domenica 13 gennaio 2013

BAUTISMO DE JESÚS EN EL JORDÁN




 BAUTISMO DE JESÚS EN EL JORDÁN






EL VALLE DEL JORDÁN

Veo una llanura en donde no hay casas, solo vegetación. No hay campos cultivados, las pocas plantas en grupo que aparecen aquí y allá como mechones o como si formasen una familia, se encuentran donde el sol es menos ardiente. Haga Ud. de cuenta que este terreno seco y sin cultivo está a mi derecha, teniendo el norte a mi espalda, y se prolonga hacia el sur, respecto a mí.
Por el contrario a mi izquierda veo un río de bajas riberas, que lentamente corre también de norte a sur y tan lentamente corre que creo que no debe de haber desniveles en su lecho y que en tal forma es plana que forma una depresión. Hay apenas un deslizamiento de aguas que hace que el río no quede en la llanura. El agua no es profunda. Veo el cauce, no creo que tenga más de un metro; o tal vez al máximo metro y medio. Es ancho como el Arno cuando se dirige hacia S. Miniato-Empoli: algo así como unos 20 metros de anchura. Yo no soy muy buena calculadora. El río es de un azul ligeramente verde y alegra la vista cansada del terreno lleno de piedras y arenoso que se extiende ante ella.
Aquella voz íntima, de la que le he hablado a usted que oigo y que me ordena lo que debo anotar y saber, me dice que estoy viendo el valle del Jordán. Digo valle, porque se llama así el lugar donde corre el río, pero ciertamente no debería llevar tal nombre, porque un valle tiene siempre montes, y yo aquí no veo ninguno. Pero en fin estoy cerca del Jordán y el lugar árido que veo a mi derecha es el desierto de Judá.
Si damos el nombre de desierto a un lugar en donde no hay casa o trabajo de hombre, estamos en lo justo; pero no lo es según el concepto que tenemos de desierto. No hay ondulaciones de arena, como nos imaginamos que tiene un desierto. Es la tierra desnuda, cubierta de tierra y carroña como se ven los terrenos por donde va pasando un camino. En la lejanía hay colinas.
Junto al Jordán existe una gran tranquilidad, un algo muy especial y raro, como lo que suele llamar la atención en las riberas del Trasimeno. Es un sitio que parece acordarse de ángeles que volaron sobre de él y de voces celestiales. No puedo explicar exactamente lo que experimento. Pero siento que me encuentro en un lugar que habla al espíritu

LA ESCENA SE LLENA DE GENTE A LO LARGO
DE LA RIBERA DEL JORDÁN

Mientras estoy contemplando esto, veo que la escena se llena de gente a lo largo de la ribera en el Jordán. Hay muchos hombres vestidos de diversas maneras. Algunos parecen de la campiña, otros ricos y no faltan algunos que parecen fariseos por el vestido adornado de franjas y de tiras.

DE PIE, SOBRE UN PEÑASCO, HAY UN HOMBRE,
ES JUAN EL BAUTISTA

En medio de ellos, de pié sobre un peñasco, hay un hombre que, aunque es la primera vez que lo veo, al punto reconozco en él al Bautista. Habla a las multitudes y le aseguro que no es un sermón dulce. Si Jesús llamó a Santiago y a Juan "Hijos del Trueno"... ¿Qué nombre podría  dar a este vehemente orador?... Juan Bautista merece el nombre de rayo, avalancha, terremoto; es tan impetuoso y duro en el hablar y en el gesticular.

ESTÁ HABLANDO DEL MESÍAS

Está hablando del Mesías y exhortando a preparar los corazones para su venida para que extirpen de ellos todos los obstáculos y enderecen los caminos. Pero es un hablar duro, férreo. Al Precursor le falta la mano ligera de Jesús en las llagas de los corazones. Es un médico que desnuda, que rasga y corta sin piedad.

