sabato 4 febbraio 2012

Santa Águeda, la primera de las cuatro principales vírgenes y mártires del Occidente, tan celebradas en la universal Iglesia, nació en Sicilia, hacia el año del Señor de 230.




SANTA ÁGUEDA,
VIRGEN Y MÁRTIR
Día 5 de febrero
P. Juan Croisset, S.J.

Santa Águeda, la primera de las cuatro principales
vírgenes y mártires del Occidente, tan celebradas
en la universal Iglesia, nació en Sicilia, hacia el año
del Señor de 230. Hay noble  competencia entre las dos
famosas ciudades de Catania y Palermo sobre cuál de las
dos tuvo la gloria de haber sido cuna y patria de nuestra
Santa; pero lo qué está fuera de toda duda es que en
tiempo de la persecución vivía Águeda en Palermo, y que
padeció martirio en Catania. Era su casa una de las más
nobles de Sicilia, y, como sus ilustres padres profesaban
la religión cristiana, criaron á la niña en toda piedad,
desvelándose en darla una educación correspondiente á
su noble nacimiento.

Desde luego descubrió Águeda un entendimiento
vivo y despejado; era rica, era hermosa, tanto, que
pasaba por la mayor hermosura de su tiempo; pero lo
que la hacía más sobresaliente era su singularísima
virtud. Descolló tanto en ella desde sus más tiernos años,
que desde luego hizo voto de no tener otro esposo que
Jesucristo, consagrándole su virginidad, siendo ya desde
su infancia el ejemplo y la admiración de todas las
doncellas.

No pudo ver sin mucha irritación tanta virtud el
enemigo común de nuestra salvación. Excitó furiosas
tempestades, para que naufragase en ellas su voto y su
constancia. Declaráronse  pretendientes de su mano
cuantos caballeros nobles  tuvieron noticia de su
hermosura y de sus prendas;  mil veces la combatieron,
pero nunca la expugnaron; contando las victorias por las
batallas, y las palmas por los choques.

Hallábase Águeda en Catania cuando Quinciano,
gobernador de Sicilia, oyó hablar del extraordinario
mérito y de las raras prendas que adornaban á la tierna
sierva de Jesucristo. Quiso verla, y por la relación que le
hicieron, así de sus grandes riquezas como de su singular
hermosura, se resolvió desde luego á pretenderla por
esposa, y al punto envió por ella.

Cuando Águeda tuvo noticia de la orden del
gobernador, no dudó que el Señor había aceptado el
sacrificio que le había hecho de su vida, y creyó
firmemente que ya se había llegado el tiempo de
cumplirle. Encerróse en su cuarto; y llena de gozo con la
esperanza de juntar la corona de mártir á la de virgen,
hizo al Señor esta oración fervorosa: Señor mio Jesucristo,
mi  Dios  y  mi  divino  Esposo,  bien  conocidos  tenéis  mis
pensamientos; patente os está de par en par mi corazón:
Vos solo sois su único Dueño, y Vos lo seréis eternamente:
ni sufriré jamás que ninguno  entre á dividir con Vos el
imperio. Esposa vuestra soy, libradme de este tirano;
oveja vuestra soy, defendedme de este lobo. Ea, Señor,
concededme la gracia de que sea sacrificada como
humilde víctima, que está consagrada á Vos desde que la
razón y la libertad me permitieron la dicha de haceros
este obsequio. La hora del sacrificio se acerca;
franquéense, Señor, vuestros oídos á la piedad ardiente
de mis amorosos votos.
  
Acabada la oración, se levantó
animosa,  y  tomó  el  camino  de Catania. En todo él no se
ocupó su pensamiento sino en considerar qué dicha tan
grande era la de derramar la sangre por amor de
Jesucristo; el viaje era una oración continua, y alentado
el corazón con nueva confianza, así caminaba á la
muerte, como pudiera caminar á un triunfo.  
Acababa de publicar el  emperador Decio edictos
severos y terribles contra  los cristianos. Pareció á
Quinciano que ésta era bella coyuntura para el logro de
sus intentos, obligando á la Santa á condescender con
ellos, ó á renunciar á la religión cristiana. Viola, y quedó
tan ciegamente prendado de su belleza, que, no teniendo
valor para hablarla como  juez, se contentó con
entregarla á una maldita vieja, llamada Afrodisia, cuya
profesión era engañar á las doncellas, siendo su casa
escuela de disolución y teatro de lascivia.

No podía el tirano condenar á nuestra Santa á
suplicio más cruel, ni que la causase más horror, ni es
posible declarar cuánto tuvo que padecer la purísima
doncella de solicitaciones  importunas, de tratamientos
durísimos, de menosprecios y de ultrajes por espacio de
un mes que estuvo en aquella infame casa. No hacía más
que derramar su corazón en la presencia de Dios, por los
ojos en un precioso llanto, y por la boca suspiros y
oraciones, suplicándole no la desamparase en tempestad
tan deshecha. 

Dióse por vencida la porfiada solicitud de
Afrodisia, y, pasando al palacio de Quinciano, le dio el
último desengaño, declarándole que antes ablandaría la
obstinación de un diamante, que lograr hacer mella en el
corazón de Águeda; porque, señor, concluyó la perversa
vieja,  esta doncella es cristiana; y, siéndolo, ¿qué
esperanza pude haber de pervertirla?

Al oír estas palabras mudó de afectos el pecho del
gobernador, y apoderándose la saña, el coraje y el furor
del lugar que antes ocupaba el amor ciego, juró por los
dioses inmortales que había de hacerla padecer los más
terribles tormentos. Mandóla  comparecer delante de sí,
y, arrojando centellas por los ojos, la preguntó cómo se
llamaba y de qué familia era.  

