martedì 26 febbraio 2013

“A los Sacerdotes, hijos predilectos de la Virgen Santísima.”




“A los Sacerdotes, hijos predilectos de la Virgen Santísima.”

Mi propiedad

“Si permanecéis en el jardín de mi Corazón Inmaculado, sois míos. Nadie entonces podrá arrebataros de Mí, porque Yo misma seré vuestra defensora; debéis sentiros seguros.

No temías, por tanto, ni a Satanás, ni al Mundo, ni a la fragilidad de vuestra propia naturaleza.

Sentiréis, eso sí, la seducción y la tentación, que el Señor permite como prueba, y que a la vez os da la medida de vuestra debilidad.

Pero os defenderé del Maligno, que de ningún modo puede hacer daño a los que me pertenecen.

Etiquetas: A MIS SACERDOTES
"A MIS SACERDOTES" De Concepción Cabrera de Armida. CAPITULO XIV: Falta de amor a la eucaristía.
MENSAJES DE NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO PARA SUS PREDILECTOS.
(“A mis Sacerdotes” de Concepción Cabrera de Armida)




da Conchita Armida Cabrera: A MIS SACERDOTES


“Otro punto que me contrista en muchos de mis sacerdotes, es el poco amor y el poco respeto que tienen muchos al adorable Sacramento de la Eucaristía en la que ellos tienen tanta parte.


Poco amor en vivir alejados de los Sagrarios sin visitarme, sin consolarme, sin esa íntima y perfecta amistad, más que de amigo, que Conmigo debieran tener. Prefieren las creaturas y los negocios a un rato de gozar de mi presencia -¡y Yo que tanto los amo!-, y dan además mal ejemplo a los fieles con su frialdad glacial hacia el Sacramento del amor.

Dicen muchos sacerdotes su Misa y hasta el día siguiente vuelven a acordarse de que existo sacramentado –por su amor, principalmente- en los altares. Este olvido, nacido de la indiferencia que existe en sus corazones, me hiere en lo más íntimo.

Los dos, él y Yo, por mi infinita predilección, tenemos parte en la Eucaristía, por la consagración de la hostia en las Misas, en las que no tan sólo me presta su concurso el sacerdote, sino que, identificado Conmigo, es otro Yo, es decir, es entonces Yo mismo al consagrar en ese misterio de amor que se realiza en la transubstanciación.


Éste debiera ser un motivo más para que mis sacerdotes, con más fervor que nadie, adoraran la Eucaristía, porque más que nadie saben ellos el estupendo milagro de amor que ahí se ha obrado; pero ¡cuántos corazones de mis sacerdotes no se detienen a considerar ni a penetrar ni a agradecer ese portento de amor que muchos fieles tienen más en cuenta que ellos! Esta frialdad, indiferencia e ingratitud de los míos lacera mi alma.


¡Cuántas veces los veo Yo, contristado, alejarse de Mí y preferir la tierra al cielo! ¡Cuántas, su disipación, el atractivo de las creaturas y del mundo los aleja de los tabernáculos! Y sobre todo, los sacerdotes sacrílegos quisieran que no existieran los Sagrarios en la tierra, porque les dan en rostro y huyen de lo único que pudiera salvarlos: ¡mi compañía!


Y ¿por qué me hiere tan hondamente esta indiferencia en los que debieran arder, en los que debieran tener sus delicias en los Sagrarios y vivir de su calor? Porque todo esto les viene de la falta de amor, y la falta de amor les trae la tibieza en mi servicio. Pero esta falta de amor les viene de la falta de oración y vida interior, de las manchas del alma, que dejan acumular tranquilos, sin ese ahínco de tener pura la conciencia.


Un punto capital del enfriamiento para Conmigo es la soberbia. ¡Ay! esto casi no se toma en cuenta por las dignidades de mi Iglesia, por los que se llaman míos: ¡y es tan frecuente que se crean superiores a todos! Claro está que su dignidad los eleva sobre todos los cristianos, pero también sus virtudes debieran ser superiores a las de todos los fieles. Manejan mis tesoros con cierta arrogancia y altanería, como si fueran propios y no tuvieran obligación de impartirlos a las almas, puesto que son tesoros del cielo.

Muchos se creen superiores al resto de los mortales, sin pensar ni tener en cuenta que me representan y que Yo vine al mundo a servir y no a ser servido. De la dignidad a la soberbia hay un paso, y si no están mis sacerdotes bien fundados en la humildad, caen en este escollo muy frecuentemente, y lastiman mi Corazón.

Si Yo soy su ideal, si soy su modelo, ¿por qué no imitarme? Ellos no son los soberanos, Yo lo soy, y gran predilección mía es el haberlos escogido entre millones para mi servicio y gran honra es para ellos el que ponga los tesoros de mi Iglesia, mi misma sangre redentora en sus manos. ¡Modelo, Maestro y Rey humilde y manso, Rey obediente en sus manos, y el mismo perdón de Dios! Soy el Sacerdote eterno a quien debieran copiar.


¡Si se asomaran al interior de su Jesús esos sacerdotes disipados y soberbios! ¡Si me estudiaran como es debido, si me copiaran en sí mismos como es su obligación sagrada, otros serían, y Yo no tendría que lamentar en ellos tantas espinas que clavan en mi Corazón! Pero les falta amor, porque les falta Espíritu Santo.
¡Que deber tienen los sacerdotes de recorrer las etapas de la escala mística que los transforme en Mí!
También les falta no sólo amor, sino respeto al Santísimo Sacramento; y éste es otro punto doloroso, entre tantos, que también lastima de una manera muy íntima mi delicadeza y mi ternura; pero esta falta de respeto en mis sacerdotes se deriva de la falta de amor y de la tibieza de su fe.

¡Como se impacientan muchos por tener que dar la comunión y con qué fastidio y malos modos la dan a veces! ¡Más valiera que no me tocaran y que dejaran con hambre a las almas! ¡Cómo dejan caer las partículas con descuido inaudito, con precipitación y sin preocuparse siquiera! ¡No hay esmero, no hay pulcritud, no hay limpieza, no hay respeto, no hay amor…en tantas ocasiones diarias, al manejar mi Cuerpo sacratísimo que debiera ser tocado con delicadeza y ternura! ¡Si Yo les hiciera ver las veces que por descuido culpable caigo al suelo y soy pisoteado! Todo esto me contrista muy hondo y ofende muy profundamente a mi Padre y a María.
Esta manera de tratar lo santo y al Santo de los Santos me lastima en lo más íntimo del alma. ¡Les sirvo de carga en muchas ocasiones a mis sacerdotes tibios! Y esto es para mí delicadeza horrible sufrimiento.
Eso de ver y sentir que les soy pesado, que les soy molesto en el servicio de las almas, a las que por deber están consagrados, me llega a lo más íntimo!

