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martedì 20 marzo 2018

EL PECADO ORIGINAL

El pecado original
Entró la muerte

Dios dio a Adán un precepto positivo:
«Dios impuso (sivah) al hombre este mandamiento: del cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás» (Gn 2, 16).
Si no se cumple ese precepto, viene la muerte:
«Porque el día que comieres de él, morirás (tamut) sin remedio» (Gn 2, 17).


El hebreo dice literalmente, “muriendo, tú morirás”. Esto significa que la sentencia de muerte se cumple el mismo día de la transgresión. Por lo tanto, esa muerte no se refiere ni a una muerte física, ni espiritual ni eterna.
Dios da un mandamiento que, si no se cumple, conduce a la muerte. Este precepto es dado antes de crear a la mujer. Es un precepto sólo para el varón, no es para la mujer. La mujer no estaba bajo la ley, bajo este mandamiento, porque no había sido creada.
«Donde no hay ley, no hay transgresión» (Rom 4, 15). La mujer no podía pecar porque no conocía este precepto.
¿Quién es la mujer que seducida peca, que va en contra de este mandamiento divino?
«… el engañado no fue Adán sino la mujer, que seducida incurrió en la transgresión» (1 Tim 2, 14).
El engañado no fue Adán, sino la mujer. [=hembra]
Es una mujer que existe antes de que Dios creara a la mujer (a la varona), y que conocía el mandamiento que Dios le había impuesto al hombre. Cuando Dios le comunica ese precepto, al lado del hombre está esa mujer.

Dios no impone su precepto a los primeros padres, sino sólo a Adán. Si Dios hubiera querido poner un precepto al varón y a la mujer conjuntamente, para que se sometieran con sus obras a Dios, para que le tributaran obsequios como reconocimiento de su dominio, entonces una vez creada la mujer, a los dos les hubiera impuesto ese precepto.
Pero, Dios se dirige solamente al varón. Y junto al varón, está esa mujer, esa hembra, que no es la mujer creada para el hombre.
Adán fue creado en el vientre de una hembra. Esa hembra debe actuar como madre de Adán. Por lo tanto, al lado de Adán está esa hembra, de la cual él fue tomado. Y Dios les da el precepto a los dos: a Adán y a la hembra.


La serpiente, en el Paraíso está hablando con esta mujer, con esta hembra, no con la mujer del hombre.
«¿Conque os ha mandado Dios que no comáis de los árboles todos del paraíso?» (Gn 3, 1).
Os ha mandado Dios: a los dos, al hombre y a la hembra se les da un mandato. El demonio está hablando a esta hembra, porque la mujer, cuando fue promulgado el precepto, no existía, no había sido creada, no podía conocer el mandato. El demonio se dirige a la mujer que estaba junto al varón cuando Dios le impuso su mandamiento. Para ella también era el precepto. Dios mostró Su Voluntad a los dos: al varón y a la hembra.
Esa mujer le responde a la serpiente con conocimiento de causa:
«Del fruto de los árboles del Paraíso comemos, pero del fruto del que está en medio del Paraíso nos ha dicho Dios: “No comáis de él, ni lo toquéis siquiera, no vayáis a morir”» (Gn 3, 3).
Nos ha dicho Dios: a los dos. No dice la mujer: Dios le ha dicho al varón que no puede comer de ese árbol. Y después, él me ha transmitido ese conocimiento. Y, por eso, sé que no se puede tocar ese árbol.
Esa hembra sabía directamente lo que había dicho Dios. Está hablando de su propio conocimiento, no del conocimiento que viene del varón, adquirido indirectamente.


Dios, cuando crea a la mujer, no le da un precepto de someterse a la mente del varón. Y, por lo tanto, el precepto que tiene el varón sobre el fruto del árbol no es para la mujer. Es para la hembra, que ya existía antes que la mujer.
Y la serpiente le contesta:
«No, no moriréis; es que sabe Dios que el día que de él comáis se os abrirán los ojos y seréis como Dios, conocedores del bien y del mal» (Gn 3, 4).
Literalmente, “no muriendo, tú no morirás” (de muerte, no morirás).
Hay tres diferentes clases de “muerte” (tamut):
una muerte física en la que hay separación del alma y del cuerpo: «murió (tamut)Débora… y fue enterrada…bajo una encina…» (Gn 35, 8); «murió (tamut) Raquel y fue sepultada en el camino…» (Gn 35, 19);
una muerte espiritual en la que el alma se separa de Dios por el pecado: «Yavé te ha perdonado los pecados, no morirás (tamut) (2 Sam 12, 13); «vosotros estabais muertos por vuestros delitos y pecados» (Ef 2, 1);
y una muerte eterna en la que el alma nunca más puede ver el rostro de Dios, ha quedado separada de Su Espíritu: «Si yo digo al impío: ¡Impío, vas a morir (tamut)!… el impío morirá (tamut) por su iniquidad…» (Ez 33, 8); «los cobardes, los infieles, los abominables, los homicidas, los fornicadores, los hechiceros, los idólatras y todos los embusteros tendrán su parte en el estanque, que arde con fuego y azufre, que es la segunda muerte» (Ap 21, 8).

«El día que comas… muriendo»: el día que comas… estarás entrando en la muerte, saliendo de la vida, construyendo un mundo sin vidaEl día que comas… aparecerá la acción de la muerte, pero no va a estar definida ni por el tiempo, ni por el modo, ni por el número ni por la persona. Se emplea un verbo en gerundio, el cual no define nada, no especifica nada.
Es la muerte en desarrollo:
■ sin tiempo: hasta el final de los tiempos;
■ sin modo: habrá muchas maneras de morir a causa de esa muerte;
■ sin número: serán muchos los hombres que conocerán la muerte;
■ sin referirse una persona en concreto: a todas alcanzará esa muerte.
Muriendo, morirás: de esta obra en desarrollo, de esta muerte, vienen las otras muertes física, espiritual y eterna.
El demonio dice: no muriendo. Es decir, seguirás en la vida. Y, por eso, le dice:
«…seréis como Dios…» (Gn 3, 4).


¿A qué muerte se refiere Dios? ¿A qué vida se refiere el demonio?
Dios ha creado al hombre y a la mujer para que sean «una sola carne»; es decir, para que engendren hijos de Dios por generación y por gracia.
«Por la envidia del diablo entró la muerte en el mundo» (Sab 2, 24).
Por el deseo de tener una humanidad para él, por el deseo intenso de imitar y superar la misión que Dios ha dado al hombre y a la mujer, el demonio abre la puerta a la muerte, abre en el mundo el camino de la muerte.
La vida está en la unión del varón con su mujer: unión de dos naturalezas humanas. Unión de un gameto masculino con un gameto femenino, que pertenecen, ambos, a la esencia del hombre.

Para que el hombre muera: de muerte, morirásmuriendo, morirás; es necesario que él se una a una hembra que no sea su mujer y que no pertenezca a la naturaleza humana.
El hombre, en su mujer, encontraba la vida de Dios; pero el hombre, en una hembra, que no es de su especie, encuentra la muerte.
Esa hembra no pertenecía a la naturaleza humana, pero tampoco pertenecía al reino animal.
El demonio no podía cruzar al hombre con un animal porque lo que sale es siempre estéril. El demonio sólo puede cruzar al hombre con una hembra de 47 cromosomas, uno menos que los del animal. Esa hembra es un puente entre el animal y el hombre. Es un medio, está en el medio. Esa hembra, por estar en medio, entre el hombre y el animal, puede unirse a ambos.
«… en medio del jardín el árbol de la ciencia del bien y del mal…» (Gn 2, 9).
En medio.
Adán fue creado usando como medio a una hembra ya existente, que pertenece a la especie próxima inferior. No es una hembra animal, sino pre-humana.


La mujer fue creada de la misma manera: el medio fue esa hembra.
En medio del jardín estaba esa hembra, que es el árbol de la ciencia del bien y del mal.
Si esa hembra se usa en la Voluntad de Dios, en la ciencia del bien, entonces se da la vida. Pero si se usa fuera de la Voluntad de Dios, en la ciencia del mal, se tiene la muerte. El cruce de especies es la muerte.
El demonio, en su envidia, quiere introducir esta muerte, que no es sólo un pecado de soberbia, sino una obra de lujuria carnal. Se trata de engendrar una humanidad hibridada, con la cual se imposibilite salvarse al hijo que se engendra.
Esta muerte, este cruce de especies es el enemigo de la obra de Dios: es una humanidad que va a luchar en contra de los hijos de Dios.


Esta humanidad viene por Adán:
«… por un hombre vino la muerte…» (1 Cor 15, 21): el cruce de especies. Y esa humanidad hibridada será lo último en desaparecer:
«El último enemigo reducido a la nada será la muerte» (1 cor 15, 26): será esta humanidad hibridada. Reducida a la nada. Esa humanidad hibridada será siempre enemiga de la humanidad de Dios, de los hijos de Dios.
El demonio quiere destruir el plan de Dios en el hombre y en la mujer. Y no hay otra forma de hacerlo sino que el hombre entre en esa hembra y engendre; es decir, coma del fruto de ese árbol.


El árbol es la hembra, su sexo. Un sexo que es conocimiento del bien y del mal. El hombre ya ha conocido a esa hembra en el camino del bien: se ha unido a ella sexualmente, en la Voluntad de Dios, para así crear a la mujer.
¿Qué es el fruto del árbol?
La hembra animal pre-humana también lo come:
«… cogió de su fruto, y comió, y dio también de él al hombre, y él comió con ella» (Gn 3, 6d).
Esa hembra cogió de su fruto.
Pero, antes ha entendido «que el árbol era bueno para comerse, hermoso a la vista y deseable para alcanzar por él sabiduría…» (Gn 3, 6a-6c);
La hembra ha comprendido:
1. que su sexo era bueno para que el hombre comiera de él; es decir, es bueno que el hombre engendre un hijo de ella.
2. que ella era hermosa para el hombre: su óvulo es hermoso para engendrar un hijo del hombre.
3. que ella tenía que mostrarse deseable para que el hombre entrara en ella, y así alcanzar la sabiduría que su especie no tenía porque no había descendencia.


