sabato 23 febbraio 2013

Tributo a MARIA SS.ma Inmaculada


Tributo a la Inmaculada Virgen Maria



Tributo Cotidiano
al Corazón Inmaculado
de la Santísima Virgen María



¡AVE MARIA PURISIMA!

PRESENTACION

Ofreciendo a todos los devotos de la Santísima Virgen esta bella y eficaz devoción mariana "Ofrenda Cotidiana..", queremos recordar cuanto - en relación a esta devoción - escribió el insigne Mariólogo servita P. Gabriel Rosquini (+8-9-1977) en su obra, "La Virgen según la fe y la teologia":

"Estas son oraciones llenas de suave unción, extraordinariamente conformes a las necesidades del Espíritu y las exigencias de una filial piedad hacia nuestra Santísima Madre Celestial.

"Cuentan como un día San Vicente Palotti fue invitado a exorcizar un obseso. Movido de divino instinto, el santo puso sobre la cabeza del obseso el librito "Ofrenda Cotidiana" que tenía en sus manos y juntos preguntó al demónio: "<¿Se pudo condenar algún Cristiano que haya sido fiel en rezar esta Ofrenda Cotidiana"?. El demónio no respondió. No queria contestar, mas el Santo lo obligó a responder. En él nombre de Dios! y el diablo con voz terrible le dijo: "¡Nunca! Más bien - llevando al colmo nuestra rabia y desesperación - también nos está prohibido tentar en la hora de la muerte todos aquellos que durante su vida fueron fieles a esta devoción".

Seamos, pues, archidevotísimos de la SS.ma Virgen María, como lo fueron todos los Santos. San Juan Bosco cuando soñó a Santo Domingo Savio envuelto de gloria celestial le preguntò:
"¿Qué te hizo más feliz al momento de la muerte?"
"Lo que más me consolò fue la presencia de la Madre de Dios. El haber sido devoto de la Virgen María" fue la sencilla respuesta de aquel discípulo predilecto.

¡Sean por siempre alabados Jesus y María!



Ofrenda Cotidiana de Oración
a la Inmaculada Virgen María,
Madre de la Divina Gracia,
Rosa Mistica y Puerta del Cielo.


ORACION

Señor Jesucristo, por tu infinita misericordia, Te rogamos hacernos dignos de alabar con todos los Santos del Cielo, a la Santísima Virgen María, tu Madre. Concédenos en cada día ofrecer a su Corazón Inmaculado, nuestra alabanza y nuestras oraciones para poder vivir y morir santamente en tu amor. Amén.
"Díos Te salve, María, llena eres de gracia. El Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres bendito es el Fruto de tu vientre, Jesús".
"Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte.  Amén".

V. Ilumina mis ojos para no morir en pecado.
R. Y mi enemigo no pueda jactarse de haberme vencido.

V. ¡Oh Dios!  ayúdame.
R. ¡Señor, sálvame!

     "Gloria al Padre y al Hijo  *y al Espíritu Santo.
     Como era en principio ahora y siempre  *por los siglos de los siglos. Amén".







HIMNO:

Salve, del mar Estrella,
Salve, Madre sagrada
De Dios y siempre virgen,
Puerta del cielo santa.

Tomando de Gabriel
EI "Ave", Virgen alma,
Mudando el nombre de Eva,
Paces divinas trata.

La vista restituye,
Las cadenas desata,
Todos los males quita,
Todos los bienes causa.

Muéstrate Madre, y llegue
Por Ti nuestra esperanza
A quien, por darnos vida,
Nació de tus entrañas.

Entre todas piadosa,
Virgen, en nuestras almas,
Libres de culpa, infunde
Virtud humilde y casta.

Vida nos presta pura,
Camino firme allana,
Que quien a Jesús llega
Eterno gozo alcanza.

Al Padre, al Hijo, al Santo
Espíritu alabanzas;
Una a los tres le demos,
Y siempre eternas gracias. Amén.


"Ven Espíritu Santo Ven
por la poderosa intercesi
ón
del Coraz
ón Inmaculato de María
tu Esposa amadisima!"


"Corazón Inmaculado de María,
ruega por nosotros pecadores
ahora y en la hora de nuestra muerte.
Amen."



"¡Dulce Corazón de María!
Sé la salvación del alma mía."


DOMINGO
Oración cotidiana, pág 3 y 4.


Ant. 1. Conforta Virgen María al alma de quien Te invoca: tu misericordia y tu gracia por todas partes son ensalzadas.

SALMO 1

Dichoso quien honra tu nombre, Virgen María, *Tu gracia consolará su espíritu.
Será como un jardín a orillas del arroyo, *Tu producirás en él frutos de santidad.
Bendita eres tú entre las mujeres *por la fe y la humildad de tu Corazón.
Tú eres la más bella de todas las criaturas * y mas santa de los Angeles y Arcàngeles.
Tu misericordia y tu gracia son ensalzadas en todo lugar, *Dios ha bendecido tus obras.
Gloria...

Ant. Conforta, Virgen María, el alma de quien Te invoca, tu misericordia y tu gracia son por doquier ensalzadas.
Ant. 2. Defiéndenos, Madre de Dios, con tu protección y ampara y conforta nuestra alma.

SALMO 2

¿Por qué se amotinan nuestros enemigos * y hacen proyectos vanos contra nosotros?
Nos proteja, Madre de Dios, tu diestra * y cual terrible ejército los destruya.
Acudid a Ella, todas los que estáis afligidos en tribulaciones, *Ella consolará vuestra alma.
Acercaos a Ella en las tentaciones * y la serenidad de su rostro os consolará.
BendecidLa con todo el corazón * porque la tierra está llena de su misericordia.
 Gloria...


Ant. Defiéndenos, Madre de Dios, con tu protección y ampara y conforta nuestra alma.
Ant. 3. Llévame, Madre, al puerto de salvación, y en el día de la muerte consuela mi alma.

SALMO 3

¿Por qué, Madre, tan numerosos son mis opresores? * Derríbalos con tu potencia.
Rompe las cadenas de nuestra impiedad, * alivia las cargas de mis culpas.
Ten misericordia, Madre, y sana mis enfermedades, * consuela el dolor y la angustia de mi corazón.
No caiga en las manos de mis enemigos, * ten piedad y alíviame en el día de la muerte.
Llévame al puerto de salvación * y eleva mi espíritu hacia su Creador.
Gloria

Ant.  Llévame, Madre, al puerto de salvación y en el día de la muerte consuela mi alma.
Ant. 4. Asístenos, Madre, en la hora de la muerte y auxilia nuestra alma cuando deje el cuerpo.

SALMO 19

Escúchanos, Madre, en el día de la angústia * atiende piadosa nuestra oración.
No nos abandones en la hora de la muerte, * mas auxilianos cuando nuestra alma deje el cuerpo.
Envíale el Santo Angel * para defenderla de los enemigos.
Muéstrale sereno el Juez de los siglos * y por tu gracia reciba el perdón.
Sienta en toda pena tu auxilio * y resérvale un puesto entre los elegidos de Dios.
Gloria...

Ant. Atiéndenos, Madre, en la hora de la muerte y auxilia nuestra alma cuando abandone el cuerpo.
Ant.  5. Guíame, Madre, a la patria celestial y en el día de la muerte acógeme benigna.


SALMO 24

A Ti, Madre, he elevado mi corazón * por tu oración sácame feliz del juicio de Dios.
Que no triunfen de mi mis enemigos * porque en Ti confiando encuentro fortaleza.
No caiga entre ensidias mortales * y las fuerzas del mal no obscurezcan el recto camino.
Tu poder me libre de toda desgracia * y tu benignidad guarde mi alma.
DígnaTe  guiarme a la patria celestial  * y unirme a los ejércitos de los ángeles.
Gloria...

Ant. Guíame, Madre, a la patria celestial y en el día de la muerte acógeme benigna.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte, ampáranos, dulce Madre.

V. Ilumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sálvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sálvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha Madre, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.