¡Estorbar Yo que todo soy caridad y ternura! ¡Serles carga Yo qué cargo sus tibiezas, sus indiferencias y sus pecados para blanquearlos! Estos sacerdotes que así obran sólo llevan el nombre y están muy lejos de serlo, aunque lo parezcan.
Estos sentimientos dolorosos tan íntimos me hacen sufrir y los descubro para que me acompañen a sentirlos.
¡Nadie se imagina lo que sentiré Yo (siempre dispuesto a favor de las almas) al ver que les sea pesado a mis sacerdotes confesar, dar la comunión, llevar viáticos, impartir, en fin, mis sacramentos; manejar mi Cuerpo, mi Sangre, aun mi Divinidad en ellos con esos malos tratamientos, fastidiados, airados, sin devoción, por salir del paso, pensando en otras cosas, y sobre todo, sin amor!...
¡Ay! ¡Si Yo descubriera hasta el fondo esas penas íntimas, delicadas e internas de mi Corazón de hombre que tan afinadamente siente las indelicadezas de los míos! Pero si siento como hombre, con Corazón de hombre esos desprecios, ¿qué sentiré como Dios hombre que soy con toda la finura de la Divinidad ofendida?”

Que el Espíritu Santo y la Virgen María los transforme en otros Jesús,





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“A los Sacerdotes, hijos predilectos
 de la Virgen Santísima.”


Sed fieles al misterio de los Sacramentos, especialmente al de la Reconciliación, que tiene la misión de restituir la Gracia a aquellos que la han perdido, por causa de los pecados mortales cometidos.
Hoy, en la Iglesia está desapareciendo este precioso y necesario Sacramento.
Pastores de la Iglesia, Obispos por Cristo al frente de la guía de su grey, abrid los ojos a este mal que se difunde por todas partes en la Iglesia como un terrible cáncer.
Intervenid con valor y celo, para que el Sacramento de la Reconciliación pueda volver a florecer en toda su plenitud y así las almas sean ayudadas a vivir en Gracia y la Iglesia sea curada de sus llagas sangrientas de los pecados y de los sacrilegios que la recubren por entero como una leprosa.

AVE MARIA PURISSIMA!

III DOMINGO DE CUARESMA / 3 marzo 2013 / C



EN EL TEMPLO PARA LOS 
TABERNÁCULOS






Jesús va en dirección del Templo. Le preceden en grupo los discípulos, también lo siguen en grupo las discípulas, esto es, la Madre suya, María Cleofás, María Salomé, Susana, Juana de Cusa, Elisa de Betsur, Analía de Jerusalén, Marta y Marcela. No está Magdalena. Alrededor de Jesús los doce apóstoles y Marziam.
Jerusalén está en la pompa de sus tiempos de mayor solemnidad. Gente de todas partes y en todos los caminos. Cánticos, discursos, murmullos de plegarias, imprecaciones de los borriqueros, alguno que otro llanto de niño. Y sobre esto un cielo hermoso que se cierne sobre las casas, y un sol que alegre baja a dar vida a los colores de los vestidos, a dar luz a los colores muertos de las emparradas y de los árboles que se divisan aquí y allá en los jardines cerrados o terrazas.
Algunas veces Jesús se cruza con personas que conoce, y el saludo es más o menos deferente según el humor del que le pasa por delante. Así, es profundo y grave él de Gamaliel, que mira fijamente a Esteban, el cual a su vez le envía una sonrisa desde el grupo de los discípulos. Gamaliel, después de haberse inclinado ante Jesús, llama aparte a Esteban y le dice algunas palabras, después el discípulo regresa con los suyos. Lleno de veneración es el saludo del viejo sinagogo Cleofás de Emmaús, que llega con sus conciudadanos al Templo. Viperino como una maldición es el que responden los fariseos de Cafarnaum. 

PREGUNTAN QUE QUIEN ES, SE OYE UN SUSURRO: 
"ES EL RABBÍ DE NAZARET, 
ÉL QUE SE DICE QUE PUEDA SER EL MESÍAS."

Arrojarse a tierra, besar los pies de Jesús en el polvo del camino, es lo que hacen los campesinos de Yocana, capitaneados por su mayordomo. La gente se detiene a mirar sorprendida este grupo de hombres que en un cruce se precipita con un grito a los pies de un joven, que ni es fariseo, ni escriba famoso, que no es un sátrapa ni un poderoso de la corte. Cuando alguien pregunta que quien es, se oye un susurro: "Es el Rabbí de Nazaret, él que se dice que pueda ser el Mesías."
Prosélitos y gentiles se agolpan curiosos, estrechando el grupo contra el muro, sirviendo de estorbo en la pequeña plaza, hasta que un grupo de borriqueros los dispersan profiriendo imprecaciones contra ellos. Pero la gente áspera, brutal en sus manifestaciones aun de fe nuevamente se reúne, separando a las mujeres de los hombres. Todos quieren tocar el vestido de Jesús, decirle una palabra, preguntarle. Su esfuerzo es inútil porque su misma prisa, su ansia, su agitación por abrirse paso, atropellándose mutuamente, hace que ninguno lo logre y que preguntas y respuestas se confundan en un único e incomprensible ruido.
El único que parece estar lejos de lo que sucede es el abuelo de Marziam, que respondió con un grito al grito del nieto, y después de haber venerado al Maestro, inmediatamente se estrechó al corazón  el nieto y en esta forma, todavía apoyado sobre sus calcañales, con las rodillas en tierra, se lo ha sentado sobre ellas, y lo mira por todas partes, lo acaricia con lágrimas y besos, le pregunta, le escucha. El viejo está ya en el paraíso por la felicidad de que goza.
Acuden los soldados romanos creyendo que haya alguna riña, y se abren paso, pero cuando ven a Jesús, se sonríen y se retiran tranquilos, limitándose a aconsejar a los presente a dejar libre el importante cruce. Jesús obedece al punto, aprovechándose del espacio que dejan los romanos que van delante de Él unos cuantos pasos, como para abrirle camino, pero en realidad para regresar a su lugar, pues la guardia romana ha sido muy reforzada, como si Pilatos supiese que la gente no lo quiere y tuviese miedo de motines en estos días en que Jerusalén está llena de hebreos de todas partes.
Y hermoso es verlo precedido por la bandera romana como rey al que se abre camino, cuando se dirige a sus posesiones. Al empezar a caminar dijo al niño y al anciano: "Estad juntos y seguidme" y al mayordomo: "Te ruego que me dejes tus hombres. Serán mis huéspedes hasta la noche." El mayordomo responde con toda atención: "Todo lo que ordenares se hará" y se va después de un saludo profundo.
El Templo está ya cerca, y el hormiguero de la gente es mucho mayor, cuando un campesino de Yocana grita: "Ved ahí al patrón" y se echa a tierra para saludarlo, lo que hacen los demás.
Jesús queda en medio de un grupo de postrados, porque los campesinos se habían agolpado junto a Él. Torna la mirada hacia el lugar indicado, y se encuentra con la de un tieso fariseo, que no me es nuevo, pero que no recuerdo donde lo vi. El fariseo Yocana viene con otros de su casta: un montón de telas preciosas, franjas, fíbula, filaterías, todas mayores que las comunes. Yocana mira atento a Jesús: una mirada de mera curiosidad, pero no irreverente. Hace un saludo tieso, apenas una inclinación de cabeza, pero es un saludo. Jesús le responde cortésmente. También dos o tres fariseos le saludan, mientras otros despreciativos fingen mirar a otra parte; uno solo, un joven que lleva en la cara rasgos marcados de dureza, lanza un insulto porque veo que los que van con Jesús se sobresaltan, y el mismo Yocana se voltea de un solo golpe a contenerlo con su mirada iracunda.
Cuando han pasado y los campesinos se atreven a hablar, uno de ellos dice: "Maestro, el que te maldijo es Doras."
"Déjalo en paz. Tengo a vosotros que me bendecís" dice tranquilo Jesús.
Apoyado sobre una corniz, junto con otros está Mannaén, y al ver a Jesús levanta sus brazos con un grito de alegría: "Hermoso día es este, porque te veo" y se dirige a Jesús, seguido de los suyos. Le hace la reverencia bajo la corniz sombría que hace retumbar las palabras como si estuviesen bajo una cúpula.

