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martedì 30 luglio 2013

Domingo XVIII, T.O. - C - San Lucas, 12, 13-21: PARÁBOLA DEL RICO NECIO



LA AVARICIA Y EL RICO NECIO








Jesús está en una de las colinas de la ribera occidental del lago. A sus ojos aparecen las ciudades y poblados esparcidos en las playas de este y aquel lado. Exactamente bajo la colina están Mágdala y Tiberíades, la primera con su barrio de lujo, lleno de jardines, separado netamente de las casas de los pescadores, ciudadanos y gente del pueblo común por un arroyuelo que ahora está completamente seco. Tiberíades resplandece por todas sus partes, una ciudad que ignora lo que es miseria y decadencia. Bella y nueva ríe bajo el sol enfrente del lago. Entre una y otra ciudad están las huertas, más o menos cultivadas, de la estrecha llanura y luego los plantíos de olivos que en terrazas llegan hasta la cima de las colinas. Detrás de las espaldas de Jesús, de esta parte se ve la silla del monte de las Bienaventuranzas, a cuyos pies está el camino principal que va del Mediterráneo a Tiberíades. Probablemente debido a la cercanía de un camino concurridísimo, Jesús escogió esta localidad a la que se puede llegar de varias ciudades del lago o de la Galilea interior, y donde, al atardecer, es fácil volver a casa, o encontrar hospitalidad en varios lugares. El calor debido a las alturas es templado y más suavizado por los árboles que en la cima ocupan el lugar de los olivos.
Hay mucha gente además de los apóstoles y discípulos, gente que tiene necesidad de Jesús para que la cure, o para que le aconseje; gente que viene también movida por la curiosidad, por amigos o por espíritu de imitación. Mucha gente, en una palabra. La estación no ya canicular sino templada gracias al otoño invita más que nunca a caminar en busca del Maestro.
Jesús curó ya enfermos y habló a la gente, y seguro que fue sobre el tema de las riquezas injustas y de su despego de ellas, tema necesario a todos para que se ganen el cielo, pero indispensable para quien quiera ser su discípulo. Ahorita está respondiendo a las preguntas de estos y aquellos discípulos ricos que no saben cómo arreglárselas.

EL USO Y EL AMOR  DE LAS RIQUEZAS

Juan el escriba dice: "¿Debo entonces destruir lo que tengo, despojando a los míos de lo que les pertenece?"
"No. Dios te dio los bienes. Hazlos servir a la justicia y úsalos rectamente. Esto es, con ellos ayuda a tu familia: es un deber. Trata humanamente a tus siervos: es caridad. Haz bien a los pobres, acude a las necesidades de los discípulos pobres. De este modo tus riquezas no te serán tropiezo sino ayuda."
Y luego dirigiéndose a todos les dice: "En verdad os digo: el discípulo más pobre puede correr el mismo peligro de perder el cielo por amor a las riquezas, si hecho sacerdote mío, falta a la justicia pactando con el rico. El rico o el malo, muchas veces tratará de seduciros con regalos para que asintáis a su modo de vivir y a su pecado. Y habrá algunos de mis servidores que cederán a la tentación de los regalos. Mal hecho. El Bautista os lo enseña. En él existía verdaderamente la perfección del juez y magistrado, sin serlo, como loseñala el Deuteronomio: "No tendrás respetos personales, ni aceptarás donativos, porque cierran los ojos del sabio y alteran las palabras del justo". Muchas veces el hombre deja a que la espada de la justicia pierda su filo ante el oro que un pecador le pasa por encima. No debe ser así. Sabed ser pobres, sabed morir, pero no pactéis jamás con la culpa, ni siquiera con la excusa de que usaréis ese oro en beneficio de los pobres. Es oro maldito y no produciría ningún fruto. Es oro de compromiso infame. Se os ha hecho discípulos para que seáis maestros, médicos y redentores. ¿Qué seréis si fueseis participantes del mal por interés? Maestros engañadores, médicos que matan el enfermo, no redentores sino cooperadores de la ruina de los corazones."

¿ES LÍCITO RETENER EL DINERO DE OTROS?

Uno de entre la multitud se abre paso y dice. "No soy discípulo, pero te admiro. Responde, pues, a esta pregunta mía: "¿Es lícito retener el dinero de otro?". 
"No. Es robo como lo es el quitar el dinero al que pasa."
"¿Aunque sea dinero de la familia?"
"Aunque así sea. No es justo que alguien se apropie del dinero de los demás."
"Entonces, Maestro, ve a Abelmain, que está sobre el camino de Damasco y ordena a mi hermano que reparta conmigo la herencia de nuestro padre que murió sin haber dejado testamento. El se ha quedado con toda. Y ten en cuenta que somos gemelos, que nacimos del primero y único parto. Tengo, pues, los mismos derechos que él."
Jesús lo mira y dice: "Es una situación difícil, y tu hermano ciertamente no obra bien pero todo lo que puedo hacer es orar por ti y por él, para que se convierta e ir a tu tierra a evangelizar, para tocarle el corazón. No me pesa el camino si puedo poner paz entre vosotros."
El hombre lleno de rabia grita: "¿Y para qué quiero tus palabras? Más que palabras otra cosa se requiere en este caso."
"Pero no dijiste que ordenase a tu hermano que..."
"Ordenar no es evangelizar. El mandar va unido a la amenaza. Amenázalo de que lo herirás en su persona, si no me da lo mío. Tú lo puedes hacer. Como restituyes la salud, puedes provocar enfermedades.
"Oye, vine a convertir, no a herir. Pero si tienes fe en mis palabras, encontrarás la paz."
"¿Qué palabras?"
"Te dije que rogaré por ti y por tu hermano, para que él se consuele y se convierta."
"¡Cuentos, cuentos! No soy un estúpido para creerlo. Ven y ordena."
Jesús que ha sido paciente y manso, cambia su aspecto en severidad. Se endereza -antes estaba un poco inclinado hacia el hombrecillo fuerte e iracundo- y dice: "Hombre: ¿quién me hizo juez y árbitro de vosotros? Nadie. Para quitar una división entre dos hermanos acepté ir para ejercer mi misión de pacificador y redentor, y si hubieses creído en mis palabras, regresando a Abelmain, habrías encontrado a tu hermano ya convertido. No supiste creer. No tendrás el milagro. Tú, si hubieses sido el primero en apoderarte del tesoro, te habrías quedado con él, privando de él a tu hermano porque en verdad, como sois gemelos, así tenéis iguales pasiones, y tú como tu hermano tenéis un solo amor: el oro; una sola fe: el oro. Quédate, pues con tu fe. Adiós."
El hombre se va maldiciendo con escándalo de todos que quisieran pegarle, pero Jesús se opone. Dice: "Dejadlo que se vaya. ¿Por qué queréis ensuciaros las manos pegando a un animal? Lo perdono porque es un hombre poseído del demonio del oro que lo extravía. Perdonad también vosotros. Roguemos por este infeliz para que recobre la bella libertad."
"Es verdad. Aun su cara era horrible por la avaricia. ¿La viste?" se preguntan los presentes mutuamente.
"¡Es verdad! ¡Es la verdad! No tenía la cara de antes."
"Sí. Después cuando el Maestro se lo negó, por poco le pega mientras lo maldecía, y su cara se hizo como cara de demonio."
"Un demonio que tentaba. Tentaba al Maestro para hacer el mal..."