El demonio engaña a la hembra dirigiendo su vida hacia una descendencia que ella no posee. Ella sólo ha sido creada como medio para formar al hombre y construir a la mujer. Pero no ha sido creada para tener descendencia, ni del hombre ni del animal. El demonio le hace desear esa sabiduría: con su sexo podía alcanzar lo que no tenía.
Entonces, coge de su fruto: se pone ante el varón como mujer, como la que excita su virilidad; come de su fruto: le propone al hombre engendrar un hijo en ella; le da también al hombre: se une a al hombre; él comió con ella: él engendró en ella un hijo.
Dios le prohibió a Adán engendrar un hijo de esa hembra. Y, por lo tanto, también le prohibió a esa hembra unirse al varón.
Los dos faltaron gravemente a este precepto divino. La mujer no pecó. La hembra sí.

Luego, el pecado original consiste en engendrar una humanidad para el demonio: hijos de los hombres. Los hombres se unen a esta hembra pre-humana, produciendo el caos en toda la Creación.
Una humanidad para la muerte: un cuerpo hibridado, que no pertenece a la naturaleza humana, que no es puro, sino que está mezclado con los genes de otra especie. En ese cuerpo hibridado no puede darse el Espíritu Divino. Luego, está habitado por el demonio. Es un cuerpo natural, de carne, no espiritual. Sin embargo, está unido a un alma humana. Tiene todavía la imagen de Dios, pero no puede tener su semejanza. Es un alma inteligente, racional, pero sin la gracia.
Es un alma humana en un cuerpo de bestia, que no puede aceptar el dominio del alma sobre él. Se rebela constantemente contra el alma, contra la razón, contra la verdad, contra toda ley. No puede vivir en la verdad. Sólo vive en el instinto que la carne busca.
Es un alma humana que vive la muerte de su cuerpo: no tiene vida espiritual ese cuerpo. Ese cuerpo está dominado por un demonio, poseído por éste.

No hay que entender el pecado original como un acto puntual de lujuria que Adán hizo una sola vez en esa hembra. Sino que hay que entenderlo como una decisión de Adán de engendrar de esa hembra y de vivir para siempre con ella.
No fue sólo un rato de cama, de placer, un gusto que los dos se dan, sino una elección de vida.
Por eso, el pecado original es gravísimo porque Adán se dedica a construir una humanidad fuera del plan de Dios. Una humanidad que tiene la muerte en sus genes y que lleva la vida hacia esa muerte. Por eso, Caín tiene que matar a Abel: vive para la muerte, para destruir toda vida.


AMDG et DVM

giovedì 28 luglio 2016

PARLIAMO DELL'IMMACOLATA

E la notte fu. La vera storia del peccato originale

È uno dei dogmi più trascurati e negati. Ma per Benedetto XVI è "di un'evidenza schiacciante". Ne ha parlato tre volte in otto giorni. Senza di esso, ha detto, la redenzione cristiana "perderebbe il suo fondamento" 
di Sandro Magister




ROMA, 11 dicembre 2008 – Per tre volte in otto giorni Benedetto XVI ha insistito su un dogma che è quasi scomparso dalla comune predicazione ed è negato dai teologi neomodernisti: il dogma del peccato originale. 

L'ha fatto lunedì 8 dicembre all'Angelus della festa dell'Immacolata; il precedente mercoledì 3 all'udienza settimanale con migliaia di fedeli e pellegrini; e poi ancora all'udienza generale di mercoledì 10. 


All'Angelus dell'Immacolata papa Joseph Ratzinger si è così espresso: 

"Il mistero dell’Immacolata Concezione di Maria, che oggi solennemente celebriamo, ci ricorda due verità fondamentali della nostra fede: il peccato originale innanzitutto, e poi la vittoria su di esso della grazia di Cristo, vittoria che risplende in modo sublime in Maria Santissima. 

"L’esistenza di quello che la Chiesa chiama peccato originale è purtroppo di un’evidenza schiacciante, se solo guardiamo intorno a noi e prima di tutto dentro di noi. L’esperienza del male è infatti così consistente, da imporsi da sé e da suscitare in noi la domanda: da dove proviene? Specialmente per un credente, l’interrogativo è ancora più profondo: se Dio, che è Bontà assoluta, ha creato tutto, da dove viene il male? Le prime pagine della Bibbia (Genesi 1-3) rispondono proprio a questa domanda fondamentale, che interpella ogni generazione umana, con il racconto della creazione e della caduta dei progenitori: Dio ha creato tutto per l’esistenza, in particolare ha creato l’essere umano a propria immagine; non ha creato la morte, ma questa è entrata nel mondo per invidia del diavolo il quale, ribellatosi a Dio, ha attirato nell’inganno anche gli uomini, inducendoli alla ribellione (cfr. Sapienza 1, 13-14; 2, 23-24). È il dramma della libertà, che Dio accetta fino in fondo per amore, promettendo però che ci sarà un figlio di donna che schiaccerà la testa all’antico serpente (Genesi 3, 15). 

"Fin dal principio, dunque, 'l’eterno consiglio' – come direbbe Dante (Paradiso, XXXIII, 3) – ha un 'termine fisso': la Donna predestinata a diventare madre del Redentore, madre di Colui che si è umiliato fino all’estremo per ricondurre noi alla nostra originaria dignità. Questa Donna, agli occhi di Dio, ha da sempre un volto e un nome: 'piena di grazia' (Luca 1, 28), come la chiamò l’Angelo visitandola a Nazareth. È la nuova Eva, sposa del nuovo Adamo, destinata ad essere madre di tutti i redenti. 


Così scriveva sant’Andrea di Creta: 'La Theotókos Maria, il comune rifugio di tutti i cristiani, è stata la prima ad essere liberata dalla primitiva caduta dei nostri progenitori' (Omelia IV sulla Natività, PG 97, 880 A). E la liturgia odierna afferma che Dio ha 'preparato una degna dimora per il suo Figlio e, in previsione della morte di Lui, l’ha preservata da ogni macchia di peccato' (Orazione Colletta). 

"Carissimi, in Maria Immacolata noi contempliamo il riflesso della bellezza che salva il mondo: la bellezza di Dio che risplende sul volto di Cristo". 

* * *

Ma il papa si è spinto ancora più a fondo, sul peccato originale, nell'udienza generale di mercoledì 3 dicembre. 

Ogni mercoledì, da quando è iniziato l'Anno Paolino, Benedetto XVI dedica le sue catechesi settimanali a illustrare la vita, gli scritti, la dottrina dell'apostolo Paolo. Questa era la quindicesima catechesi della serie. Nelle due precedenti il papa aveva spiegato la dottrina della giustificazione e il nesso tra la fede e le opere. Questa volta, invece, il tema di partenza era l'analogia tra Adamo e Cristo, sviluppata da Paolo nella prima lettera ai Corinzi e più ancora nella lettera ai Romani. Ricorrendo a questa analogia, Paolo evoca il peccato di Adamo per dare il massimo risalto alla grazia salvatrice donata da Cristo. 

Come generalmente avviene nelle catechesi del mercoledì, Benedetto XVI si è avvalso di un testo scritto da esperti collaboratori. Ma come già in altre occasioni, se ne è distaccato. Questa volta più ampiamente del solito. Dal terzo capoverso in avanti si è rivolto direttamente ai presenti, improvvisando. 

La stessa cosa ha fatto nell'udienza del mercoledì successivo, 10 dicembre. Aveva in mano un testo scritto, ma ha parlato quasi interamente a braccio. E nella parte iniziale è tornato così sul tema del peccato originale


"Cari fratelli e sorelle, seguendo san Paolo abbiamo visto nella catechesi di mercoledì scorso due cose. La prima è che la nostra storia umana dagli inizi è inquinata dall'abuso della libertà creata, che intende emanciparsi dalla volontà divina. E così non trova la vera libertà, ma si oppone alla verità e falsifica, di conseguenza, le nostre realtà umane. Falsifica soprattutto le relazioni fondamentali: quella con Dio, quella tra uomo e donna, quella tra l'uomo e la terra. Abbiamo detto che questo inquinamento della nostra storia si diffonde sull’intero suo tessuto e che questo difetto ereditato è andato aumentando ed è ora visibile dappertutto. Questa era la prima cosa. 

La seconda è questa: da san Paolo abbiamo imparato che esiste un nuovo inizio nella storia e della storia in Gesù Cristo, Colui che è uomo e Dio. Con Gesù, che viene da Dio, comincia una nuova storia formata dal suo sì al Padre, fondata perciò non sulla superbia di una falsa emancipazione, ma sull'amore e sulla verità. 

"Ma adesso si pone la questione: come possiamo entrare noi in questo nuovo inizio, in questa nuova storia? Come questa nuova storia arriva a me? Con la prima storia inquinata siamo inevitabilmente collegati per la nostra discendenza biologica, appartenendo noi tutti all'unico corpo dell'umanità. 


Ma la comunione con Gesù, la nuova nascita per entrare a far parte della nuova umanità, come si realizza? Come arriva Gesù nella mia vita, nel mio essere? 

La risposta fondamentale di san Paolo, di tutto il Nuovo Testamento è: arriva per opera dello Spirito Santo. Se la prima storia si avvia, per così dire, con la biologia, la seconda si avvia nello Spirito Santo, lo Spirito del Cristo risorto. Questo Spirito ha creato a Pentecoste l'inizio della nuova umanità, della nuova comunità, la Chiesa, il Corpo di Cristo.". 
* * *

Queste improvvisazioni sono un indizio importante per capire il pensiero di Benedetto XVI. Esse contrassegnano le cose che più gli stanno a cuore, quelle che vuole imprimere di più nella mente degli ascoltatori. 

