venerdì 7 dicembre 2012

La INMACULADA VIRGEN MARIA : Evangelio de LA ANUNCIACIÓN



LA ANUNCIACIÓN

#"¡María! serás madre no por obra de hombre. Eres la Virgen eterna, la Santa de Dios. El Espíritu Santo descenderá en ti, y el poder del Altísimo será en ti la sombra. Por esto el que nacerá de ti, será llamado Santo e Hijo de Dios. Todo lo puede nuestro Señor Dios. Isabel, la estéril, en su vejez ha concebido un hijo que será el Profeta de tu Hijo, el que le preparará su camino. El Señor le ha quitado su oprobio, y su recuerdo permanecerá en el pueblo unido a tu nombre, como el nombre de su hijo al Hijo santo tuyo, y esto, hasta el fin de los siglos. Los pueblos os llamarán bienaventuradas por la gracia del Señor que llegó a vosotras, y sobre todo a ti, por la gracia que llegó a ellos. Isabel se encuentra en el sexto mes de haber concebido, y la pesantez le da alegría, y mucho más cuando conozca la tuya. Nada es imposible a Dios, María, tú la llena de gracia. ¿Qué debo contestar a mi Señor? No te llenen de confusión las ideas que en ti se levantan. Él cuidará de tus intereses si pones en Él tu confianza. El mundo, el cielo, el Eterno esperan tu respuesta!"


 DESCRIPCIÓN DE LA HABITACIÓN
DONDE ESTÁ MARÍA


Esto es lo que veo. María es una doncella muy joven: por su rostro parece tener 15 años. Está en una pequeña habitación rectangular. Una habitación de doncella.
Junto a una de las paredes está la cama. Es una cama baja sin barrotes, cubierta con gruesas esteras. Se podría decir que la cubre una tabla o un cutí de cañas, porque están bien estiradas, y sin ninguna arruga como sucede en nuestras camas. Junto a la otra pared hay un anaquel con su lámpara de aceite, rollos de pergamino, una exquisita labor de costura, que parece un recamado. Del lado de ella, junto a la puerta que está abierta y que da al huerto, pero que no se ve porque hay una cortina la que el viento mueve ligeramente, está sentada la Virgen en un banco.

Teje lino blanquísimo y delicado como la seda. Sus manitas, que son un poco menos blancas que el lino, trabajan rápidamente con el huso. Su rostro juvenil, tan hermoso, levemente está inclinado, y ligeramente sonríe, como si acariciase o fuese en pos de algún dulce pensamiento.
Un silencio profundo reina en la casita y en el huerto. Tanta es la tranquilidad que se refleja en el rostro de María, cuanta hay en el ambiente que la rodea. Hay paz. Hay orden. Todo está bien arreglado. El ambiente humilde por su apariencia y por sus muebles, tiene algo de austero y de majestuoso por su gran limpieza y cuidado con que están dispuestas las cosas del lecho, los rollos, la lámpara, el pequeño jarrón de cobre que está junto a la lámpara, y en el que hay flores de durazno y peral, por lo que creo, y si no fueren, sí lo son de algún árbol. Su color es blanco, teñido ligeramente de rosado.

MARÍA MIENTRAS TEJE CANTA EN VOZ BAJA

María se pone a cantar en voz baja. Luego alza un poco más la voz. Una voz que vibra dentro de la habitación y en la que se percibe la palabra "Yehové" de lo que colijo que se trata de algún cántico sagrado, y tal vez sea un salmo. Puede ser que María se acuerde de los cánticos del Templo. Debe tratarse de algún dulce recuerdo, porque pone sobre el pecho las manos que sostienen el hilo y huso, levanta su cabeza apoyándolo contra la pared. Su rostro está encendido de un hermoso fuego. Sus ojos buscan algo, buscan algún dulce recuerdo. Brillan al contacto de lágrimas que si no se derraman, crecen de tamaño. Y con todo, estos ojos despiden sonrisa, ríen al pensamiento que ven y que los abstrae de lo material. El rostro de María que se ha levantado de entre el blanco tejido, que está teñido de color rosado y que por detrás tiene su cabellera hecha en trenzas, como si fuesen una corona, parece una hermosa flor.