ORACION:

Virgen Santísima, inmensa fue la compasión de tu Corazón en conocer la captura y condena a la cruz de tu amadísimo Hijo!
Por este tu dolor muévenos a un perfecto arrepentimiento de nuestros pecados, para que en la hora de nuestra muerte el alma no tema el encuentro del infernal enemigo y la vista del divino Juez. Mas muéstranos alegre su rostro para disfrutar inefable gozo.
Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Cántico y Oración final:  pág. 30/34



LUNES
Oración cotidiana, pág 3 y 4.


Ant. 1.  En tus manos, Madre, encomiendo mi espíritu, toda mi vida y mi último día.

SALMO 30

En ti, Madre, puse mi esperanza, que jamás quede yo defraudado, * recíbeme en tu gracia.
Atiéndeme y escúchame, * y en la angustia alégrame.
Tú eres mi roca de refugio, * tú mi fortaleza y defensa.
A ti clamé en la tristeza de mi corazón * y tú desde el cielo me curaste.
En tus manos, Madre, encomiendo mi espíritu, toda mi vida y mi último día.
Gloria...

Ant.   En tus manos, Madre, encomiendo mi espíritu, toda mi vida y mi último día.
Ant. 2.  Piedad de mi desde el cielo, Madre, y en la hora de la muerte me asista tu gracia.



SALMO 38

He decidido, Madre, controlar mi vida * cuando me concediste la gracia de Jesucristo.
Tu dulzura ha enternecido mi corazón, * y en mi alma se encendió la llama de tu amor.
Escucha, Madre, mi oración filial, * y sean derrotados los que me persiguen a muerte.
Ten piedad de mi desde tu gran trono, * no me abandones confundido en este valle de miseria.
Sostén mi pie para que no caiga, * y al momento de la muerte me asista tu gracia.
Gloria...

Ant.  Piedad de mi desde el cielo, Madre, y en la hora de la muerte me asista tu gracia.
Ant. 3.  Tu intercesión fortalezca mi alma y me ponga a salvo en el día de mi muerte.


SALMO 42

Hazme justicia, Madre, y defiende mi causa contra gente desleal, * líbrame de la serpiente inmunda y maligna.
Tú, nuestra Madre, dispérsala;  * Tú, Virgen Inmaculada, aplástale la cabeza.
Tus oraciones me hagan fuerte contra sus seducciones,  * y tus méritos destruyan su imperio.
Precipita en el abismo al perseguidor de mi alma, * arrójale vivo al estanque de fuego y azufre.
Yo en la tierra celebraré  tu nombre * y cantaré ahora y por siempre tu gloria.
Gloria...

Ant.  Tu intercesión fortalezca mi alma y me ponga a salvo en el día de la muerte.
Ant.  4.  En mi humillación, Madre, atiendo tu misericordia porque angustias mortales me oprimen.


SALMO 44

Escucha, Madre, mi oración,  * levántate no rechaces mi suplica.
Muy profundarnente me he entristecido * al pensar en el juicio de Dios.
Me envolvieron sombras de muerte, * el temor del infierno me aplastó.
Hundido en la soledad espero tu consuelo, * y en la humiliación tu misericordia.
Glorifica ahora tu potencia, * y sean derrotados todos mis enemigos.
Gloria...

Ant.  En mi humiliación, Madre, atiendo tu misericordia porque angustias mortales me oprimen.
Ant. 5. Dame, Madre, paz y salvación en el último día, e inspírame una santa confianza en Ti, en vida y en muerte.

SALMO 63

Mis oraciones, Madre, suban a Ti, * guarda mi vida del terror del enemigo.
Dale a tus hijos, Madre, paz y salvación,  *en el día del tremendo juicio.
¡Bendita eres tu entre las mujeres * y bendito el fruto de tu vientre!
Ilumina, Madre, mis ojos, * y alumbra mi ceguedad.
Concédeme benigna la santa confianza en Ti, * mientras viva y en la hora de mi muerte.
Gloria...

Ant. Dame, Madre, paz y salvación en el último día e inspirame una santa confianza en Ti, en vida y muerte.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte ampáranos, Dulce Madre.

V. Ilumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sàlvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sàlvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca défraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha, Madre, nuestra oración.
R. Y Ilegue a Ti nuestro clamor.

ORACION:

Por las làgrimas que Iloraste viendo tu dulcisimo Hijo, maltratado y desecho, concédenos Virgen dulcísima, dolor por nuestros pecados y lágrimas de saludable contricción.
Líbranos de las tentaciones del enemigo, para no llegar vencidos a la divina presencia del Juez, más bien, arrepentidos de nuestras faltas, obtengamos perdón y gracia.
Por Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor.  Amén.

Cántico  pág. 25-26.
Oración final  pág. 26-27.



MARTES
Oración Cotidiana, pág. 3 y 4.

Ant. 1. Protégeme siempre, Madre, con tu gracia y tu presencia endulze mi muerte.


SALMO 66

Dios tenga piedad de mi y me bendiga * por intercesión de su Madre.
Ten piedad, Madre y ruega por mi,  * cambia en santa alegria mi tristeza.
Resplandece, Estrella del mar, * Virgen fulgidísima, inúndame de luz.
Extingue las pasiones de mi corazón * y seréname con tu gracia.
Me proteja siempre tu socorro, * y tu radiante presencia suavize mi muerte.
Gloria...

Ant.  Protégeme siempre, Madre, con tu gracia, y tu presencia endulze mi muerte.
Ant  2. Ayúdame, Madre, en el juicio, y ante Dios defiende mi causa.

SALMO 72

¡Que bueno es el Señor * para quien honra su Madre Amadísima!
Es Ella la consolación de nuestra vida, * y nuestro segurísimo amparo en las desgracias.
EI adversario arrolló en las tinieblas mi mente, * haz brotar, Madre, la luz en mi corazón.
Aparta de mi la ira de Dios, * aplaca al Señor con tus méritos y oraciones.
Socórreme en el juicio en su presencia, * sé mi Abogada y defiende mi causa.
Gloria...

Ant. Ayúdame, Madre, en el juicio y ante Dios defiende Mi causa.
Ant  3.  Cambia en confianza mi temblor, Madre, y sálvame de los peligros mortales.


SALMO 76

Alzé mi voz a María, mi Madre, * y me escuchó con su bondad.
Quitó de mi corazón la tristeza y la aflicción,* y me colmò de dulzura divina.
Mudó mi temblor en santa confianza, * con su dulce presencia me lléno dé gozo.
Con sus proezas me guió lejos de graves peligros, * y me escapé al poder del maligno enemigo.
Doy gracias al Señor y a Ti, Madre mia, por todos los dones de tu misericordia.
Gloria…

Ant. Cambia en confianza mi temblor, Madre, y sálvame de los peligros mortales.
Ant. 4. Levántate alma mia y vaya al encuentro de la Reina del cielo.

SALMO 79

Pastor de Israel, escúchame, * hazme digno de honrar a tu Madre.
Despiértate, pobre alma mía, * y gritando de alegría vaya al encuentro de la Reina del cielo.
Corta toda esclavitud, * y recíbeLa entonándoLe cánticos de gloria.
De sus entrañas fluye el latido de la vida, * y de su Corazón lnmaculado irradia toda salvación.
Con la celestial fragancia de sus dones, * las almas vuelven a la vida.
Gloria...

Ant. Levántate alma mia y vaya al encuentro de la Reina del Cielo.
Ant. 5. Nunca me abandones, Madre, en la vida y en la muerte, mas intercede por mí junto a tu Hijo Jesús.

SALMO 83

¡Qué delicia es tu morada, poderosa Reina! * en tu compañía la vida transcurre serena.
HonradLa, pecadores;  * Ella les obtendrá gracia y salvación.
EI ardor de su oración es más grato que todo perfume, * y por su materna mediación Dios concede favores y gloria.
Intercede por mí junto a Jesús, tu Hijo, * y no me abandones en la vida y en la muerte.
Tú eres la fuente de todo bien, * y tu gracia llena la tierra.
Gloria...

