venerdì 12 ottobre 2012

***2 BAOUARDY


Il 16 marzo, così raccontava la sua estasi, che era durata tutta la giornata: «Ve­devo, diceva, Gesù su una strada; egli lasciava, dietro di sé, camminando, una gran­de luce che illuminava le anime fedeli. Seguendo Gesù e la sua luce, si evitavano le spine, l'acqua, il fuoco e i serpenti. II Salvatore camminava sempre e svelto. Mol­te persone si erano messe al suo seguito ma ben presto la maggior parte si fermò. Ce n'era tuttavia un numero abbastanza grande che continuava a camminare dietro di Lui: esse godevano della luce, mentre quelle che si erano fermate non vedevano più che tenebre. Vedendomi a metà cammino, mi fermai un istante per riprendere fiato; Gesù sembrava aspettarmi vedevo la sua luce. Ma, quale non fu la mia con­fusione, quando scorsi un gran numero di anime che venivano a raccomandarsi al­le mie preghiere! Non sapendo che fare, entrai in una chiesa, aprii il tabernacolo con un'ardire che mi fece meraviglia; depositai nel ciborio tutte le preghiere che mi erano state richieste e aspettai. Gesù comparve, prese il ciborio pieno di queste pre­ghiere e lo vuotò nelle sue mani; gli Angeli attinsero dalle sue mani adorabili le gra­zie ottenute con queste preghiere e andarono a portarle a tutte quelle anime».


COR SANCTISSIMUM MARIAE
FONS LUCIS ET GRATIAE
FONS AETERNAE VITAE
ora pro nobis

AUGURI! AMERICA!


520° AO DE AMERICA!
1492-2012





AUGURI! AMERICA!
Perseverando en tu amor 
a la Virgencita y al Papa
luego seràs libre de aquella triste teologiadelaliberaciòn 
que te llegò -también- desde el viejo continente. 
RESPICE STELLAM! VOCA MARIAM!

***


« Cominciai a navigare per mare ad un'età molto giovane, e ho continuato fino ad ora. Questa professione crea in me una curiosità circa i segreti del mondo. Durante gli anni della mia formazione, studiai testi di ogni genere: cosmografia, storie, cronache, filosofia e altre discipline. Attraverso questi scritti, la mano di nostro Signore aprì la mia mente alla possibilità di navigare fino alle Indie, e mi diede la volontà di tentare questo viaggio. Chi potrebbe dubitare che questo lampo di conoscenza non fosse l'opera dello Spirito Santo? » (Cristoforo Colombo, Libro delle Profezie, 67)









Diario de a bordo de Cristóbal Colón
EL PRIMER VIAJE A LAS INDIAS (RELACIÓN COMPENDIADA POR FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS)
Este es el primer viaje y las derrotas y camino que hizo el Almirante don Cristóbal Colón cuando descubrió las Indias, puesto sumariamente, sin el prólogo que hizo a los Reyes, que va a la letra y comienza de esta manera: In Nomine Domini Nostri Jesu Christi.

Porque, cristianísimos y muy altos y muy excelentes y muy poderosos Príncipes, Rey y Reina de las Españas y de las islas de la mar, Nuestros Señores, este presente año de 1492, después de Vuestras Altezas haber dado fin a la guerra de los moros que reinaban en Europa y haber acabado la guerra en la muy grande ciudad de Granada, adonde este presente año a dos días del mes de enero por fuerza de armas vi poner las banderas reales de Vuestras Altezas en las torres de la Alhambra, que es la fortaleza de la dicha ciudad y vi salir al rey moro a las puertas de la ciudad y besar las reales manos de Vuestras Altezas y del Príncipe mi Señor, y luego en aquel presente mes, por la información que yo había dado a Vuestras Altezas de las tierras de India y de un Príncipe llamado Gran Can (que quiere decir en nuestro romance Rey de los Reyes), como muchas veces él y sus antecesores habían enviado a Roma a pedir doctores en nuestra santa fe porque le enseñasen en ella, y que nunca el Santo Padre le había proveído y se perdían tantos pueblos creyendo en idolatrías o recibiendo en sí sectas de perdición, Vuestras Altezas, como católicos cristianos y Príncipes amadores de la santa fe cristiana y acrecentadores de ella, y enemigos de la secta de Mahoma y de todas idolatrías y herejías, pensaron de enviarme a mí, Cristóbal Colón, a las dichas partidas de India para ver a los dichos príncipes, y los pueblos y tierras y la disposición de ellas y de todo, y la manera que se pudiera tener para la conversión de ellas a nuestra santa fe; y ordenaron que yo no fuese por tierra al Oriente, por donde se acostumbra de andar, salvo por el camino de Occidente, por donde hasta hoy no sabemos por cierta fe que haya pasado nadie. Así que, después de haber echado fuera todos los judíos de vuestros reinos y señoríos en el mismo mes de enero mandaron Vuestras Altezas a mí que con armada suficiente me fuese a las dichas partidas de India; y para ello me hicieron grandes mercedes y me ennoblecieron que dende en adelante yo me llamase Don, y fuese Almirante Mayor de la Mar Océana y Virrey y Gobernador perpetuo de todas las islas y tierra firme que yo descubriese y ganase, y de aquí en adelante se descubriesen y ganasen en la Mar Océana, y así me sucediese mi hijo mayor, y así de grado en grado para siempre jamás. Y partí yo de la ciudad de Granada a doce días del mes de mayo del mismo año de 1492, en sábado. Vine a la villa de Palos, que es puerto de mar, adonde armé yo tres navíos muy aptos para semejante hecho, y partí del dicho puerto muy abastecido de muy muchos mantenimientos y de mucha gente de la mar, a tres días del mes de agosto del dicho año, en un viernes, antes de la salida del sol con media hora, y llevé el camino de las islas de Canaria de Vuestras Altezas, que son en la dicha Mar Océana, para de allí tomar mi derrota y navegar tanto que yo llegase a las Indias, y dar la embajada de Vuestras Altezas a aquellos Príncipes y cumplir lo que así me habían mandado; y para esto pensé de escribir todo este viaje muy puntualmente de día en día todo lo que hiciese y viese y pasase, como adelante se vera. También, Señores Príncipes, allende de escribir cada noche lo que el día pasare, y el día lo que la noche navegare, tengo propósito de hacer carta nueva de navegar, en la cual situaré toda la mar y tierras del Mar Océano en sus propios lugares, debajo su viento, y más, componer un libro, y poner todo por el semejante por pintura, por latitud del equinoccial y longitud del Occidente; y sobre todo cumple mucho que yo olvide el sueño y tiente mucho el navegar, porque así cumple, las cuales serán gran trabajo.

Viernes, 3 de agosto

Partimos viernes tres días de agosto de 1492 de la barra de Saltés, a las ocho horas. Anduvimos con fuerte virazón hasta el poner del sol hacia el Sur sesenta millas, que son quince leguas; después al Sudoeste y al Sur cuarta del Sudoeste, que era el camino para las Canarias.

Sábado, 4 de agosto
Anduvieron al Sudoeste cuarta del Sur.
Domingo, 5 de agosto
Anduvieron su vía entre día y noche más de cuarenta leguas.

Lunes, 6 de agosto
Saltó o desencajóse el gobernario a la carabela Pinta, donde iba Martín Alonso Pinzón, a lo que se creyó y sospechó por industria de un Gómez Rascón y Cristóbal Quintero, cuya era la carabela, porque le pesaba ir en aquel viaje; y dice el Almirante que antes de que partiese habían hallado en ciertos reveses y grisquetas como dicen, a los dichos. Viose allí el Almirante en gran turbación por no poder ayudar a la dicha carabela sin su peligro, y dice que alguna pena perdía con saber que Martín Alonso Pinzón era persona esforzada y de buen ingenio. En fin, anduvieron entre día y noche veintinueve leguas.