VEO A MI JESÚS

Mientras lo escucho... veo una vereda larga, que está al borde de la hilera de arbustos que la sombrean a lo largo del Jordán, ahí veo a mí Jesús. Este camino agreste, más bien vericueto que camino, parece que durante años y siglos lo hubieran recorrido para buscar un sitio en donde fuera posible vadear el río, precisamente por ser la parte menos profunda. El sendero continúa a la otra parte del río y se pierde entre el verdor de la ribera opuesta.

JESÚS VIENE SOLO

Jesús viene solo. Camina despacio, avanza a espaldas de Juan. Se acerca sin hacer ruido y escucha la voz fulmínea del Penitente del desierto, como si también Él fuese uno de tantos que se llegase a Juan para recibir el bautismo y prepararse para la venida del Mesías. En Jesús no hay nada que lo distinga de los demás. Parece uno del pueblo por el vestir, aunque señor por el porte y belleza, pero ninguna señal divina lo diferencia de los demás.

PODRÍA DECIRSE QUE JUAN SIENTE UNA EMANACIÓN
ESPIRITUAL DEL TODO DIVERSA

Podría decirse que Juan siente una emanación espiritual del todo diversa. Se vuelve y reconoce al punto al que es fuente de aquella emanación. Al punto desciende del peñasco que le servía de púlpito y veloz se dirige a Jesús, que se ha parado como a un metro de distancia del grupo apoyándose en el tronco de un árbol. Jesús y Juan se miran por un momento. Jesús con su mirada azul, que es tan dulce. Juan con sus negrísimos ojos de mirar severo, llenos de fulgor. Los dos, vistos de cerca son diferentes el uno del otro. Ambos de estatura elevada -es lo único en que se parecen- son completamente diferentes entre sí.

DESCRIPCIÓN DE JESÚS Y DE JUAN

Jesús es rubio, de larga y bien peinada cabellera. Su rostro tiene el color del marfil, ojos azules, vestido sencillo pero majestuoso. Juan es hirsuto, los cabellos negros le caen sueltos por la espalda,desiguales de tamaño. La poca barba le cubre casi todo el rostro que sin embargo no impide ver en las mejillas las oquedades que el ayuno ha dejado. Los ojos vivaces de Juan son negros y su piel está quemada por el sol, la intemperie y por la abundancia del pelaje que la cubre. Su vestido consiste en una piel de camello que lo deja casi semidesnudo, sostenida con un cinturón de cuero, le cubre el dorso bajando apenas hasta los flancos descarnados y dejando al descubierto el costado derecho, cuya piel está tostada por el viento. Parecen un salvaje y un ángel vistos de cerca.

JUAN GRITA: HE AQUÍ EL CORDERO DE DIOS.

Juan, después de haberlo mirado atentamente con su penetrante pupila grita: "He aquí al Cordero de Dios. ¿Cómo es posible que venga a mí, El que es mi Señor?" Jesús tranquilamente le responde: "Para cumplir con el rito de penitencia".
"Jamás, Señor mío. Soy yo quien debo de venir a Ti para ser santificado, y eres Tú el que vienes a mí". Jesús, que le pone la mano sobre la cabeza, pues Juan se ha inclinado ante Él, le dice: "Deja que se haga como Yo quiero, para que se cumpla toda justicia y tu rito se convierta en el principio de otro misterio mucho más alto y se avise a los hombres que la víctima está ya en el mundo".

JUAN LO MIRA CON UNOS OJOS QUE UNA LÁGRIMA
ABLANDECE

Juan lo mira con unos ojos que una lágrima ablandece y lo precede hacia la ribera, donde Jesús se quita el manto y la túnica, quedándose con una especie de calzoncillos cortos, para poder entrar en el agua en donde está ya Juan, que lo bautiza echando sobre Él, agua del río, que toma con una especie de tazón que lleva colgado a la cintura y que parece como una concha o la mitad de una calabaza seca y vacía.

JUAN LE RECONOCIÓ POR LA SEÑAL QUE
EL ESPÍRITU DE DIOS LE HABÍA DADO.