El canto se torna en plegaria: "Señor Dios Altísimo, no tardes en enviar a tu Siervo para que traiga la paz a la tierra. Acelera el tiempo propicio y crea a la virgen pura y fecunda para que venga tu Mesías. Padre, Padre santo, concede a tu sierva ofrecer su vida a este fin. Concédeme que muera después de haber visto tu Luz y tu Justicia sobre la tierra y de haber sabido que la Redención se ha cumplido. ¡Oh Padre Santo! manda a la tierra lo que los profetas esperaron. Manda a tu sierva el Redentor. Que cuando llegue mi última hora, se me abra tu mansión, porque sus puertas las ha abierto ya tu Mesías y las ha abierto a todos los que han esperado en Ti. Ven, ven, ¡oh Espíritu del Señor! Ven a nosotros que te esperamos. Ven, ¡Príncipe de la Paz!..." María queda como absorta...


SE APARECE EL ARCÁNGEL GABRIEL

La cortina se mueve mucho más fuerte, como si alguien detrás de ella soplase con algo o moviese para correrla. Una luz blanca de perla fundida en plata pura hace más claras las paredes de color ligeramente amarillo, más vivo el color de las cosas, más espiritual el rostro de María que mira a lo alto. En medio de la luz, y sin que la cortina se descorra -mejor dicho no se mueve ya, inmóvil y sujeta a la pared, aparece como si separase lo interno de lo externo- se prosterna el Arcángel.

DESCRIPCIÓN DEL ARCÁNGEL
Es natural que tome un aspecto humano, pero es muy diverso. ¿Qué clase de cuerpo tiene esa figura bellísima y radiante? ¿Con qué sustancia Dios la hizo material para hacerla sensible a los ojos de la Virgen? Sólo Dios puede poseer estas sustancias y usarlas de un modo perfecto. Tiene cara, tiene cuerpo, tiene ojos, boca, cabellos y manos como nosotros, pero no son de la materia opaca nuestra. Son de una luz que ha tomado color de carne, forma de ojos, brillo de cabellera, hermosura de labios, una luz que se mueve y sonríe, que mira y habla.
LE ANUNCIA QUE VA A SER LA MADRE DE DIOS
"Dios te guarde ¡ María llena de gracia !" La voz es una dulce armonía como de perlas arrojadas sobre un metal precioso.
María se estremece y baja los ojos. Y se estremece mucho más cuando ve la radiante figura postrada, casi a un metro de distancia de sí, y que con las manos cruzadas sobre el pecho la mira con una veneración sin igual.
María se pone de pie y se pega a la pared. Se pone ahora pálida, ahora enrojecida. Su rostro manifiesta sorpresa y susto. Se aprieta inconscientemente las manos sobre su pecho escondiéndolas bajo las largas mangas, se inclina como para esconder lo más posible su cuerpo. Un acto delicado de pudor.
"No, no temas. El Señor está contigo. Eres bendita entre todas las mujeres."
Pero María sigue temblando de miedo. ¿De dónde habrá venido este ser extraordinario? ¿Es un mensajero de Dios o del Engañador?
"¡No tengas miedo, María!" repite el Arcángel. "Yo soy Gabriel, el Ángel de Dios. Mi Señor me ha mandado a ti. No tengas miedo, porque el Señor te quiere. Concebirás ahora y darás a luz un Hijo, a quien pondrás por nombre "Jesús". Será grande, será llamado Hijo del Altísimo (y lo es en verdad), y el Señor Dios le dará el trono de David su padre y reinará para siempre en la casa de Jacob, y su Reino no se acabará jamás. Piensa, ¡oh santa Virgen! a quien ama el Señor, Hija de Él bendecida, llamada a ser Madre de su Hijo, en el Hijo que vas a engendrar."
"¿Cómo puede hacerse esto si no conozco a un hombre? ¿Acaso el Señor Dios no acepta más la oferta de su sierva y no quiere que sea virgen por amor a Él?."
"¡María! serás madre no por obra de hombre. Eres la Virgen eterna, la Santa de Dios. El Espíritu Santo descenderá en ti, y el poder del Altísimo será en ti la sombra. Por esto el que nacerá de ti, será llamado Santo e Hijo de Dios. Todo lo puede nuestro Señor Dios. Isabel, la estéril, en su vejez ha concebido un hijo que será el Profeta de tu Hijo, el que le preparará su camino. El Señor le ha quitado su oprobio, y su recuerdo permanecerá en el pueblo unido a tu nombre, como el nombre de su hijo al Hijo santo tuyo, y esto, hasta el fin de los siglos. Los pueblos os llamarán bienaventuradas por la gracia del Señor que llegó a vosotras, y sobre todo a ti, por la gracia que llegó a ellos. Isabel se encuentra en el sexto mes de haber concebido, y la pesantez le da alegría, y mucho más cuando conozca la tuya. Nada es imposible a Dios, María, tú la llena de gracia. ¿Qué debo contestar a mi Señor? No te llenen de confusión las ideas que en ti se levantan. Él cuidará de tus intereses si pones en Él tu confianza. El mundo, el cielo, el Eterno esperan tu respuesta!"
María cruza sus manos sobre su pecho, se inclina profundamente, dice: "Aquí está la esclava de Dios. Haga de mí lo que Él dice."
 