Il peccato originale, questo dogma oggi così trascurato, è una di queste verità che papa Ratzinger sente il bisogno di rinverdire. 

E il motivo l'ha spiegato ai fedeli così, nella catechesi del 3 dicembre, quella più diffusamente dedicata al tema, riprodotta integralmente qui di seguito: 


Adamo e Cristo: dal peccato originale alla libertà 

di papa Benedetto XVI 


Cari fratelli e sorelle, nell'odierna catechesi ci soffermeremo sulle relazioni tra Adamo e Cristo, delineate da san Paolo nella nota pagina della lettera ai Romani (5, 12-21), nella quale egli consegna alla Chiesa le linee essenziali della dottrina sul peccato originale. In verità, già nella prima lettera ai Corinzi, trattando della fede nella risurrezione, Paolo aveva introdotto il confronto tra il progenitore e Cristo: “Come infatti in Adamo tutti muoiono, così in Cristo tutti riceveranno la vita... Il primo uomo, Adamo, divenne un essere vivente, ma l'ultimo Adamo divenne spirito datore di vita” (1 Corinzi 15, 22-45). Con Romani 5, 12-21 il confronto tra Cristo e Adamo si fa più articolato e illuminante: Paolo ripercorre la storia della salvezza da Adamo alla Legge e da questa a Cristo. Al centro della scena non si trova tanto Adamo con le conseguenze del peccato sull'umanità, quanto Gesù Cristo e la grazia che, mediante Lui, è stata riversata in abbondanza sull'umanità. La ripetizione del “molto più” riguardante Cristo sottolinea come il dono ricevuto in Lui sorpassi, di gran lunga, il peccato di Adamo e le conseguenze prodotte sull'umanità, così che Paolo può giungere alla conclusione: “Ma dove abbondò il peccato, sovrabbondò la grazia” (Romani 5, 20). Pertanto, il confronto che Paolo traccia tra Adamo e Cristo mette in luce l’inferiorità del primo uomo rispetto alla prevalenza del secondo. 

D’altro canto, è proprio per mettere in evidenza l'incommensurabile dono della grazia, in Cristo, che Paolo accenna al peccato di Adamo: si direbbe che se non fosse stato per dimostrare la centralità della grazia, egli non si sarebbe attardato a trattare del peccato che “a causa di un solo uomo è entrato nel mondo e, con il peccato, la morte” (Romani 5, 12). Per questo se, nella fede della Chiesa, è maturata la consapevolezza del dogma del peccato originale, è perché esso è connesso inscindibilmente con l’altro dogma, quello della salvezza e della libertà in Cristo. La conseguenza di ciò è che non dovremmo mai trattare del peccato di Adamo e dell’umanità in modo distaccato dal contesto salvifico, senza comprenderli cioè nell’orizzonte della giustificazione in Cristo. 

Ma come uomini di oggi dobbiamo domandarci: che cosa è questo peccato originale? Che cosa insegna san Paolo, che cosa insegna la Chiesa? È ancora oggi sostenibile questa dottrina? Molti pensano che, alla luce della storia dell'evoluzione, non ci sarebbe più posto per la dottrina di un primo peccato, che poi si diffonderebbe in tutta la storia dell'umanità. E, di conseguenza, anche la questione della Redenzione e del Redentore perderebbe il suo fondamento. 

Dunque, esiste il peccato originale o no? Per poter rispondere dobbiamo distinguere due aspetti della dottrina sul peccato originale. Esiste un aspetto empirico, cioè una realtà concreta, visibile, direi tangibile per tutti. E un aspetto misterico, riguardante il fondamento ontologico di questo fatto. Il dato empirico è che esiste una contraddizione nel nostro essere. Da una parte ogni uomo sa che deve fare il bene e intimamente lo vuole anche fare. Ma, nello stesso tempo, sente anche l'altro impulso di fare il contrario, di seguire la strada dell'egoismo, della violenza, di fare solo quanto gli piace anche sapendo di agire così contro il bene, contro Dio e contro il prossimo. San Paolo nella sua lettera ai Romani ha espresso questa contraddizione nel nostro essere così: "C'è in me il desiderio del bene, ma non la capacità di attuarlo; infatti io non compio il bene che voglio, ma il male che non voglio" (7, 18-19). Questa contraddizione interiore del nostro essere non è una teoria. Ognuno di noi la prova ogni giorno. E soprattutto vediamo sempre intorno a noi la prevalenza di questa seconda volontà. Basta pensare alle notizie quotidiane su ingiustizie, violenza, menzogna, lussuria. Ogni giorno lo vediamo: è un fatto. 

Come conseguenza di questo potere del male nelle nostre anime, si è sviluppato nella storia un fiume sporco, che avvelena la geografia della storia umana. Il grande pensatore francese Blaise Pascal ha parlato di una "seconda natura" che si sovrappone alla nostra natura originaria, buona. Questa seconda natura fa apparire il male come normale per l'uomo. Così anche l'espressione solita: "questo è umano£ ha un duplice significato. "Questo è umano" può voler dire: quest'uomo è buono, realmente agisce come dovrebbe agire un uomo. Ma "questo è umano" può anche voler dire la falsità: il male è normale, è umano. Il male sembra essere divenuto una seconda natura. Questa contraddizione dell'essere umano, della nostra storia deve provocare, e provoca anche oggi, il desiderio di redenzione. E, in realtà, il desiderio che il mondo sia cambiato e la promessa che sarà creato un mondo di giustizia, di pace, di bene, è presente dappertutto: in politica, ad esempio, tutti parlano di questa necessità di cambiare il mondo, di creare un mondo più giusto. E proprio questo è espressione del desiderio che ci sia una liberazione dalla contraddizione che sperimentiamo in noi stessi. 

Quindi il fatto del potere del male nel cuore umano e nella storia umana è innegabile. La questione è: come si spiega questo male? Nella storia del pensiero, prescindendo dalla fede cristiana, esiste un modello principale di spiegazione, con diverse variazioni. Questo modello dice: l'essere stesso è contraddittorio, porta in sé sia il bene sia il male. Nell'antichità questa idea implicava l'opinione che esistessero due principi ugualmente originari: un principio buono e un principio cattivo. Tale dualismo sarebbe insuperabile; i due principi stanno sullo stesso livello, perciò ci sarà sempre, fin dall'origine dell'essere, questa contraddizione. La contraddizione del nostro essere, quindi, rifletterebbe solo la contrarietà dei due principi divini, per così dire. 

Nella versione evoluzionistica, atea, del mondo ritorna in modo nuovo la stessa visione. Anche se in tale concezione la visione dell'essere è monistica, si suppone che l'essere come tale dall'inizio porti in se il male e il bene. L'essere stesso non è semplicemente buono, ma aperto al bene e al male. Il male è ugualmente originario come il bene. E la storia umana svilupperebbe soltanto il modello già presente in tutta l'evoluzione precedente. Ciò che i cristiani chiamano peccato originale sarebbe in realtà solo il carattere misto dell'essere, una mescolanza di bene e di male che, secondo questa teoria, apparterrebbe alla stessa stoffa dell'essere. È una visione in fondo disperata: se è così, il male è invincibile. Alla fine conta solo il proprio interesse. E ogni progresso sarebbe necessariamente da pagare con un fiume di male, e chi volesse servire al progresso dovrebbe accettare di pagare questo prezzo. La politica, in fondo, è impostata proprio su queste premesse: e ne vediamo gli effetti. Questo pensiero moderno può, alla fine, solo creare tristezza e cinismo. 

E così domandiamo di nuovo: che cosa dice la fede, testimoniata da san Paolo? Come primo punto, essa conferma il fatto della competizione tra le due nature, il fatto di questo male la cui ombra pesa su tutta la creazione. Abbiamo sentito il capitolo 7 della lettera ai Romani, potremmo aggiungere il capitolo 8. Il male esiste, semplicemente. Come spiegazione, in contrasto con i dualismi e i monismi che abbiamo brevemente considerato e trovato desolanti, la fede ci dice: esistono due misteri di luce e un mistero di notte, che è però avvolto dai misteri di luce. Il primo mistero di luce è questo: la fede ci dice che non ci sono due principi, uno buono e uno cattivo, ma c'è un solo principio, il Dio creatore, e questo principio è buono, solo buono, senza ombra di male. E perciò anche l'essere non è un misto di bene e male; l'essere come tale è buono e perciò è bene essere, è bene vivere. Questo è il lieto annuncio della fede: c'è solo una fonte buona, il Creatore. E perciò vivere è un bene, è buona cosa essere un uomo, una donna, è buona la vita. Poi segue un mistero di buio, di notte. Il male non viene dalla fonte dell'essere stesso, non è ugualmente originario. Il male viene da una libertà creata, da una libertà abusata. 

Come è stato possibile, come è successo? Questo rimane oscuro. Il male non è logico. Solo Dio e il bene sono logici, sono luce. Il male rimane misterioso. Lo si è presentato in grandi immagini, come fa il capitolo 3 della Genesi, con quella visione dei due alberi, del serpente, dell'uomo peccatore. Una grande immagine che ci fa indovinare, ma non può spiegare quanto è in se stesso illogico. Possiamo indovinare, non spiegare; neppure possiamo raccontarlo come un fatto accanto all'altro, perché è una realtà più profonda. Rimane un mistero di buio, di notte. Ma si aggiunge subito un mistero di luce. Il male viene da una fonte subordinata. Dio con la sua luce è più forte. E perciò il male può essere superato. Perciò la creatura, l'uomo, è sanabile. Le visioni dualiste, anche il monismo dell'evoluzionismo, non possono dire che l'uomo sia sanabile; ma se il male viene solo da una fonte subordinata, rimane vero che l'uomo è sanabile. E il libro della Sapienza dice: “Hai creato sanabili le nazioni” (1, 14 nella Vulgata). E finalmente, ultimo punto, l’uomo non è solo sanabile, è sanato di fatto. Dio ha introdotto la guarigione. È entrato in persona nella storia. Alla permanente fonte del male ha opposto una fonte di puro bene. Cristo crocifisso e risorto, nuovo Adamo, oppone al fiume sporco del male un fiume di luce. E questo fiume è presente nelle storia: vediamo i santi, i grandi santi ma anche gli umili santi, i semplici fedeli. Vediamo che il fiume di luce che viene da Cristo è presente, è forte. 