LOS PRIMOS, SIMÓN Y JOSÉ CON OTROS NAZARENOS... Y NO 
SALUDAN... JESÚS LOS MIRA AFLIGIDO PERO NO DICE NADA.

Cuando Mannaén le hace el saludo reverente, pasan rozando el grupo apostólico los primos, Simón y José con otros nazarenos... y no saludan... Jesús los mira afligido pero no dice nada. Judas y Santiago hablan excitados. Judas enrojece de ira, y luego corre sin que su hermano pueda detenerlo, pero Jesús lo llama con un grito imperioso: "¡Judas, ven aquí!" El iracundo hijo de Alfeo, regresa...
"Déjalos en paz. Son semillas que todavía no han sentido la primavera. Déjalos en la oscuridad de la reacia tierra. Penetraré lo mismo aunque si el terrón de tierra se convirtiese en un jaspe duro en derredor de la semilla. A su tiempo lo haré."
Pero más fuerte que la respuesta a Judas de Alfeo resuena el llanto desolado de María de Alfeo. Un llanto de una persona que se siente abatida...
Jesús no se vuelve a consolarla, aunque el eco devuelve el llanto. Continúa hablando con Mannaén, que le dice: "Estos están conmigo, son discípulos de Juan. Quieren ser tuyos como yo."
"La paz sea para los buenos discípulos. Allí adelante van Marías, Juan y Simeón. Están conmigo y para siempre. Os recojo a vosotros como acogí a ellos, porque todo lo que a Mí viene del santo Precursor me es caro."

 LUEGO LLAMA AL SACERDOTE JUAN Y LE DICE: "TÚ QUE ERES 
DE ESTE LUGAR, PROCURARÁS INVITAR A ALGÚN LEVITA QUE 
SEPAS QUE ES DIGNO DE CONOCER LA VERDAD, PARA QUE 
PUEDA ESTE AÑO CELEBRAR REALMENTE UNA FIESTA ALEGRE. 
JAMÁS HABRÁ UN DÍA TAN DULCE ASÍ..."

Han llegado al muro del Templo. Jesús da órdenes a Iscariote y a Simón Zelote para las compras de rito y las ofertas. Luego llama al sacerdote Juan y le dice: "Tú que eres de este lugar, procurarás invitar a algún levita que sepas que es digno de conocer la verdad, para que pueda este año celebrar realmente una fiesta alegre. Jamás habrá un día tan dulce así..."
"¿Por qué, Señor?" pregunta el escriba Juan.
"Porque os tengo a todos vosotros a mi alrededor, y a los que no están ahora, con el espíritu."
"Siempre estaremos y también otros muchos" afirma con énfasis el apóstol Juan. Y todos le hacen coro.
Jesús sonríe y guarda silencio mientras el sacerdote Juan, junto con Esteban se dirigen al Templo, para cumplir las órdenes. Jesús le grita: "Alcánzanos en el Pórtico de los Paganos."
Entran y casi al punto encuentran a Nicodemo que hace un profundo saludo, pero no se acerca a Jesús. Le envía en cambio una sonrisa que Jesús contesta con otra.
Mientras las mujeres se detienen donde pueden, Jesús con los hombres va a orar en el lugar de los hebreos, y luego regresa, terminadas todas las ceremonias de rigor, para reunirse con los que le esperaban en el Pórtico de los Paganos.

LA CURIOSIDAD ES TAL QUE HASTA ALGUNOS ESTUDIANTES DE 
LOS RABBÍES, NO SÉ SI ESPONTÁNEAMENTE O PORQUE SUS 
MAESTROS LOS ENVIARON, SE ACERCAN AL CÍRCULO DONDE 
ESTÁ JESÚS.

Los anchos y altos pórticos están llenos de gente que escuchan las lecciones de los rabbíes. Jesús se dirige al lugar donde descubre que están sus dos discípulos. Al punto se forma un círculo a su alrededor y a los apóstoles y discípulos se unen también otras muchas numerosas personas que estaban esparcidas en el patio de mármol. La curiosidad es tal que hasta algunos estudiantes de los rabbíes, no sé si espontáneamente o porque sus maestros los enviaron, se acercan al círculo donde está Jesús.
Jesús pregunta a quemarropa: "¿Por qué os agolpáis en torno mío? Decidlo. Tenéis rabbíes sabios y famosos, bienquistos de todos. Yo soy el ignorado, el malvisto. ¿Por qué venís a Mí?"
"Porque te amamos" dicen algunos. Otros: "Porque tus palabras son diversas de las de los demás."Y otros: "Para ver tus milagros" y "Porque te hemos oído hablar" o: "Porque Tú sólo tienes palabras de vida eterna y obras que corresponden a ellas" o en fin: "Porque queremos unirnos a tus discípulos."
Jesús mira la gente según habla, como si quisiera traspasarla con la mirada para leer sus más recónditos sentimientos. No falta quien al sentir aquella mirada, se aleje o se esconda detrás de una columna o se pierda entre la gente.

JESÚS VUELVE A PREGUNTAR: "¿PERO SABÉIS QUE QUIERE 
DECIR VENIR DETRÁS DE MÍ?

VENIR A MÍ COMO DISCÍPULO QUIERE DECIR QUE SE 
RENUNCIA A TODOS LOS AMORES POR UN SOLO AMOR: 
EL MÍO.

EL ESPÍRITU ES COMO UNA DELICADA MARIPOSA ENCERRADA 
DENTRO DEL CAPULLO PESADO DE LA CARNE, SU VUELO 
PUEDE PERDER LIGEREZA, O POR DETENERSE 
COMPLETAMENTE AUN AL CONTACTO IMPALPABLE DE UNA 
TELA DE ARAÑA: LA ARAÑA DE LA SENSIBILIDAD, DE LA FALTA 
DE GENEROSIDAD EN EL SACRIFICIO.

