sabato 6 ottobre 2012

-Ven Espíritu Santo; ven por medio de la poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María, tu amadísima Esposa.

Configurados a Jesús Crucificado

Escrito el 21 de noviembre de 1997 (fiesta de la Presentación de María Santísima en el Templo) en Sale, Alejandría. María nos invita amorosamente a unirnos a la Cruz de Cristo, su Hijo Amado. La aceptación de nuestras cruces cotidianas, nuestro dolor y sufrimiento, entregando todo a Dios como ofrenda y en reparación de las faltas y pecados propios y del mundo, en preparación de la purificación que espera al mundo, como camino necesario de llegada al Reino de Cristo.

Configurados a Jesús Crucificado.

«Hijos predilectos, dejaos llevar al interior del Templo celeste de mi Corazón Inmaculado, para que Yo pueda configuraros cada vez más a mi Hijo Jesús. Vuestra vida sacerdotal debe ser en todo conforme a la de Jesús. Él quiere vivir en vosotros hasta su plenitud. Debéis llegar a ser su Palabra vivida y proclamada a to­dos con valentía y fidelidad, de tal manera que la luz del Evangelio pueda iluminar la densa tiniebla que envuelve la tierra. Su Amor Misericordioso quiere manifestarse y atraer al fuego ardiente de Su Divina Caridad a todas las almas, espe­cialmente a las más alejadas, a las descarriadas, a aquellas que yacen bajo la esclavitud del mal y del pecado. Jesús obra el prodigio de la Divina Misericordia, sobre todo a través de vuestro sufrimiento sacerdotal. Por esto ha llegado el momento en que Yo quiero haceros a todos conformes a Jesús Crucificado.

Configurados a Jesús Crucificado, en vuestro cotidiano ministerio sacerdotal. Han llegado los tiempos en los que vosotros, mis hijos predilectos, debéis beber hasta el fondo el amargo cáliz que el Padre Celestial os ha preparado. Aumentan los sufrimientos interiores, causados por vues­tros propios límites, por la miseria humana, porque experi­mentáis en vuestras vidas el peso de vuestra gran debilidad. Aumentan también los íntimos dolores por causa de la incomprensión y de la marginación de las que frecuentemente estáis rodeados. Os pido que saboreéis también vosotros la hora dolorosa de Getsemaní.

Configurados a Jesús Crucificado, sobre todo en vues­tros numerosos sufrimientos exteriores.
Yo tengo necesidad de vuestro sufrimiento sacerdotal. También para cada uno de vosotros he preparado el mo­mento de vuestra personal crucifixión. Por esto, mi pequeño hijo, te he pedido sufrir tanto, a causa de la dolorosa operación de corazón que has debido sufrir. Me has ofrecido todo con mucha docilidad y filial aban­dono y esto ha ayudado mucho el designio de mi Corazón Inmaculado. Sobre todo por medio de los sufrimientos físicos, sobrelle­vados por vosotros con docilidad y amor, Yo os configuro a mi Hijo Crucificado, mientras estoy a vuestro lado con la misma premura con la que estuve junto a Jesús, en los sangrientos momentos de Su Pasión y de Su inmolación en la Cruz.
Configurados a Jesús Crucificado, hijos predilectos, ahora que os acercáis al cumplimiento de mi designio, para el cual desde hace años os he formado y cultivado con premura y celo maternal. Valor, reemprended el camino con confianza y espe­ranza. Os acercáis a momentos de gracia, en los que veréis der­ramarse sobre el mundo los torrentes de la Divina Miseri­cordia. Entonces el mundo será purificado por este fuego Divino de Amor y será completamente renovado, para que Jesús pueda traeros Su Reino de Gracia y de santidad, de justicia, de amor y de paz. Por esto os pido que sigáis cada día mi acción de Madre, que os quiere configurar a todos cada vez más a Jesús Cru­cificado».

Todo os ha sido revelado

Escrito el 31 de diciembre de 1997 en Milán, Italia. Este es el mensaje de cierre que María hace a su libro, donde Ella resume el sentido de los mensajes que a través del humilde sacerdote Don Stefano Gobbi ha estado enviándonos por muchos años. Todo está dicho, ahora es misión de sus sacerdotes y de todos nosotros el cumplir con sus pedidos, el renovar nuestra Consagración al Inmaculado Corazón de María, en espera del Segundo Adviento, del Segundo Pentecostés, del Reino Glorioso de Cristo.