EN REALIDAD LOS CAMBIOS DEL ESPÍRITU 
SE REFLEJAN EN LA CARA

"Escuchad" dice Jesús. "En realidad los cambios del espíritu se reflejan en la cara. Ha sucedido como si el demonio se hubiese asomado a la superficie de su poseído. Pocos son los que siendo demonios, con acciones o con aspecto, no traicionen lo que son. Y estos pocos son los perfectos en el mal y completamente poseídos.
Por el contrario, la cara del justo es siempre bella, aunque si físicamente sea fea, con una hermosura sobrenatural que aflora del interior al exterior. Y no sólo por decir, sino que los hechos lo comprueban, vemos que él que no tiene vicios, aun en su carne respira frescura. El alma está en nosotros y nos envuelve todos. El hedor de un alma corrompida, corrompe también la carne. El perfume de un alma pura, preserva. El alma corrompida empuja la carne a pecados obscenos, y estos envejecen y deforman. El alma pura excita la carne a una vida pura, lo cual da frescura y comunica majestad.
Haced que en vosotros exista la juventud pura del espíritu, o resurja si se perdió, y alejaos de toda codicia, bien se trate de los sentidos, bien del poder. Ni esta vida ni la eterna dependen de la abundancia de bienes que se posean sino de la manera de vivir, y con la vida la felicidad de esta tierra y del cielo, porque el vicioso jamás es feliz, realmente feliz. El virtuoso lo es siempre con una alegría celestial, aun cuando sea pobre y solo. Ni siquiera la muerte lo hace prisionero, porque no tiene culpas ni remordimientos que lo hagan temer el encuentro con Dios, y no tiene ningún sentimiento por lo que deja sobre la tierra. Sabe que en el cielo está su tesoro, y a la manera de alguien que va a recibir la herencia que le corresponde, una herencia santa, va alegre, presto, al encuentro de la muerte que le abre las puertas del reino donde está su tesoro.
Haceos pronto vuestro tesoro, empezad ya desde la juventud, vosotros que sois jóvenes; trabajad incansablemente, vosotros ancianos que, por la edad, tenéis más próxima la muerte. Y ya que muerte significa un plazo desconocido, y frecuentemente cae el niño antes que el anciano, no dejéis de trabajar por haceros con un tesoro de virtudes y de buenas obras para la otra vida, de modo que no os sorprenda la muerte sin que hayáis colocado un tesoro de méritos en el cielo. Muchos son los que dicen: "¡Oh, soy joven y fuerte! Por ahora gozaré de la tierra, después me convertiré". ¡Gran error!

PARÁBOLA DEL RICO NECIO

Escuchad esta parábola. Los campos de un cierto hombre le habían producido muchos frutos, una cosecha, digamos, milagrosa. Contempla toda esa abundancia que se acumula en sus campos y eras, y que no encuentra lugar en sus graneros y que debe colocar en trojes provisionales y hasta en habitaciones de la casa. Dice: "He trabajado como un esclavo y la tierra no me engañó. Trabajé durante diez cosechas, y ahora quiero descansar otras tantas. ¿Cómo haré para arreglar toda esta cosecha? No quiero venderla porque me obligaría a trabajar para que el año siguiente tuviese otra cosecha. Haré así: destruiré mis graneros, los haré más extensos, de modo que quepa toda mi cosecha junto a mis bienes. Y luego diré a mi corazón: 'Corazón mío, tienes ahora muchos bienes para muchos años. Descansa, pues. Come, bebe y goza' ". Este, como otros muchos, confundía el cuerpo con el alma, y mezclaba lo sagrado con lo profano, porque realmente en las glotonerías y en el ocio el alma no goza sino languidece, y también él, como otros muchos, después de la primera cosecha en los campos del bien, se para, pareciéndole que hizo mucho.
¿Pero no sabéis que una vez puesta la mano en el arado es menester perseverar uno, diez y cien años, cuanto dure la vida, porque detenerse es un crimen contra sí mismo, a quien se niega una gloria mayor; es retroceder porque quien se detiene generalmente no sólo no adelanta más, sino vuelve atrás? Para que sea bueno el tesoro del cielo debe aumentar año por año. Pues si habrá misericordia para quien tuvo pocos años para forjar el tesoro, no la habrá para los flojos que después de una vida larga, han hecho poco. El tesoro del cielo es un tesoro en continuo aumento, de otro modo no será un tesoro fructífero, sino un tesoro muerto, lo que redunda en detrimento de la paz del cielo. Dios dijo al necio: "Hombre necio que confundes el cuerpo y los bienes de la tierra con lo que es espíritu, y te haces un mal de una gracia de Dios, ten en cuenta esta noche misma se te pedirá el alma y se te quitará, y el cuerpo yacerá sin vida. Cuanto has preparado ¿de quién será? ¿Te lo llevarás contigo? No. Te verás desnudo de cosas terrenas y de obras espirituales ante mi presencia y será pobre en la otra vida. Mejor te hubiera sido haber hecho con tus cosechas obras de misericordia al prójimo y a ti mismo. Porque siendo misericordioso con los demás, lo eres para con tu alma. Y en vez de haber nutrido pensamientos de ociosidad, hubieras tratado de cultivar una actividad de la que pudieses sacar utilidad para tu cuerpo y grande mérito para tu alma, hasta que Yo te hubiese llamado". Aquel hombre murió esa noche y fue severamente juzgado.
En verdad os digo que así sucede a quien atesora para sí y no se enriquece a los ojos de Dios. Ahora podéis iros y haceos un tesoro de la doctrina que os he dado. La paz sea con vosotros."
Jesús bendice y se retira a un lugar tupido del bosque con los apóstoles y discípulos para tomar sus alimentos y descansar. Pero mientras están comiendo, El continúa hablando de la lección que acaba de dar, repitiendo un tema que ya ha dicho a los apóstoles muchas veces y creo que no será suficiente el repetirlo, porque el hombre frecuentemente es presa de temores sin fundamento.

