sabato 6 ottobre 2012

-Ven Espíritu Santo; ven por medio de la poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María, tu amadísima Esposa.

Configurados a Jesús Crucificado

Escrito el 21 de noviembre de 1997 (fiesta de la Presentación de María Santísima en el Templo) en Sale, Alejandría. María nos invita amorosamente a unirnos a la Cruz de Cristo, su Hijo Amado. La aceptación de nuestras cruces cotidianas, nuestro dolor y sufrimiento, entregando todo a Dios como ofrenda y en reparación de las faltas y pecados propios y del mundo, en preparación de la purificación que espera al mundo, como camino necesario de llegada al Reino de Cristo.

Configurados a Jesús Crucificado.

«Hijos predilectos, dejaos llevar al interior del Templo celeste de mi Corazón Inmaculado, para que Yo pueda configuraros cada vez más a mi Hijo Jesús. Vuestra vida sacerdotal debe ser en todo conforme a la de Jesús. Él quiere vivir en vosotros hasta su plenitud. Debéis llegar a ser su Palabra vivida y proclamada a to­dos con valentía y fidelidad, de tal manera que la luz del Evangelio pueda iluminar la densa tiniebla que envuelve la tierra. Su Amor Misericordioso quiere manifestarse y atraer al fuego ardiente de Su Divina Caridad a todas las almas, espe­cialmente a las más alejadas, a las descarriadas, a aquellas que yacen bajo la esclavitud del mal y del pecado. Jesús obra el prodigio de la Divina Misericordia, sobre todo a través de vuestro sufrimiento sacerdotal. Por esto ha llegado el momento en que Yo quiero haceros a todos conformes a Jesús Crucificado.

Configurados a Jesús Crucificado, en vuestro cotidiano ministerio sacerdotal. Han llegado los tiempos en los que vosotros, mis hijos predilectos, debéis beber hasta el fondo el amargo cáliz que el Padre Celestial os ha preparado. Aumentan los sufrimientos interiores, causados por vues­tros propios límites, por la miseria humana, porque experi­mentáis en vuestras vidas el peso de vuestra gran debilidad. Aumentan también los íntimos dolores por causa de la incomprensión y de la marginación de las que frecuentemente estáis rodeados. Os pido que saboreéis también vosotros la hora dolorosa de Getsemaní.

Configurados a Jesús Crucificado, sobre todo en vues­tros numerosos sufrimientos exteriores.
Yo tengo necesidad de vuestro sufrimiento sacerdotal. También para cada uno de vosotros he preparado el mo­mento de vuestra personal crucifixión. Por esto, mi pequeño hijo, te he pedido sufrir tanto, a causa de la dolorosa operación de corazón que has debido sufrir. Me has ofrecido todo con mucha docilidad y filial aban­dono y esto ha ayudado mucho el designio de mi Corazón Inmaculado. Sobre todo por medio de los sufrimientos físicos, sobrelle­vados por vosotros con docilidad y amor, Yo os configuro a mi Hijo Crucificado, mientras estoy a vuestro lado con la misma premura con la que estuve junto a Jesús, en los sangrientos momentos de Su Pasión y de Su inmolación en la Cruz.
Configurados a Jesús Crucificado, hijos predilectos, ahora que os acercáis al cumplimiento de mi designio, para el cual desde hace años os he formado y cultivado con premura y celo maternal. Valor, reemprended el camino con confianza y espe­ranza. Os acercáis a momentos de gracia, en los que veréis der­ramarse sobre el mundo los torrentes de la Divina Miseri­cordia. Entonces el mundo será purificado por este fuego Divino de Amor y será completamente renovado, para que Jesús pueda traeros Su Reino de Gracia y de santidad, de justicia, de amor y de paz. Por esto os pido que sigáis cada día mi acción de Madre, que os quiere configurar a todos cada vez más a Jesús Cru­cificado».

Todo os ha sido revelado

Escrito el 31 de diciembre de 1997 en Milán, Italia. Este es el mensaje de cierre que María hace a su libro, donde Ella resume el sentido de los mensajes que a través del humilde sacerdote Don Stefano Gobbi ha estado enviándonos por muchos años. Todo está dicho, ahora es misión de sus sacerdotes y de todos nosotros el cumplir con sus pedidos, el renovar nuestra Consagración al Inmaculado Corazón de María, en espera del Segundo Adviento, del Segundo Pentecostés, del Reino Glorioso de Cristo.


Todo os ha sido revelado.
«Hijos predilectos, pasad Conmigo en la oración, en el silencio, las últimas horas de este año que está a punto de acabar. No las paséis en la disipación y en las diversiones, como lo hacen tantos hijos míos. Este año ha sido particularmente importante para mis proyectos. Ahora entráis en mis tiempos. Por eso os he trazado un camino luminoso, por el cual debéis caminar todos, para vivir la consagración a mi Co­razón Inmaculado que me habéis hecho. Ahora todo os ha sido revelado.