Mi nombre es Águeda,
respondió la Santa, y mi familia la conoces tú muy bien;
conque no puedes ignorar quién sea yo. Pues ¿cómo,  
replicó Quinciano,  habiendo nacido libre y de casa tan
ilustre, te has querido adocenar con la miserable
condición de los esclavos? Si el ser sierva de Jesucristo es
ser esclava,  respondió la santa doncella,  desde luego
hago gloriosa vanidad de esta noble esclavitud; porque
no conozco ni mayor ni aun verdadera nobleza sino la de
servir á éste Señor.  

Instóla el gobernador para que
sacrificase á los dioses del imperio, amenazándola que,
si no lo hacia espontáneamente, sabría obligarla con el
rigor de los tormentos.  Tú quieres, dijo la Santa, que yo
sacrifique á los dioses del imperio; pero ¿no me dirás qué
dioses son ésos? Un pedazo  de madera, ó un trozo de
mármol que pulió el artífice en estatuas; un Júpiter que,
según vuestras mismas historias, no hizo más proezas que
escandalizar al mundo con sus maldades; una Venus que
te avergonzarías tú de tener una mujer que se pareciese
á ella.

Irritado Quinciano con una respuesta tan discreta
como animosa, mandó á los  verdugos que descargasen
en aquel hermosísimo rostro crueles bofetadas; y no
atreviéndose por entonces á pasar adelante con el
interrogatorio, ordenó la encerrasen en una obscura
prisión, con esperanza de obligarla á que renunciase la
fe, ó con resolución de exponerla á los más horribles
tormentos.

Al día siguiente la hizo comparecer segunda vez
ante su tribunal, y, disimulando el furor con la ternura, la
preguntó con cariño artificioso si había pensado
seriamente en mirar por sí y en salvar su vida.  Y como
que he pensado,  respondió la Santa.—Pues, hija mía,
renuncia luego á Jesucristo,  replicó el tirano.—¿Qué
llamas renunciar á Jesucristo?, respondió intrépidamente
la santa doncella:  por lo mismo que he pensado con la
mayor seriedad en salvar mi vida, no puedo renunciar á
Jesucristo, porque ese Señor es mi vida. Ese es mi salud,  
Ese es mi único dueño. Quinciano, no pienses que tus
amenazas ni tus tormentos han de hacerme titubear. No
se abalanza con mayor ansia á una fuente de agua
cristalina él sediento ciervo abrasado del calor y de la
sed, que la que yo tengo de dar la vida por aquel dulce
Salvador que me redimió hasta derramar la última gota
de su sangre. Afila el acero, enciende el fuego: nada
bastará á separarme de aquel dulcísimo Dueño á quien
amo más que á mí misma. Quinciano, en una palabra, tú
podrás quitarme la vida, pero no pondrás arrancarme la
fe.
Puede concebirse, pero no puede explicarse, cuánto
se enfureció el tirano al oír una resolución tan generosa.
Mandó que al instante la extendiesen en el ecúleo, que
moliesen aquel delicado cuerpo, que quebrantasen
aquellos virginales huesos  con bastones anudados, que
rasgasen aquellas purísimas carnes con garfios, con uñas
aceradas, y que abrasasen aquellos tiernos costados con
planchas de metal encendidas. Tantos, tan crueles y tan
repetidos tormentos, que, atropellándose unos á otros,
estremecían y llenaban de horror á los circunstantes, y
aun á los gentiles mismos, los padecía nuestra Santa, no
sólo con heroica constancia, sino con indecible alegría.

Crecía la saña de Quinciano al paso que iba
subiendo de punto el invicto sufrimiento de nuestra
Águeda; y no contento con la inaudita crueldad de
hacerla atenazar sus virginales pechos, llegó á la
barbarie de mandárselos cortar. No cedió la santa
doncella á un dolor tan vergonzoso como cruel, y sólo se
contentó con zaherirle modestamente por aquella
especie de horrible inhumanidad, protestándole que no
por eso haría mella en su firmeza. 

Hallóse tan
avergonzado Quinciano de verse vencido por aquella
doncellita tierna, que segunda vez la mandó encerrar en
la cárcel, con orden de que la dejasen morir allí de sus  
heridas.
Apenas entró Águeda en el calabozo, cuando una
celestial luz desterró su oscuridad, bañándole de
resplandor. Dejóse ver en medio de ella el glorioso
apóstol San Pedro, que la curó milagrosamente. Llegó á
noticia de Quinciano, y la mandó comparecer tercera vez
ante su tribunal; pero, sin darse por entendido de la
milagrosa curación, que los gentiles atribuían siempre á
efecto de hechicería,  Es menester,  la dijo,  resolverte
desde este mismo punto á sacrificar á nuestros dioses, ó
prevenirte para padecer tormentos más crueles que
todos los pasados. — Como ni en el Cielo  ni  en  la  Tierra,
replicó la Santa, reconozco más Dios que el que yo sirvo,
nunca me resolveré á doblar á otro la rodilla. Al oír estas
palabras, revestido de nuevo furor el tirano, mandó que
desnuda la arrastrasen primero por ascuas encendidas, y
después por puntas y cascos de vasijas hechas pedazos.
Sirvió el nuevo tormento de materia á nuevo triunfo.