Fratelli e sorelle, è tempo di Avvento. Nel linguaggio della Chiesa la parola Avvento ha due significati: presenza e attesa. Presenza: la luce è presente, Cristo è il nuovo Adamo, è con noi e in mezzo a noi. Già splende la luce e dobbiamo aprire gli occhi del cuore per vedere la luce e per introdurci nel fiume della luce. Soprattutto essere grati del fatto che Dio stesso è entrato nella storia come nuova fonte di bene. Ma Avvento dice anche attesa. La notte oscura del male è ancora forte. E perciò preghiamo nell'Avvento con l'antico popolo di Dio: "Rorate caeli desuper", stillate cieli dall'alto. E preghiamo con insistenza: vieni Gesù; vieni, dà forza alla luce e al bene; vieni dove domina la menzogna, l'ignoranza di Dio, la violenza, l'ingiustizia; vieni, Signore Gesù, dà forza al bene nel mondo e aiutaci a essere portatori della tua luce, operatori della pace, testimoni della verità. Vieni Signore Gesù! 



venerdì 7 dicembre 2012

* Novena dell'IMMACOLATA - 9 - : La "Donna" del "Protovangelo" (Genesi 3, 15)




...Gesù empie la piazza della sua voce potente: 

«Uomini di Giuda! Uomini di Betlemme, udite! Udite o voi, donne della terra sacra a Rachele! Udite un che da Davide viene, che perseguitato ha sofferto, che, fatto degno di parlare, parla per darvi luce e conforto. Udite».

La gente cessa di vociare, litigare, comperare, e si affolla.
«È un rabbi!».
«Viene da Gerusalemme certo».
«Chi è?».
«Che bell'uomo!».
«Che voce!».
«Che modi!».
«Eh! se è progenie di Davide!».
«Nostro, allora!».
«Udiamo, udiamo!».
Tutta la piazza è ora contro la scaletta, che pare un pulpito.

«Nella Genesi è detto: (Genesi 3, 14-19) "Io porrò inimicizia fra te e la donna... essa ti schiaccerà il capo e tu la insidierai nel calcagno". E ancora è detto: "Io moltiplicherò i tuoi affanni e le tue gravidanze... e la terra produrrà triboli e spine ". Questa la condanna dell'uomo, della donna e del serpente.

Venuto da lontano a venerare la tomba di Rachele, ho udito nel vento della sera, nella rugiada della notte, nel pianto dell'usignolo al mattino, ripetersi il singhiozzo di Rachele antica (Geremia 31, 15), ripetuto da bocche e bocche di madri di Betlemme nel chiuso dei sepolcri, o nel chiuso dei cuori. Ed ho sentito ruggire il dolore
di Giacobbe nel dolore dei vedovi consorti, senza più sposa perché il dolore l'ha uccisa... Piango con voi. 

Ma udite, fratelli della mia terra. Betlem, terra benedetta, la più piccola delle città di Giuda, ma la più grande agli occhi di Dio e dell'umanità perché culla del Salvatore, come dice Michea (Michea 5, 1), appunto perché tale,
perché destinata ad esser il tabernacolo su cui si sarebbe posata la Gloria di Dio, il Fuoco di Dio, il suo incarnato Amore, ha scatenato l'odio di Satana.
"Porrò inimicizia fra te e la donna. Essa ti terrà sotto il suo piede e tu insidierai il suo calcagno". 

Quale
inimicizia più grande di quella che ha per mèta i figli, il cuore del cuore della donna? 
E quale più forte piede di quello della Madre del Salvatore? 
Ecco perciò che naturale fu la vendetta di Satana vinto, il quale, no, non al calcagno, ma al cuore delle madri, per la Madre, avventò la sua insidia.

Oh! moltiplicati affanni del perdere i figli dopo averli partoriti! Oh! tremendi triboli dell'aver seminato e sudato per la prole, ed esser padre senza più prole! Ma giubila, Betlemme! Il tuo sangue più puro, il sangue
degli innocenti, ha fatto via di fiamma e porpora al Messia...».
La folla, che è andata sempre più rumoreggiando da quando Gesù ha nominato il Salvatore, e poi la Madre dello Stesso, ora ha un più chiaro indizio di agitazione.
«Taci, Maestro» dice Giuda. «E andiamo».
Ma Gesù non lo ascolta. Continua: «...al Messia che la Grazia del Padre-Dio salvò dai tiranni per conservarlo al popolo per sua salvezza e... »
(Da "L'Evangelo..., 74, 7/8)

Cor Mariæ Immaculatum, intercede pro nobis

domenica 19 febbraio 2012

(8) DON GUIDO BORTOLUZZI: Il 'segno' di Caino. La prima locuzione interiore."La parola". Scene di vita quotidiana. La femmina ‘sui generis’ della specie preumana. La Bambina è stata ‘concepita immacolata’. La piana ai piedi del promontorio. L’ibridazione della specie umana creata perfetta. Quella femmina “PONTE”. Il ‘peccato originale’ § 205:– PECCATO ORRRR... ENDO, ... ORRRR... IBILE, ... ORRRR... IGINALE. .


Il SEGNO DI CAINO
PRIMA RIVELAZIONE:
ricevuta a Chies d’Alpago in data incerta fra il 1965 e il 1968





(Nota della curatrice) 
È bene ricordare al lettore che questa locuzione è pervenuta almeno quattro anni prima della grande visione appena descritta [vedi Don Guido Bortoluzzi (7)e che prima di questa rivelazione don Guido non aveva avuto alcuna rivelazione. Aveva solo intuito che la Donna era figlia di Adamo perché tratta 
dalla sua ‘costa’, ma la identificava ancora con Eva. 


Premessa 




§ 191   Rileggendo nella Bibbia il racconto della ‘Torre di Babele’, giunsi al versetto 5-8 del Capitolo 11 della Genesi e mi soffermai alle parole: 
   “Il Signore discese e disse: – Confondiamo le loro lingue 
in modo che non si intendano più –”. 
   – Macché! È un’eresia – esclamai. – “Deus intentator malorum est”, dice la lettera di S. Giacomo, Dio non può tentare nessuno al male (Gc. 1,13). La confusione è avvenuta molto tempo prima, sicuramente con il peccato originale. –


 La prima locuzione interiore

§ 192    Rilessi la storia di Caino e mi fermai ad indovinare quale 
fosse “il segno che il Signore gli aveva posto perché chi lo 
avesse incontrato non lo uccidesse” (Genesi 4,15). 


   “Quel ‘segno’  – pensai,  – deve essere sul davanti della 
sua persona, per essere riconoscibile da chi lo incontra:


   a) Un marchio sulla fronte? Sarebbe stata una crudeltà. Doveva 
essere un segno a sua difesa, non a sua condanna.

   b) Un orecchino? Non è in faccia. 


   c) Un anello al naso? O sul labbro inferiore? Impossibile.

   d) Un segno sul mento? Nella bocca?”.

 – FERMATI  LÌ  – mi disse una Voce sommessa  – NON SI 
VEDE, SI SENTE.  – 


Era la prima volta in assoluto che udivo la Voce del 
Signore. Ne rimasi commosso. 
“Allora è dentro la bocca” pensai.

   e) – I canini sporgenti? -


È QUELLO DI CUI TI INTERESSI. -
Chiusi il Libro, vi appoggiai la fronte e stetti parecchi minuti a fantasticare. Domandai: 
– Signore, che segno era quello? Doveva aprire la bocca, 
mostrare la lingua?-
La stessa Voce mi suggerì in tono chiaro: 
LA PAROLA.  – Fui entusiasta della rivelazione ed esclamai:
– Grazie, Signore; questo potevate dirmelo solo Voi! –



'‘La parola’' 


§ 193   Andavo ricapitolando: “L’uso cosciente della parola, o 
la manifestazione del pensiero attraverso la parola, come 
ebbe a dire Paolo VI, è privilegio esclusivo dell’Uomo fra 
tutti gli esseri creati in quanto è stato fatto ad immagine di 
Dio”.
   Quindi il primo Uomo, creato perfetto ad immagine e somiglianza di Dio, parlava. In senso accomodativo si può dire che: 
“In principio erat verbum”, in principio, all’inizio dell’umanità 
esisteva la parola, il linguaggio.

   Ma se ‘la parola’ era un requisito normale per l’Uomo, 
come poteva essere un segno che contraddistingueva Caino 
come uomo?
 Conclusi che se l’umanità ai suoi esordi era ristretta a 
quell’unica famiglia che necessariamente parlava e che se 
Caino si faceva conoscere come uomo soltanto con l’uso 
della ‘parola’ per non essere ucciso, era chiaro che Caino 
nelle forme somatiche non si dimostrava un uomo ma un 
ominide. 


   L’ipotesi dell’ibridazione della specie umana con quella subumana, espressa da alcuni studiosi già nel ‘700, era 
dunque ben indovinata
  
(Nota 48: Don Guido sta pensando al francese George Louis Leclerc conte di Buffon (1707-1788). Fu il primo studioso di scienze naturali nell’intuire che se l’Uomo era stato creato perfetto, come dice 
la Bibbia, e poi era decaduto allo stato bestiale, la causa andava ricercata in un problema di ibridazione genetica).