El Ángel brilla de alegría. En profunda adoración se inclina, porque no cabe duda que ve que el Espíritu de Dios desciende sobre la Virgen inclinada al dar su respuesta afirmativa, después desaparece sin mover la cortina, pero la deja sabedora del Misterio divino.
I. 85-88
A. M. D. G.
Cor Mariæ Immaculatum, intercede pro nobis

* Novena dell'IMMACOLATA - 9 - : La "Donna" del "Protovangelo" (Genesi 3, 15)




...Gesù empie la piazza della sua voce potente: 

«Uomini di Giuda! Uomini di Betlemme, udite! Udite o voi, donne della terra sacra a Rachele! Udite un che da Davide viene, che perseguitato ha sofferto, che, fatto degno di parlare, parla per darvi luce e conforto. Udite».

La gente cessa di vociare, litigare, comperare, e si affolla.
«È un rabbi!».
«Viene da Gerusalemme certo».
«Chi è?».
«Che bell'uomo!».
«Che voce!».
«Che modi!».
«Eh! se è progenie di Davide!».
«Nostro, allora!».
«Udiamo, udiamo!».
Tutta la piazza è ora contro la scaletta, che pare un pulpito.

«Nella Genesi è detto: (Genesi 3, 14-19) "Io porrò inimicizia fra te e la donna... essa ti schiaccerà il capo e tu la insidierai nel calcagno". E ancora è detto: "Io moltiplicherò i tuoi affanni e le tue gravidanze... e la terra produrrà triboli e spine ". Questa la condanna dell'uomo, della donna e del serpente.

Venuto da lontano a venerare la tomba di Rachele, ho udito nel vento della sera, nella rugiada della notte, nel pianto dell'usignolo al mattino, ripetersi il singhiozzo di Rachele antica (Geremia 31, 15), ripetuto da bocche e bocche di madri di Betlemme nel chiuso dei sepolcri, o nel chiuso dei cuori. Ed ho sentito ruggire il dolore
di Giacobbe nel dolore dei vedovi consorti, senza più sposa perché il dolore l'ha uccisa... Piango con voi. 

