentico di essere anche spirito, oltre che carne. Io mi tengo ciò che è mio: l’amore. E questo comunico ai miei agnelli, e offro anche a voi per farvi buoni. Se vi faceste buoni, allora mi capireste e diverreste del mio gregge, simili agli altri che sono in esso. Ci ameremmo. Io e le mie pecore ci amiamo. Esse mi ascoltano, riconoscono la mia voce.


Voi non capite ciò che è in verità conoscere la mia voce. È non avere dubbi sulla sua Origine e distinguerla fra mille altre voci di falsi profeti come vera voce venuta dal Cielo. Ora e sempre, anche fra quelli che si credono, e in parte lo sono, seguaci della Sapienza, vi saranno molti che non sapranno distinguere la mia voce da altre voci che parleranno di Dio, più o meno con giustizia, ma che saranno tutte voci inferiori alla mia...».


9«Dici sempre che presto te ne vai e poi vuoi dire che sempre parlerai? Se te ne sarai andato non parlerai più», obbietta un giudeo con il tono sprezzante col quale parlerebbe ad un menomato mentale.
Gesù risponde ancora, col suo tono paziente e accorato, che ha avuto soltanto un suono severo quando ha parlato in principio ai giudei, e dopo, quando ha risposto alle interne obbiezioni di quel giudeo:
«Io parlerò sempre, perché il mondo non diventi tutto idolatra. E parlerò ai miei, eletti a ripetervi le mie parole. Lo Spirito di Dio parlerà, ed essi capiranno ciò che anche i sapienti non sapranno capire. Perché gli studiosi studieranno la parola, la frase, il modo, il luogo, il come, lo strumento attraverso i quali la Parola parla, mentre i miei eletti non si perderanno in questi studi inutili, ma ascolteranno, persi nell’amore, e capiranno poiché sarà l’Amore quello che parlerà. Essi distingueranno le ornate pagine dei dotti o le bugiarde pagine dei falsi profeti, dei rabbi di ipocrisia che insegnano dottrine inquinate o insegnano ciò che essi non praticano, dalle parole semplici, vere, profonde che da Me verranno. Ma il mondo li odierà per questo, perché il mondo odia Me‑Luce e odia i figli della Luce, il tenebroso mondo che ama le tenebre propizie al suo peccare.
Le mie pecore conoscono e conosceranno Me e mi seguiranno sempre, anche sulle vie di sangue e di dolore che Io percorrerò per il primo ed essi percorreranno dopo di Me. Le vie che conducono alla Sapienza le anime. Le vie che il sangue e il pianto dei perseguitati, perché insegnano la giustizia, fanno luminose perché spicchino nella caligine dei fumi del mondo e di Satana, a siano come scie di stelle per condurre chi cerca la Via, la Verità, la Vita, e non trova chi ad esse li conduca. Perché di questo hanno bisogno le anime: di chi le conduca alla Vita, alla Verità, alla Via giusta.


Dio è pietoso verso le anime che cercano e non trovano, non per loro colpa, ma per infingardia dei pastori idoli. Dio è pietoso verso le anime che, lasciate a se stesse, si smarriscono e vengono accolte da ministri di Lucifero, pronti ad accogliere gli smarriti per farne proseliti delle loro dottrine. Dio è pietoso per quelli che cadono nell’inganno soltanto perché i rabbi di Dio, i cosiddetti rabbi di Dio, si sono disinteressati di essi. Dio è pietoso a tutti questi che vanno incontro allo sconforto, alle caligini, alla morte per colpa dei falsi maestri, che di maestri non hanno che la veste e l’orgoglio di essere detti tali. E per queste povere anime, come ha mandato i profeti per il suo popolo, come ha mandato Me per tutto il mondo, così dopo, dopo di Me, manderà i servi della Parola, della Verità e dell’Amore, a ripetere le parole mie. Perché sono le mie parole quelle che danno la Vita. Cosicché le mie pecorelle di ora e di poi avranno la Vita che Io do loro attraverso la mia Parola che è Vita eterna per chi l’accoglie, e non periranno mai e nessuno le potrà strappare dalle mie mani».

10«Noi non abbiamo mai respinto le parole dei veri profeti. Abbiamo sempre rispettato Giovanni che è stato l’ultimo profeta», risponde con ira un giudeo, e i suoi compagni gli fanno eco.
«È morto in tempo per non venirvi inviso ed essere perseguitato anche da voi. Se egli fosse ancora fra i vivi, il “non è lecito” detto per un incesto carnale lo direbbe anche a voi, che fate un adulterio spirituale fornicando con Satana contro Dio. E voi lo uccidereste come avete in animo di uccidere Me».

