mercoledì 6 marzo 2013

Fue la persona más inteligente en la historia de la Iglesia.



Memoria de Santo Tomás de Aquino,

7 marzo de 2013, rito romano ... de siempre



Querido padre Tomás:
¡Cómo me encanta Santo Tomás de Aquino! Era tan grande de cuerpo como de espíritu. En otras palabras ¡era bien gordo! Algunos dicen que soy el Santa Claus de Filipinas. Realmente no sé si por mi sonrisa, mi carcajada o mi peso. De cualquier forma, si yo soy el Santa Claus de Filipinas, Santo Tomás fue el Santa Claus de Italia.


Los historiadores cuentan que un carpintero tuvo que recortar un pedazo de la mesa para que él se pudiera sentar. Era tan grande que no tenía suficiente espacio entre la mesa y el banco para sentarse a comer. Creo que deberíamos nombrarlo patrono de los que vivimos a dieta tratando de adelgazar.


Algunos se preguntan qué diría Santo Tomás si pudiera volver y visitar nuestros seminarios. Fue la persona más inteligente en la historia de la Iglesia. Durante siglos su teología y filosofía escolástica se enseñaron en todos nuestros seminarios. Ahora su nombre ni siquiera se menciona [por cuanto el Vatican II lo haya recomendado dos veces].


Si volviera, creo que no le importaría que lo hayan olvidado. El mismo, hace muchos años, lo dijo bien claro. Antes de morir dijo que había aprendido más sobre Jesús en una hora santa ante el Santísimo Sacramento que en todos los libros que había leído. Descubrió más sobre su Amor estando en su presencia real, que en todo lo que había escrito. Todo lo que había escrito y dicho era tan insignificante como la paja, en comparación con el valor de un solo encuentro personal con Jesús en el Santísimo Sacramento.


La teología es el estudio de Dios. La oración ante el Santísimo Sacramento nos da el conocimiento de Dios mismo. La primera es el estudio académico del amor. La segunda es la cálida experiencia del Amor personificado. Una es un libro acerca de la persona y la otra es esa persona diciéndonos directamente todo sobre sí misma.


En Houston, Texas, está la Universidad de Santo Tomás regenteada por los religiosos de la regla de San Basilio, que enseña filosofía y teología tomística. En Texas también hay un hombre famoso que es una leyenda del golf, Ben Hogan, tal vez el mejor golfista que se conozca. Jugó entre los años 30, 40 y 50. Una noche, cuando Ben Hogan regresaba de un campeonato, tuvo un terrible accidente automovilístico. Chocó de frente contra otro auto y casi muere. Los médicos dijeron que nunca más volvería a caminar. Pero por su gran determinación aprendió a caminar nuevamente y ganó cuatro campeonatos abiertos de los Estados Unidos y otras tres competencias mayores.
Para un amigo norteamericano que creció en Texas y jugaba golf, Ben Hogan era su héroe. Había leído todos los libros sobre su vida, su época y todo su material de instrucción.


Finalmente un día ocurrió lo que anhelaba. Estando en Fort Worth, Texas, en un viaje de negocios, lo invitaron a almorzar al Colonial Country Club. ¡Allí conoció a Ben Hogan en persona, en junio de 1991, casi cuarenta años después que había oído hablar por primera vez de él! Ahora estaba sentado junto al "Maestro" escuchando sus palabras, muy impresionado de poder admirar personalmente su grandeza.


Mi amigo no podía dejar de contarle a quien se encontrara, amigos o extraños le daba igual, que había conocido a Ben Hogan. Les hablaba 45 minutos contando lo que él había hablado con Ben Hogan personalmente.
Y nosotros ¿no deberíamos sentirnos igualmente emocionados de poder estar con el mismo Jesús en el Santísimo Sacramento? Piensa Tomás ¿No era esto de lo que hablaba el doctor Angélico? Mi amigo había leído y oído todo sobre Ben Hogan, pero eso no se podía comparar con un solo momento en su compañía.


¿No deberíamos asombrarnos de estar en presencia de la grandeza de cada instante que pasamos ante el Santísimo Sacramento? Él es el Maestro, el Señor, el Creador del Universo. 
Santo Tomás en su teología explica por qué la valoración de la Sagrada Eucaristía ha disminuído y por qué tomamos a la ligera la presencia de Jesús en el Santísimo Sacramento. 