Martes, 7 de agosto
Tornóse a saltar el gobernalle a la Pinta, y adobáronlo y anduvieron en demanda de la isla del Lanzarote, que es una de las islas de Canarias, y anduvieron entre día y noche veinticinco leguas.
Miércoles, 8 de agosto
Hubo entre los pilotos de las tres carabelas opiniones diversas dónde estaban, y el Almirante salió más verdadero; y quisiera ir a Gran Canaria por dejar la carabela Pinta, porque iba mal acondicionada del gobernario y hacía agua, y quisiera tomar allí otra si la hallara. No pudieron tomarla aquel día.

Jueves, 9 de agosto 12
Hasta el domingo en la noche no pudo el Almirante tomar la Gomera, y Martín Alonso quedóse en aquella costa de Gran Canaria por mandado del Almirante, porque no podía navegar. Después tornó el Almirante a Canaria, y adobaron muy bien la Pinta con mucho trabajo y diligencias del Almirante, de Martín Alonso y de los demás; y al cabo vinieron a la Gomera. Vieron salir gran fuego de la sierra de la isla de Tenerife, que es muy alta en gran manera. Hicieron la Pinta redonda, porque era latina ; tornó a la Gomera domingo a dos de septiembre con la Pinta adobada.
Dice el Almirante que juraban muchos hombres honrados españoles que en la Gomera estaban con doña Inés Peraza, madre de Guillén Peraza, que después fue el primer Conde de la Gomera, que eran vecinos de la isla de Hierro, que cada año veían tierra al Oeste de las Canarias, que es al Poniente; y otros de la Gomera afirmaban otro tanto con juramento. Dice aquí el Almirante que se acuerda que estando en Portugal el año 1484 vino uno de la isla de Madera al Rey a le pedir una carabela para ir a esta tierra que veía, la cual juraba que cada año la veía y siempre de una manera. Y también dice que se acuerda que lo mismo decían en las islas de los Azores y todos éstos en una derrota y en una manera de señal y en una grandeza.Tomada, pues, agua y leña y carnes y lo demás que tenían los hombres que dejó en la Gomera el Almirante cuando fue a la isla de Canaria a adobar la carabela Pinta, finalmente se hizo a la vela de la dicha isla de la Gomera con sus tres carabelas jueves a seis días de septiembre.


Jueves, 6 de septiembre
Partió aquel día por la mañana del puerto de la Gomera y tomó la vuelta para ir a su viaje. Y supo el Almirante de una carabela que venía de la isla del Hierro que andaban por allí tres carabelas de Portugal para lo tomar: debía ser la envidia que el Rey tenía por haberse ido a Castilla. Y anduvo todo aquel día y noche en calma, y a la mañana se halló entre la Gomera y Tenerife.

Viernes, 7 de septiembre
Todo el viernes y el sábado, hasta tres horas de noche, estuvo en calma.

Sábado, 8 de septiembre
Tres horas de noche sábado comenzó a ventear Nordeste, y tomó su vía y camino al Oeste.Tuvo mucha mar por proa. que le estorbaba el camino; y andaría aquel día nueve leguas con su noche.
Domingo, 9 de septiembre
Anduvo aquel día diecinueve leguas, y acordó contar menos de las que andaba, porque si el viaje fuese luengo no se espantase y desmayase la gente. En la noche anduvo ciento veinte millas; a diez millas por hora, que son treinta leguas. Los marineros gobernaban mal, decayendo sobre la cuarta del Nordeste, y aun a la media partida: sobre lo cual les riñó el Almirante muchas veces.

Lunes, 10 de septiembre
En aquel día con su noche anduvo sesenta leguas, a diez millas por hora 21, que son dos leguas y media; pero no contaba sino cuarenta y ocho leguas, porque no se asombrase la gente si el viaje fuese largo.
Martes, 11 de septiembre
Aquel día navegaron a su vía, que era el Oeste, y anduvieron veinte leguas y más, y vieron un gran trozo de mástil de nao, de ciento y veinte toneles, y no lo pudieron tomar. La noche anduvieron cerca de veinte leguas, y contó no más de dieciséis por la causa dicha.

Miércoles, 12 de septiembre
Aquel día, yendo su vía, anduvieron en noche y día treinta y tres leguas, contando menos por la dicha causa.

Jueves, 13 de septiembre
Aquel día con su noche, yendo a su vía, que era al Oeste, anduvieron treinta y tres leguas, y contaba tres o cuatro menos. Las corrientes le eran contrarias. En este día, al comienzo de la noche, las agujas noroesteaban, y a la mañana noroesteaban algún tanto.
Viernes, 14 de septiembre
Navegaron aquel día su camino al Oeste con su noche y anduvieron veinte leguas; contó alguna menos. Aquí dijeron los de la carabela Niña que había visto un garjao y un rabo de junco; y estas aves nunca se apartan de tierra, cuando más, veinticinco leguas.
Sábado, 15 de septiembre
Navegó aquel día con su noche veintisiete leguas su camino al Oeste y algunas más. Y en esta noche al principio de ella vieron caer del cielo un maravilloso ramo de fuego en la mar, lejos de ellos cuatro o cinco leguas
Domingo, 16 de septiembre
Navegó aquel día y la noche a su camino al Oeste. Andarían treinta y nueve leguas, pero no contó sino treinta y seis. Tuvo aquel día algunos nublados, lloviznó. Dice aquí el Almirante que hoy y siempre de allí adelante hallaron aires temperantísimos, que era placer grande el gusto de las mañanas, que no faltaba sino oír ruiseñores. Dice él: «y era el tiempo como por abril en el Andalucía». Aquí comenzaron a ver muchas manadas de hierba muy verde que poco había, según le parecía, que se había desapegado de tierra, por lo cual todos juzgaban que estaban cerca de alguna isla; pero no de tierra firme, según el Almirante, que dice: «porque la tierra firme hago más adelante».
Lunes, 17 de septiembre
Navegó a su camino al Oeste, y andarían en día y noche cincuenta leguas y más. No asentó sino cuarenta y siete. Ayudábales la corriente. Vieron mucha hierba y muy a menudo, y era hierba de peñas, y venía la hierba de hacia Poniente. Juzgaban estar cerca de tierra.
Tomaron los pilotos el Norte marcándolo, y hallaron que las agujas noroesteaban una gran cuarta, y temían los marineros y estaban penados y no decían de qué. Conociólo el Almirante; mandó que tornasen a marcar el Norte en amaneciendo, y hallaron que estaban buenas las agujas. La causa fue porque la estrella que parece hace movimiento, y no las agujas. En amaneciendo, aquel lunes, vieron muchas más hierbas y que parecían hierbas de ríos, en las cuales hallaron un cangrejo vivo, el cual guardó el Almirante. Y dice que aquellas fueron señales ciertas de tierra, porque no se hallan ochenta leguas de tierra. El agua de la mar hallaban menos salada desde que salieron de las Canarias; los aires siempre más suaves. Iban muy alegres todos y los navíos quien más podía andar andaba por ver primero tierra. Vieron muchas toninas, y los de la Niña mataron una. Dice aquí el Almirante que aquellas señales eran del Poniente, «donde espero en aquel alto Dios, en cuyas manos están todas las victorias, que muy presto nos dará tierra». En aquella mañana dice que vio un ave blanca que se llama rabo de junco que no suele dormir en la mar.

Martes, 18 de septiembre

Navegó aquel día con su noche, y andarían más de cincuenta y cinco leguas, pero no asentó sino cuarenta y ocho. Llevaba todos estos días mar muy bonanza, como en el río de Sevilla. Este día Martín Alonso, con la Pinta, que era gran velera, no esperó, porque dijo al Almirante desde su carabela que había visto gran multitud de aves ir hacia el Poniente, y que aquella noche esperaba ver tierra y por eso andaba tanto. Apareció a la parte del Norte una gran cerrazón, que es señal de estar sobre la tierra.
Miércoles, 19 de septiembre
Navegó su camino, y entre día y noche andarían veinticinco leguas, porque tuvieron calma. Escribió veintidós. Este día a las diez horas, vino a la nao un alcatraz, y a la tarde vieron otro, que no suele apartarse veinte leguas de tierra. Vinieron unos llovizneros sin viento, lo que es señal cierta de tierra. No quiso detenerse barloventeando el Almirante para averiguar si había tierra; más de que tuvo por cierto que a la banda del Norte y del Sur había algunas islas, como la verdad lo estaban, y él iba por medio de ellas. Porque su voluntad era de seguir adelante hasta las Indias, «y el tiempo es bueno, porque placiendo a Dios a la vuelta se vería todo»; éstas son sus palabras... Aquí descubrieron sus puntos los pilotos: el de la Niña se hallaba de las Canarias a cuatrocientas cuarenta leguas; el de la Pinta, a cuatrocientas veinte; el de la donde iba el Almirante, a cuatrocientas justas.