Jesús vuelve a preguntar: "¿Pero sabéis que quiere decir venir detrás de Mí? Respondo a estas palabras, porque la curiosidad no merece respuesta y porque quien tiene hambre de mis palabras por consiguiente me ama y tiene deseos de unirse a Mí. Por esto, hay dos grupos de entre los que hablaron: los curiosos, a los que no podré atención, y los deseosos, a quienes enseño sin engaño, acerca de la dureza de esta vocación.
Venir a Mí como discípulo quiere decir que se renuncia a todos los amores por un solo amor: el mío.El amor egoísta para consigo mismo, el amor culpable por las riquezas o sentidos o poseer, el amor honesto por la esposa, el amor santo por la madre, el padre, el amor por los hijos o amor fraterno, todos deben ceder al paso ante mi amor si se quiere ser de los míos. En verdad os digo que más libres que las aves en el firmamento, deben ser mis discípulos, más libres que los vientos que corretean por los cielos, sin que nadie ni nada los detenga. Libres, sin cadenas pesadas, sin lazos de amor material y sin que nada, ni siquiera los más finos hilos los puedan detener. El espíritu es como una delicada mariposa encerrada dentro del capullo pesado de la carne, su vuelo puede perder ligereza, o por detenerse completamente aun al contacto impalpable de una tela de araña: la araña de la sensibilidad, de la falta de generosidad en el sacrificio. Quiero todo, sin reservas. El espíritu tiene necesidad de esta libertad de dar, para que no pueda enredarse en la telaraña de cariños, costumbres, reflexiones, miedos que extiende como hilos la monstruosa araña que es Satanás, ladrón de almas.

SI ALGUIEN QUIERE VENIR A MÍ Y NO ODIA SANTAMENTE A SU 
PADRE, MADRE, MUJER, HIJOS, HERMANOS Y HERMANAS Y 
HASTA SU VIDA, NO PUEDE SER MI DISCÍPULO.

Si alguien quiere venir a Mí y no odia santamente a su padre, madre, mujer, hijos, hermanos y hermanas y hasta su vida, no puede ser mi discípulo. Dije: "odia santamente". Os decís en el corazón. "El odio no puede ser santo, según Él enseña, por lo tanto se contradice". No. No me contradigo. Afirmo que se debe odiar el amor lento, el amor que no rebasa los límites de la carne, bien se trate del amor por el padre, madre, esposa, hijos, hermanos y hermanas o por el de la propia vida. Yo ordeno que se me ame con la libertad ágil que es propia de los espíritus, a los familiares y a la vida. Amadlos en Dios y por Dios. No los antepongáis a Dios. Ocupaos y preocupaos de llevarlos donde el discípulo ha llegado, esto es, a Dios-Verdad. De este modo amaréis santamente a los familiares y a Dios, conciliando los dos amores y haciendo de los lazos de sangre no lastre, sino alas, no culpa, sino un deber santo. También debéis estar prontos a odiar vuestra vida por seguirme. Odia su vida quien sin temor de perderla o de hacerla humanamente triste, la pone a mi servicio. No se trata más que de una apariencia de odio. Un sentimiento que el pensamiento humano que no sabe elevarse, del hombre terrenal, poco superior al bruto, llama erróneamente "odio". En realidad este odio aparente, que consiste en negar las satisfacciones sensuales a la existencia para dar una vida más extensa al espíritu, es amor. Es amor de lo más sublime que pueda imaginarse, de lo más bendito.

QUIEN NO CARGA CON SU CRUZ Y NO ME SIGUE, QUIEN NO 
SABE HACER ESTO, NO PUEDE SER MI DISCÍPULO.

El negarse a las bajas satisfacciones, el prohibirse la sensualidad de los afectos, el procurarse reproches o comentarios injustos, el arriesgar castigos, rechazos, maldiciones, y tal vez hasta que lo persigan a uno, es una cadena de penas. Pero es menester abrazarlas e imponérselas como una cruz, como un patíbulo en el que se expía cualquier culpa pasada para llegar ante Dios justificados, y del que obtendremos para los seres amados todas las gracias. Quien no carga con su cruz y no me sigue, quien no sabe hacer esto, no puede ser mi discípulo.
Pensadlo maduramente, vosotros que decís: "Vinimos por unirnos a tus discípulos". No es vergüenza sino signo de sagacidad el sopesarse uno mismo, juzgarse y confesar a sí y a los demás: "No tengo madera para ser discípulo". ¿Y qué? Los paganos tienen como un principio de enseñanza la necesidad de "conocerse a sí mismo" ¿y vosotros, israelitas, para conquistar el cielo, no lo sabréis hacer?

CONSEJOS DE JESÚS

RECORDAD SIEMPRE QUE SON BIENAVENTURADOS 
LOS QUE VIENEN A MÍ.

POR ESTO IMITAD AL QUE QUIERE CONSTRUIR UNA TORRE.

IMITAD A LOS REYES DE LA TIERRA, Y APROVECHAOS DE LO 
QUE SUCEDE EN EL MUNDO PARA SACAR UNA ENSEÑANZA 
SOBRENATURAL.

EL SER DISCÍPULOS MÍOS QUIERE DECIR: IR CONTRA LA 
TURBIA Y VIOLENTA CORRIENTE DEL MUNDO, DE LA CARNE, 
DE SATANÁS.