El santo escolástico habla de la relación inseparable entre consumir y adorar: entre la comunión de la Sagrada Eucaristía y la adoración del Santísimo Sacramento. Añade que si no adoramos lo que recibimos, perdemos de vista el valor y la apreciación de lo que consumimos.


En otras palabras, la Eucaristía no es una cosa sino una persona. Si no nos hacemos tiempo para mantener una relación personal con Jesús en el Santísimo Sacramento, perdemos de vista la amorosa persona de Jesús en el Santísimo Sacramento y la Sagrada Eucaristía perderá su valor ante nuestros ojos.


Santo Tomás pasaba hora tras hora en profunda adoración del Santísimo Sacramento. Por su amor al Santísimo Sacramento se le llama el Doctor Angélico
Su amor por Jesús en la Eucaristía fue lo que le inspiró a componer los himnos para la Bendición como Tantum Ergo Sacramentum, “Tan grande sacramento veneremos…”


El tema de estos himnos es la capacidad de nuestra fe de ir más allá de los sentidos y comprender la realidad de la presencia de Dios en el Santísimo Sacramento.
En Santo Tomás estudié filosofía y teología. Por eso lo considero uno de mis santos patronos.


Recemos, querido Tomás, para que cada sacerdote sienta tanto amor por la Sagrada Eucaristía como Santo Tomás de Aquino. Que todo sacerdote pueda emocionarse tanto ante el Santísimo Sacramento, Jesús en persona con nosotros, como mi amigo de Texas estuvo cuando conoció a Ben Hogan. Podríamos convertir el mundo entero al catolicismo si estalláramos de entusiasmo, diciéndoles a todos que ¡Jesús está realmente aquí en persona!
Fraternalmente tuyo en su Amor Eucarístico, Mons. Pepe.

GESU' MARIA AMORE
VENITE INSIEME NEL MIO CUORE!

martedì 5 marzo 2013

Il racconto dell'apparizione : Segreti e messaggi di N. S. de la Salette



Il racconto dell'apparizione 


Nostra Signora della Salette.
Il 19 settembre 1846, circa alle tre del pomeriggio, su una montagna vicina al villaggio di La Salette-Fallavaux, due ragazzi, una pastorella di quindici anni di nome Mélanie Calvat e un giovane pastore di undici anni di nome Maximin Giraud, stanno pascolando le mucche.
Secondo il loro racconto l'apparizione si compone di tre momenti. Nel primo momento appare in una luce risplendente una bella Signora, vestita in una foggia straniera. La Signora sta seduta su una roccia, in lacrime, con la testa fra le mani. Questo sarebbe avvenuto nel luogo chiamato ravin de la Sezia.
In un secondo momento la Signora si alza e, parlando ai due ragazzi sia in francese che in patois, avrebbe loro affidato un messaggio diretto all'intera umanità e quindi da diffondere universalmente. Dopo essersi lamentata per le empietà e i peccati degli uomini, che comportano l'eterno allontanamento da Dio e quindi l'inferno se avessero perseverato nel male, la Signora annuncia la Divina Misericordia per chi si converte. Successivamente comunica a ciascuno dei due fanciulli un segreto, prima di scomparire nel cielo, al di sopra del Mont-sous-les-Baisses (terzo momento dell'apparizione).

La notizia dell'apparizione

I due ragazzi raccontarono l'accaduto prima ai loro padroni, i pastori Baptiste Pra e Pierre Selme.
Maximin Giraud fu interrogato dal sindaco del paese Pierre Peytard il 21 settembre 1846.
I due pastori, impressionati dall'evento, raccontarono il fatto al parroco Louis Perrin, che ne parlò nella sua predica e informò a sua volta l'arciprete di Corps, Pierre Mélin. Fu Pierre Mélin ad informare per la prima volta il vescovo di Grenoble Philibert de Bruillard il 4 ottobre.
La notizia dell'apparizione si diffuse rapidamente. Jean-Maximin Giraud, il padre di Maximin, che non era affatto credente, si convertì l'8 novembre. Il primo pellegrinaggio ebbe luogo il 24 novembre, guidato dai due bambini veggenti. Il 31 maggio 1847 al pellegrinaggio in cui è piantata la croce sulla montagna partecipano 5.000 fedeli.
Nell'ottobre del 1846 i due veggenti sono interrogati dal sacerdote diocesano Mathieu Cat. Nel febbraio dell'anno successivo sono nuovamente interrogati da François Lagier, un sacerdote che conosceva perfettamente il patois locale. Il 16 aprile 1847 vengono ancora interrogati da un giudice di pace di Grenoble, Fréderic-Joseph Long. In questa data si registra la prima guarigione miracolosa a suor Claire Peirron, ad Avignone. I bambini vengono interrogati ancora da un sacerdote, Pierre Lambert il 29 maggio. Il 22 luglio Clément Villecourt, allora vescovo di La Rochelle, compie un pellegrinaggio personale a La Salette e interroga Maximin e Mélanie. Il 15 agosto un'altra guarigione miracolosa è dichiarata da Mélanie Gamon, a Corps.
Il 19 settembre, primo anniversario dell'apparizione, ha luogo un pellegrinaggio di 50.000 fedeli.