Ant.  Nunca me abandones, Madre, en la vida y en la muerte, mas intercede por mí junto a tu Hijo Jesús.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte, ampáranos, dulce Madre.

V. llumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sálvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sálvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha, Madre, nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.

ORACION:
Virgen Santisima, por las angustias de tu corazón en conocer la condena a la cruz de tu Hijo amadísimo, socórrenos en los dolores de nuestra agonia. Ayúdanos, Madre, cuando nuestra alma sufrirá las trampas del demonio y temblará pensando al juicio divino; líbranos de la sentencia de la eterna maldición para no ser condenados a las penas del infierno. Por Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Señor, Amén.

Cántico y Oración final:  pág. 30/34.




MIERCOLES
Oración Cotidiana, pág. 3 y 4.

Ant 1. Concédenos, Madre, vivir siempre en la gracia del Espíritu Santo y lleva nuestras almas a la salvación eterna.

SALMO 86

Seguridad de vida para el alma del justo, * es perseverar en tu amor todos los días.
Tu gracia alienta al pobre en las adversidades, * la invocación de tu dulce nombre lo colma de confianza.
EI paraíso está lleno de tus misericordias, * y el enemigo infernal está destruido por tu poder.
Tesoros de paz encontrará quien espera en Ti, * quien no sabe invocarTe no llegará al Reino de Dios.
Haznos vivir, Madre, en la gracia del Espíritu Santo, * y lleva nuestras almas a la salvación eterna.
Gloria...

Ant. Concédenos, Madre, vivir siempre en la gracia del Espíritu Santo, y lleva nuestras almas a la salvación eterna.
Ant 2. Al final de la vida brille sobre mí tu rostro amable y tu belleza me inunde de gozo celestial.

SALMO 88

Cantaré eternamente, Madre, * tu misericordia.
EI balsamo de tu piedad sane los contritos de corazón   * y tu misericordia endulce nuestros dolores.
Tu amable rostro brille sobre mi al final de la vida * y tu belleza me inunde de gozo celestial.                      
Excita mi espíritu para amar tu bondad, * y mi entendimiento para exaltar tu grandeza.

Sálvame de los peligros de la tentación, * libra mi alma de todo pecado.
Gloria...

Ant. Al final de la vida brille sobre mi tu rostro amable y tu belleza me inunde de gozo celestial.
Ant  3. Confiando en Ti, Madre, cosecharé frutos de gracia, y me abrirás la puerta del Cielo.


SALMO 90

Tú que confías en el auxílio de la Madre de  Dios, * vivirás seguro bajo su protección.
EI asalto de los enemigos no te puede alcanzar, * ni la plaga llegará a tu tienda.
La Virgen te salva de las asechanzas del enemigo, * y te ampara bajo su manto.
En los peligros invocad a María, * y vuestra casa será preservada del mal.
Confiando en Ella cosecharás frutos de gracia * y llegarás ciertamente al Cielo.
Gloria...

Ant.  Confiando en Ti, Madre, cosecharé frutos de gracia y me abrirás las puertas del Cielo.
Ant  4. Acoge, Madre, nuestra alma:  y haznos gozar de eterna paz.

SALMO 94

Venid, aclamemos a nuestra Madre, * alabemos a María, Reina de gracia.
Vayamos ante Ella con himnos de alegria, * ofrecémosle con júbilo cantos de alabanza.
Venid, inclinados rindámosle homenaje, * confesémosle en llanto nuestros pecados.
Concédenos, Madre, completo perdon, * ayúdanos en el juicio de Dios, Creador nuestro.
Gloria...

Ant. Acoge, Madre, nuestra alma: y haznos gozar de eterna paz.
Ant. 5. Socórrenos, Madre, en la hora de nuestra muerte y llegaremos al Paraíso.

SALMO 99

Aclamad a nuestra Madre, hijos de los hombres,            * consagraos todos a Ella en regocijo y exultaciόn.
Recurrid a Ella con amor: * y con empeño seguid sus ejemplos.
BuscadLa con afecto y Ella se les rnanifestará,                * sed limpios de corazón y gozarán de. su benevolencia.
Tus protegidos, Madre, tendrán paz y ayuda * mas sin tu ayuda no habrá esperanza de salvación.
Recuérdate de nosotros, Madre, y seremos libres del mal, * asístenos en nuestra muerte y Ilegaremos al Paraíso.
Gloria...

Ant. Socórrenos, Madre, y Ilegarernos al Paraíso.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte, ampáranos, dulce Madre.

V. llumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sálvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sálvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha, Madre, nuestra oración.
R. Y llegue a ti nuestro clamor.

ORACION:
Virgen dulcisima, un inmenso dolor Te hirió el alma cuando viste a tu Hijo clavado en la Cruz, Ilagado y lacerado por miles de insultos y crueldades.
En consideración de este indecible sufrimiento llena nuestro corazón de compasión y verdadera contrición; enciéndelo de divino amor, porque nuestra alma sea purificada de los pecados y embellecida de virtudes.    De esta misera vida eleva nuestras aspiraciones y nuestro deseo al Cielo, adonde podamos un día llegar, por Jesucristo, tu Hijo,  Nuestro Señor.
Amén.
Cántico y Oración final:  pág. 30/34.




JUEVES
Oración Cotidiana  pág. 3 y 4.

Ant. 1. Consuela, Madre, a mi alma, en los extremos instantes y defiende mi causa delante del Juez de los siglos.

SALMO 100

Voy a cantar, Madre, a tu misericordia y a tu santidad,  * Voy a exaltar tu nombre y tu gloria
Te ensalzaré en el júbilo del corazón. * Tú serás mi consuelo.
He procurado el honor tuyo y el amor, * defiende mi causa delante del Juez de los siglos.
Seguiré tus caminos de gracia y bondad, * lejos de mi el corazón torcido y desconfiado.
Consuélame en los últimos instantes, * y admíteme en la contemplación del Salvador.
Gloria...

Ant.  Consuela, Madre, a mi alma, en los extremos instantes y defíende mi causa delante del Juez de los siglos.
Ant  2. Derrama, Madre, eterna alegría sobre quien espera en Ti, y no lo abandones en la agonia.

SALMO 103

Bendice, alma mía, a la Bienaventurada Virgen, * su nombre y su gloria viven para siempre.
Tú resplandeces de radiante hermosura, dulce María, * y te ciñe, Madre, un espléndido vestido.
Tú nos das el remedio al pecado * y nos guías a la paz y al amor hermoso.
Llena a tus hijos de santas virtudes * y ten lejos la indignación de Dios.
             Recompensa en alegrla eterna a tus devotos * y no los abandones solos en la agonía.
Gloria...

Ant. Derrama, Madre, eterna alegría sobre quien espera en Ti, y no lo abandones en la agonía.
Ant . 3. Quien invoca tu nombre, María, no le tendrá miedo a la muerte,  pues está destinado a gozar con los Angeles de la paz.

SALMO 110

Te alabaré, Madre, con todo mi corazón, * y Te glorificaré con toda mi alma.
Los prodigios de tu gracia y de tu misericordia * resplandecerán de eterno esplendor delante del trono de Dios.
Por Ti hemos recibido de Dios la Redención, * y la Humanidad tiene firme esperanza de salvación.
Sabios son los que Te honran * y tendrán parte con los Angeles de la paz.
Tu nombre es glorioso y poderoso, * quien lo lleva en el corazón no le tendrá miedo a la muerte.
Gloria...

Ant.  Quien invoca tu nombre, María, no le tendrá miedo a la muerte, pues está destinado a gozar con los Angeles de la paz.
Ant.  4. Cuando mi alma deje este mundo, sal a su encuentro, Madre, y recíbela.