I giudei tumultuano irosi, pronti già a colpire, stanchi di doversi fingere miti. Ma Gesù non se ne preoccupa. Alza la voce per dominare il tumulto e grida:


«E mi avete chiesto chi Io sono, o ipocriti? Dicevate di voler sapere per essere sicuri? Ed ora dite che Giovanni fu l’ultimo profeta? E due volte vi condannate per peccato di menzogna. Una perché dite di non avere mai respinto le parole dei veri profeti, l’altra perché, dicendo che Giovanni è l’ultimo profeta e che voi credete ai veri profeti, escludete che Io sia anche profeta, almeno profeta, e profeta vero. Bocche di menzogna! Cuori d’inganno! Sì, in verità in verità Io, qui nella casa del Padre mio, proclamo che Io sono più che Profeta. Io ho quello che il Padre mio mi ha donato. Quello che il Padre mio mi ha donato è più prezioso di tutto e di tutti, perché è cosa sulla quale il volere e il potere degli uomini non può mettere le mani rapaci. Io ho quello che Dio mi ha donato e che, pur essendo in Me, è sempre in Dio, e nessuno può rapirlo dalle mani del Padre mio né a Me, perché è l’uguale Natura Divina. Io e il Padre siamo Uno».
«Ah! Orrore! Bestemmia! Anatema!!». L’urlio dei giudei rimbomba nel Tempio, e ancora una volta le pietre, usate dai cambiavalute e dai venditori di bestiame per tenere in sesto i loro recinti, sono fornitura per quelli che cercano armi atte a colpire.

Ma Gesù si aderge con le braccia incrociate sul petto. È salito sopra un sedile di pietra per essere anche più alto e visibile, e di là li domina coi raggi dei suoi occhi di zaffiro. Domina e dardeggia. È così maestoso che li paralizza. In luogo di lanciare le pietre, le gettano o le tengono in mano, ma senza avere più l’audacia di lanciarle contro di Lui. Anche le urla si calmano in uno sbigottimento strano. È proprio Dio che balena nel Cristo. E quando Dio balena così, l’uomo anche più protervo si fa piccolo e spaurito. Penso quale mistero è nascosto nell’aver potuto i giudei essere tanto feroci nel Venerdì Santo. Quale nell’assenza di questo potere di dominazione nel Cristo in quel giorno. Veramente era l’ora delle Tenebre, l’ora di Satana, ed essi soli regnavano... La Divinità, la Paternità di Dio aveva abbandonato il suo Cristo, ed Egli era nulla più che la Vittima...
11Gesù sta così qualche minuto. Poi riprende a parlare a questa turba venduta e vile, che ha perso ogni prepotenza soltanto per aver visto un baleno divino:

«Ebbene? Che volete fare? Mi avete chiesto chi ero. Ve l’ho detto. Siete divenuti furenti. Vi ho ricordato quanto ho fatto, vi ho fatto vedere e ricordare molte opere buone provenienti dal Padre mio e compiute col potere che mi viene dal Padre mio. Per quale di queste opere mi lapidate? Per aver insegnato la giustizia? Per aver portato agli uomini la Buona Novella? Per essere venuto ad invitarvi al Regno di Dio? Per avere guarito i vostri malati, reso la vista ai vostri ciechi, dato moto ai paralitici, parola ai muti, liberato gli ossessi, risuscitato i morti, beneficato i poveri, perdonato ai peccatori, amato tutti, anche quelli che mi odiano: voi e quelli che vi mandano? Per quale dunque di queste opere voi mi volete lapidare?».
«Non è per le opere buone che hai fatto che ti lapidiamo, ma per la tua bestemmia, perché Tu, essendo uomo, ti fai Dio».
«Non è scritto* nella vostra Legge: “Io dissi: voi siete dèi e figli dell’Altissimo”? Ora, se “dèi” nominò Dio coloro ai quali parlò, dando un mandato: quello di vivere in modo che la somiglianza e l’immagine di Dio, che è nell’uomo, appaia manifesta e l’uomo non sia né demone né bruto; se “dèi” sono detti gli uomini nella Scrittura, tutta ispirata da Dio, e perciò la Scrittura non può essere modificata né annullata secondo il piacere e l’interesse dell’uomo; perché voi dite a Me che Io bestemmio, Io che il Padre ha consacrato ed inviato nel mondo, perché dico: “Sono Figlio di Dio”? Se Io non facessi le opere del Padre mio, avreste ragione di non credere a Me. Ma Io le faccio. E voi non volete credere a Me. Credete allora almeno a queste opere, affinché sappiate e riconosciate che il Padre è in Me e che Io sono nel Padre».