Todo os ha sido revelado.
«Hijos predilectos, pasad Conmigo en la oración, en el silencio, las últimas horas de este año que está a punto de acabar. No las paséis en la disipación y en las diversiones, como lo hacen tantos hijos míos. Este año ha sido particularmente importante para mis proyectos. Ahora entráis en mis tiempos. Por eso os he trazado un camino luminoso, por el cual debéis caminar todos, para vivir la consagración a mi Co­razón Inmaculado que me habéis hecho. Ahora todo os ha sido revelado.

-Todo os ha sido revelado: Mi designio os ha sido profé­ticamente anunciado en Fátima y, en estos años, Yo lo he realizado a través de mi Movimiento Sacerdotal Mariano. Mi designio os ha sido revelado en su lenta preparación. Este siglo vuestro, que está a punto de acabar, ha sido puesto bajo el signo de un fuerte poder concedido a mi Adversario. De este modo la humanidad ha sido seducida con el error del ateísmo teórico y práctico; en el lugar de Dios se han construido los ídolos que todos adoran: el placer, el dinero, la diversión, el poder, el orgullo y la impureza. Verdaderamente satanás, con la copa de la lujuria, ha triunfado en su intento de seducir a todas las naciones de la tierra. Ha reemplazado el amor por el odio, la unión por la división; la justicia por multitud de injusticias; la paz por una continua guerra. De hecho este siglo ha transcurrido todo él bajo el signo de guerras crueles y sangrientas, que han causado millones de víctimas inocentes. Entonces la Santísima Trinidad ha dispuesto que vues­tro siglo fuera puesto bajo el signo de una fuerte, materna y extraordinaria presencia Mía. Así en Fátima he indicado el camino que la humanidad debía recorrer para volver al Señor: el de la conversión, el de la oración, y el de la penitencia. Y os he ofrecido como seguro refugio mi Corazón Inmaculado.

-Todo os ha sido revelado: Mi designio os ha sido indi­cado también en su dolorosa realización. La humanidad ha caído bajo el dominio de satanás y de su gran poder, ejercitado con las fuerzas satánicas y masónicas; Mi Iglesia ha sido oscurecida por el humo que ha entrado dentro de ella. Los errores son enseñados y propagados, haciendo per­der a muchos la verdadera fe en Cristo y en Su Evangelio; la Santa Ley de Dios es abiertamente violada; el pecado es cometido y con frecuencia es también justificado y así se pierde la luz de la Gracia y de la Divina Presencia; la uni­dad es profundamente resquebrajada por la fuerte contes­tación al Magisterio, sobre todo al Papa, y se extiende cada vez más la llaga de dolorosas laceraciones.

Para dar a la Iglesia, sufriente y crucificada de vuestro tiempo, mi ayuda materna y un seguro refugio, he hecho surgir el Movimiento Sacerdotal Mariano y lo he difundido por todas partes del mundo, por medio de este Libro mío, que os traza la senda que debéis recorrer para difundir mi Luz. Con este Libro os enseño a vivir la consagración a mi Corazón Inmaculado, con la sencillez de los niños, con espíritu de humildad, de pobreza, de confianza y de filial abandono. Hace ya veinticinco años que os guío, con las palabras que he dicho al corazón de este pequeño hijo mío, que Yo he escogido como instrumento para la realización de mi designio materno. En estos años Yo misma lo he llevado varias veces a todas partes del mundo, y él se ha dejado conducir dócilmente, pequeño y temeroso, pero totalmente abando­nado a Mí, como un niño en brazos de su madre.

Ahora cuanto os debía decir os ha sido dicho, porque todo os ha sido revelado. Así pues, en esta noche, terminan los mensajes públicos, que desde hace veinticinco años os he dado: ahora debéis meditarlos, vivirlos y ponerlos en práctica. Entonces las palabras que he hecho descender de mi Corazón Inmacula­do, como gotas de rocío celestial sobre el desierto de vuestra vida tan insidiada, producirán frutos de gracia y santidad. De ahora en adelante me manifestaré a través de la palabra de la persona y la acción de este pequeño hijo mío, que Yo he escogido para ser vuestro guía y que ahora conduzco al vértice doloroso de su misión.

-Todo os ha sido revelado. Mi designio os ha sido predicho sobre todo en lo referente a su maravilloso y victorioso cumplimiento. Os he anunciado el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Al final mi Corazón Inmaculado triunfará. Esto sucederá en el máximo triunfo de Jesús, que traerá al mundo Su Reino glorioso de amor, de justicia y de paz y hará nuevas todas las cosas. Abrid los corazones a la esperanza. Abrid las puertas a Cristo que viene a vosotros en gloria. Vivid la hora vibrante de este segundo adviento. Haceos así valientes anunciadores de este triunfo suyo, porque vosotros pequeños niños consagrados a Mí, que vivís de mi mismo espíritu, sois los apóstoles de estos últimos tiempos. Vivid como fieles discípulos de Jesús, en el desprecio del mundo y de vosotros mismos, en la pobreza, en la humildad, en el silencio, en la oración, en la mortificación, en la caridad y en la unión con Dios mientras sois desco­nocidos y despreciados por el mundo.

