5 de julio
Dice Jesús:
«Mi Iglesia es similar a un gran
jardín que circunda el palacio de un gran rey.
El rey, por motivos suyos, no sale del
palacio y por ello, tras haber sembrado las flores y las plantas más hermosas,
ha delegado a un jardinero para tutelar su Iglesia. El jardinero, a su vez,
tiene muchos ayudantes que le auxilian.
En el jardín hay flores y plantas de
todas las especies.
El rey desparramó sobre los plantíos, para hacerlos
fértiles, todas las sustancias fertilizantes, y antaño florecían sólo flores y
plantas útiles y bellas.
En el centro del jardín hay una fuente con siete caños
que lanza sus canales por doquier y alimenta y restaura plantas y flores.
Pero el Maligno, en la ausencia del
rey, ha entrado y a su vez ha esparcido semillas nocivas.
De modo que ahora el
jardín presenta un aspecto desordenado, para no decir desolador. Malas hierbas,
espinosas, venenosas, se han extendido donde antes había márgenes, parterres,
matorrales bellísimos, y los han sofocado o convertido en gramilla porque han
absorbido la linfa de la tierra e impedido al sol descender sobre las
plantitas.
El jardinero y sus ayudantes se afanan
en limpiar, extirpar, y enderezar las plantitas plegadas bajo el peso de las
otras malas. Pero si trabajan acá, el Maligno trabaja allá, y así el jardín
continúa presentando su aspecto desolado. Serpientes, sapos, babosas aprovechan
el desorden para anidarse, para roer, para babear. Acá y allá alguna planta
robusta lo resiste todo y florece alta hacia el cielo; algún parterre también,
especialmente si es de lirios y rosas. Pero los hermosos rebordes de margaritas
pequeñitas y de violetas están casi completamente cancelados.
Cuando el rey venga, no reconocerá
ya su hermoso jardín que se ha hecho salvaje y con ira arrancará las yerbas,
aplastará los animales escurridizos, cogerá las flores que queden y se las
llevará a su palacio, eliminando el jardín para siempre.
Ahora,
atenta a la explicación.
El rey es Jesucristo. El jardín es su
Iglesia militante. El jardinero es mi Pedro, y sus ayudantes son los
sacerdotes. Los flores y las plantas, los consagrados fieles, los bautizados.
Las sustancias fertilizantes, las virtudes y sobre todo mi Sangre, esparcida totalmente
para fecundar el mundo y hacer fértil la tierra para la simiente de vida
eterna. La fuente son los siete sacramentos. Las semillas nocivas son los
vicios, las pasiones, los pecados sembrados por Satanás en su odio hacia Mí.
El desorden está producido por el
hecho de que las plantas buenas no han reaccionado y se han dejado sofocar por
las malas que anulan el beneficio de mi Sangre, de mis Sacramentos, del Sol de
la gracia.
El Sumo Jardinero y sus pocos,
verdaderos ayudantes, no logran poner orden por la mala voluntad de las plantas
buenas, por su pereza espiritual, y por la mala voluntad y pereza de muchos
falsos jardineros que no se afanan en el santo trabajo de cultivar, ayudar,
enderezar las almas.
Las serpientes, los sapos y las
babosas son las tentaciones.
Si todos los jardineros fueran diligentes y si
todas las plantas estuvieran vigilantes, estos serían aplastados.
En cambio
las almas no piden ayuda a la iglesia cuando comprenden que la tentación es más
fuerte que ellas, y los eclesiásticos no acuden, no todos, cuando una de las
pobres almas, que Yo he pagado con mi Dolor y rescatado por anticipado con mi
Sangre, pide auxilio.
Las plantas buenas que resisten son
los verdaderos sacerdotes: desde mi Vicario, Jardinero Sumo y sumo árbol que alza
hasta el cielo su copa intrépida y recta, hasta los sacerdotes sencillos que
han permanecido sal de la tierra.
Los plantíos, especialmente de rosas y
lirios, son las almas virginales y las almas amantes. Pero los rebordes de
pequeñas margaritas: la inocencia, y de violetas: la penitencia, muestran un
aspecto desolador. La inocencia nace y florece, pero enseguida desaparece,
porque la malicia, la lujuria, el vicio, la imprudencia, la destruyen.
La
penitencia es secada literalmente por la gramilla de la tibieza. Sólo resiste
algún ejemplar. Y es ese ejemplar el que perfuma, con olor de purificación, un
amplio radio del jardín de las miasmas del Mal.
Cuando Yo venga, en mi hora terrible,
arrancaré, pisaré, destruiré las hierbas malditas y los parásitos malditos,
eliminaré el jardín del universo, llevando conmigo, al interior de mi palacio,
las plantas benditas, las benditas flores que han sabido resistir y florecer
para mi alegría.
¡Ay de aquellos que sean desarraigados
de Mí y lanzados al reino de Mamona, que han preferido el malvado sembrador al
Sembrador divino; y ay de aquellos que han preferido escuchar la voz de las
serpientes y de los sapos y el beso de las babosas a la voz de mis ángeles y
el beso de mi gracia. Mejor hubiera sido para ellos no haber nacido nunca!