Ma udite, fratelli della mia terra. Betlem, terra benedetta, la più piccola delle città di Giuda, ma la più grande agli occhi di Dio e dell'umanità perché culla del Salvatore, come dice Michea (Michea 5, 1), appunto perché tale,
perché destinata ad esser il tabernacolo su cui si sarebbe posata la Gloria di Dio, il Fuoco di Dio, il suo incarnato Amore, ha scatenato l'odio di Satana.
"Porrò inimicizia fra te e la donna. Essa ti terrà sotto il suo piede e tu insidierai il suo calcagno". 

Quale
inimicizia più grande di quella che ha per mèta i figli, il cuore del cuore della donna? 
E quale più forte piede di quello della Madre del Salvatore? 
Ecco perciò che naturale fu la vendetta di Satana vinto, il quale, no, non al calcagno, ma al cuore delle madri, per la Madre, avventò la sua insidia.

Oh! moltiplicati affanni del perdere i figli dopo averli partoriti! Oh! tremendi triboli dell'aver seminato e sudato per la prole, ed esser padre senza più prole! Ma giubila, Betlemme! Il tuo sangue più puro, il sangue
degli innocenti, ha fatto via di fiamma e porpora al Messia...».
La folla, che è andata sempre più rumoreggiando da quando Gesù ha nominato il Salvatore, e poi la Madre dello Stesso, ora ha un più chiaro indizio di agitazione.
«Taci, Maestro» dice Giuda. «E andiamo».
Ma Gesù non lo ascolta. Continua: «...al Messia che la Grazia del Padre-Dio salvò dai tiranni per conservarlo al popolo per sua salvezza e... »
(Da "L'Evangelo..., 74, 7/8)

Cor Mariæ Immaculatum, intercede pro nobis

Solennità dell'MMACOLATA. Vangelo: L'Annunciazione. Lc 1,26-38





Ciò che vedo. Maria, fanciulla giovanissima, quindici anni al massimo all'aspetto, è in una piccola stanza rettangolare. Una vera stanza di fanciulla. Contro una delle due pareti più lunghe è il giaciglio: un basso lettuccio senza sponde, coperto di alte stuoie o tappeti. Si direbbe che sono stesi o su una tavola o su un traliccio di canne, perché stanno molto rigidi e senza curve come avviene nei nostri letti. Contro l'altra
parete, una scansìa con una lucerna ad olio, dei rotoli di pergamena, un lavoro di cucito piegato con cura, pare un ricamo.

Di fianco a questa, verso la porta che è aperta sull'orto ma velata da una tenda che palpita ad un leggero vento, è seduta su uno sgabello basso la Vergine. Fila del lino candidissimo e morbido come una seta. Le sue piccole mani, solo di poco più scure del lino, prillano sveltamente il fuso. Il visetto giovanile, e tanto tanto bello, è lievemente curvo e lievemente sorridente, come se accarezzasse o seguisse qualche dolce pensiero.

Vi è molto silenzio nella casetta e nell'orto. Vi è molta pace tanto sul viso di Maria quanto nell'ambiente che la circonda. Pace e ordine. Tutto è lindo e ordinato, e l'ambiente, umilissimo nel suo aspetto e nelle suppellettili, quasi nudo come una cella, ha un che di austero e regale per il grande nitore e la cura con cui
sono disposte le stoffe sul lettuccio, i rotoli, il lume, la piccola brocca di rame presso al lume, con entro un fascio di rami fioriti, rami di pesco o di pero. Non so. Sono certo di alberi da frutto di un bianco lievemente rosato.




Maria si mette a cantare sottovoce e poi alza lievemente la voce. Non va al gran canto. Ma è già una voce che vibra nella stanzetta e nella quale si sente una vibrazione d'anima. Non capisco le parole, dette certo in ebraico. Ma, dato che ripete ogni tanto: «Jehovà», intuisco che sia qualche canto sacro, forse un salmo. Forse
Maria ricorda i canti del Tempio. E deve essere un dolce ricordo, perché posa sul grembo le mani sorreggenti il filo e il fuso e alza il capo appoggiandolo indietro alla parete, accesa da un bel rossore nel viso, con gli occhi persi dietro a chissà quale soave pensiero, fatti lucidi da un'onda di pianto che non trabocca ma che li fa più grandi. Eppure quegli occhi ridono, sorridono al pensiero che vedono e che l'astrae dal sensibile. 