Ha llegado el momento de salir de vuestro ocultamiento para ir a iluminar la tierra. Mostraos a todos como hijos míos porque Yo estoy siem­pre con vosotros. Sea la fe la luz que os ilumine en estos días de oscuri­dad, y que os consuma solamente el celo por el honor y la gloria de mi Hijo Jesús. Combatid hijos de la Luz, porque la hora de mi batalla ha llegado ya. En el más crudo invierno vosotros sois los brotes que se abren de mi Corazón Inmaculado y que Yo deposito sobre las ramas de la Iglesia, para deciros que está a punto de alcanzar su más bella primavera. Será para Ella su segundo Pentecostés. Por esto os invito a repetir con frecuencia en los Cená­culos la oración que os he pedido:

-Ven Espíritu Santo; ven por medio de la poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María, tu amadísima Esposa.

Con el amor de una madre que, en estos años, ha sido escuchada, seguida y glorificada por vosotros, os bendi­go a todos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».


Lilium candidum sanctae Trinitatis,
ora pro nobis

«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».


VIA CRUCIS DETTATA DA GESU’ A JOSEFA MENENDEZ
Il Venerdì Santo, 30 Marzo 1923, Ge­sù dettò a Josefa le preghiere dette alla Via Crucis

“Vieni a contemplarmi durante il do­loroso cammino del Calvario, dove sto per spargere il mio Sangue, adoralo ed offrilo al mio Padre celeste affinché serva per la salvezza delle anime”.