SALMO 113

Cuando mi alma deje este mundo, * ven a recibirla, ¡Oh Madre!
Tú celestial rostro sea su consuelo, * y a la vista de Satanás no tiemble.
Sé Tú  su   divina  escalera  al Reino de los cielos * y la recta vía al Paraíso.
Alcánzale del Padre perdòn y paz * y un premio glorioso con los bienaventurados.
Defiende tus devotos delante del Juez, * piensa maternalmente en su causa.
Gloria...

Ant.  Cuando mi alma deje este mundo, sal a su encuentro, Madre, y recíbela.
Ant. 5. Me cercaron lazos mortales y la visita de María me salvó.

SALMO 114

Yo amo a la Madre del Señor Dios Mío, * su misericordia me iluminò.
Me cercaron lazos mortales * pero la visita de María me salvò.
Yo me hundía en el peligro * y su gracia me reanimó.
La invocación de su Nombre y su Amor inflamen mi corazón: * y el enemigo nunca me sorprenderà.
OfréceLe tus oraciones, alma mía, * y tendrás consuelo en los supremos instantes.
Gloria...

Ant. Me cercaron lazos mortales y la visita de María me salvó.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte, ampáranos, dulce Madre.

V. llumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sálvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sálvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha, Madre, nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.

ORACION:
Virgen Santísima por el inmenso dolor que sufriste al pie de la Cruz cuando tu Hijo en el dolor encomendaba su espíritu en las manos del Padre y te confiaba como Madre al discípulo Juan,  asístenos en nuestra muerte, cuando faltarán fuerzas para invocarTe y serán desvalidos nuestros sentidos.
Recuerda entonces, Madre Santísima, las oraciones que ahora Te dirigimos y fortalece nuestro espíritu en aquellas últimas necesidades. Recomienda nuestra alma  a tu amadísimo Hijo para que nos libre de toda angústia y castigo y nos introduzca en la alegría del Paraíso. Por Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Señor. Amén.

Cántico y Oración final:  pág. 30/34.




VIERNES
Oración Cotidiana  pág. 3 y 4.

Ant. 1. En el día de la muerte, Madre, cólmanos de alegría: como tu espíritu se alegró en Dios, tu Salvador.

SALMO 119

En mi angustia grité a María, * y Ella me respondió.
Líbrame, Madre, de todo mal * en todos los días de mi vida.
Aplasta la cabeza del maligno enemigo, * líbranos de la serpiente con la fuerza de tu pie invencible.
Infunde en mi corazón el regocijo, * que Te hizo exultar en el Señor.
Sé nuestra Mediadora junto a Dios e intercede por mi, * para que sean cancelados mis pecados.
Gloria...

Ant. En el día de la muerte, Madre, cólmanos de
alegría: como tu espíritu se alegró en Dios, tu Salvador.
Ant.  2.  Alcánzanos, Madre, misericordia y perdón, para que tengamos una santa muerte en el Señor.

SALMO 121

Qué alegría tengo, Reina del Cielo, * cuando pienso entrar contigo en la casa de Dios.
¡Oh Paraíso, patria celestial! * podemos alcanzarte siguiendo a María.
Procúranos, Virgen Santa, paz y perdón: * y plena vittoria sobre nuestros enemigos.
Socorre y consuela  nuestro corazón,  * por la dulzura de tu amor.
Difunde, ¡María! sobre nosotros tu misericordia, * para que podamos santamente morir en el Señor.
Gloria...


Ant. Alcánzanos, Madre, misericordia y perdón, para, que tengamos una santa muerte en el Señor.
Ant. 3. Consuélanos, Madre, en el camino de la vida y socórrenos en el día de la tribulación.

SALMO 124

EI que confía en la Madre de Dios, * no temerá delante del enemigo.
 Alegraos todos vosotros porque La amais, * Ella los ayudará en la tribulación.
RecuérdaTe, Madre, de tu misericordia * y consuélanos en el camino de la vida.
Míranos con ternura, Madre, * y desbarata a nuestros enemigos.
Benditas sean tus obras, * benditos tus santos prodigios.
Gloria...

Ant. Consuélanos, Madre, en el camino de la vida y socórrenos en el día de la tribulación.
Ant. 4. ¡Oh Madre! Haz que Ilegue a Dios con una santa muerte y muéstrame benévolo al Fruto de tu seno.

SALMO 128

Mucho me han atacado los enemigos, * líbrame, Madre, y protégeme.
No les des poder sobre mí, * custodia Tu mi corazón y mis sentidos.
Concédenos  el  Perdón de los pecados  * y la gracia del Espíritu Santo.
Haz sea meritoria nuestra penitencia, * para que lleguemos a Dios con una santa muerte.
Y entonces muéstranos sereno y bondadoso * al Fruto glorioso de tu seno.
Gloria....


Ant.  ¡Oh Madre! Haz que Ilegue a Dios con una santa muerte y muéstrame benévolo al Fruto de tu seno.
Ant.  5. Guíame, Madre, a la Salvación eterna y no me olvides en el día de mi muerte.

SALMO 129

Desde lo más profundo del corazón clamo a Ti: * Madre oye mi súplica.
Benignamente escucha  * las alabanzas de tu gloria.
Líbrame de los adversarios  * y derrota sus insidias.
Protégeme de todo mal: * no me olvides en el día de mi muerte.
DígnaTe guiarme a la Salvación eterna * y mi nombre sea escrito en el Libro de los Santos.
Gloria...

Ant. Guíame, Madre, a la Salvación eterna y no me olvides en el día de mi muerte.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte, ampáranos, dulce Madre.

V. llumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sálvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sálvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha, Madre, nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.

ORACION:
Virgen Inmaculada, un mar de lágrimas lloraron tus ojos mientras aprietabas al Corazón a tu Hijo exánime bajado de la Cruz y Lo contemplabas en sus cándidos miembros destrozados y lacerados.
Concédenos llorar nuestros pecados y repararlos con sincera penitencia, y cuando nuestro cuerpo será victima de la muerte, haz que nuestra alma resplandezca del candor de la inocencia y pueda así gozar el Amor de Jesucristo, tu Hijo, nuestro Señor. Amén.

Cántico y Oración final:  pág. 30/34.




SABADO
Oración Cotidiana:  pág. 3 y 4.

Ant. 1. Consuélanos, Madre, en el día de nuestra muerte y preséntanos al Sehor.

SALMO 130

¡Oh, Madre, mi corazón no es orgulloso * ni mis ojos altaneros.
El Todopoderoso Te  ha bendecido, * y por Ti aplastó a nuestros enemigos.
¡Bendito sea Dios! que Te preservó del pecado original * y Te hizo nacer Inmaculada.
¡Bendito sea Quien concebiste en tus entrañas! * Fuiste Madre por su poder.
Llénanos con el consuelo de tu gracia          * y preséntanos al Señor.
Gloria...

Ant. Consuélanos, Madre, en el día de muerte y preséntanos al Señor.
Ant. 2.  Recurramos a María en el día de nuestra muerte y Ella nos abrirà el Paraíso.

SALMO 134

¡Aleluya!  Alabad el nombre del Señor, * bendecid a María su Madre.
Redoblad vuestras súplicas a María, * Ella les inspirará buenos propósitos.
Vayamos a Ella con corazón contrito   * y resistiremos al estímulo del pecado.
Quien piensa en Ella con ánimo sereno * encontrará paz y dulzura.
Ofrezcamos a Ella nuestras acciones, * Ella nos abrirá el Paraíso.
Gloria...

Ant. Recurramos a María en el día de nuestra muerte y Ella nos abriráel Paraíso.
Ant. 3. Cuando voy a invocarTe, Madre, escúchame, acrecienta el coraje de mi alma.

SALMO 137

¡Oh Madre! Te doy gracias con todo mi corazón, * pues me alcanzaste la misericordia de Jesús.
Escucha, Madre, mis invocaciones, * y yunto con los Angeles vendré a loarTe.
Cuando Te invoco, Madre,  accede a mis peticiones: * acrecienta mi coraje.
Que Te  den gracias todos los pueblos, * pues en Ti y por Ti  se nos dió la Salvación.
Libra a tus hijos de toda turbación: * que vivan en paz bajo tu maternal protección.
Gloria....