Apenas se dio principio á la ejecución, cuando se
estremeció la ciudad con un espantoso terremoto;
hundiéronse muchos edificios, se vino abajo una pared
que sepultó entre sus ruinas á Silvano, consejero, y á
Falcón, amigo de Quinciano,  principales autores de su
crueldad y atizadores ambos  de su ira Alborotóse el
pueblo, y el gobernador se vio precisado á asegurar su
vida con la fuga. Fue Águeda restituida á la cárcel, y
apenas entró en ella, cuando  hizo al Señor la oración
siguiente:

Dios poderoso,  Dios Eterno, que por puro efecto de
tu misericordia infinita quisiste tomar bajo tu especial
amorosa protección á esta tu humilde sierva desde que
se hallaba en los primeros arrullos de la cuna,
preservándola del contagioso amor del mundo, para que
mi corazón ardiese únicamente en el purísimo incendio
de tu amor; Salvador mió,  Jesucristo, que has querido  
conservarme en medio de tantos tormentos para mayor
gloria de tu Nombre, y para confusión vergonzosa del
poder de las tinieblas, dígnate de recibir mi alma en la
eterna feliz estancia de los  bienaventurados; ésta es la
última gracia que pido, y que firmemente espero de tu
infinita bondad. Al decir esto expiró. Sucedió su preciosa
muerte el día 5 de Febrero de 251. Al punto se
apoderaron del virginal victorioso cuerpo los cristianos, y
le dieron sepultura en la ciudad de Catania, con toda la
veneración que correspondía á tan ilustre martirio.


La Misa es en honra de Santa Águeda, y la
oración es la siguiente:

¡Oh Dios, que entre las otras maravillas de tu poder
supiste dar fuerzas aun al sexo más frágil, para que
pudiese conseguir la victoria del martirio! Concédenos la
gracia de que, celebrando  la memoría de tu virgen y
mártir Santa Águeda, podamos caminar á Ti por la
imitación de sus ejemplos. Por nuestro Señor Jesucristo,
etc.

La Epístola es del cap. 1 de la primera que
escribió San Pablo á los corintios.

Hermanos: Considerad vuestra vocación, porque no
la hicieron muchos sabios  según la carne, no muchos
poderosos, no muchos nobles: antes bien, Dios eligió las
cosas estultas del mundo para confundir á  los sabios; y
las cosas débiles del mundo eligió Dios para confundir las
fuertes; y las cosas bastas del mundo y despreciables
eligió Dios, y aquellas que no son, para destruir las que
son, á fin de que ningún viviente se gloríe en presencia
suya. Vosotros, empero, sois de él en Cristo Jesús, el cual
ha sido hecho por Dios sabiduría para nosotros, y justicia,
y santificación y redención: por lo cual, según lo que está
escrito, el que se gloría, gloríese en el Señor.
  
REFLEXIONES
Mirad bien cuál es vuestra vocación. Hacemos muy
poca reflexión, ó, á lo menos, no consideramos tanto
como debiéramos el beneficio de nuestra vocación al
Cristianismo. Pudimos nacer (¿quién lo duda?) de padres
herejes ó gentiles; y ¿no fue una singularísima gracia del
Señor que naciésemos dentro del seno de la Santa
Iglesia? ¡Oh qué gran dicha el haber sido reengendrado
en las saludables aguas del bautismo! ¡ Oh qué favor ser
parte de aquel pequeñuelo rebaño que reconoce por
Pastor á Jesucristo! Nada hizo el acaso; todo fue obra de
la Providencia. ¿Hemos comprendido bien el valor de este
gran beneficio? No hay salvación fuera del gremio de la
Santa Iglesia; hijos somos  de esta Madre; enorme
ingratitud será no apreciar como debemos un beneficio
tan estimable; será indigna torpeza incurrir en falta de
reconocimiento. Sin verdadera virtud, no hay mérito
verdadero. La religión, la verdadera piedad, el fiel siervo
de Dios, hacen respetables los hombres aun á los mismos
espíritus angélicos. No hay mejor entendimiento, ni aun
bueno, que el que hace un juicio sano de las cosas; no
hay otra prudencia que la prudencia cristiana. Todo
aquel que se burla, que hace chacota, que desprecíalas
verdades de la religión, es despreciable. Digno es de
compasión el que en medio de los mayores peligros se
divierte sin conocerlos. Todo  esto hace el que vive sin
reflexión y sin freno. Jesucristo es nuestra verdadera,
nuestra única sabiduría. Todo lo que no se conforma con
su doctrina, todo lo que se opone á sus máximas, es error,
es necedad. Toda nuestra gloria la debemos colocar en
servirle; toda nuestra sabiduría debe consistir
únicamente en obedecerle.

El Evangelio es del cap. 19 de San Mateo.

En aquel tiempo: Buscaron los fariseos á Jesús para   
tentarle, y le dijeron: ¿Es lícito al hombre repudiar por
cualquier motivo á su mujer? El cual respondiendo, les
dijo: ¿No habéis leído vosotros cómo Aquel que crió al
hombre desde el principió,  lo hizo macho y hembra?, y
dijo: Por esto dejará el hombre al padre y á la madre, y
se unirá con su mujer, y los dos serán una misma carne. Y
así, ya no son dos carnes, sino  una.  Por  tanto, 
lo  que Dios juntó, no lo separe el hombre.
Pues ¿por qué, dijeron ellos,
ordenó Moisés el dar libelo de repudio y
separarse? Respondióles: Por la dureza de vuestro
corazón os permitió Moisés  repudiar vuestras mujeres;
pero no fue así al principio. Sin embargo, yo os digo, que
cualquiera que repudie su  mujer, sino por causa de
adulterio, y tome otra, adultera; y cualquiera que tome á
la repudiada, comete adulterio. Dijéronle sus discípulos:
Si es tal la condición del hombre en orden á la mujer, no
tiene cuenta casarse. Y él  los dijo: No todos entienden
esta doctrina, sino aquellos á quienes es concedido.
Porque hay eunucos que nacieron tales del vientre de su
madre; hay eunucos que han sido hechos tales por los
hombres; y los hay que se hicieron eunucos á sí mismos
por amor del Reino de los Cíelos. El que puede entender,
entienda.
MEDITACIÓN
De las verdades de nuestra religión.