1° STAZIONE - Ascolta come pro­nunciano contro di Me la sentenza di morte. Considera con quale silenzio, con quale pazienza e con quale man­suetudine la riceve il mio Cuore.
Anime che cercate d'imitare la mia condotta, imparate a mantenere il si­lenzio e la serenità di fronte a ciò che vi mortifica e contraria.
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
2° STAZIONE - Guarda la Croce che mettono sulle mie spalle. II suo pe­so è grande, ma l'amore che sento verso le anime è molto più grande. Anime che mi amate, confrontate la vostra sofferenza con l'amore che mi portate, e non permettete che l'abbattimento spenga la fiamma di questo amore.
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
3° STAZIONE - Il peso della Croce mi fa cadere a terra, ma lo zelo per la salvezza delle anime mi fa risollevare, prendere nuovamente animo e prose­guire il cammino.
Anime che ho invitato a dividere il peso della mia Croce, vedete un po' se il vostro zelo per le anime vi infonde nuova energia per andare avanti nel cammino dell'abnegazione e della ri­nuncia di voi stesse, oppure se l'ecces­sivo amor proprio atterra le vostre for­ze e non vi lascia sopportare il peso della Croce.
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
4° STAZIONE - Qui incontro la mia Santissima e diletta Madre. Considera il martirio che soffrono i nostri due Cuori! Tuttavia il dolore dell'uno e del­l'altro si uniscono vicendevolmente, e l'amore per quanto doloroso, trionfa.
Anime che camminate per lo stesso sentiero e che avete di mira gli stessi intenti, la vista delle vostre sofferenze vicendevoli vi animi e vi fortifichi af­finché l'amore trionfi. L'unione nel do­lore vi sostenga, e vi faccia abbracciare generosamente le spine del cammino.
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
5° STAZIONE - Considera come Si­mone di Cirene accetta questo peso crudele e penoso per un meschino inte­resse e come il mio Corpo va perdendo le forze.
O anime se vi vengono meno le forze alla vista della lotta continua contro la propria natura, considerate che portate la mia Croce, non già per un piccolo premio o per un godimento terreno e passeggero, ma per acquistare la vita eterna e per procurare la stessa felicità ad altre anime.
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
6° STAZIONE - Considera la carità con cui questa donna (la Veronica) vie­ne a tergere il mio volto, e come per amore vince ogni rispetto umano.
Ah! non permettete che un futile ti­more di perdere la reputazione o la fama vi impedisca ora di tergere il mio volto con atti di generosità e di amore. Vedete come il sangue lo inonda!
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
7° STAZIONE - La Croce va esau­rendo le mie forze. Il cammino è lungo e penoso; nessuno si avvicina per por­germi aiuto: e il mio affanno è tale che cado una seconda volta.
Anime che camminate alla mia se­quela, non perdetevi di coraggio se nel­la vostra vita senza consolazioni umane e piena di aridità vi vedete private di ogni consolazione spirituale. Prendete animo alla vista del vostro Modello sul cammino del Calvario. Vedete, è la se­conda volta che cade, ma si rialza e prosegue il cammino fino al termine. Se volete attingere un po' di forza, ve­nite e baciategli i piedi!
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
8° STAZIONE - Vedendomi in tale stato di ignominia le donne di Gerusa­lemme piangono.
Il mondo piange dinanzi alla soffe­renza: ma Io vi dico, o anime che mi seguite per il cammino stretto, che un giorno, il mondo vi vedrà camminare per ampie e fiorite praterie, mentre lui e i suoi seguaci cammineranno sopra il fuoco che essi stessi si preparano coi lo­ro godimenti.
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
9° STAZIONE - Considera che qua­si sono prossimo al Calvario e cado per la terza volta. Così darò forza a quelle povere anime che, in pericolo di morte eterna, si rammolliranno col Sangue delle ferite che produce questa terza caduta: otterrò loro grazia per rialzarsi e giungere ad ottenere la vita eterna.
Anime che desiderate imitarmi, non ricusate mai il più piccolo atto, anche se vi produce nuove ferite. Non impor­ta! Questo sangue darà la vita ad un'a­nima! Imitate il vostro Gesù che avanza verso il Calvario!
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
10° STAZIONE - Considera con quanta crudeltà mi spogliano delle ve­sti! Contempla come Io rimango in si­lenzio e in un totale abbandono!
Lasciatevi spogliare di quanto posse­dete, sia dei beni che della propria vo­lontà. In cambio lo vi rivestirò con la tunica della purezza e coi tesori del mio Cuore.
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
11° STAZIONE - Già sono giunto sulla cima dove mi daranno la morte. Già mi stendono e mi inchiodano sulla Croce! Non ho più nulla... Neppure la libertà di muovere una mano... un pie­de... Non sono i chiodi che mi tratten­gono, ma l'amore! Perciò dalle mie lab­bra non cade né un lamento né un so­spiro.
Voi siete inchiodate sulla croce e siete trattenute dai chiodi. Non lagna­tevi, non mormorate quando questi chiodi benedetti vi lacerano le mani e i piedi.
Venite e baciate i Miei: qui troverete la forza.
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
12° STAZIONE - La Croce è la mia compagna sul cammino del Calvario, sulla Croce esalo l'ultimo respiro.
Anime che avete avuto la croce per compagna inseparabile durante la vo­stra vita, siate certe che su di essa esa­lerete il vostro ultimo respiro: ma è pe­rò anche certo che essa sarà la porta per cui entrerete alla vita.
Baciate costantemente questo pegno sacro e benedetto: abbracciatelo con tenerezza ed amatelo come il più gran­de dei vostri tesori.
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
13° STAZIONE - Considera la cari­tà con cui Giuseppe d'Arimatea si inca­rica di calare il mio corpo dalla Croce. Lo depone fra le braccia di mia Madre. Essa lo adora e lo bacia; lascia cadere le sue lacrime sul mio volto e su tutte le mie membra. Poi lo consegna a quel­li che dovranno imbalsamarlo e depor­lo nel sepolcro.
O anime tutte venite. Prendete il mio corpo, imbalsamatelo con gli aromi del­le vostre virtù! Adorate le sue piaghe! Baciatele e lasciate che le vostre lacri­me cadano sul mio volto! E poi mette­temi nel sepolcro del vostro cuore.
E dite anche una parola di conforto alla cara Madre mia e vostra.
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
14° STAZIONE - Considera con quanta delicatezza mi mettono nel se­polcro. È nuovo e quindi puro senza la più leggera macchia.
Anime che mi siete unite cercate tut­te le delicatezze che vi suggerirà l'amo­re, affinché il vostro cuore sia puro e ben adorno per seppellirmi nell'amore tenero, forte, costante e generoso. Ora bacia e adora le mie Piaghe, e recita il "Miserere".
«Eterno Padre, ricevi il sangue Divi­no che Gesù Cristo Figlio tuo ha sparso nella sua Passione. Per le sue Piaghe, per il suo Capo trapassato di spine, per il suo Cuore, per tutti i suoi Meriti per­dona alle anime e salvale».
Baciando la terra:
«Sangue Divino del mio Redentore, io Ti adoro con profondo rispetto e grande amore, per riparare gli oltraggi che ricevi dalle anime».
“AVE MARIA!
IMMACOLATA MIA
E MIO TUTTO!