Ant.  Cuando voy a invocarTe, Madre, escúchame, acrecienta el coraje de mi alma.
Ant. 4. El enemigo me asecha: ayúdame, Madre, a no caer.


SALMO 141

Yo Ilamo a María a voz en grito * y humildemente Le suplico.
Derramo mi corazón ante Ella, * y quiero manifestarLe  mis  angústias.
EI enemigo atenta contra mí, * busca inducirme en error.
Ayúdame, Madre, para no caer ante él; * procúrame una lIena victoria.
Líbrame de su opresión * para que glorifique por los siglos el poder de Dios.
Gloria...

Ant.  EI enemigo  me  asecha:  ayúdame, Madre, a no caer.
Ant. 5.  Cuándo mi alma deje el cuerpo, a Ti la encomiendo, Madre, para que la presentes a Dios.

SALMO 145

Alaba, alma mía, a tu Madre: * quiero honrarLa cada vez más durante toda mi vida.
No ceses nunca de amarLa. * Piensa en Ella en todo momento.
Cuando mi alma deje el cuerpo, * a Ti  la encomiendo, Madre, para que la presentes a Dios.
Así  no  la molestará  el recuerdo de sus pecados, * ni se inquietará al acercarse del maligno.
Llévala, Madre, al lugar de la salvación, * donde espere con confianza al Redentor..
Gloria....

Ant. Cuando mi alma deje el cuerpo, a Ti la encomiendo, Madre, para que la presentes a Dios.

V. María, Madre de Gracia, Madre de Misericordia.
R. En la vida y en la muerte, ampáranos, dulce Madre.

V. llumina nuestros ojos para no morir en pecado.
R. Ni pueda nuestro adversario jactarse de habernos vencido.

V. Sálvanos de la violencia del enemigo.
R. Preserva de su poder nuestra alma.

V. Sálvanos, por tu misericordia.
R. Madre, no quedaremos nunca defraudados habiéndoTe invocado.

V. Ruega por nosotros pecadores.
R. Ahora y en la hora de nuestra muerte.

V. Escucha, Madre, nuestra oración.
R. Y llegue a Ti nuestro clamor.

ORACION:
Virgen gloriosísima, llorando desolada acompañaste al sepulcro tu Hijo unigénito, consuelo de tu alma.
Por ese dolor, Te rogamos que vuelvas tus ojos misericoridiosos a nosotros, míseros hijos de Eva, que de este valle de lágrimas a Ti levantamos nuestros gemidos. Muéstranos después de este exilio a Jesús, Fruto bendito de tu vientre.
Y concédenos la Gracia de morir confortados por los sacramentos de la Santa Iglesia para encontrar misericordioso al Juez  divino. Por Jesucristo, tu Hijo, Nuestro Serñor. Amén.

Cántico y Oración final:  pág. 30/34.



CANTICO A LA B. V. MARIA
(Se reza todos los días después de los salmos)

María, Madre de Dios, alegres te cantamos * y te exaltamos como Madre y Virgen.
Toda la creación Te aclama * Hija del eterno Padre.
Los Angeles y los Arcángeles, los Tronos y los Principados, * Te sirven fielmente.
Las Potestades, las Virtudes y las Dominaciones * devotamente Te obedecen.
Los Querubines, los Serafines y todos los coros de los Angeles, * Te rodean exultantes.
Todas las criaturas angélicas, * Te proclaman sin fin:
Santa, Santa, Santa,  * María:  Madre de Dios, Madre y Virgen.
Llenos están el Cielo y la Tierra * de la gloria de tu Hijo.
EI coro glorioso de los Apóstoles * Te exalta Madre del Creador.
La multitud de los bienaventurados Mártires * Te glorifica Madre de Cristo.
EI ejército celestial de los Confesores * Te proclama Templo de la Santísima Trinidad.
EI amable coro de las Vírgenes * Te señala modelo de virginal humildad.
Toda la corte celestial * Te aclama su Reina.
Por  todo el mundo la Iglesia Santa, Te honra * Madre de la Majestad Divina.

Madre verdadera del Rey del Cielo, * santa, dulce y pia.
Tú eres Señora de los Angeles, * Puerta del Paraíso.
Tú, escalera del Reino Celestial: * y de la Gloria.
Tú, Reposo Divino: * Tú Arca de piedad y de gracia.
Tú, Manantial de misericordia: * Tú, Esposa y Madre del eterno Rey.
Tú, Templo y Sacrário  del Espíritu Santo: * de toda la Beatísima Trinidad noble morada.
Tú, Mediadora  de  Dios y de los hombres: * Tú, guía amabilísima y resplandeciente de cada mortal.

Tú,  Auxílio de los Cristianos en batalla  y Abogada de los pobres, *  seguro refugio de los pecadores.
Tú, Bienechora  y defensora divina: * separadora y terror de demonios y suberbios.
Tú, Señora del mundo, Reina del Cielo: *.. única nuestra esperanza.
Tú, salud de todos los que Te invocan, puerto de los náufragos * alivio de los míseros, refugio de los moribundos.
Tú, Madre de todos los Bienaventurados y gozo pleno celestial, * eres alegría de todo elegido.
Tú,  perfeccionando a los justos y reconciliando a los errantes, * eres la promesa de los Patriarcas.
             Tú, verdad de los Profetas,  vaticínio y Doctora  de los Apóstoles:      * Maestra de los Evangelistas.
Tú, fortaleza de los Mártires y modelo de los Confesores: *  honra y alegría de las Vírgenes.

Tú, para salvar al hombre desterrado, * acogiste en el seno al Hijo de Dios.
Por Ti, vencido al antiguo enemigo, se abrieron de nuevo a tus hijos los Reinos Celestales.
Junto con el Hijo *  reinas  a  la diestra del Padre.
¡Oh Virgen María! Ruega por nosotros al mismo tu Hijo * que un día vendrá como nuestro Juez universal.
Te rogamos pues, socorre a tus hijos, * redimidos con la preciosa Sangre de tu Hijo.
Y recíbenos, Santa Virgen María  * allá en la gloria con tus Santos.
Salva a tu pueblo, Divina Señora: * para que seamos partícipes de la heredad del Hijo tuyo.
Sé nuestra Divina Pastora en esta vida: * guárdanos por la eternidad.
Cada día de nuestra vida * te bendecimos, Madre y Señora dulcisima.
Deseamos  vivamente  por siempre jamás * alabar tu Nombre con  labios  y  corazón.
Dígnate, ¡oh dulce María!, * conservarnos sin  pecado  hoy y siempre.
Ten  piedad de nosotros, Madre, * ten  piedad.
  
Sea grande tu misericordia con nosotros: * porque en Ti, Virgen María, confiamos.
En Ti, dulce María, está toda nuestra esperanza: * defiéndenos por la eternidad.
A Ti conviene toda alabanza y todo poder: * por los siglos eternos a Ti siempre honor y gloria.  Amén.


ORACIONES FINALES
PARA CADA DIA

DOMINGO: “¡Oh misericordiosísima Virgen María! Que jamás  abandonas quien a Ti recurre y Te invoca,  yo de carrera me dirijo a Ti, Virgen de las Virgenes y Madre mía, y con la mayor confianza, gimiente  y suplicante, Te ruego: ¡Oh Madre de la Palabra! No desprecies mis palabras; mas bien όyeme propícia y escúchame.  Amén.”

     “Memorare, ó piissima Virgo Maria, non esse auditum à sæculo, quemquam ad tua currentem præsidia, tua implorantem suffragia, esse derelictum. Ego tali animatus confidentia, ad te, Virgo Virginum Mater, curro, ad te venio, coram te gemens, præcator assisto: noli, Mater Verbi, verba mea despicere; sed audi propitia, et exaudi. Amen.”