Pero alegría, alegría eterna para
quienes me han permanecido siervos buenos, fieles, castos, enamorados. Y
alegría, aún mayor, para quienes han querido ser doblemente mis seguidores
tomando como propio camino las vías del Calvario, para cumplir en su cuerpo lo
que falta aún a la eterna pasión de Cristo. Sus cuerpos glorificados
resplandecerán como soles en la vida eterna porque se habrán nutrido con mi
doble pan: Eucaristía y Dolor, y habrán aumentado con su sangre el gran lavado
iniciado por Jesucristo, la cabeza, y seguido por ellos, los miembros, para
limpiar a los hermanos y dar gloria a Dios».
Digo más tarde a Jesús: "No
comprendo este pasaje del Evangelio (cap. 2, v. 23-25, S. Juan), y Él me
explica así:
«El hombre es el eterno salvaje y el
eterno niño. Para ser atraído y seducido, especialmente en lo bueno -porque su
naturaleza viciada le lleva fácilmente a aceptar el mal y difícilmente a
aceptar el bien- necesita una farándula de prodigios. El prodigio le sacude y
le exalta. Es un empujón que le impulsa al borde del Bien.
Al borde, he dicho. Yo sabía que los
que creían por mis milagros estaban en los bordes. Estar allí no quiere decir
estar en mi Camino. Quiere decir ser espectadores curiosos o interesados,
preparados para alejarse cuando cesa la utilidad y se perfila un peligro, y a
convertirse en acusadores y enemigos como antes se habían mostrado admiradores
y amigos. El hombre es ambiguo, hasta que no es completamente de Dios.
Yo veo en el fondo de los corazones.
Por eso no me he fiado de los admiradores de una hora, de los creyentes del
instante. Éstos no habrían sido los verdaderos confesores, mis testigos. Ni Yo
necesitaba testigos. Mis obras daban testimonio por Mí y testimoniaba el
Padre, Aquel que eternamente es Perfección y Verdad.
He aquí el por qué Juan dice: que no
necesitaba que otros dieran testimonio de Mí. Otros que no fueran el Padre y Yo
mismo.
En el hombre no arraiga la verdad, por
eso su testimonio no es veraz y duradero. Muchos fueron los que creyeron, pocos
los que perseveraron, poquísimos los que testimoniaron durante toda su vida, y
con la muerte, que Yo soy el Mesías, Hijo verdadero de Dios verdadero.
¡Beatísimos para siempre éstos!».
***
Dice Jesús:
"Mi Iglesia es semejante a un extenso
jardín que rodea el palacio de un gran rey.
El
rey, por motivos personales, no sale del palacio y,
por eso,
después de haber sembrado las flores y plantas
más
bellas, delegó en un jardinero la tutela de su Iglesia.
El rey, por motivos personales, no sale
del palacio y, por eso, después de haber sembrado las flores y
plantas más bellas, delegó en un jardinero la tutela de su Iglesia. El
jardinero, a su vez, tiene muchos ayudantes que cooperan con él.
En
el centro del jardín hay una fuente de siete caños
que
manda sus canales en todas las direcciones con los
que
alimenta y refresca plantas y flores.
Hay en el jardín flores y plantas de
todas las especies. Para fertilizarlas, esparció el rey toda clase de
sustancias fertilizantes y así, de consuno, florecían únicamente flores y
plantas útiles y bellas. En el centro del jardín hay una fuente de siete caños
que manda sus canales en todas las direcciones con los que alimenta y refresca
plantas y flores.
Mas
el Maligno, en ausencia del rey entró y esparció,
a su
vez, semillas nocivas; de modo que el jardín presenta
ahora
un aspecto desordenado, por no decir desolado
Mas el Maligno, en ausencia del rey entró
y esparció, a su vez, semillas nocivas; de modo que el jardín
presenta ahora un aspecto desordenado, por no decir desolado. Malezas malsanas,
espinosas, venenosas se han extendido por donde antes había orlas, arriates,
plantas bellísimas, sofocándolas o empobreciéndolas al absorber la humedad de la
tierra e impidiendo al sol llegar hasta las plantas diminutas.
El jardinero y sus ayudantes se afanan en
escamondar, extirpar y enderezar las pequeñas plantas dobladas al
peso de otras malsanas. Mas si ellos trabajan por un lado, el Maligno lo hace
por otro y así el jardín presenta siempre un aspecto de desolación. Serpientes,
sapos, limazas se aprovechan del desorden para anidar, roer y babosear. Aquí y
allá alguna planta robusta resiste a todo y florece irguiéndose hacia el cielo;
incluso algún que otro bancal, en especial si es de lirios y rosas. Mas las
orlas preciosas de las margaritas y de las violetas se encuentran casi del todo
destruidas.
Cuando
venga el rey, ya no conocerá su hermoso jardín
convertido en una selva y arrancará con
ira
las
malezas, ...
Cuando venga el rey, ya no conocerá su
hermoso jardín convertido en una selva y arrancará con ira las
malezas, destruirá los animales inmundos, recogerá las flores que hayan quedado
y las llevará a su palacio, terminando para siempre con su jardín.