IL COMBATTIMENTO SPIRITUALE: In che consista la perfezione cristiana. Per acquistarla bisogna combattere. Quattro cose necessarie per questa battaglia





CAPITOLO I

In che consista la perfezione cristiana.
Per acquistarla bisogna combattere.
Quattro cose necessarie per questa battaglia

Volendo tu, figliuola in Cristo amatissima, conseguire l’altezza della perfezione e, accostandoti al tuo Dio, diventare uno stesso spirito con lui (cfr. 1Cor 6,17), dal momento che questa è la maggiore e la più nobile impresa che si possa dire o immaginare, devi prima conoscere in che cosa consista la vera e perfetta vita spirituale.
Molti infatti, senza troppo riflettere, l’hanno posta nel rigore della vita, nella macerazione della carne, nei cilizi, nei flagelli, nelle lunghe veglie, nei digiuni e in altre simili asprezze e fatiche corporali.
Altri, e particolarmente le donne, credono di aver fatto molto cammino se dicono molte preghiere vocali; se partecipano a parecchie messe e a lunghe salmodie; se frequentemente vanno in chiesa e si ritemprano al banchetto eucaristico.
Molti altri (tra cui talvolta se ne ritrova qualcuno che, vestito dell’abito religioso, vive nei chiostri) si sono persuasi che la perfezione dipenda del tutto dal frequentare il coro, dal silenzio, dalla solitudine e dalla regolata disciplina: e così chi in queste e chi in altre simili azioni ritiene che sia fondata la perfezione.
Il che però non è così! Siccome dette azioni sono ora mezzo per acquistare spirito e ora frutto di spirito, così non si può dire che in esse solo consistano la perfezione cristiana e il vero spirito.
Sono senza dubbio mezzo potentissimo per acquistare spirito per quelli che bene e discretamente le usano, per prendere vigore e forza contro la propria malizia e fragilità; per armarsi contro gli assalti e gli inganni dei nostri comuni nemici; per provvedersi di quegli aiuti spirituali che sono necessari a tutti i servi di Dio e massimamente ai principianti.
Sono poi frutto di spirito nelle persone veramente spirituali, le quali castigano il corpo perché ha offeso il suo Creatore e per tenerlo sottomesso e umile nel suo servizio; tacciono e vivono solitarie per fuggire qualunque minima offesa del Signore e per conversare nei cieli (cfr. Fíl 3,20 Volgata); attendono al culto divino e alle opere di pietà; pregano e meditano la vita e la passione di nostro Signore non per curiosità e gusti sensibili, ma per conoscere ancora di più la propria malizia e la bontà misericordiosa di Dio, onde infiammarsi sempre più nell’amore divino e nell’odio di se stesse, seguendo con la loro abnegazione e la croce in spalla il Figliuolo di Dio; frequentano i santissimi sacramenti a gloria di sua divina Maestà, per congiungersi più strettamente con Dio e per prendere nuova forza contro i nemici.
Ma ad altri poi che pongono nelle suddette opere esteriori tutto il loro fondamento, possono, non per difetto delle cose in sé (che sono tutte santissime) ma per difetto di chi le usa, porgere talvolta occasione di rovina più che i peccati fatti apertamente. Mentre sono intenti solo in esse, abbandonano il cuore in mano alle inclinazioni e al demonio occulto, il quale, vedendo che questi già sono fuori del retto sentiero, li lascia non solamente continuare con diletto nei suddetti esercizi ma anche spaziare secondo il loro vano pensiero per le delizie del paradiso, dove si persuadono di essere sollevati tra i cori angelici e di sentire Dio dentro di sé. Questi si trovano talora tutti assorti in certe meditazioni piene di alti, curiosi e dilettevoli punti e, quasi dimentichi del mondo e delle creature, par loro di essere rapiti al terzo cielo.
Ma in quanti errori si trovino questi avviluppati e quanto siano lontani da quella perfezione che noi andiamo cercando, facilmente si può comprendere dalla vita e dai loro costumi: infatti questi vogliono in ogni cosa grande e piccola essere preferiti agli altri e avvantaggiati su di loro, sono radicati nella propria opinione e ostinati in ogni loro voglia. Ciechi nei propri, sono invece solleciti e diligenti osservatori e mormoratori dei detti e dei fatti altrui. Se tu li tocchi anche un poco in una certa loro vana reputazione, in cui essi si tengono e si compiacciono di essere tenuti dagli altri, e li levi da quelle devozioni che usano passivamente, si alterano tutti e s’inquietano moltissimo. E se Dio, per ridurli alla vera conoscenza di se stessi e sulla strada della perfezione, manda loro travagli e infermità o permette persecuzioni (che non vengono mai senza sua volontà, così volendo o permettendo, e che sono la pietra di paragone della lealtà dei suoi servi), allora scoprono il loro falso fondo e l’interno corrotto e guasto a causa della superbia. Infatti in ogni avvenimento, triste o lieto che sia, non vogliono rassegnarsi e umiliarsi sotto la mano divina acquietandosi nei sempre giusti benché segreti giudizi di Dio (cfr. Rm 11,33); né sull’esempio del suo Figliuolo, il quale umiliò se stesso e volle patire (cfr. Fil 2,8), si sottomettono a tutte le creature considerando come cari amici i persecutori, che effettivamente sono strumenti della divina bontà e cooperano alla loro mortificazione, perfezione e salvezza.
Perciò è cosa certa che questi tali sono posti in grave pericolo: avendo l’occhio interno ottenebrato e mirando con quello se medesimi e le azioni esterne che sono buone, si attribuiscono molti gradi di perfezione e così insuperbiti giudicano gli altri: ma per loro non c’è chi li converta, fuorché uno straordinario aiuto di Dio. Per tale motivo assai più agevolmente si converte e si riduce al bene il peccatore pubblico, anziché quello occulto e coperto con il manto delle virtù apparenti.