Il messaggio 

Si riporta di seguito un estratto del messaggio che la Vergine avrebbe comunicato ai due pastorelli:
"Se il popolo non si sottomette, sarò costretta a lasciare libero il braccio di mio Figlio,esso è così forte e così pesante che non posso più sostenerlo [...] da quanto tempo soffro per voi! Poiché ho ricevuto la missione di pregare continuamente mio Figlio,voglio che non vi abbandoni, ma voi non ci fate caso. Per quanto pregherete e farete, mai potrete compensare la pena che mi sono presa per voi [...] "Vi ho dato sei giorni per lavorare, mi sono riservato il settimo e voi non lo volete riconoscere" : è questo che appesantisce tanto il braccio di mio Figlio [...]se il raccolto si guasta è colpa vostra. Ve lo mostrai l'anno scorso con le patate, ma voi non l'avete considerato. Anzi, quando ne trovavate di guaste, bestemmiavate il nome di mio Figlio. Continueranno a marcire e quest'anno, a Natale, non ce ne saranno più. Sopraggiungerà una grande carestia. Prima di essa, i bambini al di sotto dei sette anni saranno colpiti da tremito e morranno...Se questa gente si convertirà, allora, le pietre e le rocce si muteranno in mucchi di grano e le patate nasceranno da sole nei campi. Dite la vostra preghiera, figli miei? Bisogna dirla bene, mattino e sera [...] d'estate a Messa vanno solo alcune donne anziane. Gli altri lavorano di domenica, tutta l'estate. D'inverno, quando non sanno che cosa fare, vanno a Messa solo per burlarsi della religione...".[1]
Osservano padre Livio Fanzaga e Saverio Gaeta: "Queste profezie si sono di fatto concretizzate. In particolare, in quel tempo giunse in Francia dal Nord America la fino ad allora sconosciuta epidemia crittogamica, che effettivamente fu un flagello per le vigne; e anche la mortalità infantile afflisse il circondario di La Salette. Così gli uomini poterono rendersi conto di quanto il proprio comportamento nei riguardi di Dio e delle cose divine fosse direttamente collegato con gli sviluppi delle cose terrene.".[2]

I segreti 

La Madonna avrebbe rivelato a ciascuno dei due fanciulli un segreto diverso. Questi li scrissero a papa Pio IX il 2 luglio 1851; il segreto che sarebbe stato rivelato a Mélanie fu reso pubblico solo nel 1879.
Nota Bene: Dalla consegna del manoscritto originale nelle mani di Pio IX, nel 1851, ad oggi, circolano versioni differenti del "segreto". Alcune versioni hanno sfumature velatamente antisemite, altre tessono lodi con un'enfasi sospetta verso il pontefice che ha avuto modo di detenere il manoscritto. Vi sono insomma, diversi studiosi che avanzano dubbi sull'autenticità delle versioni in circolazione, o quanto meno sospettano tagli o aggiunte a scopi di censura o strumentalizzazione politico-sociale del messaggio originale. Solo l'esposizione al pubblico del testo originale olografo, convalidato da esperti super partes, potrebbe finalmente dirimere la questione e spegnere le polemiche che accompagnano il contenuto di questa presunta rivelazione.


Si espone una versione del TESTO INTEGRALE 
(oggetto di censura da parte della Santa Sede, nei passaggi in cui la Madonna avrebbe usato parole molto severe contro l'avidità di una parte del clero):


"Melania, quello che adesso ti rivelerò non dovrà restare per sempre un segreto, nel 1858 (l'anno delle apparizioni della Madre di Dio a Lourdes) potrai renderlo noto. 