-Todo os ha sido revelado: Mi designio os ha sido profé­ticamente anunciado en Fátima y, en estos años, Yo lo he realizado a través de mi Movimiento Sacerdotal Mariano. Mi designio os ha sido revelado en su lenta preparación. Este siglo vuestro, que está a punto de acabar, ha sido puesto bajo el signo de un fuerte poder concedido a mi Adversario. De este modo la humanidad ha sido seducida con el error del ateísmo teórico y práctico; en el lugar de Dios se han construido los ídolos que todos adoran: el placer, el dinero, la diversión, el poder, el orgullo y la impureza. Verdaderamente satanás, con la copa de la lujuria, ha triunfado en su intento de seducir a todas las naciones de la tierra. Ha reemplazado el amor por el odio, la unión por la división; la justicia por multitud de injusticias; la paz por una continua guerra. De hecho este siglo ha transcurrido todo él bajo el signo de guerras crueles y sangrientas, que han causado millones de víctimas inocentes. Entonces la Santísima Trinidad ha dispuesto que vues­tro siglo fuera puesto bajo el signo de una fuerte, materna y extraordinaria presencia Mía. Así en Fátima he indicado el camino que la humanidad debía recorrer para volver al Señor: el de la conversión, el de la oración, y el de la penitencia. Y os he ofrecido como seguro refugio mi Corazón Inmaculado.

-Todo os ha sido revelado: Mi designio os ha sido indi­cado también en su dolorosa realización. La humanidad ha caído bajo el dominio de satanás y de su gran poder, ejercitado con las fuerzas satánicas y masónicas; Mi Iglesia ha sido oscurecida por el humo que ha entrado dentro de ella. Los errores son enseñados y propagados, haciendo per­der a muchos la verdadera fe en Cristo y en Su Evangelio; la Santa Ley de Dios es abiertamente violada; el pecado es cometido y con frecuencia es también justificado y así se pierde la luz de la Gracia y de la Divina Presencia; la uni­dad es profundamente resquebrajada por la fuerte contes­tación al Magisterio, sobre todo al Papa, y se extiende cada vez más la llaga de dolorosas laceraciones.

Para dar a la Iglesia, sufriente y crucificada de vuestro tiempo, mi ayuda materna y un seguro refugio, he hecho surgir el Movimiento Sacerdotal Mariano y lo he difundido por todas partes del mundo, por medio de este Libro mío, que os traza la senda que debéis recorrer para difundir mi Luz. Con este Libro os enseño a vivir la consagración a mi Corazón Inmaculado, con la sencillez de los niños, con espíritu de humildad, de pobreza, de confianza y de filial abandono. Hace ya veinticinco años que os guío, con las palabras que he dicho al corazón de este pequeño hijo mío, que Yo he escogido como instrumento para la realización de mi designio materno. En estos años Yo misma lo he llevado varias veces a todas partes del mundo, y él se ha dejado conducir dócilmente, pequeño y temeroso, pero totalmente abando­nado a Mí, como un niño en brazos de su madre.

Ahora cuanto os debía decir os ha sido dicho, porque todo os ha sido revelado. Así pues, en esta noche, terminan los mensajes públicos, que desde hace veinticinco años os he dado: ahora debéis meditarlos, vivirlos y ponerlos en práctica. Entonces las palabras que he hecho descender de mi Corazón Inmacula­do, como gotas de rocío celestial sobre el desierto de vuestra vida tan insidiada, producirán frutos de gracia y santidad. De ahora en adelante me manifestaré a través de la palabra de la persona y la acción de este pequeño hijo mío, que Yo he escogido para ser vuestro guía y que ahora conduzco al vértice doloroso de su misión.

-Todo os ha sido revelado. Mi designio os ha sido predicho sobre todo en lo referente a su maravilloso y victorioso cumplimiento. Os he anunciado el triunfo de mi Corazón Inmaculado en el mundo. Al final mi Corazón Inmaculado triunfará. Esto sucederá en el máximo triunfo de Jesús, que traerá al mundo Su Reino glorioso de amor, de justicia y de paz y hará nuevas todas las cosas. Abrid los corazones a la esperanza. Abrid las puertas a Cristo que viene a vosotros en gloria. Vivid la hora vibrante de este segundo adviento. Haceos así valientes anunciadores de este triunfo suyo, porque vosotros pequeños niños consagrados a Mí, que vivís de mi mismo espíritu, sois los apóstoles de estos últimos tiempos. Vivid como fieles discípulos de Jesús, en el desprecio del mundo y de vosotros mismos, en la pobreza, en la humildad, en el silencio, en la oración, en la mortificación, en la caridad y en la unión con Dios mientras sois desco­nocidos y despreciados por el mundo.

Ha llegado el momento de salir de vuestro ocultamiento para ir a iluminar la tierra. Mostraos a todos como hijos míos porque Yo estoy siem­pre con vosotros. Sea la fe la luz que os ilumine en estos días de oscuri­dad, y que os consuma solamente el celo por el honor y la gloria de mi Hijo Jesús. Combatid hijos de la Luz, porque la hora de mi batalla ha llegado ya. En el más crudo invierno vosotros sois los brotes que se abren de mi Corazón Inmaculado y que Yo deposito sobre las ramas de la Iglesia, para deciros que está a punto de alcanzar su más bella primavera. Será para Ella su segundo Pentecostés. Por esto os invito a repetir con frecuencia en los Cená­culos la oración que os he pedido:

-Ven Espíritu Santo; ven por medio de la poderosa intercesión del Inmaculado Corazón de María, tu amadísima Esposa.

Con el amor de una madre que, en estos años, ha sido escuchada, seguida y glorificada por vosotros, os bendi­go a todos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo».


Lilium candidum sanctae Trinitatis,
ora pro nobis

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