Jesús es exactamente el Cordero. Cordero en la pureza de su carne, en la modestia de su trato, en la mansedumbre de su mirar. Mientras Jesús torna a subir a la ribera, se viste y se recoge en oración. Juan lo señala a las turbas, a las que les dice que lo reconoció por la señal que el Espíritu de Dios le había dado, señal que era prueba infalible del Redentor.
Mas yo estoy entretenida en ver solo a Jesús que ora, y no me quedo con otra cosa que con esta figura de luz, recalcada sobre el verdor de la ribera.
I. 271-274
A. M. D. G.

AVE MARIA, VIRGO POTENS!

domenica 6 gennaio 2013

Entra e riposati e godi delle gioie del Signore


«Nostro Signore era davanti a me. lo lo vedevo, volevo andare verso di Lui e non lo potevo. Gesù mi sembrava tenero come il fiore dei campi, che appassisce non ap­pena lo si tocchi. Facevo un passo verso di Lui, e mi fermavo; non avevo quasi le gambe; sembrava che rientrassero nel mio corpo come delle sbarre di ferro: esse non potevano reggermi. Mi è sembrato tuttavia di essere andata un poco avanti e ho det­to: Signore, sono avanzata un po' verso di te; tu sei davanti a me, i miei occhi ti ve­dono, le mie orecchie ti sentono, dammi un po' di forza per arrivare fino a te. Nello stesso tempo, ho invocato lo Spirito Santo per ottenere la forza. Mi sembrava sem­pre che Gesù non fosse lontano da me. Guardavo qualche volta dietro di me, e ogni volta che guardavo così, provocavo delle piaghe nel corpo di Gesù. Ed ho chiesto: Che cosa è tutto questo? Subito qualcuno mi ha preso e mi ha detto: Guarda davanti a te. Ho guardato e mi è sembrato di vedere un giardino dove erano fiori, alberi e frutti. Davanti alla porta del giardino era acceso un grande fuoco. Per entrare nel giardino, bisognava attraversare questo fuoco. Contemporaneamente, ho visto due persone davanti al giardino. Una camminava con fierezza, la testa alzata; l'altra ave­va la testa abbassata e sembrava curva. La prima è entrata senza timore, con la testa sempre alzata. Tuttavia è penetrata nel giardino ed ha colto dei fiori e dei frutti in quantità. In seguito è ritornata alla porta ed ha attraversato di nuovo le fiamme per uscire; ma i suoi vestiti sono stati interamente bruciati, così come tutto ciò che por­tava. Era completamente nuda. Anche la seconda persona è entrata; per attraversare il fuoco, si è molto abbassata e il fuoco non ha preso i suoi vestiti. Una volta nel giar­dino, ella l'ha percorso, ha colto molti fiori, molta frutta di ogni specie, ed è torna­ta alla porta del giardino carica di fiori e di frutti; per attraversare le fiamme alla sua uscita, si è abbassata ancora di più di quando era entrata. E le fiamme non l'hanno toccata; ed è uscita più bella e più ricca di quando era entrata.
Ho chiesto di nuovo quello che ciò significasse, e colui che mi guidava mi ha detto: Il fuoco è l'immagine dei fastidi, delle pene, delle angosce, delle sofferenze, delle prove della vita. Il Signore li manda perché si raccolgano fiori e frutti.
La pri­ma persona che è entrata nel giardino e che ne è uscita povera, triste, nuda, raffigura coloro che si inorgogliscono nella prova: l'orgoglio, l'egoismo, l'amor pro­prio fanno loro perdere tutto. La seconda persona raffigura le anime che si umiliano nella sofferenza, nella prova. Esse si caricano di fiori e di frutti.
Il momento di offrire al Signore i fiori ed i frutti arriva; è la morte. Le due ani­me si presentano davanti al Signore. Il Signore interroga l'una e l'altra. Dice alla prima: Tu sei entrata nel giardino; hai raccolto fiori e frutti: dove sono? Signore, risponde, il fuoco che ho attraversato ha bruciato tutto, tutto divorato. Non ho con­servato niente. Ebbene, riprende il Signore, poiché tu non hai niente, va nel nien­te. Maledetta, io non ti conosco! Il Signore si rivolge in seguito alla seconda che nasconde i suoi frutti e le dice: E tu, che cosa hai raccolto? E costei getta subito davanti al Signore ciò che teneva nascosto; e, abbassando la testa, risponde: Sei tu che mi hai guidato e che hai raccolto questi frutti. E il Signore risponde: Entra e riposati e godi delle gioie del Signore».