I preti che sono i servi di mio Figlio, proprio loro con la vita dissipata e la cupidigia di denaro, renderanno possibile la manifestazione dell'ira dell'Onnipotente. Gli uomini consacrati e i preti rimettono mio Figlio di nuovo sulla croce. 

A causa del comportamento degli abitanti della Terra sarà chiamata l'ira del Padre del Cielo. 

I capi di stato e dei popoli hanno dimenticato la preghiera e la penitenza, il demonio sarà richiamato da queste stelle divenute oscure e piene di errori. 
L'umanità si trova alla vigilia di tristi avvenimenti e dei castighi più pesanti.

La Chiesa vivrà una crisi molto profonda. Sarà il tempo delle tenebre. La sacra fede in Dio cadrà nella dimenticanza, l'uomo senza Dio perderà l'amore per tutte le cose e ognuno vorrà essere capo di tutti gli altri. Ne seguirà una crisi senza fine con violenze e arroganze di ogni tipo. Si avvicina questo tempo in cui si vedrà solo trionfare l'impero della sopraffazione e degli assassini, dell'odio e della menzogna, ognuno cercherà solo il proprio egoistico profitto. Non ci sarà più amore per la famiglia e la patria. 

Il Santo Padre soffrirà molto. Ma io sarò accanto a lui e accoglierò i suoi sacrifici. Il trionfo del male non sarà assicurato per sempre (Melania infatti pronuncia a Lecce queste parole: "Non regnerà a lungo"). 

I governi temporali avranno tutti lo stesso fine, quello di abbattere le basi religiose dei popoli e disperderle, per fondare il materialismo, lo spiritismo e l'ateismo. 

Francia, Italia, Spagna e Inghilterra entreranno in guerra. I Francesi lotteranno contro i Francesi e gli Italiani contro gli Italiani. Ci sarà una grande guerra. Dio non sarà più onorato in Italia e in Francia, il Vangelo sarà completamente dimenticato. 

Il maligno entrerà in ogni casa. Molte grandi città saranno bruciate e quasi distrutte, altre inghiottite dai terremoti. Tutti crederanno che sia giunta la fine. I giusti avranno molto a soffrire, ma le loro preghiere e i sacrifici espiatori saliranno diritti al cielo; costoro imploreranno la mia misericordia e il mio aiuto sarà loro accordato. Poi la misericordia di mio Figlio comanderà gli Angeli di distruggere il nemico del mondo.

Improvvisamente tutti i nemici della Chiesa di Gesù Cristo scompariranno e la Terra diventerà come un deserto. 

Dopo inizierà lentamente una nuova era in cui gli uomini della Terra si porranno al vero servizio di Cristo. La pace, l'armonia tra gli uomini e Dio e l'amore per il prossimo prenderà il sopravvento su tutto. I nuovi governanti diventeranno il braccio destro della Santa Chiesa, che sarà divenuta davvero portatrice delle virtù di Gesù Cristo. Il Vangelo sarà predicato ovunque e gli uomini faranno grandi passi verso la vera fede, poiché ci sarà unità tra i fedeli di Cristo e gli uomini vivranno dei frutti di Dio. Questa pace e concordia tra gli uomini non durerà però a lungo, ci si dimenticherà che i peccati del mondo sono l'origine di tutte le punizioni che ricadono sulla Terra. 