   E di conseguenza se Caino, come dice la Bibbia in Genesi 4,15
aveva timore di venir ucciso perché poteva essere 
scambiato per un ominide, è chiaro pure che era cominciata 
la caccia agli ominidi per sterminarli ed impedire che si 
moltiplicassero e compromettessero ancora l’integrità della 
specie umana mediante rapporti generativi irresponsabili.

   A conferma di questa supposizione starebbe il “canto della 
spada” di Lamek, quel Lamek discendente di Caino (Genesi 
4,18-24) che non va confuso con il suo omonimo discendente di Set (Genesi 5,25-31). 
Grazie a questo ‘segno’ Caino non fu ucciso. Sicuramente 
non prima d’aver generato, poiché noi uomini odierni 
siamo tutti discendenti di Caino. 




IL PECCATO ORIGINALE
SECONDA RIVELAZIONE:
ricevuta nel 1970 a Farra d’Alpago e scritta dopo il 1974

(Nota della curatrice) / Questa rivelazione è strettamente 
legata a quella precedente, ragione per cui don Guido ha voluto che i due capitoli fossero messi di seguito.

Va ricordato al lettore che, quando nel 1970 don Guido ebbe questa rivelazione, non aveva ancora avuto la grande visione del 1972 riportata nelle pagine precedenti. Aveva avuto solo la rivelazione de ‘Il segno di Caino’ ricevuta sotto forma di locuzione interiore. Quindi, durante questa rivelazione, non conosce ancora la vera identità di Eva, motivo questo che giustifica le riflessioni precedenti il racconto di questa rivelazione, ma ha già assunto come una certezza la tesi dell’ibridazione della specie umana. 
Partendo però da questa conclusione, si aprivano due possibilità: chi 
aveva peccato con un ancestre, il primo Uomo o la prima Donna? La Bibbia diceva che “Eva aveva ascoltato il ‘serpente’ e che poi... ‘aveva mangiato’ e aveva dato da mangiare all’Uomo”.

Il verbo ‘mangiare’ aveva chiaramente un significato allegorico. Era una metafora per intendere ‘avere rapporti generativi’. Lo diceva già il commento del Sales (Genesi 4,1). Inoltre questa era una deduzione logica sapendo che la conseguenza del peccato originale 
era stata la nascita di Caino, un ibrido. Tutto ciò, però, non era ancora sufficiente per la comprensione del testo biblico.

Il problema quindi era insolubile e don Guido comprese che né lui, né 
altri, avrebbe potuto risolverlo senza l’aiuto di Dio. Perciò, quando si arrese di fronte ai suoi limiti, il Signore lo considerò pronto a ricevere la rivelazione del ‘peccato originale’ che gli svelò sotto forma di ‘sogno profetico’.
Data la scabrosità del contenuto, il ‘sogno profetico’ fu scelto 
dal Signore come il modo migliore affinché il messaggio arrivasse 
a don Guido, volente o non, almeno nel subconscio. 
È la stessa dinamica della rivelazione della morte di Abele e di alcune 
altre rivelazioni avvenute prima e dopo la grande visione.

Poiché don Guido aveva un carattere forte e deciso e quand’era contrariato opponeva tutte le sue forze per resistere a un’idea che non approvava, il Signore lo mise in condizione di accogliere come conoscenza ciò che probabilmente ad occhi aperti avrebbe rifiutato. 
Il fatto che avesse avuto questa rivelazione ‘in sogno’, gli creò non pochi problemi di credibilità. In quest’epoca così materialista, le esperienze che non possono essere scientificamente dimostrate e ripetute trovano poco credito! 
Perfino egli stesso fu indotto in un primo tempo, a causa della scabrosità del contenuto, a respingerlo come fonte di conoscenza, cercando con la volontà di dimenticarlo. Solo dopo la grande visione del 1972 e dopo aver compreso i collegamenti con quella, essendosi tranquillizzato che pur questo era un messaggio autentico del Signore, si accinse a trascriverlo dando ad esso l’importanza che ha un ‘sogno profetico’.

Perciò, prima di proseguire, è utile spendere qualche parola per spiegare al lettore che cosa s’intende quando si parla di ‘sogni profetici’.

I ‘sogni profetici’

Questi sono una delle tante modalità scelte dal Signore, come le locuzioni, le visioni, le estasi, le apparizioni, ecc., per far conoscere il Suo Pensiero o la Sua Volontà agli uomini. 
Il termine oggi suona in modo strano perché si tende a confonderli con 
i sogni onirici o sogni comuni che sono una proiezione inconscia dell’‘io’. 
Ma don Guido, che ha sperimentato cosa sia un ‘sogno profetico’, sa che, differenza dei normali sogni, la mente e le capacità razionali non vengono attenuate, ma addirittura potenziate! Egli infatti mantiene tutte le sue capacità di analisi e di sintesi, mentre il suo corpo rimane in totale inerzia, nel sonno appunto. 
Il ‘sogno profetico’ ha per don Guido molte caratteristiche 
simili alla visione, dove le capacità intellettive e la memoria restano integre, tant’è vero che le mette sullo stesso piano. 
Nell’Antico Testamento, quando questo avveniva, nessuno se ne stupiva, e parlarne era cosa normale. Il soggetto infatti, al suo risveglio, non 
aveva alcun dubbio che il sogno avesse un contenuto profetico autentico, 
anche se talvolta in chiave allegorica da decodificare.


Ma, a differenza di S. Giuseppe, di don Bosco e di altri Santi, don Guido è meno docile perché tende a respingerne i contenuti. Se, come accadde, le scene che ha visto sono troppo violente per il suo animo sensibile, inconsciamente tende a cancellarle dalla sua mente. 
Tuttavia alcuni ricordi si sistemano ugualmente nel suo inconscio, permettendogli più tardi di fare collegamenti, similitudini, deduzioni, ecc. fino a quando, confermato dal Signore, si decide a prenderne nota.

È comunque chiaro che don Guido, come egli stesso afferma nel suo 
manoscritto, non fa alcuna distinzione fra visioni in stato di veglia o di 
sonno, poiché entrambe sono esperienze soprannaturali che gli danno immagini della medesima intensità, nitidezza e consapevolezza. Si tratta, in entrambi i casi, di doni carismatici in cui le percezioni avvengono attraverso lo Spirito e sono altrettanto vive di quelle percepite in stato di veglia attraverso i sensi./

Premessa 


§ 194   È la seconda rivelazione dopo quella de ‘Il segno di 
Caino’, ma questa mi venne fatta ‘in sogno’. 
   Ho già detto come mi fu rivelato ‘Il segno di Caino’ mentre stavo studiando sul libro della Genesi le parole che lo riguardavano. Quel ‘segno’ era ‘la parola’, l’uso della favella, prerogativa esclusiva dell’Uomo, perché solo all’Uomo 
fu dato un cervello perfetto, molto più perfetto di qualunque 
altro animale, un apparecchio computer ricetrasmittente.

   Quella prima rivelazione rafforzò il concetto che mi ero 
formato sul problema della confusione delle lingue come 
effetto della confusione o ibridazione fra la specie umana 
e quella degli ominidi-ancestri. L’uso della favella era dunque un’eccezione per Caino che doveva assomigliare in tutto ad un ominide-ancestre. 
   Nel testo di ‘Storia Sacra’ scritto da don Bosco avevo 
appreso che Caino, diventato vecchio, era tanto ‘peloso’ e 
brutto ‘da essere scambiato per una bestia’. 
Ma mi chiedevo se fosse già vecchio quando uccise Abele 
e se fosse brutto fin dalla nascita, donde l’invidia verso il 
fratello come Esaù verso Giacobbe.

Caino dunque doveva essere frutto del peccato originale 
commesso dal primo Uomo, peccato ripetuto dai discendenti 
puri di Adamo, i ‘Figli di Dio’, “quando videro che tra le ‘figlie degli uomini’ (le discendenti ibride di Caino) ce n’erano 
di belle (non pelose) e le presero in sposa” (Genesi 6,1-2). 
   Studiai di nuovo il terzo capitolo della Genesi e considerai il versetto 6: “Vidit quod bonum esset lignum ad vescendum... aspectuque delectabile”, cioè “Adamo vide che 
l’albero genealogico era buono e, nell’ebraico si legge, desiderabile per avere conoscenza”. 
   Quel ‘conoscenza’ è un eufemismo: indica, come si sa, 
rapporto generativo’. Qui sta il nodo del mistero: individuare 
l’albero genealogico che, conosciuto, avrebbe portato alla rovina. 


   La rovina del genere umano non poteva venire per via di 
generazione dall’Albero genealogico della Vita umana, 
perché il Creatore, che fece bene tutte le cose, fece benissimo 
il Campione dell’umanità e altrettanto bene la sua legittima 
Sposa, la Donna. Dunque, la rovina non avrebbe potuto venire dalla Donna, perché anch’essa apparteneva all’Albero della Vita, 
giacché fu “tratta dalla costa”, cioè dal seme, di Adamo 
e un rapporto generativo fra Lei e l’Uomo non solo 
non era proibito, ma comandato. 


   L’incesto nella prima e seconda generazione, nella monogenesi della specie umana come per qualsiasi altra specie, 
era d’obbligo per necessità di natura per la trasmissione dei 
caratteri integri della nuova specie e per l’unità stessa della 
specie. Non c’erano alternative. 
   Perciò l’albero genealogico a cui allude il versetto doveva 
essere estraneo alla specie umana. 
Questa è la verità che si nasconde dietro l’espressione metaforica del versetto 3,6 della Genesi.

In altre parole l’Uomo, quel primo Uomo e come lui ogni 
suo discendente legittimo, doveva evitare ogni rapporto generativo al di fuori della sua specie, cioè con ‘l’albero genealogico’ da cui fu tratto: quello degli ancestri.