PUNTO PRIMERO.—Considera que las verdades de la
religión son eternas, permanentes, invariables; que ni las
sutilezas del ingenio pueden disminuir, ni el estrago de
las costumbres ni la variedad de los tiempos pueden
alterar. Ellas son únicamente las que, hablando en todo
rigor, se deben llamar verdades.
Discurran los hombres como se les antoje;
sofistiquen los mundanos y  los disolutos todo cuanto 
quieran; póngase de su parte el amor propio con todas
sus sutilezas y trampantojos; reclame contra ellas el
corazón humano, y amotínense contra ellas los sentidos,
siempre será verdad que no estamos en este mundo para
otra cosa que para servir  á Dios, para amarle y para
complacerle; que nuestro único negocio es el de la
salvación; que el camino del Infierno es ancho y muchos
van por él; que la senda del Cielo es estrecha; que el
mundo es enemigo de Cristo, y que no hay cosa más
perniciosa que seguir las  máximas del mundo. Siempre
será verdad que una vida regalona y deliciosa no puede
ser cristiana; que ninguno puede ser discípulo de Cristo
no teniendo una vida crucificada; que el carácter del
cristiano es la caridad, la humildad, la mortificación, las
costumbres arregladas; que el pecado es el mayor de
todos los males , y, hablando propiamente, es el único
mal; que las adversidades y las cruces son tesoros para
quien sabe aprovecharse de ellas; que toda nuestra
felicidad consiste en estar en gracia de Dios, y la mayor
de las desdichas en morir en su desgracia; que hay un
Infierno, en que todo el poder de Dios se emplea en
encender un fuego eterno para castigar eternamente á
los pecadores; y que para ir al Cielo no hay otro camino
que el de la inocencia ó el de la penitencia.
Siempre será verdad que, ni los que cometen
injusticias, ni los deshonestos, ni los fornicarios, ni los
adúlteros, ni los que se entregan al torpe vicio de la
molicie (pecado de onanismo o los pecados de impureza
solitarios) ó á otros infames pecados, ni los que retienen
el bien ajeno, ni los avarientos, ni los dados á la
embriaguez, ni los murmuradores, ni los que no perdonan
de corazón las injurias, ni los que viven de rapiña, ni los
idólatras, ni los herejes, ni los que están fuera del gremio
de la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, ó no se
rinden con humildad á sus  definiciones, siempre será
verdad que éstos no poseerán el Reino de los Cielos. Esta 
es la doctrina de nuestra  religión; éstas las verdades
eternas que la Iglesia aprendió del mismo Jesucristo;
esto es lo que creemos; ésta es la ley que profesamos;
éstos son los principios por donde se gobernaron los
santos, y éste será el libro por donde todos hemos de ser
juzgados. Vivamos como quisiéremos, sea el que fuere
nuestro estado, nuestra condición ó nuestra clase, por
esta regla se ha de gobernar nuestra vida, y ésta debe
ser la pauta de toda nuestra conducta.
¡Oh mi Dios, y en qué  insondable abismo de
reflexiones no me introducen estas verdades! Y ¡qué
manantial inagotable de arrepentimientos y de justos
sobresaltos no brota de estas mismas reflexiones !

PUNTO SEGUNDO.—Considera si te  servirán algún día
de consuelo estas grandes é importantes verdades, ó si,
por el contrario, no te llenarán de desesperación,
sirviendo de motivo al decreto decisivo de tu condenación
eterna, y á la sentencia  más terrible de todas las
sentencias.
¿Has arreglado hasta aquí tu vida á este
indispensable modelo? ¿Han sido estas divinas verdades
la regla de tus costumbres? Esta filosofía moral de
Jesucristo ¿ha sido también  la tuya? ¿Podrás decir con
verdad: Desde mis más tiernos años he observado
fielmente todas estas cosas,  he  caminado  por  este
camino, he guardado estos mandamientos, no me he
gobernado por otras máximas? Penetrado mi corazón de
estas grandes verdades, ¿siempre amé á mi Dios con
fidelidad, siempre lo serví  con resolución, en nada he
pensado sino en salvarme, nunca he perdido de vista á mi
único fin, he conservado la inocencia bautismal toda la
vida?
Y si he tenido la desgracia de perder esta inocencia 
por el pecado, ¿me he dedicado después á hacer mucha
penitencia? ¿He sido tan enemigo del mundo y de sus
máximas, que me hayan causado horror sus vanidades?
¿Nos da buen testimonio de esto nuestra conciencia? ¿Es
el Evangelio la regla de nuestras costumbres? ¿Es nuestra
vida semejante á la vida  de los santos? ¿Somos
verdaderos discípulos de Cristo? Y ¿no prueban
demasiadamente lo contrario  nuestros deseos, nuestras
palabras y nuestros pensamientos?
Dudar de los dogmas de nuestra religión es
infidelidad. ¿Seremos más  fieles si dudamos de su
doctrina? Los  Artículos  deben ser la regla del
entendimiento; los  Mandamientos,  de la voluntad;
aquéllos nos enseñan lo que debemos creer, éstos lo que
debemos obrar. Son las obras como el alma de la fe; y
por eso la fe sin obras es una fe muerta. El cristiano que
no vive arreglado á las verdades que cree y que profesa,
no es más que fantasma de cristiano.
¡ Oh mi Dios! Y á vista de esto, la grande seguridad
con que se vive ¿puede nacer de otro principio quede un
funesto letargo? Todos creemos estas verdades tan
grandes, tan importantes, mas no por eso somos mejores.
Pero ¿quién nos hace vivir tan seguros? ¿Qué violencia es
menester hacerse para salvarse? ¿Qué victoria de las
pasiones? ¿Qué mortificación de por vida? ¿Qué pureza,
qué rectitud, qué humildad? Por estas señas se conocen
los escogidos; estos rasgos caracterizan los justos. Si á
nosotros se nos pintara por  ellos, ¿saldría el retrato
parecido al original? El que no ve, ¿juzgará que está
viendo una viva copia de las verdades del Evangelio?
¡Ah mi Dios, y cuánto tengo de que acusarme! Todo
lo puedo, todo lo debo temer, á vista de las verdades
prácticas de mi religión. Ellas forman mi proceso; pero,
dulce Jesús mío, apelo al tribunal de vuestra 
misericordia; y, pues me habéis hecho la gracia de
abrirme los ojos para conocer mis descaminos, espero no
me negaréis la de darme tiempo para repararlos, y para
que de hoy en adelante arregle mi vida á las verdades
que creo.