Il viso di Maria, emergente dalla veste bianca e semplicissima, così rosato e cinto dalle trecce che porta avvolte come corona intorno al capo, pare un bel fiore.
Il canto si muta in preghiera: «Signore Iddio Altissimo, non tardare oltre a mandare il tuo Servo per portare la pace sulla terra. Suscita il tempo propizio e la vergine pura e feconda per l'avvento del tuo Cristo. Padre, Padre santo, concedi alla tua serva di offrire la sua vita a questo scopo. Concedimi di morire dopo aver visto la tua Luce e la tua Giustizia sulla terra e di aver conosciuto che la Redenzione è compiuta. O Padre santo, manda alla terra il Sospiro dei Profeti. Manda alla tua serva il Redentore. Che nell'ora in cui cessi il mio giorno, si apra per me la tua Dimora, perché le sue porte sono state già aperte dal tuo Cristo per tutti coloro che hanno sperato in Te. Vieni, vieni, o Spirito del Signore. Vieni ai tuoi fedeli che ti attendono. Vieni, Principe della Pace!.. ». Maria resta assorta così...

La tenda palpita più forte, come se qualcuno dietro ad essa ventilasse con qualcosa o la scuotesse per scostarla. E una luce bianca di perla fusa ad argento puro fa più chiare le pareti lievemente gialline, più vivi i colori delle stoffe, più spirituale il volto sollevato di Maria. Nella luce, e senza che la tenda sia scostata sul mistero che si compie - anzi non palpita più, pende ben rigida contro gli stipiti, come fosse parete che isola l'interno dall'esterno - si prosterna l'Arcangelo.

Deve necessariamente assumere aspetto umano. Ma è un aspetto trasumanato. Di quale carne è composta questa figura bellissima e folgorante? Di quale sostanza l'ha materializzata Iddio per renderla sensibile ai sensi della Vergine? Solo Dio può possedere queste sostanze e usarle in tal maniera perfetta. È un volto, è un corpo, sono occhi, bocca, capelli e mani come le nostre. Ma non sono la nostra opaca materia. È una luce che ha preso colore di carne, di occhi, di chioma, di labbra, una luce che si muove e sorride e guarda e parla.



«Ave, Maria, piena di Grazia, ave!». La voce è un dolce arpeggio come di perle gettate su un metallo
prezioso.

Maria trasale e abbassa lo sguardo. E più trasale quando vede la fulgida creatura inginocchiata ad un metro circa di distanza da Lei e che, con le mani incrociate sul petto, la guarda con una venerazione infinita.
Maria balza in piedi e si stringe alla parete. Diviene pallida e rossa alternativamente. Il suo viso esprime stupore e sgomento. Si stringe inconsciamente le mani sul seno nascondendole sotto le larghe maniche, si curva quasi per nascondere il più possibile il suo corpo. Un atto di pudore soave.

«No. Non temere. Il Signore è teco! Tu sei benedetta fra tutte le donne»



Ma Maria continua a temere. Da dove è venuto quell'essere straordinario? 
È un messo di Dio o dell'Ingannatore?

«Non temere, Maria!» ripete l'Arcangelo. «Io sono Gabriele, l'Angelo di Dio. Il mio Signore mi ha mandato a te. Non temere, perché tu hai trovato grazia presso Dio. Ed ora tu concepirai nel seno e partorirai un Figlio e gli porrai nome "Gesù". Questi sarà grande, sarà chiamato Figlio dell'Altissimo (e tale sarà in vero) e il
Signore Iddio gli darà il trono di Davide suo padre e regnerà in eterno sulla casa di Giacobbe, e il suo Regno non avrà mai fine. Comprendi, o santa Vergine amata dal Signore, Figlia benedetta di Lui, chiamata ad esser Madre del suo Figlio, quale Figlio tu genererai».