LUNES:  La llama ardiente y suave de tu caridad, ¡Oh Señor! nos aparte de las cosas terrenales, de forma tal que yo pueda morir de amor por Ti, que Te dignaste morir por mi amor. Amén.”

     “Absolvat, quæso, Domine,  mentem  meam ab omnibus  quæ sub Cœlo sunt, ignita et melliflua vis amoris tui: ut amore amoris tui moriar, quia amore amoris mei dignatus es mori.  Per temetipsum Dei Filium, qui cum Patre, etc.”
(San Francisco de Asis)

MARTES:   “¡Oh Santa Virgen María! No ha nacido entre las mujeres ninguna bella como Tú, Hija y Sierva del Rey Altísimo y Padre Celestial; Madre Santísima de Nuestro Señor Jesucristo, y Esposa del Espíritu Santo: Ruega por nosotros juntamente con San Miguel Arcángel y todos los Santos y Angeles del Cielo ante tu Santísimo amado Hijo nuestro Señor y Maestro. Amén.”

     “Sancta Maria Virgo, non est tibi similis nata in mundo in mulieribus, Filia, et Ancilla altissimi Regis, Patris Cœlestis, Mater Sanctissima Domini nostri Jesu-Christi, Sponsa Spiritus Sancti: ora pro nobis cum Sancto Michaële Archangelo, omnibus Virtutibus Cœlorum, et omnibus Sanctis, tuum sanctissimum Filium dilectissimum Dominum nostrum, et Magistrum. Amen.”
(S. Francisco de Asis).

MIERCOLES:  “Dios Todopoderoso y Eterno, que te dignaste nacer de la Castísima Virgen María, concédenos servirte de cándido corazón y complacerte con ánimo humilde. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.”

     “Omnipotens sempiterne Deus, qui pro nobis de castissima Virgine Maria nasci dignatus es; fac  nos tibi casto corpore servire, et humili mente placere. Qui vivis, et regnas, etc.”
(San Bonaventura da B.)

JUEVES:  “Piadosísima Virgen María, Reina del mundo y Señora de los Angeles, Te suplicamos también por las benditas almas del Purgatorio para que les concedas gran refrigerio, a los pobres pecadores perdón, y a los justos  perseverancia en el bien: y a nosotros,  pues somos tan frágiles, defiéndenos en todo instante de los peligros. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.”

     “Oramus etiam te, piissima Virgo Maria, mundi Regina, et Angelorum Domina, ut eis, quos in Purgatorio ignis examinat, impetres refrigerium, peccatoribus indulgentiam, et justis perseverantiam in bono: nos quoque fragiles ad omnibus instantibus defende periculis. Per Dominum nostrum, etc.”
(San Bonaventura da B.)

VIERNES:  “¡Oh mi Señora y Madre mia, María Santísima¡ Por tu bendita fe y singular protecciόn y por la glόria de tu misericordia,  hoy, cada dia  y en la hora de mi partida, Te encomiendo mi alma y mi cuerpo; toda mi esperanza y mi consuelo, mis angústias y miserias y  el final de mi vida  entrego en tus manos y Corazón Inmaculado: haz, querida Madre, que por tu santísima Mediaciόn e infinitos méritos todo  en  mi ser y  mis  obras sea  dispuesto según tu voluntad y la de tu Hijo. Amén.”

     “O Domina mea Sancta Maria, me in tuam benedictam fidem, ac singularem custodiam, et in signum misericordiæ tuæ hodie, et quotidie, et in hora exitus mei animam meam, et corpus meum tibi commendo, omnem spem meam, et consolationem meam, omnes angustias, et miserias meas,
vitam, et finem vitæ meæ tibi committo: ut per tuam sanctissimam intercessionem, et per tua merita, omnia mea dirigantur, et disponantur opera secundum tuam tuique Filii voluntatem.”

SABADO: “¡Oh María, Madre de Dios y Virgen llena de Gracia: Consoladora inefable de todos los hijos que te invocan! Por la inmensa alegria que experimentaste en la gloriosa  Resurrección  del Señor Jesús, dígnaTe  ahora consolar  mi alma, además de asistirme ante tu Hijo, en el último día, cuando resucitaré en alma y cuerpo para  dar  cuentas de mis actos. Por tu intercesión ¡Oh piadosa Madre y Virgen! concédeme evitar la sentencia de condenación y llegar a los gozos eternos con todos los Elegidos de Dios. Amén.”

     “O Maria, Dei Genitrix, et Virgo gratiosa, omnium desolatorum ad te clamantium consolatrix vera! per illud magnum gaudium, quo consolata es, quando cognovisti Dominum Jesum die tertia a mortuis impassibilem resurrexisse, sis consolatrix animæ meæ, et apud eumdem tuum, et Dei natum Unigenitum, in die novissimo, quando cum anima, et corpore ero resurrecturus, et de singulis meis factis rationem redditurus, me digneris juvari, ut perpetuæ damnationis sententiam per te, pia Mater, et Virgo valeam evadere, et cum electis Dei omnibus ad æterna gaudia feliciter pervenire. Amen.


"Cor Mariæ Immaculatum
intercede pro nobis!"

DEO GRATIAS
et IMMACULATI
CORDI MARIÆ!

5. La speranza di Maria


5. La speranza di Maria


Dalla fede nasce la speranza. Dio ci illumina con la fede alla conoscenza della sua bontà e delle sue promesse, affinché ci innalziamo con la speranza al desiderio di possederlo. Poiché dunque Maria ebbe la virtù di una fede eminente, ebbe anche la virtù di una speranza eminente, che le faceva dire con Davide: « Il mio bene è stare vicino a Dio, porre nel Signore Dio la mia speranza » (Sal 72,28). 

Maria fu quella sposa fedele dello Spirito Santo della quale fu detto: « Chi è costei che sale dal deserto, ricolma di delizie, appoggiata al suo diletto? » (Ct 8,5 Volg.). Sale dal deserto, spiega il cardinale Giovanni Algrino, perché fu sempre distaccata dal mondo, da lei considerato un deserto e perciò, non fidando né nelle creature né nei propri meriti, si appoggiò interamente sulla grazia divina nella quale soltanto confidava, per avanzare sempre nell'amore del suo Dio. 

La santa Vergine dimostrò quanto fosse grande la sua fiducia in Dio in primo luogo quando si accorse che il suo santo sposo Giuseppe, ignorando il modo della sua prodigiosa gravidanza, era turbato e pensava di lasciarla: « Giuseppe... decise di rimandarla in segreto » (Mt 1,19). Come abbiamo già detto in precedenza, sembrava necessario che Maria gli rivelasse il mistero nascosto. « Ma, dice Cornelio a Lapide, la beata Vergine non volle far conoscere ella stessa la grazia ricevuta e preferì abbandonarsi alla divina provvidenza, confidando che Dio avrebbe difeso la sua innocenza e la sua reputazione ». 

Dimostrò inoltre la fiducia in Dio quando, vicina al parto, si vide esclusa a Betlemme anche dall'albergo dei poveri e ridotta a partorire in una stalla: « Lo depose in una mangiatoia, perché per loro non c'era posto all'albergo » (Lc 2,7). Non pronunziò allora nessuna parola di lamento ma, tutta abbandonata in Dio, confidò che egli l'avrebbe assistita in quella prova. 

La divina Madre dimostrò un'altra volta la sua grande fiducia nella divina provvidenza quando, avvisata da san Giuseppe di dover fuggire in Egitto, la stessa notte intraprese un così lungo viaggio verso un paese straniero e sconosciuto, senza provviste, senza denaro, senza altro accompagnamento che quello del suo bambino Gesù e del suo povero sposo: Giuseppe « si alzò, prese con sé il bambino e sua madre, nella notte, e parti per l'Egitto » (Mt 2,14). 