Recordad siempre que son bienaventurados los que vienen a Mí. Pero mejor que venir para después traicionarme y traicionar al que me envió, es mejor no venir, y quedarse como los hijos de la Ley, como hasta ahora lo habéis sido.
¡Ay de aquellos que habiendo dicho: "Vengo" causan daño a Cristo, siendo traidores de la idea cristiana, escandalizadores de los pequeños, de los buenos! ¡Ay de ellos! Y con todo los habrá y siempre los habrá.
Por esto imitad al que quiere construir una torre. Primeramente calcula los gastos necesarios y cuenta su dinero para ver si tiene lo suficiente para terminarla, a fin de que, terminados los fundamentos, no deba suspender los trabajos, pues que el dinero se le acabó. En este caso perdería también cuanto antes tenía, quedándose sin torre y sin dinero, y en cambio se atraería las burlas de la gente que diría: "Este comenzó a construir, y no pudo terminar. Ahora puede llenarse el estómago con las ruinas de su construcción incompleta".
Imitad a los reyes de la tierra, y aprovechaos de lo que sucede en el mundo para sacar una enseñanza sobrenatural. Cuando quieren hacer la guerra a otro rey, examinan fría y atentamente todos los pormenores, el pro y el contra, meditan si la utilidad de la conquista vale sacrificar las vidas de sus súbditos, estudian si es posible conquistar ese lugar, si sus ejércitos, inferiores en número, pero de espíritu combativo, puedan vencer; y pensando cuerdamente que no es posible que diez mil venzan a veinte mil antes de que ocurra el encuentro, mandan al rival una embajada con ricos dones, y sosegando al contrario, que tenía ya sospechas por los movimientos militares del otro, lo desarman con pruebas de amistad, quitan las sospechas, y conciertan un tratado de paz, en realidad más ventajoso, tanto humana como espiritualmente, que una guerra.
Así debéis hacer antes de empezar la nueva vida y colocaros en las filas contra el mundo. El ser discípulos míos quiere decir: ir contra la turbia y violenta corriente del mundo, de la carne, de Satanás. Y si no sentís en vosotros el valor de renunciar a todo por amor mío, no vengáis a Mí, porque no podéis ser mis discípulos."
"Esta bien. Lo que dices es verdad" dice un escriba que se había mezclado en el grupo. "¿Pero si nos despojamos de todo con qué te podemos servir? La ley tiene mandamientos que son como monedas que Dios da al hombre para que usándolas se compre la vida eterna. Tú dices: "Renunciad a todo" y señalas al padre, la madre, las riquezas, los honores. Dios es quien dio todos estos bienes y quien nos dijo por boca de Moisés, que las usásemos santamente para aparecer justos a los ojos de Dios. Si nos quitas esto, ¿qué nos das?"
"Yo lo dije: os doy el amor verdadero, oh rabbí. Os doy mi doctrina que no quita ni un ápice de la antigua ley, sino que la perfecciona."
"Entonces todos somos discípulos iguales, porque todos tenemos las mismas realidades."
"Todos las tenemos según la ley mosaica. No todos siguen la ley perfeccionada por Mí según el amor.No todos llegan, a la misma suma de méritos. Aun entre mis discípulos no todos llegarán a tener la suma de méritos en igual medida y uno de entre ellos no sólo no tendrá la suma, sino perderá también su única moneda: su alma."
"¡Cómo! A quien más se dio, más le quedará. Tus discípulos mejor dicho, tus apóstoles te siguen en tu misión y están al corriente de tus modos, han recibido muchísimo, también los discípulos efectivos, menos los discípulos de solo nombre, nada los que, como yo, no te escuchan sino por mera casualidad. Es claro que los apóstoles tendrán muchísimo en el cielo, mucho los discípulos efectivos, menos los discípulos de nombre, nada los que son como yo."

PARÁBOLA DE LOS TALENTOS

"Humanamente es obvio y mal también humanamente, porque no todos son capaces de hacer fructificar los bienes recibidos. Escucha esta parábola y perdona si me alargo mucho aquí en enseñar. Pero Yo soy la golondrina de paso, no me detengo sino poco en la Casa del Padre, pues vine para todos al mundo, y no quiero que este pequeño mundo que es el Templo de Jerusalén me impida el vuelo y que vaya a donde la gloria del Señor me llama."
"¿Por qué hablas así?"
"Porque es verdad."
El escriba mira a su alrededor, y luego baja la cabeza. Que sea verdad lo ve escrito en muchas caras de sinedritas, rabbíes y fariseos que han ido agolpándose más y más en cantidad, en torno a Jesús. Caras verdes de bilis, o rojas de ira, miradas que equivalen a palabras de maldición y a escupitajos de veneno, de rencor que fermenta en todas partes, de deseo de maltratar al Mesías, deseo que se queda infructuoso por miedo a los muchos que rodean al Maestro decididamente y que están prontos a defenderlo, miedo tal vez también al castigo de parte de Toma, que mira con bueno ojos al dulce Maestro de Galilea.
Jesús continua hablando con calma y expone su pensamiento con la siguiente parábola: "Un hombre que esta a punto de emprender un largo viaje y ausentarse por mucho tiempo, llamó a todos sus siervos y les entregó cuanto tenía. A uno le dio cinco talentos de plata, a otro dos, y a otro uno de oto... A cada uno según su grado y habilidad, y luego se fue.
El siervo que tenía cinco talentos de plata fue a negociar astutamente sus talentos, y después de algún tiempo, le rindieron otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y duplicó la suma. Pero al que dio más: un talento de oro exacto, lleno de miedo de no saber qué hacer, miedo de los ladrones, de miles de sueños quiméricos, y sobre todo arrastrado por la pereza, hizo un gran hoyo en la tierra, y allí escondió el dinero de su patrón.
Pasaron muchos meses y al fin regresó el patrón. Llamó al punto a sus siervos para que le devolviesen el dinero que les había dejado en depósito. Llegó el que había recibido cinco talentos de plata y dijo: "He aquí, señor mío. Tú me diste cinco. Me pareció mal no hacerlos fructificar. Me di industria y gané otros cinco talentos. No pude más...". "Bien, muy bien, siervo bueno y fiel. Fuiste fiel en lo poco, lleno de buena voluntad y honrado. Te daré autoridad sobre muchas propiedades. Entra en la alegría de tu señor".
Luego vino el de los dos talentos y dijo: "Creí que podía usar tus bienes para un fin útil. Aquí están las cuentas que te muestran como usé tu dinero. ¿Ves? Eran dos talentos de plata, ahora, son cuatro. ¿Estás contento, señor mío?" Y el patrón dio a su siervo bueno la misma respuesta que había dado al primero.
Vino al fin el que gozaba de la más grande confianza del patrón, y que había recibido un talento de oro. Lo desenvolvió de donde lo tenía guardado y dijo: "Me confiaste el mayor valor porque sabes que soy prudente y fiel así como sé que eres intransigente y que no toleras pérdidas en tu dinero, y si te pasa alguna desgracia te la pagas con el que esté cerca de ti, porque en realidad cosechas donde no sembraste y recoges donde no esparciste, y no perdonas por ningún motivo un solo centavo a tu banquero o a tu mayordomo. El dinero debe ser cuanto tú dices. Temiendo yo que fuese a disminuir este tesoro, lo fui a esconder. No me fié de nadie, ni de mí mismo. Ahora lo desenterré y te lo devuelvo. He aquí tu talento". 
"¡Oh siervo inicuo y perezoso! Realmente no me amaste, porque no me has conocido y no quisiste mi bienestar porque dejaste el talento sin circular. Traicionaste la estima que tenía colocada en ti, y por ti mismo te desmientes, te acusas y te condenas. Sabías que recojo donde no sembré y que cosecho donde no esparcí. Y entonces ¿por qué no hiciste que pudiese cosechar y recoger? ¿Así correspondes a mi confianza? ¿Así me conoces? ¿Por qué no llevaste el dinero a los banqueros para que lo retirase con intereses? Te di instrucciones especiales para esto, y tú, sinvergüenza flojo, no las tuviste en cuenta. Que se te quite el talento  y cualquier otro bien y que se dé al que tiene los diez talentos". 
"Él ya tiene diez y este se queda sin nada..." le replicaron.
"Así está bien. A quien tiene y además de lo que trabaja, se le dará todavía más, hasta la sobreabundancia, pero a quien no tiene porque no quiso tener, se le quitará también lo que se le dio. En cuanto al siervo que no quiso ser útil, que traicionó mi confianza puesta en él, y que dejó inactivos los dones que se le dieron, arrojadlo afuera de mi propiedad y que se vaya llorando y muriéndose de envidia en su corazón".
Esta es la parábola. Como ves, rabbí, a quien tenía más le quedó menos porque no supo merecer conservar el don de Dios. Y no está dicho que uno de esos a quienes llamas discípulos sólo de nombre, que tienen muy poco para negociar, y por lo tanto entre los que me escuchan solo por mera casualidad, como dices, y que tienen como única moneda su alma, no lleguen a poseer el talento de oro y también sus intereses, que se quitarán a uno de los más beneficiados. Infinitas son las sorpresas del Señor porque infinitas son las reacciones del hombre. Veréis a gentiles en la vida eterna y samaritanos que poseerán el cielo, y veréis a israelitas puros y seguidores mío perder el cielo y la vida eterna."