Jueves, 20 de septiembre

Navegó este día al Oeste cuarta del Noroeste y a la media partida, porque se mudaron muchos vientos con la calma que había. Andarían hasta siete u ocho leguas. Vinieron a la nao dos alcatraces y después otro, que fue señal de estar cerca de tierra; y vieron mucha hierba, aunque el día pasado no habían visto de ella. Tomaron un pájaro, con la mano, que era como un garjao; era pájaro de río y no de mar: los pies tenía como gaviota. Vinieron al navío, en amaneciendo, dos o tres pajaritos de tierra cantando, y después, antes del sol salido, desaparecieron. Después vino un alcatraz: venía del Oesnoroeste; iba al Sudeste, que era señal que dejaba la tierra al Oesnoroeste, porque estas aves duermen en tierra y por la mañana van a la mar a buscar su vida, y no se alejan veinte leguas.

Viernes, 21 de septiembre

Aquel día fue todo lo más calma y después algún viento. Andarían entre día y noche, de ello a la vía y de ello no, hasta trece leguas. En amaneciendo, hallaron tanta hierba que parecía ser la mar cuajada de ella, y venía del Oeste. Vieron un alcatraz. La mar muy llana como un río y los aires los mejores del mundo. Vieron una ballena, que es señal de que estaban cerca de tierra, porque siempre andan cerca
Sábado, 22 de septiembre
Navegó al Oesnoroeste más o menos, acostándose a una y otra parte. Andarían treinta leguas. No veían casi hierba. Vieron unas pardelas y otra ave. Dice aquí el Almirante: «Mucho me fue necesario este viento contrario, porque mi gente andaban muy estimulados, que pensaban que no ventaban estos mares vientos para volver a España. Por un pedazo de día no hubo hierba; después, muy espesa.

Domingo, 23 de septiembre

Navegó al Noroeste y a las veces a la cuarta del Norte y a las veces a su camino, que era el Oeste; y andaría hasta veintidós leguas. Vieron una tórtola, y un alcatraz y otro pajarito de río y otras aves blancas. Las hierbas eran muchas, y hallaban cangrejos en ellas. Y como la mar estuviese mansa y llana, murmuraba la gente diciendo: que pues por allí no había mar grande, que nunca ventaría para volver a España; pero después alzóse mucho la mar y sin viento, que los asombraba, por lo cual dice aquí el Almirante: "Así que muy necesario me fue la mar alta, que no pareció salvo el tiempo de los judíos cuando salieron de Egipto contra Moisén, que los sacaba de cautiverio."
Lunes, 24 de septiembre
Navegó a su camino al Oeste día y noche, y andarían catorce leguas y media. Contó doce. Vino al navío un alcatraz y vieron muchas pardelas.

Martes, 25 de septiembre

Este día hubo mucha calma, y después ventó; y fueron su camino al Oeste hasta la noche. Iba hablando el Almirante con Martín Alonso Pinzón, capitán de la otra carabela Pinta, sobre una carta que le había enviado tres días hacía a la carabela, donde según parece tenía pintadas el Almirante ciertas islas por aquella mar. Y decía Martín Alonso que estaban en aquella comarca, y decía el Almirante que así le parecía a él; pero puesto que no hubiesen dado con ellas, lo debían de haber causado las corrientes que siempre habían echado los navíos al Nordeste, y que no habían andado tanto como los pilotos decían. Y, estando en esto, dijo el Almirante que le enviase la carta dicha. Y, enviada con alguna cuerda, comenzó el Almirante a cartear en ella con su piloto y marineros. Al sol puesto, subió el Martín Alonso en la popa de su navío, y con mucha alegría llamó al Almirante, pidiéndole albricias que veía tierra. Y cuando se lo oyó decir con afirmación, el Almirante dice que se echó a dar gracias a Nuestro Señor de rodillas, y el Martín Alonso decía Gloria in excelsis Deo con su gente. Lo mismo hizo la gente del Almirante; y los de la Niña subiéronse todos sobre el mástil y en la jarcia, y todos afirmaron que era tierra. Y al Almirante así pareció y que habría a ella veinticinco leguas. Estuvieron hasta la noche afirmando todos ser tierra. Mandó el Almirante dejar su camino, que era el Oeste, y que fuesen todos al Sudoeste, adonde había parecido la tierra. Habrían andado aquel día al Oeste cuatro leguas y media, y en la noche al Sudoeste diecisiete leguas, que son veintiuna, puesto que decía a la gente trece leguas porque siempre fingía a la gente que hacía poco camino porque no les pareciese largo; por manera que escribió por dos caminos aquel viaje, el menor fue el fingido, y el mayor el verdadero. Anduvo la mar muy llana, por lo cual se echaron a nadar muchos marineros. Vieron muchos dorados y otros peces.
Miércoles, 26 de septiembre
Navegó a su camino al Oeste hasta después de medio día. De allí fueron al Sudoeste hasta conocer que lo que decían que había sido tierra no lo era, sino cielo. Anduvieron día y noche treinta y una leguas, y contó a la gente veinticuatro. La mar era como un río, los aires dulces y suavísimos.
Jueves, 27 de septiembre
Navegó a su vía al Oeste. Anduvo entre día y noche veinticuatro leguas; contó a la gente veinte leguas. Vinieron muchos dorados; mataron uno. Vieron un rabo de junco.
Viernes, 28 de septiembre
Navegó a su camino al Oeste, anduvieron día y noche con calma catorce leguas; contaron trece. Hallaron poca hierba; tomaron dos peces dorados, y en los otros navíos más.

Sábado, 29 de septiembre

Navegó a su camino al Oeste. Anduvieron veinticuatro leguas; contó a la gente veintiuna. Por calmas que tuvieron, anduvieron entre día y noche poco. Vieron un ave que se llamaba rabihorcado, que hace vomitar a los alcatraces lo que comen para comerlo ella, y no se mantiene de otra cosa. Es ave de la mar, pero no posa en la mar ni se aparta de tierra veinte leguas. Hay de éstas muchas en las islas de Cabo Verde. Después vinieron dos alcatraces. Los aires eran muy dulces y sabrosos, que dice que no faltaba sino oir al ruiseñor, y la mar llana como un río. Parecieron después en tres veces tres alcatraces y un horcado. Vieron mucha hierba.

Domingo, 30 de septiembre

Navegó su camino al Oeste. Anduvo entre día y noche, por las calmas, catorce leguas; contó once. Vinieron al navío cuatro rabos de junco, que es gran señal de tierra, porque tantas aves de una naturaleza juntas es señal que no andan desmandadas ni perdidas. Viéronse cuatro alcatraces en dos veces. Hierba, mucha. Nota: Que las estrellas que se llaman las Guardas, cuando anochece, están junto al brazo de la parte del Poniente, y cuando amanece están en la línea debajo del brazo al Nordeste, que parece que en toda la noche no andan salvo tres líneas, que son nueve horas, y esto cada noche: esto dice aquí el Almirante. También en anocheciendo las agujas noroestean una cuarta, y en amaneciendo están con la estrella justo; por lo cual parece que la estrella hace movimiento como las otras estrellas, y las agujas piden siempre la verdad.