Tu vedi dunque assai chiaramente, figliuola, che la vita spirituale non consiste nelle suddette cose, come ti ho dichiarato.
Devi sapere che essa non consiste in altro che nella conoscenza della bontà e della grandezza di Dio, e della nostra nullità e inclinazione a ogni male; nell’amore suo e nell’odio di noi stessi; nella sottomissione non solo a lui, ma a ogni creatura per amor suo; nella rinuncia a ogni nostro volere e nella totale rassegnazione al suo divino beneplacito: inoltre essa consiste nel volere e nel fare tutto questo semplicemente per la gloria di Dio, per il solo desiderio di piacere a lui, e perché così egli vuole e merita di essere amato e servito.

Questa è la legge d’amore impressa dalla mano dello stesso Signore nei cuori dei suoi servi fedeli. Questo è il rinnegamento di noi stessi, che da noi ricerca (cfr. Lc 9,23). Questo è il giogo soave e il peso suo leggero (cfr. Mt 11, 30). Questa è l’obbedienza, alla quale con l’esempio e con la parola il nostro Redentore e Maestro ci chiama.

E perché, aspirando tu all’altezza di tanta perfezione, devi fare continua violenza a te stessa per espugnare generosamente e annullare tutte le voglie, grandi o piccole che siano, necessariamente conviene che con ogni prontezza d’animo ti prepari a questa battaglia: infatti la corona non si dà se non a quelli che combattono valorosamente.

Siccome tale battaglia è più di ogni altra difficile (poiché combattendo contro di noi, siamo insieme combattuti da noi stessi), così la vittoria ottenuta sarà più gloriosa di ogni altra e più cara a Dio.
Se tu attenderai a calpestare e a dar morte a tutti i tuoi disordinati appetiti, desideri e voglie ancorché minime, renderai maggior piacere e servizio a Dio che se, tenendo alcune di quelle volontariamente vive, ti flagellassi fino al sangue e digiunassi più degli antichi eremiti e anacoreti o convertissi al bene migliaia di anime.

Sebbene il Signore in sé gradisca più la conversione delle anime che la mortificazione di una voglietta, nondimeno tu non devi volere né operare altro se non quello che il medesimo Signore da te rigorosamente ricerca e vuole. Ed egli senza alcun dubbio si compiace di più che tu ti affatichi e attenda a mortificare le tue passioni che se tu, lasciandone anche una avvedutamente e volontariamente viva in te, lo servissi in qualunque cosa sia pure grande e di maggior importanza.

Ora che tu vedi, figliuola, in che consiste la perfezione cristiana e che per acquistarla devi intraprendere una continua e asprissima guerra contro te stessa, c’è bisogno che ti provveda di quattro cose, come di armi sicurissime e necessarissime, per riportare la palma e restare vincitrice in questa spirituale battaglia. Queste sono: la diffidenza di noi stessi, la confidenza in Dio, l’esercizio e l’orazione. Di tutte tratteremo con l’aiuto divino e con facile brevità.

Lilium candidum sanctae Trinitatis,
ora pro nobis



venerdì 5 ottobre 2012

LA GRAZIA SANTIFICANTE CI FA FIGLI ADOTTIVI DI DIO!


IL BATTESIMO CI DONA LA GRAZIA SANTIFICANTE
E CI FA FIGLI ADOTTIVI DI DIO!
C’E’
FORTUNA MAGGIORE?