ES MENESTER PREOCUPARSE DE ENRIQUECERSE 
SÓLO DE VIRTUDES

"Creedme" dice, "que es menester preocuparse de enriquecerse sólo de virtudes. Y ved bien: que vuestra preocupación no tenga ni angustia ni intranquilidad. El bien es enemigo de las inquietudes, miedos, prisas que tienen todavía el sabor de avaricia, celos, desconfianza humana.
Que vuestro trabajo sea constante, lleno de confianza, de paz, sin empiezos bruscos y bruscas paradas.Así se comportan los burros salvajes, pero nadie los emplea a no ser que sea un necio, para hacer un viaje seguro. Tened paz en las victorias, paz en las derrotas. Aun el llanto por algún error cometido, y que os duele porque con él habéis desagradado a Dios, debe tener paz, confrontado con humildad y confianza. El abatimiento, la ira hacia sí mismo es siempre síntoma de soberbia y de desconfianza. Si uno es humilde sabe que es un hombre sujeto a las miserias de la carne que algunas veces triunfa. Si no es humilde tiene confianza no tanto en sí cuanto en Dios, y guarda la calma aun en las derrotas diciendo: "Perdóname, Padre. Conoces mi debilidad que ahora ha vencido. Creo que me compadeces. Tengo confianza que me ayudarás en lo futuro mucho más que antes, no obstante que en bien poco te pueda satisfacer".
No seáis ni apáticos, ni avaros de los bienes de Dios. Dad cuanto tenéis de sabiduría y virtud. Sed laboriosos en el espíritu como los hombres lo son por las cosas de la carne. Y respecto a esta no imitéis a los del mundo que tiemblan siempre por el mañana, por miedo de que les falte lo superfluo, por miedo de que se enfermen, de que les sobrevenga la muerte, de que los enemigos puedan hacerles daño y así en lo demás.
Dios sabe de lo que tenéis necesidad. No tengáis miedo por el mañana. Libertaos de ese miedo que es tan pesado, como pesadas son las cadenas para el galeote. No os preocupéis por vuestra vida, ni por la comida, ni por la bebida, ni por el vestir. La vida del espíritu vale más que la del cuerpo y el cuerpo vale más que el vestido, porque vivís no con el vestido sino con el cuerpo y con mortificar el cuerpo ayudáis al espíritu a conseguir la vida eterna. Dios sabe hasta cuándo dejará que el alma esté en el cuerpo, y hasta cuándo os dará lo necesario. Lo da a los cuervos, animales impuros que se alimentan de cadáveres y que tiene su razón de ser porque tienen ese trabajo de librar de putrefacciones ¿y no os lo dará a vosotros? Ellos no tienen alacenas, ni graneros y con todo Dios los alimenta. Vosotros sois hombres y no cuervos, y por ahora sois la flor de los hombres porque sois discípulos del Maestro, los evangelizadores del mundo, y siervos de Dios. ¿Y podéis imaginar que Dios que tiene cuidado de los lirios de los valles y que los hace crecer y los viste con tales vestiduras que ni siquiera Salomón tuvo, sin que ellos tengan otro trabajo que perfumar, puede dejaros sin el vestido?
Vosotros sí que no podéis poneros un diente en la boca, ni alargar un geme a la pierna tullida, ni dar fuerza a la pupila nublada. Y si no podéis hacer estas cosas ¿podéis pensar que sois capaces de apartar de vosotros las miserias y enfermedades y sacar comida del polvo? No podéis. No seáis gente de poca fe. Tendréis siempre lo que es necesario. No os aflijáis como la gente del mundo que se atarea por proveerse de objetos que no puede gozar. Tenéis a vuestro Padre que sabe de lo que tenéis necesidad. Debéis sólo buscar, y que sea vuestra primera preocupación, el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará.
No temáis, vosotros, pequeña grey mía. El Padre se ha complacido en llamaros al reino para que lo poseáis. Podéis, pues, aspirar a él y ayudar al Padre con vuestra buena voluntad y santa laboriosidad. Vended vuestros bienes, haced con ellos limosna, si sois solos. Dad a los vuestros lo que os pertenece por seguirme, porque no es justo quitar el pan a los hijos y a la esposa. Y si no podéis sacrificar las riquezas, sacrificad la riqueza del afecto. También esta es moneda que Dios valúa en lo que es: oro más puro que cualquier otro; perla más preciosa que la que se arrebata a los mares, y rubí más raro del que se extrae de las entrañas de la tierra. Porque renunciar a la familia por Mí es caridad más perfecta que oro sin impureza alguna, es perla hecha de llanto, y rubí hecho de sangre que llora por la herida del corazón, que está desgarrado por la separación del padre, y madre, esposa e hijos.
Estas bolsas de dinero no se gastan, este tesoro nunca disminuye. Los ladrones no penetran en el cielo, el comején no corroe lo que allí se deposita. Tened el cielo en el corazón y el corazón en él cerca de vuestro tesoro, porque el corazón, tanto en el bueno como en el malvado, está donde está el tesoro que más se quiere. Por esto, como el corazón está allí donde está el tesoro (en el cielo), así el tesoro está allí donde está el corazón (esto es, en vosotros), mejor dicho, el tesoro está en el corazón y con el tesoro de los santos está en el corazón el cielo de los santos.
Estad siempre prontos, como quien está a punto de emprender un viaje o en espera del patrón. Sois siervos de Dios-Patrón. A cualquier hora os puede llamar a donde está, o venir a donde estáis. Por eso estad siempre prontos a ir o a presentarle los honores estando siempre con los cinturones puestos para el viaje o trabajo, y con las linternas encendidas en las manos. Al salir de una fiesta de nupcias con uno que os haya precedido en los cielos y en la consagración a Dios sobre la tierra, Dios puede acordarse de vosotros que estáis esperando y puede decir. "Vamos a donde están Esteban o Juan, o bien donde está Santiago, Pedro, etc.". Dios es veloz en venir y decir: "Ven". Por eso estad siempre prontos para partir si os llamare.