«Come può avvenire questo se io non conosco uomo? Forse che il Signore Iddio più non accoglie l'offerta della sua serva e non mi vuole vergine per amor di Lui?».

«Non per opera di uomo sarai Madre, o Maria. Tu sei l'eterna Vergine, la Santa di Dio. Lo Spirito Santo scenderà in te e la potenza dell'Altissimo ti adombrerà. Perciò Santo si chiamerà Colui che nascerà da te, e Figlio di Dio. Tutto può il Signore Iddio nostro. Elisabetta, la sterile, nella sua vecchiaia ha concepito un figlio che sarà il Profeta del tuo Figlio, colui che ne prepara le vie. Il Signore ha levato a questa il suo obbrobrio, e la sua memoria resterà nelle genti congiunta al nome tuo, come il nome della sua creatura a quello del tuo Santo, e fino alla fine dei secoli le genti vi chiameranno beate per la Grazia del Signore venuta a voi ed a te specialmente; venuta alle genti per mezzo tuo. Elisabetta è nel suo sesto mese ed il suo peso la solleva al gaudio, e più la solleverà quando conoscerà la tua gioia. Nulla è impossibile a Dio, Maria, piena di Grazia. 

Che devo dire al mio Signore? Non ti turbi pensiero di sorta. Egli tutelerà gli interessi tuoi se a Lui ti affidi. Il mondo, il Cielo, l'Eterno attendono la tua parola!».




Maria, incrociando a sua volta le mani sul petto e curvandosi in un profondo inchino, dice: «Ecco l'ancella di Dio. Si faccia di me secondo la sua parola».

L'Angelo sfavilla nella gioia. Adora, poiché certo egli vede lo Spirito di Dio abbassarsi sulla Vergine curva nell'adesione, e poi scompare senza smuover tenda, ma lasciandola ben tirata sul Mistero santo.


S. Bernadette guardando quest'immagine disse:
"La Vergine che ho visto le assomiglia molto"

GAUDETE IN DOMINO SEMPER:
ITERUM DICO, GAUDETE.
DOMINUS PROPE EST.


giovedì 6 dicembre 2012

* NOVENA DELL'IMMACOLATA - 8 - : L'IMMACOLATA fu 'la ragione del perdono' concesso all'umanità colpevole.




La Mente suprema, che nulla ignora, prima che l'uomo fosse sapeva che l'uomo sarebbe stato di se stesso ladro e omicida. E poiché la Bontà eterna non ha limiti nel suo esser buona, prima che la Colpa fosse pensò il mezzo per annullare la Colpa. Il mezzo: Io. Lo strumento per fare del mezzo uno strumento operante: Maria.
E la Vergine fu creata nel Pensiero sublime di Dio.

Tutte le cose sono state create per Me, Figlio diletto del Padre. Io-Re avrei dovuto avere sotto il mio piede di Re divino tappeti e gioielli quale nessuna reggia ne ebbe, e canti e voci, e servi e ministri intorno al mio essere quanti nessun sovrano ne ebbe, e fiori e gemme, tutto il sublime, il grandioso, il gentile, il minuto è possibile trarre dal Pensiero di un Dio.

Ma Io dovevo esser Carne oltre che Spirito. Carne per salvare la carne. Carne per sublimare la carne, portandola in Cielo molti secoli avanti l'ora. Perché la carne abitata dallo spirito è il capolavoro di Dio, e per essa era stato fatto il Cielo. Per esser Carne avevo bisogno di una Madre. Per esser Dio avevo bisogno che il Padre fosse Dio.



Ecco allora Dio crearsi la Sposa e dirle: "Vieni meco. Al mio fianco vedi quanto Io faccio per il Figlio nostro. Guarda e giubila, eterna Vergine, Fanciulla eterna, ed il tuo riso empia questo empireo e dia agli angeli la nota iniziale, al Paradiso insegni l'armonia celeste. Io ti guardo. E ti vedo quale sarai, o Donna immacolata che ora sei solo spirito: lo spirito in cui Io mi beo. 