CONSIDERACIONES ACERCA DE LA FE DE LOS TRES REYES MAGOS





CONSIDERACIONES ACERCA DE LA FE 
DE LOS TRES REYES






Dice Jesús:
"¿Y ahora? ¿Qué puedo deciros, oh almas, que sentís que la fe muere? Aquellos Sabios del Oriente no tenían nada que les hubiese asegurado la verdad. Ninguna cosa sobrenatural. Tan solo sus cálculos astronómicos y sus reflexiones que una vida íntegra las hacían perfectas.

TUVIERON FE EN TODO

Y sin embargo tuvieron fe. Fe en todo: fe en la ciencia, fe en su conciencia, fe en la bondad divina. Por medio de la ciencia creyeron en la señal de la nueva estrella que no podía ser sino "la esperada" durante siglos por la humanidad: el Mesías. Por medio de su conciencia tuvieron fe en la voz de la misma,que, recibiendo "voces" celestiales, les decía: "Esa estrella es la señal de la llegada del Mesías". Por medio de la bondad divina tuvieron fe en que Dios no los engañaría, y como su intención era recta, los ayudaría en todos los modos para llegar a su objetivo.
Y lo lograron. Solo ellos, en medio de tantos otros que estudiaban las señales, comprendieron esa señal, porque solo ellos tenían en su alma el ansia de conocer las palabras de Dios con un fin recto, cuyo pensamiento principal era el de dar inmediatamente alabanza y honra a Dios.
No buscaron su utilidad propia; antes bien las fatigas y los gastos no los arredraron, igualmente que ni pidieron ninguna recompensa humana. Pidieron solamente que Dios se acordase de ellos y que los salvase para siempre. Como no pensaron en ninguna recompensa humana, de igual modo decidieron emprender su viaje sin ninguna preocupación humana. Vosotros os hubierais puesto a hacer miles de cavilaciones: "¿Cómo podré hacer un viaje en naciones y pueblos de lenguas diversas? ¿Me creerán, o bien, me tomarán como espía? ¿Qué ayuda me darán cuando tenga que pasar desiertos, ríos, montes? ¿Y el calor? ¿Y el viento de las altiplanicies? ¿y las fiebres palúdicas? ¿Y las avenidas? ¿Y las comidas diferentes? ¿Y el diverso modo de hablar? Y... y... y..." Así pensáis vosotros. Ellos no. Dijeron con una audacia sincera y santa: "Tú, ¡oh Dios! lees nuestros corazones y ves qué fin nos proponemos. Nos ponemos en tus manos. Concédenos la alegría sobrehumana de adorar a la Segunda Persona, hecha Carne, para la salvación del mundo".

CUANDO SE BUSCA A DIOS, LAS COSTUMBRES NATURALES 
DEBEN CEDER SU LUGAR A LAS IMPACIENCIAS Y A LAS 
NECESIDADES SOBREHUMANAS.

Basta. Se pusieron en camino desde las Indias lejanasDesde las cordilleras mongólicas por las que pasean tan sólo las águilas y los cóndores y Dios habla con el ruido de los vientos y torrentes y escribe palabras de misterio en las páginas inmensas de los nevados. Desde las tierras en que nace el Nilo y corre, cual cinta verde-azul, al encuentro del Mediterráneo. Ni picos, ni selvas, ni arenales, océanos secos y mucho más peligrosos que los de agua, los detienen en su camino. Y la estrella brilla en sus noches, y no los deja dormir. Cuando se busca a Dios, las costumbres naturales deben ceder su lugar a las impaciencias y a las necesidades sobrehumanas.
La estrella los llama desde el norte, desde el oriente, desde el sur, y por un milagro de Dios los guía hacia un punto, los reúne después de tantas distancias en ese punto, y por otro milagro, les anticipa la sabiduría de Pentecostés, el don de entenderse y de hacerse entender como acaece en el paraíso, donde se habla una sola lengua: la de Dios.