"MAESTRO ¿QUÉ DEBO HACER PARA OBTENER LA VIDA 
ETERNA? RESPONDISTE A LOS OTROS, RESPÓNDEME A MÍ 
TAMBIÉN."

Jesús calla, y como si quisiese evitar toda discusión se dirige en dirección del muro del Templo, pero un doctor de la ley que se había sentado a escucharlo seriamente bajo el pórtico, se levanta y parándose ante Él, le dice: "Maestro ¿qué debo hacer para obtener la vida eterna? Respondiste a los otros, respóndeme a mí también."
"¿Por qué me quieres probar? ¿Por qué quieres mentir? ¿Esperas que Yo digo una cosa contra la ley porque la agrego concepto luminosos y perfectos? ¿Qué está escrito en la ley? ¡Responde! ¿Cuál es el mandamiento principal de ella?"
" "Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu inteligencia. Amarás a tu prójimo como a ti mismo". "
"Bien respondiste. Haz así y tendrás la vida eterna."

"¿Y QUIÉN ES MI PRÓJIMO?

"¿Y quién es mi prójimo? El mundo está lleno de gente buena y mala, conocida y desconocida, amiga y enemiga de Israel. ¿Cuál es mi prójimo?"

PARÁBOLA DEL BUEN SAMARITANO

"Un hombre que bajaba de Jerusalén a Jericó por las quebradas de las montañas cayó en manos de ladrones, los cuales lo hirieron cruelmente, lo despojaron de todo lo que llevaba y hasta de los vestidos. Lo dejaron más muerto que vivo en el borde del camino.
Por este mismo lugar pasó un sacerdote que había terminado su turno en el Templo. ¡Oh! ¡Todavía llevaba los perfumes del incienso del Santo! Debería haber llevado el alma perfumada de bondad sobrenatural y de amor, pues que había estado en la casa de Dios, casi en contacto con el Altísimo. El sacerdote tenía prisa en regresar a su casa. Miró al herido, pero no se detuvo. Siguió adelante, y dejó al desgraciado en el borde.
Pasó un levita. ¿Contaminarse él que debía servir en el Templo? ¡Oh, no! Se recogió los vestidos para que no se fuese a ensuciar de sangre, echó una mirada fugitiva al que gemía bañado en su sangre y apresuró su paso hacia Jerusalén, hacia el Templo.
Venía de Samaría, en dirección al vado, un samaritano. Vi sangre, se detuvo, descubrió al herido en medio del crepúsculo que caía, bajó de su asno, se acercó al herido, le robusteció con un sorbo de buen vino, dividió su manto para hacer vendas, lavó y ungió las heridas, primero con vinagre y luego con aceite, las vendó amorosamente, puso al herido sobre su jumento, guió hábilmente a la bestia, al mismo tiempo que consolaba al herido con buenas palabras, no se preocupó ni de la fatiga, ni pensó en despreciar al herido porque era de nacionalidad judía. Llegado a la ciudad lo condijo a un albergue, lo cuidó toda la noche y al amanecer, al verlo mejorado, lo  confió al hospedero, le pagó de antemano con dos denarios y le dijo: "Ten cuidado de él como si fuese yo mismo. A mi  regreso te pagaré cuanto hubieses gastado de más, y con más, si lo hubieses hecho bien". Y se fue.
Doctor de la ley, respóndeme: ¿Cuál de estos tres fue "prójimo" para con el que cayó en manos de ladrones? ¿Acaso el sacerdote? ¿Acaso el levita? ¿O mejor el samaritano que no se preguntó quien fuese el herido, ni por qué estaba herido, ni si hacía mal en socorrerlo perdiendo tiempo, dinero o poniéndose en peligro de que lo acusasen de que él hubiera sido quien lo había herido?"
El doctor de la ley responde: "Fue "prójimo" este, porque tuvo misericordia."
"Haz también tú igual y amarás al prójimo y a Dios en el prójimo y de este modo merecerás la vida eterna."
Ninguno se atrevía a hablar más. Jesús se aprovecha de ello para reunirse con las mujeres que estaban a su espera cerca del muro e irse con ellas de nuevo a la ciudad. A los discípulos se han agregado dos personas: mejor dicho un sacerdote y un levita; este muy joven, aquel de aspecto patriarcal.

JESÚS ESTÁ AHORA HABLANDO CON SU MADRE Y 
TIENE EN MEDIO A MARZIAM.

Jesús está ahora hablando con su Madre y tiene en medio a Marziam. Le pregunta: "¿Me escuchaste, Madre?"
"Si, Hijo mío, y a la tristeza de María Cleofás se ha añadido la mía. Ella estuvo llorando poco antes de entrar en el Templo..."
"Lo sé, Madre, y sé el motivo, pero no debe llorar, tan sólo orar."
"¡Oh, ella ruega mucho! En estas tardes, bajo su choza, entre sus hijos que duermen, ora y llora. La vi llorar a través de las paredes sutiles de las ramas vecinas. ¡Ver a pocos pasos a José y a Simón tan cerca y tan divididos así!... No es la única que llora. Conmigo lloró también Juana que te parece muy serena..."
"¿Por qué, Mamá?"
"Por Cusa... Se está portando... de una manera inexplicable. A veces la ayuda en todo, otras la rechaza completamente. Si están solos donde nadie los ve, es el marido ejemplar de siempre, pero si hay personas y que sean de la corte, entonces se hace autoritario y desprecia a su buena esposa. Ella no entiende el por qué..."
"Te lo diré. Cusa es siervo de Herodes. Compréndeme, Mamá  "Siervo". No se lo digo a Juana para no afligirla, pero así son las cosas. Cuando no tiene miedo de reproche o de burla del soberano, es el buen Cusa, Cuando los teme, no lo es ya."
"Es que Herodes está muy enojado por causa de Mannaén y ..."
"Es porque Herodes lo está por el remordimiento tardío de haber cedido al deseo de Herodíades.Pero Juana tiene ya muchas cosas buenas en la vida. Debe, bajo la diadema, llevar su cilicio."
"También Analía llora..."
"¿Por qué?"
"Porque su prometido se separa de Ti."
"Que no llore. Díselo. Es una resolución. Una bondad de Dios. Su sacrificio llevará nuevamente a Samuel al bien. Por ahora esto la dejará libre de presiones para el matrimonio. Le prometí llevármela conmigo. Me precederá en la muerte..."