*
Vangelo secondo Giovanni
Giovanni 1, 1-14

(Gv 1, 1-9) In principio era il Verbo

<<[1] In principio era il Verbo, il Verbo era presso Dio e il Verbo era Dio.
[2] Egli era in principio presso Dio: 
[3] tutto è stato fatto per mezzo di lui, e
senza di lui niente è stato fatto di tutto ciò che esiste. 
[4] In lui era la vita e la
vita era la luce degli uomini; 
[5] la luce splende nelle tenebre, ma le tenebre
non l'hanno accolta. 
[6] Venne un uomo mandato da Dio e il suo nome era
Giovanni. 
[7] Egli venne come testimone per rendere testimonianza alla luce,
perché tutti credessero per mezzo di lui. 
[8] Egli non era la luce, ma doveva
render testimonianza alla luce. 
[9] Veniva nel mondo la luce vera, quella che
illumina ogni uomo.


(CCC 291) “In principio era il Verbo… e il Verbo era Dio… Tutto è stato fatto
per mezzo di lui e senza di lui niente è stato fatto” (Gv 1,1-3). Il Nuovo Testamento
rivela che Dio ha creato tutto per mezzo del Verbo eterno, il Figlio suo diletto. “Per
mezzo di lui sono state create tutte le cose, quelle nei cieli e quelle sulla terra… Tutte
le cose sono state create per mezzo di lui e in vista di lui. Egli è prima di tutte le cose
e tutte in lui sussistono” (Col 1,16-17). La fede della Chiesa afferma pure l'azione
creatrice dello Spirito Santo: egli è il “datore di vita” [Simbolo di Nicea-
Costantinopoli], lo “Spirito Creatore” [Liturgia delle Ore, Inno “Veni, Creator”], la
“sorgente di ogni bene” [Liturgia bizantina, Tropario dei Vespri di Pentecoste].
(CCC 240) Gesù ha rivelato che Dio è “Padre” in un senso inaudito: non lo è soltanto
in quanto Creatore; egli è eternamente Padre in relazione al Figlio suo Unigenito, il
quale non è eternamente Figlio se non in relazione al Padre suo: “Nessuno conosce il
Figlio se non il Padre, e nessuno conosce il Padre se non il Figlio e colui al quale il
Figlio lo voglia rivelare” (Mt 11,27). (CCC 241) Per questo gli Apostoli confessano
Gesù come “il Verbo” che “in principio” “era presso Dio”, “il Verbo” che “era Dio”
(Gv 1,1), come “l'immagine del Dio invisibile” (Col 1,15), come l'“irradiazione della
sua gloria e impronta della sua sostanza” (Eb 1,3). (CCC 717) “Venne un uomo
mandato da Dio e il suo nome era Giovanni” (Gv 1,6). Giovanni è “pieno di Spirito
Santo fin dal seno di sua madre” (Lc 1,15; 1,41) per opera dello stesso Cristo che la
Vergine Maria aveva da poco concepito per opera dello Spirito Santo. La
“visitazione” di Maria ad Elisabetta diventa così visita di Dio al suo popolo [Lc
1,68]. (CCC 718) Giovanni è “quell'Elia che deve venire” (Mt 17,10-13); il fuoco
dello Spirito abita in lui e lo fa “correre avanti” [come “precursore”] al Signore che
viene. In Giovanni il Precursore, lo Spirito Santo termina di “preparare al Signore
un popolo ben disposto” (Lc 1,17).


(Gv 1, 10-14) Il Verbo si fece carne


[10] Egli era nel mondo, e il mondo fu fatto per mezzo di lui, eppure il
mondo non lo riconobbe. 
[11] Venne fra la sua gente, ma i suoi non
l'hanno accolto. 
[12] A quanti però l'hanno accolto, ha dato potere di
diventare figli di Dio: a quelli che credono nel suo nome, 
[13] i quali non da sangue, né da volere di carne, né da volere di uomo, ma da Dio sono stati generati. 
[14] E il Verbo si fece carne e venne ad abitare in mezzo a noi; e
noi vedemmo la sua gloria, gloria come di unigenito dal Padre, pieno di
grazia e di verità.>>