HUBO UN MOMENTO EN QUE EL SUSTO SE APODERÓ DE 
ELLOS Y 
FUE CUANDO LA ESTRELLA DESAPARECIÓ

Hubo un momento en que el susto se apoderó de ellos y fue cuando la estrella desapareció. Y humildes porque eran realmente grandes, no pensaron que fuese por la mala voluntad de otros, por los de Jerusalén que no merecían ver la estrella de Dios, sino que pensaron haber ellos mismos desagradado en algo a Dios, y se examinaron con temblor y contrición prontos a pedir ser perdonados.
Su conciencia los serena. Almas acostumbradas a la meditación, tienen una conciencia delicadísima, siempre atenta, dotada de una introspección aguda, que hace de su interior un espejo en que se reflejan las más pequeñas manchas de los acontecimientos diarios. La hicieron su maestra, esa voz que advierte y grita, no digo ya, al menor error, sino a la posibilidad de error, a lo que es humano, a la complacencia de lo que es el ser humano. Por esto, cuando se ponen frente a esta maestra, a este espejo límpido y claro, saben que no mentirá. Ahora los tranquiliza nuevamente y emprenden el camino.
"¡Oh qué dulce cosa es sentir que en nosotros no hay nada que desagrade a Dios! Saber que Él mira con agrado el corazón del hijo fiel y que lo bendice. De esto viene aumento de fe y de confianza, como de esperanza, fortaleza, paciencia. Ahora la tempestad ruge, pero pasará porque Dios me ama y sabe que lo amo, y no dejará de ayudarme otra vez". Así hablan los que tienen la paz que nace de una conciencia recta, que es reina de sus acciones.
Dije que eran "humildes porque eran realmente grandes". Pero ¿qué sucede en vuestras vidas? Que uno, no porque es grande, sino porque abusa de su poder, por su orgullo y por vuestra necia idolatría, jamás es humilde. Hay algunos desventurados que, solo por ser mayordomos de un poderoso, jefes de una ofician, o empleados en algún departamento, en una palabra, siervos de quienes los han hecho, se dan aires de semidioses. Y que si causan lástima...
Los tres Sabios eran realmente grandes. Ante todo por una virtud sobrenatural, después, por su ciencia, y finalmente por sus riquezas. Pero se tienen por nada: por polvo de la tierra, encomparación al Dios Altísimo que crea los mundos con su sonrisa y los esparce como granos para que los ojos de los ángeles se alegren con esos collares hechos de estrellas.

SE SIENTEN NADA RESPECTO AL DIOS ALTÍSIMO QUE CREÓ 
EL PLANETA. EL ESCULTOR INFINITO DE OBRAS SIN FIN

Se sienten nada respecto al Dios Altísimo que creó el planeta en que viven, y ha puesto en él toda clase de variedades. El Escultor infinito de obras sin fin, acá con un dedo puso una corona de colinas de suaves pendientes, allá picos y escarpaduras, cual si vértebras tuviese la tierra, y como si fuese un cuerpo gigantesco en que las venas son los ríos, la pelvis los lagos, el corazón los océanos, el vestido las forestas, los velos las nubes, los adornos los glaciales, gemas las turquesas y las esmeraldas, los ópalos y los berilos de todas las aguas que cantan, con las selvas y los vientos, cual un inmenso coro, las alabanzas a su Señor. 
Pero sienten que valen nada por su saber con respecto al Dios Altísimo de quien les llega su sabiduría, y que les ha dado ojos más potentes que los de sus pupilas: ojos del alma que sabe leer en las cosas las palabras que la mano humana no escribió, sino el pensamiento de Dios.
Se sienten nada pese a sus riquezas, que son un átomo en comparación de la riqueza del Dueño del universo, que esparce metales y joyas en los astros y planetas y riquezas sobrenaturales, riquezas inexhaustas, en el corazón de quien lo ama.