BIENAVENTURADOS LOS SIERVOS 
QUE EL PATRÓN ENCONTRARE VIGILANDO

Bienaventurados los siervos que el Patrón, al llegar, encontrare vigilando. En verdad, para premiarlos por la fiel espera, El se ceñirá el vestido y haciéndolos sentar a la mesa, se pondrá a servirles. Puede llegar a la primera vigilia, como a la segunda y tercera. No lo sabéis. Por eso estad siempre vigilantes. Bienaventurados si lo fuereis y así os encontrare el Patrón. No os hagáis ilusiones diciendo: "Hay tiempo. Esta noche no viene". Sería un mal para vosotros. No lo sabéis. Si uno supiese cuándo viene el ladrón no dejaría sin vigilar la casa para que el bandido no forzase la puerta y cerrojos. También vosotros estad preparados, porque cuando menos lo penséis vendrá el Hijo del hombre diciendo: "Es la hora". "
Pedro, que hasta se olvidó de terminar su comida por escuchar al Señor, al verlo se calla, pregunta: ¿Dices esto por nosotros o por todos?"
"Es por vosotros y por todos. Más bien, es por vosotros, porque sois como mayordomos del Patrón puestos a la cabeza de siervos y tenéis doble trabajo: de estar prontos, como mayordomos y como simples fieles. ¿Qué debe ser el mayordomo colocado a la cabeza de los familiares del Patrón para darles a cada uno a su tiempo su justa parte? Debe ser sagaz y fiel: para cumplir con su deber propio, para hacer que los que le están sujetos, cumplan con su deber. De otro modo padecerían menoscabo los intereses del patrón que paga al mayordomo para que haga sus veces y guarde sus intereses durante su ausencia. Bienaventurado el siervo que el patrón, al volver a su casa, encontrase que trabaja fielmente, con diligencia y justicia. En verdad os digo que lo hará mayordomo aun de otras propiedades suyas, de todos sus bienes, y descansará y se alegrará en su corazón porque está seguro del siervo.
Pero si el siervo dice: "¡Oh, qué bien! El patrón está lejos y me escribió que tardará en regresar, por eso puedo hacer lo que me parece y cuando previere que está por llegar, proveeré". Y empieza a beber hasta embriagarse, a dar órdenes de ebrio, y como los siervos buenos, que le está sujetos, rehúsan cumplir sus órdenes para no causar daño al patrón, se pone a golpearlos, y hasta hacerlos caer enfermos o débiles. Piensa en ser feliz y dice: "Finalmente llego a saborear lo que es ser patrón y que le teman a uno". Pero ¿qué sucederá? Sucederá que cuando menos se lo espere, llegará el patrón, y puede ser que hasta lo sorprenda cuando se echa dinero en la bolsa o corrompe a uno de los siervos más débiles. Entonces, os lo digo, el patrón lo arrojará del lugar de mayordomo y hasta del número de sus siervos, porque no es lícito tener infieles y traidores en medio de gente honrada. Y tanto más será castigado cuanto más el patrón lo amaba antes y le había instruido.
Porque quien conoce mejor la voluntad y el pensar del patrón, tanto más está obligado a realizarlos con exactitud. Si no hace como el patrón le explicó, con toda amplitud, más que a ningún otro, será castigado fuertemente; entre tanto que el siervo inferior, que poco sabe, y se equivoca creyendo hacer bien, tendrá un castigo menor. A quien mucho se dio, mucho se pedirá, y él que tuvo mucho bajo su cuidado, mucho deberá devolver, porque a mis mayordomos se les pedirá cuenta aun del alma de un niño que acaba de nacer.

MI ELECCIÓN NO ES UN FRESCO DESCANSO 
EN UN BOSQUE FLORIDO.