 Molto più Maria dimostrò la sua fiducia quando chiese al Figlio la grazia del vino per gli sposi di Cana. Alle sue parole: « Non hanno vino », Gesù aveva risposto: « Che vuoi da me, o donna? Non è ancora venuta la mia ora » (Gv 2,4). Pareva dunque chiaro che la sua domanda fosse respinta. Ma la Vergine, fiduciosa nella bontà divina, disse ai servi: « Fate quello che vi dirà », perché era sicura che il Figlio le avrebbe accordato la grazia. Gesù infatti fece riempire le giare d'acqua e poi la mutò in vino.

 Impariamo dunque da Maria ad avere piena fiducia, principalmente per quanto riguarda la nostra salvezza eterna, per la quale, benché la nostra cooperazione sia necessaria, tuttavia dobbiamo sperare solo da Dio la grazia per conseguirla, diffidando delle nostre proprie forze e ripetendo con l'apostolo: « Tutto posso in colui che mi dà forza» (Fil 4,13). 

 Mia santa Regina, di te mi dice l'Ecclesiastico che sei la madre della speranza: « Madre... della santa speranza » (Eccli [= Sir] 24,24 Volg.). 
Di te mi dice la santa Chiesa che sei la speranza stessa: «Salve, speranza nostra». Quale altra speranza vado dunque cercando? Dopo Gesù sei tu tutta la mia speranza. Così ti chiamava san Bernardo, così voglio chiamarti anch'io: « Tutta la ragione della mia speranza ». E ti dirò sempre con san Bonaventura: «O salvezza di chi ti invoca, salvami».


GESU' MARIA AMORE
VENITE INSIEME NEL MIO CUORE!

SAN POLICARPO DE ESMIRNA



23 de Febrero
SAN POLICARPO DE ESMIRNA
Obispo y mártir († ca.150).
Policarpo significa: el que produce muchos frutos de buenas obras.
(poli = mucho, carpo = fruto).

Fue en Esmirna, la bella urbe asiática que, asentada en la ladera del monte Pagus, abraza las aguas del mar Egeo. La ciudad milenaria, resucitada de su ruina por Alejandro Magno, vivió un día más de fiesta clásica en la romanidad. Pero aquel 22 de febrero del año 155 haría que la Iglesia de Cristo, al congregarse junto al altar, volviese su memoria y su corazón a Esmirna por los siglos venideros. Hablan terminado los juegos de cacería en el estadio público; el populacho excitado e irresponsable esperaba con salvaje avidez de sangre la sentencia del procónsul sobre Policarpo, el anciano obispo de la ciudad. Hacía pocos días que en aquel mismo lugar hablan exigido a gritos su muerte, al contemplar el martirio valiente de un joven cristiano, llamado Germánico. Y allí se encontraba por fin el venerable obispo ante la autoridad romana.
Jura por el genio del César, Grita mueran los ateos.
El procónsul Estacio Cuadrado, siguiendo con ello el rumor popular, designaba con el nombre de ateos al grupo cristiano, que rechazaba el culto a las divinidades paganas. Policarpo, con la gravedad de sus muchos años, levantó su brazo, y señalando los graderíos repletos, donde se agolpaban los esmirnotas seguidores de la diosa Cibeles, mientras los iba repasando con su mirada, exclamó: "Sí, mueran los ateos".
Insatisfecho con esta respuesta ambigua, el procónsul insiste:
- Jura por el genio del César. Maldice de Cristo y te pongo en libertad.
Hay algo más precioso que la libertad misma para un cristiano: Aquel, a quien libremente se ofrece la vida entera. Por eso Policarpo responde pausadamente, como reviviendo todo su mundo interior:
- Ochenta y seis años hace que le sirvo y ningún daño he recibido de Él, ¿Cómo puedo maldecir de mi rey, el que me ha salvado? Si tienes por punto de honor hacerme jurar por el genio, como tú dices, del César, y finges ignorar quién soy, óyelo con toda claridad: YO SOY CRISTIANO".