JACULATORIAS
Bienaventurados, Señor, los que, instruidos de
vuestra santa ley, la practican y os buscan de todo su
corazón.—Ps. 118.
Dirigid, Señor, mis pasos por la senda de vuestros
Mandamientos, y no permitáis que me deje dominar de
algún pecado.—Ibid.

PROPÓSITOS
1.    Ten presente que los Mandamientos de la ley de
Dios son tan de fe como los Artículos. El mismo Señor que
nos enseñó los unos nos enseñó los otros; y tan de fe es
que para salvarnos es menester vivir según el Evangelio,
como lo es que Jesucristo  es nuestro Salvador. Pues
dedica hoy algún espacio de tiempo para examinar
seriamente, y sin lisonjearte, si has vivido hasta aquí
según el Evangelio. No te contentes con una ojeada
superficial; indaga bien la virtud que te falta; pero no
basta hacer este descubrimiento. Hallas que, en
realidad, estás destituido de todas las virtudes; pues no
te pares aquí, ni te desalientes: escoge dos ó tres
virtudes de aquellas que te parecieren más necesarias, y,
con el mayor fervor y confianza, pide al Señor te dé
gracia para practicarlas; resuélvete generosamente á
comenzar desde luego su ejercicio, proponiendo repetir
sus actos en cuantas ocasiones se ofrecieren.
2.    No te olvides de lo que dice el apóstol Santiago: 
el que guarda toda la ley, quebrantando un solo
mandamiento de ella, es como si todos los quebrantara, y
se hace responsable de todos. Es decir, que tanto se
menosprecia la autoridad  del legislador con la
trasgresión de un solo precepto, como con la de todos. La
razón es, añade el Apóstol, porque el mismo que te dijo:
no serás adúltero, el mismo dijo también: no matarás, no
desearás la mujer ajena, no serás codicioso ni avariento,
etc. En virtud de esto, guárdate bien de vivir muy
tranquilo porque poseas ciertas virtudes, de que te
lisonjeas vanamente,  cuando quizá son más
temperamento que virtud; sin darte mucha pena por
adquirir otras, de que ciertamente careces.
http://iteadjmj.com/
AVE MARIA!
AMDG

venerdì 3 febbraio 2012

Festa de Nossa Senhora do Bom Sucesso ‒ Quito, Equador : Profecias de Nossa Senhora do Bom Sucesso - Origem da milagrosa imagem


(Quinta-feira, 2 de Fevereiro de 2012)


Hoje é a Festa de Nossa Senhora do Bom Sucesso ‒ Quito, Equador : Profecias

Há 400 anos Nossa Senhora apareceu a uma religiosa espanhola no mosteiro das concepcionistas em Quito (Equador), e ordenou que se confeccionasse uma imagem sua sob as invocações do título, profetizou impressionantes acontecimentos para os séculos futuros, inclusive o nosso.

Nossa Senhora apareceu em 2 de fevereiro de 1610 a Madre Mariana de Jesus Torres, espanhola da alta nobreza, uma das oito fundadoras do mosteiro das concepcionistas de Quito, para ordenar-lhe a confecção de uma imagem a Ela dedicada. Estamos, portanto, no ano do IV centenário dessa aparição.

A milagrosa imagem de Nossa Senhora do Bom Sucesso venera-se no Monasterio Real de La Limpia Concepción, em Quito, primeiro convento de monjas contemplativas da América do Sul, fundado em 1577 sob os auspícios do rei de Espanha Filipe II.


Neste artigo serão apresentadas as importantes relações que a devocão a essa imagem tem com os dias atuais. No quadro abaixo, a apreciação de Plinio Corrêa de Oliveira sobre Ela, a ordem do universo e a civilização cristã.

Histórico das aparições

Situemo-nos no ano de 1556. Matronas da cidade de Quito, devotas de Maria Imaculada (o dogma só viria a ser proclamado em 1854), desejosas de ter em sua cidade um mosteiro de religiosas concepcionistas, pediram a Filipe II a fundação naquela colônia de um mosteiro consagrado à Imaculada Conceição.

O rei enviou, para atender a tão excelente pedido, um grupo de religiosas fundadoras, tendo à testa a Rvda. Madre Maria de Jesus Talvada, descendente de nobre e antiga casa da Galícia, e também a sobrinha desta, a cândida menina Mariana.

Soror Mariana de Jesus Torres
A par de sua candura, era Mariana notável por sua rara formosura de alma e de corpo. Grande devota do Santíssimo Sacramento, dotada do dom da profecia, conheceu as inumeráveis dificuldades e sofrimentos pelos quais passariam as religiosas; e, uma vez fundado o mosteiro, o ódio e as perseguições do demônio contra a comunidade ao longo dos séculos.

Teve ainda conhecimento de que o mosteiro duraria até o fim do mundo, e que nele haveria sempre uma alma santa, em todos os tempos. Foi-lhe também revelado que a Rainha dos Céus comunicar-se-ia com ela por meio de aparições.

A 13 de janeiro de 1577, fundava-se o mosteiro. Mariana não pôde professar na ocasião, por ter apenas 13 anos. Iniciou seu noviciado e professou aos 15, com o nome de Mariana de Jesus.