Mi elección no es un fresco descanso en un bosque florido. Vine a traer fuego sobre la tierra; y ¿qué puedo desear sino que arda? Por esta razón me fatigo y quiero que os fatiguéis hasta la muerte y hasta que la tierra sea una hoguera de fuego celestial.
Debo ser bautizado con un bautismo. ¡Y cuánto sufriré hasta que no se realice! ¿No preguntáis el por qué? Porque con él os haré portadores del Fuego, agitadores que muevan en todas las capas sociales y contra todas, para lograr una sola cosa: la grey de Cristo.
¿Creéis que vine a traer paz sobre la tierra? ¿y según el modo de ver de la tierra? No. Sino más bien discordia y separación. Porque de ahora en adelante, y hasta que la tierra no sea una sola grey, de cinco que haya en una casa dos serán contra tres, y el padre estará contra el hijo, y este en contra su padre, y la madre contra las hijas, y estas contra ella, y las suegras y nueras tendrán un motivo de más para no entenderse, porque habrá un lenguaje nuevo en sus labios, y será igual que una Babel, porque una agitación profunda sacudirá el reino de los afectos humanos y sobrehumanos. Pero luego llegará la hora en que todo se unifique en una sola lengua nueva, que hablarán todos los salvados del Nazareno, y se purificarán las aguas de sentimientos, yendo al fondo las escorias, y brillando en la superficie las límpidas ondas de lagos celestiales.
En verdad que no es reposo el servirme, según el hombre entiende esta palabra. Es necesario heroísmo y no cansarse jamás. Yo os digo: al fin estará Jesús, el mismo Jesús que se ceñirá su vestido para serviros, y luego se sentará con vosotros en el banquete eterno, y se olvidarán la fatiga y el dolor.
Ahora, como nadie nos buscó, vayamos al lago. Descansaremos en Mágdala. En los jardines de María de Lázaro hay lugar para todos, y ella puso su casa a disposición del Peregrino y de sus amigos. No es necesario que os diga que María Magdalena ha muerto con su pecado y ha renacido por su arrepentimiento María de Lázaro, discípula de Jesús de Nazaret. Lo sabéis, porque la noticia se extendió cual fuego en una floresta. Pero os diré lo que no sabéis: que todos los bienes personales de María de Lázaro son para los siervos de Dios y para los pobres de Cristo. Vamos..."
V.890-900

A. M. D. G. et B.V.M.

lunedì 8 luglio 2013

Parabola sulla distribuzione delle acque


Le parabole di Gesù
(041)

Parabola sulla distribuzione 
delle acque (da 467.2 a 467.5)


Un ricco signore aveva molti dipendenti sparsi in molti luoghi dei suoi possedimenti, i quali non erano tutti ricchi di acque e più dei luoghi pativano le persone, perchè se il terreno era coltivato con piante che resistevano all'asciuttore, la gente soffriva molto per le acque scarse. Il ricco signore aveva invece, proprio nel luogo dove lui abitava, un lago ricco d'acque che vi sgorgavano da sotterranee sorgenti.


Un giorno il signore volle fare un viaggio per tutti i suoi possedimenti e vide che alcuni, i più vicini al lago, erano ricchi di acque; gli altri, lontani, ne erano privi: solo quella poca che Dio mandava con le piogge. E vide anche che quelli che avevano acque abbondanti non erano buoni con i fratelli privi d'acque e lesinavano anche una secchia d'acqua con la scusa di temere di rimanere privi d'acque. Il signore pensò. E decise così: "Farò deviare le acque del mio lago a quelli più vicini, dando loro l'ordine di non rifiutare più l'acqua ai miei servi lontani e che sono sofferenti per la siccità del suolo".


E intraprese i lavori subito facendo scavare canali che portavano l'acqua buona del lago ai possessi più vicini dove fece scavare grandi cisterne, di modo che l'acqua si adunasse abbondante aumentando la ricchezza d'acque che già era nel luogo, e da queste fece partire canali minori per alimentare altre cisterne più lontane.
Poi chiamò coloro che vivevano in questi luoghi e disse: "Ricordatevi che ciò che ho fatto non l'ho fatto per dare a voi il superfluo ma per favorire attraverso voi quelli che mancano anche del necessario. Siate perciò misericordiosi come io lo sono" e li congedò.


Passò del tempo e il ricco signore volle fare un nuovo viaggio per tutti i suoi possessi. Vide che quelli più prossimi si erano abbelliti e non solo erano ricchi di piante utili, ma anche di piante ornamentali, di vasche, e piscine e fontane messe per ogni dove delle case e presso le case.
"Avete fatto di queste dimore delle case di ricchi" osservò il signore. "Neppure io ho tante bellezze superflue" e chiese ancora: " Ma gli altri vengono? Avete dato a loro con abbondanza? I canali minori sono nutriti?"

"Sì. Quanto hanno chiesto hanno avuto. E sono anche esigenti, non sono mai contenti, non hanno prudenza e misura, vengono a tutte le ore a chiedere, come se noi fossimo i loro servi, e ci dobbiamo difendere per tutelare le cose nostre. Non si contentavano più di canali e delle piccole cisterne. Vengono fino alle grandi."
"E' per questo che voi avete cintato i luoghi e messo in ognuno questi cani feroci?"
"Per questo, signore. Entravano senza riguardo e pretendevano levarci tutto e sciupavano...."
"Ma voi avete realmente dato? Lo sapete che per essi ho fatto questo e voi vi ho fatti intermediari fra il lago e le loro terre aride? Non capisco... Avevo fatto prendere dal lago tanto da averne per tutti senza sciupio".
"Eppure credi che noi non abbiamo mai negato l'acqua".
Il signore si diresse ai possessi più lontani. Le alte piante adatte al suolo arido erano verdi e fronzute. "Hanno detto il vero" disse il signore vedendole fremere al vento da lontano. Ma come si avvicinò ad esse e poi si inoltrò sotto di esse vide il terreno arso, morte quasi le erbe che brucavano a fatica le pecore anelanti, sabbiose le ortaglie presso le case e poi vide i primi coltivatori patiti, l'occhio febbrile e avviliti.... Lo guardavano e abbassavano il capo ritirandosi come per paura.