Un precursore dell'anticristo farà la sua comparsa e vorrà essere visto come il nuovo Dio. Le stagioni cambieranno, l'atmosfera anche; l'acqua e il fuoco provocheranno terribili terremoti e grandi distruzioni, montagne e città cadranno. Le stelle e la luna non avranno più la forza di risplendere. Roma perderà la fede e diventerà la sede dell'anticristo. I demoni dell'aria produrranno fenomeni prodigiosi nell'aria e sulla Terra. Gli uomini diventeranno sempre peggiori. Ma Dio si occuperà sempre dei suoi più fedeli servitori e degli uomini di buona volontà. Il Vangelo sarà predicato ovunque; tutti i popoli e tutte le nazioni conosceranno la verità di Dio. Allora potrò chiamare gli apostoli degli ultimi tempi, i fedeli discepoli di Gesù Cristo, coloro che hanno condotto una vita di umiltà e coraggiose privazioni, in contemplazione e silenzio, in preghiera ed espiazione, in unione con Dio e le cose divine. Potrò chiamare costoro che hanno vissuto immersi nella sofferenza e celati dal mondo. Giungerà il tempo in cui essi dovranno mostrarsi per riempire il mondo di luce. Allora io dirò loro: "Andate e mostratevi figli miei! Io sarò con voi e in voi, Lottate figli della luce per la gloria di Dio e di Gesù Cristo". "Il Salvatore del mondo", come si farà chiamare il principe delle tenebre, emergerà dall'abisso apertosi nella terra. Egli si vorrà innalzare superbo nell'aria e protendersi verso il cielo. Ma conoscerà l'alito dell'Arcangelo Michele e ne verrà soffocato. Ricadrà sulla Terra e verrà risucchiato per sempre nell’eterno abisso dell'inferno con i suoi accoliti. Poi acqua e fuoco purificheranno la Terra e tutto sarà rinnovato. Solo allora Dio sarà servito e onorato". [3]

GESU' MARIA AMORE
VENITE INSIEME NEL MIO CUORE!

LASCIATE CHE I BAMBINI VENGANO A ME!



ECCO come i bambini del 1840 circa 
avevano desiderio ardente di ricevere Gesù.
OGGI nonostante il Codice parli di età di ragione
li si fa aspettare fino a 10/11 anni o più!



Maria (Baouardy) aveva otto anni. Da più di un anno, si confessava tutte le settimane ma la sua felicità non era completa: Desiderava l'Eucarestia e non cessava di attendere l'ora benedetta in cui avrebbe ricevuto il suo Gesù. Provando una santa invidia per le anime che andavano a ricevere il buon Dio, le seguiva con gli occhi e con il cuo­re e diceva con tristezza: «Quando ti incontrerò, o mio Gesù? Quando potrò intro­durti nel mio cuore? Ah! non ho che otto anni e non ci si comunica per la prima volta che a dodici anni. Quattro anni di attesa! sono troppi! Affretta, affretta que­st'ora, Gesù! Scendi presto nella mia anima».

Ogni sabato, dopo la confessione, domandava al sacerdote la grazia della co­munione, e ogni volta questi le rispondeva invariabilmente: Lo permetto, mia pic­cola bambina, ma un po' più tardi. Questa risposta non la soddisfaceva molto, ma le lasciava una speranza. Egli ha detto che sarà un po' più tardi, si ripeteva, forse sarà sabato prossimo. 

Durante una settimana in cui aveva più speranza di essere esaudita, si preparò a questo grande atto con doppio fervore. Separata il più possi­bile dai suoi cugini, si dedicò alla preghiera e al digiuno; tutta la notte del venerdì la consacrò all'orazione. Meglio vestita del solito, si recò in chiesa, l'indomani mattina, per confessarsi; come sempre, rifece la sua richiesta per la comunione, mentre il cuore le batteva molto forte, il sacerdote le disse: Lo permetto e dimen­ticò di aggiungere: ma un po' più tardi. Venuto il momento dalla gioia corse alla sa­cra Mensa, e, senza essere vista dalla sua domestica negra, prostrata, ricevette il suo Gesù sotto forma di un bambino. Solo gli angeli potrebbero spiegarci il primo ab­braccio del Salvatore e di quest'anima. 

Maria era molto felice, ma occorreva che quella felicità potesse continuare. Il sabato seguente, domandò al suo confessore di potersi ancora comunicare. Il sacerdote, stupito, le disse in tono severo: L'hai già fatto? «Sì, Padre mio», rispose la candida bambina. E chi te lo ha permesso? «Lo ha fatto lei stesso, Padre mio, sabato scorso. Le ho chiesto questa grazia, co­me al solito, e lei mi ha risposto: Lo permetto, mia bambina, senza aggiungere co­me le altre volte: Ma un po' più tardi. Io, dunque, ho creduto che me lo permettes­se. Per favore, Padre mio, ora che ho ricevuto e gustato Gesù, non me ne privi più, mi lasci comunicare». 

Commosso da un simile linguaggio da parte di una bambina così favorita da Dio, il sacerdote le concesse la comunione ogni sabato, raccomandandole tuttavia di non rivelarlo a nessuno, neanche ai suoi parenti, che avrebbero potuto scandalizzarsi. Lei custodì fedelmente il suo segreto. Quando il tempo ordi­nario della prima comunione arrivò, Maria si lasciò festeggiare come gli altri bam­bini della sua età.