A vida de Madre Mariana de Jesus Torres é um portento de santidade. Mantinha profunda intimidade com seu anjo da guarda, e sua devoção dominante era a Jesus Sacramentado. Êxtases, visões e revelações alternavam-se com terríveis perseguições, não só do demônio como também de religiosas relapsas.

Certo dia ocorreu com suas irmãs de hábito algo muito grave. Madre Mariana sofreu em silêncio e recorreu a Nosso Senhor, comunicando-Lhe seus tormentos. O Divino Redentor apareceu-lhe e disse:

— Quando te desposei, experimentei com cuidado tua vontade.

— Senhor — respondeuMadre Mariana — minha vontade está pronta, mas a carne é fraca.

Ao que Nosso Senhor acrescentou:

— Não te faltará fortaleza, assim como não falta nada à alma que Me pede.

Nesse momento, viu ela Jesus Cristo no Gólgota, quando Ele começava a agonizar. Aterrorizada, exclamou: “Senhor, sou eu a culpada, castiga-me e poupa teu povo!”. Apareceu-lhe então a Santíssima Virgem, que lhe disse:

“Não és tu a culpada, mas o mundo criminoso. Estes castigos são para o séc. XX”. Viu então três espadas, cada uma com uma legenda: Castigarei a heresia; Castigarei a blasfêmia; Castigarei a impureza.

A Santíssima Virgem prosseguiu: “Queres, minha filha, sacrificar-te por este povo?”.

Madre Mariana respondeu: “Minha vontade está pronta”.

As espadas cravaram-se em seu coração, e ela caiu morta pela violência da dor.

Morreu verdadeiramente Madre Mariana, e foi apresentada ao juízo de Deus: o Padre Eterno regozijou-se por tê-la criado; o Filho Divino, por tê-la redimido e tomado por esposa; e o Espírito Santo, por tê-la santificado.

Estava no Céu a alma de Madre Mariana, enquanto na Terra se elevavam orações fervorosas por sua vida. Nosso Senhor, querendo atender a essas súplicas, fez Madre Mariana ver como as orações por sua vida subiam ao trono de Deus.

Apresentou-lhe duas coroas — uma de glória imortal, e a outra cercada de espinhos — enquanto lhe dizia: “Esposa minha, escolhe uma destas coroas”. E a fazia entender que, com a coroa de glória, ficaria no Céu, ao passo que com a outra voltaria a padecer no mundo.

Madre Mariana pediu que a Divina Majestade escolhesse, e não ela. Nosso Senhor respondeu:”Não. Quando te tomei por esposa, provei tua vontade, e agora faço o mesmo”.

Madre Mariana teve então conhecimento do futuro do mosteiro, das monjas que se salvariam e das que se condenariam; das imensas calamidades do séc. XX, durante o qual choveria fogo do Céu, consumindo os homens e purificando a Terra; das almas daquele mosteiro, as quais, por sua santidade, aplacariam a cólera divina.

Voltou-se então para Nossa Senhora e pediu que Ela mesma governasse o mosteiro; e aceitou retornar à Terra, tendo então escolhido, humilde e resignada, a coroa de espinhos. Regressava à vida, com seus 20 anos de idade.

***


Profecias de Nossa Senhora do Bom Sucesso (2) - Origem da milagrosa imagem


Madre Mariana de Jesus Torres, quadro de época



continuação do post anterior 

A vida de Madre Mariana de Jesus Torres, a quem Nossa Senhora do Bom Sucesso apareceu, foi escrita com admirável unção por Frei Manoel de Sousa Peraira, na segunda metade do séc. XVIII, baseando-se noCuadernón, que ele pôde consultar. 

Este Cuadernón foi posteriormente escondido, em local e data desconhecidos, a fim de preservá-lo das perseguições religiosas pelas quais viria a passar o Equador nos séculos XIX e XX. 

No livro A Vida Admirável da Rvda. Madre Mariana de Jesus Torres”, de 264 páginas, no qual se baseiam estas linhas, Frei Manoel relata pormenorizadamente as três mortes e duas ressurreições de Madre Mariana, sua atuação como religiosa modelar, seus sofrimentos e lutas, os estigmas de Nosso Senhor Jesus Cristo (os quais ela recebeu aos 25 anos) e outros fatos extraordinários de sua admirável vida mística. 

Seu corpo incorrupto, que assim se conserva desde sua derradeira morte em 16 de janeiro de 1635, em capela de seu mosteiro, confirma alguns desses fatos. 


Neste artigo, limitar-nos-emos a abordar mais extensamente a aparição de Nossa Senhora para lhe ordenar a confecção de sua imagem, e como esta foi realizada; ocupar-nos-emos também das revelações que Madre Mariana recebeu da Santíssima Virgem, com referência particular aos dias em que vivemos.

Corpos incorruptos de religiosas no convento das aparições
No ano de 1610, rezava insistentemente Madre Mariana à primeira hora da madrugada, prostrada ao solo no coro, pelas necessidades de seu mosteiro, da colônia espanhola da América e da Igreja, quando notou a presença de uma Senhora de extraordinária formosura, sustentando no braço esquerdo um Menino belo como a aurora. Emocionada, a religiosa perguntou:

— Quem sois, linda Senhora, e que desejais de mim, que sou só uma sofrida monja?

— Sou Maria do Bom Sucesso, a Rainha dos Céus e da Terra. Porque me invocaste com terno afeto, venho do Céu consolar teu aflito coração. Tuas orações, lágrimas e penitências são muito agradáveis a nosso Pai Celestial. Na mão direita, tenho o báculo que vês, pois quero governar este meu mosteiro como Priora e Mãe. Satanás quer destruir esta obra de Deus, mas não o conseguirá, porque Eu sou a Rainha das Vitórias e a Mãe do Bom Sucesso, sob cuja invocação quero fazer prodígios em todos os séculos.