LLEGADOS ANTE UNA POBRE CASA NO MUEVEN LA CABEZA 
COMO DICIENDO: "IMPOSIBLE"

Y llegados ante una pobre casa, en la más pobre de las ciudades de Judá, no mueven la cabeza como diciendo: "Imposible", sino inclinan su cuerpo, se arrodillan, pero sobre todo inclinan el corazón y adoran. Allí detrás de esas pobres paredes, está Dios, el Dios a quien siempre han invocado, a quien jamás pensaron verlo ni por sueños. Lo invocaron por toda la humanidad, por "su" bien eterno. ¡Oh! solo deseaban poder verlo, conocerlo, poseerlo en la vida que no tiene ni auroras, ni crepúsculos.
Él está allá, detrás de aquellas paredes. ¿Quién sabe si el corazón del Niño, que siempre es el corazón de Un Dios, no sienta palpitar estos tres corazones inclinados sobre el polvo de el camino con "Santo, Santo, Santo. Bendito el Señor Dios nuestro. Gloria a Él en los cielos y paz a sus siervos. Gloria, gloria, gloria y bendición?" Ellos lo piden con un corazón tembloroso. Durante toda la noche y al siguiente día preparan su corazón por medio de la plegaria para entrar en comunicación con el Niño-Dios. No se acercan a este altar que es un regazo virginal que lleva la Hostia divina, como vosotros soléis acercaros con el alma llena de preocupaciones humanas.
Se olvidan del sueño, de la comida. Y si se ponen los vestidos más hermosos, no es por orgullo humano, sino para honrar al Rey de reyes. En los palacios de los soberanos, los dignatarios entran con sus mejores vestiduras ¿y no debían presentarse ante este Rey con sus vestiduras de fiesta? ¿Y qué fiesta más grande para ellos que esta?
¡Oh cuántas veces en sus lejanas tierras tuvieron que haberse arreglado por causa de los hombres,para ofrecerles alguna fiesta, para honrarlos. Justo era pues poner a los pies del Rey supremo la púrpura y los joyeles, las sedas y las plumas preciosas. Poner ante los pies, ante los delicados piececitos, las fibras de la tierra, sus piedras preciosas, sus plumas, sus metales -obras que son de Él- para que también todo adorara a su Creador. Y serían felices si el Pequeñito les ordenase extenderse por el suelo y formar una incomparable alfombra para que caminase sobre todo, Él que ha dejado las estrellas, por su causa.
Humildes y generosos. Obedientes a las "voces" de lo alto. Ordenan que se presenten sus dones al Recién nacido. Y los llevan. No dicen: "El es rico y no tiene necesidad. Es Dios y no conocerá la muerte". Obedecen. Fueron ellos los primeros en haber socorrido la pobreza del Salvador. ¡Cuán necesario será el oro cuando tenga que huir! ¡Cuán significativa esa mirra cuando tenga que morir! ¡Cuán santo ese incienso que olerá la hediondez de la lujuria humana que hala alrededor de su pureza infinita!.
Humildes, generosos, obedientes y respetuosos el uno para con el otro. Las virtudes siempre producen otras virtudes. Las virtudes que miran a Dios, son las que miran al prójimo. Resto, que es después caridad. Al de mayor edad se le deja que hable por todos, que sea el primero en recibir el beso del Salvador, de tomarlo por su manita. Los otros lo podrán volver a ver, pero él, no. Está viejo y su día en que regrese a Dios está cercano. Verá al Mesías después de su terrible muerte y lo seguirá, en el ejército de los salvados, cuando regrese al cielo, pero no lo verá sobre esta tierra; y así pues, cómo por viático, le concede que toque su manita y que la estreche.
Los otros no tiene ninguna envidia, antes bien su respeto hacia el viejo sabio aumenta. Más que ellos ha sido hecho digno, y por largo tiempo. El Niño-Dios lo sabe. Todavía no habla, Él, la Palabra del Padre,  pero sus acciones son palabra; y sea bendita su inocente palabra que señala a este como a su predilecto.
Hijos, hay otras dos enseñanzas que nacen de esta visión.
La actitud de José que sabe estar en "su" lugar. Presente cual custodio y tutor de la Pureza y Santidad; pero que no usurpa sus derechos. María con Jesús recibe los homenajes y oye las palabras. José se regocija con ello y  no se inquieta por ser una figura secundaria. José es un Justo: es el Justo. Y es siempre justo, aun en esta hora. Los humos no se le suben a la cabeza. Permanece humilde y justo.
Ve con gusto los regalos, porque piensa que con ellos podrá hacer que la vida de su Esposa y del dulce Niño sea más llevadera. José no los desea por ambición. Es un trabajador y seguirá trabajando. ¡Pero que sus dos amores tengan desahogo y consuelo! Ni él, ni los Magos saben que esos dones servirán cuando llegue la hora de huir y cuando vivan en  el destierro, en esas circunstancias en que las riquezas se esfuman, cual nubes empujadas por los vientos, y para cuando regresen a la patria, después de que todo perdieron, clientes y muebles, y tan sólo quedaron las paredes de la casa, que Dios protegió porque allí la Virgen recibió el Anuncio.
José es humilde, él, el custodio de Dios, de la Madre de Dios, hasta tomar las riendas cuando subían sobre sus cabalgaduras estos vasallos de Dios. Es un pobre carpintero, porque la fuerza de los poderosos le ha quitado su herencia cual merece por ser descendiente de David. Pero siempre es de estirpe real y sus acciones lo son. También de él está dicho: "Era humilde porque era realmente grande".