Lunes, 1 de octubre

Navegó su camino al Oeste. Anduvieron veinticinco leguas; contó a la gente veinte leguas. Tuvieron grande aguacero. El piloto del Almirante tenía hoy, en amaneciendo, que habían andado desde la isla de Hierro hasta aquí quinientas sesenta y ocho leguas al Oeste. La cuenta menor que el Almirante mostraba a la gente eran quinientas ochenta y cuatro leguas; pero la verdadera que el Almirante juzgaba y guardaba eran setecientas siete.
Martes, 2 de octubre
Navegó su camino al Oeste noche y día treinta y nueve leguas, contó a la gente obra de treinta leguas. La mar, llana y buena siempre. «A Dios muchas gracias sean dadas», dijo aquí el Almirante. Hierba venía del Este al Oeste, por el contrario de lo que solía: parecieron muchos peces; matóse uno. Vieron un ave blanca que parecía gaviota.

Miércoles, 3 de octubre

Navegó su vía ordinaria. Anduvieron cuarenta y siete leguas; contó a la gente cuarenta leguas. Aparecieron pardelas, hierba mucha, alguna muy vieja y otra muy fresca, y traía como fruta; y no vieron aves algunas. Creía el Almirante que le quedaban atrás las islas que traía pintadas en su carta. Dice aquí el Almirante que no se quiso detener barloventeando la semana pasada y estos días que había tantas señales de tierra, aunque tenía noticia de ciertas islas en aquella comarca, por no se detener, pues su fin era pasar a las Indias; y si se detuviera, dice él, que no fuera buen seso.

Jueves, 4 de octubre

Navegó a su camino al Oeste. Anduvieron entre día y noche sesenta y tres leguas; contó a la gente cuarenta y seis leguas. Vinieron al navío más de cuarenta pardelas juntos y dos alcatraces, y al uno dio una pedrada un mozo de la carabela. Vino a la nao un rabihorcado y una blanca como gaviota.

Viernes, 5 de octubre

Navegó a su camino. Andarían once millas por hora. Por la noche y día andarían cincuenta y siete leguas, porque aflojó la noche algo el viento; contó a su gente cuarenta y cinco. La mar en bonanza y llana. «A Dios -dice- muchas gracias sean dadas.» El aire muy dulce y templado, hierba ninguna, aves pardelas muchas, peces golondrinas volaron en la nao muchos.

Sábado, 6 de octubre

Navegó su camino al Oeste o Güeste, que es lo mismo. Anduvieron cuarenta leguas entre día y noche; contó a la gente treinta y tres leguas. Esta noche dijo Martín Alonso que sería bien navegar a la cuarta del Oeste, a la parte del Sudoeste; y al Almirante pareció que no decía esto Martín Alonso por la isla de Cipango, y el Almirante veía que si la erraban que no pudieran tan presto tomar tierra y que era mejor una vez ir a la tierra firme y después a las islas.

Domingo, 7 de octubre

Navegó a su camino al Oeste; anduvieron doce millas por hora dos horas, y después ocho millas por hora; y andaría hasta una hora de sol veintitrés leguas. Contó a la gente dieciocho. En este día, al levantar el sol, la carabela Niña, que iba delante por ser velera, y andaban quien más podía por ver primero tierra, por gozar de la merced que los Reyes a quien primero la viese habían prometido, levantó una bandera en el topo del mástil y tiró una lombarda por señal que veían tierra, porque así lo había ordenado el Almirante. Tenía también ordenado que al salir del sol y al ponerse se juntasen todos los navíos con él, porque estos dos tiempos son más propios para que los humores den más lugar a ver más lejos. Como en la tarde no viesen tierra, la que pensaban los de la carabela Niña que habían visto, y porque pasaban gran multitud de aves de la parte del Norte al Sudoeste (por lo cual era de creer que se iban a dormir a tierra o huían quizá del invierno, que en las tierras de donde venían debía de querer venir, porque sabía el Almirante que las más de las islas que tienen los portugueses por las aves las descubrieron), por esto el Almirante acordó dejar el camino del Oeste y poner la proa hacia Oessudoeste, con determinación de andar dos días por aquella vía. Esto comenzó antes una hora del sol puesto. Andarían en toda la noche obra de cinco leguas, y veintitrés del día. Fueron por todas veintiocho leguas noche y día.


Lunes, 8 de octubre

Navegó al Oessudoeste y andarían entre día y noche once leguas y media o doce, y a ratos parece que anduvieron en la noche quince millas por hora, si no está mentirosa la letra. Tuvieron la mar como el río de Sevilla; gracias a Dios, dice el Almirante. Los aires muy dulces como en abril en Sevilla, que es placer estar a ellos: tan olorosos son. Pareció la hierba muy fresca; muchos pajaritos del campo, y tomaron uno que iba huyendo al Sudoeste, grajaos y ánades y un alcatraz.
Martes, 9 de octubre
Navegó al Sudoeste. Anduvo cinco leguas; mudóse el viento y corrió al Oeste cuarta al Noroeste, y anduvo cuatro leguas. Después con todas once leguas de día y a la noche veinte leguas y media. Contó a la gente diecisiete leguas. Toda la noche oyeron pasar pájaros.

Miércoles, 10 de octubre

Navegó al Oessudoeste. Anduvieron a diez millas por hora y a ratos doce y algún rato a siete, y entre día y noche cincuenta y nueve leguas. Contó a la gente cuarenta y cuatro leguas no más. Aquí la gente ya no lo podía sufrir: quejábase del largo viaje. Pero el Almirante los esforzó lo mejor que pudo, dándoles buena esperanza de los provechos que podrían haber. Y añadía que por demás era quejarse, pues que él había venido a las Indias, y que así lo había de proseguir hasta hallarlas con la ayuda de Nuestro Señor.