Egli, stupito di quel contegno, li chiamò a sè. Si accostarono tremanti. "Di che temete? Non sono più il vostro signore buono che ha avuto cura di voi e con provvidente lavoro vi ha sollevato dalla miseria delle acque? Perchè quei volti malati? Perchè queste terre aride? Perchè i greggi sono così sparuti? E voi perchè sempre paurosi di me? Parlate senza timore. Dite al vostro signore ciò che vi fa soffrire."

Un uomo parlò per tutti. "Signore, noi abbiamo avuto una grande delusione e molta pena. Tu ci avevi promesso soccorso e noi abbiamo perduto anche quello che avevamo prima e abbiamo perduto la speranza in te."
"Come ? Perchè? Non ho fatto venire l'acqua abbondante ai più vicini dando l'ordine che l'abbondanza fosse per voi?"
"Così hai detto? Proprio?"
"Così. Certamente. Non potevo, per ragioni di suolo, far giungere fin qui l'acqua direttamente. Ma con buona volontà potevate andare ai piccoli canali delle cisterne, andarvi con otri e asini a prenderne quanta volevate. Non vi bastavano gli asini e gli otri? E io non c'ero per darveli?"
"Ecco! Io l'avevo detto! Ho detto: <Non può essere il signore che ha dato l'ordine di negarci l'acqua> se eravamo andati!" "Abbiamo avuto paura. Ci dicevano che l'acqua era un premio per loro e noi eravamo castigati". E raccontarono al buon padrone che i conduttopri dei possessi beneficati avevano detto loro che il signore, per punire i servi delle terre aride che non sapevano produrre di più, aveva dato l'ordine di misurare non solo l'acqua delle cisterne ma quella dei primitivi pozzi, di modo che se prima ne avevano anche duecento bati al giorno per loro e le terre, presi con gran fatica di strada e di peso, ora più neppur cinquanta ne avevano, e per averne tanto per gli uomini e gli animali dovevano andare nei rigagnoli di confine ai luoghi benedetti, là dove traboccavano le acque dei giardini e dei bagni, e prendere quell'acqua motosa, e morivano. Morivano di malattia e di sete, e morivano gli ortaggi e le pecore....

"Oh! questo è troppo! E deve finire. Prendete le vostre masserizie e i vostri animali e seguitemi. Faticherete un poco, esausti come siete, ma poi sarà la pace. Io andrò piano per permettere alla vostra debolezza di seguirmi. Io sono un padrone buono, un padre per voi, e ai miei figli provvedo". E si pose in cammino lentamente, seguito dalla triste turba dei suoi servi e degli animali che però già giubilavano per il ristoro dell'amore del buon padrone.


Giunsero alle terre ricchissime d'acque. Ai confini di esse. Il padrone prese qualcuno fra i più forti e disse: "Andate in mio nome a chiedere ristoro."
"E se ci lanciano contro cani?"
"Io sono dietro voi. Non temete. Andate dicendo che io vi mando e che non chiudano il cuore alla giustizia, perchè le acque sono di Dio e tutti gli uomini sono fratelli. Che aprano subito i canali".

Andarono. E il padrone dietro. Si presentarono ad un cancello. E il padrone rimase nascosto dietro il muro di cinta. Chiamarono. Accorsero i conduttori.
"Che volete?"
"Abbiate misericordia di noi. Moriamo. Ci manda il padrone con l'ordine di prendere le acque che ha fatto venire per noi. Dice che le acque a lui le ha date Dio ed egli a voi per noi perchè siamo fratelli, e di aprire subito i canali".

"Ah! Ah!" risero i crudeli. "Fratelli questa turba di cenciosi? Morite? Tanto meglio. Prenderemo i vostri luoghi, vi porteremo là le acque. Allora sì che le porteremo! E faremo quei luoghi buoni. Le acque per voi? Stolti siete! Le acque sono nostre".
"Pietà. Moriamo. Aprite. Lo ordina il padrone".

I cattivi conduttori si consultarono fra loro, poi dissero: "Attendete un momento" e corsero via. Poi tornarono ed aprirono. Ma avevano i cani e pesanti randelli.... I poveri ebbero paura. " Entrate, entrate... Non entrate ora che vi abbiamo aperto? Poi direte che non fummo generosi...." Un incauto entrò e una grandine di bastonate gli piovve addosso mentre i cani, levati di catena, si avventavano sugli altri.

Il padrone uscì da dietro il muro. "Cosa fate, crudeli? Ora vi conosco, voi e i vostri animali, e vi colpisco" e con le frecce frecciò i cani ed entrò poi, severo e irato. "Così è che eseguite i miei ordini? Per questo vi ho dato queste ricchezze? Chiamate tutti i vostri. Vi voglio parlare. E voi" disse rivolto ai servi assetati, " entrate con le vostre donne e bambini, pecore e asini, colombi e ogni animale, e bevete, e rinfrescatevi, e cogliete queste frutta succose, e voi, piccoli innocenti, correte fra i fiori. Godete. Giustizia è nel cuore del buon padrone e giustizia sarà per tutti".


E mentre gli assetati correvano alle cisterne, si tuffavano nelle piscine, e il bestiame alle vasche, e tutto era tripudio per essi, gli altri accorrevano da ogni parte paurosi.


Il padrone salì sull'orlo di una cisterna e disse: "Avevo fatto questi lavori e vi avevo fatto depositari del mio comando e di questo tesoro perchè vi avevo eletti a miei ministri. Nella prova avete fallito. Parevate buoni. Dovevate esserlo perchè il benessere dovrebbe rendere buoni, riconoscenti verso il benefattore, ed io vi avevo sempre benificato dandovi la conduzione di queste terre irrigue. L'abbondanza e l'elezione vi ha fatti duri di cuore, aridi più delle terre che avete reso del tutto aride, malati più di questi arsi di sete. Perchè essi con l'acqua possono guarire mentre voi, con l'egoismo, avete arso il vostro spirito e difficilmente guarirà e con molta fatica tornerà in voi l'acqua della carità. Ora io vi punisco. Andate nelle terre di questi e soffrite ciò che essi soffrirono."
"Pietà, signore! Pietà di noi! Ci vuoi dunque far perire? Meno pietoso tu per noi uomini che noi per gli animali?"