¡Maldecir de Cristo... - Policarpo! Cuando la persona de Jesús le aparecía confundida con los primeros recuerdos de su niñez. Cuando la lista de sus servicios a Cristo se iniciaba exactamente en la hora en que su conciencia se abría a la responsabilidad. No es palabra vacía e insustancial el ser cristiano. Sin querer viene a la memoria la definición del viejo catecismo: "Cristiano es el hombre que tiene la fe de Jesucristo y está ofrecido a su santo servicio". ¿Comprendemos en este siglo de altas traiciones o de heroicas entregas a ideales humanos lo que significa tomar en serio la fe y el servicio de Cristo, y esto durante ochenta y seis años? No basta el ímpetu brioso, pero breve, de quienes llegaron a Cristo en la hora undécima. No. El soportar el peso del día y del calor de toda una vida consagrada a Cristo encierra un alto significado de fidelidad extrema. La fe en Cristo iluminó la cuna de Policarpo. El pudo beber de labios de San Juan, el discípulo amado, el recuerdo caliente y minucioso de todo lo que dijo e hizo el Señor. Más tarde, fue probablemente el mismo apóstol que encomendó a su cuidado episcopal la grey cristiana de Esmirna. Cuando cesó de latir aquel pecho que sintió reposar sobre sí la cabeza del Salvador en la noche trágica y se cerró aquel archivo viviente de recuerdos de Jesús, Policarpo pudo repasar con ansiedad el testamento del apóstol, su Evangelio espiritual, sus cartas profundas, su Apocalipsis misterioso, y asimilar definitivamente su mensaje inflamado: Dios es Amor. Amad. Amaos unos a los otros como Cristo os ha amado.
Servir a Cristo es una sinfonía de amor... también para un obispo. Pero su melodía ha de discurrir por el cauce de un real pentagrama. Porque para él servir es amar, y amar significa enseñar y vigilar y perdonar, animar y corregir, buscar y esperar, consumir su vida pensando en los demás.
Y Policarpo enseñaba sin fatiga desde su cátedra o desde la carta pastoral, que Cristo murió y resucitó por nuestros pecados y vendrá a juzgarnos de nuestras obras. Y vigilaba sobre la pureza de la fe de sus ovejas: "Todo el que no confesare que Jesucristo ha venido en Carne es un anticristo, y el que no confesare el testimonio de la cruz, procede del diablo, y el que torciere las sentencias del Señor en interés de sus propias concupiscencias, ese tal es primogénito de Satanás".
Pero además de maestro era padre y por eso levantaba a los casados camino de disciplina y temor de Dios y a las viudas a mayor oración y, prudencia. Ponía freno y vigor en los jóvenes, exigía blancura intachable en las vírgenes e invitaba largamente a los ancianos a la solicitud sincera por enfermos y pobres, a tener entrañas de misericordia y comprensión para con todos y a no pecar por severidad excesiva, por lucro o favoritismo.
Su programa es elemental y transpira sencillez evangélica: orar siempre, hacer el bien, vivir unidos a Cristo para gloria del Padre. Porque en el centro de todo, eso si, está Cristo, "nuestra esperanza y prenda de nuestra salvación", "el que levantó sobre la cruz nuestros pecados", "el que lo soportó todo por nosotros". Un jovencito acurrucado a los pies de Policarpo recoge este mensaje sin perder una palabra o un gesto, grabando fijamente en su memoria la figura respetable de Policarpo, sus modos de andar y hablar, hasta el timbre de su voz gastada. Es Ireneo, el futuro gran obispo de Lyon. Muchos años más tarde recordará estas escenas en una carta al amigo de la infancia con calor y viveza conmovedoras e imborrables.
¡Qué grande es después de mil ochocientos años sentirse incorporado al santo obispo en la misma fe y como hermanado con él en la gran familia cristiana! Y no todo son luces en los tiempos pasados ni fueron aquellos cristianos de otra raza. Policarpo nos insinúa en sus escritos las venganzas miserables, las lenguas venenosas que muerden en su nombre de cristiano. Entonces como hoy era indiferente apostar por los verdes o ser partidario de los blanquiazules. Pero no existía neutralidad ante la condición del cristiano. Entonces tenían la culpa de que se perdiesen las batallas o saliesen de madre los ríos; hoy de que no funcionen los trenes o prosperen los ambiciosos. Para esta raza de acusadores no basta nuestra vigilancia y le reforma constante de nuestras vidas: se requiere una virtud especial que se llama paciencia y es una manifestación brillante, aunque no aparatosa, de otra virtud que se llama fortaleza. Además, la visión gozosa de que así participamos de algo esencial del misterio del cristianismo, que es la cruz de Cristo. Ya lo dijo el obispo de Esmirna: "Seamos pues, imitadores de la pasión de Cristo, y si por causa de su nombre tenemos que sufrir, glorifiquémosle, porque ése fue el ejemplo que El nos dejó en su propia persona y eso es lo que nosotros hemos creído".
El aire triunfal cristiano, su serenidad de redención, nada tienen que ver con el jolgorio mundano, con la libertad contra toda ley freno con la prepotencia política o económica. Dios y el mundo no van de acuerdo cuando se trata de poner a los hombres la corona de "bienaventurado", Pero, ¿no dijo San Pablo que "pasa la figura de este mundo"? (1 Cor. 7,31). ¿No había dicho en aquel mismo estadio de Esmirna pocos días antes el joven Germánico que "quería verse lejos de una vida sin justicia y sin ley como la de los paganos?" ¿Y no dijo el Señor que vino a traer la guerra?" (Mt. 10.34).
Servir a Cristo ochenta y seis años representa una larguísima pelea. No la batalla fulminante en que se elimina al adversario. Sino el penoso combate del desgaste diario, en que la valentía de la ofensiva y el tesón de la defensiva se reparten por igual el mérito del heroísmo y de la fortaleza. En el servicio de Cristo hay días generosos que exigen gestos nobles y definitivos. Y días sencillos nunca anónimos de ofrenda humilde. Lo que importa es el amor de cada instante: que no nos falte vigor para el martirio, aunque nos falte el martirio mismo.
Policarpo conoció de cerca la garra de la persecución. Quedaba lejos el recuerdo de la muerte luminosa de los apóstoles todos. Más cerca los zarpazos de Plinio en Bitinia con las apostasías tristes y los gloriosos martirios. Luego inolvidable la marcha hacia la muerte de Ignacio, el obispo de Antioquía. Fue el año 117 cuando, atado a un pelotón de salvajes, pasó camino de Roma, con ansias de muerte y de plenitud cristiana. Todavía vibraba su palabra deportivamente cristiana: "Sé atleta". Cristo se merecía esta actitud combativa integral. Y lo reclamaba también la solidaridad y comunión con los otros hermanos cristianos los mártires en tiempos en que seguir a Cristo equivalía a ser oficialmente candidato a la muerte cruenta.
"Os exhorto pues a todos decía Policarpo en su carta a que obedezcáis a la palabra de la justicia y ejecutéis toda paciencia, aquella, por cierto, que visteis con vuestros propios ojos no sólo en los bienaventurados Ignacio. Zósimo y Rufo, sino también en otros de entre vosotros mismos, y hasta en el mismo Pablo y los demás apóstoles. Imitadlos, bien persuadidos de que todos éstos no corrieron en vano, sino en fe y justicia.... porque no amaron el tiempo presente, sino a Aquel que murió por nosotros."
Tampoco Policarpo corrió en vano ochenta y seis años para jugárselo todo ligeramente al final de la vida. Sus últimos días tuvieron horas de servicio intensivo Resonó en aquel estadio el odio masivo contra él: ¡Policarpo al fuego! Y vino la congoja de la huida, la angustia de quien se siente perseguido, el lenitivo de la oración viva y reposante, o de la amistad sin ficción de quienes se arriesgaban al ocultarlo en sus villas de campo. Luego el momento negro de la delación de pobres esclavos atormentados, el instante siempre fatal del descubrimiento y el arresto sin remedio. Más tarde la sorpresa y el sonrojo de los soldados al ver la pobre vejez del tan ansiosamente rebuscado; el covachuelismo de los amigos que empujan a la cobardía y pasan del fingido amor a las injurias humillantes, el acceso penoso al estadio lleno de tumulto y el consuelo cordialmente agradecido de la voz amiga: "Policarpo, ten buen ánimo y pórtate varonilmente". Por último. tras el diálogo conciso, la confesión sincera, pero mortífera: Yo soy cristiano.
Su nombre es su sentencia. Se hace un silencio espeso en el ambiente y se escucha por tres veces la sentencia del heraldo desde el centro de la arena: "Policarpo ha confesado que es cristiano", La muchedumbre ruge y pide fieras contra el anciano obispo; el procónsul lo niega, pero decreta la muerte por el fuego. Mientras unos puñados de hombres buscan afanosamente por talleres y baños de la ciudad leña seca para la pira "sobre todos, los judíos, con el fervor que en esto tienen de costumbre", otros vociferan en el estadio, y en su furor ciego pronuncian la bula de canonización de San Policarpo: "Ese es al maestro de Asia, el padre de los cristianos, el destructor de nuestros dioses, el que ha inducido a muchos a no sacrificarles ni adorarlos". Eran sus servicios a Cristo... los de los días ordinarios y sin relieve. "Morir cada día un poco es el modo de vivir".
Los detalles no importan. La muerte magnánima es el gesto supremo del hombre y por eso es capaz de ennoblecer cualquier existencia y de hacer respetable una causa equivocada. Pero cuando se trata de Cristo, lo dijo Él: "Nadie tiene mayor amor que el que da la vida'" (lo. 15,13). Hay pobretones de espíritu que quieren apagar el halo martirial diciendo que es fácil morir por Cristo y difícil vivir según Cristo. Muchos que así hablan no viven plenamente con Cristo y parecen incapaces de morir por Él. Por eso conviene repetir las palabras del Maestro: Nadie tiene mayor amor... aun cuando al morir tiemblen las piernas y sienta miedo el espíritu, aun cuando sea el primero y postrero, el único acto radicalmente cristiano de una vida humana.
El procónsul no permitió que fuesen las fieras las que acabasen con el cuerpo viejo de Policarpo. Fue la pira,abundante, el golpe de gracia de la puñalada en el pecho, la cremación de sus despojos. Los huesos calcinados del venerable maestro y padre son testimonio fuerte de su amor perfecto de Cristo. No quiso que le clavaran al palo. no por temer o rechazar el sufrimiento, sino porque su amor era tan intensamente decisivo como los clavos. Atado al poste, con las manos atrás "como carnero egregio escogido de entre tan gran rebaño... levantados los ojos al cielo dijo:
"¡Señor, Dios omnipotente. Padre de tu amado siervo Jesucristo, por quien hemos recibido el conocimiento de Ti!... Yo te bendigo porque me tuviste digno de esta hora, a fin de tomar parte, contado entre tus testigos (mártires), en el cáliz de Cristo para resurrección de eterna vida. Yo te alabo por todas las cosas, te bendigo y te glorifico.... por mediación de Jesucristo, tu siervo amado...
Es su testamento, su gesto de plenitud en el amor. Levantar los ojos al cielo y con ellos todo el espíritu - lo único que no pueden atar ni clavar los hombres - y optar, escoger en suprema libertad el servicio, la esclavitud voluntaria de Cristo. Ser cristiano es transformarse sustancialmente. Y así transformado y transfigurado por el fuego se aleja del mundo el santo anciano, sumergiéndose en llamas y en Cristo, que es "llama de amor viva". Ni siquiera un ademán de perdón para sus verdugos; su alma se levanta con brío sobre nuestras categorías humanas.
Sin querer nos golpea la mente la fórmula elemental del Catecismo. Ser cristiano es tener fe en Cristo y hacer profesión de servirlo. Con la perspectiva de ser dignos de una hora de martirio, para la mayoría imposible; pero con el vigor necesario para ella. El pórtico del Catecismo nos señala una alta meta final, que se confunde ya con el pórtico mismo de la eternidad. ¿Somos verdaderamente cristianos? ¿Desde hace cuántos años?
JOSÉ IGNACIO

AVE MARIA!