Io ti guardo e dò l'azzurro del tuo sguardo al mare e al firmamento, il colore dei tuoi capelli al grano santo, il candore al giglio e il roseo alla rosa come è la tua epidermide di seta, copio le perle dai tuoi denti minuti, faccio le dolci fragole guardando la tua bocca, agli usignoli metto in gola le tue note e alle tortore il tuo pianto. E leggendo i tuoi futuri pensieri, udendo i palpiti del tuo cuore, Io ho il motivo di guida nel creare. 

Vieni, mia Gioia, abbiti i mondi per trastullo sinché mi sarai luce danzante nel Pensiero, i mondi per tuo riso, abbiti i serti di stelle e le collane d'astri, mettiti la luna sotto i piedi gentili, fasciati nella sciarpa stellare di Galatea. Sono per te le stelle ed i pianeti. Vieni e godi vedendo i fiori, che saranno giuoco al tuo Bambino e guanciale al Figlio del tuo seno. Vieni e vedi creare le pecore e gli agnelli, le aquile e le colombe. Siimi presso mentre faccio le coppe dei mari e dei fiumi e alzo le montagne e le dipingo di neve e di selve, mentre semino le biade e gli alberi e le viti, e faccio l'ulivo per te, mia Pacifica, e la vite per te, mio Tralcio che porterai il Grappolo eucaristico. 

Scorri, vola, giubila, o mia Bella, e il mondo universo, che si crea d'ora in ora, impari ad amarmi da te, Amorosa, e si faccia più bello per il tuo riso, Madre del mio Figlio, Regina del mio Paradiso, Amore del tuo Dio".



LAUDETUR  JESUS  CHRISTUS!
LAUDETUR  CUM  MARIA!
SEMPER  LAUDENTUR!

IL PRESEPIO Dl GRECCIO



CAPITOLO XXX


IL PRESEPIO Dl GRECCIO

466 84. La sua aspirazione più alta, il suo desiderio dominante, la sua volontà più ferma

era di osservare perfettamente e sempre il santo Vangelo e di imitare fedelmente con tutta
la vigilanza, con tutto l'impegno, con tutto lo slancio dell'anima e del cuore la dottrina e gli
esempi del Signore nostro Gesù Cristo.


467 Meditava continuamente le parole del Signore e non perdeva mai di vista le sue

opere. Ma soprattutto l'umiltà dell'Incarnazione e la carità della Passione aveva impresse
così profondamente nella sua memoria, che difficilmente gli riusciva di pensare ad altro.


468 A questo proposito è degno di perenne memoria e di devota celebrazione quello che

il Santo realizzò tre anni prima della sua gloriosa morte, a Greccio, il giorno del Natale del
Signore.
C'era in quella contrada un uomo di nome Giovanni, di buona fama e di vita anche
migliore, ed era molto caro al beato Francesco perché, pur essendo nobile e molto onorato
nella sua regione, stimava più la nobiltà dello spirito che quella della carne. Circa due
settimane prima della festa della Natività, il beato Francesco, come spesso faceva, lo
chiamò a sé e gli disse: «Se vuoi che celebriamo a Greccio il Natale di Gesù, precedimi e
prepara quanto ti dico: vorrei rappresentare il Bambino nato a Betlemme, e in qualche
modo vedere con gli occhi del corpo i disagi in cui si è trovato per la mancanza delle cose
necessarie a un neonato, come fu adagiato in una greppia e come giaceva sul fieno tra il
bue e l'asinello». Appena l'ebbe ascoltato, il fedele e pio amico se ne andò sollecito ad
approntare nel luogo designato tutto l'occorrente, secondo il disegno esposto dal Santo.