§ 195    Ed ecco i miei pensieri: [leggere con particolare attenzione]
   – Dice la Genesi al versetto 15 del terzo capitolo: “Porrò 
inimicizia fra te, serpente, e la Donna e fra il tuo seme e 
quello di lei”. L’“inimicizia fra il ‘serpente’ e la Donna”, rispecchiata nella “inimicizia fra ‘il seme’ suo (del serpente) 
e quello di lei (della Donna)”, si riferisce a Caino e Abele? 
Ma se essi sono entrambi figli di Adamo (Genesi 4,1-2), allora essi avrebbero avuto come madre, il primo questo simbolico ‘serpente’ e l’altro la Donna.

   – Che cos’era quel ‘serpente’ maledetto femmina, il cui 
seme avvelena e porta alla morte?

 – Il problema era ancora incentrato nei primi versetti del 
terzo capitolo: 
– Se le madri di Caino e Abele, come è detto al versetto 
3,15, sono distinte e sono per Caino il ‘serpente’ e per Abele 
la Donna, e se in entrambi i casi il padre è lo stesso Adamo, 
allora al versetto 4,2 dove si dice che “Adamo conobbe 
Eva, sua moglie; ella concepì e partorì Caino; e poi partorì 
il fratello di lui Abele”, il verbo ‘partorì’ (="dare alla luce"), 
qui espresso al femminile, andrebbe sostituito con ‘generò’ 
che indica per entrambi i casi la paternità di Adamo, al maschile. 
   Per lo stesso motivo il pronome femminile andrebbe sostituito con un pronome maschile che sottintenda Adamo, 
così: “Adamo conobbe Eva, da essa egli generò Caino e poi 
(Adamo) generò, dalla Donna, il fratello di lui Abele”.


   – Certo è che tutti e due sono figli di Adamo, il primo 
sicuramente della femmina denominata ‘il serpente’, l’altro 
della Donna. 
   – E se la madre di Caino nei versetti precedenti era stata 
denominata ‘il serpente’, era improprio chiamare quella femmina 
‘moglie’ di Adamo.

   Questi ed altri insistenti interrogativi mi venivano alla 
mente ogni volta che mi dedicavo alla lettura della Genesi. 
Ricordandomi d’avere a casa mia a Farra d’Alpago una 
Bibbia del 1700 con molte note in calce, pensai che, vista 
l’epoca in cui fu stampata così vicina a quella di George 
Louis Leclerc conde de Buffon, ci fosse in essa qualche accenno alla sua teoria sull’ibridazione della specie. 
   Avevo sistemato la biblioteca nella mia camera. Presi 
quella Bibbia del ‘700, scritta ancora con la lettera "f" al 
posto della ‘s’, e vi studiai fino a mezzodì. 
Tempo sprecato, delusione, amarezza. Per quanto mi arrovellassi il cervello in tante supposizioni, capivo che non 
potevo riuscire a comprendere quel mistero tenuto nascosto 
per tanti secoli ai profeti dell’Antico Testamento ed anche a 
quelli del Nuovo.



§ 196 !   Ma sapevo che ci sarei riuscito, perché nel 1928 Padre 
Matteo Crawley, al termine di una meditazione che tenne 
a noi chierici, predisse al seminarista della I liceo classico 
Albino Luciani che sarebbe salito ai più alti gradi della 
Gerarchia Ecclesiastica, e predisse a me, alunno allora di I 
teologia, che sedevo a 2 metri davanti a lui nel banco della 
Cappella, che il Signore mi avrebbe rivelato i segreti della 
Bibbia. 
   Mi predisse anche avversità, ma aggiunse che il Signore 
mi avrebbe sostenuto e consolato con le Sue rivelazioni.


Ricordavo inoltre come, già nel 1922, anche don Giovanni 
Calabria, da Verona, [Nota d. r.:1873+ 4.XII.1954; beatificato 
dal Beato Giov.Paolo II il 17.4.1988] mi fece sapere 
che ‘da anziano, avrei dovuto scrivere un libro importante 
sulla Genesi Biblica’ e aveva insistito che lo scrivessi presto. 


   Erano però ormai trascorsi tanti anni e le tristi vicende 
che si erano succedute nella mia vita mi insegnavano che 
non ero più la persona adatta per ricevere una rivelazione.



§ 197   Chiusi la Bibbia a mezzodì e, dopo un pasto frugale, andai 
a riposare nella camera attigua alla mia, sul letto che era 
stato della mia povera mamma, morta alcuni mesi prima.

   Adagiandomi ero arrivato a recitare le parole del Miserere 
del Salmo 50 di Re Davide: “Et in peccatis concepit me mater mea”, nel peccato mi concepì mia madre. 
   A quel pensiero mi ribellavo e trovavo assurdo che un atto 
d’amore benedetto da Dio potesse essere un peccato. 
La frase dunque doveva avere un altro significato. Quale? 
Aveva forse a che fare con il ‘peccato originale’? In che 
cosa sarà consistito questo misterioso peccato? 


   E, meditando, mi soffermai sul versetto seguente: 
“... Incerta et occulta Sapientiae tuae manifestasti 
mihi”, Tu, o Dio, hai manifestato a me i misteri della Tua 
Sapienza. 
   – Signore, non avete ancora manifestato alla Chiesa il 
mistero del ‘peccato originale’! Se lo avete rivelato al Re 
profeta, perché egli non lo ha detto?  – 
Mi addormentai e puntualmente ebbi un ‘sogno’. 


Scene di vita quotidiana 


Ecco il ‘sogno’.
 § 198    Mi trovavo in un cortiletto a poca distanza dal suo ingresso.


(Nota 49: Abbiamo visto che questo ‘sogno’ è stato ricevuto 2 anni 
prima della grande visione già raccontata, ma le scene si riferiscono ad un episodio avvenuto un anno e mezzo o due dopo la nascita della Bambina. 
Quindi Adamo, che nella rivelazione di prima aveva una quindicina d’anni, ora ne ha 16 o 17).

   A destra avevo la facciata di un rustico, di fronte un terrapieno, alto circa 6 m e lungo 5 o 6, che scendeva verticalmente e si congiungeva ad un muretto che in forma semicircolare delimitava, alla mia sinistra, il cortile per gli altri 
due lati. Questo spiazzo dominava la pianura sottostante 
verso Sud e verso Ovest.
   Davanti a me, poco più oltre e sempre vicino all’ingresso 
del cortile, vedo un animale femmina a statura eretta, alto 
quasi un metro, nero e peloso, di un pelo non fitto e liscio 
come quello delle scimmie, ma più rado e arruffato come la 
lanugine che l’uomo ha dall’adolescenza alla radice degli 
arti superiori ed inferiori. 
   Tiene in braccio il suo piccolo, brachicefalo, privo di naso 
e di mento, che con la sua mano si diverte a far oscillare 
il grande orecchio destro orizzontale della madre che esce 
sulla spalla e lo urta. 
   Alla sinistra di essa ci sono altre due femmine, pure in 
piedi e vedo, di profilo, il loro muso glabro con l’angolo 
facciale retto, senza mento e senza naso, con capelli che 
scendono sulla nuca fino al collo e davanti fino agli occhi. 
   Sono un po’ più alte della prima e guardano verso il centro 
del cortile. Le vedo dalle anche in su, così che posso osservare al di sopra delle loro teste, quello che esse vedono. 




§ 199    Quattro cuccioli della stessa specie si muovono carponi 
attorno ad una piccola Creatura umana, rosea e grassoccia, 
che vedo di schiena, ridere contenta e stare in piedi. 
   Età: un anno e mezzo o due.
Vidi poco dopo che era una Bimba.
Mi sembrò che il maschietto più grande insegnasse agli
altri a girare intorno alla Bambina e, passandole davanti, a 
fare la genuflessione doppia con inchino profondo. 
   Sopraggiunge dal lato opposto al mio un bel Giovane 
completamente nudo, dalla pelle arrossata e lucida, imberbe, con capelli neri che gli scendono fino alle spalle. 
   Scavalca il muretto e, passando attraverso la scena, va 
a sedersi sulla panca con le spalle appoggiate alla parete 
della costruzione rustica. Sta a guardare la scena. 
   Il cucciolo più grande, nero e peloso, con gli orecchi 
grandi, nudi, eretti fin sopra la testa, si muove con molta 
disinvoltura. Fa una genuflessione doppia e inchino profondo davanti al Giovane e poi davanti alla piccola Creatura 
umana, quindi si allontana verso il fondo del cortile con 
agili capriole. 
   Un altro cucciolo, questa volta femmina, un po’ più piccolo ma con gli orecchi orizzontali, si sforza di ripetere i gesti 
del primo, ma li fa in modo più impacciato.

 La femmina ‘sui generis’ della specie preumana 


§ 200   Vedo intervenire una femmina diversa, un esemplare eccezionale ed unico nel suo genere, non pelosa salvo alla 
radice degli arti, di pelle non nera ma giallastra, non vista 
prima perché era accovacciata presso l’angolo esterno del 
cortile alla mia sinistra. 
   Non ha orecchi eretti come i maschi, né completamente orizzontali come le altre femmine. Sono sì di grandezza 
sproporzionata, ma solo la parte superiore è piegata in fuori, orizzontalmente, di circa 4 cm e senza il bordo ripiegato 
della cartilagine.
   La sua bocca, quando è chiusa, non appare larga come 
quella dei suoi simili ma, quando la apre, si vedono i quattro 
canini un po’ più lunghi degli altri denti.
Ha gli avambracci lunghi, ma le mani sono meno rozze.
Ha gambe corte e tozze, ma non come gli altri esemplari 
della sua specie. È brachicefala, con i capelli opachi castano 
chiaro, lunghi dietro fino al collo e davanti fino agli occhi.
Ma sotto quella fronte bassa ci sono un paio di occhi umani e gote umane.
Mostra dai 25 ai 30 anni paragonata alla donna di oggi. 
Essa interviene fra i piccoli ogni volta che uno di essi si 
azzarda a toccare la Bambina. Avanza a salti. Non cammina 
sulle gambe, ma, servendosi delle braccia come di grucce, 
avanza portando innanzi il suo sedere ad ogni balzo. 
   Il più intraprendente è il maschietto più grande. Al sopraggiungere della femmina glabra, il più grandicello schizza 
via svelto con delle capriole.