Atiende ahora a la
explicación
El
rey es Jesucristo. El jardín su Iglesia militante. El
jardinero es mi Padre y los sacerdotes sus
ayudantes
El rey es Jesucristo. El jardín su
Iglesia militante. El jardinero es mi Padre y los sacerdotes sus
ayudantes. Las flores y las plantas son los fieles consagrados y los bautizados.
Las sustancias fertilizantes las virtudes y, sobre todo, mi Sangre, derramada
toda ella para fecundar el mundo y fertilizar la tierra con la semilla de vida
eterna. La fuente la constituyen los siete sacramentos. Las semillas nocivas son
los vicios, las pasiones y los pecados sembrados por Satanás en odio a
Mí.
El
desorden se ha producido por no haber reaccionado
las
plantas buenas
El desorden se ha producido por no haber
reaccionado las plantas buenas y haberse dejado sofocar por aquellas
otras perniciosas que hacen inútil el beneficio de mi Sangre, de mis Sacramentos
y del Sol de la gracia.
El
Supremo Jardinero y sus pocos verdaderos ayudantes
no se
atreven a poner orden
El Supremo Jardinero y sus pocos
verdaderos ayudantes no se atreven a poner orden por la mala voluntad
de las plantas buenas, por El desorden se ha producido por no haber reaccionado
las plantas buenas su pereza espiritual y por la mala voluntad y pereza de
muchos falsos jardineros que no se afanan en la labor santa de cultivar, asistir
y enderezar las almas.
Las
serpientes, los sapos y las limazas son las tentaciones.
Si
todos los jardineros fuesen diligentes y todas las
plantas
vigilantes, desparecerían todos
Las serpientes, los sapos y las limazas
son las tentaciones. Si todos los jardineros fuesen diligentes y
todas las plantas vigilantes, desparecerían todos. Por el contrario, las almas
no llaman en su auxilio a la Iglesia cuando comprenden que la tentación es más
fuerte que ellas y los eclesiásticos no acuden, no todos, cuando una de esas
pobres almas que Yo pagué con mi Dolor y redimí anticipadamente con mi Sangre,
pide socorro.
Las
plantas buenas que resisten son los verdaderos
sacerdotes
Las plantas buenas que resisten son los
verdaderos sacerdotes: desde mi Vicario, Supremo Jardinero y árbol el
más alto que eleva al cielo su copa intrépida y erguida, hasta los simples
sacerdotes que vienen a ser la sal de la tierra.
Los
bancales, en especial los de las rosas y lirios, son
las
almas virginales y las almas amantes...
Los bancales, en especial los de las
rosas y lirios, son las almas virginales y las almas amantes. Ahora
bien, las orlas de las margaritas: la inocencia, y las de las violetas: la
penitencia, presentan un aspecto desolador. La inocencia nace y florece, pero en
seguida desaparece porque la malicia, la lujuria, el vicio, la imprudencia la
destruyen. La penitencia se encuentra literalmente agostada por la grama de la
tibieza. Sólo resiste algún que otro ejemplar que perfuma con aroma purificador
un extenso radio del jardín contrarrestando los miasmas del Mal.
Cuando
Yo venga en mi hora terrible, arrancaré,
estrujaré, destruiré las hierbas y parásitos
malditos
Cuando Yo venga en mi hora terrible,
arrancaré, estrujaré, destruiré las hierbas y parásitos malditos;
haré desaparecer el jardín del universo llevando conmigo al interior de mi
palacio las plantas y las flores benditas que supieron resistir y florecer para
mi gozo.
Y
¡ay de aquellos que han de ser apartados de Mí y lanzados
al reino
de Mammón, el sembrador malvado, que lo
prefirieron al Sembrador
divino!
Y ¡ay de aquellos que han de ser
apartados de Mí y lanzados al reino de Mammón, el sembrador malvado,
que lo prefirieron al Sembrador divino! ¡Ay de aquellos que prefirieron escuchar
la voz de las serpientes y de los sapos y el beso de las limazas a la voz de mis
ángeles y al beso de mi gracia! ¡Fuera mejor para ellos que nunca hubiesen
nacido!
Por
el contrario, gozo, gozo eterno para aquellos que
me hayan
permanecido siervos buenos, fieles, castos
y
enamorados.
Por el contrario, gozo, gozo eterno para
aquellos que me hayan permanecido siervos buenos, fieles, castos y
enamorados. Y gozo todavía mayor para los que quisieron ser doblemente
seguidores míos marchando por las sendas del Calvario durante su vida a fin de
completar en su cuerpo cuanto aún falta a la pasión eterna de Cristo. Y sus
cuerpos glorificados resplandecerán como soles en la vida eterna porque se
habrán nutrido de mi doble pan: la Eucaristía y el Dolor y habrán acrecido con
su sangre la gran ablución iniciada por Jesús, la cabeza, y continuada por
ellos, los miembros, a fin de purificar a los hermanos y dar gloria a
Dios."
Cor Mariæ Immaculatum, intercede pro nobis