ME PRECEDERÁ EN LA MUERTE...

"¡HIJO!..." MARÍA ESTRECHA LA MANO DE JESÚS

"¡QUERIDA MAMÁ! ES POR LOS HOMBRES. LO SABES. ES POR 
AMOR A LOS HOMBRES. BEBAMOS NUESTRO CÁLIZ CON 
BUENA VOLUNTAD. ¿NO ES VERDAD?"


"¡Hijo!..." María estrecha la mano de Jesús, con un rostro que palidece.
"¡Querida Mamá! Es por los hombres. Lo sabes. Es por amor a los hombres. Bebamos nuestro cáliz con buena voluntad. ¿No es verdad?"
María se bebe las lágrimas. Responde. "Sí" Un "sí" desgarrador.
Marziam levanta su carita y pregunta a Jesús: "¿Por qué dices estas cosas desagradables que afligen a Mamá? Yo no te dejaré morir. Como defendía a los corderos así te defenderé."
Jesús lo acaricia y para suavizar lo que ha dicho, pregunta al niño: "¿Qué estarán haciendo ahora tus ovejitas? ¿No las extrañas?"

¿SABES, MAESTRO? YO ENTIENDO LO QUE SIGNIFICA SER 
SACERDOTE EN TU NOMBRE. LO ENTIENDO MEJOR QUE LOS 
DEMÁS. ELLOS (Y SEÑALA CON LA MANO A LOS APÓSTOLES 
QUE VIENEN DETRÁS) DICEN TANTAS PALABRAS 
CAMPANUDAS, HACEN TANTOS PLANES... PERO DESPUÉS. YO 
ME DIGO: "LA HARÉ DE PASTOR COMO ME COMPORTO CON 
LAS OVEJAS ASÍ CON LOS HOMBRES. Y SERÁ SUFICIENTE".

"Por ahora soy un corderito, pero después seré pastor. Y al contrario, Jesús por ahora es Pastor y luego también Cordero. Pero tú siempre eres la Corderita sólo nuestra Corderita blanca, hermosa, querida, que da palabras más dulces que la leche. Jesús es así Cordero porque nació de ti, Corderita del Señor". "

"Oh, estoy contigo. Pero me pongo a pensar y me pregunto: "¿Las habrá llevado Porfiria a pastar? ¿y se habrá fijado porque Espuma no vaya al lago?" Espuma es muy listo, ¿sabes? Su madre lo llama, lo llama... ¡pero qué caso va a hacer! Hace lo que quiere. y Nieves tan glotona que como hasta enfermarse. ¿Sabes, Maestro? Yo entiendo lo que significa ser sacerdote en tu Nombre. Lo entiendo mejor que los demás. Ellos (y señala con la mano a los apóstoles que vienen detrás) dicen tantas palabras campanudas, hacen tantos planes... pero después. Yo me digo: "La haré de pastor como me comporto con las ovejas así con los hombres. Y será suficiente". La mamá mía y tuya me dijo ayer una cosa muy bonita de los profetas... y me dije: "Exactamente así es nuestro Jesús". Y en el corazón me dije: "Yo también así seré". Luego dije a nuestra Mamá: "Por ahora soy un corderito, pero después seré pastor. Y al contrario, Jesús por ahora es Pastor y luego también Cordero. Pero tú siempre eres la Corderita sólo nuestra Corderita blanca, hermosa, querida, que da palabras más dulces que la leche. Jesús es así Cordero porque nació de ti, Corderita del Señor". "
Jesús se inclina y le besa con gusto. Luego pregunta: "¿De veras quieres ser sacerdote?"
"¡Claro, Señor mío! Por esto trato de hacerme bueno y de saber muchas cosas. Siempre voy con Juan de Endor. Me trata siempre como hombre y muy bondadosamente. Quiero ser pastor de las ovejas extraviadas y no extraviadas; médico-pastor de las heridas y que se han quebrado algún hueso, como dice el Profeta. ¡Oh, qué hermosos!" y el niño da un brinco batiendo las manos.
"¿Qué tiene este curruca que está tan contento?" pregunta Pedro.
"Ve su camino con claridad, hasta el fin. Y consagro esta visión suya con mi "sí"."
Se detienen ante una alta casa que ni no me equivoco, está en dirección del barrio de Ofel, pero en la zona de los ricos.
"¿Nos detenemos aquí?"
"Esta es la casa que Lázaro me ofreció para el banquete de alegría. Aquí está ya María."
"¿Por qué, Señor?"
"Porque el Templo es más quisquilloso que una mujer en cinta. No quiero herirlo, y no por cobardía, mientras pueda."
"De nada te servirá. Maestro. Si yo fuese Tú, no sólo lo heriría, sino que lo echaría allá abajo del Moria, con todos los que están dentro."
"Eres un pecador, Simón. Es necesario orar por los propios semejantes, y no hay que matarlos."
"Soy pecador, pero Tú no... y deberías hacerlo."
"Habrá alguien que lo hará. Después que el pecado haya llegado a su colmo."
"¿Cuál?"
"Uno que llenará todo el Templo, desbordándose por Jerusalén. No puedes entender... Oh, Marta, ¡abre al Peregrino tu casa!"
Marta se hace reconocer y abre. Entran todos en un espacioso atrio que termina en un patio empedrado con cuatro árboles en cada ángulo. Hay una amplia sala sobre el terreno, y por sus ventanas abiertas se ve toda la ciudad con sus subidas y bajadas. Por esto puedo colegir que la casa se encuentra sobre las pendientes del sur, o sudorientales de la ciudad.

LLEGA MARÍA MAGDALENA QUE ESTABA OCUPADA EN LOS 
PREPARATIVOS Y SE POSTRA ANTE JESÚS. LLEGA LÁZARO CON 
UNA SONRISA DE DICHOSO, EN SU CARA DE ENFERMO.

La sala está dispuesta para muchos, muchos huéspedes. Mesas y mesas paralelas entre sí. Un centenar de personas pueden fácilmente acomodarse. Llega María Magdalena que estaba ocupada en los preparativos y se postra ante Jesús. Llega Lázaro con una sonrisa de dichoso, en su cara de enfermo. Entran poco a poco los huéspedes, algunos un poco cohibidos, otros con más garbo. La cortesía de las mujeres hace que todos se sientan a sus anchas.
El sacerdote Juan conduce ante Jesús a los dos que tomó del Templo. "Maestro, este es mi buen amigo Jonatás, y mi joven amigo Zacarías. Son verdaderos israelitas sin malicia y sin rencor."

ES HERMOSO QUE LA FE ANTIGUA EXTIENDA LA MANO AMIGA 
A LA NUEVA FE QUE NACE DEL MISMO TRONCO.