"E questi che sono? Non sono uomini vostri fratelli? Che pietà aveste? Vi chiedevano acqua, deste colpi di bastone e sarcasmo. Vi chiedevano ciò che è mio e che io avevo dato, e voi lo negaste dicendolo vostro. Di chi le acque? Neppur io dico che l'acqua del lago è mia se anche mio è il lago. L'acqua è di Dio. Chi di voi ha creato una sola goccia di rugiada? Andate!.... E a voi dico, a voi che avete sofferto: siate buoni. Fate loro ciò che avreste voluto fatto a voi fatto. Aprite i canali che essi hanno chiusi e fate defluire le acque ad essi, non appena potrete. Vi faccio i miei distributori a questi colpevoli fratelli ai quali lascio il modo e il tempo di redimersi. E il Signore Altissimo più di me vi affida la ricchezza delle sue acque perchè voi diveniate la provvidenza di chi ne è privo. Se saprete far questo con amore e giustizia accontentandovi del necessario, dando il superfluo ai miseri, essendo giusti, non dicendo vostro ciò che è dono avuto e più che dono deposito, grande sarà la vostra pace, e l'amore di Dio e il mio saranno sempre con voi."



giovedì 4 luglio 2013

Un episodio toccante

DIVINA PROVVIDENZA


Qui si colloca un episodio toccante che ella stessa (la beata Maria Baouardy) ci ha raccontato: 

«I miei pa­droni, ci diceva, erano molto buoni con me e mi dimostravano completa fiducia. In una circostanza, mi avevano incaricato di pagare i fornitori della casa. Ecco ciò che mi capitò. Avevo appena saldato tutti i conti e quando scesi in cucina mi accorsi che vicino a me c'era una donna il cui aspetto denotava la più profonda miseria: vederla mi sorprese, poiché avevo chiuso la porta e non avevo sentito nessuno aprirla di nuovo. Il mio stupore non fece che aumentare, quando la sconosciuta mi chiamò per nome: Maria, mi disse, con una voce molto dolce, fammi la carità, te ne scon­giuro, ho molti bambini che muoiono di fame. 

Signora, le risposi con viva emozio­ne, non posso darle niente di ciò che appartiene ai miei padroni. Ho cinquanta fran­chi, sono i miei guadagni; li prenda, per vestire e per nutrire i suoi bambini. E tu, Maria, che avrai dopo? non ti resterà nulla! Non si preoccupi, signora, non ho mai conservato del denaro, e Dio non mi ha mai lasciato mancare niente: accetti tutto dunque. Ella prese l'intera somma, ringraziandomi con slancio. Un istante dopo, mi girai e la donna era scomparsa, senza che la porta fosse stata aperta, e ritrovai sul tavolo i cinquanta franchi. 

Temendo d'avere trattenuto questo denaro sul conto di qualche fornitore, corsi per accertarmene: tutti i conti erano stati pagati. Certa al­lora che quella somma era la mia, la donai al primo povero che incontrai. 
Seppi più tardi che la sconosciuta era la santissima Vergine, che si era degnata di provare co­sì la generosità della sua piccola serva».


lunedì 2 aprile 2012

FIDUCIA NELLA DIVINA PROVVIDENZA




Qui si colloca un episodio toccante che ella stessa ci ha raccontato: 


«I miei pa­droni, ci diceva, erano molto buoni con me e mi dimostravano completa fiducia. In una circostanza, mi avevano incaricato di pagare i fornitori della casa. Ecco ciò che mi capitò. 


Avevo appena saldato tutti i conti e quando scesi in cucina mi accorsi che vicino a me c'era una donna il cui aspetto denotava la più profonda miseria: vederla mi sorprese, poiché avevo chiuso la porta e non avevo sentito nessuno aprirla di nuovo. Il mio stupore non fece che aumentare, quando la sconosciuta mi chiamò per nome: Maria, mi disse, con una voce molto dolce, fammi la carità, te ne scon­giuro, ho molti bambini che muoiono di fame. Signora, le risposi con viva emozio­ne, non posso darle niente di ciò che appartiene ai miei padroni. Ho cinquanta fran­chi, sono i miei guadagni; li prenda, per vestire e per nutrire i suoi bambini. E tu, Maria, che avrai dopo? non ti resterà nulla! Non si preoccupi, signora, non ho mai conservato del denaro, e Dio non mi ha mai lasciato mancare niente: accetti tutto dunque. 


Ella prese l'intera somma, ringraziandomi con slancio. Un istante dopo, mi girai e la donna era scomparsa, senza che la porta fosse stata aperta, e ritrovai sul tavolo i cinquanta franchi. Temendo d'avere trattenuto questo denaro sul conto di qualche fornitore, corsi per accertarmene: tutti i conti erano stati pagati. 
Certa al­lora che quella somma era la mia, la donai al primo povero che incontrai. 
Seppi più tardi che la sconosciuta era la santissima Vergine, che si era degnata di provare co­sì la generosità della sua piccola serva».


LAUDETUR   JESUS  CHRISTUS!
LAUDETUR  CUM  MARIA!
SEMPER  LAUDENTUR!

domenica 7 agosto 2011

San Gaetano, il Santo della Provvidenza.

S. Gaetano, prega per noi



San Gaetano di Thiene (Vicenza, ottobre 1480Napoli, 7 agosto 1547) è stato un sacerdote italiano, cofondatore dell'Ordine dei Chierici Regolari Teatini; nel 1671 è stato proclamato santo da papa Clemente X ed è detto il Santo della Provvidenza.