(CCC 530) La fuga in Egitto e la strage degli innocenti [Mt 2,13-18]
manifestano l'opposizione delle tenebre alla luce: “Venne fra la sua gente, ma i suoi
non l'hanno accolto” (Gv 1,11). L'intera vita di Cristo sarà sotto il segno della
persecuzione. I suoi condividono con lui questa sorte [Gv 15,20]. Il suo ritorno
dall'Egitto [Mt 2,15] ricorda l'Esodo [Os 11,1] e presenta Gesù come il liberatore
definitivo. (CCC 214) Dio, “colui che è”, si è rivelato a Israele come colui che è
“ricco di grazia e di fedeltà” (Es 34,6). Questi due termini esprimono in modo
sintetico le ricchezze del Nome divino. In tutte le sue opere Dio mostra la sua
benevolenza, la sua bontà, la sua grazia, il suo amore; ma anche la sua affidabilità,
la sua costanza, la sua fedeltà, la sua verità. “Rendo grazie al tuo Nome per la tua
fedeltà e la tua misericordia” (Sal 138,2; 85,11). Egli è la Verità, perché “Dio è Luce
e in lui non ci sono tenebre” (1Gv 1,5); egli è “Amore”, come insegna l'apostolo
Giovanni (1Gv 4,8). (CCC 2466) In Gesù Cristo la verità di Dio si è manifestata
interamente. “Pieno di grazia e di verità” (Gv 1,14), egli è la “luce del mondo” (Gv
8,12), egli è la Verità [Gv 14,6]. “Chiunque crede” in lui non rimane “nelle
tenebre” (Gv 12,46). Il discepolo di Gesù rimane fedele alla sua parola, per
conoscere la verità che fa liberi [Gv 8,32] e che santifica [Gv 17,17]. Seguire Gesù, è
vivere dello “Spirito di verità” (Gv 14,17) che il Padre manda nel suo nome [Gv
14,26] e che guida alla verità tutta intera” (Gv 16,13). Ai suoi discepoli Gesù insegna
l'amore incondizionato della verità: “Sia il vostro parlare sì, sì; no, no” (Mt 5,37).


*

Divinidad de Cristo

El Verbo encarnado

1 En el principio (a) era el Verbo; y el Verbo era ante (b) Dios; y Dios era el Verbo. 2 Este era en el principio ante Dios. 3 Todo por medio de él fue hecho y, sin él no ha sido hecho nada, que ha sido hecho. 4 En él vida era, y la vida era la luz de los hombres; 5 y la luz en la obscuridad luce; y la obscuridad a ella no cogió. 6 Hubo un hombre enviado por Dios; su nombre Juan; 7 éste vino en testimonio, para testimoniar acerca de la luz, para que todos creyesen por él. 8 No era aquél la luz, sino para que testimoniase acerca de la luz. 9 Era la luz la verdadera que alumbra a todo hombre, que viene al mundo. 10 En el mundo estaba, y el mundo por medio de él fue, y el mundo a él no conoció. 11 A lo propio vino, y los propios no le recibieron. 12 Mas, cuantos le recibieron —dióles potestad de hijos de Dios ser; a los que creen en su nombre; 13 que, no de sangres (c) ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios han nacido. 14 Y el Verbo carne se hizo y habitó en nosotros, y hemos visto su gloria, gloria de Unigénito de Padre; —lleno de gracia y verdad.


Catecismo para niños


COR SANCTISSIMUM MARIAE
FONS LUCIS ET GRATIAE

FONS AETERNAE VITAE

ora pro nobis


giovedì 4 ottobre 2012

IL PIU' UMILE! IL PIU' SANTO DEI SANTI! - Salve Sancte Pater! O santissima anima, al tuo passaggio da questo mondo, i Cittadini del cielo ti corrono incontro il coro degli Angeli esulta, la Trinità gloriosa t'invita dicendo: "rimani con noi per sempre".


"STATE saldi, o figli tutti, nel timore del Signore e perseverate sempre in esso! E, poiché sta per venire la tentazione e la tribolazione, beati coloro che persevereranno nel cammino iniziato! Quanto a me, mi affretto verso Dio e vi affido tutti alla sua grazia!".


SALVE, SANCTE PATER 

"Salve, sancte Pater, 
patriæ lux, 
forma Minorum: 
virtutis speculum, 
recti via, 
regula morum: 
carnis ab exsilio,
duc nos ad regna polorum".

<<Salve, Padre santo,nostra luce, modello dei Minori: specchio di virtù, via verso ciò che è retto, regola di vita. Dall’esilio della carne, conducici al regno dei cieli>>.

*

Antifona per il Transito di San Francesco (3 ottobre): 

"O sanctissima anima"





O sanctissima anima,
in cuius transitu cæli cives occurrunt;
angelorum chorus exultat,
et gloriosa Trinitas invitat dicens:
mane nobiscum in æternum.

O santissima anima,
al tuo passaggio da questo mondo,
i Cittadini del cielo ti corrono incontro
il coro degli Angeli esulta,
la Trinità gloriosa t'invita dicendo:
"rimani con noi per sempre".


Gli spartiti in notazione quadrata e moderna:









http://www.cantualeantonianum.com 



Catecismo para niños
<<Cor Mariæ Immaculatum, intercede pro nobis>>