É vontade de meu Filho Santíssimo que mandes confeccionar uma imagem, tal como me vês, e que a coloques no trono da abadessa. Na minha mão direita porás o báculo e as chaves da clausura, em sinal de minha propriedade e autoridade. Em minha mão esquerda porás meu Divino Filho. Eu mesma governarei este meu Mosteiro.

— Senhora —ponderou a religiosa — como realizar tudo isso, se até desconheço Vossa estatura?

— Dá-me o cordão franciscano que trazes à cintura.

A Santíssima Virgem o tomou e colocou uma de suas extremidades na mão de seu Divino Filho, que o aplicou à cabeça da Mãe, indicando a Madre Mariana que, com a outra ponta, tocasse seus pés.

O cordão milagrosamente se esticou, até alcançar a estatura exata da Santíssima Virgem.

— Aqui tens, minha filha, a medida de tua Mãe do Céu. Meu servo Francisco del Castilho, a quem explicarás minhas feições e minha postura, talhará minha imagem, pois tem reta consciência e observa religiosamente os mandamentos de Deus e da Igreja. De tua parte, ajuda-o com orações e humildes sofrimentos”.

Francisco del Castillo preparou-se com penitências, para tão alto encargo: confessou-se, comungou, e no dia 15 de setembro de 1610 iniciou a confecção da imagem. 

Quando faltavam apenas os retoques finais, certo de que a imagem, embora satisfatória, nem de longe representava o que Madre Mariana havia visto, resolveu não só fazer mais penitência, mas saiu de viagem em busca das melhores tintas para concluir o trabalho. 

De regresso, surpreendeu-se ao encontrar já concluída a imagem. Diante do bispo, fez juramento escrito para testemunhar que a imagem não era obra sua, e que a havia encontrado, ao voltar, com uma forma muito diferente da que havia deixado, seis dias antes.

Madre Mariana de Jesus descreve assim os acontecimentos: rezava às três horas da madrugada do dia 16 de janeiro de 1611, no coro, onde estava a imagem que ia sendo esculpida por Francisco del Castillo, quando viu os arcanjos São Miguel, São Gabriel e São Rafael, os quais se apresentavam diante do trono da Rainha dos Céus.

São Miguel, saudando-a, disse: “Ave Maria, Filha de Deus Padre”; São Gabriel acrescentou: “Ave Maria, Mãe de Deus Filho”; e São Rafael concluiu: “Maria Santíssima, Esposa puríssima do Espírito Santo”. 

Nesse momento apareceu São Francisco de Assis, e se uniu aos três arcanjos. Seguidos da milícia celeste, acercaram-se da imagem semi-acabada, transformando-a e refazendo-a, dando-lhe uma beleza inigualável que mão humana jamais poderia conferir. 

A Virgem estava totalmente iluminada, como se estivesse no meio do sol. Do alto, a Santíssima Trindade olhava comprazida o que acontecia, e os anjos entoavam suas melodias. 

No meio de todas essas alegrias, a Rainha do Céu penetrou pessoalmente na imagem, como raios de sol que se introduzem em um cristal. 

Como que tomando vida, tornou-se resplandecente, e com celestial melodia cantou o Magnificat. Os anjos entoaram o hino Salve Sancta Parens (Ave, ó Santa Progenitora).

Essa foi a origem da milagrosa imagem de Nossa Senhora do Bom Sucesso.

As extraordinárias revelações da Virgem Santíssima

Madre Mariana recebeu grande número de revelações, nas quais Nossa Senhora profetizou acontecimentos do século XX e vários que já se realizaram. Convido o leitor a tomar conhecimento de alguns, dentre muitos.

Talvez para algum leitor, habituado às precisões matemáticas de hoje (aliás, de si elogiáveis), seja útil mostrar antes a conexão entre o que Nossa Senhora diz sobre o século XX e o que se passa em 2010. 

Procissão na festa no convento das aparições
Com efeito, cada século se define mais pelo desenrolar dos acontecimentos relevantes que nele se verificam do que pelos dois zeros que caracterizam o ano como múltiplo de cem. 

Assim, os historiadores situam a Revolução Francesa como acontecimento do século XVIII, ao passo que ela se prolongou, com sua difusão por Napoleão Bonaparte, até o Congresso de Viena em 1815; e só consideram concluído o séc. XIX com o fim da Belle Époque e o início da I Guerra Mundial, em 1914. 

Isto porque a conceituação mais adequada de um século reside no significado profundo que ele tem na arquitetonia da História.

Outro exemplo: quando Paulo VI e João Paulo II tratam, com clareza e precisão, da tragédia ocorrida na Santa Igreja depois do Concílio Vaticano II, referem-se evidentemente a um fenômeno do séc. XX, tragédia que se prolonga e se desdobra até nossos dias.

Profecias de Nossa Senhora do Bom Sucesso (3) - As revelações

Gabriel García Moreno (1821-1875)
“Um presidente verdadeiramente católico”

Em aparição de 16 de janeiro de 1599, Nossa Senhora disse a Madre Mariana: 

“A pátria em que vives deixará de ser colônia e será república livre; então, chamar-se-á Equador e necessitará de almas heróicas para sustentar-se no meio de tantas calamidades, públicas e privadas”. 

Previsão cumprida 200 anos depois. Nessa mesma aparição, a Santíssima Virgem afirmou:


“No séc. XIX haverá um presidente verdadeiramente católico, varão de caráter, a quem Deus dará a palma do martírio, na mesma praça onde está este meu convento. Ele consagrará a República ao Divino Coração de meu Filho Santíssimo, e esta consagração sustentará a Religião católica nos anos posteriores, os quais serão amargos para a Igreja”. 

Com efeito, em 25 de março de 1874, Gabriel Garcia Moreno [foto] tornou o Equador a primeira nação da América consagrada ao Sagrado Coração de Jesus. E no ano seguinte, a 6 de agosto, entregou sua alma a Deus, assassinado pelos inimigos da fé, na mesma praça em que está situado o mosteiro. Antes de expirar, escreveu no solo, com o próprio sangue: Dios no muere.