469 85. E giunge il giorno della letizia, il tempo dell'esultanza! Per l'occasione sono qui

convocati molti frati da varie parti; uomini e donne arrivano festanti dai casolari della
regione, portando ciascuno secondo le sue possibilità, ceri e fiaccole per illuminare quella
notte, nella quale s'accese splendida nel cielo la Stella che illuminò tutti i giorni e i tempi.
Arriva alla fine Francesco: vede che tutto è predisposto secondo il suo desiderio, ed è
raggiante di letizia. Ora si accomoda la greppia, vi si pone il fieno e si introducono il bue e
l'asinello. In quella scena commovente risplende la semplicità evangelica, si loda la
povertà, si raccomanda l'umiltà. Greccio è divenuto come una nuova Betlemme.
Questa notte è chiara come pieno giorno e dolce agli uomini e agli animali! La gente
accorre e si allieta di un gaudio mai assaporato prima, davanti al nuovo mistero. La selva
risuona di voci e le rupi imponenti echeggiano i cori festosi. I frati cantano scelte lodi al
Signore, e la notte sembra tutta un sussulto di gioia.
Il Santo è lì estatico di fronte al presepio, lo spirito vibrante di compunzione e di
gaudio ineffabile. Poi il sacerdote celebra solennemente l'Eucaristia sul presepio e lui
stesso assapora una consolazione mai gustata prima.

470 86. Francesco si è rivestito dei paramenti diaconali perché era diacono, e canta con

voce sonora il santo Vangelo: quella voce forte e dolce, limpida e sonora rapisce tutti in
desideri di cielo. Poi parla al popolo e con parole dolcissime rievoca il neonato Re povero e
la piccola città di Betlemme. Spesso, quando voleva nominare Cristo Gesù infervorato di
amore celeste lo chiamava «il Bambino di Betlemme», e quel nome «Betlemme» lo
pronunciava riempiendosi la bocca di voce e ancor più di tenero affetto, producendo un
suono come belato di pecora. E ogni volta che diceva «Bambino di Betlemme» o «Gesù»,
passava la lingua sulle labbra, quasi a gustare e trattenere tutta la dolcezza di quelle
parole.
Vi si manifestano con abbondanza i doni dell'Onnipotente, e uno dei presenti, uomo
virtuoso, ha una mirabile visione. Gli sembra che il Bambinello giaccia privo di vita nella
mangiatoia, e Francesco gli si avvicina e lo desta da quella specie di sonno profondo. Né la
visione prodigiosa discordava dai fatti, perché, per i meriti del Santo, il fanciullo Gesù
veniva risuscitato nei cuori di molti, che l'avevano dimenticato, e il ricordo di lui rimaneva
impresso profondamente nella loro memoria. Terminata quella veglia solenne, ciascuno
tornò a casa sua pieno di ineffabile gioia.

471 87. Il fieno che era stato collocato nella mangiatoia fu conservato, perché per mezzo

di esso il Signore guarisse nella sua misericordia giumenti e altri animali. E davvero è
avvenuto che in quella regione, giumenti e altri animali, colpiti da diverse malattie,
mangiando di quel fieno furono da esse liberati. Anzi, anche alcune donne che, durante un
parto faticoso e doloroso, si posero addosso un poco di quel fieno, hanno felicemente
partorito. Alla stessa maniera numerosi uomini e donne hanno ritrovato la salute.
Oggi quel luogo è stato consacrato al Signore, e sopra il presepio è stato costruito un
altare e dedicata una chiesa ad onore di san Francesco, affinché là dove un tempo gli
animali hanno mangiato il fieno, ora gli uomini possano mangiare, come nutrimento
dell'anima e santificazione del corpo, la carne dell'Agnello immacolato e incontaminato,
Gesù Cristo nostro Signore, che con amore infinito ha donato se stesso per noi. Egli con il
Padre e lo Spirito Santo vive e regna eternamente glorificato nei secoli dei secoli. Amen.

Finisce la parte prima

della Vita e delle opere del beato Francesco.


LAUDETUR  JESUS  CHRISTUS!
LAUDETUR  CUM  MARIA!
SEMPER  LAUDENTUR!