Jueves, 11 de octubre

Navegó al Oessudoeste. Tuvieron mucha mar y más que en todo el viaje habían tenido. Vieron pardelas y un junco verde junto a la nao. Vieron los de la carabela Pinta una caña y un palo y tomaron otro palillo labrado a lo que parecía con hierro, y un pedazo de caña y otra hierba que nace en tierra, y una tablilla. Los de la carabela Niña también vieron otras señales de tierra y un palillo cargado de escaramujos. Con estas señales respiraron y alegráronse todos. Anduvieron en este día, hasta puesto el sol, veintisiete leguas.
Después del sol puesto, navegó a su primer camino, al Oeste; andarían doce millas cada hora y hasta dos horas después de media noche andarían noventa millas, que son veintidós leguas y media. Y porque la carabela Pinta era más velera e iba delante del Almirante, halló tierra e hizo las señas que el Almirante había mandado. Esta tierra vio primero un marinero que se decía Rodrigo de Triana; puesto que el Almirante, a las diez de la noche, estando en el castillo de popa, vio lumbre, aunque fue cosa tan cerrada que no quiso afirmar que fuese tierra; pero llamó a Pero Gutiérrez, repostero de estrados del Rey, y díjole que parecía lumbre, que mirase él, y así lo hizo y viola; díjole también a Rodrigo Sánchez de Segovia, que el Rey y la Reina enviaban en el armada por veedor, el cual no vio nada porque no estaba en lugar do la pudiese ver. Después de que el Almirante lo dijo, se vio una vez o dos, y era como una candelilla de cera que se alzaba y levantaba, lo cual a pocos pareciera ser indicio de tierra. Pero el Almirante tuvo por cierto estar junto a la tierra. Por lo cual, cuando dijeron la Salve, que la acostumbraban decir y cantar a su manera todos los marineros y se hallan todos, rogó y amonestólos el Almirante que hiciesen buena guarda al castillo de proa, y mirasen bien por la tierra, y que al que le dijese primero que veía tierra le daría luego un jubón de seda, sin las otras mercedes que los Reyes habían prometido, que eran diez mil maravedís de juro a quien primero la viese. A las dos horas después de media noche pareció la tierra de la cual estarían dos leguas Amañaron todas las velas, y quedaron con el treo, que es la vela grande sin bonetas, y pusiéronse a la corda, temporizando hasta el día viernes, que llegaron a una islita de los Lucayos, que se llamaba en lengua de indios Guanahaní. Luego vinieron gente desnuda, y el Almirante salió a tierra en la barca armada, y Martín Alonso Pinzón y Vicente Yáñez, su hermano, que era capitán de la Niña. Sacó el Almirante la bandera real y los capitanes con dos banderas de la Cruz Verde, que llevaba el Almirante en todos los navíos por seña, con una F y una Y: encima de cada letra su corona, una de un cabo de la cruz y otra de otro. Puestos en tierra vieron árboles muy verdes y aguas muchas y frutas de diversas maneras. El Almirante llamó a los dos capitanes y a los demás que saltaron en tierra, y a Rodrigo de Escobedo, escribano de toda el armada, y a Rodrigo Sánchez de Segovia, y dijo que le diesen por fe y testimonio cómo él por ante todos tomaba, como de hecho tomó, posesión de la dicha isla por el Rey y por la Reina sus señores, haciendo las protestaciones que se requerían, como más largo se contiene en los testimonios que allí se hicieron por escrito. Luego se ajuntó allí mucha gente de la isla. Esto que se sigue son palabras formales del Almirante, en su libro de su primera navegación y descubrimiento de estas Indias. «Yo -dice él-, porque nos tuviesen mucha amistad, porque conocí que era gente que mejor se libraría y convertiría a nuestra Santa Fe con amor que no por fuerza, les di a algunos de ellos unos bonetes colorados y unas cuentas de vidrio que se ponían al pescuezo, y otras cosas muchas de poco valor, con que hubieron mucho placer y quedaron tanto nuestros que era maravilla. Los cuales después venían a las barcas de los navíos adonde nos estábamos, nadando, y nos traían papagayos e hilo de algodón en ovillos y azagayas y otras cosas muchas, y nos las trocaban por otras cosas que nos les dábamos, como cuentecillas de vidrio y cascabeles. En fin, todo tomaban y daban de aquello que tenían de buena voluntad. Mas me pareció que era gente muy pobre de todo. Ellos andan todos desnudos como su madre los parió, y también las mujeres, aunque no vi más de una harto moza. Y todos los que yo vi eran todos mancebos, que ninguno vi de edad de más de treinta años: muy bien hechos, de muy hermosos cuerpos y muy buenas caras: los cabellos gruesos casi como sedas de cola de caballo, y cortos: los cabellos traen por encima de las cejas, salvo unos pocos detrás que traen largos, que jamás cortan. De ellos se pintan de prieto, y ellos son de la color de los canarios ni negros ni blancos, y de ellos se pintan de blanco, y de ellos de colorado, y de ellos de lo que hallan, y de ellos se pintan las caras, y de ellos todo el cuerpo, y de ellos solos los ojos, y de ellos sólo el nariz. Ellos no traen armas ni las conocen, porque les mostré espadas y las tomaban por el filo y se cortaban con ignorancia. No tienen algún hierro: sus azagayas son unas varas sin hierro, y algunas de ellas tienen al cabo un diente de pez, y otras de otras cosas. Ellos todos a una mano Son de buena estatura de grandeza y buenos gestos, bien hechos. Yo vi algunos que tenían señales de heridas en sus cuerpos, y les hice señas qué era aquello, y ellos me mostraron cómo allí venían gente de otras islas que estaban cerca y les querían tomar y se defendían. Y yo creí y creo que aquí vienen de tierra firme a tomarlos por cautivos. Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que veo que muy presto dicen todo lo que les decía, y creo que ligeramente se harían cristianos; que me pareció que ninguna secta tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevaré de aquí al tiempo de mi partida seis a Vuestras Altezas para que aprendan a hablar. Ninguna bestia de ninguna manera vi, salvo papagayos, en esta isla.» Todas son palabras del Almirante.

Sábado, 13 de octubre

« Luego que amaneció vinieron a la playa muchos de estos hombres, todos mancebos, como dicho tengo, y todos de buena estatura, gente muy hermosa: los cabellos no crespos, salvo corredios y gruesos, como sedas de caballo, y todos de la frente y cabeza muy ancha más que otra generación que hasta aquí haya visto, y los ojos muy hermosos y no pequeños, y ellos ninguno prieto, salvo de la color de los canarios, ni se debe esperar otra cosa, pues está Este Oeste con la isla de Hierro, en Canaria, bajo una línea. Las piernas muy derechas, todos a una mano, y no barriga, salvo muy bien hecha. Ellos vinieron a la nao con almadías, que son hechas del pie de un árbol, como un barco luengo, y todo de un pedazo, y labrado muy a maravilla, según la tierra, y grandes, en que en algunas venían cuarenta o cuarenta y cinco hombres, y otras más pequeñas, hasta haber de ellas en que venía un solo hombre. Remaban con una pala como de hornero, y anda a maravilla; y si se le trastorna, luego se echan todos a nadar y la enderezan y vacían con calabazas que traen ellos. Traían ovillos de algodón hilado y papagayos y azagayas y otras cositas que sería tedio de escribir, y todo daban por cualquier cosa que se los diese. Y yo estaba atento y trabajaba de saber si había oro, y vi que algunos de ellos traían un pedazuelo colgado en un agujero que tienen a la nariz, y por señas pude entender que yendo al Sur o volviendo la isla por el Sur, que estaba allí un rey que tenía grandes vasos de ello, y tenía muy mucho. Trabajé que fuesen allá, y después vi que no entendían en la ida. Determiné de aguardar hasta mañana en la tarde y después partir para el Sudeste, que según muchos de ellos me enseñaron decían que había tierra al Sur y al Sudoeste y al Noroeste, y que éstas del Noroeste les venían a combatir muchas veces, y así ir al Sudoeste a buscar el oro y piedras preciosas. Esta isla es bien grande y muy llana y de árboles muy verdes y muchas aguas y una laguna en medio muy grande, sin ninguna montaña, y toda ella verde, que es placer de mirarla; y esta gente harto mansa, y por la gana de haber de nuestras cosas, y temiendo que no se les ha de dar sin que den algo y no lo tienen, toman lo que pueden y se echan luego a nadar; que hasta los pedazos de las escudillas y de las tazas de vidrio rotas rescataban hasta que vi dar dieciséis ovillos de algodón por tres ceotís de Portugal, que es una blanca de Castilla, y en ellos habría más de una arroba de algodón hilado. Esto defendiera y no dejara tomar a nadie, salvo que yo lo mandara tomar todo para Vuestras Altezas si hubiera en cantidad. Aquí nace en esta isla, mas por el poco tiempo no pude dar así del todo fe. Y también aquí nace el oro que traen colgado a la nariz; más, por no perder tiempo quiero ir a ver si puedo topar a la isla de Cipango. Ahora, como fue noche, todos se fueron a tierra con sus almadías.»


“AVE MARIA VIRGO POTENS!”










Anno della Fede.

1. Sant'Alfonso de' Liguori: Frutti che si ricavano dal meditare la Passione di Gesù Cristo.





Frutti che si ricavano dal meditare 
la Passione di Gesù Cristo.


1. L'amante dell'anime, il nostro amantissimo Redentore, dichiarò che non ebbe altro fine in venire in terra a farsi uomo, che d'accendere fuoco di santo amore nei cuori degli uomini: Ignem veni mittere in terram, et quid volo, nisi ut accendatur? (Luc. XII, 49). Ed oh che belle fiamme di carità ha egli accese in tante anime, specialmente colle pene ch'elesse di patir nella sua morte, affin di dimostrarci l'amore immenso che per noi conserva! Oh quanti cuori felici, nelle piaghe di Gesù, come in tante fornaci d'amore, si sono talmente infiammati ad amarlo che non hanno ricusato di consacrargli i beni, la vita e tutti se stessi, superando con gran coraggio tutte le difficoltà che loro si attraversavano nell'osservanza della divina legge, per amore di quel Signore che, essendo Dio, volle tanto soffrire per loro amore! Questo fu appunto il consiglio che ci diè l'Apostolo per non mancare, e per correre speditamente nella via del cielo: Recogitate eum, qui talem sustinuit adversus semetipsum a peccatoribus contradictionem, ut ne fatigemini animis vestris deficientes (Hebr. XII, 3).