“Quando tudo parecer perdido, será o início do triunfo da Santa Igreja”



Em aparição de 2 de fevereiro de 1634, Nossa Senhora do Bom Sucesso entregou o Menino Jesus a Madre Mariana. 

Em seus braços, Ele revelou-lhe a proclamação do Dogma da Imaculada Conceição, quando “meu Vigário” (o Papa) estiver cativo; e o dogma da Assunção, depois de o mundo sair de um banho de sangue. 

O que se verificou, respectivamente, em 1854, no pontificado do Bem-aventurado Pio IX, e após a II Guerra Mundial, em 1950.

Em 8 de dezembro de 1634, a Rainha do Céu e da Terra indicou a Madre Mariana que sua invocação de Bom Sucesso iria ser a sustentação e guarda da fé, face à total corrupção do séc. XX. Ela predisse que, 

“nesses tempos de calamidade, quase não haverá inocência infantil [...], a atmosfera estará saturada de impureza, a qual, como um mar imundo, correrá pelas ruas, praças e lugares públicos com uma liberdade assombrosa, de maneira que quase não se encontrarão no mundo almas virgens[...]. Quanta dor sinto ao te manifestar que haverá muitos e enormes sacrilégios públicos e também ocultos, profanações da Sagrada Eucaristia. [...] Meu Filho Santíssimo será lançado ao solo e pisoteado por pés imundos. [...] O Sacramento da ordem sacerdotal será ridicularizado, oprimido e desprezado, porque nesse sacramento se oprime e denigre a Igreja de Deus e a Deus mesmo, representado em seus sacerdotes. [...] O Sacramento do matrimônio, que simboliza a união de Cristo com a Igreja, será atacado e profanado em toda a extensão da palavra [...]. Impor-se-ão leis iníquas, com o objetivo de o extinguir, facilitando a todos viverem mal”.

Dramaticamente essas profecias indicam o que ocorre em nossos dias em relação aos sacrilégios, ao sacerdócio e àquilo que seria então inacreditável: a legalização de uniões de indivíduos do mesmo sexo, como se elas fossem casamento.

E Nossa Senhora do Bom Sucesso acrescentou:

“Quando tudo parecer perdido, será o início do triunfo da Santa Igreja. O pequeno número de almas que guardarão o tesouro da fé e das virtudes sofrerá um cruel e indizível padecer, a par de um prolongado martírio [...], haverá uma guerra formidável e espantosa, na qual correrá sangue de nacionais e estrangeiros, de sacerdotes e de religiosas. Essa noite será terrível, pois parecerá ao homem o triunfo da maldade. Será chegada, então, a hora em que Eu de maneira assombrosa destronarei o soberbo e maldito Satanás, pondo-o abaixo de meus pés e sepultando-o no abismo infernal. Deixarei por fim livres, a Igreja e a pátria, de sua cruel tirania [...]. Ora com insistência, pedindo a nosso Pai Celeste que se compadeça e ponha termo, o quanto antes, a tempos tão nefastos, enviando à Santa Igreja o prelado (do latim, “praelatus” — aquele que vai à frente),que deverá restaurar o espírito de seus sacerdotes. A esse filho meu muito querido amamos, meu Filho Santíssimo e Eu, com amor de predileção, pois o dotaremos de uma capacidade rara, de humildade de coração, de docilidade às divinas inspirações, de fortaleza para defender os direitos da Igreja e de um coração terno e compassivo, para que, qual outro Cristo, atenda o grande e o pequeno, sem desprezar o mais desafortunado que lhe peça luz e conselho em suas dúvidas e amarguras [...]. Em sua mão será posta a balança do Santuário, para que tudo se faça com peso e medida, e Deus seja glorificado”.

“Alegre e triunfante, qual terna menina, ressurgirá a Igreja”

Em outra ocasião, revelando a mesma situação com ênfase diferente, Nossa Senhora do Bom Sucesso diz: 

“Tempos funestos sobrevirão, nos quais, cegando na própria claridade, aqueles que queriam defender em justiça os direitos da Igreja, lsem temor servil nem respeito humano, darão a mão aos inimigos da Igreja, para fazer o que estes quiserem. Mas ai do erro do sábio — o que governa a Igreja —, do Pastor do redil que meu Filho Santíssimo confiou a seus cuidados. Mas quando aparecerem triunfantes e quando a autoridade abusar de seu poder, cometendo injustiças e oprimindo os débeis, próxima está sua ruína. Cairão por terra estatelados. E, alegre e triunfante, qual terna menina, ressurgirá a Igreja e adormecerá brandamente, embalada em mãos do hábil coração maternal de meu filho eleito e muito querido daqueles tempos, ao qual, se dócil prestar ouvido às inspirações da graça — sendo uma delas a leitura das grandes misericórdias que meu Filho Santíssimo e Eu temos usado contigo —, enchê-lo-emos de graças e dons muito particulares, fá-lo-emos grande na Terra e muito maior no Céu, onde lhe temos reservado um assento muito precioso, porque, sem temor dos homens, combateu pela verdade e defendeu, impertérrito, os direitos de sua Igreja, pelo que bem o poderão chamar mártir”.

As profecias de Nossa Senhora à Madre Mariana de Jesus Torres impressionam, quer pela clareza com que predisse acontecimentos já realizados, quer pela exatidão com que descreve a imensa crise de nossos dias. 

E são inteiramente afins com as mensagens de Nossa Senhora em Fátima e em La Salette.


(Fonte: Carlos Antonio E. Hofmeister Poli, Coronel do Exército de Cavalaria e Estado-Maior (R), "Catolicismo", fevereiro de 2010)fonte