Biografia

Di origine nobiliare, nacque nel 1480 dal conte Gasparo e da Maria da Porto: gli venne dato il nome di Gaetano in onore di un suo zio, canonico e professore all'Università di Padova, che era nativo di Gaeta. Perse presto il padre (morto nel 1492) e la sua educazione venne curata dalla madre.[1]

Studiò diritto all'Università di Padova e il 17 luglio 1504 conseguì la laurea in utroque iure. Pur essendo iscrittosi all'albo degli avvocati, Gaetano non esercitò mai tale professione. Nello stesso anno entrò nello stato clericale ricevendo la tonsura da Pietro Dandolo, vescovo di Vicenza: il suo desiderio di divenire sacerdote venne, però, ostacolato dalla madre che, avendo già perso due figli maschi, aveva riposto in lui la speranza di veder proseguire nel tempo la famiglia.[1]
Nel 1505, animato da grande spirito religioso, Gaetano si fece promotore per l'edificazione della chiesa di Santa Maria Maddalena a Rampazzo nella tenuta di famiglia, tutt'ora esistente.[1]


Nel 1507 si stabilì a Roma, dove prese dimora assieme al futuro cardinale Giovanni Battista Pallavicini, vescovo di Cavaillon, presso la chiesa di San Simone ai Coronari. Gli furono concessi poi i benefici ecclesiastici delle chiese di Santa Maria di Malo e Santa Maria di Bressanvido. Presso la Curia Romana ricoprì gli incarichi di scrittore delle lettere pontificie e protonotario apostolico ed ebbe un ruolo notevole nel riportare la pace tra la Santa Sede e la Repubblica di Venezia, dopo la guerra della Lega di Cambrai; si guadagnò la benevolenza di papa Giulio II, che in un breve si rivolse a Gaetano come a un "figlio diletto" e "nostro famigliare".[2]


A Roma, Gaetano si iscrisse all'Oratorio del Divino Amore e partecipò attivamente alle riunioni che si tenevano nella chiesa di Santa Dorotea presso l'ospedale di San Giacomo degli Incurabili. Ottenuta una particolare dispensa da papa Leone X, tra il 27 e il 29 settembre 1516 ricevette gli ordini minori e il diaconato; mentre il 30 settembre successivo, in occasione della festa di san Girolamo (patrono del suo casato), venne ordinato sacerdote da Francesco Bertoli, vescovo di Milopotamo, nella cappella privata del presule. Gaetano celebrò la sua prima messa solo nell'Epifania del 1517.[2]

Fece ritorno nella sua nativa Vicenza nel 1519; entrò nella compagnia dei Santi Clemente e Girolamo e ristrutturò l'ospedale della Misericordia, che fece aggregare all'ospedale di San Giacomo; trasferitosi a Verona, si aggregò alla compagnia del Santissimo Corpo di Cristo e fondò un nuovo ospedale degli incurabili.[3]

Tornò a Roma nel 1527; assieme a Gian Pietro Carafa (futuro papa Paolo IV), Bonifacio de' Colli e Paolo Consiglieri, suoi compagni all'Oratorio del Divino Amore, decise di formare una nuova fraternità di sacerdoti con il fine di riformare il clero e di restaurare e applicare una regola primitiva di vita apostolica; papa Clemente VII, con il breve Exponi nobis (24 giugno 1524) permise loro di prendere i voti e condurre vita fraterna in comunità e il 14 settembre successivo, nella basilica di San Pietro, Gaetano e i suoi compagni fecero la loro professione nelle mani del vescovo di Caserta Giovan Battista Boncianni, delegato papale.[4]
Pur non essendo questo il loro proposito, Gaetano e i compagni andarono a costituire un nuovo ordine religioso, il primo degli ordini di chierici regolari sorti durante il periodo della Controriforma; essendo Gian Pietro Carafa vescovo di Chieti (in latino Teate), i membri dell'ordine vennero detti teatini.[4]


Gaetano e i suoi ormai dodici compagni subirono la prigionia durante il sacco di Roma del 1527 e riuscirono a rifugiarsi a Venezia, presso la chiesa di San Nicola dei Tolentini; il 14 settembre 1527 Gaetano venne eletto preposito generale dell'ordine.[3]

Nel 1533, insieme a Giovanni Marinoni, si recò a Napoli per fondarvi una casa dell'ordine; il viceré Pedro de Toledo, nel 1538, concesse loro la basilica di San Paolo Maggiore. A Napoli Gaetano curò la formazione dei sacerdoti impegnati nel locale ospedale degl'Incurabili; fu correttore della compagnia dei Bianchi; diresse il monastero delle domenicane della Sapienza (fondato da Maria Carafa, sorella di Gian Pietro); guidò Maria Lorenza Longo nella fondazione delle monache Cappuccine; contrastò la diffusione delle dottrine eterodosse introdotte in città da Bernardino Ochino, Pier Martire Vermigli e Juan de Valdés.[5]
Tra il 1540 e il 1543 fu preposito della comunità teatina di Venezia, poi tornò a Napoli, dove si spense nel 1547.[5]

Il culto

Le procedure per la beatificazione di Gaetano di Thiene vennero avviate agli inizi del XVII secolo e si conclusero a opera di papa Urbano VIII, che lo elevò all'onore degli altari l'8 ottobre 1629.[6]

Venne proclamato santo, previo decreto del 12 novembre 1670, da papa Clemente X il 12 aprile 1671.[6] Nella stessa cerimonia vennero proclamati santi anche Rosa da Lima, Luigi Bertrando, Francesco Borgia e Filippo Benizi.

La sua memoria liturgica è fissata al 7 agosto e nel 1673 la sua festa venne estesa alla Chiesa universale.[6]
È invocato come il "Santo della Provvidenza". In occasione del IV centenario della sua nascita papa Pio XII sintetizzò la sua spiritualità definendolo «...acceso apostolo del divino Amore e campione insigne dell'umana carità».[5]


AMDG et BVM