2. Perciò l'innamorato S. Agostino, stando a vista di Gesù impiagato sulla croce, così dolcemente pregava: Scribe, Domine, vulnera tua in corde meo, ut in eis legam dolorem et amorem: dolorem ad sustinendum pro te omnem dolorem: amorem ad contemnendum pro te omnem amorem.1 Scrivi, diceva, o mio amantissimo Salvatore, scrivi sopra il mio cuore le tue piaghe, acciocché in quelle io legga sempre il vostro dolore e 'l vostro amore; sì, perché avendo avanti gli occhi miei il gran dolore che voi, mio Dio, soffriste per me, io soffrirò con pace tutte le pene che mai mi occorrerà di patire; ed a vista del vostro amore, che mi avete dichiarato sulla croce, io non amerò né potrò amare altri che voi.

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3. E da che mai i santi han preso animo e fortezza a soffrire i tormenti, i martiri e le morti, se non dalle pene di Gesù crocifisso? S. Giuseppe da Leonessa cappuccino, vedendo che altri volevano ligarlo con funi per un taglio doloroso nel corpo, che gli dovea dare il cerusico, egli si prese nelle mani il suo Crocifisso e disse: “Che funi, che funi! ecco i miei legami: questo mio Signore inchiodato per amor mio; Egli co' suoi dolori mi stringe a sopportare ogni pena per amor suo”. E così soffrì il taglio senza lagnarsi,2 vedendo Gesù che tamquam agnus coram tondente se obmutuit, et non aperuit os suum (Is. LIII, 7).3 -Chi mai potrà dire che patisce a torto, mirando Gesù che attritus est propter scelera nostra? (Ibid. 5). Chi mai potrà ricusar di ubbidire per cagion di qualche incomodo, essendo Gesùfactus obediens usque ad mortem? (Philip. II, 8). Chi potrà ricusar le ignominie, vedendo Gesù trattato da pazzo, da re di burla, da ribaldo, schiaffeggiato, sputato in faccia ed appeso ad un patibolo infame?

4. Chi potrà poi amare altr'oggetto che Gesù, vedendolo morire fra tanti dolori e disprezzi, affine di cattivarsi il nostro amore? Un divoto solitario pregava Dio ad insegnargli che cosa potesse fare per amarlo perfettamente; gli rivelò il Signore che per giungere al suo perfetto amore non vi era esercizio più atto che meditare spesso la sua Passione.4 Piangeva

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S. Teresa e si lagnava d'alcuni libri che le avevano insegnato a lasciar di meditare la Passione di Gesù Cristo, perché poteva ciò esser d'impedimento alla contemplazione della Divinità; onde poi la santa esclamava: “O Signore dell'anima mia, o Ben mio Gesù crocifisso, non mi ricordo mai di questa opinione, che non mi sembri d'aver fatto un gran tradimento. Ed è possibile che voi, Signore, mi aveste ad essere impedimento a maggior bene? E donde mi vennero tutti i beni, se non da voi?” E poi soggiunge: “Ho veduto che per contentare Dio, e perché ci faccia grazie grandi, egli vuole che passi ciò per le mani di questa umanità sacratissima, nella quale disse sua divina maestà di compiacersi.”5

5. Quindi diceva il P. Baldassarre Alvarez che l'ignoranza de' tesori che abbiamo in Gesù, era la rovina dei Cristiani; onde la meditazione della Passione di Gesù Cristo era la sua più diletta ed usata, meditando in Gesù specialmente tre suoi patimenti, la povertà, il dispregio, e 'l dolore; ed esortava i suoi penitenti a meditare spesso la Passione del Redentore, dicendo che non pensassero d'aver fatta cosa alcuna, se non arrivassero a tener sempre fisso nel cuore Gesù crocifisso.6

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6. Chi vuole, insegna S. Bonaventura, crescere sempre da virtù in virtù, da grazia in grazia, mediti sempre Gesù appassionato: Si vis, homo, de virtute in virtutem, de gratia in gratiam proficere, quotidie mediteris Domini Passionem. Ed aggiunge che non vi è esercizio più utile per rendere un'anima santa, che considerare spesso le pene di Gesù Cristo: Nihil enim in anima ita operatur universalem sanctificationem, sicut meditatio Passionis Christi.7

7. Inoltre diceva S. Agostino (Ap. Bernardin. de Bustis) che vale più una sola lagrima sparsa per memoria della Passione di Gesù, che un pellegrinaggio sino a Gerusalemme ed un anno di digiuno in pane ed acqua.8 Sì, perché a tal fine

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il nostro amante Salvatore ha patito tanto, acciocché vi pensassimo; poiché pensandovi non è possibile non infiammarsi nel divino amore: Caritas enim Christi urget nos, dice S. Paolo (II Cor. V, 14). Gesù da pochi è amato, perché pochi son quelli che considerano le pene che ha patito per noi; ma chi le considera spesso, non può vivere senz'amare Gesù: Caritas... Christi urget nos. Si sentirà talmente stringere dal suo amore che non gli sarà possibile resistere a non amare un Dio così innamorato che tanto ha patito per farsi amare.9

8. Perciò l'Apostolo dicea ch'egli non volea saper altro che Gesù e Gesù crocifisso, cioè l'amore ch'esso ci ha dimostrato sulla croce:Non iudicavi me scire aliquid inter vos, nisi Iesum Christum, et hunc crucifixum (I Cor. II, 2). Ed in verità, da quali libri noi meglio possiamo apprendere la scienza dei santi, ch'è la scienza di amare Dio, che da Gesù crocifisso? Il gran servo di Dio Fra Bernardo da Corlione cappuccino non sapendo leggere, i suoi religiosi voleano istruirnelo; egli se n'andò a consigliare col Crocifisso, ma Gesù gli rispose dalla croce: “Che libri! che leggere! Ecco io sono il tuo libro, dove sempre puoi leggere l'amore che t'ho portato.”10 O gran punto da considerarsi in tutta la vita e per tutta l'eternità: un Dio morto per nostro amore! un Dio morto per nostro amore! O gran punto!

9. Un giorno S. Tommaso d'Aquino visitando S. Bonaventura gli dimandò di qual libro più si fosse servito per registrar tante belle dottrine ch'egli avea scritte. S. Bonaventura gli dimostrò l'immagine del Crocifisso, tutta annerita per

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tanti baci che l'avea dati, dicendo: “Ecco il mio libro, da cui ricavo tutto ciò che scrivo; egli mi ha insegnato tutto quel poco che ho saputo.”11 Tutti i santi in somma hanno appresa l'arte d'amare Dio dallo studio del Crocifisso. Fra Giovanni d'Alvernia ogni volta che mirava Gesù impiagato, non poteva trattenere le lagrime.12 Fra Giacomo da Tuderto, sentendo leggere la Passione del Redentore, non solo piangeva dirottamente, ma prorompeva in urli, sopraffatto dall'amore da cui sentivasi infiammato verso l'amato Signore.13

10. Il P. S. Francesco in questo dolce studio del Crocifisso divenne quel gran serafino.14 Egli lagrimava sì continuamente nel meditare le pene di Gesù Cristo, che avea perduto quasi affatto la vista.15 Una volta, ritrovato che gridava piangendo, fu

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domandato che avesse. “E che voglio avere? rispose il santo, piango i dolori e gli affronti dati al mio Signore; e cresce, soggiunse, la mia pena, in vedere gli uomini ingrati che non l'amano e ne vivono scordati.”16 Ogni volta poi che udiva belare un agnello si sentiva ferire dalla compassione, pensando alla morte di Gesù, Agnello immacolato, svenato sulla croce per li peccati del mondo.17 E perciò l'innamorato santo non sapeva esortare con maggior premura altra cosa a' suoi frati che lo spesso ricordarsi della Passione di Gesù.18

11. Ecco il libro dunque, Gesù crocifisso, che se da noi ancora sarà spesso letto, noi ancora resteremo da una parte

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bene ammaestrati a temere il peccato, e dall'altra infiammati ad amare un Dio così amante, leggendo in quelle piaghe la malizia del peccato che ha ridotto un Dio a soffrire una morte sì amara per soddisfare la divina giustizia; e l'amore che ci ha palesato il Salvatore in voler tanto patire per farci intendere quanto egli ci amava.