NO PUEDO RECHAZAR A MI MADRE, ES MENESTER 
IR A ELLA PARA QUE SEA VUESTRA ABOGADA.

La última enseñanza, que es muy consoladora.
Es María la que toma la mano de Jesús, que no sabe todavía bendecir, y hace que lo haga.
María es siempre la que toma la mano de Jesús y la que la guía. Aun ahora. Ahora que Jesús sabe bendecir. Algunas veces su mano llagada cae cansada y como sin esperanza porque sabe que es inútil bendecir. Vosotros echáis a perder mi bendición. Irritada se baja, porque me maldecís. Y entonces María es la que quita la ira de esta mano con besarla. ¡Oh, el beso de mi Madre! ¿Quién puede resistir a ese beso? Y luego toma con sus delgados y finos dedos, pero tan amorosamente imperiosos, mi pulso y me obliga a bendecir. No puedo rechazar a mi Madre, es menester ir a Ella para que sea vuestra Abogada.
Es mi Reina antes de que sea la vuestra; y su amor por vosotros tiene benevolencias, que ni siquiera el mío conoce. Y Ella, aun sin palabras, pero con las perlas de su llanto y con el recuerdo de mi Cruz, cuya configuración me hace trazar en el aire, habla por vuestra causa y me dice: "Eres el Salvador. Salva".
Este es, hijos, el "Evangelio de la fe" en la aparición de la escena de los Magos. Meditadlo e imitadlo para vuestro bien."
I. 191-196
A. M. D. G. et B. V. MARIAE!

Fiducia in Dio


A volte, anche nel cammino e nella vita di fede possiamo avvertire la nostra povertà, la nostra inadeguatezza di fronte alla testimonianza da offrire al mondo. Ma Dio ha scelto proprio un’umile donna, in uno sconosciuto villaggio, in una delle provincie più lontane del grande impero romano. Sempre, anche in mezzo alle difficoltà più ardue da affrontare, dobbiamo avere fiducia in Dio, rinnovando la fede nella sua presenza e azione nella nostra storia, come in quella di Maria. Nulla è impossibile a Dio! Con Lui la nostra esistenza cammina sempre su un terreno sicuro ed è aperta ad un futuro di ferma speranza. 
Da  Papa Benedetto XVI ( 2/1/2013 Udienza del mercoledì).

AVE MARIA!