12La bufera degli urli e delle violenze rincomincia più forte di prima. Da uno dei terrazzi del Tempio, sul quale certo erano in ascolto e nascosti sacerdoti, scribi e farisei, gracchiano molte voci: «Ma impadronitevi di questo bestemmiatore. Ormai la sua colpa è pubblica. Tutti abbiamo sentito. A morte il bestemmiatore che si proclama Dio! Dategli lo stesso castigo che al figlio di Salumit di Dabri. Sia portato fuori dalla città e lapidato! È nel nostro diritto! È detto**: “Il bestemmiatore sia messo a morte”».
Gli incitamenti dei capi acuiscono l’ira dei giudei. I quali tentano di impadronirsi di Gesù e di darlo legato in mano dei magistrati del Tempio, che stanno accorrendo seguiti dalle guardie del Tempio.
Ma più svelti di loro sono ancora una volta i legionari che, vigilando dall’Antonia, hanno seguito il tumulto e che escono fuori dalla caserma, venendo verso il luogo dove si urla. E non portano rispetto a nessuno. Le aste delle lance manovrano a dovere sulle teste e le schiene. E si eccitano a vicenda con frizzi e insulti a lavorare sui giudei: «A cuccia, cani! Fate largo! Picchia sodo su quel tignoso, Licinio. Via! La paura vi fa puzzare più che mai! Ma che mangiate, corvacci, per essere così fetenti? Dici bene, Basso. Si purificano ma puzzano. Guarda là quel nasuto! Al muro! Al muro, che ne prendiamo i nomi! E voi, gufi, scendete di lassù. Tanto vi conosciamo. Un buon rapporto avrà da stendere il Centurione per il Preside. No! Quello lascialo. È un apostolo del Rabbi. Non vedi che ha aspetto d’uomo e non di sciacallo? Guarda! Guarda come fuggono per quella parte! E lasciali andare! Per averli persuasi bisognerebbe infilarli tutti sulle aste! Allora soltanto li avremmo domati! Fosse domani! Ah! ma tu sei preso e non scappi. Ti ho visto, sai? La prima pietra è stata la tua. Ne risponderai di aver colpito un soldato di Roma... Anche questo. Ci ha maledetti imprecando alle insegne. Ah! Sì? Proprio? Vieni, che te le faremo amare nelle nostre carceri...».
E così, caricando e schernendo, acciuffando alcuni, mettendo in fuga altri, i legionari sgombrano il vasto cortile. Ma è soltanto quando i giudei vedono arrestare realmente due di loro, che si svelano per quel che sono: vili, vili, vili. O fuggono schiamazzando come un branco di polli che veda calare lo sparviero, o si gettano ai piedi dei militi per supplicare pietà con un servilismo e una adulazione rivoltanti.
Un graduato, ai polpacci del quale si attacca un vecchio grinzoso, uno dei più accaniti contro Gesù, chiamandolo “magnanimo e giusto”, se ne libera con una vigorosa scossa, che manda il giudeo a ruzzolare tre passi indietro, a grida: «Va’ via, vecchia volpe tignosa». E rivolto ad un compagno, mostrando il polpaccio, dice: «Hanno unghie di volpe e bava di serpe. Guarda qui! Per Giove Massimo! Ora vado subito alle Terme a cancellare i segni di quel vecchio bavoso!», e realmente se ne va, stizzito, col suo polpaccio rigato di sgraffi.
Ho perduto affatto di vista Gesù. Non potrei dire dove è andato, per quale porta è uscito. Ho visto soltanto per qualche tempo emergere e scomparire nella confusione i volti dei due figli di Alfeo e di Tommaso, lottanti per farsi strada, e quelli di alcuni discepoli pastori intenti allo stesso lavoro. Poi anche essi mi sono spariti e non è rimasto che l’ultimo starnazzio dei perfidi giudei, intenti a correre qua a là per sottrarsi alla cattura e al riconoscimento da parte dei legionari, per i quali ho l’impressione che fosse una festa poter menar sodo sugli ebrei, e ripagarsi di tutto l’odio di cui si sanno gratificati.
Estratto di "l'Evangelo come mi è stato rivelato" di Maria Valtorta ©Centro Editoriale Valtortiano http://www.mariavaltorta.com/