12. Preghiamo la divina madre Maria, acciocché ci ottenga dal Figlio la grazia di entrare ancor noi in quelle fornaci d'amore dove ardono tanti cuori innamorati: affinché, restando ivi consumati tutti i nostri affetti terreni, possiamo ancor noi bruciare di quelle felici fiamme che rendono l'anime sante in terra e beate in cielo. Amen.



1 Questa preghiera non è di S. Agostino: però il pensiero è suo. - Vedi Appendice, 1.2 “Andava ogni giorno vie più nella di lui carne la cancrena... Determinarono (i medici) di venire al taglio. Trattando il chirurgo di legarlo, acciocché per la veemenza del dolore non si sconcertasse, preso nelle  mani il suo Crocifisso, disse: “Non fa mestieri d' altri legami che di quelli della carità mostrataci dal Figlio di Dio in questa croce”; e con tanta fortezza d' animo soffri quell' incisione, che non gli uscì mai dalla bocca un sol sospiro o voce alcuna di lamento, ma replicava solamente l' orazione Sancta Maria, succurre miseris... Si venne al secondo (taglio) il giorno seguente, quale sopportò con l' istessa pazienza.” Zaccaria BOVERIO, Annali de' Cappuccini, anno 1612, n. 155.

3 Quasi agnus coram tondente se obmutescet, et non aperiet os suum, Is. LIII, 7.

4 Chi si questo divoto solitario, non si sa. Molto probabilmente S. Alfonso ha attinto questo fatto da Ludolfo di Sassonia:  Multum quippe placet Deo quod homo memoriam Passionis et vulnerum eius portet in corde suo. Narratur enim quod cum quidam eremita sanctissimae vitae instanter Dominum exoraret, ut sibi ostenderet quod sibi inter cetera servitia magis acceptaret, vidit hominem nudum trepidantem frigore, et crucem magnam super se baiulantem, et sibi quis esset interroganti dicentem: Iesus Christus ego sum. Rogasti enim me ut tibi ostenderem quod inter cetera servitia mihi magis complaceret, et nunc tibi dico quod hoc, scilicet quod quis homo iuvet me portare crucem meam, et vulnera, et Passionem in corde suo.” Et haec dicens evanuit.” LUDOLPHUS DE SAXONIA, Ord. Carthus.,Vita Iesu Christi, pars 2, cap. 58. - Cf. AURIEMMA, S. I., Stanza dell' anima nelle piaghe di Gesù, Venezia, 1755, parte 2, cap. 20, p. 421.

5 “(En algunos libros que estàn escritos de oraciòn) avisan mucho que aparten de sì toda imaginacion corpòrea, y que se lleguen a contemplar en la Divinidad; porque dicen que, qunque sea la Humanidad de Cristo, a los que llegan ya tan adelante, que embaraza u impide  a la màs perfeta contemplaciòn.... Esto bien me parece a mi algunas veces; mas apartarse del todo de Cristo, y que entre en cuenta este divino Cuerpo con nuestras miserias ni con todo lo criado, no lo puedo sufrir... Si me hubiera estado en ello, creo nunca hubiera llegado a lo que ahora, porque, a mi parecer, es engano.... Ya no habia quien me hiciese tornar a la Humanidad, sino que, en hecho de verdad, me parecia me era impedimento. Oh Senor de mi alma y Bien mio Jesucristo crucificado! No me acuerdo vez de esta opiniòn que tuve que no me da pena; y me parece que hice una gran traiciòn, aunque con inorancia... Durò muy poco estar en esta opiniòn, y ansi siempre tornaba a mi costumbre de holgarme con este Senor... Es posible, Senor mio, que cupo en mi pensamiento, ni un hora, que Vos me habiades de impidir para mayor bien? De donde me vinieron a mi todos los bienes sino de Vos? No quiero pensar que en esto tuve culpa, porque me lastimo mucho, que cierto era inorancia... Y veo yo claro, y he visto después, que para contentar a Dios y que nos haga grandes mercedes, quiere sea por manos de esta Humanidad sacratisima, en quien dijo Su Majestad se deleita. Muy, muy muchas veces lo he visto por expiriencia; hàmelo dicho el Senor.” S. TERESA, LIbro de la Vida, cap. 22. Obras, I, 165-169.