GESU' MARIA AMORE
VENITE INSIEME NEL MIO CUORE!

La storia delle indulgenze


Potrà servire a chiarire alcuni equivoci e liberarci da false opinioni 
La storia delle indulgenze 
può essere divisa in quattro periodi.

Nel primo, che va dall’età apostolica all’VIII sec., le indulgenze sono uno sconto della pena canonica prevista per ottenere l’assoluzione dei peccati e vengono concesse attraverso le suppliche dei martiri. Questi, in punto di morte trasmettevano degli scritti chiamati supplices belli Martyrum ai vescovi affinché venga rimessa la pena canonica di questo o quel penitente. L’indulgenza, in questa fase, poteva essere concessa a singole persone in virtù del sacrificio del martire.
In questo periodo il sacramento della confessione, per come veniva celebrato nei primissimi tempi della storia cristiana, rappresentava sotto certi aspetti un secondo battesimo. La differenza stava nel fatto che, mentre il battesimo rimetteva tutti i peccati e la pena subito e in modo completo, la confessione prevedeva un lungo e penoso cammino di penitenza pubblica, la quale doveva essere scontata prima dell’assoluzione dei peccati.
Con la modifica di questo cammino alcuni cristiani, nonostante avessero rinnegato la fede durante le persecuzioni e fossero stati sottoposti dal vescovo a severissime penitenze, si rivolsero ai confessori che, in prigione, attendevano il martirio. Ottenevano un biglietto di raccomandazione per il vescovo, chiamato libellum pacis, il quale induceva il vescovo stesso, per riguardo verso i martiri, ad abbreviare o condonare la penitenza.
Alcuni vescovi mitigavano la penitenza indipendentemente dai libellum pacis dei martiri. Nel 375 a Milano, molti seguaci dell’eresia Ariana si convertirono alla vera fede e furono sottoposti a lunga penitenza, ma il vescovo Ambrogio li dispensò quasi subito. Disse che non voleva una comunità composta per lo più da penitenti pubblici (Ambrogio, De poenitentia, PL, 16, coll. 531, 537. ).
Nel secondo periodo, che va dall’VIII sec. al XIV sec., si introduce l’usanza di dare l’indulgenza scambiando la pena canonica per i peccati confessati, di solito piuttosto gravosa, in un’opera più leggera. Ci sono indulgenze per le stazioni quaresimali, per le Crociate e per i pellegrinaggi. Nel 1300, con il primo Giubileo indetto da papa Bonifacio VIII, viene offerta l’indulgenza ai pellegrini che si recheranno a Roma e visiteranno le Basiliche.
Tra il VII e l’VIII sec. la penitenza pubblica scompare e le succede la penitenza privata e nascosta, decisa dal confessore. Questa deve essere eseguita dopo e non prima (come nella penitenza pubblica) aver ricevuto l’assoluzione dei peccati commessi.
"Papi e vescovi, fuori di confessione continuano a commutare queste penitenze in altre meno pesanti oppure più pesanti, ma meno lunghe. Si tratta, di solito, di preghiere, di elemosine ai poveri, di pellegrinaggi e anche di azioni un po’ strane per noi, come il dormire sulle ortiche o con un morto sullo stesso sepolcro" (Albino Luciani, Ritiro predicato alle Superiore religiose del Patriarcato di Venezia, maggio 1973). L’indulgenza propriamente detta appare nel secolo XI, quando Papi e vescovi non si limitano più a commutare penitenze già fissate, ma rimettono una parte della pena temporale indistintamente a tutti coloro che compivano una determinata azione; condizioni preliminari erano tuttavia, come sempre, il pentimento e la confessione dei peccati. A partire da questo periodo, l’indulgenza viene accordata come incoraggiamento e premio di un’opera di pietà (anche piccola), come la visita di una chiesa appena consacrata, un’elemosina ai poveri o a un monastero. Un’importanza particolare hanno in quest’epoca e nei secoli successivi le indulgenze della Crociata, concesse a chi andava a combattere contro i mori in Spagna, i saraceni in Sicilia e i turchi in Palestina. I Papi accordano la remissione non parziale ma totale della penitenza dovuta per i peccati.
A partire dal XII sec. le concessioni delle indulgenze aumentarono considerevolmente. Non è da escludere che talvolta qualcuna possa essere stata suggerita da finalità meno buone, dato che il penitente suggerito dall’indulgenza era solito fare un’offerta volontaria in denaro. Si noti però che "i rescritti di esse, anteriori al sinodo Lateranense, raramente accennano ad obblighi di elemosine; né le cronache di quell’epoca registrano abusi di tal genere" (Righetti, op. cit. , vol. IV, pag. 219).Un’indulgenza plenaria analoga a quelle delle Crociate viene concessa nel 1300 da Bonifacio VIII a quanti, contriti e confessati, abbiano vistato le Basiliche di San Pietro e San Paolo (per 30 giorni se romano, per 15 giorni se pellegrini). Il Papa stabilisce anche che quest’indulgenza plenaria generale possa essere lucrata ad ogni fine secolo. Questa grande indulgenza riscosse moltissimi consensi da parte di tutti i fedeli cristiani. Successivamente papa Clemente VI nel 1343 fissò il Giubileo ogni 50 anni; Urbano VI nel 1378 ogni 33 anni, per commemorare gli anni di