 La Bambina è stata ‘concepita immacolata’

§ 201   Appena l’avevo vista la Voce mi suggerì delle parole che 
non ricordo esattamente, ma il cui senso era che: 
   – QUELLA FEMMINA SENZA PELO È LA MADRE DELLA BAMBINA, CONCEPITA IMMACOLATA PER L’INTERVENTO DIRETTO DEL CREATORE SULLA FORMAZIONE DEL GAMETE FEMMINILE E SULLA MODALITÀ 
DELLA SUA FECONDAZIONE AD OPERA DELL’UOMO 
‘IN SIMILITUDINE NATURAE’ – , cioè con un rapporto secondo natura, benché nel sonno, come dice la Bibbia. 


   La femmina bianca e senza pelo fa la genuflessione doppia e l’inchino profondo davanti al Giovane e costringe la 
cuccioletta nera a ripetere la cerimonia. Poi ritorna all’angolo dal quale era venuta. Altri due cuccioli, ultimi arrivati, 
si muovono sui quattro arti intorno alla piccola Creatura 
umana. 
   Interviene di nuovo il cucciolo più grande che ripete la cerimonia, ma succede confusione. Forse ha toccato la Bimba 
ai piedi, o questa vuol giocare coi più piccoli perché si curva 
verso di loro. C’è un nuovo intervento della femmina senza 
pelo che sopraggiunge dal suo angolo dove era tornata ad 
accovacciarsi. 
   Ma questa volta la femmina si avvicina troppo al Giovane 
e, dopo un nuovo atto d’adorazione con inchino profondo, 
pare dapprima che gli voglia toccare un ginocchio: poi lo 
tenta avvicinando la testa fra le ginocchia del giovane Uomo 
seduto. 
   Ma egli la scaccia, ed essa questa volta si erge in piedi 
e ritorna al suo posto ma, passando a fianco della Bimba 
intenta a guardare i più piccoli e china su di loro, le dà uno 
schiaffetto per scaricare su di lei l’umiliazione e procede. 
   La Bimba cammina piangendo verso il giovane Papà seduto e si ferma al suo fianco destro. Speravo che la prendesse in braccio, o che, almeno, l’accarezzasse. Invece egli sta 
osservando la femmina bianca che si allontana.

 La piana ai piedi del promontorio 


Cambia la scena.


§ 202   Vidi quest’ultima scena da un livello superiore, non più 
dal cortile dove prima il Giovane stava seduto sulla panca,
ma dal ballatoio di legno sovrastante la facciata alla quale 
egli prima appoggiava la schiena. 
   Questo ballatoio non era sporgente dalla facciata ma 
rientrante da essa e coperto dal tetto. 
Di là potei vedere, verso Sud, una grande pianura che dal 
piede dell’altura su cui mi trovavo si allungava fino a perdita d’occhio (3 o 4 km) nella foschia lontana, contenuta entro 
due solchi divergenti per tutta la lunghezza.


  All’inizio la larghezza della piana poteva essere di 50 m 
circa, più lontano pareva fosse più larga. 
Era tutta coperta di messi spontanee biondeggianti. 
Il pane era assicurato e anche la biada per gli animali servitori. 
Era un vasto campo di frumento, tracciato nella parte più 
prossima da qualche solco per l’irrigazione anche lungo la 
linea mediana. 
Nella parte occidentale di questa pianura e vicino all’altura su cui mi trovavo, il campo era stato ridotto ad orto con 
diverse specie d’ortaggi. 
   Oltre l’orto, fino alla distanza di 100 metri, vedevo una 
fila di cinque o sei casette alte un metro e mezzo, sicuramente costruite dal giovane Uomo per quelle femmine con i 
loro cuccioli, ed una più grande in mezzo all’orto, forse per 
mettere a riparo gli attrezzi da lavoro. 
   Sul ballatoio compare il Giovane dall’estremità Sud. Lo 
seguo fino al capo opposto di esso. Di là, una scaletta saliva 
sopra il terrapieno. Sale e, girando a sinistra, percorre il terrazzo fino al suo termine (oltre l’ingresso dell’abitazione con 
i preziosi che vidi nella grande visione). Lo percorro con lui 
ed entro in una grotta che riceveva luce solo dall’entrata. 
   Il soffitto era composto di lastroni di pietra giallastra di 
arenaria. L’abitacolo era stato evidentemente ricavato lungo una cengia e murato in tutta la sua lunghezza nella parte 
esterna. 
All’interno dell’abitacolo la parete di sinistra, volta a valle 
e lungo la quale camminavo, era coperta da una malta di sabbia grigia, sopra uno sfondo nero non ben levigato che aveva 
lo scopo di renderla impermeabile. Alla mia destra c’era un 
giaciglio, alto 30-40 cm, addossato alla parete rocciosa. 
   Ora mi ritrovo nella parte più interna dell’abitacolo. Il Giovane vi si adagia con i piedi verso l’ingresso. 
Lo osservo di scorcio da dietro la sua testa, al suo stesso 
livello,vicinissimo. 


La Bimba è innocente 
riguardo al peccato originale 


§ 203   Compare all’ingresso la Bambina nuda. Si ferma un poco. 
Poi avanza coi passetti incerti dei pargoli di un anno e mezzo o due, forse per l’asperità del pavimento. 
   Mentre passava a fianco del giaciglio, m’aspettavo di vedere il giovane Papà farle una carezza, ma nulla. Ormai 
avevo capito che il giovane Uomo era il Capostipite Adamo. 
Non volevo guardare la Bimba perché era nuda, ma una 
Voce mi disse: 
   – GUARDALA! È MOLTO BELLA.  – 
Era proprio molto bella. Un viso paffuto, con lineamenti 
così delicati, armoniosi e ben proporzionati che mi fecero 
sorridere. Anche le sue membra erano ben proporzionate e 
grassocce. La pelle era lucida e rosea, ma di un roseo meno 
intenso di quella del suo Papà. 


   La vedevo bene nonostante fosse in controluce. Pareva a 
piedi scalzi, ma forse aveva una suoletta. 
Passò lungo il fianco del giaciglio, superò il posto nel 
quale mi trovavo e si diresse verso il fondo dell’abitacolo e 
non la vidi più. Doveva avere, penso, il suo giaciglio dietro 
a me. 
   – RICORDATI CHE È INNOCENTE!  – mi venne detto  
– RICORDALO!  – 
Non capii che queste parole si riferivano al fatto che stava 
per accadere.

Quella femmina “PONTE” 


§ 204   Vidi, invece, un’ombra comparire e sparire due, tre volte, 
all’ingresso della grotta. 
   La terza volta la vidi completamente inquadrata nella luce 
dell’ingresso. Non la vedevo bene in controluce, ma quegli 
orecchi lunghi, dalle punte orizzontali mi fecero capire che 
era la femmina glabra già vista nel cortile.

   La Bambina non poteva essere salita lassù da sola; vi fu 
portata certamente dalla madre, la quale si era fermata 
fuori dell’ingresso per l’abitudine, perché evidentemente il 
Giovane non la voleva nel cubicolo. 
   Le reiterate apparizioni della sua testa nel vano dell’ingresso dovettero corrispondere ad altrettanti segnali della sua voce, perché emetteva la lingua. 
   Certo ciangottava come una gatta in calore. Era la sua 
stagione, prevista dal giovane Uomo. 


   Egli “diede ascolto a quella voce”, incoraggiandola, suppongo, la prima, la seconda, la terza volta che essa aveva 
sporto la testa dallo stipite dell’ingresso. Poi lo vidi sollevare la testa dal guanciale e anche un po’ le spalle, poiché 
giaceva supino, e la guardò per alcuni istanti. 
   Forse la invitava. 
Fu allora che essa si decise ad entrare. 


La solita Voce intervenne dicendo: 
– PONTE.  – 
   Rimasi pensieroso. Quale legame poteva esserci mai fra 
quel che vedevo e un ponte? Rinunciai a capire e concentrai 
nuovamente la mia attenzione sulla femmina che mi stava 
davanti.

 Il ‘peccato originale’

§ 205   La vedevo solo dalle anche in su, ma poi, dai movimenti che faceva, capivo che poggiava prima un ginocchio sul 
giaciglio da un lato dei piedi del Ragazzo, poi l’altro ginocchio dall’altro lato. 
   Quindi, aiutandosi con le lunghe braccia come grucce, si 
spinse innanzi sopra il corpo del Giovane, fino a presentare 
i suoi seni sopra la faccia di lui come volesse offrirgli il proprio ‘frutto’, cioè il latte dei suoi seni. 
   Quando si chinò sopra di lui vidi il suo muso ad un palmo 
sopra i miei occhi. 
Quella testa schiacciata, quei capelli corti che le scendevano fin sugli occhi, quegli orecchi enormi e orizzontali, quella bocca dalle labbra aperte fino alla radice delle mascelle, 
ma specialmente quegli occhi grossi, quasi fuori 
dalle orbite, che mi fissavano, mi fecero inorridire.