6 “Sopra tutti i misteri del Salvatore, avea singolar divozione a quelli della santissima Passione sua e morte di croce, la quale avea molto fissa nella memoria, e molto gustava di meditarla... Era sì grande il profitto ch' indi traeva, che a tutti coloro i quali cominciavano a fare orazione mentale, consigliava che meditassero la Passione, come fonte ch' è d' ogni spiritual profitto. E solea ripetere ad ora ad ora nelle sue ordinarie esortazioni: “Non pensiamo d' aver mai fatto alcuna cosa di rilievo, se non giungiamo a portar sempre ne' nostri cuori Gesù crocifisso.” ... Ciò che meditava con ispecial sentimento e con fervore in Cristo crocifisso, erano i tre compagni che lo seguirono sin dal presepio per tutto il tempo di sua vita, e con più di rigore nella sua Passione e nella sua morte: cioé Povertà, Disprezzo e Dolore.” Ven. Lodovico  DA PONTE, Vita, cap. 3, § 2. - “Come se prevedesse che quella stata sarebbe l' ultimo della vita, così egli si applicò in quegli esercizi con tanto fervore, con quanto mai non altra volta, meditando... i sacri misteri della Passione, affine di rinnovare nel suo cuore la viva immagine di Gesù crocifisso, accompagnato da' suoi tre perpetui compagni, Povertà, Disprezzo e Dolore”. La stessa opera, cap. 47.
7 “(Christi) Passionem rumines quotidie. Huius enim Passionis Christi meditatio continua mentem elevabit, quid agendum, quid meditandum, quid quiescendum et sentiendum sit, indicabit; te demum ad ardua infiammabit; te vilificari, et contemni, et affligi faciet; affectus tuos tam in cogitatione quam in locutione ac etiam operatione regulabit... Vere mirabile est quod Christus in cruce sitiens inebriat, nudus exsistens virtutum vestimentis ornat... O Passio mirabilis, quae suum meditatorem alienat, et non solum reddit angelicum, sed divinum.” Stimulus amoris, pars 1, cap. 1. Inter Opera S. Bonaventurae, VII, Lugduni, 1668. - Vedi Appendice, 2, 5°. - “Quoniam devotionis fervor per frequentem Christi Passionis memoriam nutritur et conservatur in homine, ideo necesse est ut frequenter, ut semper oculis cordis sui Christum in cruce tamquam morientem videat qui devotioinem in se vult inexstinguibilem conservare. Propter hoc Dominus dicit in Levitico (VI, 12): Ignis in altari meo semper ardebit, quem nutriet sacerdos subiiciens ligna per singulos dies. Audi, mater devotissima: Altare Dei est cor tuum: in hoc altari debet semper ardere ignis fervidae devotionis, quem singulis diebus debes nutrire per ligna  crucis Christi et memoriam Passionis ipsius. Et hoc est quod dicit Isaias propheta (XII, 3):Haurietis aquas in gaudio de fontibus Salvatoris; ac si diceret: quicumque desiderat a Deo aquas gratiarum, aquas devotionis, aquas lacrimarum, ille hauriat de fontibus Salvatoris, id est de quinque vulneribus Iesu Christi.” S. BONAVENTURA, De perfectione vitae ad Sorores,  cap. 6, n. 1. Opera, VIII, ad Claras Aquas, 1898, pag. 120.
8 “Quam magni sit meriti Passionem Filii Dei piangere, ostendit Augustinus in quodam sermone (?), dicens quod magis meretur vel unam solam lacrimam emittens ob memoriam Passionis Christi, quam si usque ad terram promissionis peregrinaretur, et quam si per totum annum omni hebdomada totum psalterium diceret, et plus quam si qualibet anni hebdomada disciplinam faceret, vel in pane et aqua ieiunaret.” BERNARDINUS DE BUSTO, O. M., Rosarium Sermonum, pars 2, Sermo 15 (subito dopo l' esordio e l' invocazione). - Più verisimilmente viene dal Tiepolo (Considerazioni della Passione, trattato 1, 16°) attribuita questa sentenza a S. Alberto Magno: però non l' abbiamo incontrata nel trattato De sacrificio Missae, a cui egli rimanda.
9 Le ediz. del 1751 (Pellecchia, Paci) uniscono in uno i nostri nn. 6 e 7; in quella Romana (De' Rossi, 1755) manca la sopra citata sentenza di S. Agostino.
10 “Bernardo, non cercare altro libro, ma ti basti quello delle mie Piaghe, ché da esso apprenderai dottrina più profittevole che da qual altro si sia.” GABRIELE DA MODIGLIANA, Vita del B. Bernardo da Corlione, Laico professo Cappuccino, lib. 1, cap. 12.
Il periodo che segue manca nelle edizioni del 1751 e del 1755 (De' Rossi).
11 “Tantam admiratus est in operibus eius doctrinam et eruditionem sanctus Thomas Aquinas, ut petierit a Bonaventura sibi ostendi libros ex quibus tam multiplicem atque adeo magnam eruditionis ubertatem hauriret. Is vero Christi Domini cruci affixi imaginem demonstravit, e quo fonte uberrimo se accipere professus est quidquid vel legeret vel scriberet.” WADDINGUS, Annales Minorum, an. 1260, n. 20.
12 “Natus est hoc anno (1259) Beatus Ioannes Firmanus, de Alvernia cognominatus ob diutinam in illo monte habitationem... Septimo aetatis anno, puerulorum fugiebat consortia, solitaria frequentans loca. In quibus amarissime Christi deflebat Passionem, lacrimis addens verbera et profundos singultus.... Noctu etiam Christum passum meditatus, in tanta copia lacrimas mittebat, ut suppositum cervical madefieret. Atque adeo cordi insita erat Passionis huiusmodi compassio, ut etiam dormiens fieret amare”.WADDINGUS, Annales Minorum, an. 1259, n. 7.
13 “Adeo fervebat Dei amore, uti mente a sensibus alienata esse videretur; interim psallebat, interim plorabat, creberrime autem in suspiria erumpebat. Saepenumero sese a congressu hominum subducens, praecurrebat acri divini amoris stimulo incitatus, sibique Iesum Christum amplexari constringereque visus, amplectebatur arborem quampiam, vociferans eumque summa voce nominibus diversis inclamans, ingeminando identidem: “O Iesu dulcis! O Iesu suavis! O Iesu amantissime! ” - Rogatus aliquando a Fratre quid adeo lacrimaretur: respondit id se eo facere quod “Amor non amaretur”. WADDINGUS, Annales Minorum, an. 1298, n. 38 et 40. - Però, delle sue lagrime e dei suoi strilli nel sentir leggere la Passione di Cristo, non parla Vadingo, come neppure Marco da Lisbona. Ma non manca qualche altra testimonianza. “Beatus Frater noster Jacoponus de Tuderto, audiens legi Passionem Christi, non solum lacrimas, sed nec clamores valebat continere. ” Ven. BERNARDINUS DE BUSTO, O. M., Rosarium sermonum, pars 2, sermo 15, De lacrimosa Passione Domini (dopo l' esordio e l' invocazione).
14 “Cum igitur seraphicis desideriorum ardoribus sursum ageretur in Deum, et compassiva dulcedine in eum transformaretur qui ex caritate nimia voluit crucifigi...” S. BOVANENTURA, Legenda S. Francisci, cap. 13, n. 3. Opera, VIII, ad Claras Aquas, 1898, p. 542.
15 “Fra gli altri continui esercizi nei quali S. Francesco esercitava l' anima sua, il principale era la Passione di Nostro Signore Gesù Cristo, quale talmente, infin da principio della sua conversione, gli aveva egli stesso scolpita nelle viscere del cuore, che tutta volta che se ne ricordava, non si potea tener di lagrimare... Per il che egli era, per l' orazione  continua, astinenza, vigilie e peregrinazioni che faceva, tutto venuto infermo nella testa, negli occhi e nel polmone, né però mai cessava.” MARCO DA LISBONA, Croniche del P. S. Francesco,  parte 1, lib. 1, cap. 86. - “Vir autem Dei.... nemora replebat gemitibus, loca spargebat lacrimis... A Fratribus... aliquoties auditus est... deplorare.... alta voce, quasi coram positam, dominicam Passionem.” S. BONAVENTURA, Legenda S. Francisci, cap. 10, n. 4. - “Cum.... ex continuo fletu infirmitatem oculorum incurrisset gravissimam, suadente sibi medico quod abstineret a lacrimis, si corporei visus caecitatem vellet effugere, vir sanctus respondit: “Non est, frater medice, ob amorem luminis quod habemus commune cum muscis, visitatio lucis aeternae repellenda vel modicum...” Ibid.,  cap. 5, n. 8.
16 “Una volta tra l' altre.... gridava ad alta voce.... Sentito da una persona nobile e timorata di Dio che passava, e che era stato assai suo famigliare al secolo, gli chiese, con istanza e meraviglia, che disgrazia gli fosse intravenuta; ed il Santo piangendo rispose: “Mi doglio e piango per i gravi tormenti e disonori che dierono e fecero al mio Signore Gesù Cristo quei crudelissimi Giudei; e tanto più ne sento gran cordoglio quanto che io odo e vedo che tutto il mondo, per cui ei gli ha patiti, ingratissimamente s' è scordato d' un sì inestimabile beneficio.” Il che dicendo, cominciò a riversar fiumi di lagrime.” MARCO DA LISBONA, Croniche del Padre S. Francesco,parte 1, lib. 1, cap. 86.
17 “Illas (creaturas) viscerosius complexabatur et dulcius, quae Christi mansuetudinem piam similitudine naturali praetendunt et Scripturae significatione figurant. Redemit frequenter agnos qui ducebantur ad mortem, illius memor Agni mitissimi qui ad occisionem adduci voluit pro peccatoribus redimendis... Lamentabatur pro morte agniculi (quem sus ferocissima vix natum necaverat) coram omnibus, dicens: “Heu me, frater agnicule, animal innocens, Christum hominibus repraesentans, maledicta sit impia, nullusque de ea comedat homo vel bestia.” (Post tres dies, sus necem ex infirmitate pertulit, ac proiecta et in modum tabulae desiccata, nulli fuit esca famelico.).” S. BONAVENTURA, Legenda S. Francisci, cap. 8, n. 6.
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 “Esortava i suoi figliuoli a rivoltar ben spesso, e giorno e notte, questo pietoso libro della Passione di Cristo.... E tutti i suoi sermoni ed esortazioni erano.... di questa croce e Passione santissima.” MARCO DA LISBONA, Croniche del P. S. Francesco, parte 1, lib. 1, cap. 86. -La stessa opera, cap. 87. - “Persuadeva continuamente ai suoi che cercassero di mondarsi colle lagrime sparse per la Passione del Signore.” La stessa opera , cap. 88. - “Recollegit se vir Dei cum ceteris sociis in quodam tugurio derelicto iuxta civitatem Assisti.... Librum crucis Christi continuatis aspectibus diebus ac noctibus revolvebant, exemplo Patris et eloquio eruditi, qui iugiter faciebat eis de Christi cruce sermonem.” S. BONAVENTURA, Legenda S. Francisci, cap. 4, n. 3. - “Semper ante oculos habete, fratres carissimi, viam humilitatis et paupertatis sanctae Crucis, per quam nos minavit Salvator noster Iesu Christus... Plane probat (anima quae vere Deum amat et a Spiritu Sancto ducitur) in nulla alia re perfectius requiescere amorem suum quam in compassione caritativa Christi.” S. FRANCISCUS, Opuscula, Pedeponti, 1739, tom. 3, Collationes monasticae sive ad Fratres, Collatio 24, De meditanda assidue Christi Passione. 

<<Cor Mariæ Immaculatum, intercede pro nobis>>