"La paz sea con vosotros. Estoy contento de que estéis conmigo. El rito debe de observarse aun en estas dulces costumbres. Es hermoso que la fe antigua extienda la mano amiga a la nueva fe que nace del mismo tronco. Sentaos a mi lado mientras llega la hora de la comida."
Habla el patriarcal Jonatás, mientras el joven levita mira aquí y allá curiosamente, con aire de admiración de sorpresa. Por mi parte me imagino que quiere pasar por despabilado, pero en realidad, es como un pez fuera del agua. Afortunadamente Esteban viene a su ayuda y le presenta, uno después del otro, a los apóstoles y discípulos principales.

ESTOY VIEJO... ABRIGABA ESPERANZAS DE VERTE ANTES DE 
MORIR, Y YEOVÉ ME ESCUCHÓ. ¡SEA ALABADO ÉL! HOY TE OÍ 
EN EL TEMPLO. SUPERAS A HILEL, EL VIEJO, EL SABIO.

El viejo sacerdote, alisándose la barba de nieve, dice: "Cuando Juan fue a verme a mí, su maestro, y a mostrarme su cuerpo curado, tuve deseos de conocerte. Pero, Maestro, yo casi nunca salgo de mi lugar.Estoy viejo... Abrigaba esperanzas de verte antes de morir, y Yeové me escuchó. ¡Sea alabado Él! Hoy te oí en el Templo. Superas a Hilel, el viejo, el sabio. Yo no quiero, más aun, no puedo dudar de que seas lo que mi corazón espera. Pero ¿sabes lo que significa haber bebido casi por ochenta años la fe de Israel, como ha venido transmitiéndose durante generaciones, fe de... una fabricación humana? Es nuestra sangre propia. ¡Y yo estoy tan viejo! Escucharte es como sentir el agua que brota de un fresco manantial. ¡Oh, sí! ¡Un agua pura! Pero yo... pero yo estoy lleno de agua sucia que viene de muy lejos... que se ha mezclado con tantas cosas. ¿Qué haré para no estar lleno de esa agua y para que pueda gustarte a Ti?"
"Creer en Mí y amarme. El justo Jonatás no tiene necesidad de otra cosa."
"Pero pronto moriré. ¿Tendré tiempo para creer todo lo que dices? No lograré ni siquiera escuchar todas tus palabras ni conocerlas por la boca de otros. ¿Y entonces?"

"LAS APRENDERÁS EN EL CIELO. TAN SÓLO EL CONDENADO 
MUERE PARA LA SABIDURÍA. QUIEN MUERE EN GRACIA DE 
DIOS ALCANZA LA VERDAD Y VIVE EN LA SABIDURÍA. ¿QUÉ 
PIENSAS QUE YO SEA?"

"Las aprenderás en el cielo. Tan sólo el condenado muere para la sabiduría. Quien muere en gracia de Dios alcanza la verdad y vive en la sabiduría. ¿Qué piensas que Yo sea?"
"No puedes ser sino el Esperado que antecedió el hijo de mi amigo Zacarías. ¿Lo conociste?"
"Era mi pariente."
"Oh, ¿Entonces eres Tú pariente del Bautista?"
"Sí, sacerdote."
"Ya murió... y no puedo decir: "¡infeliz!" Porque murió fiel a la justicia, después de que llevó a cabo su misión y porque... ¡Oh tiempo crueles en los que vivimos! ¿No es mejor acaso regresar a Abraham?"
"Sí. Pero vendrán tiempos más crueles, sacerdote."
"¿Lo dices Tú? Roma ¿no es así?"... 
"No sólo Roma. El culpable Israel será la primera causa."
"Es verdad. Dios nos castiga. Lo merecemos. Pero también Roma. ¿Supiste de los galileos que fueron muertos por Pilatos mientras realizaban un sacrificio? La sangre de ellos se mezcló con la de la víctima. ¡Hasta cerca del altar! ¡Hasta cerca del altar!"
"Lo supe."
Todos los galileos se alborotan por esta ofensa. Gritan: "Es verdad que él era un falso Mesías, pero ¿por qué matar a sus secuaces después de que lo mataron? y ¿por qué en esa hora? ¿Eran acaso más pecadores?"

DIOS ESTÁ IRRITADO CONTRA SU PUEBLO. YO OS LO DIGO. NO 
HAY QUE CREER QUE LOS CASTIGADOS SEAN SIEMPRE LOS 
PEORES. QUE CADA UNO SE EXAMINE A SÍ MISMO, QUE SE 
JUZGUE Y QUE NO JUZGUE A LOS DEMÁS. 

Jesús pone calma y dice: "Os preguntáis si eran más pecadores que otros tantos galileos y si esta es la razón por la que fueron muertos. No. Que no lo eran. En verdad os digo que ellos pagaron, y que otros pagarán si no os convertís al Señor. Si todos no hiciereis penitencia, pereceréis de igual modo todos en Galilea y en otras partes. Dios está irritado contra su pueblo. Yo os lo digo. No hay que creer que los castigados sean siempre los peores. Que cada uno se examine a sí mismo, que se juzgue y que no juzgue a los demás. Aquellos diez y ocho sobre los que cayó la torre de Siloé y los mató no eran los más culpables en Jerusalén. Yo so digo. Haced, haced penitencia si no queréis ser desmenuzados como ellos, y también en el espíritu. Ven, sacerdote de Israel. La mesa está preparada. Toca a ti, porque el sacerdote es siempre aquel que se le honra por la idea que representa y recuerda, te toca a ti, patriarca entre nosotros que somos todos más jóvenes, ofrecer y bendecir."
"¡No, Maestro! No ¡No puedo hacerlo ante Ti! ¡Tú eres el Hijo de Dios!"
"Y sin embargo ofreces el incienso ante el altar ¿No crees que allí también esté Dios?"
"¡Sí que lo creo! ¡Con todas mis fuerzas!"

"¿ Y ENTONCES? SI NO TIEMBLAS DE OFRECER ANTE LA 
GLORIA SANTÍSIMA DEL ALTÍSIMO, ¿POR QUÉ VAS A TEMBLAR 
DE MIEDO ANTE LA MISERICORDIA QUE SE REVISTIÓ DE 
CARNE PARA TRAERTE TAMBIÉN A TI LA BENDICIÓN DE DIOS, 
ANTES DE QUE TE SOBREVENGA LA NOCHE?

"¿ Y entonces? Si no tiemblas de ofrecer ante la gloria santísima del Altísimo, ¿por qué vas a temblar de miedo ante la misericordia que se revistió de carne para traerte también a ti la bendición de Dios, antes de que te sobrevenga la noche? ¡Oh! no sabéis vosotros de Israel, que para que el hombre pudiese acercarse a Dios y no morir, puse sobre mi Divinidad el velo de la carne. Ven, cree y sé feliz. En ti venero a todos los sacerdotes santos desde Aarón hasta el último que con justicia lo sean en Israel; a ti, porque tal vez realmente la santidad sacerdotal languidece entre nosotros como planta sin sostén."
V. 918-934
A. M. D. G.

<<Cor Mariæ Immaculatum, intercede pro nobis>>