   In quel momento fui scosso di soprassalto dal fracasso 
che pareva ripetere un suono simile a pecc... pecc... pecc... 
prodotto dalla messa in moto di un grosso camion a tre assi 
posteggiato a fianco della mia casa. 
   Istintivamente mi ritrassi e mi svegliai. 
Anch’io giacevo supino ed avevo l’impressione che la femmina giallastra fosse sopra di me come se mi fosse venuta 
addosso. Che orrore! 
   Contemporaneamente una Voce potente, assecondando lo 
strepito del motore e dell’innesto della marcia, disse:
   – PECCATO ORRRR... ENDO, ... ORRRR... IBILE, ... 
ORRRR... IGINALE. – 
   Il tre assi partì con un suono metallico, come se il parafango 
fosse urtato ripetutamente da un ferro. Mi alzai esclamando:

– Gesù mio, misericordia! E il Ragazzo si è innamorato di 
una strega simile?  –

§ 206    Non si era innamorato di quella femmina preumana. Si 
era solo illuso di generare da essa una creatura bella come 
la Bambina. 
   Vide (perché aveva osservato) che l’albero (selvatico) era 
bello (rispetto alle altre femmine) e desiderabile per arrivare alla conoscenza (ossia al rapporto generativo) per avere 
altri figli (Genesi 3,6). 
   Non vidi il Giovane mangiare cioè succhiare il frutto ossia il latte dell’albero, né lo vidi mangiare dell’albero. Era 
intuitivo.

   Pensai: “Inimicus homo superseminavit zizaniam”. Solo 
un ribelle poteva seminare la zizzania sopra il campo del 
Signore, la Vita Umana! 


   Riflettei: “Qui potest facere mundum de immundo concepto semine?”. E chi se non Dio può nuovamente rendere 
mondo ciò che è stato concepito da un seme immondo? 
   
Ripensando allo strepito (pecc... pecc... pecc...) di quel 
motore che veniva messo in moto e alle tre parole udite 
contemporaneamente a quel rumore, specialmente all’ultima con quell’‘erre’ prolungata della parola ORRRR... 
IGINALE, sono indotto a credere che fosse già predisposta 
la coincidenza della parola col fracasso onomatopeico che 
ho già detto e che mi ha fatto sussultare inorridito. 






§ 207   Avevo quasi dimenticato molti particolari di questo ‘sogno’, quando, due anni dopo la grande visione del 1972 e 
quattro da questa rivelazione, ebbi un altro ‘sogno’, quello 
de ‘La sera del giorno fatale della morte di Abele’ che narrerò più avanti.

   Quel ‘sogno’ aveva un preciso riferimento a questo, riguardo alla Donna. Quando durante quella rivelazione dissi “vorrei vederla, perché non l’ho mai vista”. 
   – L’HAI VISTA  – mi fu risposto e rividi la Bambina nel 
cortile e nel cubicolo con il padre e udii nuovamente le parole: 
   – RICORDATI CHE È INNOCENTE!  – 
   Il Signore voleva riportarmi con la memoria a questa rivelazione (del ‘peccato originale’), perché l’estraneità della 
Donna a questo peccato è fondamentale per la comprensione 
di tutta la Rivelazione dell’Antico e del Nuovo Testamento.

 L’ibridazione della specie umana creata perfetta 


§ 208   Se Adamo non si fosse illuso di generare da questa femmina preumana delle persone, cosa che non poteva accadere 
senza l’intervento del Signore, passata la sua generazione il 
problema non si sarebbe mai più ripresentato per l’incompatibilità genetica fra le due specie. 
  
 Se il Capostipite non avesse generato dalla femmina ancestre, essa non avrebbe portato con i suoi cromosomi lo squilibrio nella specie umana. Invece l’istinto bestiale entrato 
nel patrimonio genetico dell’umanità, sarà il genio malefico 
dell’animo umano.

   Ecco dunque perché aveva così grande valore l’obbedienza a Dio: il Giovane non poteva conoscere le leggi della 
genetica, e Dio non era tenuto a spiegargliele, ma solo a 
dargli un ordine e fargli sapere che, se avesse trasgredito, 
la sua specie, come specie pura, avrebbe trovato la morte... 
l’estinzione. È quanto è accaduto.

§ 209    Per l’uomo perfetto era impossibile generare dagli ancestri comuni. I cromosomi, come i gancetti di una cernieralampo, possono combinarsi solo se sono appaiati o, al massimo, se da un lato ve n’è solo uno in più. 
   Quindi fra la specie umana e quella preumana non c’era 
alcuna possibilità di ibridazione perché la differenza di due 
cromosomi rendeva impossibile l’aggancio a tutta la cerniera. “... Puoi mangiare a volontà di tutti gli alberi del 
giardino...”  
(Nota 50:“Questa era un’ipotesi teorica  
– spiegava don Guido  – che non voleva intendere che ad 
Adamo fosse concesso accoppiarsi alle altre femmine ancestri esclusa Eva. Sarebbe inverosimile una mostruosità simile! ‘Deus intentator malorum est’, Dio non può spingere alcuno 
al male”.)


 è una frase che nasconde una verità di ordine 
genetico: i cromosomi ed i geni della cellula riproduttiva 
umana non potevano attecchire con quelli della cellula riproduttiva delle altre femmine ancestri.
   Potevano attecchire solo con quelli dell’‘albero della conoscenza del bene e del male’, cioè con quell’esemplare 
unico ed eccezionale, il ‘capo di ponte’ che doveva restare 
‘ponte a senso unico’ e che non doveva essere usato in senso 
vietato, pena la rovina, la morte del genere umano come 
specie pura.

   Passato il pericolo relativo a questa femmina, le due specie avrebbero potuto coesistere serenamente. 
Da qui il perentorio divieto di ‘mangiare’ il frutto di ‘quell’albero’. 
Il Giovane disobbedì.

Si credeva un dio in Terra e volle fare come Dio, non 
sapendo che, troncato il cordone ombelicale che univa la 
Bambina alla madre preumana, “Deus cessavit ab omni 
opere suo quod patrarat”, Dio aveva terminato il Suo programma d’intervento creativo diretto, essendo stato raggiunto il finalismo della creazione della specie umana. 


   Voler fare come Dio aveva fatto è stata l’infausta presunzione del primo Uomo che così creò un ‘ponte’ fra le due 
specie, aprendo la via all’involuzione della specie umana 
dalla quale tuttora non siamo completamente risorti. 
   Adamo non sapeva che i figli ereditano i caratteri non solo 
del padre ma anche della madre in uguali proporzioni. 
Credeva, come si è creduto fino a tempi relativamente recenti, che la femmina fosse solo il ‘locus aptus’, il luogo 
adatto come il solco della terra per far germogliare il seme. 
   La sua ignoranza delle leggi della genetica non giustifica 
il suo peccato di disubbidienza, di presunzione, di incesto 
bestiale.


Caino, il frutto di questo rapporto vietato, come mi fu fatto 
vedere nella terza, nella sesta e nella settima rivelazione, 
sarà in tutto simile ai figli delle sorelle di Eva perché erediterà i caratteri fisici della specie degli ancestri dalla madre.  Sarà nero, peloso e brachicefalo ecc… 
   Ma erediterà dal padre i caratteri psichici e intellettivi 
nella misura in cui sarà capace. Da quel peccato, infatti, 
ebbe origine l’ibridazione della specie umana con quella 
subumana degli ancestri.

   Essa avrebbe portato all’estinzione della specie umana 
pura e al totale abbrutimento di quella ibrida se il Creatore, 
“per opera del quale furono fatte tutte le cose”, non fosse 
intervenuto ‘in extremis’ ad eliminare con il diluvio, cosiddetto universale, o con più diluvi, tutti gli individui irrecuperabili e non avesse guidato la rievoluzione di quei pochi 
che erano meno contaminati dalle tare ancestrali. 
   Dunque solo in questo caso si può parlare di ‘rievoluzione 
guidata’. 


   L’ipotesi o teoria sostenuta nel ‘700 da Leclerc era dunque esatta. Egli era credente e credeva alla Bibbia che dichiara l’Uomo fatto ‘molto bene’ da Dio e non allo stato di 
bestia in via di evoluzione, e che l’umanità fu corrotta fin 
dalla prima generazione a causa dell’ibridazione fra le due 
specie mediante il ‘trait d’union’ o ‘capo di ponte’. Leclerc 
ebbe una profonda intuizione o una rivelazione? Se avesse 
detto di aver avuto una rivelazione sarebbe morto sul rogo!! 
Io non fui messo al rogo, ma ho sperimentato quanto pesi 
essere emarginato...! 


§ 210   Avendo assistito al ‘peccato originale’ compresi il vero significato della ‘circoncisione’: la ‘costa’ 


(nota 51: Fino dall’adolescenza don Guido aveva intuito che l’espressione 
allegorica della Genesi (la costa) 
nascondeva un significato genetico, aiutato dalla fortuita identica espressione idiomatica del suo paese natio che chiamava ‘costa’ il membro maschile. Don Guido riteneva inutile fare esegesi biblica su un termine metaforico. Prima, diceva, bisogna comprendere il concetto che si nasconde dietro un eufemismo, poi si può tradurlo adeguatamente. Infatti aveva compreso che “se la Donna fu tratta dalla ‘costa’ 
di Adamo, Ella era sua Figlia”)
  
di Adamo peccò e la ‘costa’ di Abramo e figli fu circoncisa. 


   Compresi anche che il Battesimo è un perfezionamento 
della circoncisione:

1) la ‘circoncisione’ è un atto di riparazione al ‘peccato 
originale’: è un atto simbolico di sottomissione e di obbedienza a Dio in contrapposizione all’autosufficienza e alla 
disobbedienza di Adamo;

   2) il ‘Battesimo’ è un atto formale di adozione a ‘figlio 
di Dio’, previa la sottomissione a Dio. Il diseredato viene 
riammesso ai diritti dell’eredità. 


La circoncisione non può essere considerata in modo riduttivo 
come un atto di mera osservanza alla Legge, ma deve 
essere il segno di una consapevole volontà di riscatto dalla 
condizione di illegittimità di fronte a Dio. La Circoncisione 
è l’espressione della volontà dell’uomo di stringere un’alleanza 
personale con Dio alla quale Dio risponderà con l’adozione a figlio mediante il Battesimo.



LAUDETUR JESUS CHRISTUS!
LAUDETUR CUM MARIA!
SEMPER LAUDENTUR!