Gesù Cristo, e Paolo III nel 1475 ogni 25 anni. Gregorio XIII nel 1575, al termine del Giubileo romano, estese per la prima volta alla Chiesa universale il perdono, per la durata di sei mesi, in favore di chi non aveva potuto recarsi a Roma. Nel 1925 Pio XI ampliò questo beneficio a un anno intero, concedendolo anche a chi aveva lucrato le indulgenze giubilari a Roma.
Nel terzo periodo, che va dal XIV al XVI sec., l’uso di concedere l’indulgenza si diffonde. Si introduce la possibilità di ottenerle con offerte in denaro, definiteoblationes, che servono a sovvenzionare opere di apostolato.
Il popolo cominciò però a pensare che l’indulgenza non liberasse solo dalla pena temporale, ma anche dalla colpa, e che dunque bastasse lucrarla per ottenere anche la remissione dei peccati. Questa errata convinzione contribuì a moltiplicare gli abusi arrivando a ridurre l’elargizione delle indulgenze a un’operazione finanziaria. Questi abusi diedero a Martin Lutero il pretesto per la sua ribellione contro la Santa Sede. Con il Concilio di Trento (1545 – 1563) si correggeranno gli abusi stabilendo che il tesoro delle indulgenze sia offerto ai fedeli piamente, santamente e integralmente, "affinché tutti possano veramente comprendere che teli tesori celesti della Chiesa vengono dispensati non per trarne guadagno ma per devozione" ("ut tandem caeleste hos Eccesiae thesaurum non ad questum, sed ad pietatem exerceri omnes vere intelligant" Conc. Trid. Sess. XXI, De reform., 9).
Il desiderio di avere delle indulgenze e l’ambizione di poterne offrire di più delle altre chiese, indusse persone ignoranti o di poca coscienza ad inventare scritti vescovili o papali con i quali venivano concesse. Gli abusi che vengono rinfacciati contro l’uso cattolico delle indulgenze in quel periodo storico riguardano due elementi: l’idea (errata) che la remissione delle pena temporale sciogliesse anche dalla colpa sostituendo la confessione sacramentale, e le collette di denaro applicate alle indulgenze. La Chiesa ribadì sempre la distinzione tra remissione della pena temporale tramite l’indulgenza e la previa e necessaria confessione sacramentale (Paulus, Geschichte des Ablasses, II, 137). Nel 1450, al Concilio di Magdeburgo, il Legato pontificio, cardinale Nicolò de Cusa, condannò espressamente coloro che predicavano che l’indulgenza esentava il fedele dalla confessione.
Per quanto riguarda l’altro abuso, quello delle collette in denaro, esso fu legato alle bramosie di principi, re, e vescovi, i quali pretesero il diritto di prelevare quote notevoli dalle somme raccolte dai quaestores, coloro che erano incaricati di notificare le indulgenze e di raccogliere le elemosine, visto che erano state racimolate nei loro territori. Il sacerdote invitava i fedeli all’acquisto dell’indulgenza, il quaestor riscuoteva il denaro pretendendo a volte offerte esagerate anche da coloro che ne erano esentati e spesso enunciava falsi principi. Contro tutto ciò si levò non solo la protesta di Martin Lutero, ma anche e soprattutto la denuncia di tante persone sante e autorevoli. Nel Concilio di Trento per mettere fine a questi disordini furono proibite le questue e aboliti i quaestores di indulgenze. La pubblicazione di queste ultime era riservata al vescovo e i due membri del Capitolo, da lui incaricati di ricevere le offerte spontanee dei fedeli, non potevano prelevare nessuna quota, anche minima, per loro.
Il doveroso, se pur breve ricordo dei periodi in cui fiorirono commerci illeciti e abusi – dovuti alla errata applicazione delle indulgenze – non deve farci dimenticare che dalle offerte indulgenziali ricevettero aiuto e sussistenza opere di pubblica utilità come ospedali, ricoveri, scuole, ospizi di pellegrini; grazie a queste collette furono costruiti anche argini, ponti e strade.
Nel quarto periodo, che va dal XVI sec. ai nostri giorni, i Papi hanno regolato la concessione delle indulgenze, stabilendone il numero e l’autenticità. L’ultima riforma è di Paolo VI, che ha semplificato le indulgenze abolendo, per quelle parziali, la determinazione temporale.
Passata l’epoca degli abusi nelle indulgenze ritorna essenziale l’aspetto del pentimento e della conversione del fedele. Oggi la Chiesa precisa che non esiste automatismo alcuno che permetta di ottenere l’indulgenza senza una vera conversione, un sincero distacco dal peccato e un vero pentimento dei peccati commessi e confessati. "Il perdono concesso gratuitamente da Dio, implica come conseguenza un reale cambiamento di vita, una progressiva eliminazione del male interiore, un rinnovamento della propria esistenza" ( Giovanni Paolo II,Incarnationis mysterium, 1998). L’indulgenza plenaria "esige il totale ripudio di ogni affetto al peccato, anche semplicemente veniale: è quindi incitamento ad impegnarsi nel modo migliore per fuggire il peccato. Essa esige inoltre l’uso fruttuoso della Penitenza e della Santissima Eucarestia" ( Luigi De Magistris, " Il dono dell’indulgenza", in "L’Osservatore Romano", 24 febbraio 1999)
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AVE MARIA!

