Memoria de Santo Tomás de
Aquino,
7 marzo de 2013, rito romano ... de siempre
Querido padre
Tomás:
¡Cómo me encanta Santo Tomás de Aquino! Era tan grande de cuerpo como de
espíritu. En otras palabras ¡era bien gordo! Algunos dicen que soy el Santa
Claus de Filipinas. Realmente no sé si por mi sonrisa, mi carcajada o mi peso.
De cualquier forma, si yo soy el Santa Claus de Filipinas, Santo Tomás fue el
Santa Claus de Italia.
Los historiadores cuentan que un carpintero tuvo que recortar un pedazo de la
mesa para que él se pudiera sentar. Era tan grande que no tenía suficiente
espacio entre la mesa y el banco para sentarse a comer. Creo que deberíamos
nombrarlo patrono de los que vivimos a dieta tratando de adelgazar.
Algunos se preguntan qué diría Santo Tomás si pudiera volver y visitar nuestros
seminarios. Fue la persona más inteligente en la historia de la Iglesia.
Durante siglos su teología y filosofía escolástica se enseñaron en todos
nuestros seminarios. Ahora su nombre ni siquiera se menciona [por cuanto el Vatican II lo haya recomendado dos veces].
Si volviera, creo que no le importaría que lo hayan olvidado. El mismo, hace
muchos años, lo dijo bien claro. Antes de morir dijo que había aprendido más
sobre Jesús en una hora santa ante el Santísimo Sacramento que en todos los
libros que había leído. Descubrió
más sobre su Amor estando en su presencia real, que en todo lo que había
escrito. Todo lo que había escrito y dicho era tan insignificante como la paja,
en comparación con el valor de un solo encuentro personal con Jesús en el
Santísimo Sacramento.
La teología es
el estudio de Dios. La oración ante el Santísimo Sacramento nos da el
conocimiento de Dios mismo. La primera es el estudio académico del amor. La
segunda es la cálida experiencia del Amor personificado. Una es un libro acerca
de la persona y la otra es esa persona diciéndonos directamente todo sobre sí
misma.
En Houston, Texas, está la Universidad de Santo Tomás regenteada por los
religiosos de la regla de San Basilio, que enseña filosofía y teología
tomística. En Texas también hay un hombre famoso que es una leyenda del golf,
Ben Hogan, tal vez el mejor golfista que se conozca. Jugó entre los años 30, 40
y 50. Una noche, cuando Ben Hogan regresaba de un campeonato, tuvo un terrible
accidente automovilístico. Chocó de frente contra otro auto y casi muere. Los
médicos dijeron que nunca más volvería a caminar. Pero por su gran
determinación aprendió a caminar nuevamente y ganó cuatro campeonatos abiertos
de los Estados Unidos y otras tres competencias mayores.
Para un amigo norteamericano que creció en Texas y jugaba golf, Ben Hogan era
su héroe. Había leído todos los libros sobre su vida, su época y todo su
material de instrucción.
Finalmente un día ocurrió lo que anhelaba. Estando en Fort Worth, Texas, en un
viaje de negocios, lo invitaron a almorzar al Colonial Country Club. ¡Allí
conoció a Ben Hogan en persona, en junio de 1991, casi cuarenta años después
que había oído hablar por primera vez de él! Ahora estaba sentado junto al
"Maestro" escuchando sus palabras, muy impresionado de poder admirar
personalmente su grandeza.
Mi amigo no podía dejar de contarle a quien se encontrara, amigos o extraños le
daba igual, que había conocido a Ben Hogan. Les hablaba 45 minutos contando lo
que él había hablado con Ben Hogan personalmente.
Y nosotros ¿no deberíamos sentirnos igualmente emocionados de poder estar con
el mismo Jesús en el Santísimo Sacramento? Piensa Tomás ¿No era esto de lo que
hablaba el doctor Angélico? Mi amigo había leído y oído todo sobre Ben Hogan,
pero eso no se podía comparar con un solo momento en su compañía.
¿No deberíamos
asombrarnos de estar en presencia de la grandeza de cada instante que pasamos
ante el Santísimo Sacramento? Él es el Maestro, el Señor, el Creador del
Universo.
Santo Tomás en su teología explica por qué la
valoración de la Sagrada Eucaristía ha disminuído y por qué tomamos a la ligera
la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento.
El santo escolástico habla de
la relación inseparable entre consumir y adorar: entre la comunión de la
Sagrada Eucaristía y la adoración del Santísimo Sacramento. Añade que si no
adoramos lo que recibimos, perdemos de vista el valor y la apreciación de lo
que consumimos.
En otras palabras, la Eucaristía no es una cosa sino una persona. Si no nos
hacemos tiempo para mantener una relación personal con Jesús en el Santísimo
Sacramento, perdemos de vista la amorosa persona de Jesús en el Santísimo
Sacramento y la Sagrada Eucaristía perderá su valor ante nuestros ojos.
Santo Tomás pasaba hora tras hora en profunda adoración del Santísimo
Sacramento. Por su amor al Santísimo Sacramento se le llama el Doctor Angélico.
Su amor por Jesús en la Eucaristía fue lo que le inspiró a componer los himnos
para la Bendición como Tantum Ergo Sacramentum, “Tan grande sacramento
veneremos…”
El tema de estos himnos es la capacidad de nuestra fe de ir más allá de los
sentidos y comprender la realidad de la presencia de Dios en el Santísimo
Sacramento.
En Santo Tomás estudié filosofía y teología. Por eso lo considero uno de mis
santos patronos.
Recemos, querido Tomás, para que cada sacerdote sienta tanto amor por la
Sagrada Eucaristía como Santo Tomás de Aquino. Que todo sacerdote pueda
emocionarse tanto ante el Santísimo Sacramento, Jesús en persona con nosotros,
como mi amigo de Texas estuvo cuando conoció a Ben Hogan. Podríamos convertir
el mundo entero al catolicismo si estalláramos de entusiasmo, diciéndoles a
todos que ¡Jesús está realmente aquí en persona!
Fraternalmente tuyo en su Amor Eucarístico, Mons. Pepe.
GESU' MARIA
AMORE
VENITE INSIEME
NEL MIO CUORE!