Cose sublimi. B. Maria Baouardy



Nel momento di queste visite soprannaturali, la novizia diceva cose sublimi: «la santa Vergine ...  mi ha insegnato che l'obbedienza ci preserva sempre da ogni male e da ogni trappola di Satana. Per guadagnarsi il regno dei cie­li, in religione sono necessarie tre cose

la prima, è l'obbedienza, attraverso essa, noi rimaniamo sempre nella retta via. 

La seconda, è l'umiltà. Con un atto di obbe­dienza, noi acquistiamo l'umiltà per un mese; attraverso un atto di disobbedienza, noi perdiamo l'umiltà per un anno. Senza l'umiltà, noi siamo ciechi, nelle tenebre; invece, con l'umiltà, l'anima marcia nella notte come di giorno: l'umiltà è la nostra luce. 

La terza, è la carità».

Una sorella le domandò: E la penitenza? Rispose: «È il demonio che talvolta la ispira, allo scopo di fare in seguito mancare alla Regola. Quando chiediamo un permesso, la prima parola della Priora è da Dio. Se noi fac­ciamo un'osservazione, la seconda parola è del nostro io, e se noi insistiamo, la ter­za parola, è del demonio».

Il Signore le mostrò, un giorno, come la sua collera stava per scoppiare. La gio­vane suora gridò: «Signore, risparmia gli uomini. Mettimi nel fuoco, ma lascia cade­re il fulmine dalle tue mani. Gli uomini non comprendono il male che fanno, sono ciechi». 

E aggiungeva: «La parola di Dio fa tremare il cielo e la terra. Gesù diceva: non sono io che scelgo l'inferno per voi; voi stessi fate questa scelta. Non un'anima si perde senza che io le abbia parlato mille volte nel cuore. Io sono venuto sulla ter­ra, mi sono rivestito della vostra natura, mi sono fatto fanciullo, obbediente, povero, umiliato. Ho tutto sofferto per voi. Non sono io che vi ho perduti, siete voi stessi che vi siete perduti». Ed ella ripeteva: «Signore, salva il mondo, non amare me sola, get­tami nel fuoco per salvare gli uomini», e piangeva e singhiozzava.


IMMACOLATO CUORE DI MARIA
SEI LUCE E VIA
AI TUOI FIGLI QUAGGIU!